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Intercambio por AkikoYaoi

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2.- La primera noche


 


Kaede se encontraba en la habitación que correspondía a la suya, tendido sobre la cama y pensando en todo lo que había sido su día y en cosas que habían pasado hacía un tiempo atrás. Él, que dormía en cualquier lugar, ahora sorprendentemente no podía conciliar su tan preciado sueño. Y sabía perfectamente la razón: el pelirrojo de la habitación contigua.


Lo conoció en su primer día de preparatoria en la azotea de uno de los edificios. Sus miradas se cruzaron y creyó ver cierto interés en su mirada, interés que desapareció automáticamente en cuanto dijera su nombre. Fue presentarse y ver como se desfiguraba el rostro de aquel extraño pelirrojo. Al final todo terminó a los golpes. Y que golpes que daba ese condenado pelirrojo que se había presentado como Sakuragi diciéndole que no olvidara su nombre.


Y se preguntaba cómo podría olvidarlo si el muy torpe se le aparecía hasta en la sopa. Jugando un uno a uno con el capitán del equipo de basquetbol cuando era obvio para cualquiera que lo viera que no sabía nada de ese deporte que era su vida, entrando al equipo de basquetbol o presentándose todos los santos días como un “Genio”.


Sus tres años de preparatoria se pasaron exactamente igual que el día que se conocieron: peleas, discusiones y más peleas. Pensaba que dejaría de verlo cuando terminaran la Preparatoria y quizás si tuviera un poco de suerte no se encontrarían en la Universidad.


Aún así, en sus primeros días de universitario se encontró con otro detestable muchacho, aquel que tanto había ansiado superar y aún no lo lograba, su rival en la cancha a diferencia de Sakuragi que en realidad era su rival fuera de ella. Sendoh Akira, el chico de la eterna sonrisa, estudiaba en el mismo lugar que él, se ofreció a mostrarle las instalaciones y luego ir a jugar un uno a uno. Aceptó más que nada por la costumbre de no dejar pasar ningún desafío y menos uno como este que se le presentaba como la oportunidad de lograr lo que no pudo durante la Preparatoria. No lo consiguió.


Siguieron jugando todos y cada uno de los días por un mes hasta que el pelopincho se le declaró. Rukawa nunca se había enamorado de una chica, menos aún de un chico, por lo que la confesión de Sendoh lo preocupó bastante. Por un momento pensó que era una broma, hasta que lo vio a los ojos. Entonces se asustó.


Dejó de verlo por unos días, pero sin quererlo ya se había acostumbrado a los entrenamientos diarios y lo extrañaba aunque no lo reconociera. Una semana después se encontraron por casualidad en el parque donde iban a jugar. Luego de un uno a uno como los de siempre y sin siquiera una conversación de por medio, Sendoh le robó un beso y a él se le movió el piso como nunca lo había conseguido nadie.


Nadie excepto el pelirrojo. Así descubrió que aquel revoltoso muchachito que fuera su compañero de equipo le había gustado y él ni siquiera lo notó, las sensaciones que le había provocado el beso de Sendoh eran exactamente igual, aunque un poco más débiles, que las sensaciones que tenía al estar cerca de Hanamichi.


Se sintió estúpido, realmente estúpido, porque ahora que lo pensaba le parecía más que obvio y le sorprendía que ni él ni nadie se hubiese dado cuenta. Sakuragi siempre fue la única persona con la que hablaba, ya fuera para discutir, criticarlo o decirle qué hacer; se preocupaba de él cuando no podía responder en los partidos por los nervios y, a su manera, lo ayudaba; confió en él para que anotara los últimos puntos que les dieron la victoria en el partido contra Sannoh; se preocupó de su lesión aunque nadie lo supiera, buscando discretamente escuchar las conversaciones de sus amigos para enterarse de su estado; y por último, había renunciado al puesto de capitán del equipo en tercero porque sabía que era algo por lo que Hanamichi había luchado desde el principio, todo por su felicidad.


