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2999 DC por Cucuxumusu

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Notas del capitulo:

Bueno ya esta, lo que me ha costado escribir este cap, creo que me ha quedado mu largo jeje

Sorry.

Bueno espero que os guste, tiene mucho amooor 

 


 


Cuando Kidd volvió a entrar por la puerta de su apartamento definitivamente no esperaba encontrarse con la escena que se encontró. Por una parte estaba Marco ordenando su querida habitación como una madre perfeccionista: tirando cualquier resto de basura a la basura donde tenía que estar y la ropa del suelo al cubo de la ropa. Y durante todo el proceso maldiciendo en silencio su querido apartamento. ¿Qué cojones? pensó Kidd por un momento antes de centrar su vista en los otros dos.


 


Ace y su "mascota" por su parte estaban simplemente jugando con sus increíbles y paleolíticos videojuegos como si la situación no fuese lo suficientemente rara. Sentados en el suelo felizmente, con una bolsa de patatas entre las piernas e insultándose mutuamente como harían dos amigos normales y corrientes. Al parecer Law le estaba dando una paliza bastante grande a Ace por las maldiciones y gemidos de frustración que escapaban de la boca del pecoso.


 


La puerta metálica se cerró a la espalda de Kidd con un chasquido y los tres idiotas se volvieron a la vez a mirarle parado en la puerta cargado con la montaña de bolsas y cara de " ¿Que cojones estáis haciendo con mi casa?". Pero en el único en que se fijó Kidd fue en el moreno con ojeras que le miraba con pinta de no saber que hacer: si saludarle como el resto estaba haciendo y no pasase nada, si reírse por su estúpida cara, o si simplemente volvérsele a tirar encima para matarle de nuevo a golpes.


 


Al final simplemente sonrió con una sonrisa ladeada y divertida, que Kidd estaba seguro que había hecho que alguien se mease encima de miedo. A Kidd sin embargo solo le provocó que se le erizasen todos los pelos del cuerpo y que su boca se secase. Estúpida sonrisa.


 


—¿Que hacéis?— comentó ignorando al otro y guardando algunas bolsas en los armarios metálicos por las paredes. No iba a caer, se lo había prometido a sí mismo.


 


—Estamos jugando—comento Ace como si no fuese lo suficientemente obvio, mientras apretaba maniacamente los botones del mando.


 


Kidd avanzó por la habitación rodando los ojos. Conocía ya a Ace, y sabía cómo tratarle. Al menos la mayor parte del tiempo, recordó, lo que duraba su paciencia. Tropezando con un libro que habría por el suelo escucho una risilla. Mierda. Law le seguía mirando, se dio cuenta Kidd al observarle él de reojo. ¿Por qué estaba tan nervioso joder?


 


Marco a su lado suspiró y se pasó una mano por el pelo.


 


—Supongo que ya nos podemos ir— le comentó cansado, y es que debían de ser las nueve de la tarde— Ace, venga nos vamos y Kidd—le dijo mirándole serio— la próxima vez que me obligues a  hacer algo así, te mato—comentó dirigiéndose a la puerta rápidamente.


 


Kidd simplemente le gruñó amargado como respuesta.


 


Estaba claro que el rubio estaba deseando marcharse y el pelirrojo no se lo echaba en cara, pero para su desgracia Ace no estaba por la labor.


 


—Espera, espera ya casi acabamos esta vez estoy seguro de que le puedo ganar— respondió totalmente ansioso.


 


Marco y Kidd observaron a la pareja sentada en el suelo enfrente de la televisión. Ace se inclinaba sobre los mandos con su cara a centímetros de la pantalla observando fijamente a su cochecito de carreras rojo fuego, y apretaba todos los botones del mando a una velocidad poco sana y con demasiada fuerza según pensaba Kidd. Law...Law por su parte seguía observando a Kidd fijamente comenzando ya a resultar incomodo. No miraba la pantalla, no apretaba ningún botón, pasaba de Ace como si fuese una estupidez lo de los juegos.


