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Nuevo Colegio por AkikoYaoi

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11.- Coqueteando con la venganza


 


El domingo por la mañana lo despertó el sonido de golpes en la puerta. Perezoso fue a abrirla mientras aún se refregaba los ojos intentando espantar el sueño.


-¿Yohei? -preguntó aún no estando muy seguro de estar despierto.


-Hana, déjame pasar -dijo esquivando al pelirrojo para entrar a la casa-. Tengo novia -la emoción se percibía en su voz.


-¡¿Qué?! -la confesión lo despertó.


Yohei le contó con detalles lo que había sucedido desde que dejaron el gimnasio de la Universidad hasta que dejó a Haruko en la puerta de su casa. Incluido el momento en que se despidieron con un beso y el Gori, que venía llegando, los descubrió.


-Ya te lo digo, amigo. Le pidió a Haruko que entrara a la casa y cuando estuvimos solos me encaró. Me dijo que tenía que querer y respetar a su hermana y que si Haruko me había aceptado, él también lo haría, pero que como la viera derramando una lágrima por mi culpa me arrepentiría toda la vida. También me preguntó por tu reacción cuando supieras lo que pasaba entre nosotros. Le expliqué que tú ya lo sabías y eras el principal culpable de que yo me haya atrevido a declararme.


-¡Jajajajajaja! No seas así, Yohei. Solo te di un empujoncito. Ahora el Gori me culpará por toda la eternidad de que Haruko haya encontrado tan pronto un novio.


Entre broma y broma se les pasó la mañana y luego de ir a buscar a la Gundam uno por uno, fueron a casa de Yohei a almorzar. La madre de éste ya les tenía todo preparado y siempre que iban los trataba como si fuesen sus hijos.


Durante la tarde decidieron ir al parque, pero antes de eso pasaron por Haruko. A la chica la consideraban su amiga y todos le tenían gran cariño. La relación de ella y la Gundam se había dado cuando insistió a Hanamichi para que se uniera al equipo de básquetbol, luego de eso siguieron coincidiendo en cada partido y entrenamiento, además de que solían cuidarla y preocuparse mucho por ella.


-¡Sakuragi! -gritó ella al ver al pelirrojo, olvidando por un minuto a su novio.


Hanamichi solo la cogió de la cintura y la levantó varios centímetros del suelo. La chica se colocó roja al darse cuenta de lo que hacían y de que había pasado por alto a Yohei. Hana la bajó y la abrazó felicitándola por su noviazgo, así ella comprendió que no solo no estaba molesto, sino que estaba totalmente de acuerdo.


Se pasaron la tarde conversando en el parque y de vez en cuando molestando a la pareja. Cuando comenzaba a atardecer acercaron a la chica hasta una cuadra de su casa, donde solo Yohei la acompañó.


 


˜*˜


 


Cuando el pelirrojo llegó a su casa el teléfono estaba sonando, así que lo cogió de inmediato. La Gundam no podía ser, acababa de estar con ellos.


-Moshi moshi… -dijo


-¿Hanamichi? -preguntó la voz al otro lado del teléfono.


-Sí, dime ¿cómo te fue anoche, Kenji?


-Pues… precisamente llamaba para agradecerte la ayuda. Ahora soy novio de Toru -dijo levemente turbado.


-¡Jajajajajaja! Y todo gracias a este Genio. Dile a ese Miope que más le vale cuidarte o se las verá conmigo. Soy muy sobreprotector con mis amigos.


Siguieron conversando sobre un par de cosas que ambos sentían que habían quedado pendientes o que por falta de tiempo no habían podido hablar la noche anterior. Luego de esa inesperada llamada, Hanamichi se decidió por irse a dormir.


 


˜*˜


 


La mañana siguiente partió a ver al profesor Anzai y a su esposa. Ellos le preguntaron sobre su estadía en el Internado y que tan bien lo llevaba. Hanamichi insistió en que el lugar le había servido en muchos sentidos: había mejorado en el basquetbol, las notas, sus relaciones con el Zorrito y Michi y otro tipo de relaciones que definitivamente no le explicaría al profesor. A media mañana y luego de dejar saludos para todos sus antiguos compañeros, se retiró.


Después de esto tenía una última visita que hacer. Buscó la dirección y tocó el timbre. Le abrió el chico al que buscaba.


-¡Hana! ¡Amigo!


-¡Riochín! Tanto tiempo y tú tan pequeño como siempre -lo saludó.


-No me molestes, Hana. Puede que siga igual de pequeño, pero las cosas han cambiado mucho por acá.


