¿Por qué tenía que besarme tan bien? Se suponía que tenía que desagradarme todo lo que viniera de él, pero, lo cierto es que me subía la testosterona cuando lo hacía.
Apoyado en la puerta, intentaba reducir el sonrojo de mi cara. Sabía que Luca se había ido pero no podía separarme de la puerta, notaba una mínima conexión, lo notaba cerca.
Luca me estuvo visitando diariamente, hasta que empecé a caminar por mí solo, tenía que acudir todos los días a rehabilitación para empezar a darle movilidad al pie. Y tras mes y medio, pude andar ya normal, correr, saltar... Seguía sin creerme que todo había pasado por un perro que me había mordido en la pierna, parecía sacado de un cuento. Cuando empecé a trabajar de nuevo, mis compañeros de departamento me hicieron una fiesta de bienvenida. Confetis, tarta, sidra, dulces, globos, eran algunas de las cosas que habían por allí. Se notaba que me habían cogido cariño y me echaban de menos. Me alegró ver que se habían preocupado todos por mí durante mi período ausente. Si tenía que irme en un mes, la despedida iba a ser dura...
- ¡Qué alegría volver a verte por aquí! – exclamó Marc.
- Exactamente iba a decir lo mismo. ¿Cómo estás Matthew? Esto ha sido muy diferente sin ti. – expresó Dylan, abrazándome. Luca me miraba de reojo, no le gustaba el abrazo de Dylan.
- Bienvenido. – soltó Luca, dándome con una revista que llevaba en la mano.
- ¿¡Por qué me das!? – pregunté alertado con las manos en la cabeza.
- Porque has faltado mucho, te has tomado vacaciones por tu cuenta, tu trabajo se amontona y aún tienes tiempo para fiestas...
- ¡Pero yo no he organizado la fiesta! – corregí.
- Jefe, no se ponga así. Es principio de temporada, no hay mucho trabajo, podemos disfrutar de la fiesta. No la arruine. Venga y tómese una copa. – dijo Marc.
- ¿Por qué siempre tengo que tener la culpa yo? – susurré.
- Tranquilo Matthew, el jefe hoy no está de muy buen humor... – me respondió Dylan cerca del oído.
- ¡Tengo una idea! – interrumpió Marc. - ¡Vámonos a una discoteca esta noche!
- ¿Qué estás diciendo Marc? – preguntó Luca.
- No hay mejor manera de celebrar que Matthew ha vuelto que dándolo todo en la pista de baile, con una copa en la mano y rodeado de chicas guapas. ¿Qué os parece?
- Me niego. – soltó Luca.
- Vamos jefe...
- No cuentes conmigo Marc... Tengo trabajo. Nos vemos mañana
- Pues vamos nosotros tres. – continuó Dylan.
- P-Pero...
- Te lo pasarás bien Matt, ya verás. Conocerás a chicas mejores que tu exnovia, te lo aseguro. – interrumpió Marc.
