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MÍO por Orseth

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            Cuando Draco llegó a la habitación, se dirigió al baño con paso lento, ya en el, cerró la puerta recargándose en ella; no quería mirarse al espejo pues no sabia que iba a encontrarse, pero después de un rato sintiendo como su cara iba inflamándose poco a poco, se animó a acercarse al lavabo, el cual tenía un espejo justo arriba.

 

            Solo tragó saliva al ver su rostro bañado en sangre; su labio  inferior abierto, su pómulo izquierdo y su ojo derecho comenzando a hincharse; la sangre coagulada de su cara contrastaba con la que escurría por su comisura, pues se negaba a tragarla; recargó sus manos en el lavabo sin poder despegar la vista del espejo… ¿hasta dónde había llegado?... ¿a ser la pobre esposa golpeada y abnegada?... ¿la pobre ramera que se abre de piernas por unas cuantas monedas?... solo que para él las monedas eran su comodidad en esa casa ¿pero eso cambiaba el hecho de que se había convertido en una simple puta barata?... porque eso era lo que se estaba sintiendo en ese momento.

 

            -Que bueno que están muertos… -susurró pensando en sus padres- así no ven lo que soy ahora…

 

            Vio su boca temblar en un suave sollozo… un sollozo que fue aumentando de fuerza hasta convertirse en un fuerte y amargo llanto que lo hizo inclinar la cara lleno de vergüenza, incapaz ya de seguirse viendo.

 

            Eran las 5:00 am cuando despertó sobresaltado al oír ruidos abajo; intentó levantarse rápidamente sintiendo al momento un terrible dolor en todo el cuerpo que le hizo gemir y detenerse bruscamente para después levantarse poco a poco mientras agudizaba el oído reconociendo los pasos de Harry subiendo por las escaleras.

 

            Su corazón se aceleró mientras pegaba la espalda a la puerta; si Potter había querido infundirle miedo, debía felicitarse por su buen trabajo, porque lo había logrado; apretó los puños cuando lo percibió frente a la puerta, pero para su extrañeza y alivio lo sintió pasar de largo y entrar a la habitación contigua.

 

            Sintiéndose muy cansado, abrumado y deprimido, regresó a la cama en donde se cubrió hasta la cabeza con las mantas; tal vez otro le pondría un alto a esa situación, tomaría su muy pisoteada y humillada dignidad y regresaría con la frente en alto a Azkaban, “más vale morir de pie que vivir de rodillas” había dicho alguien alguna vez... sí, pero ese alguien seguramente no había vivido años encerrado en una celda oscura y helada tan deprimente como una tumba; celda que le había desencadenado la enfermedad de Raynaud provocando que ni siquiera pudiera utilizar sus manos para comer debido a la dolorosa parestesia que se apoderaba de ellas recibiendo como único tratamiento, un par de guantes de lana; ni la horrible bronquitis crónica que lo aquejaba cuando respiraba día y noche la atmosfera de 0° grados con apenas su raído uniforme de preso y una hedionda manta; más valdría tener dignidad y respeto por uno mismo que aceptar ser un objeto sin ningún valor… aunque la dignidad no quita el hambre y el respeto no calienta… ¿entonces?...¡ah! Pero en Azkaban siempre había ánimo para mirar despectivamente a cualquier auror que osara mirarlo aunque estuviese muriendo de hipotermia; sin embargo vivir ese doloroso infierno en Azkaban día tras día era… aun se sorprendía haber aguantado tanto; encerrado ahí aprendió  a admirar de nuevo a su tía Bellatrix por haber resistido tanto tiempo ahí a pesar de haber sido una loca desquiciada, o a saber, tal vez había acabado así por haber estado tanto tiempo en ese lugar, pero a última instancia eso importaba una soberana mierda, en todo caso estar en Azkaban le mataba el cuerpo y estar en casa de Harry Potter le mataba el alma, al final del asunto la situación era la misma y una cosa no puede vivir sin la otra y la decisión siempre había estado en sus manos, eso siempre había sido así y así lo sería, no podía alegar que lo tenían ahí en contra de su voluntad.

