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Boku wa koko ni iru (Estoy aquí) por Prongs

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¿Cuánto tiempo ha pasado?

 

Era imposible saberlo, sin fuerzas para permitir a la excluida luz solar que entrase a contárselo abriendo sus gruesas cortinas, que había reforzado con aún más gruesas frazadas de modo que ni un solo rayo impertinente viniera a recordarle que seguía vivo. Que el tiempo pasaba, que la Tierra giraba en su órbita y sobre su eje, que todavía no había alma que inventara una máquina del tiempo que concediera a cobardes roñosos como él una segunda oportunidad. Que su corazón latía, o quizá solo fragmentos del que una vez tuviera unidos anatómicamente, cada uno cumpliendo su tarea obligatoria y débilmente. Sumados, los fragmentos le mantenían vivo. Sumados, los fragmentos no poseían poder para bombear sangre suficiente hasta su cabeza y dejar que se consumiera en insultos e ilusiones trastornadas. Esa era una ventaja, quizá la única.

 

El vacío había estado durmiendo junto a él durante esa franja temporal que desconocía. En sus escasos momentos de vigilia, él y el vacío habían iniciado el proceso de aprender a convivir. Había probado ser dificultoso, y Satoshi se encontró extrañando a la soledad, la compañera que siempre resignada le observaba desde un costado, asegurándole que se iría en cuanto otro viniera a reemplazarla. Y la soledad había cumplido, aun cuando era el vacío y no uno de sus amigos el que le había quitado su lugar esta vez.

 

¿Qué estoy esperando? ¿Qué alguien venga a buscarme? ¿Qué él venga?

 

Ridículo.

 

Aquella noche eterna no podía hacer honor a su nombre. No podía encerrarse en la seguridad de su cuarto y sus cuatro paredes por siempre. Aunque él mismo no se soportara, tenía una vida. Una vida a la que debía volver pronto. Quizá ya debería estar de vuelta, imposible era saberlo así.

 

No seguiría esperándolo. Debía convencerse a sí mismo que no vendría, no importara cuanto tiempo dejase pasar. Debía convencerse de que, de ahí en más, él y el vacío tendrían que hacer todo solos. El vacío ya le había advertido que, de entrar alguien más en escena, se encargaría de poner un muro invisible perfectamente tangible e impenetrable. Un muro que le impediría disfrutar de cualquier compañía, que le impediría siquiera sentirla. Y Satoshi le creía, ¿por qué no iba a creerle? Él mismo lo había llamado.

 

A tientas y por intuición llegó hasta la ventana que tanto se había esforzado en cubrir. Apoyó todo su peso en los cortinajes, verdaderos e improvisados, sintiendo el rasgón de las telas casi como una injuria en su cuerpo. Sonrió con amargura. Quizá le había restado demasiado mérito a sus fragmentos. Quizá éstos sí podían suministrarle a su cerebro nutrientes que bastaran para que alucinara hasta despierto, lo que fuera con tal de no recordar lo que había pasado.

 

La luz entró a raudales, achicando sus pupilas, como si quisiera vengarse del exilio al que la había sometido. Cubriéndose los ojos con un antebrazo, esperó hasta acostumbrarse para cerciorarse de que en verdad era medio día y que no era un engaño de su visión aletargada.

 

Respiró, sus pulmones llenándose de aire renovado por primera vez en...

 

- ¡SATOSHI, MALNACIDO! - sobresaltado, echó un vistazo a la entrada de su habitación, la que no tardó en abrirse para dar paso a una figura familiar enardecida - ¡DESGRACIADO! ¿DÓNDE CARAJO TE HABÍAS METIDO, EH?

 

Quiso cortar los improperios de Shuu con un aquí, eso fue todo. Quiso, y no pudo. Su garganta era una lija. De golpe, la necesidad de agua lo obligó a toser.

 

Al reconocer las otras dos figuras que ingresaran junto al bajista, sus rodillas le fallaron, dejándole en el piso. Quizá la necesidad de agua era demasiada, o quizá demasiado era el temor al ver a Ryo ahí. Quién lo sabría. Quién podría saber si todas esas figuras no eran más que burlas de su inconsciente o un burdo intento de lo más profundo de su ser por llenar el vacío que se lo tragaba.

 

- ¡Satoshi! ¿Qué te ocurre? - diría Shuu desesperado al ver su estado, lo conocía tan bien que confiaba en su capacidad de predecir sus palabras e inclusive sus manos apretando sus hombros, sacudiéndole con ímpetu - ¡Habla, di algo! ¿Qué pasó? Dímelo, por favor. ¡Lo que sea, podemos resolverlo!

