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Nuestra Pequeña Rutina por lakyday

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Capítulo 11: “Festival de sorpresas, parte III”

 

La leyenda cuenta que hubo alguna vez una hermosa sacerdotisa y un humilde pescador que estaban enamorados. Ella era muy importante y conocida para toda la comunidad, puesto que al ser aquel un pequeño poblado tan dependiente y frágil ante las fuerzas de la naturaleza, necesitaban de alguien que les pidiera a los dioses protección para la salud y el bienestar de las familias. Por ello era que, para seguir protegiendo al pueblo, la sacerdotisa debía casarse y tener descendencia de sangre que cuidara el templo en el futuro. Para definir quién sería el hombre afortunado, se realizó un concurso donde todos los interesados pudieran participar superando pruebas para identificar al hombre más virtuoso de entre todos los candidatos. Por supuesto, el pescador se sumó.

Así fue que, esforzándose al máximo y llegando al límite de sus capacidades, motivado por el ferviente deseo de ser quien estuviera al lado de la sacerdotisa por el resto de su vida, logró superar cada prueba que les exigían hasta que finalmente quedaron solo dos competidores y la última prueba, la más difícil y la que definiría todo: debían adentrarse en el mar, en una balsa, llevando con ellos nada más que rudimentarias herramientas de pesca y sal. Durante 14 días estarían navegando y al último día debían volver. El primero que regresara o el que lograra regresar, sería el ganador de la mano de la bella sacerdotisa, puesto que aquel hombre había sido elegido y cuidado por el dios del océano de manera que volviera sano y salvo.

Los hombres partieron en su travesía y durante cada noche la sacerdotisa iba a la playa en secreto para rogar a los dioses que protegieran a su amado de las turbulentas, traicioneras y peligrosas aguas de esa región.

Finalmente, al cabo de 14 días fue  la hora del regreso. La gente espero y espero hasta que al amanecer del quinceavo día vieron una balsa acercarse a la costa. Lamentablemente no era el pescador.

Pasó el día 15 y él no volvió. Sin embargo, la sacerdotisa si bien estaba resignada a casarse con el hombre que no amaba, seguía yendo todas las noches a la playa en secreto, donde encendía un globo de papel con la esperanza de que su amado viera el camino a casa y regresara algún día, porque aunque no pudiera estar con él como amantes, deseaba que volviera sano, vivo.

Pasaron muchos años desde entonces, ya toda la gente sabía el significado de aquella luz que se veía en las noches a lo lejos y sentía lástima por ella. Incluso el dios del mar quien la había observado todos esos años lanzar un globo de papel al océano, con esperanza, cada noche, se apiadó de ella y una noche le devolvió a su amado a quien había devorado.

Solo se sabe, por quienes vieron por casualidad la escena, que una noche de niebla apareció en la playa un hombre en una pequeña balsa, en la cual la sacerdotisa se subió y desaparecieron mar adentro para nunca regresar. Se cree que, amparados por el dios del mar, vivieron en el océano, juntos hasta el fin de sus vidas.

Desde ese entonces, en ausencia de la sacerdotisa que rezara por las personas, los aldeanos desplegamos cantidades de globos de papel, para pedir protección al dios del mar y a las otras dos deidades. Además, los enamorados piden su bendición para que su amor perdure frente a todas las adversidades.

 

Finalmente, luego de que la mujer terminara de dar todas las indicaciones, el conglomerado de gente comenzó a desplazarse entusiasmadamente hacia la playa. Entonces Ryu se preguntó si deberían reunirse con los demás para que su amigo y su novia compartieran ese momento juntos.

 

Le miró mientras que éste dirigía toda su atención hacia el espectáculo que se estaba gestando a orillas del mar. Abrió su boca sugerir que volvieran, pero de ella nada salió. La verdad, no quería volver, no quería, porque se vería obligado a observar como Kyu compartía un momento tan especial con megu. Además, obligado por la cortesía, él tendría que ceder ante la propuesta de Alicia de imitarlos, ya que su madre los había llevado hasta allí esa noche. De esa manera tendría que fingir que ella le agradaba, que todo era maravilloso, que nada le pasaba cuando veía a su chico de mirada dorada prometerle amor eterno a  esa otra persona.

