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2999 DC por Cucuxumusu

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Notas del capitulo:

Bueno señores lamento el retraso pero ando de examenes y ,e cuesta mucho escribir, ademas el cap es importante y me faltaba motivacion XD

Pero ya esta, espero que os guste. 

 


Los dos hombres se miraron en silencio. El rubio mayor recargado tranquilamente contra la ventana en una pose despreocupada, y el moreno sentado formalmente con aire tenso y mortalmente serio. Ninguno dejaba de mirar al otro, estudiándose, vigilándose y totalmente alertas de los movimientos del contrario.


 


—Me alegro de verte después de…lo que paso la ultima vez—comentó el rubio mirándole con una sonrisa tranquila. Law apretó los puños firmemente recordándolo— se te bien, feliz y sano ¿Te trata bien tu nuevo amo?—


 


Law mantuvo su semblante serio a pesar de la ira que le embargaba. Siempre era así con el rubio. Las palabras aparentemente amables que traían demasiados recuerdos dolorosos a su mente. Aun así con los años había aprendido a no dejarse provocar, a que era mucho más fácil esconderse y no dejarle ver al rubio ni la más mínima emoción. Porque si lo hacía se aprovecharía de ella todo lo que pudiese y más y la cosa no acabaría bien. Asique sonrió malévolamente.


 


—¿Por qué preguntas? —respondió en el mismo tono de burla—¿Acaso estas celoso?—


 


Doflamingo rio ante su pregunta, pero con aquella risa tensa y sarcástica que anunciaba que estaba de todo menos feliz en aquellos momentos. Law sonrió malignamente contento consigo mismo, al parecer, a pesar de la separación, seguía siendo capaz de cabrear al hombre.


 


—Es lo que siempre me ha gustado de ti Law, siempre eres tan…divertido—contestó con aquella sonrisa cariñosa en su cara y aquel deje dolido que Law siempre había asociado a una vulgar mentira.


 


—Déjate de juegos Joker—ordenó sin paciencia y con el desprecio en su mirada—sabes por qué estoy aquí—


 


La sonrisa y amabilidad desaparecieron en un segundo. Prácticamente como si nunca hubiesen estado ahí. El rubio entonces se levantó de su posición reclinada contra la ventana y se giró para encararle. El silencio y  la tensión volvieron a establecerse entre ambos mientras Law miraba al rubio con odio. Law había sabido de sus negocios en el bajo mundo desde hacía años, pero era la primera vez que se lo mencionaba al hombre y no sabía cómo iba a reaccionar, además, era la primera vez que reconocía que él también estaba relacionado con aquello y se ponía en plena línea de fuego dejando por fin de lado su identidad oculta y enfrentándose al otro como enemigo. No solo estaba poniendo en riesgo su vida, sino también la de sus amigos, pero era algo que debía hacer.


 


—Law—comenzó entonces Doflamingo—hay algo que debes saber—


 


Law le miro confuso sin entender, ¿Era una nueva táctica?¿ Una nueva forma de amansarle para luego apuñalarle por la espalda? Levantó una ceja sarcásticamente.


 


— ¿Qué es esto? ¿Tu última voluntad?—porque ambos sabían que el rubio no saldría de esta completamente vivo. Law podría morir, pero se llevaría por lo menos la sonrisa intimidante del otro con él.


 


Y Doflamingo volvió a sonreír justamente con aquella sonrisa que Law pensaba destruir.


 


—Sí, se podría decir así—


 


Law esta vez guardó silencio sin saber muy buen como responder a eso. Lo había dicho en broma pero ¿En serio? ¿Una última confesión? El rubio volvió a ponerse serio como nunca lo había hecho y Law decidió que esta vez, y solo esta vez, escucharía lo que Doflamingo tenía que decirle.


 


.oO FlashBack Oo.


 


El chico rubio de no más de veinte años se dejo caer contra la pared de un pequeña tienda que, debido a lo tarde de la hora, llevaba ya más de seis horas cerrada. El pequeño toldo que cubría el escaparate hacia  la función de paraguas  resguardándole de la brutal lluvia que caía sobre las negruzcas calles.