 

            Sin poder volver a pegar un ojo, se quedó quieto en su nido hasta que la luz del alba entrando por las cortinas lo sorprendió; buscó con la vista el reloj del buró viendo que ya casi eran las 7:00 am.

 

            Sin una pizca de sueño decidió darse un baño, así que nuevamente gimiendo de dolor movió su apaleado cuerpo con lentitud hasta llegar al baño; solo que la mirarse al espejo no pudo evitar un jadeo de sorpresa, pues el espejo le devolvió la imagen de unos ojos mostrando enormes ojeras moradas debido a los golpes y ambos ojos tan hinchados que apenas si podía ver, terminando el bello cuadro con la boca hinchada.

 

            -¡Por… las bolas de Merlín!... ¡soy un oso panda!... hace rato no estaba tan…

 

            De repente unos golpes en la puerta lo hicieron girarse rápidamente.

 

            -Draco… -exclamó Harry desde afuera un poco titubeante.

 

            El corazón de Draco comenzó a latir aceleradamente mientras pensaba con que atrancar la puerta de la habitación; caminó hacia el centro del cuarto buscando con la vista algo con que hacerlo, vio la silla y la tomó por el respaldo, sin embargo se detuvo cuando comprendió que nada detendría al auror si en verdad decidía entrar.

 

            -Que tonto soy… -pensó tragando saliva.

 

            -¿Puedo pasar? –insistió Harry tocando nuevamente.

 

            Draco miró sus manos y se odió a sí mismo al ver que temblaban.

 

            -Demonios… -pensó viendo como ido la perilla de la puerta esperando que en cualquier momento comenzase a girar.

 

            -Voy a pasar –dijo Harry abriendo despacio.

 

            Con la poca dignidad que pudo, Draco aspiró profundo y se irguió mientras apretaba los puños al verlo entrar; y si Harry no cayó de espaldas al suelo al verlo, fue porque probablemente seguía agarrado a la perilla de la puerta.

 

            Draco lo vio cerrar la puerta tras de sí e instintivamente dio un paso hacia atrás.

 

            -Yo… yo no te haré nada –dijo Harry notándolo al instante- es más, vengo a ver como estas.

 

            -¿Qué como estoy?... ¿no es evidente, Potter? –respondio  dirigiéndose a la ventana para abrir las cortinas, pues de repente sintió la habitación muy pequeña y asfixiante.

 

            Harry no supo que responder, sin embargo supo lo que tenía que hacer.

 

            -Nos vamos a San Mungo.

 

            -¿Qué?... ¿hablas en serio? –exclamó  volviéndose a mirarlo con sorpresa.

 

            -Pues claro, deben atenderte –dijo Harry viendo ya claramente el estado de Draco a la luz del día.

 

            -Por supuesto que no, no dejaré que nadie me vea en este estado –respondio Draco resentido- preguntarán que sucedió y ¿Qué les diré?... ¿Qué me tropecé con la puta puerta del baño?

 

            -Draco… -dijo Harry sintiéndose aun mas avergonzado- yo… lamento lo que sucedió.

 

            -Claro –respondio  sentándose en la cama con evidente esfuerzo.

 

            -En serio, debes ser atendido, puedo traer un medimago aquí.

 

            -No, gracias; puedo coquetear con él y encamarnos en cuanto te des la vuelta –exclamó Draco sintiendo que tentaba su suerte y que su enorme boca no terminaba de aprender.

 

            -Hay que hablar de eso, pero antes te atenderé yo entonces –dijo Harry saliendo de ahí y regresando con su botiquín de primeros auxilios.

 

            -No necesito que…

 

            -Por favor, déjame atenderte.

 

            -¿Tú pidiéndomelo, Potter? –exclamó  mirándolo extrañado- tú no acostumbras pedir las cosas.

 

            Sabiendo que todo lo que decía Draco lo tenía más que merecido, Harry decidió poner manos a la obra y hablar después, así que caminó hasta Draco viéndolo tensarse ante su cercanía.

