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Herencia por Cucuxumusu

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Notas del capitulo:

Muajaja, creo que os va a gustar el capitulo, no se por que (EUSTASS KIDD) pero me da la sensacion. 

En fin, es cortito pero espero que lo disfruteis n_n

 

 

Un mes después.

 

Por fin, por fin el maldito Conde había reconocido que estaba mejorando. Por fin le dejaba atender a una de aquellas extrañas reuniones que tenía con la gente de la corte y, por fin, pensaba que estaba preparado y lo suficientemente entrenado como para enfrentarse a ellos.

 

Doflamingo corría por la habitación hecho un manojo de nervios. Trafalgar le había dicho que su invitado aquella vez era alguien muy importante en todo el país, una celebridad o algo así, y, en consecuencia, el rubio ya empezaba a montar mil teorías en su cabeza sobre la visita. ¿Y si era uno de los príncipes herederos? Ace y Monkey D Luffy debían tener su edad ¿Se llevarían bien? ¿Y si era otro duque y, por lo tanto, un enemigo a su casa?¿O la reina?¿ O el comandante del ejército Inglés?

 

Si era el comandante Doflamingo juraba que podía desmayarse allí mismo como una maldita mujer histérica. Aquel hombre era una leyenda viva, había derrotado a los Franceses en poco más de tres días cuando había asumido su cargo, cuando, a su antecesor, le había costado siete años y ninguna victoria a su cuenta. Si todos los niños soñaban en convertirse en caballeros, llegar a comandante ya era el imposible. Nadie se atrevía a soñar con ser comandante, era simplemente algo demasiado grande. Las historias de sus batallas se susurraban por la noche en el orfanato con emoción pero con temor a que alguien les oyese y se burlase de ellos.

 

Pero Doflamingo sabía que no podía ser el comandante. Era imposible y él tenía que dejar de soñar. Simplemente el hombre no pintaría nada allí. Al igual que los príncipes o la reina. Seguramente sería otro de los miles de condes que irían a discutir con Trafalgar algún tratado sobre comercio etc. 

 

Aun así, aunque solo fuese un viejo conde Doflamingo no podía evitar ponerse nervioso. 

 

Era hora de demostrar lo que había aprendido y lo que le habían enseñado. Así que rebuscaba en el armario la camisa blanca con los bordados en verde y dorado en el cuello y en las muñecas que pegaría con el pantalón gris oscuro que pensaba ponerse. Todo tenía que combinar, pensó mientras recordaba lo que el conde le había enseñado sobre la moda del momento en la corte. 

 

Por encima de la camisa se pondría luego la gruesa chaqueta sin mangas de color morado oscuro, casi negro, que contrastaba con los bordados verdes esmeralda y le daría algo de color tras los pantalones grises. Luego irían las botas altas negras, el cinturón marrón oscuro y estaría listo.

 

Pero antes tenía que bañarse en la enorme bañera que le esperaba repleta de humeante agua con olor a...a algún tipo de flor, no recordaba el jabón que había echado esta vez,  y tenía que encontrar la maldita camisa, peinarse, secarse el pelo... 

 

A este ritmo iba a llegar tarde y lo sabía. Y el conde, y seguramente el importantísimo invitado, se iban a enfadar.

 

 Muy bien Doflamingo, vaya forma de hacer tu entrada a la corte y de agradecer lo que han hecho por ti.

 

 Pero en el fondo no era culpa suya, murmuró por lo bajo. En el fondo la culpa era la corte y sus malditas costumbres de complicarlo todo. ¿Por qué no podía ponerse un pantalón negro y una camisa cualquiera? ¿Es que no podía pasar de la estúpida chaqueta sin mangas que era tan gorda que juraba que un día se iba a asfixiar con ella? Pues al parecer no, porque un imbécil con mucho tiempo libre había decidido que aquella temporada tenían que llevar colores brillantes y chaquetas con aquel estúpido corte o sería considerado un marginado social.

 

Y lo mismo pasaba con la forma de hablar. Ahora era "mi señor" en vez de "vuestra merced", " gracias" en vez de "se lo agradezco" etc, etc, etc. Y eso sin contar la kilométrica cubertería, la forma de sentarse y cincuenta cosas más que Doflamingo estaba seguro que se le olvidarían y le costaría otra bronca del Conde.

 

Pero. No. Era. Culpa. Suya.

