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Pertenencia por Ariisa

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Notas del fanfic:

Este es un fic que hice para Leana, una amiga, ya que ella es muy fan de A7X.

El fic es un Synacky, pero NO hay necesidad de conocer a los personajes, puesto que a final de cuentas es un AU.

Pero si los conocen... yo no conozco tanto a la banda, así que espero tengan paciencia con eso y mis errores. Cualquier sugerencia será bien recibida :)

Y muchas gracias a Dracu-sama (DraculaN666) por hacer las revisiones de los capítulos c: Aprovecho de invitarles a leer sus historias, ¡son geniales! :D

Notas del capitulo:

Este fic no tiene ningún fin de lucro.

 

Capítulo de introducción :)

 

Pertenencia

 

 

Capítulo I: Cambiante como el color de las hojas en otoño.

 

 

 

Iviesfield era, definitivamente, el peor lugar al cual cualquiera podría mudarse.

Pero como bien afirma Murphy, si algo puede salir mal, saldrá mal.

El viajar desde la calurosa y alegre Huntington Beach en las costas de California en el Océano Pacífico hasta el lúgubre y helado Iviesfield en las costas inglesas junto al Mar del Norte era, ya por  asumido, lo peor que le podía pasar a un chico de 18 años recién cumplidos en su último año de high school.

Zachary James Baker había tenido la espléndida suerte de comprobarlo.

 

 

Caminó con la bandeja del almuerzo en las manos, buscando con la mirada un lugar libre. En su recorrido visual se topó con muchas miradas curiosas, algunas más discretas que otras, y también con muchas miradas envidiosas, reprobatorias o simplemente venenosas.

 

Encontró un lugar libre y alejado junto a la última ventana, al fondo del comedor.

 

Mientras caminaba, se sabía observado por todos.

¿Por qué si todos parecían pendientes de él, nadie se atrevía o molestaba en hablarle?

Peor aún, al momento en que él había hecho ademán de acercarse a hablar con sus compañeros de la clase de química el primer día, el grupito se había dispersado y desaparecido en cuestión de segundos.

Decididamente Iviesfield no era el mejor lugar para hacer nuevos amigos tampoco.

 

Suspiró, ya planteándose seriamente si debía mirar con hostilidad a todos los que no dejaban de observarle o no.

Comenzó a comer los desabridos tallarines que le habían servido. Increíble, hasta la comida era mala en esa ciudad de mala muerte.

 

 

El muchacho no podía hacer nada por cambiar su situación, pero se alentaba a soportar los largos ocho meses que le quedaban allí hasta que debiera irse a estudiar a otra ciudad, si es que no lograba juntar el dinero suficiente como para volverse a EEUU.

Lamentablemente, no había podido negarse a mudarse por una cuestión monetaria y familiar, ya que sus padres le habían amenazado con que si no se iban todos, entonces él se quedaría en Huntington Beach solo y sin dinero; cabe destacar que agregaron también frases del tipo “ya no serás más nuestro hijo”, “sería la más grande decepción que nos harías pasar, Zack” y sin olvidar el “piensa en tu madre y su enfermedad, ¿quieres hacerla sufrir, Zachary?”.

Si hubiese tenido al menos algunos ahorros se lo habría pensado dos veces, pero todo el dinero que había logrado juntar trabajando los fines de semana lo había invertido en una guitarra. Además, y por sobre todo, los problemas de salud de su madre le preocupaban y se hubiese sentido culpable por el resto de su vida si ella tuviese otro ataque de nervios por su culpa, por lo cual se decidió a irse con ellos.

 

Ah, sí. Su familia era otro punto desagradable.

Su padre nunca estaba en casa -ni siquiera ahora, que se habían mudado a causa de su trabajo-, pero aún así se sentía con derecho de ser en extremo autoritario, exigir amor y respeto, y hablarle de “la educación que yo te he dado”…

Ahora trabajaba en Norwich, por lo que seguía sin verle.