 


Su respiración, por momentos más débil, salía bruscamente de su boca en un halo blanco que se disolvía en el helado aire del invierno programado por la cúpula. Su cuerpo, ajeno a todo, seguía mandándole señales de dolor animándole a que hiciese algo para solucionarlo: el frio era demasiado intenso, debía abrigarse; la lluvia que salpicaba las calles le escocia en la piel, debía refugiarse en una casa; la herida que le atravesaba varios órganos vitales le estaba haciendo perder demasiada sangre y su mano apretando la enorme herida no servía para contener la hemorragia…debía encontrar un medico.


 


Sin embargo sus pies no se movían, sus músculos no hacían caso y el adolescente solamente observaba la lluvia caer esperando su inminente muerte. ¿Para qué seguir viviendo después de todo? No había nadie que le esperase en casa, no había nadie que pudiese llorar su  muerte. Toda su vida había estado solo, sus padres le había abandonado nada más nacer como a la mayoría de niños en aquella ciudad. Si seguía vivo desde entonces había sido por suerte y por unas estúpidas ganas por vivir. ¿Pero de verdad quería seguir haciéndolo ahora? ¿Realmente alguien como él merecía vivir después de todo lo que había hecho?


 


Hacia unos meses había ingresado en una de aquellas bandas. No por que quisiese, no porque lo necesitase, sino simplemente porque no había tenido nada más que hacer. Él era la carnaza de la banda, el soldado de más bajo rango del que se podría prescindir al igual que de muchos otros. Pero no le importaba, sabía que si quería podría tomar el control de la estúpida organización sin mucho esfuerzo, era lo suficientemente fuerte como para ello. Sin embargo aquello requería un esfuerzo, un esfuerzo que no merecía la pena y que no le suponía ninguna motivación. Ser carnaza estaba bien, no le hacían preguntas, no tenía problemas y la gente simplemente le ignoraba siempre y cuando hiciese su trabajo. No se quejaba, aquello le daba la oportunidad de pelear, de mancharse las manos de sangre y de sentirse vivo en la vida. Muchos le llamaban sádico, el simplemente alegaba a que no sabía hacer nada más.


 


Pero esta vez había sido diferente. Esta vez la banda contra la que habían tenido que pelear era cinco veces más grande que la suya. Les habían mandado a un suicidio seguramente sabiéndolo. Prácticamente como queriendo deshacerse del personal que sobraba. Había cumplido su trabajo, por supuesto, y el enemigo ahora mismo ya no existía, pero la herida que adornaba su vientre era un amargo recordatorio de que a lo mejor, esta había sido su última pelea.


 


Se miró a sí mismo, manchado de sangre y con la ropa rota. No tenía ni veinte años y pensaba que ya había vivido lo suficiente en aquella vida, que no había nada más en la vida que mereciese la pena ver. Su aliento se disipó en aire cada vez más breve. Se estaba muriendo y lo sabía. Y sinceramente, le importaba una puta mierda. Su mirada se empezó a nublar, su cuerpo se sentía demasiado frio o directamente no se sentía. Cerró los ojos esperando el final.


 


Y entonces una pequeña luz amarilla iluminó su campo de visión. Abriendo los ojos molesto observó al pequeño niño de no más de cinco años que, enfrente suyo, sujetaba una de aquellas linternas antiguas que iban con energía eléctrica. El niño le miró con unos enormes ojos grises llenos de preocupación mientras se ajustaba sobre la cabeza el impermeable amarillo que llevaba que intentaba imitar a un oso.


 


Doflamingo, sin poder hacer nada más, observo al niño que se le acercó sin pizca de miedo en su mirada a pesar del aspecto de demonio sangriento que debía tener en aquellos momentos. Dejando la linterna en el suelo, el niño le observó más de cerca de pies a cabeza para finalmente tomar el brazo con el que apretaba su herida y apartarlo. El rubio sintió el calor del toque del otro contra la helada piel de su antebrazo, vio su brazo moverse en el movimiento impulsado por el otro pero ya no sentía su extremidad en lo más mínimo. Siguió observando al niño que se movía sobre él como comprobando sus heridas. Pero aquello era absurdo ¿Un niño de cinco años sabiendo medicina? La falta de sangre le debería estar haciendo ver alucinacions.


 


Sin embargo, así era, el niño le estaba examinando sin decir nada. Doflamingo le dejo hacer, después de todo tampoco podía moverse mucho y no es como si el niño le molestase, por lo menos alguien estaría presente en el momento de su muerte. Cuando por fin el chaval pareció contento con el reconocimiento, miró al rubio con aquellos enormes ojos preocupados.