 

- ¡Ryu, vamos! ¡se acabarán todas las conchas si no nos apuramos!

 

Gritó exaltado de pronto el moreno, haciéndole dar un pequeño brinco del susto. Seguido le tomó del brazo y les hizo correr hacia la multitud que se había apoderado de la costa.

 

El dragón aunque estaba confundido, sin saber qué pasaba por la cabeza de su amigo, no se quejó. ¿Cómo podría? Y sólo siguió las instrucciones de Kyu de encontrar esa valiosa coraza, aunque se preguntaba si Kyu había puesto algo de atención a todo lo que había sido dicho, a veces era bastante distraído. Sin embargo, el peliverde había oído perfectamente bien toda la historia y al mirar a la gente en el lugar vio que no sólo las parejas se encomendaban a la tarea, así que encontró la excusa perfecta para quedarse con Ryu a solas por un rato más y de compartir ese momento con él.

 

Bajaron a la playa y se metieron en la zona destinada a la etapa de la búsqueda. Encontrar el codiciado elemento no sería tan fácil, ya que la gran cantidad de gente limitaba la libertad de movimiento y obstruía la luz que emanaban de las antorchas que iluminaban la playa.

Caminaron entre la multitud hasta llegar a orillas de las olas. Allí donde aquellas regresaban al mar había una extensa variedad de conchas y caracolas de todos colores y tamaños, la que debían encontrar era de color blanco con un agujero al centro.

Concentrados en lograr el hallazgo la pareja no se percató de que se iban alejando uno del otro. Así que cuando levantaron la mirada para hablarle a su compañero, no vieron más que un extenso mar de rostros desconocidos.

 

- ¿Ryu? –susurró el peliverde mirando en todas direcciones.

- ¡Kyu! –alzó la voz el dragón, esperando que su amigo respondiera- tsk, ¿dónde te metiste?-murmuró para sí mismo, frustrado.

 

Ambos comenzaron a caminar entre la gente, en sentido opuesto al que llevaban antes de separarse, con la esperanza de volver a reunirse. Ni siquiera servía comunicarse por los móviles, ya que en esa gran masa de personas no había un punto que pudiera servir de referencia para ubicarse.

A Ryu no le agradaba en absoluto la sensación de estar perdido, aun menos entre tantos desconocidos. En esas circunstancias se volvía a sentir como cuando era pequeño. Desprotegido y expuesto. Con esa sensación de estar solo y en el lugar equivocado.  Era una completa molestia pasar por esa clase de situación.

 

- maldición… ¿Kyu, dónde estás?

 

La mirada de la gente extraña, puesta sobre él en ocasiones muy fijamente, no ayudaba para nada. Le hacía aún sentir más incómodo. Sólo quería encontrar a Kyu y no separase de él nunca más.

 

Por otra parte, Kyu era un caso completamente opuesto. Después de unos minutos buscando al peliazul sin éxito, decidió ir preguntándole a la gente si había visto a un chico muy guapo vestido de yukata negra. Lamentablemente las personas estaban más pendientes del suelo que de otra cosa. El moreno dio un suspiró de cansancio. De pronto parecía que Ryu había desaparecido de la faz de la tierra. Eso pensaba hasta que oyó a un par de chicas que hablaban cerca de él:

 

-¡mira, mira! –le dijo una a la otra- que lindo es ese chico.

- ¡uy, sí! Se ve tan kawaii con esa vestimenta.

 

Entonces miró en la misma dirección que ellas.

 

- ¡Ryu! –gritó aún sin divisarlo.

 

Mas, para su suerte, el dragón le escuchó perfectamente.

 

- ¡Kyu, aquí estoy! – le dijo de vuelta, levantando un brazo, destacándose así entre la multitud.

- ¡te vi, no te muevas!

 

En seguida caminó hacia él esquivando a las personas. Pero se tropezó con alguien y cayó al suelo a todo su largo, emitiendo un quejido.

 

- ¿Kyu, estás bien? -preguntó el azulino al llegar a su lado, mientras se inclinaba preocupado.

 

El peliverde se sentó en la arena al tiempo que se sobaba la nariz que había chocado contra el suelo.

 

- No pasa nada je je –sonrió con los ojos llorosos producto del dolor.

