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Needing me (Hannibal/Will) por lovesg

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Capítulo 4: Rutina
 
 
Hannibal se levantó temprano, tomó una ducha rápida, desayunó mientras leía el periódico y se vistió. Era algo que hacia día  tras día desde hacía una década. Los miércoles por la mañana sin embargo salía incluso antes para ir al viejo mercado del centro.

El mercado de la calle treinta y tres abría siempre a la misma hora; las 8:45. Lo sabía porque cada miércoles Edward, un señor de setenta y tres años abría la puerta con la puntualidad de un reloj. Solo una vez no se había abierto esa puerta a su hora y Hannibal sabía que había sido porque había sufrido un ataque al corazón. Edward aseguraba que hubiera ido a abrir igualmente, pero las enfermeras no le dejaron y Hannibal sabía que decía la verdad. En los años que llevaba yendo cada miércoles nunca le había visto una mala cara ni un mal gesto.

Al llegar a las puertas metálicas de entrada al mercado las vio abiertas y supo que hora era sin mirar porque aquello siempre había sido así. El hombre lo saludó con una sonrisa y Hannibal se lo devolvió. Llegó hasta el mostrador de un puesto de delicatesen después de atravesar unos cuantos pasillos. Siempre los mismos, nunca otro camino y en esta ocasión esperó a que la dependienta dejara las cajas en la parte de atrás y limpiara un poco el mostrador. En el escaparate había varios tarros de scargots y ancas de rana. Realmente eran de esas cosas que uno no puede comparar con ninguna parte del cuerpo humano pensó Hannibal.

Escuchó a sus espaldas como la gente iba entrando y solo miró atrás cuando sintió algo tocándole el pie.

—¿Qué tenemos aquí?—murmuró Hannibal mientras miraba abajo. Era un pequeño perro de color marrón y un lazo rojo, que le apartaba el pelo de los ojos, que le olisqueaba los zapatos. El perro le bufó antes de rodearlo moviendo la cola y siguió oliendo su pantalón.

—¡Flafy!—llamaba una voz de mujer mayor. —¿Dónde estás? ¿Cómo le haya pasado algo? Oh mi pobre Flafy.

Hannibal se agachó para coger la correa rosa que llevaba al cuello. Era curioso, bueno tal vez esa no era la palabra exacta, tal vez desconcertante, que una cosa así inspirara a la gente ternura, que hicieran de sus dueños presas en vez de darles fuerza, porque para Hannibal los perros de Will lo hacían débil. ¿Cuántas veces no había pensado que sucedería si los tocaba? ¿Si les hacia algo? Aunque ni siquiera llegara a matarlos.  Oh, eso le destrozaría.

Una señora de pelo canoso cubierta de maquillaje y joyas se acercó hasta él. Llevaba unos tacones demasiado altos y ruidosos. —¡Mi Flafy! ¿Dónde te habías metido?  Siento si le ha molestado le dijo antes de agacharse para cogerlo en brazos y se marchó mientras seguía hablando con el perro.

—¿Que desea?—preguntó la dependienta y Hannibal  respondió lo de siempre porque al final las rutinas, nuestras costumbres de cada día es lo único que nos mantiene cuerdos.

****************

Era de noche cuando el hombre aparcó a escasos metros de la casa de Will. Bajó de la furgoneta gris donde un sonoro portazo y sacó una bolsa de deporte del maletero. Los perros habían empezado a ladrar pero no aceleró el paso ni pensó en marcharse. Sabía que Will estaba en casa de Hannibal y que los perros no tenían a nadie a quien alertar. Ninguna casa remotamente cerca ni carreteras principales. Realmente un lugar solitario. El hombre sonrió al pensar en cómo el sitio que te hace pensar que estás más tranquilo y seguro porque nadie puede molestarte es también el lugar donde tampoco nadie puede ayudarte.

Subió las escaleras del porche y buscó una llave cerca de la puerta para no tener que forzarla. Allí estaba. —Welcome Home.

****************

 

Hannibal cogió la botella de vino tinto y la inclinó ligeramente para rellenar la copa de Graham.

—No, gracias… No debería—se disculpó Will poniendo la mano sobre su copa.—debería volver pronto. No he ido a casa en todo el día y tengo que ver cómo están mis chicos.

Lecter tuvo que evitar hacer una mueca de disgusto. Otra cosa que se interponía. Llevando su bebida a los labios no podía dejar de pensar en lo fácil que sería destrozarlo y recoger y moldear lo que quedara de Will. Tan fácil… ¿Cómo alguien como él podía...?

—¿Estás bien, Hannibal? Te has quedado callado.

—Estoy bien.

—Tal vez es muy tarde. Estarás cansado y yo…

—Al contrario, amigo mío.  Solo pensaba—respondió Hannibal dejando la copa sobre la mesa. La chimenea estaba encendida y se escuchó el chasquido de la madera al quemar.

—Y... ¿qué es eso que te tiene tan pensativo?—preguntó Graham con cierta timidez.

Hannibal lo miró fijamente sopesando que decir hasta que decidió decir la verdad—En tí—Lecter sintió una gran satisfacción al ver como el rostro de su invitado se encendía hasta las orejas.  

Las manos de Hannibal rozaron el pie de su copa de cristal fingiendo casualidad comenzó a pasar las yemas de arriba a abajo como si la acariciara y Graham se encontró mirando como si no pudiera apartar la vista.

Graham tragó saliva y bebió el contenido que quedaba en su  copa—Tengo que ir al servicio… Dejando la servilleta sobre la mesa salió hacia la otra habitación.

—Lo hemos puesto nervioso, ¿eh?.—Susurró Hannibal para sí mientras paladeaba de nuevo el vino.

Cuando Graham regresó se había mojado la nuca y la cara porque aún quedaban algunas gotas sobre la parte de atrás del cuello y el cabello lo llevaba húmedo. Hannibal se mordió el labio inferior sin saber qué es lo que desaba hacerle en ese momento.

Hannibal se levantó para buscar el postre a la cocina.

—Yo…—Graham apoyó las manos sobre la mesa para ponerse en pie, pero Hannibal lo detuvo. Sus manos sobre los hombros indicando que no era necesario.

—No tardaré, Will. Recuerda que eres mi invitado—mientras le hablaba sus dedos acariciaban sus hombros y cada palabra que le decía cosquilleo en su nuca aún húmeda.

— ¿Te gustan las fresas?—preguntó Hannibal desde la cocina.

—Sí, claro.

Hannibal cogió una bandeja, dos platos blancos y alineados, dos cucharillas de postres y dos tenedores. Limpió las fresas y las colocó con cuidado antes de dejar caer un hilo de chocolate para adornar el borde de los platos y nata, hecha por él. Sacó un cuchillo bien afilado del cajón y lo dejó sobre la bandeja. Se colocó el trapo en el brazo como los metres y levantó la bandeja.

Dio un paso hacia el salón y miró de nuevo el cuchillo. Vio sus ojos reflejados en la hoja y volvió a dejar la bandeja en la barra de la cocina. En esta ocasión no había motivos para llevarlo —Rutina—murmuró antes de dejar el cuchillo dentro del cajón—Rutina.

Notas finales:

Se que hacía mucho que no actualizaba, pero hacia tiempo que no me encontraba del todo bien y depues de varios meses pachucha un analisis de sangre y una biopsia a todo correr pues aquí estamos con animos y ganas de continuar con esta y otras historias. ;) Espero poder actualizar pronto Siento la espera. :)


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