 


De repente, al ver que les observaban, les devolvió la sonrisa sarcástica mientras la cola negra a sus espaldas describía un amplio movimiento. Y luego apretó un botón de su mando de control. Solo un único y mísero botón y la pantalla de televisión se lleno del fuego de una explosión mientras Ace gritaba desesperado y lloriqueaba sin saber qué hacer viendo como su choche saltaba por los aires.


 


Kidd sonrió divertido sabiendo lo que había echo el moreno. Porque era lo mismo que había hecho él hacia un momento con la tabla deslizante. Vaya, asique había otro hacker en la casa.


 


Marco recogió a Ace lloriqueando en el suelo con un suspiró y se dirigieron a la salida.


 


—Venga Ace, ya jugaras otro día con Law, ahora nos tenemos que ir a casa—intentó consolarle—Nos vemos Kidd—susurró antes de que la puerta se cerrase a sus espaldas.


 


Y entonces Kidd y Law se quedaron solos en la habitación. En el silencio interrumpido por los gritos de Ace al otro lado de la puerta de "no es justo, no es justo" y al cabo de un rato ni eso. Ambos hombres se observaban. Law sentado en el suelo encarándole con las piernas abiertas y flexionadas en lo que la mente de Kidd percibió como una ligera invitación. Seguía sonriéndole arrogante y mirándole con aquellos ojos profundos y divertidos y la larga cola negra moviéndose en el aire como si se estuviese entreteniendo con aquel juego del gato y el ratón.


 


El pulso de Kidd se aceleró al observar que volvía a estar solo con su mascota, al verle tan atento a cada cosa que hacía, o al ver que Ace y Marco le habían ayudado a quitarse su maltrecha ropa y ahora llevaba una de sus camisas y unos apretados pantalones vaqueros que no dejaban nada a la imaginación. Mierda, ¿por qué tenía que quedarle la camisa tan grande? ¿Porque podía ver perfectamente aquella piel morena plagada de tatuajes?


 


Volvió a mirar aquellos ojos grises después de haber recorrido aquel maldito cuerpo a placer con su mirada famélica. Y Law amplio más su sonrisa y se relamió lentamente aquellos malditos labios que parecían querer ser mordidos desesperadamente. Sin apartar la mirada de su cara ni un segundo y abriendo aun más las piernas si era posible.


 


Y Kidd entonces se dio cuenta de que había estado provocándole todo el rato y de que él había caído de pleno en el juego. Como un idiota.


 


Mierda, él no estaba caliente, no se había excitado de simplemente ver al otro. Nunca. El otro no podía manipularle tan fácilmente. Y por dios ¿En verdad era tan obvio que le gustaba el moreno? ¿Cómo cojones se había dado cuenta?


 


La sonrisa del moreno se amplió arrogante sacándole aun más de sus casillas y Kidd entonces le tiró una de las bolsas que llevaba encima a la cara. No le iba a mirar, le iba a ignorar por lo que quedaba de día. Estúpido MMG.


 


Law paró la bolsa antes de que le diese en la cara y abriéndola sacó una preciosa sudadera negra con dibujos tribales en el pecho y mangas que recordaban ligeramente a los tatuajes que cubrían su cuerpo.


 


Le encanto nada más verla.


 


—Oh muchas gracias—comentó de pronto— pero mi amor no lo puedes comprar solo con ropa Eustass-ya—susurro empalagosamente Law riéndose de él todo lo que podía y más.


 


—Muérete—gruñó Kidd entrando en el baño e intentando ocultar el sonrojo que misteriosamente había aparecido de repente en su cara. Mierda, ¿Que cojones le pasaba?


 


—Solo después de ti— le respondió sonriente Law antes de que la puerta se cerrase a sus espaldas.


