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Simples Apariencias por Altarf_27

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Notas del capitulo:

¡Hola otra vez!

  Aquí me tienen de regreso con un capítulo más que espero resulte de su agrado n_n

  Muchas gracias a esas personitas que se han tomado un tiempo para dejar un review y también gracias a quienes siguen esta historia "desde la sombras", jeje.

   Ojalá que este uevo capítulo les guste n.n

3. Días de Escuela

 

                Aún era temprano en la ciudad de Atenas y un silencio casi total reinaba en la mansión del Barón Amatista, pues varios de sus habitantes habían tenido una noche bastante atareada y aún dormían intentando recuperar sus energías. Sin embargo, en medo de aquella calma, una esbelta e imponente figura de larga cabellera verde caminaba por los pasillos sin verdaderos ánimos de llegar a su destino.

 

                Shion debía levantar a Camus si no quería que el pequeño galo llegara tarde ese día a clases, pero el peliverde sabía bien que el chico no había tenido una noche fácil y no tenía muchas ganas de interrumpir su merecido descanso.

 

                El pobre francés había tenido una cita con un cliente bastante pesado y había regresado con el cuerpo bastante lastimado. Además, tendría que estrenar un nuevo uniforme ese día porque el que tenía había terminado casi destrozado por completo, cortesía de aquel nuevo cliente al que los buenos amigos de Alberich le habían sugerido que conociera al galo.

 

                Shion apretó sus puños con fuerza al recordar el lastimero estado en que el joven había llegado ya de madrugada y aún se preguntaba si no era mejor dejarlo descansar ese día cuando se detuvo ante la puerta del dormitorio del francés.

 

-Él te agradecerá que lo despiertes- le dijo en eso una voz varonil a sus espaldas sobresaltándolo y al voltear, sus ojos rosados quedaron fijos en uno de los gemelos griegos, quien se encontraba de pie sosteniendo en sus manos una bandeja que contenía un apetecible desayuno.

 

-Saga- susurró Shion viendo fijamente al peliazul- ¿Es para Camus?- le preguntó señalando el desayuno.

 

-Probablemente dirá que no tiene hambre, pero algo debe comer- contestó el aludido encogiéndose ligeramente de hombros para luego adoptar una expresión bastante seria- Este jueguito ridículo se está volviendo muy pesado para él. Viste cómo llegó anoche, Shion, y aún así… se puso a hacer los deberes de la escuela antes de irse a la cama-

 

-¡¿Qué?!- exclamó el peliverde sorprendido por la información.

 

-Kanon y yo llegamos después que él y vimos su luz prendida. Pensé que se había quedado dormido así que me asomé para apagar el interruptor, pero él estaba despierto aún… haciendo un ensayo sobre Alejandro Magno- el mayor de los gemelos tomó aire antes de continuar con voz cargada de amargura- Es muy cruel la situación en la que lo puso Alberich-

 

-¿Crees que no lo sé?-

 

-Desde que Camus empezó con esta farsa absurda hace un par de semanas sus citas han aumentado considerablemente, debe estar agotado y a pesar de ello se aferra a su papel de “estudiante” en un desesperado intento de tener una vida que hace años le arrebataron-

 

-¡¿Y qué quieres que haga?!- exclamó Shion angustiado- Saga, tú mismo lo dijiste, el trabajo de Camus se ha incrementado y por ende también las ganancias que le reporta a Alberich, ¿tú crees que él va a perder esta oportunidad que se le está presentando?-

 

-¡Esto es desgastante para Camus! Tiene que entenderlo, aunque sólo sea por sus propios intereses. Tiene que darle un respiro, ¿qué no has visto las ojeras que se le están haciendo?-

 

-Claro que lo he notado, pero… también en visto en sus ojos una mirada ilusionada como hace años no veía-

 

-Lo que Camus está viviendo sólo es eso, Shion: una ilusión. ¿Qué va a pasar cuando el jueguito se termine? ¡¿Cómo crees que se va a sentir él cuando le arrebaten esa última e ilusoria esperanza de una vida normal?!-

 

                La bandeja del desayuno tembló en las manos de Saga mientras él procuraba serenarse. Por su parte, Shion simplemente desvió la mirada sabiendo que las palabras del gemelo tenían mucha razón. Y ambos aún seguían sumidos en el tenso silencio que se había creado entre ellos cuando la puerta del pequeño galo se abrió y por ella se asomó Kanon.

