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2999 DC por Cucuxumusu

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Notas del capitulo:

Bueeeeeno se que esto tenia que estar publicado el martes pero he tenido una semana chunga y he estado metida en la universidad unas 9 horas diarias asique no tenia mucho tiempo U_U Ademas no se por que pero me ha costado bastante escribir este cap.

Pero en fin, ya esta n_n ya soy libre y lo puedo colgar, ademas es compensacion es bastante largo asique espero que lo disfruteis.

Un beso y como siempre gracias por leer.

 

 

 

Kidd caminaba por la calle felizmente canturreando una canción de la que no se acordaba muy bien de letra, pero le daba igual, él era feliz. A su alrededor los hombres trajeados con carísimos trajes negros con gruesas líneas blancas se apresuraban rápidamente a su trabajo en las enormes torres de metal de la calle dándole empujones cada vez que Kidd se interponía  en su camino con su tranquilo caminar. Pero a Kidd también le daba igual. Nada podía aquel día enturbiar su buen humor. Y es que su nueva máscota, Law, caminaba a su lado soltando maldiciones de vez en cuando e intentando a duras penas ponerse a su altura, como un perro obediente persiguiendo a su amo.

 

 

Si, definitivamente era un buen día.

 

 

Cuando había llegado a casa después de la reunión era ya de madrugada, y no pensaba quedarse todo el día encerrado en casa intentando recuperar de mala manera las horas de sueño perdidas, asique, sin darle muchas vueltas, había decidido coger a Law y dedicarse a lo que Luffy les había encargado: buscar información. No era realmente necesario a decir verdad, acababa de mandar a Killer a ello nada más salir de la reunión ya que el rubio era mucho más rápido que cualquiera buscando información y aquello ahorraría bastante tiempo. Aunque lo que nunca diría, es que la principal razón por la que le había mandado a ello al rubio de inmediato era para quitárselo de encima y evitar la tanda de preguntas incomodas sobre su nueva mascota ilegal. Pero eso Killer nunca lo sabría. De todas maneras, si él también se ponía al asunto la cosa se resolvería antes quisiesen o no.

 

 

Y entonces había tocado la entretenida tarea de convencer a Law para que fuese con él a dar una inocente vuelta por el exterior.

 

 

Tras una serie de insultos, primeros planos del dedo corazón del moreno y algún que otro mordisco, puñetazo y llaves creativas, Kidd sin paciencia y ligeramente ofendido por sus originales insultos, había conseguido inmovilizar a Law en el suelo de la habitación con los brazos por encima de la cabeza. El moreno le había mirado con odio y Kidd se había concedió un momento de diversión y venganza acariciando a su mascota y sobándole en sitios un tanto comprometidos. La respuesta con amenazas de castración y algún que otro gruñido no se hicieron esperar y al final, cuando los dos se hubieron calmado un poco, Kidd había sacado un pequeño collar de cuero negro y se lo había puesto al moreno alrededor del cuello fácilmente.

 

 

Era un simple collar de mascota con un localizador por si acaso, pero el mero hecho de ver al moreno bajo suyo, con aquella pequeña prenda en su esbelto cuello marcándole como algo de su posesión, le había revuelto algo dentro. Algo oscuro y caliente que le había hecho hacer algo bastante estúpido. Inclinándose sobre él hombre aun inmovilizado bajo suyo y actuando básicamente por instinto, cerró sus mandíbulas sobre el tierno cuello del menor saboreando de nuevo la piel morena.

 

 

Solo le mordió ligeramente, sin hacer daño, solo sujetando la tierna piel entre sus dientes sin apretar, pero el escalofrió que sacó del cuerpo del otro no le pasó desapercibido, al igual que su repentina inmovilidad e impaciencia, como si todo su cuerpo estuviese alerta a su siguiente movimiento. Le mantuvo así durante un momento. Dejándole sentirse dominado, sintiéndose él aun más feliz al marcarle cada vez más como suyo. Aquello era raro y preocupante, nunca se había sentido así, tan posesivo, pero al final solo le había soltado y observado mientras el moreno se intentaba alejar de él de nuevo arrastrándose por el suelo entre patadas histéricas. Le miraba sonrojado totalmente, con los ojos abiertos a más no poder y la respiración más acelerada de lo que debería. Se arañaba donde le había mordido de forma nerviosa y compulsiva, como si quisiese borrar la sensación en su piel o lo que había provocado en él.

 

 

Al final Kidd le había obligado a seguirle diciéndole que el collar que acababa de ponerle le daría una descarga eléctrica en el cuello si se alejaba de él más de quince metros de distancia y sin más había salido por la puerta. Obviamente era mentira lo de las descargas, solo era un collar normal, pero el hecho de que ahora Law le estuviese persiguiendo maniáticamente por las calles intentando esquivar a los abundantes peatones, indicaba que el otro se lo había tragado totalmente. Kidd sonrió contento consigo mismo mientras se paraba enfrente de un local y esperaba al otro amablemente.