 


El silencio del baño le enfrento por un momento y se pasó una mano por el pelo agobiado. Vele, no iba a pensar en ello. Ese era el truco, no pensar o el otro acabaría con él. Se bañaría, cenaría y se acostaría con el otro envuelto en sus brazos como ayer. Sintiendo su cuerpo contra el suyo tan....


 


Mierda, mierda mierda.


 


Kidd céntrate, pensó odiándose a sí mismo y arrancándose la ropa para entrar en la ducha. Agua fría choco al instante contra su caliente piel y se tensó sin poderlo evitar al sentirla. Si definitivamente era lo que necesitaba. Agua muy muy fría. Se relajó agradecido con aquello y comenzó a ducharse tranquilamente.


 


Law por su parte seguía sentado en el suelo de la habitación con la sudadera entre sus manos y cara seria. La imagen de aquella bestia gigante y rebosante de musculo ligeramente sonrojada por sus comentarios seguía grabada en su mente. Vale, aquello había sido ligeramente...adorable. Y aquello le confundía. El otro no debía haberse sonrojado solo debería haberse enfado o haberle demostrado que tenía razón y haber abusado de él como hacían todos, no...


 


Law chasqueó la lengua repentinamente molesto escuchando la ducha en el baño. No sabía qué hacer ni opinar del pelirrojo. Le había salvado en la calle, y por lo que había escuchado de Marco y Ace parecía un buen tipo, pero aun estaban grabadas en su mente las palabras que le había soltado ayer.


 


"Soy tu nuevo amo"


 


Aquello le sacaba de quicio, solo de recordarlo sentía su sangre hervir y su estomago encogerse sobrecogido por el peso y significado de esas palabras. El otro no tenía ni puta idea. Se frotó la cabeza notando el tacto suave de sus orejas peludas que temblaron entre sus manos provocándole un escalofrió. Y entonces se fijó en las otras bolsas que se esparcían por la habitación y que había traído el pelirrojo.


 


Gateando lentamente por el suelo con su larga cola ondeando tras de sí se acercó a la más cercana y la abrió. Y luego a la siguiente y a la siguiente. Un pantalón, camisetas, sudaderas, ropa interior... toda la ropa especifica y que le había comentado en broma Marco que le gustaba. Y que costaba un ojo de la cara. Toda delante suyo y de específicamente su taya.


 


Suspiró de nuevo sin saber qué hacer con el pelirrojo, aquello era demasiado tierno y amable para alguien al que acabase de conocer. No era normal y no sabía cómo afrontarlo. Estaba claro que le gustaba al pelirrojo, había visto sus pupilas dilatarse cuando se habían mirado. Como si el deseo engullese la personalidad del pelirrojo. Y por supuesto, Law se había aprovechado de ello. Law sabía que era una persona atractiva comparada con la gente corriente y había aprendido a hacer buen uso de ello desde pequeño. Por eso le había costado contener la risa al ver la reacción del otro, aquello había sido tan divertido, provocar a la bestia, a su nuevo "amo".


 


Suspiró quitándose la camisa roja que llevaba y que le había dado Marco al ver la suya destrozada. Olía al pelirrojo y al principio le había desagradado como nada en el mundo, pero ahora le daba cosa quitársela, se sentía curiosamente protegido con ella y era bastante cómoda la verdad, tan amplia y suelta. Se golpeó mentalmente y se puso la sudadera negra que le había traído el otro con ganas.


 


Vale definitivamente le encantaba la sudadera. Fue a coger otra cosa y entonces la puerta del baño se abrió y el pelirrojo salió del baño solamente en pantalones y secándose el pelo con una toalla blanca que resaltaba aun más el pelo rojo sangre.


 


Law tragó saliva. Vale definitivamente el pelirrojo era impresionantemente atractivo. Su pelo del color del fuego, su pecho musculado y plagado de cicatrices y además esa aura tan dominante y posesiva que ya había demostrado varias veces con su mirada y forma de comportarse. La pantera en su interior quería solamente ponerse panza arriba, restregarse contra aquel cuerpo y dejar que el otro la domase y que hiciese con ella lo que quisiese.