 

-Si siguen discutiendo así en medio del pasillo no sólo despertarán a Camus si no hasta a los vecinos- les reprochó viéndolos con cara adormilada.

 

                Shion observó al gemelo menor algo sorprendido por su repentina aparición en la recámara del francés, y luego, como si acabara de captar algo, su mirada fue a posarse en el rostro agotado de Saga.

 

-¿Se quedaron con Camus anoche?-

 

-Él no quería quedarse solo- contestó Saga con un suspiro.

 

-Y alguien tenía que ayudarlo con su tarea porque estaba decidido a no dormirse hasta terminarla- agregó Kanon entre bostezos.

 

                Shion los observó agradecido, pero Saga se limitó a volver a suspirar con una profunda pesadez reflejada en su rostro.

 

-Ya que vas a despertarlo, ve también que coma algo, por favor- le dijo el gemelo mayor al peliverde cediéndole la bandeja que sujetaba- Yo necesito darme una ducha y descansar un poco-

 

                El aludido asintió a la vez que tomaba la charola y Saga se dio la vuelta para dirigirse a su propio dormitorio.

 

-Sólo está muy preocupado por Camus- explicó Kanon viendo alejarse a su gemelo- La única manera en que lo convenció que se fuera a la cama fue asegurándole que no le resultaba ninguna molestia hacerle su tarea de álgebra y que mientras él aprovechara para descansar un poco o no soportaría las horas de clases-

 

-A mí también me preocupa Camus… y Saga no está equivocado en lo que dijo- susurró el peliverde apesadumbrado.

 

-Shion, Camus es el primero en reconocer que todo lo que está viviendo no es más que una farsa. Él lo sabe… pero al menos creo que obtendrá algunos buenos recuerdos de todo esto-

 

                El peliverde sonrió agradecido con las optimistas palabras del gemelo menor, quien de buena gana le devolvió la sonrisa para después seguir los pasos de su hermano para ir a dormir otro rato a su alcoba.

 

                Apenas lo perdió de vista, Shion entró en la habitación del pequeño francés y se topó con que éste se estiraba con algo de pereza en la cama comenzando apenas a despertarse.

 

-Buenos días- lo saludó viéndolo con ternura.

 

-Buen día, Shion- respondió Camus sentándose en la cama y tallándose los ojos con carita somnolienta- ¿Y Saga y Kanon?-

 

-Se fueron a descansar un rato más a su dormitorio, pero Saga te envía el desayuno para que tengas muchas energías el día de hoy-

 

                El galo sonrió agradecido por el gesto y aceptó comer algo antes de meterse a la ducha. En realidad apenas y probó bocado, pero Shion no lo pudo convencer de que comiera más y Camus terminó metiéndose a bañar mientras el mayor lo ayudaba a alistar sus cosas.

 

                Todo lo que el francés había ocupado para su tarea se encontraba en un pequeño escritorio de caoba en un rincón de la habitación y allí se dirigió Shion para ir metiendo todo en la mochila del chico. La acción no le tomó mucho tiempo y lo último que quedó sobre el escritorio fue un desgastado cuaderno de dibujo y bastó que el peliverde lo viera para que una ligera sonrisa se dibujara en su rostro. Él sabía bien que a Camus le gustaba mucho dibujar y había que reconocer que el pequeño galo en verdad era talentoso.

 

                Shion hojeó un poco el cuaderno sin que la sonrisa se borrara de su cara. Las páginas contenían paisajes y rostros diversos dibujados con trazos sencillos pero acertados que les daban un maravilloso efecto. Cada una de las pequeñas obras tenía un encanto propio, pero la mirada del peliverde quedó fija en un dibujo en especial, justamente el último que había sido trazado en el cuaderno y que no pasaba aún de un simple bosquejo. Se trataba de un rostro hecho a lápiz, un rostro de hombre de hermosos rasgos varoniles que poseía tan sólo un toque de color: los ojos coloreados en un tono turquesa.

 

                No era el dibujo de alguien que Shion conociera y no pudo evitar preguntarse si se trataría de uno de los compañeros de Camus, sin embargo, sus cavilaciones se vieron interrumpidas cuando notó que la puerta del baño estaba por abrirse, por lo que cerró el cuaderno y dirigió su mirada hacia el joven que regresaba al dormitorio tan sólo con el pantalón puesto y secándose el cabello con una toalla.

 

                Los ojos del mayor se llenaron de pesar al posarse en las marcas amoratadas que cubrían el torso y uno de los hombros del muchacho, quien al percatarse de la expresión del peliverde le dedicó una dulce sonrisa con expresión conciliadora.