 

Por fin encontró la maldita camisa y la observó. Vale, limpia pero arrugada...podía valer. Más o menos. No tenía más tiempo y no podía pedirle a Bepo que la planchara. Lanzando la camisa a la cama con el resto de ropa que pensaba ponerse se abalanzó al baño acordándose, en el último momento, que tenía que quitarse la ropa antes de entrar en el agua.

 

Maldijo por lo bajo a su cabeza.

 

 Aquello era una estupidez, y definitivamente, él no iba a ponerse nervioso.

.

.

.

Law se paró en la puerta de entrada a la mansión cruzado de brazos y con un pie golpeando el suelo repetidamente sobre la mullida alfombra roja desplegada a sus pies.

 

 Llegaba tarde. No solo el chico rubio que estaba a su cargo, sino su querido invitado. Lo del chico más o menos se lo había esperado. por eso le había dejado acudir esta vez, no pasaría nada si se equivocaba con este patán y así iría aprendiendo poco a poco. Pero lo del comandante era imperdonable. El otro ya debía estar acostumbrado a las normas de etiqueta de aquel maldito país y la necesidad de la puntualidad.

 

Suspiro mientras volvía a observar el jardín frente a sus ojos. La hierba alta y densa de color verde brillante, el alto bosque de castaños del que se contaban miles de historias de hadas y duendes, y las preciosas rosas que cubría la fachada de su casa plagado de flores rojas y blancas que contrastaban contra el gris del cielo sobre su cabeza.

 

 Todo perfecto.

 

 Y su invitado sacándole de quicio.

 

 Como siempre.

 

 Law juraba que el hombre se divertía torturándole. Sabiendo lo que respetaba él las normas y saltándoselas como le daba la gana con el único fin de enfadarle.

 

 En teoría un conde tenía más estatus e importancia en la corte que el maldito comandante y Law podría echarle la bronca y reprenderle por lo que hacía. En la práctica el comandante tenía un precioso ejército y leales soldados bajo su mando y él no tenía absolutamente nada aparte de un puñado de guardias con los que plantarle cara.

 

 Así que nadie solía decirle nada por su falta de modales.

 

Pero ahora estamos en época de paz  pensó Law malignamente, su ejército ya no es tan grande y él no es tan imprescindible.

 

Pero Law sabía que por mucho que se quejase al final no haría nada contra el idiota. Por qué había formas más divertidas de venganza. El conde sonrió de lado mientras pensaba en la extraña relación que tenía con el hombre. Algunos los llamarían amigos… y Law les cortaría la cabeza sin pensarlo. No sabía cuándo habían empezado con el juego de meterse el uno con el otro, pero llevaban años haciéndolo y Law sabía que aun faltaba mucho para acabar.

 

 Técnicamente aquello iba a ser una reunión para discutir la política exterior del país y para qué Law, como consejero del rey, diese su opinión a su comandante. En realidad Law sabía que él otro había pedido al propio rey ir a visitarle, ya que se aburría en su casa del sur sin guerras que pelear y que, como entretenimiento, había decidido ir a su casa tocarle a él las narices. El muy hijo de ...

 

 Pero ahora le tocaría a él devolverle la jugada, pensó con mil planes en mente.

 

 Al final vio a lo lejos al maldito caballo del comandante acercándose hasta la casa.

 

 Solo.

 

Definitivamente era idiota ¿No traía ni guardia ni escolta? ¿Acaso quería morir? Porque los caminos eran demasiado peligrosos aquellos días para ir solo, y un comandante era un jugoso y apetecible pez gordo para los bandoleros y ladrones. Y Law sabía que el hombre lo sabía, por lo que aquello solo podría significar que, o que era estúpido, o que era un temerario arrogante y tenía demasiada confianza en sus habilidades para defenderse.

 

O una estúpida mezcla de las dos concluyo Law.

 

 Por fin el hombre llegó a la puerta y desmontó del enorme semental negro que montaba. Uno de sus mozos de la cuadra rápidamente se llevó al caballo dedicándoles una rápida reverencia, y el hombre por fin se giró a mirar al conde esperándole en lo alto de las escaleras.

 

 Y tuvo el descaro de sonreír al ver su cara de cabreo. Idiota.

 

 —Trafalgar—dijo a modo de saludo mientras comenzaba a subir por la escalinata.

 

 Law gruño molesto y con desprecio. Ni siquiera un saludo decente. 

 

—Eustass—respondió en el mismo tono.

