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A los caprichos del príncipe se sirve con gusto por sue

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Notas del capitulo:

 

 

 

¡Hola a todos! De vuelta con los caprichos del tierno y adorable príncipe Soma ^o^ espero que sea de su agrado n.n

 

 

 

 

 

Con la poca luz que entraba por el cuarto se le hacía difícil ver, se abrió paso hasta donde el mayordomo negro le indicaba. Sebastian encendió unas cuantas velas, lo suficientes para medio ver la silueta del otro.

 

 

 

- El señorito Ciel parece que se está divirtiendo.

 

 

 

- Mmm, Soma le hace recordar que apenas es un niño.

 

 

 

 

- Si, me alegro que el príncipe Soma los haya conocido… ¿Mayordomo-san? – El pelinegro se hallaba frente a él, observándolo…podría decirse que maliciosamente.

 

 

 

- Agni… ¿Quieres ver un truco? – La luz de las velas difuminaban su rostro.

 

 

 

- ¿Un… truco? – Le miró extrañado.

 

 

 

- Si, un truco muy interesante…

 

 

- Esto…

 

 

El peliblanco no se notaba muy convencido. El demonio se colocó ambas manos en la cara, cubriéndola por completo, Agni permaneció en silencio, extrañado y atento a lo que ocurría. El mayordomo negro entonces retiró las manos de ambos lados descubriendo que su rostro ya no se veía como antes, sus ojos ahora mieles, su cabello largo y su piel oscura.

 

 

 

- ¡!... ¿So…ma? – Estaba boquiabierto.

 

 

 

¡Era imposible! Naturalmente aquello le hubiera parecido una especie de herejía o acto pecaminoso que debía ser castigado, y hubiese actuado con toda la actitud de un verdugo contra el hombre, pero la imagen frente a sí, era tan nítida, tan perfecta, que no podía hacer nada para salir de su asombro.

 

 

 

- Agni… mi Agni – Susurraba deliberadamente – Ven Agni.

 

 

 

El peliblanco tragó grueso, ciertamente jamás en su vida había visto algo de ese calibre.

 

 

- No tengas miedo – El hombre se acercó hasta el hindú. Acogió con sus manos el rostro moreno – Soy yo, tu príncipe… – Acarició la mejilla con extrema dulzura.

 

 

- Príncipe Soma…

 

 

Era como ser victima de un hechizo, Agni sentía que era absorbido por la imagen que tenía enfrente, sentía la necesidad latente de dar rienda suelta a cada uno de sus deseos… como si aquella fuera su última oportunidad.

 

 

 

Sin pensarlo más, Agni tomó al hombre frente a él y lo abrazó con extremo deseo, suspirando y gimiendo su nombre una y otra vez… olvidando que nada de lo que veían sus ojos era real.

 

 

- Bésame Agni… - Exclamó el ahora de piel morena - Poséeme… - Incitó con su voz seductora.  

 

 

- ¡!

 

 

Mientras…

 

 

Entre los pasillos de la mansión, el verdadero príncipe Soma andaba busca que busca a su mayordomo.

 

 

 

- ¿Agni? – Abría la puerta, observaba y si no estaba ahí seguía con su cometido - ¿Estas ahí?

 

 

 

- Te he dicho mil veces que cierres una puerta antes de abrir otra.

 

 

 

 A ciel le encantaba el orden, cuestión que el príncipe no respetaba para nada. Pudiera haberse quedado con el resto de la gente ¿Por qué entonces se hallaba con Soma? Pues el moreno no le soltaba de la mano para nada, supuestamente le tenía fobia a la oscuridad “que niñato, a esa edad y con eso todavía” pensó Ciel.

 

 

 

 - ¡Oye! ¿Y como qué estaría haciendo tu sirviente por estas habitaciones? No le veo sentido, regresemos al salón… “Quizás Sebastian está ahí esperándome… ¿Pero que rayos estoy pensando?” – El niño sacudió su cabeza.

 

 

- Cielito, en vez de quejarte deberías ayudarme a buscar a Agni – Agitaba su mano libre, tratándolo como su plebeyo.

 

 

- “No está escuchando verdad” – Tenía un tic en una ceja - Si me sueltas podría hacerlo.

 

 

- Mmm – El moreno lo miró desconfiado por un segundo - ¿No vas a intentar escapar, cierto?

 

 

 

- ¿Serás…? – El conde se sintió ofendido – No creas que todos tienen tu infantilismo.