 

 

Law llego a su lado jadeando pesadamente y ajustándose nerviosamente el gorro negro que tapaba sus orejas peludas y suaves. Ese había sido otro regalo de Kidd, al igual que la sudadera negra que el moreno parecía no querer quitarse nunca y que tapaba perfectamente el posesivo collar. Aun así, pese a tanta ropa de por medio, Kidd seguía queriendo abalanzare sobre él y volver a sobarle como hacia un momento en la casa, ahora la cosa seria incluso más divertida al tener que quitarle todas aquellas prendas. Se imaginó a Law de nuevo sonrojado mientras intentaba recuperar el gorro que él le habría robado.

 

 

Céntrate Kidd

 

 

Sin mucha más complicación entró en el pequeño y escondido bar que había entre dos callejuelas oscuras. Realmente si no conocías de antemano a donde conducía la puerta de metal abollada y oxidada parecía que esta te iba a llevar a un sótano maloliente y apestoso con trastos de varios siglos atrás amontonados unos encima de otros. Pero si te fijabas más podías observar un parpadeante cartel de neón que rezaba las palabras "Nuevo Mundo" en azul brillante, o en el símbolo desconchado en la puerta que Kidd había estado llevando orgullosamente en el pecho hacia apenas unas pocas horas.

 

 

Según bajaban la por las escaleras hasta la otra puerta, está en un estado ligeramente mejor, Kidd observó a Law que miraba con una mueca sarcástica todos los carteles de grupos de música no del todo legales que poblaban las paredes con mensajes bastante originales en referencia al gobierno.

 

 

Kidd sonrió sintiéndose como en casa, si, los antros de mala muerte y ligeramente ilegales eran definitivamente su lugar.

 

 

Entraron por fin en el bar que realmente parecía de otro mundo como el cartel indicaba: oscuro, con suelos y paredes de madera que ya casi no se veían en ningún lado y decoración bastante inquietante. Kidd se dirigió a la enorme y casi desierta barra para pedir algo y hablar con quien quería hablar y dejó a Law pulular por su cuenta, después de todo, con lo del collar dudaba que se alejase mucho.

 

 

—Pero mira a quien tenemos aquí— cuestionó una grave voz desde la barra— me alegro que nos dignes por fin con tu presencia Eustass Kidd, mocoso desagradecido—

 

 

Kidd se giró ante la voz y al reconocer al dueño chasqueó la lengua, había esperado no encontrárselo allí a estas horas pero para su desgracia su suerte parecía haberse terminado por hoy.

 

 

—Cállate Shanks y vete a molestar a tu propio mocoso—comentó dedicándole una mirada indignada al otro pelirrojo sentado en la barra con una botella de vino.

 

 

La cara de Shanks se iluminó al instante ante su comentario y puso cara de imbécil total. Kidd rodó los ojos el ver al otro fantasear de nuevo recordando al pequeño hijo que acababa de tener hacia apenas un mes con una mujer morena llamada Makino que siempre había sido como una madre para Kidd y varios chicos huérfanos de la calle.

 

 

—Puede que lo haga—respondió entonces Shanks— después de todo él es mucho más mono y adorable y tierno y cariñoso y guapo que tu—contraatacó añadiendo más adjetivos de los necesarios y haciendo que a Kidd le empezase a aparecer un tic en una ceja.

 

 

—Muérete de una puñetera vez viejo...por cierto ¿dónde está Silvers?—preguntó decidido a acabar con aquello cuanto antes mejor.

 

 

—Llevo aquí ya un rato niño—respondió otra voz justo enfrente de Kidd al otro lado de la barra.

 

 

Kidd pegó un salto sorprendido y miró al hombre de pelo plateado que le dedicaba una mirada entre divertida y cabreada por no haberse percatado de su presencia.

 

 

—La madre que te pario—soltó sin poderlo evitar, ganándose entonces dos collejas en la nuca por parte de los mayores.

 

 

—Esa lengua—

 

 

—Controla el vocabulario enano, o ¿cómo voy a poder traer a mi inocente hijo aquí con salvajes como vosotros por medio?—

 

 

Y como si no pasase nada y no hubiesen mandado a la mierda ya lo sufrientemente el orgullo de Kidd, los dos hombres continuaron sus tareas anteriores. Uno bebiendo de una botella y el otro limpiando copas con un trapo asqueroso. La paciencia de Kidd se iba agotando por momentos.

 

 

—Iros a la mier-...—la mirada que le dedicaron los otros dos le dijo que era más inteligente dejar correr el asunto y no volver a pronunciar palabras...ofensivas—lo que sea, necesito pedirte algo Silvers—

 

 

—Por supuesto—empezó el de pelo plateado.

 

 

—¿Por qué solo nos vienes a ver cuando necesitas algo? ¿por qué nunca nos haces una visita por amistad o porque nos eches de menos?—continuó Shanks con tono fingidamente cabreado.

 

 

Kidd alzó una ceja sarcástico.