 

Entonces, cuando se iba a poner de pie vio que frente a sus ojos estaba lo que andaban buscando.

 

- ¡Ryu! – le llamó emocionado, levantó la concha y se la mostró- ¡la encontramos!

- genial – sonrió amistosamente el dragón.

 

 

Luego de eso se dirigieron a la zona de confección de los globos, un lugar allí mismo en la playa donde habían amplios mesones y personas entregando los materiales. Eligieron una papel blanco con diseños de lunas y soles en azul y amarillo respectivamente.

Una vez ubicados en un mesón con todo lo necesario, una de las personas que ayudaban en esa atapa del evento se les acercó. Más específicamente era una muchacha y en realidad fue a Ryu a quién le habló.

 

-Hola, ¿necesitas ayuda para armar tu globo? –le preguntó con una amable sonrisa.

 

El dragón, que nunca podría acostumbrarse al acoso de las mujeres, no supo contestar y miró a Kyu esperando que él decidiera.

 

- No gracias, estamos bien por nuestra cuenta.

 

Respondió con una sonrisa fingida y sin dejar de mirarla hasta que la chica se sintió incómoda y se alejó. Este era su momento con Ryu y no dejaría que esa chica lo arruinara tratando de coquetearle.

 

- ¿Oye, estas seguro de que estamos bien solos?

- ¡totalmente!

- no tengo la más mínima idea de cómo hacer esto…

- no te preocupes, déjamelo a mí. En mi casa, con mi madre, solemos hacer globos de papel para las fiestas desde que era pequeño –le informó con una amplia sonrisa.

 

Así fue que luego de algunos minutos y gracias a Kyu, el globo estaba armado y casi listo para ser lanzado. Sólo faltaba agregar las peticiones. Ryu tomó un trozo rectangular de papel color azul y su compañero tomó uno color verde.

 

- ¿qué vas a escribir? –preguntó el moreno con curiosidad.

- no lo sé…

 

La verdad, sabía perfectamente lo que quería así que luego de una pausa dijo:

 

- quiero que me prometas que no leerás lo que escribiré.

- ¿eh?... está bien –respondió con un puchero- pero entonces tú tampoco puedes leer lo que yo escriba.

- bien.

- bien.

 

Ryu empuño el laíz y escribió:

“Pido que Kyu me quiera”

Sonrió al contemplar su absurda petición. Sabía que por el solo hecho de escribirlo en un papel no se haría realidad, pero eso era lo que más deseaba.

“Y poder ser libre algún día”… agregó.

 

Por su parte, Kyu puso:

“Quiero que Ryu sea feliz” “Deseo yo hacerlo feliz”

 

Doblaron los trozos de papel y los colgaron del armazón de bambú.

 

- Listo- concluyó el peliverde- espero que tu deseo se haga realidad, Ryu –le dijo.

- no creo que eso suceda… -rió por lo bajo y con resignación el dragón.

- no seas pesimista, Ryu- le llamó la atención mientras comenzaban a caminar hacia la orilla del mar, donde estaba la zona de elevación de los globos- la vida está llena de sorpresas, todo puede suceder.

 

 

Habían también muchas personas en ese lugar y cada vez llegaba más, pero aún no daban la señal para encender los globos y elevarlos.

 

- Oye, Ryu… -habló el moreno mientras esperaban la señal bajo el cielo estrellado, a los pies de las olas.

- dime.

- si alguna vez te enamoras de alguien… quiero ser la primera persona en saberlo.

 

El peliazul le miró sin saber qué decir.

 

- ¿me lo dirás antes que a nadie?

- ¿a qué viene esta conversación?

 

Le preguntó tratando de no contestar, porque no podía decirle que justo en ese momento era él la persona de quien estaba enamorado.

 

- no es por nada… yo sólo quiero ser el primero en enterarme – “me gustaría, al menos, tener ese derecho ya que nunca seré aquella persona” pensaba en su fuero interno- ¿qué dices?

- está bien… -mintió.

 

En ese momento la animadora dio aviso que era la hora del lanzamiento. De pronto, pequeños focos luminosos comenzaron a aparecer por todo el alrededor, bañando a la multitud de una tenue y cálida luz.

 

- Estoy feliz de esta aquí contigo, Ryu.