 


La pantera quería someterse al pelirrojo, le veía como la pareja perfecta y dominante para ella, la que la protegería y la quería para siempre se dio cuenta Law.


 


Y solo odió más al pelirrojo por ello. Él no se sometía. Y si tenía que convencer a su parte animal aunque fuese a golpes lo haría. No conocía al otro, era peligroso y definitivamente no era buena idea. Asique no iba a pasar.


 


El pellirrojo le observó entonces y sintió al felino en su interior ponerse a ronronear al instante. No, mierda, no por favor, cualquier cosa menos eso. El pelirrojo se acercó a él que estaba rodeado de todas las bolsas de ropa que le había comprado y que él había abierto, y se arrodilló a su altura.


 


—Mmm, te queda un poco grande, pero supongo que está bien—comentó la bestia refiriéndose a su sudadera nueva— ¿Te gusta?—le preguntó.


 


Law no sabía qué hacer. Estaban demasiado juntos. Su parte animal le gritaba que le saltase encima al hombre semidesnudo que tenía delante. Su parte humana le gritaba que saliese corriendo en sentido contrario, que tenía que huir. Era como sentirse atraído por dos imanes tirando cada uno en una dirección. Al final se quedó quieto con su cola ondeando nerviosamente a su espalda y las orejas caidas y tímidamente asintió.


 


La enorme sonrisa que apareció en la cara del otro le pilló por sorpresa. Pero no fue nada comparado con la enorme mano que se apoyó en su cabeza y le acarició en pelo y las suaves orejas. Law abrió los ojos sorprendido y su mente humana perdió por un momento el control y se quedó en blanco. Fue solo un momento, pero fue suficiente para que su parte animal tomase el control y restregase al instante la cabeza contra aquella enorme mano persiguiendo su caricia y soltando un agradecido ronroneo.


 


Esta vez la sonrisa del gigante tomó un deje pícaro y burlón mientras apretaba una de sus orejas provocándole una corriente eléctrica y que cerrase los ojos con fuerza disfrutando de la sensación.


 


—Eso es, buen chico—susurró complacido por su reacción.


 


Y entonces Law volvió a sentir la rabia en sus venas ante aquellas palabras que le dirigirías más bien a una mascota en vez de a un igual, y sin contenerse en lo más mínimo, le mordió la mano hasta hacerle sangrar. Otra vez.


 


—¡Me cago en la madre que te pario!—chilló el otro apartando la mano al instante y alejándose de él. Por imbécil.


 


Law le dedicó una mirada ofendida mientras se levantaba del suelo elegantemente y se acercaba a la cama para sentarse lo más alejado del pelirrojo que pudo. Su pulso iba demasiado deprisa y su interior seguía siendo un caos. Nunca le había pasado aquello, nunca había perdido el control de su parte animal. Aquello era extraño y peligroso ya que la pantera parecía adorar al imbécil. Tenía que controlarse. No más caricias. No más sorpresas.


 


Kidd en el suelo le miró cabreado.


 


— ¿A qué coño ha venido eso?—preguntó indignado.


 


—A que no me gusta que me toquen—le respondió tomando otra revista que había en la mesilla y comenzando a leerla para ignorar al otro. Porno. Otra vez. Mierda, ¿Es que no había más que porno en aquella casa? ¿Tan desesperado estaba el otro? Porque alguien con su aspecto no parecía la típica persona que tuviese problemas para ligar.


 


Pantera en su interior rugió al imaginarse al pelirrojo con alguien más y Law la gritó en respuesta ordenándola callar. Estúpido animal sin cerebro.


 


—Pero si estabas ronroneando hace dos segundos—se quejó Kidd de nuevo sin verle el sentido a su argumentación.