-¿Si? Pues dime una cosa que haya cambiado -lo desafió.


-Pues… -una gran sonrisa se formó en su rostro- ahora soy novio de Ayako.


-Felicidades, Riochín. Sabía que algún día lo conseguirías. Lástima que no estuve aquí para celebrarlo contigo.


-No te preocupes, Hana, lo entiendo. De hecho, ahora iba a visitarla, deberías acompañarme. Le gustará saber de ti, lo sé.


Mientras Miyagi le contaba los pormenores del inicio de su relación con la chica de negros y rizados cabellos, caminaban en dirección a una plaza cercana a la casa de la chica donde se sentaron a esperar en los columpios. Si recordaba bien, ese había sido el lugar donde ambos habían tenido su primera conversación y se confesaron sus respectivos fracasos amorosos. Luego de 10 minutos, la chica apareció.


-¡Hanamichi Sakuragi! ¿Qué demonios haces acá? -dijo mientras lo besaba en la mejilla.


-Lo siento, sé que no debería estar aquí, en medio de una de las citas románticas de ustedes -dijo con burla.


-Ya no molestes -dijo la chica sonrojada.


Hana vio como Ryota se acercaba para sostenerla desde la cintura y darle así su apoyo, la chica le correspondió al abrazo mientras escondía su rostro en el hueco del cuello del chico más bajo. Sintió un poco de envidia, él también quería tener una relación así. Aunque se acostara con medio Internado, aún no se enamoraba lo suficiente como para querer a alguien a su lado como una pareja estable, así que de momento no se privaría del placer del sexo. Mentalmente sonrió.


Conversaron hasta la hora de almuerzo, donde Hanamichi se retiró para reunirse con su Gundam en el Danny’s. Luego de eso, lo acompañaron a su casa por su bolso y sus cosas para partir todos a la estación de trenes a despedir a su líder nuevamente.


 


˜*˜


 


Llegó al internado bastante tarde, aunque aún no era de noche. Su compañero de cuarto ya estaba ahí. Se saludaron y se contaron sobre lo que habían hecho. Rukawa se había acostumbrado a tener al pelirrojo junto a él todo el día, más preocupado por lo que le pasara que su propia familia. Y a pesar de lo bien que lo había pasado con sus amigos, Hanamichi sentía que le faltaba algo fundamental en su estadía en Kanagawa. Ambos se habían extrañado mutuamente.


Hanamichi le propuso que la próxima vez que fueran a Kanagawa hicieran algo junto a sus antiguos compañeros de equipo y el pelinegro había estado de acuerdo hasta que escuchó el nombre de Mitsui. Estaba seguro que nunca lo superaría, él y Yohei eran las personas que más le hacían dudar de que su amistad con Sakuragi fuese verdadera, ver como se comportaba frente a esos dos muchachos y la confianza y cariño con que los trataba lo hacían sentirse inseguro.


 


˜*˜


 


Esa semana al ser más corta solo tendrían tres días de entrenamiento. Eso al entrenador parecía molestarle, sentía que estaban desperdiciando tiempo valioso y con esa idea metida en su mente, los hizo entrenar hasta el cansancio. Cuando todo terminó Hanamichi y Rukawa volvieron juntos a la habitación y luego de que el pelirrojo saliera de la ducha recordó algo. Así que le habló a su compañero a través de la puerta del baño.


-Zorrito, olvidé unas cosas en el gimnasio, vuelvo en seguida.


Y salió sin siquiera escuchar la respuesta de Rukawa. Corrió rápidamente para llegar antes de que cerraran el gimnasio. Hasta donde sabía, nadie se quedaba en ese lugar luego de los entrenamientos ¿para qué? Podían bañarse en sus habitaciones lo cual era definitivamente más cómodo y les daba a la vez más privacidad. Por eso tenía que llegar antes de que cerraran.


Llegó al lugar y vio la puerta abierta aún, así que entró para dirigirse directamente a los vestuarios. Al cambiarse había olvidado guardar una de sus camisetas favoritas, dejándola arriba de los casilleros. Entró al vestuario y escuchó el agua correr. La curiosidad lo llevó a asomar la cabeza para ver quién era el tarado que se bañaba en un lugar así pudiendo hacerlo en un baño decente. No es que las duchas del vestuario estuvieran mal, pero era un espacio abierto y con el agua caliente y la formación de las corrientes de aire, las probabilidades de enfermarse eran bastante altas.