 

 

 

- Ya, ya - Lo soltó – Cielos, cielito ¡Que carácter! – Revisaba una de las habitaciones.  

 

 

 

- Deja de llamarme así… ¿Are? – Más indignación.

 

 

Ciel entró a la habitación, había escuchado uno que otro ruido; al fijarse bien en el interior de la misma, se percató de que una luz era visible. Afiló la vista hasta que los halló…

 

 

- ¡No… puede ser! – Mencionaba luego de salir.

 

 

- ¿Qué es lo que no puede ser Cielito?

 

 

 

- ¡Nada! – Se interpuso ante la puerta, con la cara pálida.

 

 

 

- Si no fuera nada me dejarías ver. Anda, deja de comportarte como un niño y déjame ver – Hablaba de nuevo de forma madura.

 

 

- ¡Grrr! – El conde estaba molesto, decidió entonces complacer a su “majestad”.

 

 

Ciel se apartó y la puerta fue abierta por el mayor con suavidad, al introducir su cabeza buscó lo que tanto había llamado la atención del peligris, más sólo veía penumbra y una débil luz que lo hizo dirigir su atención a uno de los muebles largos que se encontraba en el medio de la habitación.

 

 

 

Algo, o más bien alguien estaba ahí, de eso estaba seguro. Soma se introdujo por completo en la habitación sin hacer el menor ruido y olvidándose de su supuesto miedo a lugares oscuros. Se asomó por arriba del mueble, para ver tumbados en la alfombra dos siluetas: Una era de Sebastian y la otra de su sirviente Agni.

 

 

 

El príncipe no pudo dar crédito a lo que veían sus ojos, le era imposible articular palabra, estaba en estado de shock, sus ojos parecían haber perdido su brillo y su boca se mantenía ligeramente abierta, “Sebastian y Agni, ellos se están… besando” y es que la escena no iba más allá, pero igualmente era sorpresiva.

 

 

 

- ¡Bueno ya basta! ¡Suficiente los dos! – Ciel entró de golpe y se detuvo en frente de la pareja – Desvergonzados… ¿Cómo se atreven a hacer semejante escena en mi mansión?

 

 

 

Tal vez, es de esperarse que la reacción anterior por parte del conde fuera extraña, pero no había intervenido debido a un sentimiento de protección que tuvo; no pensó en él, sino en Soma, había querido evitar que el príncipe viera lo mismo que él.

 

 

 

- ¡Señorito Ciel! – Agni reaccionó, como si hubiera estado inmerso en una especie de hechizo - ¡Mayordomo-san! – Cayendo en cuenta del que al que estaba besando no era exactamente su adorado príncipe.

 

 

- Lo siento joven amo, pensé que a estas habitaciones nadie llegaría esta noche  – Mostró su falsa sonrisa luego de relamerse.

 

 

- Pues, pensaste mal - Ciel lo miró con furia, su entrecejo no podía dar más de ahí – Y que descaro…

 

 

 

- Príncipe Soma – Agni se percató de la presencia del muchacho, quien por nada del mundo pronunciaba palabra alguna.

 

 

 

- Agni tú… - Su voz quebrada, estaba temblando. No pudiendo soportar aquello, salió corriendo de la habitación.

 

 

 

- ¡Príncipe!

 

 

 

El peliblanco fue inmediatamente a perseguirle, no podía permitir dejar sin explicación a su amo.

 

 

 

Ya solos en la habitación, Sebastian se arregló el saco que instantes antes había estado abierto, Ciel evitaba encararlo.

 

 

 

- Lamento que haya tenido que ver algo como eso joven amo… ¡!...

 

 

La bofetada que el mayor había recibido, fue tan fuerte, que su rostro se giró de un lado. Seabastian bajó la mirada, extrañamente no detestaba recibir tales reprimendas de parte de su señor, le era grato, ya que en aquella ocasiones podía sentir el roce de la piel del pequeño aunque fuera por unos segundos.   

 

 

- ¿Joven amo?

 

 

 

Ciertamente se merecía que le golpeara, pero lo que no se esperaba era encontrarse con los ojos de Ciel llenos de lágrimas, el niño se mordía el labio de la rabia.

 

 

 

- ¿Por qué llora?

 

 

- ¡¿Cómo te atreves?! ¡Te dije muy bien que no jugarás conmigo! – Le gritaba con sentimiento – Snif… Eres un demonio  y te gusta burlarte de los demás… pero… no pensaba que para ti yo era parte de ellos… - Desvió su triste y mojado rostro – Inclusive… llegue a pensar que… me… - Susurró apenado y hasta enojado por confesarlo – Que… rías…

 

 

 

- ¡! – El mayordomo negro tenía los ojos abiertos al máximo, nunca se esperó aquella confesión por parte del menor.