Lamentablemente ahora que sabía que lo que creyó una rivalidad no era más que pura atracción, el pelirrojo no estaba. Se había ido quien sabe a dónde. Bueno, quizás sus amigos lo sabrían, pero orgulloso como él era, no lo iba a preguntar. El punto era que por lo menos cerca, no estaba. Pero si estaba Sendoh.


Así fue que se hicieron novios. Aunque podría decirse ciertamente que fue una falta de opciones más que una opción real. Porque su única opción era aquel Torpe que en realidad no era una opción. Lamentablemente y cómo no, descubrió que Sendoh lo engañaba constantemente y luego de tres meses terminó la relación. Después de eso comenzó a ignorarlo olímpicamente.


En los tres meses de noviazgo nunca pasó nada entre ellos y él no entendía por qué. Pues sabía perfectamente que si se había acostado con sus amantes de ocasión. No es que él hubiese querido estar todo el día teniendo sexo con el pelopicho, pero tenía las hormonas descontroladas y una libido que su pareja claramente no satisfacía. Y no entendía por qué. El tema solo lo preocupó dos segundos, quizás no era una persona deseable y punto.


No volvió a pensar en Sendoh ni en Sakuragi hasta hoy. Aún tenía algo de rencor contra el primer chico, pero en el fondo le agradecía que le ayudara a descubrir su verdadera sexualidad. En cuanto al segundo, cualquiera pensaría que luego de tanto tiempo ya lo había olvidado, él mismo lo hubiera pensado y lo pensó hasta que notó que la relación de ambos podía llevarse de manera armónica y por qué no decirlo, hasta que al verlo desnudo se le alborotaron las hormonas como nunca antes.


Agradecía al cielo su fuerte autocontrol para evitar incidentes bochornosos en el jacuzzi. Dudaba de que Sakuragi fuese como él, con lo cual sus esperanzas se le iban por la borda. Aunque de momento se conformaba con ser su amigo.


Le sorprendía la nueva actitud de su anfitrión. No se quejaba, claro. Muy por el contrario, le agradaba. Se sintió bien cuando le dijo que no le molestaba recibirlo en su casa, se sintió mejor cuando le dijo que no lo odiaba y finalmente se sintió en el paraíso cuando le dijo que hacía un tiempo quiso arreglar las cosas con él y no pudo, pero que esta era una nueva oportunidad.


Así que ahí estaba ahora. Pensando en lo que había sido su relación con Sakuragi y descubriendo con algo de temor que lo que creyó que había sido simplemente atracción de juventud era más que eso. Habían pasado unos años y seguía sintiendo algo por Hanamichi. Algo que era más fuerte de lo que era en Preparatoria y definitivamente más fuerte que solo una atracción.


Al parecer de momento eso era lo único que obtendría como respuesta. Se dijo que tendría un año para averiguarlo, sin ser realmente consciente de lo que sus palabras significaban. Sus ojos fueron cerrándose lentamente hasta alcanzar los tan ansiados brazos de Morfeo.


 


˜*˜


 


Hanamichi se acababa de tirar encima de su cama. Estaba cansado, muy, muy, muy cansado. Y no era precisamente un cansancio físico, porque no había hecho nada en el día, era más bien un cansancio mental. Se había preparado psicológicamente durante una semana para el momento en que viera en el aeropuerto al estudiante de intercambio: el Zorrito. Su Zorrito.


Se acordaba de lo que había pasado hacía aproximadamente un mes mientras iba a la secretaría de la Universidad en busca de unos papeles.


Flash Back


-Señorita Helen. Venía a buscar los documentos que le pedí el otro día.


-Hanamichi, cariño. Justo estaba viendo que uno de los próximos estudiantes de intercambio será de tu país. Si me das unos minutos te traigo de inmediato los papeles, están en la oficina de archivos y debo buscarlos.


-Sí, no se preocupe. Esperaré.


Cuando estuvo solo no pudo evitar que la curiosidad lo llevara a mirar la carpeta que antes viera la secretaria. Se preguntaba si conocería por casualidad al estudiante que estaba próximo a venir. Miró los papeles hasta que dio con el nombre del chico.