 

No, no podemos. Lo siento, Shuu. Lo siento, pero las cosas no volverán a ser como eran.

 

Lo siento, la culpa es mía.

 

Entrecerró los ojos, preguntándose si las apariciones de sus amigos serían lo suficientemente corpóreas para pedirles agua, si su esquizofrenia sería lo bastante grave para lograr calmar su sed de esa forma. Siquiera podía hablar para transmitirles la sed que sentía.

 

Mas, si eran solo una ilusión, se enterarían, ¿no sería así? ¿No sentirían su sed y le traerían lo que quería?

 

Acercando un vaso hasta sus labios, brindándole apoyo a su nuca con una mano, Ryo le dio de beber. Dejando de toser, el vocalista lo observó acrecentando el rojo de sus ojos. Su faringe estaba agradecida, no así su cerebro. El vacío no tuvo que trabajar nada, encargándose la confusión de crear una niebla espesa a su alrededor que fue borrando a sus compañeros de a pinceladas.

 

- Lo siento - pudo articular al fin. Estuviesen allí o no, él necesitaba disculparse - Yo tengo la culpa.

- ¿De qué habla, de qué mierda habla? Ryo, tú sabes algo, ¿no es así? ¡Habla de una vez!

- Se los contaré luego, ahora necesito estar a solas con él.

- ¿Nos estás echando? ¿¡Estás loco!? ¡Mira cómo está!

- Dejémoslos.

- Pero, Nii--

- En serio. Ryo, llámanos después.

 

La niebla era tan tupida que devoraba hasta los sonidos y no fue capaz de escuchar nada más.

 

Creyó que durmiéndose, despertaría otra vez en medio de la oscuridad. No obstante, la luz que continuaba filtrándose y el segundo peso que descansaba sobre su cama, cuyo calor llegaba hasta él y que adivinaba a pocos centímetros de distancia, le sacaron de su error.

 

Seguía delirando, o tal vez nunca lo había hecho en primer lugar. ¿Cómo saberlo, cómo confiar en sí mismo si ése era precisamente el problema?

 

Acercó en un intento de prueba las yemas de sus dedos a las mejillas que siempre habían estado a su alcance, pero que jamás se había atrevido a tocar. Su suavidad y lo mullido de su extensión eran sin duda reales. Y si no lo eran y se estaba equivocando, anhelaba no salir nunca de su error.

 

- Abre - sin quejarse por el tacto de sus dedos, Ryo aproximó una cuchara a sus labios, cuyo contenido Satoshi tragó sin rechistar - Otra más.

 

Tuvo que admitir que el baterista estaba siendo tan tosco como sabía sería en realidad. La sopa miso se derramaba por las comisuras de su boca, la cuchara chocaba una vez de cada tres con sus incisivos y cada vez que el líquido bajando hacía cosquillas en su mentón, Ryo lo secaba a base de golpecitos con una servilleta. Sus manos temblaban, manchando sus muslos con la comida que por suerte no estaba del todo caliente, su mirada era lo único que mantenía fijo en su boca que se abría y cerraba dependiendo si le tocaba recibir o tragar.

 

- ¿Hace cuánto...? - empezó, conteniéndose. El vocalista usó los dedos que aun acariciaban sus mejillas para tratar de levantarle la vista. Adivinar lo que había querido decir y no había terminado era difícil, aun cuando se suponía que era todo invento suyo. Algo no cuadraba...

- No lo sé - respondió, la cuchara dirigida a sus labios deteniéndose sorprendida - No sé cuánto tiempo ha pasado.

- Con éste, cuatro días - sin apartar todavía las manos intrusas de los costados de su rostro, Ryo alargó un brazo hasta dejar el cuenco de sopa y la cuchara en la mesita de noche - ¿Me quieres decir que pasaste tres días sin comer ni beber nada?

- Pensé que... que había pasado menos tiempo, lo sien--

- ¿En qué pensabas, entonces? - agarrando sus hombros con firmeza, hundiéndole entre los almohadones que lo mantenían casi en ángulo recto sobre el colchón, los ojos de Ryo se clavaban en los suyos - ¿Querías morir, es eso?

 

Apartó sus manos, como si de repente la piel que tocaba le quemara. De haber tenido fuerzas, hubiera apartado también el resto de su cuerpo.

