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Pertenencia por Ariisa

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Notas del capitulo:

Hola!

Espero les agrade el capítulo! c:

Capítulo VI: No hace falta que me busques.

 

 

 

 

— No, nada de eso, a la fiesta van todos.

 

— Y cuando dice todos, son TODOS los de último año. Es tu obligación ir.

 

— Además, así podrán conocerte mejor los demás.

 

— Por ahí dicen que la única forma de conocer a alguien, es cuando está borracho —risas.

 

—… no lo sé.

 

Debía ser la primera vez que Zachary dudaba sobre asistir a una fiesta. Vamos, que siendo sincero, cuando estaba en Huntington Beach era fiesta tras fiesta y borrachera tras borrachera. Quizás porque así olvidaba con mayor facilidad sus problemas cotidianos, pero también porque sus amigos estaban allí y entre todos hacían las estupideces más grandes e inimaginables, de las que se carcajeaban por largo tiempo.

 

Mas ahora su situación había cambiado lo suficiente como para hacerlo dudar. Últimamente no tenía tantos deseos de salir de casa ni parrandear por ahí. Pero… tal vez era justamente aquello lo que necesitaba, ¿no?

 

— Zacher… ¿te vas a hacer de rogar? —Preguntó Martin, sonriendo.

 

— No, no… está bien. Cuándo y dónde.

 

— Ese es mi chico —bromeó Jason, tomándolo del cuello y revolviéndole el cabello.

 

Ya habían pasado al menos dos semanas desde que conociera a los chicos que formaban su nuevo grupo de "amigos". No era que fuesen amigos íntimos, como sí lo era con todos los muchachos con los que compartía en Huntington Beach, pero se llevaban bien y le ayudaban a hacer su vida más llevadera. Con quienes más tiempo pasaba eran Jason y Matt, ya que compartían varias clases, también con Jules. Con Martin siempre tenían opiniones opuestas, pero no se llevaban mal tampoco y cada vez que coincidían podían debatir sobre música. Rick y Daniel eran muy agradables con él, pero no los veía mucho puesto que sus horarios simplemente no coincidían.

 

Synyster Gates era otro punto. Un punto completamente aparte.

 

Había días en los que simplemente no se le acercaba o no le hablaba. Otras veces lo acompañaba -alias, obligaba a subirse a su moto- hasta su casa. Algunas de aquellas ocasiones también había vuelto a entrar en la casa y le había robado un par de besos. Pero todo ese tiempo sus encuentros habían sido demasiado cortos y Zacky ni siquiera había logrado preguntarle o decirle nada. No lo había vuelto a visitar por las tardes tampoco. En el día o estaba con Jimmy y Leana, o estaba en compañía de Michelle DiBenedetto.

 

No era que le importara que el idiota de Brian Haner no tuviese un patrón de comportamiento con él, pero le jodía eso de "no sé quien eres" y luego "eres mío".

 

¡A la mierda con Gates! 

 

…como si de verdad pudiera hacer algo así.

 

 

 

Había llegado a la casa de Carl un poco después que los otros. Primero había tenido que lidiar con su madre. La fiesta ya estaba armada y la casa de aquel joven, que disfrutaba de una posición socioeconómica muy envidiable, estaba repleta. Había música, tragos, gente bailando, gente riendo y gente bebiendo demasiado. Al cabo de un rato seguro que él se unía a ésos últimos.

 

Jason y Matt, los gemelos, estaban sentados en unos sillones de cuero café y conversaban con Daniel, quien comía unos snacks como loco. Antes de acercarse a ellos fue a buscar algo de beber. Con algo de suerte logró encontrar la botella de Jack's Daniels que buscaba antes de que se terminase. Se alegró de encontrar su whisky predilecto en una fiesta perdida en Iviesfield, a pesar de ser hecho en Tennessee.

 

Con un vaso semi-lleno se acercó a los otros chicos, a quienes se les había unido Jules, y comenzaron a conversar.

 

Pasaron alrededor de veinte minutos en lo que todo anduvo muy tranquilo. Luego apareció su mal mayor, acompañado de cierta rubia que comenzaba a sacarle de quicio con su mera presencia.

 

Los ignoró. Los ignoró por horas. Los ignoró todo lo que pudo. Hasta que ya no pudo.

 

— Haner es algo raro, ¿no lo creen? —Preguntó a sus compañeros en busca de  información. Jason lo miró raro.

 

— No lo conocemos mucho. Con suerte llegó una semana antes que tú, cuando comenzaron las clases este año —respondió.

 

— Aparte, sólo se junta con Leana McFadden y James Owen, al que los más cercanos le dicen "Jimmy", aunque a mí me suena un nombre demasiado amigable para lo siniestro que se me hace el tipo en sí —agregó Daniel, sobándose los brazos tras un escalofrío que le había recorrido la columna.