 

 

—Es que no os echo de menos, siempre sois un dolor en el culo—

 

 

Shanks hizo un gesto fingido de dolor y abrazó a Silvers fingiendo que lloraba. El otro simplemente le dio unas palmaditas consoladoras en el hombro y siguió limpiando la copa felizmente.

 

 

—Que cruel eres Kidd-chan, voy a llorar...con lo adorable que eras de pequeño, ¿qué narices ha pasado para que acabes así?—

 

 

Kidd se sonrojó hasta la raíz del pelo por el repentino comentario sobre su infancia y mandó miradas nerviosas a su alrededor controlando donde estaba Law y si lo había oído. Porque aquello seria humillante. Sus ojos se encontraron entonces con los grises del otro que sonreía burlón. Mierda lo había oído. Mierda se estaba acercando con una cara peligrosa que Kidd sabía que le iba a dar más de un dolor de cabeza.

 

 

Kidd miró al pelirrojo furioso, Shanks sabía que odiaba que hablase de su infancia, lo sabía de sobra. Asique como último recurso decidió salvar algo de su pisoteado orgullo y joderle un poco.

 

 

—Pasó que te conocí a ti Shanks, eso pasó—respondió moviendo ligeramente su asiento para dejarle algo de espacio a Law. Dios estaban tan cerca que Kidd podía sentir perfectamente el calor y suave aroma que emanaba el cuerpo del otro.

 

 

—Así que ustedes conocen a Kidd desde hace mucho—preguntó totalmente educado Law cruzándose de piernas elegantemente.

 

 

Los otros dos hombres mayores le miraron entonces confundidos.

 

 

—Y tu eres...—

 

 

—Trafalgar Law, un...amigo de Kidd— respondió entonces tenso.

 

 

Kidd sonrió sarcástico. En su cabeza Law era de todo menos su amigo, pero le hacía gracia ver al otro intentando aparentar ser alguien normal, sobre todo porque él podría revelar su verdadera identidad en el minuto siguiente y acabar con la farsa. Pero no lo haría, Law le estaba pidiendo un mínimo de espacio propio y Kidd le iba a demostrar que podía confiar en él, que no era alguien retorcido al que  le gustaba humillarle.

 

 

—Vaya, asique por fin Kidd ha hecho un amigo—siguió con la puya Shanks— me alegró por ti, puede que en el fondo no todo en ti se haya perdido—

 

 

Kidd gruñó y señaló una botella a Silvers para que le sirviese una copa. Definitivamente no iba a dar pie a una conversación sobre su patético pasado. Sin embargo la cara de curiosidad de Law no pasó desapercibida a los mayores que encantados de tener la oportunidad para torturar al desagradecido pelirrojo empezaron a hablar.

 

 

—Veras Law se podría decir que Shanks fue el..tutor de Kidd—

 

 

—Fui un padre para él—comenzó el pelirrojo mayor hinchando el pecho orgulloso— un mentor, un modelo a seguir, lo que daba significado a su vida, era un dios para él, un...—

 

 

Shanks esquivó la botella que por accidente se le había resbalado a Kidd de la mano y que iba dirigida justo al centro de su frente. También paso por alto la mirada de "o te callas en este instante o mueres" que le estaba dedicando, o el hecho de que se estuviese acercando peligrosamente a la cubertería.

 

 

—No te inventes cosas—le acusó Kidd

 

 

—Pero si es verdad—se defendió el otro.

 

—Sí, yo también me acuerdo de como le perseguías todos los días de aquí para haya y le hablabas con respeto y adoración, como a un hermano mayor—

 

 

—Eras tan mono—

 

 

—Si tan adorable— suspiraron los dos mayores recordando los viejos tiempos.

 

 

Kidd tembló de rabia con una vena de proporciones bíblicas palpitando en su frente. Aquellos dos estaban más que muertos. Pero cuando fue a abalanzarse a por la afilada  cubertería, fue el turno de Law de joderla más.

 

 

—Oh, pero si lo sigue siendo, le tendríais que ver todas las noches durmiendo como un angelito abrazadito a la almohada—comentó casualmente.

 

 

La taberna se quedó en silencio durante un momento asimilando lo que acababan de oír. Kidd empalideció inmóvil esperando la reacción que no se hizo esperar. Los mayores estallaron entonces en carcajadas tirándose por el suelo y dando golpes en la mesa entre espasmos de risa. Kidd enrojeció de vergüenza.

 

 

—Law, cuando llegamos a casa voy a matarte y a torturarte hasta que te arrepientas de haber abierto la boca—

 

 

Law solo le sonrió mientras las carcajadas aumentaban de intensidad ante sus comentarios de protesta. Y así estuvieron un rato, riéndose, contándose la vida y simplemente poniéndose al día.

 

 

Y es que aunque a primera vista pareciesen no llevarse bien Akagami Shanks había sido el predecesor de Kidd. El rey rojo de la anterior generación. Al igual que Silvers Rayleigh habían pertenecido a otra época de peleas y luchas que finalmente habían delegado en los siguientes reyes.