 

¡Él... está aquí! ¡Está aquí de verdad!

 

- R-Ryo, yo... - se detuvo, las uñas hincándose en su carne indicándole que así lo hiciera.

- A la próxima que intentes disculparte, te voy a dejar la nariz aun más chiquita - le amenazó el baterista, manteniendo el tono de voz en apenas un susurro. No hacía falta que le gritara, si todos los sentidos del vocalista estaban pendientes de él - No estoy aquí para aliviar mi culpa, Satoshi. Estoy aquí porque quiero ayudarte. Dime, ¿qué pensabas, cómo no te diste cuenta del peligro que corrías? Podrías haber muerto de deshidratación, el médico dijo que fue una suerte que no te movieras.

- ¿Médico?

- Sí, llamé a uno para que te revisara - le informó con obviedad, liberando uno de sus hombros, buscando algo entre el revoltijo de sábanas y cojines - Te desmayaste en cuanto se fueron Nii y Shuu, ¿qué más iba a hacer? Parecías un muerto - encontrando por fin su mano derecha, entrelazó sus dedos con los suyos antes de agregar - La paranoia es contagiosa, ¿sabes? Creí que tendrían que internarte, creí que... que jamás iba a poder disculparme contigo.

- Ryo, no necesitas--

- Yo sí tengo que disculparme - suavizando la tensión en su mirada y en su cuerpo, le hizo callar transfiriéndola toda hasta sus manos tomadas - No me di cuenta de que podía hacerte tanto daño, estaba demasiado enojado porque no me dejabas ayudarte. Y terminé empeorando todo, claro. Por eso, lo siento.

 

Tuvo un breve impulso de susurrar una disculpa al ponerse a llorar como primera acción, pero no quiso arruinar el momento provocando que el más bajo cumpliera su palabra de quebrarle la nariz. Las gotas que humedecían su camino hacia abajo no eran ya de angustia, eran gotas que límpidas reflejaban su propia felicidad en su superficie y no ya la bruma de su interior.

 

- Te extrañaba - confesó, atreviéndose a erguirse, quedando a mitad de camino de abrazar a su compañero - Siempre tu ausencia consiguió dejarme más tocado de lo que soy por naturaleza y más que cualquier otra, pero no podía... no podía decírtelo, ¿qué ibas a pensar de mí?

 

Enterrando con más firmeza el ancla que le había regalado para que dejara de ir a la deriva por el océano de sus propias emociones, Ryo completó su gesto, estrechándole contra su pecho con su brazo libre, pateando al vacío tan lejos que Satoshi no pudo percibirlo más.

 

- ¿Te cuento qué iba a pensar? - como afirmación, el vocalista se sujetó a su espalda y a su mano que no soltaba - Que eres un idiota, un grandísimo idiota por no habérmelo dicho antes.

 

Podía desperdiciar más tiempo todavía en aferrarse a la duda y no a Ryo, pero eligió aprovecharlo en compensar todo ese tiempo que podría haber estado a su lado tal como en ese momento lo estaba. Separándose lo indispensable para encontrar sus labios, compartió la risa del menor al fallar y terminar besando más mejilla que boca. El aliento cálido sobre su rostro era una caricia más que deseó nunca tener que echar en falta.

 

- Satoshi - lo atajó Ryo, antes de que pudiera empezar a temer por el futuro - Baka, no empieces. Estoy aquí.

 

Salvando la mitad de distancia que todavía quedaba entre sus labios con un giro de su cabeza, rió un poco más sobre ellos antes de sellarlos en un beso quedo, dulce y paciente. No era miso el sabor que dominaba el enlace, tampoco era licor, ni menta, ni vainilla, ni miel. Esta vez, él solo se atajó antes de comenzar a hilvanar su identidad, antes de comenzar a pedir tiempo suficiente para descubrirla, tiempo suficiente para que el sabor de esa boca fuera tan suyo como de su dueño.

 

Qué fácil era callarse si no estaba solo, qué fácil era sentir su pecho deshinchándose de caricias largamente guardadas que creyó siempre iban a ahogarle ahí dentro en lugar de emerger. Qué fácil era aceptar que estaba vivo y que así seguiría, teniendo a alguien que le demostraría a cada paso que lidiar consigo mismo valía la pena.

Notas finales: Me cuesta mucho subir fanfics a esta página, creo que el sistema supera mi intelecto n_n así que si les gustan mis historias, vean mi profile, por favor. Dudo que publique algo más aquí.

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