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El primer y único amor. por KeikoHikari

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-         Matty... Ábreme. – susurraba detrás de mi puerta.

-         N-No voy a abrirte... – decía dificultosamente. ‘Rápido, vete, o me dejaré llevar por tu voz otra vez’ se repetía constantemente en mi cabeza. – Rápido...

-         Entiendo que estés enfadado conmigo, pero Matthew, dime lo que he hecho mal y si puedo rectificarlo. – Inmediatamente, abrí la puerta.

-         ¿Me preguntas lo que has hecho? Sencillamente, fastidiarme la vida. Yo te creía olvidado, ya te daba por pasado, ¿por qué volviste? – pregunté mientras las lágrimas corrían por mis mejillas. Se acercó a mí, me cogió de las muñecas y me observaba mientras lloraba, al poco tiempo me soltó.

-         Sé que piensas que me aprovecho de ti en todos los sentidos, tanto físicamente y emocionalmente... Ahora, dime quién es el que se inquieta por ti, quién es el que te ha traído a casa, quién te vigila por si haces alguna tontería, por si te pierdes y luego no sabes volver, el que se preocupa por ti en el trabajo y de que tengas las cosas al tiempo, quién te llevó al hospital, quién es el que ahora está delante de ti intentando arreglar el presente. – Me quedé callado y me dejó caer al suelo de rodillas, cogí uno de los cojines del sofá que tenía detrás y se lo lancé.

-         ¡Cállate, cállate, cállate! No quiero oír nada más de ti, solo son estupideces, nunca voy a creerte.

-         ¡Escúchate! No dices cosas razonables...

-         ¿¡Quién es que hace cosas irrazonables!? – grité. - ¿A qué vino lo que pasó en el ascensor? ¿Te estás burlando de mí? – Volví a lanzarle otro cojín, golpeándole la cara. - ¡Aléjate de mí!

-         ¿Por eso estás tan enfadado? ¡Mírame, Matthew! Cuando te desnudé en el ascensor tenía la idea de hacerte el amor allí mismo, pero de pronto te pusiste a llorar y me di cuenta de que te estaba obligando a hacer algo que tú no querías y por eso me fui sin decir nada, tenía miedo de que volvieras a alejarte de mí.

-         ¡Eso es mentira!  No quiero escucharte más. – sollocé. – Te quiero, ¿vale? Siempre te he querido, ¿¡tan malo es eso!? No pensé que me iba a enamorar tanto de ti, estoy tan enamorado que hasta me duele el pecho, yo nunca quise sufrir por amar a alguien, Luca...

-         Así me sentí yo cuando me dejaste tirado en mi casa cuando vino mi prima. El malentendido que tuviste por 9 años, ¿recuerdas? Ahora estoy aquí, en frente de ti, tragándome mi orgullo, diciéndote que no quiero que te alejes de mí, y aun así te comportas tan fríamente, llamándome mentiroso.

-         L-Luca...

-         Llámame mentiroso, sigue arrojándome cojines, pero no te he dicho más que la verdad tal y como es. – Había dejado de llorar, cuando empezó a decir lo que realmente pensaba. Luca acababa de declararse por completo. – Has dejado de llorar.

-         S-Sí... – Lo que yo pensaba que estaba haciendo por mi bien, era todo lo contrario. Luca estaba sufriéndolo todo y ahora me daba cuenta. Había cargado con el peso de todo él solo, y yo no supe percibirlo. – Nunca antes me habías dicho que me querías.

-         Quizá porque no tuve la oportunidad adecuada para decirlo como ahora.

-         Aun así, no voy a cambiar de opinión. – Luca había conseguido tocar mi fibra sensible, pero no quería mostrar ese lado.

-         Está bien, yo ya he dicho lo que tenía que decir. Matty, nunca me has perdonado nada, ahora es el momento de que todo lo dejes atrás y hable tu corazón. ¿Tan seguro estás de que no quieres verme más? – Hubo un silencio en el que ninguno de los dos hablamos, simplemente el sonido de los coches de la calle nos interrumpía. – El silencio dice mucho. Veo que estás ya recuperado desde esta mañana, así que me voy, no tengo nada que hacer aquí. Marc ha terminado de llevar tus cosas al nuevo edificio, mañana si te encuentras mejor puedes ir a trabajar con tus antiguos compañeros. Adiós, Matthew. – Se paró delante de la puerta unos minutos, me miró y se fue.

Esa definitivamente había sido nuestra despedida.