 

 

Kidd de pequeño había admirado a Shanks, le habia conocido por casualidad y el respeto que tenia por él por lo que había echo por su territorio y por como lo había defendido era bastante grande. Shanks era quien le había enseñado a pelear y a cómo sobrevivir en la ciudad cuando apenas tenía diez años y ninguna figura paterna que le guiase. Shanks le había cuidado casi como a un hijo propio. Por eso cuando había empezado a ganar renombre entre los suburbios y el pelirrojo le había ofrecido su asiento en el consejo alegando que ya estaba muy viejo y que quería retirarse y formar una familia, no había podido negarse. Kidd era quien era en parte gracias a aquel hombre, le debía demasiado y por eso, aunque se metiesen el uno con el otro o pudiesen acabar a golpes, Kidd nunca haría nada que le perjudicase.

 

 

—Bueno ¿y cuál era el favor Kidd?— le preguntó entonces Silvers aparte.

 

 

Law y Shanks estaban manteniendo una calurosa discusión sobre un puñado de viejas fotografías con su cara de niño estampada en ellas y que Shanks había sacado de alguna misteriosa parte.

 

 

Dios, juraba que algún día se las iba a pagar todas juntas.

 

 

—Necesito que busques información— dijo bajando ligeramente la voz—Hancock está en el hospital y necesitamos saber quien fue—

 

La mirada del mayor se oscureció al oírle. Y Kidd lo entendía. Hancock había sido para Silvers lo mismo que él había sido para Shanks. Su mentor, el chico al que proteger, su sucesor. Silvers había sido el rey de plata por la época de Gold D Roger, era casi como una vieja figura histórica, una leyenda viva. Y se lo había legado todo a Hancock.  Aunque Kidd nunca entendería el por qué.

 

 

—Hancock está bien—le aseguró Kidd—solo que tendrá que quedarse una temporada atada a la cama con una maquina que la sede cada quince minutos para que no escape, y en unos meses volverá a darnos la lata como siempre-

 

 

—Ya...—dijo el hombre con una sonrisa amarga—gracias Kidd...veré que puedo hacer—pero la cara que estaba poniendo le estaba dejando muy claro que el culpable no o iba a salir vivo de aquella.

 

 

—Gracias—murmuró levantándose del taburete.

 

 

Se acercó entonces a Law que ahora reía con Shanks sobre una anécdota que el otro contaba entre gesticulaciones exageradas. Sin dudarlo, y recordando la anécdota como uno de los accidentes más humillantes de su vida, arrancó a Law de su asiento y tiró de él hasta la salida.

 

 

—Adiós Kidd-chan—escuchó gritar al pelirrojo entre risas—vuélvenos a traer a Law algún día que aún me quedan demasiadas cosas que contarle sobre lo maravillosos que eras de pequeño—

 

Y Kidd cerró la puerta de un fuerte portazo.

.

.

.

Mihawk paseó por la escena del crimen con Zoro pisándole los talones como siempre. Aquello no había sido una pelea, aquello había sido una masacre. Paseó entre los cuerpos en el suelo y los charcos de sangre hasta que divisó al hombre que estaba buscando.

 

 

—Smoker—llamó al hombre con unas ojeras demasiado grandes y la taza de café en mano.

 

 

El otro se dio la vuelta y parpadeó un momento aturdido antes de reconocerle y acercarse a él con pasos cansados. Estaban el distrito colindante entre su territorio y el del pajarraco rosa. Un pequeño barrio de casas bajas de madera y antiguos palacios. Estaban en el distrito rojo, los burdeles, las casas de placer, el distrito flotante...esa zona. Y estaba claro por la montaña de cadáveres que algo más grave de lo que en un principio había pensado estaba pasando.

 

 

—Mihawk— empezó Smoker arrastrando las palabras—ha llegado antes de lo que pensaba—

 

 

—¿Que ha pasado?¿Habéis descubierto algo? — preguntó intentando ahorrarle al policía algo de tiempo y evitar el tema de que en fondo había llegado puntual y no pronto.

 

 

Smoker suspiró y tomó otro trago de denso café.

 

 

—No era lo que pensábamos—anunció—no eran simples delincuentes, son las chicas de Hancock—

 

 

—¿La emperatriz?—

 

 

—Si—respondió el otro—esto complica las cosas, las investigaciones e informes tardan más de lo normal al ser delincuentes y la ayuda médica siempre llega tarde, después de todo ¿quién quiere salvar a un puñado de prostitutas? —anunció con un deje amargo y molesto.

 

 

Mihawk lo entendía. Entendía que a pesar de que fuese gracias a esa banda que aquel territorio de la ciudad se mantuviese en paz, aunque hubiesen salvado a miles de chicas de la esclavitud que imponían algunos burdeles o de que diesen de comer a los muertos de hambre en épocas de escasez, seguían siendo delincuentes para la gente común. Y nadie quería meterse en aquello. Después de todo, lo que fuera que había acabado con la banda tenía que ser más fuerte y peligroso que las explosivas chicas de la emperatriz.

 

 

—Veré lo que puedo hacer— comentó Mihawk.