 

-No es gran cosa-

 

-Quizás sería mejor que descansaras hoy- sugirió Shion, pero Camus negó con el rostro.

 

-Estoy bien, de verdad-

 

-Camie…-

 

-Quiero ir a la escuela, Shion-

 

                El peliverde sintió que un nudo se formaba en su garganta al ver el rostro suplicante del chico. Los gemelos tenían razón, Camus sabía mejor que nadie cuál era su verdadera situación, pero no podía culparlo por desear poder vivir al menos unas horas al día como un joven cualquiera… y no como una ramera.

 

-Apúrate a alistarte para que no se te haga tarde, tus cosas ya están ordenadas-

 

                Camus le dedicó una sonrisa a Shion al oírlo decir aquellas palabras y pocos minutos más tarde ya estaba de camino a la escuela junto con Shura.

 

                No fue un día fácil. Por mucho que hubiera procurado mostrar vitalidad y entusiasmo en la mansión, lo cierto era que el pequeño francés estaba bastante agotado. Aún así se las ingenió para centrar su atención en las clases y de verdad que se sintió agradecido aquella mañana con los gemelos, pues Saga había resuelto sin problemas todos los ejercicios de álgebra con los que trabajaron en la clase de la profesora Polaris y sin duda los retoques que perfeccionaron su ensayo sobre Alejandro Magno se los debía al ingenio de Kanon.

 

                Sin embargo, el cansancio del joven galo se iba haciendo más evidente conforme las horas transcurrían en el “Mago Colegio” y así, para cuando llegó la hora del descanso ya más de uno de sus compañeros se habían percatado de que no lucía en óptimas condiciones.

 

-¿Estás bien?- le preguntó Shaka acercándose a su asiento en cuanto el receso dio inicio.

 

                Camus le sonrió por respuesta procurando no mostrar su agotamiento, pero por la mirada preocupada del rubio supo que su expresión no había resultado muy convincente.

 

-No dormí bien- se explicó desviando la mirada del anglo-hindú, como temiendo que él pudiera ver en sus ojos algo de la verdad que no podía decir a nadie.

 

                Shaka lo observó con algo de escepticismo, pero se limitó a suspirar profundamente y no volvió a tocar el tema mientras seguían platicando sobre temas triviales a la vez que comían algunos bocadillos que cierto griego peliazul le había dado al rubio para que compartieran.

 

                Durante las semanas que el galo llevaba en el colegio ya se había acostumbrado a pasar el tiempo del descanso en compañía del agradable trío conformado por Shaka y sus dos amigos griegos. Había días que los pasaban en el área verde tras el salón de música o en el interior de dicho salón cuando el rubio tenía ánimos de tocarles algo; también habían llegado a estar más cerca de sus demás compañeros en algún área deportivas cuando los griegos tenían algún enfrentamiento amistoso y sólo en contadas ocasiones, como ese día, no podían reunirse por algún motivo.

 

                Shaka le había explicado a Camus que Milo y Aioria habían tenido clase de educación física antes del descanso y se habían quedado con el profesor Da Souza, un brasileño cuya pronunciada altura sólo era comparable con su nobleza, mismo que acababa de regresar al colegio luego de haber tomado un permiso para velar por la salud de su madre en su país natal.

 

                Aunque el francés procuró no demostrarlo, aquella noticia lo había entristecido bastante, pues disfrutaba mucho de la compañía de ambos griegos… sobre todo la del joven Stathopoulos, pues algo había en él que conseguía que Camus se perdiera en la mirada de las turquesas que tenía por ojos. Pero su abatimiento no fue total, ya que Shaka le aseguró que los verían más tarde, pues ellos mismos tenían clase con el profesor brasileño luego del descanso y era seguro que los griegos seguirían por ahí cuando llegara ese momento.

 

                Y el momento no tardó en llegar, pero aún con las enormes ganas que Camus tenía de dirigirse ya hacia el gimnasio de la escuela para ver si Shaka tenía razón sobre la presencia de Milo allí, tuvo que tomarse su tiempo para cambiarse de ropa, puesto que lo último que deseaba era que sus compañeros notaran las marcas en su cuerpo y comenzaran a hacer preguntas incómodas.

 

                El uniforme de educación física consistía en pantalón deportivo o shorts de color índigo y camiseta blanca. Tanto Camus como Shaka llegaron al gimnasio usando la primera opción y ni bien hubieran entrado al edificio fueron interceptados por un hombre descomunalmente alto de piel morena y largo cabello de un tono castaño oscuro.