 


—Voy a casa a por el botiquín—anunció con aquella voz infantil que siempre usaban los niños. Tan inocente, tan adorable—no te muevas—


 


Doflamingo quiso reír, ¿moverse?, si apenas podía respirar. Sin embargo intentó asentir al niño sintiendo pinchazos en su nuca mientras su cabeza apenas se movía dos milímetros. El niño de todas maneras pareció entenderle. Quitándose el ofensivo impermeable amarillo, el chico le cubrió con él para que guardase él calor, luego, tomó la linterna del suelo y cubriéndose aparatosamente con ella vivió a salir a aquel diluvio que inundaba la calle, corriendo torpemente con sus cortas piernecitas.


 


Si Doflamingo hubiese podido moverse, seguramente habría abierto los ojos o emitido algún sonido de sorpresa, sin embargo solamente se quedó sentado en la calle sin hacer nada. Las había visto, no había duda, aquello no había sido una ilusión. El niño tenía unas peludas orejas sobre su cabeza y una cola ondeando tras él. Era un MMG. Doflamingo cerró los ojos cansado. ¿Qué hacia un MMG corriendo por las calles sin su amo y ayudando a alguien como él? Dios, era tan pequeño, ¿Por qué querría alguien un MMG tan joven? ¿Pedofilia? Dios, odiaba esa ciudad, aquello era tan horrible. Si él lo había pasado mal no se imaginaba lo que había tenido que sufrir aquel niño, ahora entendía lo de la medicina, seguramente a pesar de su edad, le habían obligado a aprenderla por algún extraño propósito. Y sin embargo el chico le había dado su impermeable y había querido curarle. Solo de pensar aquello se sentía miserable. Él se había rendido hacia años, pero aquel niño que no debía superar los cinco años  seguía peleando y seguía intentando conservar algo de esperanza y humanidad.


 


Una luz parpadeo en la calle y observó de nuevo al chico correr a su lado. Llevaba una pequeña caja entre sus manos y se había cubierto la cabeza con una manta para protegerse de la lluvia. ¿Vivía por aquí cerca? Esta vez Doflamingo le estudio más detenidamente mientras se quitaba la manta de encima y dejaba las cosas a su lado. Definitivamente era un MMG, las orejas se movían como respondiendo a sus movimientos y no podían ser falsas, además parecían tan…suaves, ningún tejido podría imitar aquello. El niño volvió a comprobar sus constantes vitales rápidamente mientras el seguía mirándole, luego sonrió con alivio y volvió a acercarse al maletín.


 


El proceso de curarle no duro mucho. El chico sacó la máquina y esta, tras unos cuantos pitidos de comprobación,  comenzó a inyectarle la sangre y nutrientes que se le escapaban de la herida. Mientras, el chico examinaba su herida y tras unas cuantas puntadas con una aguja eléctrica para arreglar algunos órganos, le colocó los parches que copiaban la piel humana. Al rato los parches de anestésico hacían su efecto y el dolor remitía, al rato su cuerpo volvía a recuperar su temperatura y empezaba a temblar como debería en el frio de la noche restableciendo sus procesos vitales.


 


El niño le miró con una sonrisa en su cara mientras le tapaba con una manta como toque final. Doflamingo sintió su cuerpo estremecerse ante aquella sonrisa. Era algo tan puro y precioso después de tanta maldad y  terror que sintió su piel erizarse. ¿Cómo alguien como él podía tener aquella sonrisa? ¿Cómo podía seguir conservando la alegría en aquella ciudad?


 


—Ya está—anunció con su vocecilla—ahora tienes que descansar o se abrirá de nuevo—


 


Y entonces el niño le dio la espalda comenzando a recoger las cosas, dispuesto a marcharse. Y Doflamingo con las fuerzas más o menos recuperadas, se abalanzó a por el chico y agarrándole le abrazó contra su pecho, sin querer que se fuera. El niño soltó un ligero grito de sorpresa y al principio intentó soltarse, luego, dándose cuenta de que no pasaba nada, se quedó quieto entre los brazos del otro confuso. Doflamingo hundió la cabeza en su oscuro pelo y, por primera vez en mucho tiempo, dejo que las emociones tomasen el control de su mente.


