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Nuevo Colegio por AkikoYaoi

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Notas del capitulo:

¡Perdoooon! Perdón, perdón, perdón por la demora… quise actualizar antes, pero no podía. Bueno, espero que no hayan pensado (erróneamente) que abandoné el fic o que las abandoné a ustedes. Aquí les dejo el capítulo… espero que les guste :D

18.- ¿Por un amigo?


 


Una semana había pasado y Rukawa aún no le dirigía la palabra a Hanamichi. El pelirrojo se estaba desesperado. Se le acababa el tiempo. Era lunes y las clases terminaban el viernes. Se habían comenzado a entregar las últimas notas y por estar ellos becados no tenían permitido reprobar ningún ramo. Estaba sumamente nervioso.


 


˜*˜


 


El entrenamiento había terminado hacia 5 minutos y vio a Rukawa salir raudo hacia la habitación. Decidió darle tiempo a bañarse y salir del dormitorio si así lo quería. Parece que mientras más tiempo pasaba, el pelinegro más lo ignoraba. Suspiró.


Entrenó durante media hora más y se dirigió al Internado. Se topó con Rukawa justo en la puerta. La mirada que llevaba era de… ¿pena? No estaba seguro, porque nunca había visto esa mirada en el muchacho. Lo que le hubiera pasado realmente lo había afectado. Fue solo un segundo, porque inmediatamente lo vio marcharse escaleras abajo.


Aún un poco confundido entró a la habitación. Vio sobre su escritorio un sobre blanco con su nombre. Al abrirlo se percató que eran sus notas de Química. Había aprobado holgadamente, no se sorprendió, en general se le daba bien el ramo. Se preguntó cómo le había ido a Rukawa, aunque no le hablara seguía preocupándose por él. De pronto se le aclararon un poco las ideas, le había ido mal, por eso llevaba esa mirada.


Miró en dirección al escritorio de su compañero y buscó la carta por entre los papeles que estaban sobre la mesa, nada. Tomó el único libro que estaba encima y lo abrió. Ahí estaba. La leyó y se dio cuenta de que tenía razón. Había reprobado el ramo y de paso había perdido la beca.


Se sintió realmente mal por él. Lo quería y a pesar de lo mal que le hacía sentirse el que no le hablara, era tranquilizador saber que aún estaba todas las noches durmiendo a unos metros suyo. No se lo pensó mucho, tenía que ayudarlo y lo haría tal y como lo había hecho con Mitsui, solo esperaba que se le diera tan fácil como la vez anterior.


 


˜*˜


 


Se bañó raudo y se arregló sutilmente. No parecía que fuese a salir ni nada por el estilo, pero llevaba puestos unos jeans que resaltaban claramente su trasero y una camiseta negra que marcaba su musculoso pecho. Llevó sus manos a su cabello para darle un toque casual y salió en dirección a la Preparatoria, los profesores aún debían de estar allí.


Ya estaba en el tercer piso, donde se encontraba la oficina del profesor de Química cuando al mirar por la ventana vio al Zorrito entrando en el Internado. Por lo menos sabía que no se le ocurriría ir a hablar con el hombre al mismo tiempo que él. Miró los pasillos, estaban vacios. Tomó en sus pulmones todo el aire del que fue capaz y golpeó la puerta.


—¡Adelante! —escuchó que le decían.


—Permiso… profesor.


—Joven Sakuragi, ¿qué lo trae por acá?


—Yo solo… solo quería agradecerle por… por su paciencia para explicarnos y… entregarnos sus conocimientos… fue un gran profesor… gracias.


Hanamichi había decidido intentar algo distinto esta vez. Tartamudeaba y hacia pausas innecesarias que parecían indicar un nerviosismo que no sentía. Aún no tenía muy claro cómo hacer lo que iba a hacer. Kento Ichikawa, el profesor de Química era un hombre de 35 años, bien parecido, pero si su vista no lo engañaba, veía en su mano izquierda un anillo de matrimonio, lo que indicaba que era heterosexual. Quizás su tarea del día sería un poco más complicada.