 

-¡Windfield! Tiempo sin verte, pequeño- le dijo al rubio sonriéndole con rostro amable- ¿Nos acompañarás el día de hoy?-

 

                El rubio le devolvió la sonrisa al profesor pero su rostro mostraba una expresión un tanto apenada y el brasileño lo observó de manera conciliadora a la vez que le palmeaba con suavidad un hombro, luego, su mirada fue a posarse sobre el francés.

 

-Tú debes ser Blanc, ¿cierto?- le preguntó con una sonrisa- Aldebarán Da Souza a tus órdenes. Hoy haremos algo de calistenia y luego jugaremos un poco de baloncesto, ¿está bien?-

 

-Oui-

 

-¡Bien! Pues movámonos que el tiempo corre-

 

                Aldebarán se puso a reunir a los compañeros de grupo de los chicos, pero antes de irse con él, Camus volteó a ver a Shaka con rostro un tanto confundido.

 

-¿No tomarás la clase?-

 

-Hoy no- susurró el rubio con una sonrisa un tanto triste.

 

                El galo entendió que no era conveniente insistir al respecto, así que optó por dejar el asunto por la paz y fue con el resto de sus compañeros mientras que Shaka iba a sentarse a una de las gradas que había en un lado del gimnasio.

 

                Camus no podía evitar dirigirle una que otra mirada al rubio de vez en cuando, algo inquieto por la expresión abatida que le había notado, pero el hindú no estuvo solo por mucho tiempo, pues Aioria y Milo de pronto ya estaban a su lado y haciéndoles señales de apoyo al galo cuando sus miradas se cruzaban.

 

                El profesor Da Souza organizó dos equipos de chicos después de los ejercicios de calentamiento y un amigable partido de baloncesto no tardó en empezar ante las miradas de las chicas y aquellos que habían quedado fuera por el momento, así como de otros compañeros del grupo de Milo y Aioria que gozaban de un par de horas libres en vista de que un maestro se había reportado enfermo.

 

                Camus jugaba de vez en cuando con los gemelos y los otros chicos de la mansión, así que no lo hacía mal pese a que no era un jugador estrella.

 

                Los espectadores lanzaban exclamaciones de apoyo para sus amigos que estaban jugando y todo parecía ir bien. Sin embargo, Shaka fue el primero en notar que algo estaba mal, pues Camus parecía ahora más pálido y sus movimientos iban perdiendo coordinación poco a poco. 

 

-Algo le pasa a Camus- susurró con la mirada fija en el francés.

 

                Milo y Aioria voltearon hacia donde el rubio miraba y sólo entonces se percataron de que el pequeño galo se había detenido en un rincón de la cancha respirando agitadamente, pero antes de que cualquiera de ellos hubiera podido decir algo, vieron con espanto cómo las rodillas del de cabellos aguamarina se doblaban mientras que todo se ponía negro para él.

 

-¡Camus!-

 

                Shaka y Milo gritaron al mismo tiempo, pero mientras que el rubio apenas logró ponerse de pie, el griego ya se había lanzado hacia el punto en el que el chico había caído, siendo seguido el peliazul por las miradas sorprendidas tanto de sus compañeros como del profesor, quienes no se habían percatado hasta el momento del estado del francés.

 

                Milo llegó en un santiamén hasta Camus y tomándolo con sumo cuidado entre sus brazos comenzó a llamarlo intentando hacerlo reaccionar, al mismo tiempo que el resto de sus compañeros se congregaba a su alrededor siguiendo la escena con la mirada.

 

                El griego observaba angustiado la palidez que presentaba ese bello rostro marcado por signos de un profundo agotamiento, pero un ligero temblor en los párpados franceses le hizo notar que el menor volvía a recuperar la consciencia. Aldebarán también notó ese sutil movimiento por lo que les pidió a los demás muchachos que le dieran algo de espacio al galo para que pudiera respirar y luego se agachó para levantar el esbelto cuerpo en sus brazos diciéndole a Milo que debían llevarlo a la enfermería.

 

                El joven Stathopoulos tuvo el impulso de no permitir que el brasileño le quitara a Camus de sus brazos, pero entendiendo que era mejor que fuera él quien lo llevara se limitó a seguirlo a toda prisa en cuanto Aldebarán salió del gimnasio dejando encargado a Aioria de que viera que los demás siguieran con sus actividades en lo que él regresaba.