 


— ¿Estás bien?—preguntó el niño de nuevo con aquel tono preocupado


 


Aquello era tan irónico. Que la única persona que lo ayudase y se preocupase por el fuese un niño que no conocía de nada. Nadie nunca lo había hecho, nunca alguien le había demostrado amabilidad o cuidado de él. Y ahora, cuando le deba todo por perdido, aparecía aquel niño de la nada y le regalaba aquello. Sintió al chaval darse la vuelta en sus brazos y comenzar a acariciarle la cabeza como si fuese él el más pequeño de los dos y al que se debiese proteger. Doflamingo sintió sus ojos llorosos.


 


—No te preocupes, todo saldrá bien—murmuró el chico estrangulado entre sus brazos, sin saber lo que le pasaba, pero intentando consolarse.


 


Y esas simples palabras sirvieron para que el rubio se despertase del trance en que había estado aquellos años, con una nueva motivación. Protegería a aquel chico. Por encima de cualquier cosa, incluso de sí mismo. Por qué  era lo único que merecía la pena en aquella ciudad y en aquel mundo.


 


— ¿Cómo te llamas?—preguntó al chico y su voz sonó cansada y pegajosa, pero intentando calmarse y mantener a raya sus emociones para no asusutarle.


 


—Law—contestó solamente el chico de nuevo con esa sonrisa.


 


Doflamingo acarició sus orejas devolviéndole las caricias que hacia un momento le había dado. Sonriéndole amablemente como nunca le había sonreído a nadie. El niño le miró confuso de nuevo pero le dejo hacer. Se quedó así un rato con el niño en brazos, recuperándose todavía de la herida y sabiendo que no podía quedarse allí toda la noche, pero queriendo disfrutar solamente del momento de realización. Al final el niño se tuvo que ir alegando que le esperaban en casa. Doflamingo quiso llevárselo a su propia casa con él, donde no pudiesen hacerle daño, donde estuviese a salvo y pudiese ser feliz.


 


Pero él no estaba preparado todavía para aquello. Todavía tenía que salir de la mierda en la que estaba, tenía que preparar un lugar donde el crio pudiese vivir sin estar rodado de delincuentes y basura.


 


Levantándose del suelo y aun sintiendo los pinchazos de dolor en su estómago, Doflamingo comenzó a andar por la calle con el paso más firme que nunca había tenido y con una luminosa sonrisa en su mente.


 


Los meses siguientes los dedicó a hacer lo que tenía que haber hecho hacía mucho tiempo: se hizo con el control de la calle rápidamente. Después de destruir a aquella banda que había estado abusando de él, la gente comenzó a seguirle, y gracias a su inteligencia y retorcidos métodos rápidamente se convirtió en uno de los reyes en pocos meses. Aquellos fueron sus mejores días, nadie podía con él, había despertado del letargo y con un nuevo objetivo en mente se volvió invencible. La gente no hacia otra cosa que hablar de él, el chico que de la nada se había convertido en alguien tan importante en apenas semanas, pasando de la inmundicia al lujo extremo. Era una esperanza, alguien al que admirar. Consiguió el poder y la influencia necesaria para lo que quisiese, pero aun así no era suficiente, el niño necesitaba lo mejor, y estar con el cómo delincuente del mundo no era un buen ejemplo a seguir. Necesitaba un trabajo legal y seguro aparte de aquel.


 


Fue entonces cuando se fijó en la organización Shichibukai que todo el mundo respetaba.


 


Unos cuantos sobornos, unas cuantas amenazas y asesinatos y el puesto fue totalmente suyo. Tenía el mundo a sus pies, tenía lo que cualquier hombre hubiese deseado… y fue entonces cuando decidió que ya era hora de rescatar al chico. Sin embargo habían pasado algunos años más de lo que había planeado en un principio y Doflamingo no sabía si el chico seguiría estando bien o de si siquiera seguía en la ciudad. Organizó inmediatamente la búsqueda entre su gente basándose en la descripción del chico: MMG, ojos grises, pelo negro…el mismo buscó en los registros de los MMG, pero no aparecía nadie con aquellas características y Doflamingo se temió un negocio ilegal que sería entonces imposible de detectar. Los meses pasaron y nadie encontraba nada, asique el rubio comenzó a temerse lo peor ¿Y si había llegado tarde? ¿Y si había perdido al chico?, pero al fin una tarde de invierno uno de sus hombres se acercó a él con unos papeles en la mano.


 


Realmente no se esperaba lo que leyó. Al parecer el niño no vivía en la desesperación y abusos como había esperado, sino que tenía una familia normal con un padre y una madre que le querían. Vivía feliz, sano y a salvo. Doflamingo sintió el alivio en sus venas al ver que estaba bien y que siempre lo había estado, pero aun así aun quería al niño a su lado para mimarle y consentirle en lo que quisiese. Aun quería volver a ver esos ojos grises.


