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El sindrome de Estocolmo por Cucuxumusu

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Notas del capitulo:

Aki les dejo el siguiente cap

 

 

Los meses habían pasado, pero la situación en el frente no mejoraba, es más, cada vez iba a peor. Los Alemanes habían perdido ya varias guerras, demasiadas desde que  los Estados Unidos se había unido a los aliados. Los bombardeos habían comenzado a lanzar su carga sobre la ciudad hacia unos días y el racionamiento de la comida empezaba a matar de hambre a la población Berlinesa.

Se habían suspendido todo tipo de trabajo, pidiendo a la población que se refugiase en sus casas y los pocos que se aventuraban a salir a la calle miraban con miedo al cielo. Estaban perdiendo la guerra. Todos lo sabían y aunque el further se empeñase en decir lo contrario las derrotas hablaban por si solas.

Los aliados estaban a pocos kilómetros de Berlín, el ejercito Aleman ejército había sido aniquilado, sus aliados les habían abandonado, no había comida, no había dinero, no había nada.

Mientras tanto en la pequeña y vieja casa en el centro de Berlín un albino canturreaba ajeno a la catástrofe mientras preparaba la deliciosa comida a base de repollo cocido y patata. No había más para cocinar.

-Gilbert deja de cantar- pidió el otro preocupado, no era el mejor momento para cantar- no me dejas escuchar la radio-

-Oh venga que va a decir- dijo el otro regalándole una reluciente sonrisa- los alemanes han perdido aquí, los alemanes se han rendido allí, los alemanes esto, los alemanes lo otro…- enumero haciendo una mueca  de disgusto.

-Si ya, ya cállate- El otro subió más el volumen de la radio

Gilbert entonces se enfurruño, nadie le ignoraba, y mucho menos el rubio gigante que tenia por niñera, el era dios y a dios no le ignorabas, le rezabas y alababas pero nunca le ignorabas. Dejo la olla burbujeante cual poción de brujas y se acerco a Ludwig abrazándole por detrás. Le iba a tomar el pelo por aquello.

-Ludwig- siseo roncamente contra su oreja mientras echaba su aliento sobre su cuello. El rubio se tenso y dejo inmediatamente de prestar atención a la radio. Justo como quería. – Deja la radio y hagamos algo divertido- ronroneo sensualmente con una indirecta mientras sus labios rozaban la piel sensible detrás de su oreja.

El chaval pasó a ponerse rojo, luego a temblar ligeramente entre sus brazos y finalmente soltó en un suspiro todo el aire que había estado conteniendo. Gilbert sonrió satisfecho, ahora era el momento.

-Así que venga, ¿por qué no jugamos a las cartas?- murmuro vilmente.

La cara que puso el otro. Una mezcla de decepción y sorpresa mezclada con vergüenza, fue para partirle de risa, sin embargo se contuvo. Tampoco quería dejarle por los suelos. Contento con el resultado de su plan diabólico, volvió a centrar su atención en el mejunje en el fuego.

 

Pero Ludwig no se había quedado satisfecho, últimamente el albino le había dado la costumbre de molestarle de aquella forma y la verdad es que le sacaba de quicio. Le dejaba preguntándose qué narices había estado esperando o por que se había sonrojado. Tenía que zanjarlo de una vez.

Tomando la muñeca del albino antes de que se alejase demasiado, tiro de él haciéndole perder el equilibrio Y caer por encima del respaldo del sofá. El albino quedo entonces tumbado de mala manera sobre el sofá con la cabeza sobre  las rodillas del menor.

-No vuelvas a hacer eso enano- le pidió con el ceño fruncido- o la próxima vez puede que acabes mal- siseo una amenaza con ¿Doble intención? Dios mío ¿qué le estaba pasando?- y ahora relájate y escucha la radio a ti también te interesa- y subió aun más el volumen al aparato.

-Pero  la comida..- empezó Gilbert levantándose, aun sorprendido por el cambio de humor del menor y ¿la doble intención?.

-La comida estará bien, no creo que sepa aun peor aunque se queme- dijo empujándole de nuevo contra sus piernas para que se tumbase.

Finalmente Gilbert se rindió y hizo lo que él mayor quería. La radio era como su profesor en el reformatorio, aburrida y monótona y como en clase se fue quedando dormido lentamente. El sofá era cómodo, el hombre a su lado le daba un agradable calor y la mano acariciando su pelo le hipnotizaba.