 

                Fue un camino corto hasta la enfermería del colegio y allí fueron recibidos por el doctor Orfeo Soiledis, un apuesto hombre de piel blanca, cabellos de un pálido color turquesa y ojos celestes, quien de inmediato pidió que recostaran a Camus en una de las camas con las que contaban para poder revisarlo.

 

                Para ese momento el francés ya lucía más consciente pero no parecía capaz de despertarse por completo y sus ojos pugnaban por mantenerse cerrados a pesar de que él intentaba abrirlos.

 

                El joven doctor chequeó sus frecuencias cardiaca y respiratoria, sus reflejos pupilares y finalmente le tomó la presión, momento en el que no le pasó desapercibido el tenue gesto de dolor que hizo el galo cuando el manguito del aparato con el que valoraba el signo causó algo de presión en la parte alta del brazo izquierdo del chico.

 

-Vas a estar bien, pequeño. Descansa- le dijo con voz amable y Camus intentó sostenerle la mirada antes de que sus ojos terminaran cerrándose cuando él se hundió en un profundo sueño.

 

                El doctor Soiledis le aseguró a Aldebarán que su alumno estaría bien y que sólo necesitaban dejarlo descansar, así que el brasileño regresó a su clase encomendándole el cuidado del muchacho al galeno y a Milo, quien parecía más que dispuesto a quedarse al lado del francés hasta que despertara y el médico no tuvo ningún problema con permitirle estar en la enfermería.

 

                Orfeo Soiledis dejó a los chicos un momento para seguir con el inventario de la enfermería en el que trabajaba antes de que ellos llegaran y en cuanto estuvieron solos, Milo tomó asiento al lado de la cama donde descansaba el menor.

 

                Camus lucía frágil e inocente mientras dormía y el griego tuvo el impulso de abrazarlo… y ya no soltarlo nunca. No entendía muy bien cómo o por qué, pero en el corto tiempo que llevaba tratando al francés le había tomado un cariño que no lograba comprender. Le gustaba estar a su lado, hablar con él, verlo sonreír, aunque no terminaba de quitarse la idea de que la mirada de los hermosos zafiros del galo parecía estar manchada por la pena. Y como para corroborar su hipótesis, justo en ese momento el de cabellos aguamarina se agitó ligeramente entre sueños, al parecer presa de una desagradable pesadilla.

 

                Milo notó cómo los dedos de Camus se aferraban a las sábanas de la cama en la que descansaba a la vez que su rostro se contraía en una expresión de sufrimiento que logró compungir el corazón del griego, por lo que casi sin pensarlo tomó una de las estilizadas y níveas manos entre las suyas y besó con dulzura sus dedos.

 

-Tranquille, mon petit. Tout est bien- le susurró con suavidad sin soltar su mano y pudo notar cómo la expresión del menor se relajaba poco a poco.

 

                El joven Stathopoulos perdió de la noción del tiempo que pasó al lado del galo, pero hubiera podido estar allí todo el día sin quejarse simplemente viéndolo dormir. Era una escena enternecedora verlo así de tranquilo, más aún cuando sus finos labios se separaron para susurrar una única palabra que consiguió que el griego lo viera aún con más dulzura.

 

                Pero por fin, luego de un buen rato, Camus comenzó a despertar, con Milo aún sujetando su mano y él no hizo ningún intento por romper el contacto mientras iba saliendo del mundo de los sueños.

 

-Buenos días- lo saludó el peliazul en cuando los zafiros del galo se posaron en él con mirada somnolienta.

 

-Milo- susurró Camus intentando terminar de despertarse- ¿Dónde estoy?-

 

-En la enfermería del colegio. Te desmayaste durante el partido de básquet- le explicó el griego al mismo tiempo que le quitaba algunos mechones del rostro con una mano mientras la otra lo seguía sujetando con cuidado- ¿Te sientes mejor?-

 

-Sí, disculpa las molestias-

 

-No causas ninguna molestia- le aseguró Milo acariciándole el rostro con suavidad con la mano que tenía libre.

 

                Camus sintió que una descarga eléctrica recorría su cuerpo cuando los dedos del peliazul rozaron su piel y Milo no pudo evitar sonreír enternecido al ver el sutil sonrojo que comenzaba a surgir en las blancas mejillas francesas por ese efímero contacto.