 

— Y con DiBenedetto, ¿no? —Corrigió.

 

— No lo sé, aunque los he visto juntos un par de veces. ¡Ah, mira, ahí están! —Dijo Matt, y todos excepto él se voltearon a verles.

 

Michelle se veía verdaderamente sensual con un vestido corto demasiado apretado. En su opinión, muy vulgar. En fin, ni que le importara. Brian no vestía muy distinto de siempre, incluso su imagen de travieso permanecía, con esa sonrisa que Zachary comenzaba a odiar con el dolor de su alma.

 

— Bueno, como sea, no me dan ganas de acercarme a ellos tampoco —comentó Jules, sorbiendo de su vaso.

 

La fiesta seguía su curso, pero por más que el joven norteamericano bebía, no lograba sentir esa absurda felicidad que a veces le provocaba el alcohol o la sensación de que nada importaba.

 

Cuando se dio por vencido decidió que era tiempo de ir a casa, sino su madre tendría un ataque, de ésos que lo tenían con migraña por días enteros.

 

Se despidió, se levantó y salió de la casa.

 

Su casa no estaba nada cerca, pero no era un pueblo grande, así que caminaría un rato, intentando despejarse, y luego se acercaría a alguna calle más concurrida para intentar tomar un taxi o algo así. La brisa nocturna le hacía bien, pero se dio cuenta de que sí se había pasado un poco con la bebida. Iba lento, intentando no caminar haciendo curvas.

 

— ¡Hey, Zacky! —La voz de Jules lo detuvo. Pronto el rubio estuvo a su lado—. Bebiste demasiado, ¿sabes? Me preocupas. Mejor te acompaño a casa.

 

— No —dijo con voz somnolienta—, tomaré un… un… taxi.

 

— Hasta entonces voy contigo. 

 

Jules, dueño de unos ojos marrones muy vivaces, lo miraba con curiosidad a ratos. Aunque él se negara, había terminado pasándole el brazo por la cintura, como preventivo ante una caída estrepitosa y dolorosa.

 

— No sabía que bebieras tanto, en la escuela te ves muy serio a veces.

 

— Las… apariencias, Juli, engañan… sí, mucho. A veces crees que… encontrarte un monstruo en el bosque… es raro, sí, qué raro… —El rubio alzó una ceja, sonriendo antes el Zacky bebido que cargaba. Se le entendía bastante bien lo que decía, a pesar de lo borracho, pero hablaba muy lento, sin mencionar la falta de sentido en sus palabras—. Sí, qué miedo… y luego, luego aparece… este tipo que se cree… vampiro, vampiro sin dientes. Entonces, aunque, aunque se ve normal… guapo, ¿sabes? Con una sonrisa… muy idiota… ¡es peligroso! El chu-chupasangre quiere tu… esta cosa, tu… alma. Sí, tu alma.

 

— Jajajaja, sí, Zacky, tienes razón —rió—. Los guapos somos peligrosos —le guiñó un ojo.

 

Tras una caminata lentísima de cinco minutos llegaron a una calle principal y encontraron una parada. Allí Zacher se sentó a esperar por un taxi. Jules se sentó a su lado y el castaño terminó apoyando su cabeza en el hombro de éste. Pronto se durmió. El rubio acarició los cabellos marrones y la suave piel de su quijada, con delicadeza y parsimonia, disfrutando del contacto. Y acercaba peligrosamente su rostro al del otro chico cuando una voz y una presencia macabra lo detuvieron.

 

— Inténtalo, proyecto de modelo, y te destrozaré la cara.

 

 

 

 

Despertó en su cama con un dolor de cabeza horroroso. Nunca, por más veces que la había vivido, se iba a acostumbrar a una resaca.

 

Se sentó en la cama y miró al reloj sobre su mesita de noche. Era mediodía del sábado y pronto su madre comenzaría a gritarle para que se levantara, por lo que decidió evitarse los chillidos y bajar a buscar algo para su resaca antes de ducharse.

 

La luz le molestaba mucho, pero intentando ignorarla, bajó lentamente la escalera. En el primer piso se dirigió a la cocina y, aprovechando que no estaba su madre allí, sacó un par de pastillas y se las tragó junto a un vaso de agua. Luego bebió otro vaso lleno.

 

Siempre se decía que dejaría de tomar tanto, pero bueno… lo importante era la intención, ¿no?

 

Luego volvió al segundo piso y entró a la ducha. El agua tibia logró relajarlo bastante, por lo que comenzó a rememorar los últimos recuerdos que tenía de la noche anterior. Sólo entonces se hizo la bendita pregunta, ¿cómo diablos había llegado a su cama?