 


Decidió hacer una visita a la familia. Les pediría a los padres que le diesen al niño para educarle y darle lo mejor, lo que ellos no podían, con su dinero. Les permitiría verle por supuesto, pero el niño viviría con él. Y si decían que no, no forzaría las cosas, iría él a visitarle entonces, y le haría regalos y le ayudaría siempre que quisiese, se encargaría de que nunca le pasase nada.


 


Sin embargo las cosas no pasaron como el planeaba. Antes de que pudiese hacerle una visita a la familia uno de sus hombres le traicionó, y organizando una revuelta con la gente que le odiaba por llegar a donde había llegado con métodos poco legales, le atacó donde más le dolía. La pelea estalló en el barrio del chico, como si todo estuviese planeado. Él inmediatamente organizo a su gente, la revuelta solo la habían provocado unos pocos hombres y la contuvieron rápidamente, sin embargo, cuando por fin pudo ir a ver la casa del chico ya era demasiado tarde.


 


La puerta rota, las manchas de sangre, los gritos de dolor…corriendo se abalanzó al segundo piso donde se escuchaban los golpes, avanzando a la habitación al fin del pasillo entró en ella con el corazón en la boca. Una mujer con una impresionante herida en la cabeza abrazaba el cuerpo de un hombre que, por la sangre que le rodeaba, debía de llevar un rato muerto. La mujer le miró con aquellos ojos grises que había tenido Law y con la desesperación en ellos. Otro disparó sonó en la habitación y la mujer volvió a soltar un grito mientras la sangre cubría su muslo en otra herida mortal.


 


Doflamingo dirigió entonces su vista hacia el hombre que en medio de la habitación que sujetaba el arma. Era el hijo de puta que había montado la mierda de revolución. Y el muy idiota sonrió al verle y le apuntó con la pistola. Y entonces lo comprendió, la pelea en la calle había sido solo una distracción, aquel asesinato era lo que habían estado planeando en todo momento. Un golpe en su punto débil, donde más le dolería aunque fracasasen en la revuelta.


 


— ¿Dónde está?—preguntó con la furia inundando sus venas. Como le hubiesen hecho algo al niño juraba que no respondía, juraba que teñiría la ciudad de sangre en la mayor masacre que tendría la humanidad.


 


El hombre le miró y el temor apareció en su cara cuando le fulminó con la mirada, aun así el hombre soltó una estúpida cuando apretó el gatillo. La bala rozó su mejilla y su mente registró levemente el dolor mientras él se abalanzaba y lanzaba un certero puñetazo al hombre que salió impulsado hasta chocar con los paneles de madera que hacían de pared y los rompió tristemente. La pistola voló por su parte por el aire yendo a parar a un rincón olvidada. Doflamingo se abalanzó sin pensarlo sobre el hombre mientras le molía a puñetazos llenos de rabia. El solo imaginarse al niño llorando o con miedo le hacía querer gritar y destruir a aquel idiota.


 


— ¿Dónde está?—chilló el rubio— ¿Qué le has hecho? —


 


Pero le había roto la mandíbula y el hombre solo balbuceo mientras entre espasmos se ahogaba con su propia sangre. Doflamingo le sacudió frustrado mientras buscaba a su alrededor algún rastro del chico. No podía pasarle aquello, no cuando había estado tan cerca, si le perdía en aquel momento volvería a sumirse en la oscuridad, y esta vez no dudaba que no saldría vivo, tenía demasiados enemigos aquella vez, tantos que no le dejarían ni intentarlo.


 


—No está en casa—susurró una voz agonizante a su lado. Girándose, se encontró con aquellos ojos grises mirándole cada vez más débiles –Buscas a Law ¿Verdad? ¿Quién eres?—


 


La mujer le miraba como si quisiese matarle, prácticamente parecía una madre tigre protegiendo su cachorro. Y por las orejas y gruñidos que soltaba era más bien la realidad. Doflamingo quiso sonreírle, sabiendo que después de aquella era normal que no confiase en él. Quiso ayudarla, aunque por la gravedad de la  herida supo que de aquella no salía.


 


—Me llamo Doflamingo—contestó conciliador—yo…quería ayudar a tu hijo…él me ayudó a mí en un momento complicado y me gustaría devolvérselo—su tono era calmado y tranquilo aunque la mirada de la mujer seguía fulminándole.