 

                Por unos momentos ambos se quedaron en silencio. Camus había desviado la mirada de las turquesas de Milo y él seguía con la mirada en el rostro del francés sin dejar de sujetarle la mano. No era un silencio incómodo ni desagradable, pero en eso, el griego recordó lo que le había escuchado susurrar al menor mientras dormía y una pregunta terminó por escapársele.

 

-¿Extrañas tu hogar?-

 

-¿Mi hogar?- repitió Camus volteando a verlo con rostro confundido.

 

-En Francia, a tus padres- se explicó Milo- Llamaste a tu madre en sueños-

 

                Los ojos de Camus se abrieron bastante al escuchar aquellas palabras. Hacía años que ni siquiera pensaba en su mamá, aunque… al evocarla, el vago recuerdo de un sueño que acababa de tener regresó a su mente. Un sueño más bien triste en el que él, con varios años de menos, lloriqueaba entre tosiduras en una mullida cama en una habitación pequeña y de aspecto humilde, y así estaba cuando alguien tomó una de sus pequeñas manos entre las suyas a la vez que le susurraba con cariño que todo estaría bien. Ni siquiera podía recordar el rostro de esa persona, pero su voz era dulce y melodiosa y sus manos eran muy cálidas.

 

                Fue en ese momento que el francés se percató de que aún experimentaba en una de sus manos la calidez que había experimentado en su sueño y fue entonces que notó que era Milo quien lo sujetaba con cuidado. Había sido la calidez de él la que lo había reconfortado y la que le había traído a la mente el recuerdo de su madre, aquella mujer de la que lo último que supo era que lo había dejado, cuando él tenía apenas 4 años, para nunca más volver.

 

                El griego notó que los ojos del pequeño galo se volvían vidriosos y supo que acababa de cometer una indiscreción con su pregunta.

 

-Disculpa, creo que hice una pregunta inadecuada-

 

                Camus negó ligeramente con el rostro intentando que las lágrimas que de pronto había acudido a sus ojos no se le escaparan. Sabía que no le debía ninguna explicación al peliazul. Él no tenía ni idea de quién era en realidad y fácilmente podía inventarle cualquier historia sobre su vida… pero no quería hacer eso, no quería mentirle más allá de lo estrictamente necesario para no revelar lo que en realidad era.

 

-Hace mucho que no sé nada de mi familia biológica- susurró esbozando una amarga sonrisa- Mi madre se fue cuando yo era pequeño y no volví a saber de ella. A mi padre no lo conocí, o al menos no tengo ningún recuerdo de él-

 

-Lo siento-

 

-No, discúlpame a mí, es una historia deprimente, no sé ni por qué la menciono-

 

                El silencio volvió a hacerse entre ellos sin que ninguno supiera qué hacer para romperlo. Pero por fortuna para ambos, justo en ese momento el doctor regresó a la habitación y al ver a Camus despierto, le pidió a Milo que los dejara un instante para que pudiera revisarlo de nuevo y verificar que ya estuviera mejor.

 

                El griego obedeció sin sentir verdaderos ánimos de alejarse del galo y salió al pasillo mientras el galeno hacía su trabajo. De cualquier forma sentía que necesitaba algo de aire. Su impresión de que la mirada de Camus estaba cargada de pesar quizás no estaba tan errada. El pequeño francés sin duda no había tenido una vida sencilla… aunque él no tenía modo de saber qué tan difícil y cruda había sido en realidad la vida del de ojos de zafiro. Pero de cualquier forma, sus cavilaciones fueron interrumpidas por la llegada de Shaka y Aioria, y antes de que alguno hubiera dicho algo, el médico salió a su encuentro.

 

-Doctor Soiledis, ¿cómo está Camus?- le preguntó Shaka al galeno.

 

                El médico les dirigió una sonrisa tranquilizadora a los chicos, pero antes de contestarles cualquier cosa, cerró la puerta a sus espaldas, quedando los 4 fuera de la enfermería.

 

-Su amigo va a estar bien- les aseguró a los jóvenes- Su presión estaba baja pero ya se ha estabilizado. Parece que sólo necesitaba descansar. ¿Saben si ha tenido problemas en su casa o con otros chicos?-

 

                Milo, Shaka y Aioria lo observaron sin comprender. Camus no parecía la clase de persona que suele buscar problemas con otros, pero por algo había formulado la pregunta el galeno.

 

-¿Qué clase de problemas?- preguntó Milo.