 

No iba a mentirse, no recordaba casi nada de su regreso a casa. Con suerte tenía la impresión de haberse ido caminando y también de haberse topado con alguien de cabellos dorados… quizás Jules, quizás Daniel. Pero todo era borroso. Además, ¿cómo alguno de ellos habría logrado llegar a su habitación? Probablemente en ese momento estaba más o menos consciente y le había pasado las llaves de la casa a quien fuera que lo hubiese ayudado. Ya les preguntaría a ambos.

 

Al terminar de ducharse, se vistió y procedió a revisar las pertenencias que llevara consigo la noche anterior. Nada faltaba. Suspiró, era imposible que intentara recordar. Había tenido suerte.

 

— ¡¡ZACHER!! ¿¡AÚN ESTÁS DURMIENDO!? —Benditas madres, ¿por qué de todas le había tocado no sólo la más paranoica e hipocondríaca, sino que, al mismo tiempo, la más estridente?

 

 

 

Tras almorzar solo junto a su madre, ya que Matt había simplemente decidido ir a comer con unos supuestos nuevos amigos, subió a su habitación a hacer una tarea pendiente para el lunes. Odiaba biología, la odiaba con su alma. No era que no le maravillara la complejidad del cuerpo humano, entre otras cosas, pero, sinceramente, aprenderse los nombres de todas las estructuras le provocaba sueño incluso cuando sólo era una idea hipotética. Además, tras el examen iba a borrar todo de su disco duro. Así había sido programado antes de nacer, para su desgracia, puesto que por esta misma razón los exámenes finales se le hacían un infierno.

 

Terminó la primera parte de los deberes y se dirigió a su ventana. No tenía una gran vista, pero acercarse allí para ver el paisaje no era su intención de cualquier modo.

 

En serio, por más que intentara no pensar en ello, ¿¡qué mierda pretendía Synyster!? Esa bipolaridad suya comenzaba a irritarlo seriamente y si su objetivo era hacerle feliz, pues no era que estuviese yendo por muy buen camino. Y no, NO estaba celoso, ni preocupado, ni nada de eso. El punto era que el tipo se dedicaba a jugar con él, y eso sí que le sacaba de quicio. Era como un juguete en sus manos, y no podía haber en el mundo sensación que lo cabreara más.

 

Volvió a su tarea con peor humor. Imbécil, maldito demonio. Literalmente.

 

A eso de las cinco su padre llegó de Norwich para pasar el fin de semana junto a la familia. Se notaba su entusiasmo, era tanto que con suerte le había saludado y preguntado cómo estaba, más por cortesía que por otra cosa. Alrededor de las siete, le anunciaron que irían a cenar a algún restaurante del centro y le ofrecieron ir con ellos, sin embargo, para pasar momentos tensos, Zacky prefería tres veces calentarse algo en el microondas y quedarse en casa.

 

Puso la música de Misfits y se dedicó a contestar los mensajes que sus amigos le mandaban desde su tierra natal. Vaya que los extraña.

 

Cuando eran las ocho y media, o algo así, y estaba en la cocina preparándose algo rápido para comer, sintió el ruido del seguro de la puerta ceder. No eran sus padres, porque seguro que volverían alrededor de las diez. Debía ser Matt, su hermano. Apagó la luz de la cocina y se escondió tras una muralla. Hacía mucho tiempo que no le gastaba una bromita a su hermano, desde que éste se involucrara con el asunto de los estupefacientes, en realidad. No había sido hace más de un año que lo sorprendiera, pero sus padres no le habían creído y él solo simplemente no podía ayudar al muchacho a salir de ese vicio. La única vez que había buscado ayuda con otra persona ajena a la familia, su madre se había encargado de desacreditar su versión, por lo que eso tampoco era opción.

  

Matt entró en la casa y ni se molestó en encender las luces, dando un rápido vistazo a su alrededor y considerando que la vivienda estaba vacía, avanzó rápidamente por el pasillo.

 

Zacky salió de su escondite, extrañado, puesto que la habitación de su hermano estaba junto a la suya, en el segundo piso. Tal vez sólo había ido al baño del primer piso, pensaba, pero entonces unos extraños ruidos lo alertaron. Caminó con cautela, clasificando los sonidos como objetos que caían al suelo, de diversos materiales.

 

La luz de la habitación de sus padres estaba encendida. Asomó la cabeza con cuidado y descubrió a su hermano vaciando los cajones de las cómodas. Al principio la imagen lo dejó sin reacción, tan impresionado que no sabía qué hacer o decir, pero cuando su hermano halló lo que buscaba la impresión pasó a ser preocupación y enfado. Matt buscaba el dinero que su madre guardaba para las compras.