 


El rubio le aguantó la mirada impasible, aguantando el escrutinio con la cabeza en alto para demostrarle a la mujer que decía la verdad. Sin embargo no podía con tanta intensidad y al final apartó la mirada impotente, se había prometido protegerles, ayudarles… y ahora estaban a punto de morir.


 


—Protégele—dijo la mujer de repente. Doflamingo volvió a mirarla con la confusión en la cara—Parece que dices la verdad y que de verdad te importa. Protégele cuando nosotros ya no estemos—le respondió la mujer con una sonrisa.


 


Doflamingo apretó los puños frustrado y asintió con la cabeza sin atreverse a hablar, aquello era su culpa, su maldita culpa.  Las lágrimas escaparon de sus ojos en silencio mientras escuchaba la respiración de la mujer cada vez más débil, deteniendo el tiempo con cada exhalación. Hasta que ceso de repente. Estuvo presente y a su lado con ella en los últimos momentos de su vida, mientras ella abrazaba a su marido con cariño y aceptaba su muerte con una sonrisa triste en la cara.


 


“Protegele”


 


Doflamingo se quedó un rato observando a la pareja en silencio, con la añoranza y envidia en su mente ante aquella muestra de afecto y cariño.  Pero finalmente se levantó de encima cuerpo del asesino a sus pies y se dio la vuelta para ir a buscar a Law. Tenía que encontrarle antes de que pasase nada, tenía que…


 


El niño le observaba desde la puerta. Había crecido bastante desde la última vez como lo hacían todos los niños, pero eran sus ojos lo que más le llamaron la atención. Tan grises como los de su madre momentos antes, pero con la sorpresa y odio en ellos. Doflamingo tragó saliva entendiendo entonces lo que el niño estaría pensando al ver aquella escena. Que él era el asesino de sus padres. El rubio retrocedió ante aquellos ojos plagados de odio y dolor. Pero antes de poder hacer o explicar nada, el niño se abalanzó encima suyo dándole golpes y mordiscos torpemente entre sollozos histéricos mezcla de rugido y grito.


 


Doflamingo no sabía qué hacer, por una parte quería explicárselo, por otra aquella situación era culpa suya. Agarrando al niño entre sus brazos le intentó tranquilizar. Un mordisco en su cuello y un gruñido fue la respuesta que consiguió. Al final decidió que lo mejor era dejarle inconsciente y salir de allí, después de todo estaban todavía en zona peligrosa y así él podría sacar tiempo para pensar en que hacer. Golpeando al niño suavemente en el cuello le dejo durmiendo entre sus brazos y salió de aquella casa rumbo a su organización donde podrían estar seguros.


 


Pero a partir de aquel día todo tomo un rumbo extraño, Law le odiaba totalmente y desde el principio rechazo cada muestra de afecto que le ofrecía. Doflamingo decidió no contarle nada ni explicarle nada, en aquel estado el niño no le creería. Aun así no se rindió e intento ganarse su afecto de otra forma: le compro todo lo que alguien podía desear, le daba todo lo que pedía y más, le llevo a sitios increíbles, le enseño inventos maravillosos… pero el moreno seguía con el resentimiento en la mirada.


 


Y así fueron pasando los años, compartían la misma casa o la misma cama por petición del rubio, pero seguían sin conocerse en lo más mínimo. Doflamingo le observaba siempre de lejos, estudiando los libros de medicina como si fuese su más anhelada esperanza, y sin dirigirle a él la palabra en lo más mínimo. Lentamente el chico fue creciendo y desarrollándose frente a los ojos del rubio, y lentamente Doflamingo se vio cada vez más incapaz de apartar de él la mirada. Sus ojos cambiaron de los inocentes del niño a aquellos pozos grises e inteligentes que ocultaban demasiadas cosas, su cara perdió aquellos rasgos aniñados, y lentamente fue cobrando las proporciones de un hombre alto y delgado pero fuerte.  Doflamingo se despertaba por las mañanas abrazado a aquel adolescente pacíficamente dormido ente sus brazos, y la tentación de tocarle y probar esa suavidad y calidez, o escuchar aquella voz calmada era cada vez más fuerte.