De repente un chillido empezó a oírse en la calle, largo y profundo rompiéndole lentamente los tímpanos. El sueño se acabo y se irguió asustado. Ludwig a su espalda también se tenso y se levanto. Era la alarma anti bombardeos. Estaban bombardeando Berlín. Otra vez.

Temblores empezaron a recorrer la casa inmediatamente, las cosas empezaron a caerse de la estantería, los cuadros de la pared, se oían gritos, llantos y explosiones.

-Al suelo- ordeno Ludwig con aquella voz autoritaria y la mirada seria que le había visto cuando se convertía en un soldado. Tan autoritario, tan seguro tan arrogante y masculino.

-Espera, tengo que apagar la cocina o la casa explotara- exagero gritando por encima del ruido. Acatar órdenes no era algo que se le diese bien  y más si se las daban en ese tono. El no era alguien sumiso y el otro tenía que entenderlo de una maldita vez.

-Espera Gilbert…- pero el ya estaba en frente de la olla burbujeante que se balanceaba peligrosamente.

Retiro primero la cazuela del fuego para que no volcase y a continuación apago el gas y el fuego. Luego tan rápido como se había ido, volvió con Ludwig, que le dedico una mirada asesina dejando claro que cuando todo acabase la bronca iba a ser épica.

-Ahora señor “yo hago lo que quiero” túmbate en el suelo si no quieres que te tumbe yo- y antes de que Gilbert pudiese hacer nada el otro le hizo una llave de Judo tirándole al suelo dolorosamente.

-Eso lo has hecho aposta- protesto el otro sobándose el dolorido culo.

-Por supuesto- dijo el otro con una sonrisa arrogante a lo “ Aunque no seas sumiso acatas mis órdenes y punto” y tumbándose sobre él para protegerle de las cosas que caían.

Se quedaron allí, tumbados uno encima de otro, con la respiración alterada a causa de la adrenalina,  con la cara a milímetros de la del otro, esperando a que acabase. Pero el bombardeo duro demasiado, y cuando la sirena dejo de destrozar sus tímpanos y se levantaron su cuerpos se sentían agarrotados a causa de la tensión que habían soportado.

-Se acabo- murmuro Ludwig en el repentino silencio que inundaba la sala. Libero entonces a Gilbert del agarre al que le había tenido sometido contra el suelo para que no se moviese. Ahora que lo pensaba todo aquello había sido demasiado…íntimo.

Un sonrojado albino se levanto entonces del suelo en el mismo momento en que se vio liberado y se abalanzo a por el teléfono. Ludwig le dejo hacer. Gilbert marco rápidamente un numero puso el teléfono contra su oreja y espero…un pitido…dos pitidos… su corazón se encogió dolorosamente.

-¿Diga?- se escucho al otro lado del teléfono, una voz tranquila y despreocupada.

-¿Antonio? Antonio oh dios mío ¿estás bien?- pregunto completamente aliviado

-Si no paso nada, estaba con Vicent haciendo…- Gilbert pudo sentir enrojecer a su amigo al otro lado de la línea y sonrió a pesar de la situación.- Bueno…em…- siguió Antonio- estamos bien, Vicent me protegió él es…- Gilbert le interrumpió antes de que empezase a hablar del maravilloso Vicent

-Quiero que vengáis aquí- ordeno con el mismo tono con el que Ludwig se había dirigido a él momentos antes, completamente dominante.

-¿Qué?- pregunto el moreno con tono de susto.

-Nuestra casa es más segura que la vuestra, estamos al lado de un museo, monumento histórico que ambos bandos acordaron nunca bombardear, aquí estáis seguros, allí no- dijo con su aplastante argumento.

-Oye- protesto Ludwig a sus espaldas- no invites a gente a casas que no son tuyas- pero Gilbert le ignoro y siguió hablando con el otro.

-¿Vienes? – pregunto.

-Vale- susurro- estaremos allí en un momento, pero...-

-Bien tráete algo para dormir, cojines, mantas…- le interrumpió.

-Vale- dijo obediente

-Bien os esperamos, voy a llamar al salido de Francis- concluyó antes de colgar para volver a marcar.

La conversación con el Francés fue corta pero intensa. Gilbert enrojecía, luego insultaba y finalmente le ordenaba que fuese a su maldita casa. Cuando colgó al cabo de diez minutos tenia los nervios a flor de piel y Ludwig se descojonaba de él.

-Oye-. Murmuro Ludwig intentando a duras penas contener una sonora carcajada- eres consciente de que no caben aquí seis personas ni a presión ¿no?- pregunto preocupado por la integridad de su casa.