 

 

Y entonces ambos hombres comenzaron a hablar sobre los detalles de la investigación, las teorías en que trabajaban los detectives y demás. En algún momento Mihawk echó a Zoro de allí y el peli verde se vio obligado a vagar por el lugar sin rumbo alguno.

 

 

No le gustaba alejarse de Mihawk. Se había prometido después de todo que le conquistaría. Que a pesar del brutal rechazo que le daba a sus intentos de avanzar con él, que a pesar de sus abusos o frases de odio él seguiría a su lado. Por que Mihawk le necesitaba. Porque estaba tan roto, tan perdido y destrozado por lo de su mujer que se había cerrado totalmente a cualquier muestra de afecto. Y aquello era inaceptable. Zoro quería ser el que consiguiese que Mihawk volviese a abrirse, el consiguiese reconquistar su corazón y le diese el cariño que se merecía. Que se diese cuenta que podía volver a querer a alguien. Que lo de su mujer no volvería a pasar. Que él era fuerte y sobreviviría.

 

 

—Hey—le llamó una voz—¿sabes dónde está el palacio de Hancock?—

 

 

Zoro se volvió para encontrarse con un chico moreno a su espalda vistiendo unos vaqueros azules y un chaleco rojo y con una cicatriz bajo un ojo. Zoro retrocedió sorprendido. ¿Cuando había...

 

 

—Em si...tienes que... seguir subiendo esta calle hasta llegar a...—respondió rápidamente pero…espera ¿era subiendo o bajando la calle? Había visto un edificio rojo así que supuestamente tenía que ser por...Mierda se había vuelto a perder, estúpida ciudad, por eso también odiaba alejarse de Mihawk.

 

 

—¿Estás perdido?—preguntó el chico con una sonrisa divertida al ver su confusión.

 

 

—No, no lo estoy—se defendió, pero ya era muy tarde y el chico se había empezado a reír suavemente.

 

 

—Está bien creo que sé más o menos por donde es, sígueme—y tomándole de la mano como si fuera su pareja de toda la vida empezaron a avanzar por la calle.

 

 

Zoro observó entonces fijamente al chico. Debería ser más pequeño que él y además no parecía muy fuerte o alguien peligroso, pero caminaba con una seguridad y falta de cuidado que no era normal en alguien de su edad, sino más bien de un niño inocente. Era la típica persona que tenias la necesidad de proteger quisieses o no. Era tan...adorable.

 

 

Zoro se golpeo mentalmente, el estaba con Mihawk y solo con Mihawk, tenía que dejar aquello.

 

 

—¿Cómo te llamas?— preguntó apretándole la mano al chico para llamarle la atención. Mejor hablar que seguir pensando estupideces

 

 

—Luffy, Monkey D Luffy— le respondió el otro con una sonrisa amplia.

 

 

—¿Y qué haces aquí? Este distrito está prohibido al paso—

 

 

—Lo sé, y me da igual— respondió frunciendo el ceño— me han dicho que ha habido problemas y tengo un montón de amigas que viven por aquí, asique quiero asegurarme que están bien—

 

Zoro escrutó al chico. ¿Se refería a las prostitutas que habían matado? ¿Por qué tenía un chico como él aquel tipo de amigas? ¿Qué clase de vida llevaba? Un sentimiento de protección surgió en su pecho y tiro de la mano del chico obligándole a detenerse. No podía dejarle ir allí. No podía dejarle ver la masacre, le gustaba la sonrisa inocente y alegre que tenia ahora y al ver lo que había pasado seguramente la perdería. Por dios, solo era un niño.

 

 

Luffy le miro dudoso entonces y ligeramente confuso, y Zoro sin poderlo evitar tiró por él hasta tenerlo protegido entre sus brazos. Le abrazó fuertemente como si le estuviese consolando aunque el chico todavía no supiese lo que pasaba.

 

 

—Hey, ¿Qué pasa? Suéltame—intento forcejar el chico, pero Zoro no le dejó escaparse, simplemente le siguió abrazando consolador.

 

 

—Prométeme que no vas a ir—le pidió.

 

Luffy se calló de golpe ante la simple frase entendiendo entonces la actitud del peliverde. Entonces simplemente apoyo su cabeza contra su pecho suavemente, le devolvió el abrazo y hundió la cara entre sus pectorales ocultando su cara.

 

 

—¿Tan malo es?—preguntó entonces con voz rota.

 

 

Y Zoro se tensó. Aquella era un de las cosas que odiaba de aquella ciudad. Niños sin padres que pululaban por las calles sin ningún lugar al que volver y sin nadie que cuidase de ellos, mezclándose desde los pocos años con prostitutas y delincuentes y con un poco de suerte acabando como ellos. Y el gobierno no hacia absolutamente nada, solo les daba un mierdoso apartamento en los suburbios y se lavaba las manos del asunto satisfecho. Ni figuras paternas, ni nadie que les cuidase ni les llevase por el buen camino, absolutamente nada.