 


Pero a la vez la intensidad de sus peleas y desacuerdos iba aumentando y Doflamingo se dio cuenta de que en vez de acercarse más al chico con los años, se estaba alejando todavía más. Al principio la pelea surgía por tonterías, Law había hablado con quien no debía como alguien de la banda de Joker que Doflamingo aun no quería que conociese y Doflamingo se enfadaba. Luego Law empezó a protestar porque quería salir al horrible mundo lejos del castillo que le había construido y el rubio se negaba. Al final peleaban hasta por la lluvia que caía sobre la deprimente ciudad. Su sueño de estar felizmente con el chico se deshacía entre sus dedos sin que él pudiese hacer nada para impedirlo.


 


Y al final paso lo que no quería que pasase bajo ningún concepto. Le hizo daño.


Aquella tarde el chico cumplía los dieciséis, y Doflamingo como siempre le había comprado el mayor regalo que había encontrado: un enorme oso de peluche de color blanco y negro reluciente. Sin embargo, al salir  del trabajo un compañero le había entretenido y se había tenido que ir de copas con un estúpido compromiso social. Sabía que había bebido más de lo que debería y sabía que estaba ligeramente borracho, pero aun así solo tenía que darle el regalo a Law y acostarse, nada más.


 


Al llegar a la habitación y darle el oso, Law solamente lo cogió, lo dejo en el suelo al lado de la ventana y dándole un ligero asentimiento de cabeza como gracias, se fue a la cama. Doflamingo se enfadó y como siempre empezaron otra pelea, Law le chillaba que estaba borracho y preguntaba que cuando iba a empezar a comportarse como el adulto que era. Y con aquellas últimas palabras Doflamingo perdió los estribos. No supo si fue por el alcohol en sus venas o por aquella falta de respeto por parte del niño.  Aquella noche aprovechándose de su fuerza y de la inexperiencia del otro le violo. Porque no podría llamarse de otra forma. Lo que le hizo a Law aquella noche fue lo peor que había hecho en su vida y sería algo de lo que se arrepentiría durante semanas.


 


Al día siguiente Law huyó de la casa y Doflamingo no hizo nada para impedírselo. Al mes regresó a casa cubierto de heridas y barro y Doflamingo intentó disculparse, intentó iniciar de nuevo una reconciliación pero al poco tiempo volvían a aquellos días de ignorarse totalmente. Doflamingo pensó que todo estaba bien, que el incidente se olvidaría y seguirían así, pero cuando volvieron a pelear a los pocos días se encontró de nuevo enterrado hasta el fondo en el delicioso calor del menor mientras este apretaba las sabanas en un gesto de dolor y se mordía el labio para no gritar, hasta hacerse sangre. Y esta vez Doflamingo no tenía el alcohol en su sangre para echarle la culpa. Doflamingo volvió a disculparse, Law volvió a huir pero la cosa volvió a repetirse y repetirse hasta que se volvió una costumbre.


 


Doflamingo no lo entendía, se había prometido no hacerle daño nunca al chico, y sin embargo cada vez que peleaban, él perdía los nervios y acababan haciéndolo despertando a la mañana siguiente uno en los brazos del otro. Doflamingo cubierto de arañazos y mordiscos y Law con el odio y las marcas del otro en su cuerpo. Con el tiempo Law dejo de huir de casa cada vez que lo hacían y  él dejo de disculparse. Y entonces una noche Law comenzó a responderle y poco a poco los gritos de odio e impotencia cambiaron por gemidos de puro placer. Doflamingo pensó que algo había cambiado, que por fin el moreno le estaba correspondiendo los sentimientos que desde el primer momento le había dejado claros. Los días pasaban y él cada vez buscaba más excusas para pelear con el otro y acabar en la cama, incluso varias veces en un mismo día o sin dejar que la pelea empezase realmente.  


 


.oO Fin Flash-Back Oo.


 


—Hace unos meses como sabrás un grupo de gente te asaltaron sin razón aparente en la calle y te dieron una paliza—siguió contando la historia Doflamingo— y luego Kidd te encontró y te llevó a su casa. Fue todo una idea mía, pensé que era hora de acabar con el juego, que te enamorases de mí y me aceptases, y pensé que  si vivías durante un tiempo como mascota de Eustass Kidd, conocido por su brutalidad y sed de sangre, luego, cuando te rescatase, confiarías por fin en mí y todo estaría bien—


 


Law le miró sin pestañear en lo más mínimo, su cara no había cambiado durante el discurso y no había demostrado ni la más mínima sorpresa o emoción en su rostro.