-Bah, ya nos apañaremos- dijo mientras realizaba un gesto con la mano para quitarle importancia.

Luego entre los dos intentaron poner la casa en orden. Volvieron a poner las cosas que no habían acabado rotas en las estanterías, colgaron los cuadros, tiraron las cosas que se habían roto y finalmente comieron el menjunje que se había quedado frío en la olla.

-Esta asqueroso- se quejo Gilbert- y es todo tu culpa, por no dejarme controlar el fuego.-

El otro simplemente se encogió de hombros pasando de todo y comiendo el mejunje como si no tuviese papilas gustativas. Como podía un hombre tocarle tanto las narices, pensó Gilbert intentando no matar al hombre enfrente suyo mientras una vena le palpitaba en la sien.

Al rato sonaron unos golpes en la puerta y Gilbert feliz como una perdiz corrió a abrirla. Aparecieron entonces un moreno sonriente y un rubio malhumorado. Ambos cargados hasta arriba de almohadas, mantas y demás bártulos. Antonio entro felizmente como Pedro por su casa y descargando sus cosas sobre un sofá le dio un fuerte abrazo a Ludwig.

-Gracias por dejarnos quedar en tu casa – le dijo con una mirada agradecida.

Vicent mientras tanto fulminaba a todos con la mirada. Haría lo que fuese por mantener a Antonio a salvo, pero de ahí a que todo el mundo fuese tan cariñoso con el…Además justamente les habían interrumpido en medio del acto, justo cuando iba a hacer a Antonio suyo va y se ponen a bombardear. ¿Como podía tener tanta mala suerte?

-Pasa tu también anda- le pidió Ludwig ya que Gilbert no parecía por la labor de dejarle entrar.

-Gracias- respondió secamente, mirando a Gilbert con odio.

Antonio mientras tanto ya se había recorrido media casa y revisado todas las habitaciones buscando donde dormir.

-Oye solo tenéis una cama donde vamos a…. ¿Oye que es eso? ¿Un plato Alemán?- dijo el despistado Antonio sin poder fijar su atención en una cosa más de dos minutos.

Rápidamente se acerco a la mesa y tomando una cuchara probó el mejunje que Gilbert había cocinado. Escupió al instante.

-Pero que narices es esto, esta asqueroso, menos mal que viene Francis que cocina bien que si no con la cocina alemana acabamos muertos- dijo ignorando a los dos alemanes que tenía a su lado y que empezaban a cabrearse por las confianzas que se tomaba el moreno.- Mira Vicent prueba esto- dijo Antonio acercándose al Holandés.

-Ni de coñ…- pero ya era demasiado tarde, Atonto ya le había embutido la cuchara en la boca.

El holandés se puso pálido, luego azul y finalmente corrió al baño a vomitar. Antonio se acerco a él preocupado, Gilbert se descojonaba y Ludwig les miraba raro.

-¿Pero quién cojones a echo esa atrocidad?- protesto el Holandés, volviendo del baño ayudado por Antonio y mirándoles con odio por haber intentado matarle.

-Gilbert- murmuro el rubio impasible.

-Eso explica todo- concluyo Vicent.

La vena comenzó a saltar en la frente del albino mientras Antonio estallaba en carcajadas divertido. Ludwig se dirigió a la puerta al haber oído unos golpes.

-¿Que has querido decir con eso?- empezó  a protestar Gilbert.

Pero Francis entro felizmente por la puerta y corrió a abrazar a sus amigos deteniendo inmediatamente la pelea.

-Gilbert, Antonio, mes amours- grito felizmente dándoles un abrazo, demasiado efusivo.-Gilbert sabia que en el fondo eras un pervertido, pero nunca pensé que pudieses ser capaz de montar una orgia en tu casa- dijo felizmente- realmente estoy orgulloso de ti-

El silencio inundo la casa. Ludwig y Vicent miraron raro al Francés, Antonio miro con asco a Gilbert, Gilbert enrojeció y el inglés parado en la puerta simplemente negó con la cabeza, ya acostumbrado a su amigo rarito.

-Ignorémosle- empezó Arthur- es lo mejor- dijo con aire de conocedor de la materia.

-Bien como estaba diciendo Antonio antes  de envenenarme, ¿donde dormimos?- pregunto el Holandés.

-Podemos poner las mantas y almohadas en el suelo, con los cojines del sofá y la cama podemos hacer una especie de colchón gigante- aventuro Gilbert ya habiendo planeado todo.

-Por mi vale- dijo Arthur.