 


Aquello hizo sonrojar a Law. No había ronroneado. Él no ronroneaba. El rugía y degollaba viva a la gente.


 


—Que tengas alucinaciones no es culpa mía Eustass-ya— comentó ocultando la cara tras la revista y fijando su vista en la mujer de tetas descomunales. "Tetas, tetas, si céntrate en eso Law"


 


Kidd se acercó al pie de la cama y le miró con los brazos cruzados y una sonrisa arrogante y divertida en la cara.


 


—Estabas ronroneando—aseguró.


 


—Para nada—


 


—Si lo hacías—


 


—No te inventes cosas—


 


Kidd soltó una risa divertida y Law sintió como el sonrojo aumentaba por momentos. Estúpido idiota acosador. Estúpida pantera. Estúpida suerte.


 


—Bueno voy a hacer la cena ¿Te apetece algo específico?—comentó el otro dando por zanjada la conversación y dirigiéndose al trasto que hacia la comida—por cierto te agradecería que dejases esas revistas, son de un amigo que me mataría si les pasase algo—


 


"Ya, de un amigo" pensó Law rodando los ojos. Aun así dejo la revista un lado y se cruzó de brazos pidiéndole al cielo porque el sonrojo hubiese desaparecido.


 


—Un tazón de arroz blanco, sopa Miso y caballa por favor—pidió de corrido. Le encantaba aquella comida, sobre todo la caballa, era sin lugar a dudas una de sus comidas preferidas: simple, barata y buenísima.


 


Kidd le miró con aquella sonrisa arrogante y Law supo que iba a soltar un comentario sarcástico. Frunció el ceño


 


— ¿El gatito quiere pescado? ¿Te pongo también un tazón con leche caliente de paso?—comentó mientras marcaba números en el trasto pidiendo la orden pero sin apartar su mirada de la de Law.


 


Esta vez Law no pudo contener su sonrojo tras la revista y sus mejillas se encendieron de un tierno color rosa que solo provocaron otra oleada de calor en el pelirrojo. Dios aquello era demasiado adorable. Con la cola de un lado al otro presa del nerviosismo y las orejas caídas claramente avergonzado. Las ganas de dejar lo que estaba haciendo y abalanzarse a la cama a abrazar y acariciar al otro hasta volverle a hacer ronronear eran demasiado grandes.


 


Mierda.


 


Aquello era degradante, pensó por su parte Law. Sobre todo porque era la pura verdad, adoraba el pescado. Pero lo era aún más porque ante la mención de la leche la pantera se había puesto a mover la cola y a ronronear ansiosa. Mierda, joder, mierda. Se odio a sí mismo.


 


— ¿Quieres otro mordisco Eustass-ya?—le comentó serio pero aun claramente sonrojado.


 


Y Kidd ante el comentario, perdió la sonrisa y todas las ganas de abrazarle. Su mano sangrante y palpitante era demasiado buen recordatorio de que no era buena idea enfadar al otro.


 


—No—


 


—Entonces cállate—le ordenó Law molesto.


 


 


Y así cada uno siguió a su rollo. Kidd esperando que se hiciese la cena y Law haciendo zapping por los canales de televisión con cara de aburrimiento. Cuando la cena estuvo lista se sentaron en la cama y comieron en silencio mientras seguían escuchando las noticias sin dirigirse la palabra. En un silencio que no llegaba a ser ni tenso ni incomodo sino simplemente silencio.


 


Y el tiempo siguió pasando lentamente.


 


Kidd en algún momento de la noche había sacado un libro y se había puesto a hacer lo que se había propuesto hacer aquella mañana y lo que se suponía que hacían los estudiantes: estudiar. Law por su parte se estaba empezando a  quedar dormido y cuando la televisión empezó a emitir programas sin sentido decidió que era hora de dormir. Se desperezó lánguidamente en la cama en la que llevaba horas tumbado arqueando su espalda y estirando los brazos, ganándose con ello una ligera mirada curiosa de Kidd y decidió ponerse a buscar algo con lo que dormir.