 

            -Tranquilo, no te haré daño –susurró abriendo su pequeño botiquín.

 

            Draco se sintió avergonzado al haber sido tan evidente, por lo que no dijo nada y simplemente dejó que Harry le alzara el rostro por la barbilla.

 

            El moreno observó el amoratado e hinchado rostro que nada tenía que ver con la hermosa cara de rasgos afilados y sintió una nueva oleada de vergüenza sabiéndose responsable de eso; miró una ceja abierta con sangre coagulada y comenzó a frotarla suavemente con un algodón empapado de quien sabe que poción que Draco resintió en cuanto sintió el ardor.

 

            -¡Rayos! –susurró encogiéndose.

 

            -Con esto no quedará cicatriz en cuanto sane –dijo Harry sin dejar de frotar para luego seguir con el labio reventado, algo acostumbrado a hacer esas curaciones sencillas debido a su trabajo.

 

            Draco no respondio, mejor decidió cerrar los ojos para no tener que mirar a Harry tan cerca y tan directamente mientras Harry miraba su cabello revuelto y con plastas marrones.

 

            -¿Qué haces? –dijo Draco al sentir a Harry poner sus manos en su cabeza.

 

            -Te examino –respondio Harry abriéndole el cabello e instandolo a sentarse en la cama.

 

            Draco ya no dijo nada al sentir su frente apoyada en el firme abdomen del moreno mientras éste continuaba su escrutinio.

 

            -¿Qué vas a hacer? –preguntó de nuevo al verlo tomar unas pequeñas pinzas del botiquín.

 

            -Tienes unos pequeños fragmentos de vidrio.

 

            -¿Y tú los vas a sacar? –exclamó Draco horrorizado haciéndose hacia atrás al verlo acercarse a él con las pinzas en la mano.

 

            -Si.

 

            -¿Y sabes hacerlo?

 

            -Claro, no es la primera vez que lo hago –respondio Harry acercando de nuevo la rubia cabeza.

 

            -Pero…

 

            -Tranquilo, sé lo que hago –dijo  localizando el vidrio y extrayéndolo con la pinza.

 

             A Draco le dolió cada pequeño fragmento extraído dándose cuenta de que ni siquiera se había percatado de que los tenía.

 

            -Solo fueron tres –dijo Harry soltándolo al fin.

 

            -¿Querías más? –respondio tocándose dolorido.

 

            -No te toques –exclamó Harry tomándole de nuevo la cabeza para curar la herida con un algodón, para después decir: -quítate la camiseta.

 

            Draco lo miró sorprendido mientras Harry tomaba otro algodón empapado de medicamento.

 

            -No es lo que piensas –dijo Harry percibiendo el horror de Draco- es para seguir curándote.

 

            -Pues no es necesario, gracias.

 

            -Vamos Draco, sé que tienes muchos golpes.

 

            -¿Draco? –Repitió Draco- ¿desde cuándo me llamas por mi nombre?

 

            Harry suspiró sabiendo que desde hacía mucho nada era fácil con el rubio, y esa sesión curativa estaba siendo especialmente difícil para ambos; y para Draco tampoco era nada sencillo estar tan cerca de su atacante y dueño, por lo que instintivamente se defendía de esa cercanía hablando lo más posible.

 

            Ante el incomodo silencio de Harry, decidió obedecer para terminar lo más pronto posible con esa bizarra situación; el moreno quedó nuevamente impresionado al ver la espalda desnuda de Draco cuando éste le dio la espalda para desvestirse.

 

            La blanca piel estaba tan llena de cardenales que nuevamente Harry quiso meterse en un hoyo y no salir de ahí; lo que hizo fue desinfectar los raspones y cortadas y darle a beber finalmente un vasito de un medicamento que sabía  a rayos.

 

            -Con esto te sentirás mejor –dijo tomando el vasito de regreso- es un anestésico, tómalo de nuevo dentro de seis horas.