 

 

—Simplemente no vayas—

 

 

Luffy guardó silencio durante un momento serio antes de alejarse del otro y preguntarle.

 

 

—¿Cómo te llamas?—

 

 

Zoro le observó fijamente. Su mirada había cambiado, el deje alegre y despreocupado había sido sustituido por una mirada seria y calculadora, aunque también seguía teniendo un deje de dolor. Zoro parpadeó confuso como si la persona que había tenido entre sus brazos se hubiese transformado en alguien totalmente diferente. Respondió como le respondía a su comandante en el ejercito.

 

 

—Roronoa Zoro—

 

 

Y entonces la sonrisa volvió al rostro del chico. No la alegre de antes, sino una sarcástica y divertida.

 

 

—Y eres un MMG—

 

Zoro apretó los puños ante el nombre pero asintió. En aquellos momentos se sentía como un niño respondiendo a la bronca que le echaba su padre, aunque no entendía el por qué. Luffy avanzó hacia él y levantó lentamente una mano hasta tocar una de sus orejas. Y la reacción como siempre fue instantánea. Su cuerpo se calentó al instante y comenzó a temblar entre espasmos de placer. Odiaba aquello. Aquellos puntos débiles y traicioneros que le dejaban indefenso. De pequeño siempre había pensado en cortárselas en arrancarse ese apéndice, teñirse el pelo de negro y convertirse en alguien normal. Pero nunca lo había conseguido siempre le entraba pánico cuando encontraba en cuchillo o las tijeras para hacerlo. Y allí estaba ahora, temblando de placer porque un chico que ni conocía le estaba acariciando inocentemente. O al menos eso pensaba, la mirada calculadora y con un brillo extraño que tenia ahora Luffy le confundía. Pero de todas formas no se apartó. Dejó que el otro le tocase como quisiese que estrujara sus orejas entre sus manos haciéndole apretar los ojos fuertemente, jadeando y apoyando su peso contra el cuerpo del chico para no perder el equilibrio por sus temblorosas piernas. Y Luffy se detuvo entonces y le abrazó en medio de aquella pequeña callejuela desierta.

 

 

Mierda aquello se le estaba yendo de las manos. ¿Qué estaba pasando?

 

 

—Eres muy interesante Zoro—y cuando este volvió la vista hacia la cara del otro se encontró con la misma sonrisa cálida y alegre del principio, como si le hubiese perdonado lo que hubiese hecho simplemente con aquello.

 

 

Zoro simplemente le miró aun temblando entre los brazos de Luffy observándole sin poder apartarse en lo más mínimo. ¿Qué le pasaba con aquel chico? ¿Por qué no se resistía ni un poco? Nunca le había permitido a nadie tanta cercanía más que a Mihawk, nunca se había rendido tan fácilmente, aquello podía ser peligroso. Monkey D Luffy era peligroso.

 

 

De repente alguien le agarró del brazo y tiro de él hacia atrás alejándole del otro. Tensándose al instante fue a responder al ataque y a hacer una llave que derribara al nuevo asaltante pero de nuevo se vio inmovilizado por unos ojos dorados. Mihawk a su espalda le miraba con cara de disgusto. Menos mal que había llegado, sino no sabía que podía haber pasado entre él y aquel chico.

 

 

—Señor—murmuró aun jadeando.

 

 

Pero el otro no dijo nada, solo miró al chico que seguía plantado delante suyo en el callejón y le dedicó una mirada fulminante que el otro respondió al instante con una sonrisa ladeada. En silencio en todo momento, sosteniéndose la mirada y manteniendo una batalla en cuyo centro se encontraba Zoro sin saber muy bien qué hacer. Pero antes de que pudiese decir nada o explicar la comprometida situación, Mihawk le giró y le empujó con fuerza fuera del callejón.

 

 

—Nos vamos. Ahora— y Zoro se vio arrastrado literalmente por el otro sin entender del todo lo que estaba pasando.

 

 

—Nos vemos Zoro—escuchó gritar al chico moreno. Se fue a girar para devolverle el saludo y despedirse, a volverle a pedir que no fuera a donde estaba la masacre, pero Mihawk volvió a empujarle en dirección a un deportivo negro de ventanas azules y brillantes que ya conocía.

 

 

Ligeramente confuso por la actitud del de ojos dorados decidió obedecerle esta vez y dejarse conducir hasta el coche. Una vez allí Mihawk le cerró totalmente el paso hasta que se sentó en el asiento y tuvo la puerta cerrada. Entonces, rápidamente, el moreno se sentó el asiento de al lado, encendió el coche y estableció la conducción automática que tinto los cristales de negro con un recorrido en líneas azules de la ciudad. El silencio inundo el coche mientras este comenzaba a cobrar velocidad y entonces, antes de que Zoro pudiese preguntar qué narices pasaba, Mihawk giró su asiento hacia el suyo y le agarró de la camiseta atrayéndole contra su boca.