 


Pero no encontró nada.


 


— ¿Me has comprado algo para dormir?— preguntó al pelirrojo.


 


Kidd levantó entonces la vista del libro con aire cansado y le miró extrañado.


 


—No, no me dijiste que querías nada—se excusó. Law se le quedó mirando parado en medio de la habitación. No iba a dormir desnudo con el otro ni de coña. Kidd pareció entender lo que pensaba porque suspiro y añadió—puedes coger algo mío, supongo que será suficiente— y bostezando él también cerró el libro y se dirigió al baño a lavarse los dientes y prepararse para dormir.


 


Law observó a su alrededor buscando algo hasta que sus ojos se posaron en la camisa roja que se había puesto antes. Sin dudarlo la cogió y se vistió con ella tirando por el suelo sus pantalones y sudadera nueva. Después de todo, la habitación era un total desastre como para preocuparse por dos prendas de ropa más en el suelo.


 


A continuación, y solo con la camisa puesta se metió en la cama y se acurrucó entre las mantas esperando al otro. Estaba claro que iban a dormir juntos. Solo había una cama y sinceramente prefería dormir caliente en una cama con el idiota que en el frio suelo, odiaba el frio.


 


Fue cuando se estaba quedando dormido que sintió otro peso en la cama y unos brazos rodeándole para intentar ganar espacio en el diminuto colchón. Medio dormido se restregó contra el caliente cuerpo a su espalda y comenzó a ronronear suavemente cuando el otro volvió a acariciarle la cabeza tímidamente, enredando sus dedos en su pelo distraídamente. Dios se sentía tan bien aquello que podría quedarse así para siempre, inmerso en aquel agradable calor y siendo acariciado de una forma tan suave y cariñosa.


 


—Ves como sí que ronroneas—susurró imperceptiblemente el pelirrojo a su espalda dándole un suave beso en la nuca.


 


Law quiso contestarle que se callase de una vez, quiso volver a morderle o gritarle, pero en cambio solo se pegó más al otro para que profundizase la caricia mientras su mente se iba alejando hacia un tranquilo sueño.


.


.


.


 


Los dos hombres entraron en la habitación donde les esperaban los otros tres sentados en una mesa redonda. La luz de la habitación era casi nula a pesar de los inmensos ventanales de cristal que les rodeaban y a duras penas podían verse las caras. Era media noche, una hora en la que la gente corriente estaría durmiendo. Pero ellos no eran normales después de todo, ellos controlaban aquella milenaria ciudad.


 


Nada más entrar, todas las miradas se posaron en el hombre rubio de abrigo rosa que sonreía macabramente. Los dos individuos recién llegados tomaron asiento y fue entonces cuando comenzó aquella reunión de diez personas. Los cinco Shichibukai se estudiaron momentáneamente mientras sus respectivos guardaespaldas escrutaban las sombras en busca de peligro.


 


—Bueno, os he llamado aquí para presentaros al nuevo miembro de esta organización y que yo mismo he ayudado e elegir—comentó Doflamingo.


 


Y como Mihawk había predicho la reacción no se hizo esperar.


 


Crocodile se alzó en su sitio fulminando al rubio sonriente con la mirada.


 


— ¿Como que tú has ayudado a elegir?— casi chilló, haciendo que el puro que tenia siempre en la boca temblase amenazando con caer.


 


—Sí, bueno, Sengoku me pidió mi opinión después de que nuestro anterior compañero, Moria, muriese tan repentinamente, y yo, siempre dispuesto a ayudar, se la di hace unos días—


 


Mihawk no pudo contener su sonrisa sarcástica a pesar de la retorcida situación. Lo de “repentinamente” había sido demasiado hipócrita incluso para Doflamingo. Estaba claro que le habían asesinado, aunque no sabía si había sido precisamente Doflamingo, Crocodile tampoco había soportado mucho al idiota de Moria por lo que también había podido ser él.