Su madre, por otro lado, era una mujer hipocondriaca que solía quejarse de todo y que había decidido vivir en esa ciudad pues le sentaría bien a su salud. Apoyaba a su esposo en todo, incluso cuando era evidente que no tenía la razón o se estaba sobrepasando.

Por último estaba su hermano, al que poco le importaba todo. Le daba igual EEUU o la China, mientras hubiera drogas al alcance. Y, aún así, su madre lo consentía y se negaba a creer que eso fuese cierto. Incluso había convencido a su padre de que era él quien se había convertido en un envidioso y prácticamente calumniaba a su hermano por celos.

 

Zacky recordaba con nostalgia Huntington Beach no por su familia o por su casa, ni siquiera por el clima. La extrañaba porque todos sus amigos habían quedado allí: Matthew, Johnny, Dan e incluso su novia, Gena.

Ellos eran los únicos que hacían valer la pena el continuar con vida. Ellos eran su familia.

Pero ahora estaba a muchísimos kilómetros de ellos y pocas eran las oportunidades para comunicarse.

 

Por eso Iviesfield le hartaba, porque en esa ciudad del demonio no había nada ni nadie que lo hiciera sentir a gusto.

 

 

Zachary volvía a casa a las cinco, aproximadamente, a diferencia de la mayoría de los alumnos del Mist Lake, que se regían por el internado del instituto.

El muchacho se había preguntado desde el primer día por qué en una ciudad tan pequeña existía una escuela tan grande. Luego había descubierto que Mist Lake era una de las mejores instituciones educacionales del país y era por ello que muchos chicos viajaban desde ciudades y pueblos aledaños con tal de recibir su educación allí.

 

Al llegar a casa, su madre le recibió.

 

— ¿Dónde está tu hermano?— fue lo primero que dijo, preocupada.

— No lo sé— respondió. Y, en efecto, así era, pues el chico en cuestión, dos años menor que él, le dejó muy claro desde el primer día que no lo quería cerca de él en el instituto.

— ¿Cómo que no lo sabes? Es tu hermano, debes saberlo.

— No, no lo sé, mamá— caminó hacia su habitación mientras la mujer continuaba reclamando en tono molesto.

— ¿¡Qué clase de hermano mayor eres, Zachary!? ¡Yo no te crié para que fueras así…!

 

La puerta cerrada aplacó la voz de su madre y, al encender el mini componente, ésta se extinguió por completo.

 

Se estiró sobre la cama, mirando el techo blanco.

¿No sería hermoso desaparecer?

Olvidarse de su propia existencia.

Ser libre.

Ser feliz.

 

El chico se levantó ágilmente, en busca de su guitarra, la única que lo hacía sentir en casa, la que le daba una sensación de seguridad y le permitía escapar de la depresión.

 

Mientras recorría las cuerdas con sus dedos, seguía la tonada melancólica que sonaba, pidiendo encontrar alguna razón por la cual seguir viviendo y sobrellevar todo.

 

 

 

 

 

El clima era horrible durante todo el año en Iviesfield. Pero era especialmente horrendo en esa época. Por las mañanas, las duchas calientes no eran calientes, sino más bien sólo permitían que no saliera hielo de la ducha. Las cañerías estaban tan heladas que había que esperar un buen tiempo hasta obtener agua tibia.

El caminar hasta el instituto era otra odisea para la que había que asistir armado con gorros, guantes, bufanda… en fin, nada agradable.

 

El nuevo día de clases se presentaba tan aburrido como se proyectaba el resto del año en ese lugar.

 

Su primera clase era biología, por lo que se dirigió a ese salón. Al llegar, sólo había un par de chicos dentro.

La chica tenía el cabello castaño claro y ondulado y piel ligeramente bronceada, era baja y tenía una extraña sonrisa traviesa, que junto a sus vivaces ojos grises oscuros, lograban llamar la atención. Ella le hablaba, muy risueña, a un muchacho junto a ella, con el que contrastaba completamente.