Al final acepté la propuesta. Después de todo llevaba mucho tiempo sin ir a una discoteca, necesitaba cambiar de aires y probar algo nuevo. Marc nos condujo a la discoteca Panamá. La fachada del edificio estaba llena de luces de neón de colores brillantes y exuberantes. Muchas chicas y chicos esperando para entrar. En la puerta había un hombre fornido, era el portero, el cual nos miró con mala cara; tenía pinta de tener un carácter muy fuerte. Dentro había un ambiente muy movido, luces de colores que se movían en todas direcciones, gente bailando de forma muy sensual, chicas con poca ropa, un discjockey en una esquina manejando la música, gente besuqueándose por los rincones... Típico escenario en una discoteca. Marc enseguida compró unas bebidas, no sabía cuánto alcohol contenía, pero igualmente me lo bebí. Dylan nos presentó a unas amigas suyas que casualmente estaban por allí. Al momento, él desapareció y nos quedamos Marc y yo con aquellas chicas. Eran muy guapas y simpáticas las dos. Se llamaban Érica y Tamara. No sé cuando tiempo pasó hasta que Marc se lanzó a los labios de Tamara y yo no sabía cuantas copas me había tomado ya. Empezaba a sentir los efectos del alcohol. Érica me sacó a bailar y entre unos movimientos y otros acabé besándola. A ella no pareció desagradarle porque no rechazó mi beso, si no todo lo contrario, me cogió de la mano y me sacó de la pista. Me llevó a una habitación donde había una cama y una mesita. Comenzó a quitarse el vestido tan ajustado que llevaba y desató mi camisa. Después de tanto tiempo sin acostarme con una mujer, esa noche sucedió. En aquella habitación de aquella discoteca, hice el amor con ella. Tras el horrible hecho, Marc me llevó a casa. Apenas recordaba lo que había pasado después de una sobresaturación de lujuria producida por el alcohol. A la mañana siguiente desperté en el suelo de mi casa, tirado en mitad del salón con la camiseta desabotonada y la chaqueta a mi lado. Al erguirme me dio un fuerte dolor de cabeza, no sabía que había pasado ni lo que había hecho, tan solo tenía unas marcas rojas, que deduje que eran chupetones, a lo largo del cuello y el pecho, por no hablar de unos arañazos que cruzaban toda mi espalda. ¿Qué había pasado? ¿Por qué me dolía tanto la cabeza? ¿A qué venían todas esas marcas? Recordaba que la mañana anterior habíamos tenido una pequeña fiesta en el departamento con los demás... Solo había estado con Luca, Dylan y Marc ese día. Tenía que haber sido Luca que siempre me obligaba a hacer cosas que yo no quería, ¡debía de ser esa la respuesta a todas mis preguntas! Poco tiempo después sonó el timbre de casa...
- ¡¡Luca!! D-Digo jefe... ¿Q-Qué hace aquí? – pregunté aturdido.
- Te he llamado tres veces, ¿por qué no me coges el teléfono? – respondió.
- M-Mi teléfono... – dije palpándome los bolsillos. – Tiene que estar en mi chaqueta por eso no lo he oído, lo siento...
- Vaya pintas tienes Matthew... ¿Qué has estado haciendo? Hueles a alcohol...
- E-Esto... Me quedé durmiendo en el suelo y me acabo de despertar. Anoche estaba muy cansado.
- Entiendo... ¿Y esas marcas en el cuello? – curioseo ladeándome la cabeza.
- ¡Esto es obra de usted! Le he dicho que no se aproveche de mí cuando esté bebido.
- ¿Tan seguro estás de que te he hecho eso? – preguntó.
- C-Claro. ¿Quién va a ser si no?
- No he sido yo el que te ha hecho eso Matthew. Ayer no estuve en vuestra fiesta tenía cosas pendientes. Así que es imposible que lo haya hecho yo...
- ¿Q-Qué está diciendo? Está mintiendo, ¿verdad? – Luca me miró con un rostro muy serio. Él no estaba mintiendo. – E-Entonces...
- Disculpa Matthew, tengo cosas que hacer. – Girándose sobre sí mismo, salió de mi portal.
- ¡J-Jefe! Oye... No te vayas... – dije con una voz débil. No me quiso escuchar; se marchó cabizbajo, ni siquiera me miró cuando ya estaba lejos. - ¡Qué rabia! ¡Todo por estas estúpidas marcas que no sé de dónde han salido! El jefe se ha enfadado, estoy seguro, por mi culpa, no tengo duda ninguna... Todavía está mi chaqueta en el suelo... Un momento... Mi teléfono debería de estar... Aquí. Ya te tengo... ¿Llamada perdida de Érica? ¿Quién es Érica? ¿Y esta foto? ¿Se supone que esa chica es Érica? Haber, ¡Marc está detrás de mí en la foto! ¡Él tiene que saber algo! Voy inmediatamente a su casa... Después de darme una ducha, por supuesto...