-Zorrito… -fue lo único que logró pensar y de paso murmurar.


Sintió que el corazón comenzaba a bombear desbordado. Rápidamente dejó la carpeta en su lugar y se fue a sentar a unos asientos cercanos para intentar tranquilizarse. Cuando recién lo estaba consiguiendo apareció la secretaria.


-Aquí está lo que me pediste, Hanamichi -dijo extendiéndole un par de papeles.


-Gracias, señorita Helen -dijo respetuoso.


Aún estaba algo shockeado por la noticia que acababa de recibir, por eso no reaccionó sino hasta estar ya con la mano en la puerta listo para abandonar la secretaría de la Universidad.


-¿Señorita Helen? -preguntó dudoso.


-¿Si?


-¿Cree que pueda ser la familia de acogida del estudiante de intercambio que viene de Japón?


-Por supuesto, aún no había familia y estábamos un poco preocupados porque no queda mucho tiempo. Creo que le hará bien estar con uno de sus compatriotas -dijo pensando que era el motivo de su oferta.


-Eso mismo pienso yo -le dio la razón.


-Si te pasas por acá el lunes puedo entregarte la información necesaria.


-Está bien, nos vemos el lunes, señorita Helen.


-Nos vemos el lunes, Hanamichi.


Fin del Flash Back


Se ofreció a recibirlo en su casa por una razón muy simple: no quería perderlo de nuevo.


Siempre estuvo enamorado de Rukawa, pero no lo supo sino hasta el segundo año de Preparatoria. Pero lamentablemente, y por más que se esforzó, nunca consiguió un avance con él como amigo. Cada vez que intentaba decirle algo agradable las palabras morían en su garganta, por lo que reaccionaba tal como lo hacía cada vez que estaba nervioso, con violencia. Fue por eso que su relación se quedó estancada en el mismo punto que en el principio.


Cuando lo conoció en la terraza le pareció que era hermoso con su piel blanca como la nieve, su cabello negro como la noche y sus ojos azules y profundos como el mar. Sacó esa idea de su cabeza para ver a quienes yacían en el suelo y admiró su fuerza y el valor de enfrentar solo a esos matones. Pero entonces dijo su nombre y lo que pudo haber empezado como una amistad terminó siendo una rivalidad a prueba de balas.


Así, peleando como el día en que se conocieron, se pasaron un año. Entonces vino el partido contra Sannoh y todo cambió. Jugaron como la dupla que siempre quiso el profesor Anzai, incluso se pasaron el balón entre ellos y gracias al último pase que le diera Rukawa y que él anotara, ganaron. Cuando chocaron sus manos sintió algo extraño, una emoción difícil de explicar, pero que provenía claramente desde las entrañas de su estomago para morir en un nudo en su garganta y su corazón latía alocado, no como luego de hacer ejercicio, sino como cuando recibía una fuerte impresión ya fuera buena o mala.


En ese momento sopesó la posibilidad de haberse enamorado de su compañero, pero descartó esa opción. Lamentablemente luego de ese partido tuvo demasiado tiempo para pensar. Vino su rehabilitación y las vacaciones de verano, por lo tanto solo lo volvió a ver al año siguiente. Y ahí tuvo la confirmación de lo que en el fondo ya sabía.


El haber pasado tanto tiempo sin verlo hizo que todo lo que sentía se quedara atascado en su estomago para volver a salir ahora que se lo encontraba de nuevo. Desde ese minuto intentó hacer algún progreso con el chico para tenerlo por lo menos como amigo, pero nunca lo logró.


Al terminar la Preparatoria se fue a Estados Unidos y se dijo que allí lo olvidaría, que al no tener noticias de él todo le parecería algo lejano e iría muriendo poco a poco en su interior. Pero las cosas resultaron igual que cuando lo volvió a ver en segundo año, fue ver su nombre en ese bendito documento y saber que seguía amándolo aún más que antes si eso era posible.