—¿Quiere tomar un té? —dijo al ver el nerviosismo del joven.


—Si… por favor.


Esperó a que el hombre caminara hacia él con la taza con te en la mano para alzarse de su asiento y extender la mano con intensión de recibirla para provocar un movimiento que llevó al profesor a trastrabillar causando que le callera el liquido en el pantalón. Perfecto, se dijo.


—Disculpe mi torpeza, Señor Ichikawa.


Se puso de pie rápidamente para coger un paño. Cuando lo tuvo se arrodillo frente a su profesor para comenzar a frotar con la supuesta intención de limpiar la zona donde el pantalón se había mojado que para su suerte fue la entrepierna. Poco a poco notó como iba reaccionando. Levantó la vista y vio al hombre con los ojos cerrados.


«La vida es demasiado corta, no la pierda estando molesto por algo o con alguien. Goce el momento presente, actúe de acuerdo a lo que sienta, no se reprima de sus deseos y sufra del placer de estar vivo. La oportunidad perdida no vuelve, por eso no la pierda… hágalo todo y no se arrepentirá de nada.»


Pensó que ya que estaban en eso podía darse un pequeño relajo. Rápidamente y sin que su profesor lo notara le bajó los pantalones y ropa interior hasta los tobillos para llevar su miembro a su boca.


—Ah… joven… Sakuragi… —logró articular.


—¿Mmm? —murmuró sin dejar de succionar con fruición.


—¿Qué… ah… hace? —sabía que estaba mal, pero no hacía nada por apartarse, no podía.


—Nada —logró articular sin sacarse el pene del hombre de la boca.


Sintió como comenzaban a fallarle las piernas al hombre. Succionó aún más fuerte haciéndolo expulsar su semen en abundante cantidad. Se dijo que para estar casado parecía no haberse descargado en bastante tiempo, si era así sería más fácil terminar aquello bien. Sorbió todo el líquido y cuando ya no quedaba más, el hombre calló de rodillas frente a él.


Sin darle tiempo a reaccionar y antes de que pudiese negarse se lanzó a besar su boca, dándole a probar de su propio sabor. Fue inmediatamente correspondido y poco a poco, para que el hombre apenas lo notara, lo depositó en el alfombrado piso.


En el proceso y con cierta dificultad, había conseguido sacarse los zapatos y desabrocharse los pantalones que iba bajando poco a poco hasta quedar libre de la cintura hacia abajo. Una vez libre de las molestas ropas se metió por el espacio que quedaba entre las piernas de su profesor que aún se mantenían unidas por sus pantalones.


Mientras lo besaba llevó una de sus manos a su ahora flácido miembro para hacerlo reaccionar de nuevo, no necesitó mucho esfuerzo. Lentamente había comenzado a alzarse otra vez. Llevó su mano a su glande, rozando, presionando y tocando con suavidad, cada vez estaba más alto. Luego comenzó a jugar con el cuerpo del pene en dirección ascendente y descendente, llegando cada vez un poco más abajo. Jugó un momento con sus testículos y siguió descendiendo hasta llegar a su ano, al cual introdujo un dedo que rápidamente sacó.


El Señor Ichikawa había gemido durante todo el juego, pero al momento que ese travieso dedo se introdujo en su ano no supo bien qué sintió. Por una parte fue una leve molestia, que por la excitación no pasó de eso, pero a la vez le provocó una oleada de placer increíble por la sorpresa, la profundidad y la escasa duración. Inconscientemente había doblado las rodillas hacia afuera, quedando aún más expuesto frente al pelirrojo, que si había notado el leve cambio de posición.


Colocó una de sus manos bajo las nalgas de su profesor para dejar su entrada a su alcance y con la otra comenzó a masturbarlo con tal fuerza y maestría que el hombre apenas notó que estaba ingresando en él hasta que ya tenía la mitad de su pene adentro. No dolía, pero era incomodo. Aún así las sensaciones de la mano de ese pelirrojo en su pene no lo dejaban pensar con claridad como para quejarse de la intrusión.