 

                Las expresiones de los jóvenes le dejaron en claro al médico que ellos no tenían idea de cómo el galo se había hecho el evidente hematoma que acababa de verle en su hombro izquierdo. El francés le había asegurado que él se había golpeado con un mueble, pero el doctor tenía la impresión de que así no habían sido las cosas. La marca más bien parecía el producto de la opresión de una mano contra el pequeño hombro del muchacho y para Orfeo Soiledis no era desconocida la mala fama que envolvía a Alberich Zinnecker y varios de sus negocios.

 

-Estén al pendiente de él- les pidió a los chicos sonriéndoles amablemente ya sin más los dejó pasar para que vieran al francés.

 

                Camus estaba sentado en la cama con una taza humeante en sus manos. Lucía un tanto pensativo, pero le bastó ver a sus nuevos amigos para que una hermosa sonrisa se dibujara en su rostro. El doctor acababa de hacerle algunas de las preguntas incómodas que tanto había estado temiendo, pero no le habían insistido demasiado ante sus respuestas escuetas y en vez de presionarlo había terminado ofreciéndole un poco de chocolate caliente para que ingiriera algunas calorías, que bien parecían hacerle falta en esos momentos.

 

                Los 4 chicos estuvieron platicando tranquilamente por un buen rato hasta que Milo y compañía tuvieron que regresar a sus respectivas clases mientras que el pequeño francés se quedó descansando en la enfermería en vista de que no quiso que el médico avisara a su hogar que se había sentido mal para que fueran por él, decisión que no parecía sorprender en nada al galeno.

 

                Camus había tenido la intención de regresar a clases con Shaka, pero los chicos y el doctor lo habían convencido de que descansara un poco más y él había terminado accediendo, sobre todo al recordar que saliendo del colegio debía hacer una visita más que el Barón le había programado. Y pese a que ya había dormido un buen rato, sus ojos no tardaron en volverse a cerrar en cuanto estuvo solo de nuevo y así apenas y sintió pasar el tiempo hasta que llegó la hora de la salida, momento en el que Milo fue por él llevándole sus cosas.

 

                Shaka había tenido que marcharse por un pendiente y Aioria se había ido con él, pero ambos le enviaban sus mejores deseos al galo con el joven Stathopoulos, además de que el rubio le había dejado sus apuntes para que se pusiera al corriente.

 

                Mientras caminaban hacia la salida del colegio, Milo iba muy pendiente del estado de Camus, por mucho que él  insistía en que ya se sentía bien. Y tan centrado estaba el griego en el galo, avanzando de espaldas para tenerlo de frente, que terminó chocando con otro chico que por ir revisando algunos papeles tampoco había previsto el impacto.

 

-Ay, perdona- se disculpó el peliazul a la vez que volteaba y se agachaba para ayudar al otro a recoger lo que le había tirado en el choque.

 

-No, discúlpame tú a mí, iba en la luna- se excusó a su vez el otro chico bastante apenado también agachándose para tomar sus cosas.

 

                Camus no había podido ver a la persona con quien Milo había chocado por haber estado el griego frente a él, pero en cuanto éste se agachó, los ojos del francés se abrieron a todo lo que daban al ver a ese bello joven de piel blanca, ojos verdes y largos y lacios cabellos de color lila que tenía unos singulares puntitos sobre sus ojos, mismos que hasta entonces sólo había visto en una sola persona, que curiosamente se parecía mucho al chico que en esos momentos tenía enfrente.

 

-Aquí tienes- le dijo Milo al pelilila entregándole lo que había recogido y sonriéndole amablemente- ¿Eres nuevo? Nunca antes te había visto en el colegio-

 

-Sí, soy Mu Deng y me acaban de dar una beca para entrar a este instituto- explicó el joven esbozando una dulce sonrisa, acentuando aún más el parecido que Camus le encontraba con Shion.

 

-Mucho gusto, Mu. Yo soy Milo y él es Camus- los presentó el griego y el galo le devolvió la sonrisa al chico nuevo de manera un tanto mecánica.

 

                ¿Cómo podía ese chico parecerse tanto a Shion? El peliverde le había dicho que los puntitos sobre sus ojos eran un rasgo característico de la raza de la que descendía, una raza prácticamente extinta en la actualidad por lo que él había dicho, pero ese joven…

 

-¿De dónde eres?- le preguntó sin poder controlar por más tiempo su curiosidad.