Tal y como había dicho Luca, mañana podría ya por fin ver a mis antiguos compañeros, a mi jefe... Mi jefe... Tan claro como el agua sabía, que Luca viviría dentro de mí por muy lejos que me fuera. Vinieron a mi mente todos los recuerdos que tenía con él, las veces que había intentado besarme sin mi permiso, sus miradas, cuando tocaba mi pelo, o me daba con los papeles cuando estaba despistado. No pude evitar las lágrimas, con tan solo pensar que el futuro, por mi mala cabeza, estaría sin él.

-         No quiero llorar más... – me decía a mí mismo. – Mírate, le has dicho que no le amabas y ahora lloras su ausencia. Que mentiroso soy. Nadie me dará la felicidad y el cariño que él me ha dado a su manera. Lo supe desde la primera vez que lo vi, tenía algo especial. Y es que dicen que el destino no se puede forjar y así acabé con él. De los errores se aprende, y sé que si no es con él, no estaré con nadie más, pero nuestra relación está muerta. Lo asumiré como el adulto que soy, puede que encuentre a alguien mejor, no voy a dejar... ¡No quiero dejarlo! Luca, pero, ¿qué acabo de hacerte? Lo siento. – Tal y como dije pasé toda el día llorando y durmiendo, a penas ingerí algún alimento.

 

Al día siguiente, desperté mareado, me dolía todo, me sentía sin ganas de nada. Me levanté de la cama y arrastré mi cuerpo hasta la cocina, conseguí coger el teléfono y llamar a una ambulancia, necesitaba ser hospitalizado de inmediato, después de eso no recuerdo nada. El sonido del monitor cardiaco que había a mi lado me despertó. No había nadie en mi habitación, estaba solo. Busqué con la vista a Luca, él siempre estaba a mi lado cuando algo me ocurría, pero no estaba, ¿cómo iba a estar allí, después de todo lo que le dije? Aun así, no dejaba de tener esperanza de verle por allí.

-         ¿Matthew Ondra? – preguntó una enfermera que acababa de entrar.

-         E-Es Onedra.

-         Oh, es cierto, lo siento. – se disculpó.

-         No te preocupes. Disculpe, ¿cuántos días llevo aquí?

-         Dos días. Bueno, siendo exacta, un día y 8 horas. Tu estado era pésimo, hemos tenido que inyectarte varias vitaminas. Hiciste muy bien en llamar a una ambulancia, procure desayunar y comer todos los días.

-         E-Eso también me lo dijo un amigo mío... – murmuré. Me refería a Luca.

-         ¿Quiere comer ya? – Yo afirmé con la cabeza. – Mañana ya puedes volver a casa, estás mejor, pero por hoy te quedarás en observación, por si ocurre alguna anomalía. Más tarde pasaré para llevarme las sábanas.

-         G-Gracias. – La comida del hospital estaba horrorosamente mala, no tenía nada que ver con la comida que Luca cocinaba. Por suerte solo tenía que quedarme allí un día más y ya podría regresar a casa.

-         ¿Puedo pasar? – preguntó de nuevo la enfermera.

-         Por supuesto. – Admiré cómo cambiaba mis sábanas, ponía mucho empeño en las arrugas que quedaban al hacer la cama.

-         Disculpe, ¿no ha venido nadie a verme? Ya sabe, alguna visita...

-         Esto... ¡Ah! Vino esta mañana un chico joven, muy apuesto, pero aún estaba durmiendo. Y antes de él, también recuerdo haber visto a un hombre más mayor, estar aquí.

-         ¿¡Cómo se llamaba el chico joven!? ¿Se llamaba Luca? ¿Era Luca? – pregunté entusiasmado.

-         N-No... Creo que se llamaba Marc. – Mi rostro se convirtió en desilusión. – Ese tal Luca, ¿es su hermano? Parece que tiene muchas ganas de verle.

-         No exactamente. Quizá solo estoy esperando algo que nunca llegará. Me comporté muy mal con él y ahora estoy ilusionado con que venga a verme, qué caprichoso soy.

-         No quiero entrometerme mucho, pero creo que el hecho de tener ganas de ver a alguien no es nada malo, si quieres verle, vas a por esa persona dejando a un lado los problemas que hayan pasado.

-         Siempre está el entrometido orgullo.

-         Con que de eso se trata... En ese caso hay que dejar atrás el orgullo y ser valiente.

-         Nunca creí que una enfermera me fuera a aconsejar sobre este tema.

-         Verás, a mí me pasó algo por el estilo, y gracias a eso perdí a mi mejor amigo, así que no puedo evitar dar este tipo de consejos. Bueno, que pase buena tarde, señor.

-         Muchas gracias. – Aquella enfermera era muy simpática. Solo tenía que ir a hablar con él, daba igual lo que hubiera pasado tiempo atrás o lo que hubiera dicho. Tan solo esperaba que él quisiera hablar conmigo.

Notas finales:

¡Review, please!


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