El era muy alto, de cabello oscuro y ojos azules. También le sonreía a la chica, pero a diferencia de ésta, su sonrisa era más… ¿siniestra?

 

— ¡The Rev!— se oyó una voz más fuerte que prevenía de la puerta, y de ella se asomó otro chico.

— No me llames así aquí, Synyster Gates, el depredador— respondió el primer muchacho, sonriendo aún.

— Está bien, James.

— Jimmy es más amigable, dile así— intervino la chica, iluminando todo con un su inagotable sonrisa.

— Ok, ok, Jimmy entonces…

— ¿Qué quieres, Brian?— preguntó Jimmy.

— Bueno…

 

El recién llegado era de estatura mediana, cabello oscuro y ojos cafés cansados.

Hubo un segundo en el que intercambió miradas con Zack, pero este último se decidió a ponerse los auriculares inmediatamente y seguir escuchando música, no fuera ser que ahora, por ser todavía “el nuevo”, lo decidieran echar fuera del salón con tal de estar más cómodos sin él.

 

El joven que respondía al nombre de Brian avanzó por el pasillo en dirección a la pareja.

Al pasar por el lado de Zachary ni siquiera lo miró. Aún así, éste sintió algo extraño.

No podía descifrar qué fue, pero la presencia de aquel sujeto le provocaba una angustia sinsentido.

 

— Verás, Jimmy. Creo que necesito cazar— sonrió maliciosamente.

— Creí que con la chica DiBenedetto tenías suficiente— dijo ella y los tres rieron, cómplices en sus bromas de doble -o triple- sentido.

— Ay, Leana, ojala pueda comerla a ella, porque tiene lo que más me gusta. Pero, lamentablemente, me está prohibida… por ahora. Ya veremos luego de la licenciatura— se sonrieron y siguieron hablando, en tanto otros alumnos comenzaban a entrar en la sala.

 

Zachary continuó su día con la misma monotonía a la que se iba acostumbrando cada vez más.

 

Horas más tarde, cuando ya estaba oscuro, el muchacho estaba en su habitación, tocando su adorada guitarra. Aquella que le hacía olvidar la mayoría de sus problemas.

Era la forma de escape más sana que había encontrado y lograba relajarse al punto de olvidar por momentos dónde estaba y quién era.

 

Zack solía ser un chico muy alegre a pesar de todo, pero ahora que las personas que lo hacían sentirse cómodo estaban al otro lado del océano Atlántico, la nostalgia se estaba volviendo demasiado fuerte y sentía temor de desmoronarse y caer en depresión.

Odiaba esa sensación de desgano total que lo embargaba a veces. Por lo que últimamente había dejado las baladas de lado y estaba practicando canciones de Metal, algo más activas y, algunas, también más complicadas, en las que invertía todo su tiempo libre ahora.

 

Cesó la música un minuto y, de pronto, sintió el fuerte sonido de vidrio quebrándose. Alarmado, corrió escaleras abajo y se encontró con su madre, llorando y observando espantada un jarrón roto justo a su costado.

 

— ¿Qué sucedió?— cuestionó, parándose frente a la mujer, que lo miraba con grandes ojos.

— Tu… tu hermano— su madre se tapó la boca con la mano, comenzando a entrar en una especie de crisis de pánico— ¡Ve tras él!—. Gritó de pronto— ¡¡Ve!! ¡No sé qué le sucede…! yo… ¡yo sólo le pregunté por qué llegaba tan tarde! Pero está como loco… ¡Ve tras él, Zacky!

 

No era la mejor opción correr tras un drogadicto fuera de sí en lugar de atender a una mujer que estaba a punto de colapsar por los nervios que la consumían, pero sabía que su madre no entendía de razones y era preferible complacerla.

 

Salió corriendo hacia la calle y alcanzó a ver una silueta doblando unas cuadras más allá. Se apresuró en seguirle, pero al doblar la esquina y avanzar otras tantas cuadras, se encontró con la última hilera de casas junto al bosque. ¿Dónde se había ido su hermano?