 

 

Se besaron bruscamente, sin pizca de ningún sentimiento, como siempre pasaba según el punto de vista del peli verde, mezclando sus lenguas ansiosas por el otro pero sin la más mínima consideración por el bienestar ajeno, simplemente buscando el placer propio, cosa que a Zoro no le sorprendió, siempre era así. Sin embargo lo que si le sorprendió a Zoro esta vez fue que había sido el mayor el que lo había iniciado, no él. Aquello era la primera vez que pasaba y no sabía realmente como reaccionar, por eso cuando se separaron en busca de aire Zoro seguía con la confusión pintada en su cara.

 

 

Mihawk le miró con aquellos ojos amarillos y serios con una pizca de cabreo que Zoro no entendía a que venía. Pero Mihawk no paró simplemente allí. Alzando una mano repitió el mismo gesto que había hecho Luffy minutos antes y estrujó sus orejas entre sus manos, solo que esta vez fue peor que con el chico ya que Mihawk conocía exactamente cada pequeño punto débil del menor. La sensación fue tan repentina e inesperada que Zoro cayó de rodillas entre las piernas de mayor. Apoyó su cara contra el interior del muslo del otro apretando la mandíbula fuertemente y cerrando los ojos a más no poder. Intentaba contener a duras penas los escalofríos y gemidos que amenazaban con destruir aun más su orgullo, pero el otro no tuvo ni la más mínima piedad y atacó con ahínco cada mínima fibra sensible que hiciese al peliverde retorcerse de placer a sus pies. Hasta que le tuvo gimiendo contra su pierna sumiso como siempre, hasta que se deleitó viéndole mover las cederás en busca de algo contra lo que frotarse temblando patéticamente, hasta que las manos del otro le apretaron el pantalón pidiéndole clemencia y algo contra lo que poder masturbarse.

 

 

Y entonces cuando le tuvo así en aquel estado, totalmente rendido a sus pies, y gimiendo su nombre suplicante, Mihawk se relajó. No fue algo visible y no había nadie para darse cuenta de ello, pero el puño que había estado apretando se aflojo, su mirada se suavizo y la postura tensa que había estado manteniendo desde que había visto a Zoro en brazos de aquel chico insolente desapareció.

 

 

Aunque ver al otro en aquel estado parecía no ser suficiente y algo amargo seguía revolviéndole el estomago sin saber identificar del todo que era. Algo que definitivamente no le gustaba y que no debería estar allí.

 

.

.

.

 

Law esquivó a otra señora con un sombrero descomunal y un trasero aun más grandes y dio dos zancadas largas hasta que diviso al pelirrojo parado esperándole de nuevo.  Estúpido idiota, ¿cómo se podía mover por allí con tanta facilidad?

 

 

—¿Cómo puedes tardar tanto?—refunfuñó el otro mirándole aburrido.

 

 

Law frunció el ceño, no era culpa suya que toda la maldita ciudad pareciese haberse concentrado en un único punto de la ciudad.

 

 

—Venga Kidd-chan— dijo llamándole por el apodo infantil por el que le había llamado el otro pelirrojo antes—podías ser un poco más amable y ayudarme de vez en cuando—comentó con una sonrisa falsa.

 

 

La reacción fue instantánea y Kidd enrojeció hasta que su cara fue un sinónimo de tomate.

 

 

—Como vuelvas a llamarme así mueres—amenazó.

 

 

—Oh venga, si eras la cosa más adorable del mundo de pequeño, eras tan inocente y tan confiado que si te hubiese conocido entonces no se que habría acabado haciéndote—comentó acercándose a él y acariciándole el pelo como a un niño pequeño antes de añadir— ...Kidd-chan—

 

 

Un ligero tic apareció en el ojo del otro al escucharle, pero cuando fue a abrir la boca simplemente no pronunció silaba alguna y boqueó como un pez fuera del agua sin saber que decir realmente. Totalmente patético.  Law no se pudo contener más y estalló en carcajadas mientras el otro pasaba de rojo a granate al darse cuenta entonces de la indirecta implícita en las palabras del otro. Dios aquello era tan divertido, Kidd era tan mono así, falto de palabras y más rojo que su pelo.

 

 

—Se acabo— murmuró el otro tomándole del brazo y conduciéndole a tirones entre la gente—cuando llegamos a casa te vas a enterar—

 

—Mmm ¿me vas a pegar Eustass-ya? ¿me vas a castigar por haber sido un chico malo?— susurró entonces con un tono ronroneante y provocativo que insinuaba de todo mientras se pegaba firmemente a la fuerte espalda del pelirrojo.

 

 

Y pudo sentir al otro tensarse de nuevo y detenerse de en medio de la atestada calle.

 

 

—Dime, ¿qué me vas a hacer?—volvió a preguntarle con un tono demasiado oscuro, provocándole y haciendo que él mismo comenzase a excitarse ante lo que planteaba. Ser "castigado" por el pelirrojo definitivamente sería algo digno de verse. Aunque tampoco se quitaba de la cabeza lo de hacerlo al revés y ser él el que enseñase al pelirrojo alguna que otra lección, atado a la cama, con una mordaza, mientras él le...