Una vez dentro y sin dejar de estimular su pene comenzó a embestirlo. Lo veía contorsionarse bajo él y arquear la espalda, dándose cuenta de que lo había masturbado mucho, el hombre pronto acabaría. Por eso presionó su pene evitando así que terminara antes que él. Tocó su próstata innumerables veces hasta que sintió que ya no podía aguantar más. Entonces dejó de presionar su pene permitiéndole acabar a la par que él.


Se permitió un momento para recuperar la respiración y entonces salió de su ubicación para tomar el paño que había usado para “limpiar” la entrepierna de su profesor mojada por el té y se limpió los restos de semen. Luego le extendió el paño al hombre que en silencio lo recibió para hacer lo mismo.


Mientras el pelirrojo se vestía, el hombre se preguntaba qué había sido eso. Cuando ambos estuvieron listos y luego de largos y tensos minutos de silencio, el pelirrojo habló revelándole la razón por la que había ido.


—Profesor, yo… —decidió hacerse el inocente un poco más— había venido a pedirle un favor.


El hombre se tensó y Hanamichi vio claramente en su rostro lo que estaba pensando: o le hacia ese favor o le contaría a alguien lo que acababa de pasar. Se puso pálido.


—Por supuesto —dijo calmo—. ¿Qué es?


—Mi mejor amigo… reprobó el ramo y… no quisiera que perdiera la beca que tiene.


—¿Cómo se llama? —dijo dirigiéndose a su escritorio.


—Kaede Rukawa.


—Sí, aquí está.


Lo vio tomar su cuaderno donde tenía las notas que aún no se oficializaban en el libro de clases, un corrector y un lápiz azul. Luego de un momento lo escuchó hablar.


—Bien, ya está, ¿eso es todo? —le había gustado en exceso lo que acababa de pasar, pero no quería más problemas.


—Sí, eso es todo.


—Bien, nos vemos el próximo semestre.


—Sí, nos vemos —se dirigió a la puerta y antes de abrir recordó algo—. ¿Profesor?


—¿Si? —dijo algo temeroso.


—Preferiría que mi amigo… no supiera lo que acabo de hacer… cuando le mande la carta con la corrección solo… dígale que hubo un pequeño error.


—Sí, tranquilo —no pudo evitar notar que acababa de decirle qué hacer.


El pelirrojo asintió y salió del despacho.


 


˜*˜


 


Cuando entró al cuarto vio a Rukawa tendido sobre su cama y con los brazos detrás de la cabeza. Sentía que se la acababa la paciencia.


—¿Se puede saber cuándo volverás a hablarme? —dijo el pelirrojo intentando controlar su genio.


—…


Nada. El Zorrito no había movido un solo musculo. Estaba tal cual como lo encontró cuando abrió la puerta. En más, parecía que aún se encontraba solo en la habitación. Se mantenía inmutable, impasible, imperturbable…


El pelirrojo suspiró frustrado. Se metió al baño para sacarse ese olor a sexo que tenía metido en la nariz además del perfume del señor Ichikawa. Al salir, Rukawa seguía igual. Volvió a suspirar. Se metió bajo las frazadas de su cama y se durmió, estaba cansado.


 


˜*˜


 


Como se despertó antes se duchó primero, luego mientras se vestía fue Rukawa el que pasó al baño. Estaba a punto de bajar a desayunar cuando vio un sobre blanco bajo la puerta. Lo tomó y como esperaba tenía el nombre de Rukawa que en ese momento salía del baño.


—Tiene tu nombre —dijo mientras le extendía el sobre.