 


Suspiró. La cosa era grave. Más grave de lo que se temía. Los Shichibukai eran una organización del gobierno que supuestamente ayudaba a mantener la paz. O al menos eso pensaba la gente. La realidad es que ser shichibukai era una constante lucha por el poder. Tenias que aprender a sobrevivir rápido o el resto del grupo se abalanzarían sobre ti para quitarte tu poder y titulo y con un poco de suerte también la vida. Se odiaban unos a otros y se intentaban destruir mutuamente, después de todo cuantos menos Shichibukai, más poder tendrían cada uno. De los diez miembros del programa original propuesto por el gobierno solo quedaban ellos, los inteligentes, los que habían aprendido a esquivar los golpes del resto.


 


Y ahí estaba el problema. Doflamingo acababa de alterar el equilibrio de poder.


 


Desde que había muerto Moria hacia unos años solo habían quedado ellos cuatro: Arlong, Doflamingo, Crocodile y el mismo. Y desde entonces tanto él como Crocodile habían podido más o menos contener los planes desquiciados de los otros dos. Planes que tramaba la mente maestra del rubio y que Arlong seguía divertido por su crueldad y falta de principios. Como un niño sigue a su cruel maestro. Había sido un dos contra dos en aquel entonces. Y era una pelea justa, lo había sido durante muchos años.


 


Pero acababa de irse a la mierda. Un nuevo miembro acababa de entrar al congreso. Alguien que encima había sido elegido por el rubio de plumas y que por lo tanto le debía un favor por haberle ayudado a llegar a donde estaba.  Ahora acaba de convertirse en un tres contra dos y Mihawk se observó en el equipo perdedor.


 


Crocodile le dedicó una mirada ligeramente impotente desde el otro lado de la mesa y él le dedicó un ligero asentimiento llevándose la copa de vino a los labios.


 


Estaban muy jodidos.


 


Doflamingo comenzó a reírse a carcajadas haciendo que el de ojos dorados apretase la copa fuertemente entre sus dedos. A su lado Zoro se removió incomodo sin quitarle los ojos al rubio de gafas extrañas. Mihawk podía ver perfectamente el odio en su mirada, cosa que le pareció ligeramente divertida ya que en realidad aquello no tenía nada que ver con él.


 


—Señores, permítanme presentarles a Marshall D Teach también conocido como Barbanegra que a partir de ahora se convertirá en nuestro querido compañero—anunció el rubio como si estuviese presentando a un famoso rey de la antigüedad.


 


El hombre  de complexión gruesa se levanto de su silla y les dedicó una reverencia. A Mihawk le desagrado al instante. Parecía un matón de barrio, sin cerebro, sin modales, sin una maldita neurona en la cabeza. Alguien fanático de la violencia y fácil de manipular. Estúpido pájaro rosa.


 


—Encantado— empezó el hombre—espero que nos llevemos bien—


 


Y a continuación todos le respondieron en el mismo tono amable e hipócrita de siempre. Mientras observaban impotentes como la maldita asociación caía en manos de Doflamingo sin que pudiesen hacer nada para evitarlo.


 


Después de todo, las normas no se podían romper.


 


 

Notas finales:

Dios la imagen de Law encariñado con la camiseta de Kidd y sin querer quitarsela me mata, joder es tan adorable, ronroneando y queriendo que le acaricie... quiero un gatooo!!!!

Aun asi me encanta como discuten y se tiran pullas el uno al otro jajaja, me parto con ellos, tan sarcasticos y eso.

En fin, en el siguiente aparecera un problemilla por ahi para meter algo de trama jeje aun asi creo que con lo de Doffy en este cap ya ha sido suficiente y empezais a entender la cosa XD

Bueno, nus vemos, muchas gracias por leer y los reviews que me habeis dejado.

Os quieroo

 


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