Y todos se pusieron manos a la obra apartando muebles, extendiendo mantas y cojines hasta que todo el salón pareció una cama gigante. Francis se dedico a preparar una comida decente para todos mientras Arthur le miraba fijamente apoyado en el mueble de la cocina. De vez en cuando Francis le dedicaba una pequeña sonrisa o cuando pasaba a su lado le daba un suave beso, una caricia y Arthur se sonrojaba. Eran la pareja perfecta y nadie decía nada al respecto, simplemente fingían ignorarles.

Por su parte Vicent no dejaba alejarse a Antonio más de dos metros de él, pero Antonio no se enteraba, simplemente se quejaba de aburrimiento.

-¿Por qué no jugamos a las cartas?- aventuro Gilbert tumbado en una de las camas improvisada al lado del moreno para desgracia de Vicent. Ludwig fulmino al albino con la mirada, lo que hizo que este solo ampliase más su sonrisa.

-Buena idea- dijo Antonio tumbándose sobre el estomago de Gilbert.-Hace mucho que no juego a las cartas, la última vez fue cuando estaba en España con mi familia…- su cara de repente se volvió triste con el recuerdo de su patria.

-¿Qué pasa Antonio?- dijo Gilbert levantándose y abrazándole posesivamente mientras miraba de reojo como Vicent chirriaba los dientes.

-Echo de menos a mi familia- Dijo abrazándole- y cuando jugábamos al mus-

-Bueno si quieres podemos volver a jugar de nuevo- dijo apretando mas al moreno contra el y haciendo que Vicent le dedicase una mirada de odio profundo.

Pero nadie jugo a las cartas, repentinamente las sirenas volvieron a sonar alto y claro alertando a todos instantáneamente. Un bombardeo al día era normal. Dos preocupante. Pero aquel día había habido tres contando el de la mañana. Algo iba muy, muy mal.

-Al suelo- volvió a gritar Ludwig con su voz de soldado de nuevo imponiéndose.

 Todos obedecieron, Vicent arranco a Antonio de los brazos de Gilbert y le estrechó contra él a modo protector, Antonio se aferro a él felizmente, con la llorera olvidada y con el musculoso cuerpo del otro rodeándole. Por su parte Francis apago la cocina, agarró a Arthur, que protesto diciendo que el no necesitaba ayuda, y se tumbaron en uno de los cojines abrazados también.

Gilbert miro a Ludwig y este le devolvió la mirada desde la otra punta de la habitación. Gilbert estaba paralizado, la mirada que le dedicaba era tan intensa que le cortaba la respiración. Ludwig por su parte corrió a encontrarse con él y volviendo a cogerle de la muñeca le inmovilizo contra el colchón quedando encima de él otra vez. Sin apartar la mirada de la suya en ningún momento. Si hubiesen estado en otra situación, aquello podía haberse interpretado de una manera muy distinta.

Todos esperaron en silencio. Preocupados, asustados, rezando por que acabase el holocausto. Repentinamente unos golpes se oyeron en la puerta y todos se volvieron preocupados. Los golpes siguieron sonando cada vez más fuertes hasta que la puerta se empezó a fracturar. Luego los golpes pararon para, a continuación, reventar la puerta.

Entraron seis soldados cargados con metralletas y con cascos azules. Antonio chillo y se pego mas a Vicent que le estrecho entre sus brazos protectoramente, Arthur y Francis les miraron desafiantes y los otros dos sorprendidos.

Uno de los soldados se acerco, llevaba un brazalete en el brazo que indicaba que era el jefe del grupo, entonces quitándose la mascara antigás para poder hablar mejor pregunto:

- Ludwig? Is any man called Ludwig in here? - ( ¿hay algún hombre llamado Ludwig aquí?) Pregunto el soldado.

El nombrado levanto una mano e inmediatamente seis metralletas le apuntaron. La casa estaba en silencio, las bombas seguían estallando fuera, todos le miraban asustados, su casa hecha un desastre, su puerta destrozada y extraños apuntándole.

-Gentelman- (señores) continuo el soldado- Berlin is our now and you sir are arrested-(Berlín es nuestra ahora y usted señor está bajo arresto) declaro el soldado obligándole a levantarse, arrancándole de los brazos del albino. Luego le puso contra la pared para registrarle. 

 

 

Notas finales:

Weno aki el sexto capitulo no me gusto mucho como ha quedado pero bueno...

Si kieren Lemon entre alguna de las parejas aparte de los protas diganmelo.

Weno dejen reviews plis o no continuo ¬¬

Sayonara n.n


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