Disimuladamente se dirigió a su escritorio fingiendo que buscaba algo, cuando miró el rostro de su compañero vio en él cierto alivio e incluso un pequeño rastro de felicidad. Ahí estaba la bendita carta por la cual la tarde anterior había seducido descaradamente a un profesor, hombre, mayor y casado. Pero había valido la pena si por eso podía ver el rostro del Zorrito más relajado.


Tomó sus cosas y salió de la habitación.


 


˜*˜


 


—¿Qué le pasa? —dijo Mitsui mientras apuntaba a Rukawa que desde hace días comía en una mesa aparte, solo.


—No tengo idea, pero no me habla —dijo tranquilo el pelirrojo.


—¿Desde cuándo? —preguntó curioso Jin.


—Desde el día que Mitsui viajó a Kanagawa.


Jin asintió. Nadie más dijo nada respecto al tema, no tenían idea de qué es lo que pudo haber pasado por esas fechas para que el pelinegro se molestara al extremo de volverse autista nuevamente y dejar de hablar con el pelirrojo, con el que se habían vuelto tan buenos amigos en tan poco tiempo.


 


˜*˜


 


—¡Sakuragi! —escuchó que lo llamaban. Estaban en un break, tenían unos minutos antes de la próxima clase.


—Jin, ¿qué te trae por acá?


—Quería hablar contigo.


—Sí, vamos allá —apuntó un rincón del pasillo donde podían hablar sin ser escuchados.


—Está bien —dijo siguiendo sus pasos.


—¿Dónde dejaste a Michi? —preguntó burlón.


—En el salón. Le dije que tenía que hacer algo importante y privado —dijo con una sonrisa.


—¿Y qué sería?


—Hablar contigo, ya te lo dije —aún no llegaban al lugar indicado por el pelirrojo.


Caminaron en silencio hasta llegar a su destino. Cuando ambos se sintieron a salvo de oídos indiscretos, Hanamichi habló.


—¿Qué es eso tan importante que tienes que hablar conmigo como para dejar a Michi y no hablar hasta que estamos completamente solos?


—Es sobre Rukawa. No sé qué es lo que le pasa, pero puedo imaginármelo.


—¿Y qué crees que le pasa?


—Está celoso.


—¿Celoso de qué?


—De ti, claramente.


—Es ridículo.


—No tanto si lo piensas con calma. Yo creo que es más que nada inesperado, pero definitivamente no ridículo.


—¿Por qué crees que está celoso?


—Porque yo sentía lo mismo que él cuando veía a Hisashi contigo.


—Supongamos que tienes razón. Yo no salgo con nadie como para que él se sienta celoso.


—Dijiste que dejó de hablarte el día que estuvimos juntos… ¿y si él lo supo?


—Eso es ridículo. Él mismo me preguntó sobre los detalles de mi primera vez y se lo dije. No se molestó precisamente, sino que se excitó.


—¿Y nunca pensaste qué pudo excitarse al imaginarte a ti?


—Eso es… —lo meditó— bastante poco probable, por no decir imposible.


—Mira, Sakuragi. No sé cómo decirlo. Es tan difícil como explicarte que es lo que siento por Hisashi. Los celos y el amor son sentimientos. Y puedo asegurarte que Rukawa está celoso, porque yo he sentido lo que él. Ahora solo me queda hacerte una pregunta. No quiero que me la respondas a mí, respóndetela a ti. Sinceramente, ¿qué sientes por Rukawa?


Sakuragi se quedó inmóvil ante las palabras de Jin. Tan sumergido en sus pensamientos estaba que no fue consciente de que el chico lo había dejado solo hasta que el sonido del timbre para volver a clases lo sacó de su ensoñación.


Caminó hasta el salón de clases pensando en esas últimas palabras que Jin le había dicho.


«Sinceramente, ¿qué sientes por Rukawa?»

Notas finales:

¡Ah! ¿Estará realmente celoso el Zorrito? ¿Y qué sentirá Hana por Rukawa? Intentaré actualizar pronto… ¡juro que lo “intentaré”! Besitos y saludos a las lectoras :D


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