 

            Draco tomó el frasquito y jugueteó nerviosamente con él entre sus dedos mientras permanecía callado ya sentado en la cama con la camisa del pijama puesto; Harry tomó la silla que estaba cerca y se sentó en ella frente al rubio, quien permaneció en silencio sin levantar la vista.

 

            Harry tardó unos momentos en hablar haciéndose un silencio horriblemente pesado, por lo que hastiado se decidió a hacerlo.

 

            -Yo… yo he pensado muchas cosas… -comenzó nervioso sintiéndose incapaz de mirar al rubio a la cara- y voy a terminar con esto.

 

            Draco no dijo nada, simplemente continuó jugueteando con su medicamento.

 

            -Todo esto está mal… -continuó Harry ante el silencio del otro- de hecho nunca estuvo bien, yo necesito… necesito librarme de ti.

 

            Ahí Draco no pudo evitar sonreír… Librarme de ti… claro, como un pañuelo que se tira después de haberlo usado.

 

            -No me malinterpretes, sé que me expresé mal –dijo Harry viendo el gesto de Draco- no es por ti, es por mí.

 

            -Un clásico cliché –pensó el rubio suspirando.

 

            -Y también me refiero a que no voy a regresarte a Azkaban.

 

            Draco alzó el rostro extrañado, pues esa última declaración fue lo último que esperó oír.

 

            -Mira –continuó Harry mostrando grandes huellas de cansancio en el rostro- tú empezaste a gustarme desde el colegio… ¿en qué momento exacto? Eso ni yo mismo lo sé, solo sé que al traerte aquí traspasé mis propios límites… hice cosas de las que nunca imaginé ser capaz y francamente estoy harto… pero no de ti, sino de mi mismo.

 

            En ese momento Draco dejó el frasquito en la cama y miró a Harry fijamente, quien continuó hablando.

 

            -Hermione llegó a pensar que era amor, y yo mismo lo pensé también, pero estábamos equivocados… el amor no puede ser así de enfermizo… así de destructivo…

 

            Draco quedó sorprendido al escucharlo, no porque dijera que era un error amarlo, eso ya lo sabía; sino por el simple hecho de que Harry llegara a tan solo considerarlo posible.

 

            -Eres como una adicción para mí… una intoxicante y embriagadora adicción… -dijo Harry sonriendo cansinamente- algo que terminará destruyéndonos, por lo que… por lo que te ofrezco mis más sinceras disculpas por haberte tratado tan… tan mal, lo siento… -concluyó exhalando un suspiro.

 

            -Entonces… ¿Qué pasará ahora?

 

            -Bueno, para empezar no puedo mudarme y tú tampoco, una cláusula del trato con el ministerio dice que ambos debemos vivir en la misma casa; así que yo me mudaré al cuarto contiguo, le pediré a Tombo que cambie mis cosas; tampoco volveremos a salir juntos, tu arresto domiciliario se cumplirá de forma total… lamento esa parte pero no es conveniente para ninguno de los dos volver a salir juntos.

 

            -Entiendo –dijo Draco aun sin terminar de aterrizar.

 

            -Procuraré molestarte lo menos posible, así que no te ofendas si no te hablo en todo el día, es… mi manera de sacarte de mi sistema por decirlo de alguna manera.

 

            -Como una enfermedad… -susurró Draco.

 

            -Lo siento, no quise…

 

            -Esta bien –interrumpió- no lo dije como un reclamo, entiendo perfectamente el punto; si fuera al revés, yo haría lo mismo.

 

            -Gracias, bien… como ya lo sabes, puedes andar por toda la casa siempre y cuando…

 

            -No traspase los limites, lo sé –interrumpió Draco sereno.

 

            -Exacto.

 

            -Bien.

 

            Después de eso, ambos se quedaron callados dando pie a un tenso silencio otra vez.

 

            -Yo… er… ¿de verdad no quieres que te lleve a San Mungo? –preguntó Harry  tímidamente.

 

            -No, estaré bien.

 

            -De acuerdo.

 

            Nuevamente el pesado silencio se estableció por unos instantes.

 

            -Draco… te dije cosas horribles y te hice otras peores, lo siento, de verdad lo lamento.