 

Y la sonrisa victoriosa y divertida del comandante al hacerle caer en su juego le hizo querer partirle la cara.

 

.

.

.

Eustass caminó por la mansión como si fuese su propia casa, conociéndosela desde hacía años de tantas visitas que se habían dedicado mutuamente. El conde iba enfurruñado enfrente suyo guiándole hasta el salón principal con paso rápido y elegante, y con sus perfectas botas de cuero emitiendo un suave eco en el suelo. Siempre era divertido meterse con él, y aunque el estirado conde nunca lo admitiese, se llevaban bien. El moreno era una de las pocas personas a las que Kidd podía soportar durante más de tres horas sin querer partirle la cara. 

 

El pelirrojo aguantaba la corte desde que su padre le había obligado a poner un pie en ella. Demasiada hipocresía, demasía falsedad y idiotas buscando poder, e intentando agradarle para conseguirlo. Pero a diferencia de los demás, el conde le odiaba y despreciaba abiertamente sin pretender ocultarlo. Aquella honestidad le agradaba. Aunque en el fondo Kidd sabía que tampoco le odiaba y despreciaba tanto, o no se molestaría ni en devolverle las puyas. 

 

Pero, por mucho que quisiese, esta vez no había ido a casa del conde a ver al moreno y disfrutar de su preciosa amistad y jugar sus enrevesados juegos. Esta vez en cambio había escuchado un rumor bastante interesante en la corte.

 

 

Sobre un mestizo heredando la fortuna de cierta persona.

 

 No lo había podido resistir. Esa persona se había ganado desde el principio su respeto y no podía esperar para ver a aquel hijo desaparecido y reencontrado. Y si encima el estirado de Law le educaba aquello podía ser interesante, muy interesante.

 

 Aunque como se lo dijese así al Conde: “no he venido a verte a ti bastardo, he venido a ver a su hijo, asique déjame pasar y no molestes” éste le echaría de su casa a patadas en cuanto pusiera un pie en ella e intentaría desterrarlo de Inglaterra de alguna u otra forma.

 

 Así que había tenido que montar la estúpida excusa de la reunión.

 

 Pero ahora, que estaba dentro de la maldita casa y hasta el rey le había dado la aprobación para quedarse allí a hablar, podía hacer lo que quisiese sin que el otro pudiese echarle.

 

 —Bueno...—dijo mientras paseaba detrás del conde admirando los cuadros y espejos enormes que decoraban las paredes— …¿y donde esta ese duque del que todos hablan?—

 

 Law se paró en seco y, previsiblemente, se volvió a mirarle. Y Kidd no pudo contener la sonrisa divertida al ver su cara de sorpresa.

 

—¿Como sabes qué...?—empezó el moreno. Pero luego frunció el ceño al darse cuenta de lo que había tramado. Era lo divertido de jugar con él, era tan inteligente y calculador— ¡Tú! ¿No me digas que has venido aquí sólo para...?—

 

 Pero ambos se vieron interrumpidos cuando unos pasos rápidos se acercaron a ellos. Kidd se puso alerta de inmediato por costumbre militar. Que alguien corriese hacia ti en el campo de batalla no solía ser bueno para nadie.

 

Sin embargo solo era un chico rubio que jadeaba cansado por la carrera.

 

Pero entonces Kidd abrió los ojos al fijarse más en él, impresionado.

 

 Tenía el pelo del color del oro antiguo, y unos impresionantes ojos violetas con aquella inocencia de los jóvenes, que te hacía querer meterte con ellos. Tenía además las mejillas rojas por el esfuerzo de correr y se acercó a ellos mirando con una adorable mirada arrepentida al conde.

 

Kidd se encontró incapaz de apartar los ojos de atractivo joven.

 

 Era un chico alto para la edad que aparentaba, también era bastante fuerte y, Kidd no pudo evitar pensarlo, tenía un perfecto trasero. La mente de Kidd al instante se lo imaginó en otra situación con mucha menos ropa pero aun con ese sonrojo y esa timidez.

 

 Kidd sonrió, decidido a acechar desde entonces al chico. Tal vez sería uno de los sirvientes del conde, seguramente sería complicado meterle en su cama con las normas que tenía el moreno en la casa, pero eso lo haría más divertido.

 

 Law enfrente suyo le fulminó con la mirada sabiendo seguramente lo que estaría pensando. Y Kidd se encogió de hombros inocentemente mientras levantaba una ceja curioso por su cabreo.