 

 

 

- Es gracioso ¿No? Amor… ridículo – Chistó – Me he vuelto… un estúpido.  

 

 

 

- Joven amo… ¿Es verdad lo que dice? – Lo miró con los ojos afilados seriamente.

 

 

 

- ¡No importa! – Gritó – Porque, todas esas veces… en todas esas ocasiones… estuviste jugando conmigo – Hablaba con cierto tono de ironía – Cierto… no era más que eso… un capricho de un demonio – Se llevó una mano a la frente - ¡!... Sebastian.

 

 

 

Ciel era acogido por un fuerte abrazo, un abrazo que Sebastian pronunciaba con fervor, apretando y atrayendo a más no poder el cuerpo del pequeño.

 

 

 

- Le mencioné que no debía dudar, porque al hacerlo me haría dudar a mí también – Mencionaba – No diga jamás eso, yo no miento y no mentía al decirle que no eran juegos. Joven amo, no puedo negar que deseo poseerlo, pero es un sentimiento de posesión muy distinto del que como demonio puedo llegar a tener. Temo que me he rebajado a sentir como un humano.

 

 

- Je… - Rió irónico - ¿Rebajado? ¿Soy tan poca cosa para un demonio de tu clase?

 

 

Ante esa pregunta Sebastian intensificó la pasión con que lo acogía.

 

 

- No piense eso. Así no son las cosas.

 

 

- ¿Ah no? ¿Y que hay de Grell? Estuviste pasándotela muy bien con él hace un rato – De nuevo se sentía avergonzado de tener que sentir celos por ese shinigami vulgar.

 

 

 

- Ya le dije que negociamos, era la única forma no violenta para que se fuera.

 

 

 

 - ¿Crees que soy estúpido? ¿Y que hay de Agni? – Encaró al ojirojo como pudo - ¿Qué no acabo de ver lo que hacías con él? ¿Pensabas también “negociar” con él?

 

 

 

- Hum… - Sebastian suspiró, era complicado entrar en razón al conde – Sólo quería saber hasta donde era capaz de llegar el que posee la bendición de un Dios – Sonrió travieso – Sólo era algo que no pude resistirme como demonio que soy…

 

 

 

Como pudo cargó al menor, y entre quejas y pataleos lo llevó hasta la cama, donde se ubicó arriba de él, para evitar que escapara.

 

 

 

- ¿Qué haces? ¡Suéltame! – Fingía estar molesto, pero realmente estaba feliz de haber escuchado todo lo que Sebastian le había dicho.

 

 

 

- Conde… mi joven amo. Ésta vez quiero llegar hasta el final con usted – Se acercó a su oído – Nunca, en los años que llevo viviendo he sentido lo que siento hasta ahora. Me he encaprichado no sólo con su alma, si no también con su cuerpo. Quiero devorarlo, pero no del modo habitual. Quiero permanecer siempre a su lado… jamás alejarme… que me necesite, que dependa sólo de mí ¡Oh querido! Quiero que te entregues a mí en todo el sentido de la palabra. 

 

 

 

- Yo… - Era tan lindo, Ciel se había sonrojado.

 

 

 

- Mmm… ya veo. Supongo que lo que debo decir es… – Sonrió levemente. Acto seguido susurró de ésta vez: - Lo amo.

 

 

 

 

- ¡Pero…! – El conde pudo percibir la sinceridad en sus palabras, lo que le hacía sonrojarse más.

 

 

 

- Lo amo tanto que a veces temo no poder complacerlo por completo…

 

 

Sebastian se detuvo cuando Ciel decidió encararlo, el iris de su ojo descubierto brillaba.

 

 

 

¿Acaso eso era posible? El conde se sentía confundido, creía que su corazón estaba vacío, que jamás volvería a sentir afecto por nada ni por nadie… ¿Qué era eso que chocaba contra su pecho y le quitaba el aire?

 

 

  - Lo que dices… ¿Es eso cierto?

 

 

 

- Jum… Puede confiar en mí. A diferencia de los humanos – El pelinegro besó su frente - los demonios no mentimos.

 

 

 

Continuará…

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

 

 

 

Mo…. *-* gracias por llegar hasta aquí y si es de su agrado dejar un rr ^-^ felices fiestas!! Bye Bye!!

 

 

 

 


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