 

-Nací en Grecia, pero mi familia paterna era originaria de…-

 

-¿El Tíbet?-

 

-Eh… sí, ¿cómo lo supiste?-

 

-Adiviné- susurró Camus pensando que allí había algo más que coincidencias- Fue un placer conocerte, pero ya debo irme-

 

-Claro, igual yo tengo que seguir arreglando unos papeles, pero supongo que por aquí nos vemos-

 

                Milo y Camus se despidieron del pelilila y siguieron su camino a la salida, aunque el griego pudo notar que el galo ahora se veía incluso más pensativo que antes.

 

-Ey, ¿estás bien?- le preguntó en cuanto atravesaron la puerta del colegio, sujetando con sumo cuidado el mentón del francés con una mano.

 

                Camus levantó el rostro y dejó que sus zafiros se perdieran unos instantes en las turquesas que Milo tenía por ojos. Le bastaba hacer eso para sentir que la sangre se aglomeraba en sus mejillas, pero no le importaba, al menos ese sería un buen recuerdo que podría conservar cuando todo el teatrito que representaba llegara a su término.

 

-Gracias por todo, Milo-

 

-No tienes nada qué agradecer- le aseguró el peliazul obsequiándole una bella sonrisa a la vez que le acariciaba con suavidad una mejilla y luego, sin detenerse a pensarlo, acercó sus labios al rostro níveo del galo y depositó un beso en su frente.

 

                Camus cerró sus ojos ante aquél efímero contacto deseando que el tiempo se congelara, pero sabía que Shura ya lo esperaba en la acera de enfrente, así que haciendo uso de toda su fuerza de voluntad se separó de Milo y, tras dirigirle una tímida sonrisa, se alejó a prisa hacia el Mercedes plateado en el que el provisional chofer español se hacía de la vista gorda ante la escena que acababa de presenciar.

 

                Milo siguió con la vista el vehículo mientras se alejaba por la calle y aún estaba así cuando un flamante Maserati Gran Cabrio se detuvo justo frente a él atrayendo su atención.

 

-Parece que veías algo interesante, primito- le dijo el chofer del lujoso vehículo, un joven de larga cabellera de un tono azul claro y ojos azules de mirada tan profunda como el mar, que recién bajaba del auto para encarar al peliazul.

 

-¡Julián! ¡Volviste!- exclamó Milo emocionado haciendo reír al aludido.

 

                Julián Solo era un joven empresario que a sus 23 añitos era ya dueño de una de las empresas navieras más importantes del mundo y daba la casualidad de que su madre y la madre de Milo eran hermanas.

 

-Sólo me fui un mes, Milo, no me veas como si lleváramos siglos sin vernos-

 

-Oh, no te quejes, te eché de menos. No tenía a quién molestar… ni a quien sonsacarle dinero cuando mis papás me lo negaban-

 

-Jajaja, no cambias, bichejo sinvergüenza. Pero dime, ¿quién era ese lindo niño a quién veías con tanta fascinación?-

 

-Acabas de regresar y ya te estás inmiscuyendo donde no te llaman. Tú tampoco has cambiado nada, primo-

 

                Julián volvió a reír de buena gana ante el reproche del menor, pero no podía evitar meterse en los asuntos de su primito, que era casi como su hermano pequeño. Además, su curiosidad no se basaba sólo en el bello rostro del joven con el que había visto a su familiar, sino en que ese lindo chico le parecía bastante familiar, aunque no lograba recordar de dónde.

 

-¿Entonces no me dirás quién es tu nuevo amiguito?-

 

-Se llama Camus Blanc y viene de Francia-

 

-Oh la lá- dijo Julián viendo con una sonrisa pícara a su primo- ¿Y cómo es que fue aceptado en el Magno, Honorable, Benemérito y Loable Colegio de San Cirilo y San Metodio?-

 

-Es sobrino o algo de Alberich Zinnecker-

 

                La sonrisa y la expresión juguetona que Julián había mostrado hasta el momento desapareció como por arte de magia ante la mención de ese nombre que él conocía bastante bien, tan bien como conocía su sobrenombre de Barón Amatista.

 

-¿Zinnecker? ¿Dices que ese niño es familiar de ese sujeto?-

 

                Milo asintió y Julián se mostró un tanto sorprendido. Quizás estaba errado, pero le parecía que algo en toda esa situación no cuadraba para nada…

Notas finales:

   ¿Cómo ven? Han aparecido 2 nuevos personajes, ¿qué habrá detrás de cada uno? Las intrigas de esta historia apenas comienzan ^o^

   Espero sus review para conocer su opinión. Y espero poder subir el capítulo 4 a más tardar en una semana. Que estén muy bien. ¡Hasta la próxima! n_n


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