 

Supuso que por muy drogado que estuviese no se internaría en el bosque, sino que caminaría por la calle hacia el oeste, guiado por la luz del alumbrado público.

Avanzó por la calle un largo tiempo, mientras creía divisar la sombra de su hermano corriendo, siempre más adelante que él. Llegó entonces hasta una esquina, la cual era ya, claramente, la última de la población, puesto que el bosque ya no sólo se encontraba a su costado izquierdo, sino también ahora al frente.

 

Se detuvo un momento a pensar qué hacer.

En todo ese tiempo no había visto a nadie a quien poderle preguntar si habían visto a su hermano correr y hacia dónde; claro, todos estaban dentro de las casas resguardados del frío extremo de esa ciudad de mierda.

Pensó en doblar en aquella esquina y seguir por la calle hasta dar hacia… ya no sabía muy bien dónde estaba, la verdad.

 

Escuchó de pronto un crujir de ramas que evidentemente provenía del bosque.

Ni loco, ni por complejo de actor de película de terror, Zack pensaba internarse en el bosque. Pero  si llegaba a casa, de vuelta, sin su hermano… entonces era  a su madre quien le haría saber qué era el terror.

 

 

Inspiró profundamente y avanzó, siguiendo un caminito de tierra entre la maleza, mientras aún lograba ver algo gracias a la luz a su espalda.

Creía que lo que estaba haciendo era estúpido, y peligroso, además… pero ¿Qué otra cosa podía hacer? Seguro nada era peor que ver el titular de un diario al día siguiente con una foto de su hermano muerto, por lo que era mejor evitar que justamente eso sucediera.

 

— Hey, Bro… ¡Matt, soy yo!— lo llamaba, pero nadie respondía— ¡Matt! ¡Matt! Sé que estás molesto, pero… es mejor volver a casa. ¡Matt!

 

Sentía el crujir de las ramas cada vez más nítido y estaba seguro de que el idiota de su hermano ahora estaba dando la vuelta.

Sintió sus pasos, o lo que creía eran pasos, a su espalda. Se giró molesto.

 

— Matt, basta de-

 

Pero lo que se interponía entre él y el caminito de vuelta al barrio no era su hermano.

 

 

Supo que corría cuando ya la maleza era cada vez más difícil de esquivar. Maldita había sido su suerte de que esa cosa estuviese justo anteponiéndose al camino de regreso, pues eso lo había obligado a correr hacia el bosque mismo y adentrarse en él cada vez más.

 

Su pecho dolía por el frío del aire que inhalaba y el esfuerzo que hacía. Comenzaba a tener pánico y ni siquiera se sentía en facultades de gritar. Simplemente no tenía voz.

 

 Lo peor de todo era saber que la distancia que los separaba de acortaba cada vez más y que la oscuridad parecía tragárselo, como si se estuviese metiendo en la boca del lobo.

 

Pánico, terror, angustia.

 

Ya no podía correr más, estaba exhausto y ni la adrenalina lograba calmar el dolor de todos sus músculos.

Cayó al suelo luego de tropezar con la raíz gruesa de un árbol. La tierra estaba húmeda y helada.

Creyó que estaba a punto de perder la consciencia cuando sintió un peso en su espalda.

 

Giró hacia un costado, intentando sacarse aquello de encima. Quedó sentado sobre la tierra cubierta de maleza y hojas secas, y su garganta se apretó aún más al ver el par de ojos completamente negros enmarcados por una línea violeta de aquel ser amorfo, que parecía el fallo de un experimento de mezcla entre especies.

 

No supo bien qué sucedió, pero sí distinguió muy bien el dolor en su muñeca derecha. Era como una quemadura.

 

Su vista se nubló hasta que todo fue igual de negro que esos ojos.

 

Y pronto el dolor se convirtió en todo lo que podía percibir.

Notas finales:

Espero haya sido de su agrado!

Y recuerden que dejar un review no mata xd

¡Hasta pronto!

Arisa.


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