 

            -No importa –respondio Draco alzándose de hombros mientras tomaba el frasquito y lo ponía en la cómoda.

 

            -Claro que importa, no lo merecías… como tampoco merecías estar preso.

 

            Draco lo miró sorprendido.

 

            -No tenias opción –continuó Harry- eras un niño obligado a comportarse como adulto, fuiste coaccionado para cometer esos asesinatos… presencié tu juicio.

 

            Draco alzó las cejas sorprendido; él nunca vio a Harry en todo el proceso, por eso lo que a continuación dijo el auror, lo sorprendió aun más.

 

            -Ofrecí mi testimonio para favorecer tu caso.

 

            -¿Testimonio?... ¿Qué testimonio?

 

            -Esa noche en la torre de astronomía… cuando no pudiste asesinar al profesor Dumbledore.

 

            -¿Tú estabas ahí?... ¿Dónde?

 

            -Estaba oculto bajo mi capa de invisibilidad.

 

            -Ah… ya veo –respondio quedándose pensativo.

 

            -No sirvió de mucho de todos modos –dijo Harry suspirando- dijeron que eso no tenía nada que ver con lo que hiciste después; aun así yo creo que no merecías cadena perpetua.

 

            -Asesiné a tres muggle, tengo una deuda que pagar –dijo Draco encogiéndose de hombros como si mas bien repitiera una lección muy aprendida- además la fortuna de mi familia no tenía más heredero que yo, me hicieron el gran favor de administrarla y gastarla por mí.

 

            -Supe que la requisaron para las víctimas de la guerra.

 

            -Si, claro; por eso muchos funcionarios adquirieron chalets en la Riviera Francesa y en Suiza; y qué decir de sus túnicas de alta costura que lucen como gallinas con traje de pavorreal notándoseles a leguas que nunca habían tenido algo de calidad en sus mediocres cuerpos; me gustaría que le aplicaran una buena auditoría al ministerio, pero en realidad tampoco serviría de gran cosa, este es un gobierno cleptócrata… aunque siempre lo ha sido, eso no me sorprende, solo que antes nos convenía –concluyó Draco con una sonrisa fingida, sonrisa que quitó al instante al sentir dolor en las mejillas.

 

            -¿De verdad no quieres que te lleve a San Mungo?

 

            -Ya te dije que no, no soporto ver las burlas de la gente.

 

            -Lo lamento –dijo Harry poniéndose de pie- como te dije, esto no volverá a pasar… nada de esto.

 

            Y sin decir más salió de la habitación dejando tras de sí a un desconcertado Draco.

 

 

 

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            Cuando Harry cerró la puerta de la otra habitación tras de sí, tuvo que encajarse las uñas en las palmas para no regresar y gritarle a Draco que todo lo que dijo era un error, un simple lapsus de idiotez y que él seguía siendo suyo, que seguía perteneciéndole en cuerpo y alma y que sus ojos y pensamientos deberían ser solo para él.

 

            -¡Mierda! –masculló girándose bruscamente tomando el pomo de la puerta dispuesto a abrirla y regresar a la habitación de Draco- mierda, mierda… -gimió dejándose caer de rodillas con la frente pegada a la fría madera- maldita obsesión… -masculló encorvándose en una actitud completamente derrotada- eres una maldita enfermedad Draco Malfoy… y necesito curarme de ti.

 

 

 

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Notas finales:

POR ULTIMO, SE QUE CUANDO DIJE QUE YA ME HABIA ENCONTRADO EN FACE BOOK CON EL NOMBRE DE CLAUDIA LOPEZ, MUCHOS ME DIJERON QUE HABIA MUCHAS "CLAUDIAS LOPEZ", ASI QUE MEJOR PONGAN SU NICK EN SU MENSAJE Y ASI YO LOS BUSCO (ESO CLARO, SI QUIEREN QUE YO LOS AGREGUE)

X AHORA ESO ES TODO Y YA NOS LEEREMOS EN LOS SIGUIENTE, BESOS!!!


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