 

Le confesó sujetando el globo, mientras su compañero encendía el algodón. Y entonces, de apoco, éste comenzó a sentirse más liviano.

 

- Yo también lo estoy… -le respondió con una sonrisa- no hay nadie más con quien preferiría estar ahora.

 

En seguida puso las manos sobre las de Kyu y empujaron juntos hacia arriba el globo de papel, que siguió su camino elevándose entre otros cientos que ya estaban en el cielo.

Era un momento mágico y el paisaje era hermoso. Una infinidad de luces flotaban en el aire, ascendían a lo alto del cielo, se reflejaban en el agua. Era todo un espectáculo de ensueño y el peliverde, con su mirada tan dorada como aquellas luces, colmada de asombro y emoción, dirigida con devoción para grabar ese momento para siempre en su memoria, no pudo evitar remarcar lo evidente:

 

- Es una vista hermosa… -susurró.

- sí que lo es…

 

Respondió Ryu, quien en realidad no miraba el paisaje sino que a Kyu, desbordante de emociones que demostraba con una transparencia que sabía él nunca podría poseer. Ese era el más hermoso espectáculo para él, las luces sólo eran el adorno allí.

Súbitamente el moreno volteó a verlo, encontrándose sus miradas y dándose cuenta que su amigo no se refería precisamente a lo mismo que él. Entonces ambos desviaron la mirada hacia lados opuestos, sonrojados.

 

- Olvida lo que dije – pidió el dragón tapándose la boca con una mano, instintivamente.

 

Kyu se armó de valor para, con su mano, tomar la que el peliazul se había llevado a la boca y retirarla mientras le decía:

 

- ¿Por qué razón querría hacer eso?

 

Le miró directamente a los ojos, mostrándole en su mirada y en una discreta sonrisa todo el amor que sentía por él. Ryu le sostuvo la mirada abrumado por las señales que le estaba mandando su compañero, pero él también envió la suya y le sostuvo firmemente de la mano, haciendo evidente que le gustaba ese contacto. Se miraron intensamente en esa evolvente atmosfera, con las emociones a flor de piel y a punto de dejarse dominar por sus sentimientos. Sin embargo, oyeron que les llamaron a lo lejos y esa burbuja en la que estaban se reventó.

 

- ¡Kyu! ¡Ryu!

 

Voltearon en la dirección de dónde provenía esa voz y vieron a Kintaro acercarse, seguido por el resto del grupo.

 

- Qué bueno que los encontramos –exclamó la Sra. Wood- ya veo que es cierto lo de tu vista de águila Kintaro-kun.

- Kyu, ven – le llamó megu tomándolo del brazo- hice este globo para nosotros, elevémoslo.

 

Entonces el peliverde se dio cuenta de que aún sostenía la mano de Ryu. Sin pensarlo bajo la vista hasta ellas provocando que los demás también lo hicieran, percatándose el resto del discreto contacto. El moreno hizo como si nada pasara, soltó la mano del dragón y guío a la pelirrosa más cerca de las olas para que lanzaran el globo, de esa forma, los demás tampoco le dieron mayor importancia.

Alicia se acercó a Ryu y le pidió que lanzaran juntos el que ella tenía. El peliazul aceptó por cortesía y le ayudó a encenderlo, aunque no puso ninguna petición en él.

Kinta, Kazuma y su tía también tenían globos que elevaron al cielo.

 

- Kyu, espera –le detuvo megu antes de que lo encendiera- aún no pones tus peticiones.

 

Entonces le ofreció papel y lápiz. Él los tomó y garabateó algo que ni siquiera eran palabras, ya que su deseo ya había sido lanzado al cielo, y luego lo colgó. Finalmente lo encendieron y lo elevaron.

 

-espero que estemos juntos por mucho tiempo más, Kyu –le dijo ella dándole un fugaz beso en los labios.

El peliverde suspiró. Se sentía tan mal por mentirle así. Tenía que decirle la verdad pronto, aunque fuera difícil, porque mientras más tiempo pasaba, más forzado se veía a fingir sentimientos que ya se habían extinguido y peor se sentía consigo mismo.

 

 

Continuará…

 

Notas finales:

y eso es por ahora :) espero que les haya gustado a pesar de lo largo que salió.


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