Lo vio de espaldas y creyó que no se equivocaba: el tarado de Fukuda. No pudo evitar pensar, aunque no le gustaba, que tenía un buen trasero y una espalda ancha. También se acordó de inmediato de la vergüenza que le hizo pasar en su encuentro con Ryonan el año anterior. De las veces que evitó que anotara, de las que él anotó burlando su defensa y de la gran caída que le provocó frente a un gimnasio lleno de gente. Pocas veces, quizás nunca, se había sentido tan humillado por alguien.


«La vida es demasiado corta, no la pierda estando molesto por algo o con alguien. Goce el momento presente, actúe de acuerdo a lo que sienta, no se reprima de sus deseos y sufra del placer de estar vivo. La oportunidad perdida no vuelve, por eso no la pierda… hágalo todo y no se arrepentirá de nada.»


Es la hora de la venganza, se dijo. Se quitó la ropa sin hacer ruido y se masturbó un poco y rápidamente para estar preparado. Luego, silencioso como un gato, caminó hacia él quedando a su espalda. Con una mano lo sostuvo fuertemente de la cintura impidiéndole moverse mientras llevaba la otra a su miembro para tocar levemente la cabeza de su pene y provocar una reacción, lo logró. Llevó su boca a su oído para hablarle y que supiera quién era.


-Hola, Fukuda -dijo sensual mientras mordía el lóbulo de su oreja.


Ahora que ya más o menos le había avisado quién era y qué quería se dispuso a tomar su venganza. Sin más que eso lo penetró de una estocada, fuerte y violentamente. Sintió como el chico se contraía bajo él, como apretaba los puños y un par de lágrimas silenciosas caían por sus mejillas. Era obvio que al chico le había dolido, y mucho. A él en cambio le pareció increíble el placer que sufrió al ser presionado por aquellas paredes su miembro. Aunque no estaba dispuesto a tomar así a sus amantes, este era un caso especial, se dijo.


Llevó su boca a su cuello y succionó fuertemente. Quería dejarlo marcado al igual que a Kyota, total ellos no tenían mucho contacto con los chicos del Ryonan, así que no sería algo que les importara demasiado. Una vez que estuvo seguro de que cumplía su objetivo comenzó a embestir sin piedad la entrada de Fukuda. Era un desfogue, no había más palabras para describirlo, porque no le estaba prestando ninguna atención al chico con el que estaba. Ni a sus sollozos de dolor, ni a los murmullos de placer. Porque claro que le estaba doliendo horrores, pero también estaba sintiendo satisfacción, ninguna de las dos sensaciones se iba.


Terminó en su interior y salió inmediata y rápidamente. No quería quedarse ahí, definitivamente no le gustaba el chico, pero necesitaba vengarse y desfogarse. Por eso lo hizo, y no se arrepentía. Al soltarlo, al chico le faltaron las fuerzas y cayó al suelo de las duchas, vio un hilillo de sangre caer por su ano. Vaya, se dijo. Quizás se había pasado un poco, pero lo tenía sin cuidado. Salió de las duchas y se vistió. Desde la puerta le gritó.


-Adiós, Fukuda. Espero haber sido el primero, me gustó sentirme en tan estrecho lugar. Lástima que no se vaya a repetir -y luego de eso salió.


Se lo había dejado claro. Lo que acababa de pasar solo había sido producto de la calentura y de una venganza. Y no se repetiría. Caminó como si nada hasta su habitación. Se sentó en su escritorio y comenzó a estudiar como si al gimnasio solo hubiese ido a buscar su camiseta.


 


˜*˜


 


Era de noche, miró la cama de al lado, Rukawa dormía ajeno al mundo a su alrededor. Él estaba pensando. ¿Debería sentirse culpable por lo que había hecho esa tarde? Prácticamente había violado a Fukuda. No, se dijo. No lo hizo por la simple razón de que él no se negó en ningún momento. No forcejeó con él ni le pidió que se detuviera, el chico sabía perfectamente lo que le estaban haciendo, así que no era el único responsable de lo que había pasado.


Además había cumplido con lo que se propuso en un principio. Lo humilló y se aprovechó de que era más fuerte que el otro muchacho. Además se dio cuenta que era virgen, por lo menos en ese sentido. Le había causado dolor, quizás no como el que soportó él con su humillación, que fue un dolor más que nada emocional, pero por lo menos le iba a doler un par de días, recordándole lo que había pasado. Y no sería el único que lo recordaría, los demás lo harían por él cuando vieran la perfecta marca que había dejado en su cuello y le preguntaran que era lo que había pasado.


Definitivamente había cumplido lo que se propuso, eso lo tenía tranquilo. Se durmió.


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