 

— ¡Matt! ¿¡Qué haces!? —El muchacho se giró sorprendido y asustado. Tomó un pequeño fajo de billetes y se levantó con presteza, para luego mirarlo desafiante, con las pupilas dilatadas—. Deja eso ahí, Matt. No le diré a nadie, pero devuélvelo —Intentó transar Zachary, nervioso.

 

— Lo necesito —dijo con voz ronca, aún mirándolo a los ojos.

 

— Pero no es tuyo, así que devuélvelo. Ahora.

 

— No. No lo entiendes… —Una sonrisa nerviosa apareció en el rostro del menor—. No te metas.

 

El muchacho avanzó rápidamente hacia la puerta, intentando irse, pero el mayor se le puso enfrente.

 

— ¡No estoy pidiéndotelo! ¡Te lo exijo!

 

Fue suficiente para Matt, quien ya molesto por la interferencia del mayor, simplemente apeló a la fuerza. Comenzó un forcejeo bastante brusco, lo que le preocupó aún más, ya que su hermano nunca había sido así de violento.

 

Zachary logró quitarle lo que llevaba entre las manos, y se sintió tan aliviado que bajó la guardia. Entonces, furioso, su hermano arremetió contra él con tal fuerza e intención de derribarle, que su nuca chocó de lleno con el marco de la puerta. El dolor fue instantáneo y potente, y el otro aprovechó ese instante de flaqueza para recuperar lo que había tomado, para posteriormente empujarlo de nuevo con la intención de que esta vez su hermano cayera definitivamente al piso y no lograra perseguirlo. El mayor, efectivamente, cayó al suelo estrepitosamente y pudo ver, algo borroso, como Matt corría hacia la puerta.

 

Ignorando el dolor se levantó lo más rápido que pudo para ir tras de él, lo cual fue, por seguro, la peor decisión que podría haber tomado. El mareo se intensificó en tanto estuvo de pie y volvió a caer al suelo sin lograr amortiguar la caída de ninguna forma. Pasó su mano por su nuca, la que le dolía fuertemente. Al ver su mano descubrió un poco de sangre.

 

¿Por qué tenían que pasarle todas estas cosas a él? ¿¡Por qué diablos tenía que soportar todo esto!? ¿No era suficiente que lo alejaran de sus amigos? ¿No era suficiente tener que vivir en un lugar perdido del mundo? ¿¡No era suficiente tener que lidiar con la familia de mierda que le había tocado!?

 

La mezcla de tristeza, frustración, furia y dolor le hicieron gimotear. Estaba harto, verdaderamente harto de su familia y de su vida.

 

Intentó girarse lentamente y quedó de espaldas en el piso, con medio cuerpo en el pasillo y medio cuerpo dentro de la habitación. Trataba de controlarse, de no llorar, de no entregarse a esa depresión que hace tiempo le asolaba. Esa sombra negra que esperaba los momentos difíciles para dejarse ver. 

 

Giró sólo la cabeza y vio el desastre que quedó hecha la habitación gracias a su hermano. También logró ver su sangre en el marco de la puerta. No era tanta… 

 

Pero entonces fue como si el olor de ésta se hiciera cada vez más fuerte y su color carmesí comenzara a brotar de todos los objetos desperdigados por el piso. El rojo espeso descendía. Lo alcanzaba. Lo cubría.  

 

Decidió que no quería saber nada. Que ya no quería intentar ayudar a nadie, porque nadie le ayudaba a él, y así no tenía sentido seguir.

 

Cerró los ojos y el mundo escarlata se volvió negro.

 
Notas finales:

Primero que todo, muchas gracias por los comentarios, me animan mucho! ^^

 

 

Y ahora, para quien le interese, la sección de Brian Haner:

En esta historia los demonios son seres que se alimentan de almas para sobrevivir. Cualquier alma les sirve, pero cada cual tiene sus preferencias, por supuesto.

A Synyster Gates le gustan las almas cargadas de miedo u odio -en ese orden de preferencia-, ya que son sentimientos que le permiten sentirse muy superior a su víctima, lo que, considerando su alto ego, le fascina de sobremanera.

Las personas que sienten un gran amor por la vida suelen ser sus víctimas predilectas, no sólo por el gran miedo a morir, sino porque en sus últimos segundos de vida se dan cuenta que han sido manipuladas y el odio también sale a flote.

Cuando se decidió a tomar el alma de Zachary fue por una mezcla de curiosidad y aburrimiento, ya que en ese entonces el humano no contaba con ningún atractivo para él. Pero tenía muuucho tiempo libre y nada importante que hacer, y entonces se preguntó: "¿Y si lo convirtiera en mi víctima perfecta?".

De ese modo empezó todo para Gates.

 

 

Lamento si aún es un tanto confuso llamar al demonio de cuatro maneras distintas. Cinco, ya pronto ._. Pero bueno, ustedes me entienden :P

Gracias por leer,

adioz.-! Arisa.


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