Por eso no pudo evitar preguntar si podía acógelo en su casa. Para empezar no quería que estuviera con nadie más. Su Zorrito era demasiado perfecto, donde fuera llamaría la atención.


Además, consideraba el hecho de que el hombre que amaba apreciara justamente en su Universidad mucho más que una coincidencia. Seguramente miles de estudiantes habían postulado para el intercambio y estaba seguro que no había solo una Universidad como opción.


Se había ido de Japón en parte por la culpa de no haber logrado nada con Rukawa, arrancando de lo que sentía. Pero resulta que ahora él se presentaba exactamente en el lugar donde estaba. No iba a desaprovechar esta nueva oportunidad que le daba la vida y que estaba seguro que era por algo.


Se suponía que se encontrarían en la Universidad, pero no soportaba más la espera. El mes que había pasado se le había hecho terriblemente largo y tortuoso, por eso, a pesar de lo que se le pidió, acudió al aeropuerto y buscó al señor Smith hasta que dio con él. Explicándole lo ansioso que se encontraba ante el nuevo desafío que implicaba albergar en su casa por un año a un compatriota suyo como estudiante de intercambio. Por suerte el hombre no sospechó nada extraño, en todo caso lo que había dicho era totalmente cierto.


Decidió esperar en un café porque no sabía cómo reaccionaría cuando se encontraran, quizás le fallaban las piernas y se caía de la impresión de volver a ver a su Zorrito. ¿Y él? Quizás pensaba que era una broma y se giraba dejándolo plantado en medio del aeropuerto. Por eso decidió quedarse en la cafetería, aunque mientras tanto perdiera el estomago por el dolor de la espera.


Se mantuvo fijamente mirando por el ventanal por el que deberían de aparecer Rukawa y el señor Smith y luego de lo que le pareció una eternidad lo vio. Su Zorrito seguía tan hermoso como siempre, podía ver como muchas chicas se volteaban a verlo descaradamente, pero al parecer él seguía siendo el mismo, porque ni siquiera lo notaba.


Cuando sus miradas se cruzaron creyó que se iba a desmayar. Su ya de por si pálida piel se puso más pálida si eso era posible. No descartaba la idea de que Rukawa pensara que esto era una broma de mal gusto y cuando comentó que no podía quedarse casi se le vino el mundo abajo y con un simple comentario logró que cerrara la boca hasta que el señor Smith se fue, por suerte, rápidamente.


Agradecía a todos los dioses del mundo el haber sido capaz de decirle esta vez lo que quiso decirle hacía ya tres años atrás. Y estaba seguro que había sido su confesión la que había logrado que pasaran lo que quedaba del día compartiendo tranquilamente.


¡Incluso se habían metido al jacuzzi juntos! Eso no había pasado ni siquiera en sus más primitivas fantasías, porque las que había tenido durante el último mes no tenían nada de castas, es más, terminaban todas con ellos dos haciendo el amor en lugares impensados y en diversas posturas y situaciones.


Mientras se relajaban en el agua habían mantenido la conversación más larga de su historia juntos. Y no solo eso. Había sido una confesión de sus respectivos pasados. Confiaron lo suficiente uno en el otro como para contarse cosas tan personales como lo era el tema de sus padres. Además su Zorrito estaba lo suficientemente interesado como para hacerle preguntas y poner atención a lo que decía. No dudaba de que en la Preparatoria algo así hubiese sido imposible, no habrían preguntas ni conversación de ningún tipo, el chico pelinegro simplemente se iría dejándolo con la palabra en la boca y él, como siempre, reaccionaria con violencia. Desde ahí todo sería golpes.


Pero ahora las cosas se estaban dando de una manera distinta, pacifica, tranquila y estaba dispuesto a trabajar con uñas y dientes para que eso se mantuviera así. Había tenido un mes para planear como actuar. Primero tenía que conseguir su amistad y después intentar conquistarlo. Empezaría mañana mismo, tuvo una idea fugaz y luego de evaluarla y considerar que era adecuada por ahora, se durmió con una sonrisa. Tenía a su Zorrito en su casa, de momento no necesitaba mucho más.


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