 

 

Se golpeó mentalmente, ¿Que le estaba pasando hoy? Primero lo del excitante mordisco y ahora su mente volando hacia los mundos  del yupi. Tenía que centrarse. Fue a responderle alguna que otra puya al pelirrojo pero entonces el otro de repente se volvió. Y en vez de la mirada nerviosa y la cara roja que Law se esperaba, se encontró con los ojos dorados del otro mortalmente serios. Aquello le asustó ligeramente. Kidd le agarró entonces por los hombros y le miró fijamente a la cara hasta que todo su campo de visión estuvo ocupado por su cara.

 

 

—No voy a pegarte—murmuró entonces el pelirrojo—no te voy a hacer daño. Nunca— le aseguró como si se lo estuviese jurando a sí mismo.

 

 

Y entonces fue Law el que no supo cómo responder. ¿A qué venía aquello? Solo había sido una broma, ¿por qué el otro se había puesto así? Pero aun así no pudo evitar que algo se revolviese en su interior, y una ligera sensación de aprecio apareciese de repente. No, no podía confiar en él, aquello solo eran palabras, no significaba nada, Kidd le haría daño al final, como siempre pasaba. Pero aun así el otro seguía mirándole serio y Law empezó a dudar, parecía que realmente lo decía en serio, parecía que quería realmente protegerle. Y entonces recordó los moratones que recorrían su cuerpo. Y entendió el por qué Kidd le decía aquello. Era lastima, preocupación... Y lo odiaba. Él no era tan débil como para que sintiesen lastima de él, él podía con quien fuese, él era Trafalgar Law joder.

 

 

—Por supuesto que no me vas pegar, me gustaría verte siquiera intentando...—

 

 

Y entonces lo vio. El abrigo de plumas rosas. Solo fue un segundo ya que al siguiente volvió a desaparecer entre la multitud. Pero aun así el momento fue suficiente como para paralizar su sistema nervioso. Y el daño estuvo hecho. Comenzó a temblar si control y sus ojos se abrieron a más no poder mientras sus orejas caían hacia atrás asustadas.

 

 

—¿Law?— le llamó el pelirrojo idiota al verle de repente inmovilizado.

 

 

—Vámonos— susurró con un esfuerzo descomunal ya que su cuerpo parecía no responderle como quería.

 

 

—¿Qué?—

 

 

—Vámonos— repitió aferrándose al otro de repente— a casa...por favor—pidió sin poder contener todavía los temblores.

 

 

Sintiéndose humillado por aquello, por perder los estribos ante algo tan insignificante. Pero no lo podía contener, su pantera se había hecho un ovillo en su interior y maullaba intensamente pidiendo ayuda, socorro, que alguien la ayudase, quería que Kidd la abrazase y la tranquilizase, quería volver a sentirse protegida por él y olvidar los recuerdos que habían vuelto a surgir ante la fugaz visión. Pero aunque la pantera quisiese desesperadamente huir y correr y refugiarse con Kidd, Law no lo permitiría, no se permitía mostrar debilidad, no se permitía entrar en pánico, siempre mantenía la sangre fría en aquellos casos, siempre sabia que hacer. No necesitaba a nadie, no necesitaba protección.

 

 

Kidd le observó durante un momento sin comprender. Pero el otro parecía estar teniendo en aquellos momentos un ataque de pánico contenido mientras aferraba su camisa desesperado. Y no le gustaba. Miró a su alrededor buscando la fuente del problema o algo de pudiese haber dejado al otro en aquel estado para partirle la cara pero todo parecía normal. Frunció el ceño y apretó al otro contra su cuerpo de forma protectora y posesiva sintiéndole pegarse aun más contra su cuerpo. Entonces, tomando una decisión, le cogió en brazos y volvió a avanzar entre la multitud con paso firme.

 

 

—¿Qu-que haces? Bájame idiota, puedo andar perfectamente—protestó al instante el moreno, pero Kidd sintió como se aferraba a sus hombros con fuerza y se pegaba más a él cómo buscando la protección de sus brazos tímidamente. Kidd le abrazo aun más fuerte en respuesta.

 

 

Y de aquella forma se fueron de allí. Sin darse cuenta de la mirada que un hombre apoyado casualmente contra una pared y con un extraño abrigo de plumas rosas les estaba dedicando. Una mirada que indicaba que estaba de todo menos contento. 

 

 

Notas finales:

Jajaja dios me encanta el Shanks toca pelotas, me ha gustado escribir esa parte, en plan ambiente familiar adorable jajja pobre Kidd, aunque se lo merece en el fondo por torturar a Law y mentirle con lo del collar XD

Vale, bueno creo que lo de Mihawk-Zoro se ha visto que no es tan grave como parecia no? No es tan duro como lo pintaba, ademas con Luffy entrando en escena se va a poner mejor todavia muajajaja

Y bueno ya esta, que sino voy a acabar diciendo cosas que no deberia y me acabarearrepintiendo

Espero que os haya gustado chicos.

Nus vemooos 


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