 


—Pero la cosa son salió como lo planee y Eustass pareció enamorarse de ti y te trataba bien y tu parecías corresponderle—el rubio le miraba con una pregunta en sus ojos, como queriendo confirmar lo que había dicho. Law no dijo nada, no revelaría sus sentimientos por Eustass ni al diablo. Ni el mismo había querido pensar en ellos—y ahora aquel estamos, yo lo he perdido todo y ahora eres tu el que lo tiene… su majestad—comento en una última burla a su título como rey.


 


Pero Law seguía callado después de aquella confesión y el rubio sentía las palmas de sus manos húmedas y el pulso en sus oídos. Esperó una reacción paciente, una crítica, un grito, lo que fuese, pero el moreno solo seguía mirándole con aquellos ojos grises e impasibles, idénticos a los de la mujer a la que había sostenido la mirada hacia unos años en aquella misma sala, y que al igual que a ella no pudo aguantarlo y acabó desviando la mirada.


 


—Law, por favor di algo—pidió al final.


 


El chico entonces se recolocó en el suelo acercándose a él pero dejando aun la distancia suficiente como para que un ataque de su parte no le pillase sin preparación. Tan desconfiado como siempre.


 


—Japón es un país muy antiguo—comentó de repente el moreno. Doflamingo frunció el ceño cabreado ante el extraño cambio de tema, pero no tuvo tiempo para quejarse cuando el otro siguió hablando—hace miles de años, en este país existía un sistema de castas cuyo mayor representante eran los llamados samurái. Eran soldados entrenados para defender a su señor con su vida y que valoraban por encima de todo, el honor—


 


Doflamingo guardó silencio mientras Law contaba aquella historia esperando que, de alguna forma, estuviese relacionada con el tema del que dependía su vida y sus sueños.


 


—Una de sus más conocidas costumbres es el llamado seppuku—explicó Law— Cuando un samurái era acusado de deshonrar a su señor a su país o a su familia, tomaba una espada y se realizaba dos cortes profundos y perpendiculares en el estómago, abriéndose los intestinos para demostrarle su señor que estaba limpio por dentro y que no había deshonra en sus acciones. Se suicidaban pero su honor quedaba impune. Era el mayor honor que se podía conceder—


 


Doflamingo entendió la explicación y a donde quería llegar. Sintiendo rompérsele algo dentro se sentó con la espalda erguida y orgullosa, y miró a Law seriamente. Se lo había dicho miles de veces pero quería que fuesen las últimas palabras que le oyese el moreno.


 


—Te quiero, desde el primer momento que te vi—


 


Law metió una mano en su precioso kimono azul intenso. Aquel que le había regalado hacia tiempo y que le hacía parecer alguien de otro mundo de lo bien que le sentaba, el que estaba decorado con dragones de plata del mismo color de sus ojos alzando el vuelo. Retirando la mano, el moreno sacó una espada corta de entre los pliegues de la prenda. La funda era negra  con un dibujo de cruces blancas a lo largo de la vaina y una cuerda roja atada en la empuñadura. Un arma antigua que hacía siglos que no se fabricaba, elegante y delicada, pero sin lugar a dudas mortífera.


 


Con cuidado Law dejo la espada sobre el tatami trenzado de bambú, de tal manera que pareciese una barrera entre ambos. Luego levantó la vista y volvió a mirar a los ojos al rubio, con una intensidad que nunca le había visto.


 


—Demuéstramelo—


 


Y Doflamingo le miró serio durante un momento como convenciéndose de que aquello era realmente lo que Law quería, y finalmente tomó la espada corta entre sus manos sin pizca de arrepentimiento en sus ojos.  


 


 


 

Notas finales:

Bua es la primera vez que escribo un Flash Back, no me gustan mucho por que la gente abusa demasiado de ellos y acabo un poquillo harta, pero en fin, creo que en este momento era lo mejor....mas o menos. 

Se que siempre me repito mucho con las tramas, sobre todo con Doffy, pero prometo que no volvera a pasar y que en futuros fics no sera así

Bueno queda ya poco para el final. he de deciros que no creo que tenga ya mucho tiempo para escribir y no creo que pueda publicar en mucho tiempo...intentare sacar tiempo pero no quiero prometer nada. Odio dejar un fic cuando queda tan poco pero no tengo otra opcion.

En fin, espero que os haya gustado

Un besaco y gracias por leer.


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