 

 En el fondo ambos eran iguales. Ninguno tenían ningún problema en acostarse con gente del mismo sexo, Kidd incluso lo prefería, los hombres le entendían mejor que las mujeres y no era tan complicado conquistarles. Ambos sabían las preferencias del otro, después de todo, aquello había sido un tema divertido para cabrear al contrario durante mucho tiempo.

 

 Por lo que no entendía el cabreo.

 

 —Lamento llegar tarde—dijo el chico jadeando sin poder mirar al Conde a la cara.

 

 Kidd se preguntó el porqué de esa actitud. ¿Le tenía miedo al conde? ¿Qué le había hecho?. Algo en su interior se revolvió confuso encontrándole, aun así, bastante adorable viéndole tan sumiso.

 

 Law y sus enrevesados fetiches.

 

 —Da igual—empezó el Conde— Doflamingo, me gustaría presentarse a alguien—

 

 Y al instante el niño miró a Kidd curioso, como dándose cuenta por primera vez que estaba allí, y abrió los ojos ligeramente sorprendido repasándole de pies a cabeza.

 

 Kidd sabía el aspecto que debía tener, después de todo su apariencia era una de sus mayores armas como comandante. Su pelo rojo fuego, típico de la sangre escocesa que corría por sus venas, contrastaba con su tez pálida casi blanca, y, con la camisa escarlata que llevaba, la chaqueta y pantalones negros con los emblemas de su casa, y la enorme espada en su cinturón, daba la imagen de alguien fuerte y peligroso que era mejor no cabrear.

 

 O como decían sus enemigos en la guerra, era la imagen de un demonio cubierto de sangre inocente y salido del infierno para proclamar el apocalipsis.

 

 Exageraciones a su parecer, lo de la sangre solo había pasado una vez, y desde luego no había sido culpa suya. Bueno si, pero eso no venia al caso.

 

 El conde se acercó entonces a Kidd seguido por el chico, que ahora que lo pensaba iba demasiado bien vestido como para ser un mero sirviente, y entonces, el moreno, alzando una mano, comenzó a presentarles formalmente.

 

—Este es Eustass Kidd—anunció el conde— el comandante del ejército de Inglaterra—

 

Y esta vez el chico sí que abrió la boca sorprendido y sus ojos parecieron a punto de salírsele de la cara.

 

 Kidd en respuesta sonrió arrogantemente pero un poco cohibido. Odiaba que la gente le conociera por el nombre y rumores que corrían sobre su persona. Porque la mitad no es que fueran muy buenos, y la gente acababa con la opinión equivocada. A veces claro, su reputación le daba ventaja, sobre todo en sus conquistas, pero curiosamente no quería que este chico lo hiciera.

 

 No sabía porque, simplemente quería que le conociese como realmente era.

 

—Kidd, este es Donquixote Doflamingo, duque de Devonshire—dijo Law pronunciando la palabra “Duque” con un tono reprobatorio. Como recordándole a Kidd que el chico estaba fuera de sus límites.

 

 Y esta vez fue el turno de Kidd de quedarse boquiabierto como un idiota mientras le estrechaba la mano firmemente al chico. ¿Criado le había llamado? Mierda, ahora entendía el enfado de Law y la mirada de reproche que seguía mandándole. Definitivamente el chico tenía un aire noble del que antes no se había dado cuenta, y encima, con aquella ropa oscura color morado que resaltaba sus ojos y su piel caramelo, podría ser la imagen perfecta de la realeza sin que nadie lo dudase.

 

 

Aunque la actitud sumisa del chaval seguía preocupándole así como la actitud territorial del conde ¿Law no se habría atrevido a...

 

 

Law carraspeó al verle quedarse en blanco sin decir nada. Kidd le soltó la mano al duque y sonrió arrepentido aunque sin quitarle los ojos de encima ni un segundo.

 

 Así que este era el chico, el duque al que había estado buscando.

 

 Kidd se podía considerar satisfecho.

 

 El chico entonces le sonrió con la emoción aun en sus ojos y seguramente mil preguntas en su mente que hacerle. Pero el comandante solo se fijó en la sonrisa sincera y feliz cubriendo su cara.

 

 Y entonces Kidd supo que había caído hasta el fondo. Y supo que aquella no sería solamente una de sus conquistas habituales (por que le iba a conquistar, de ello no había duda), sino que podría convertirse algo mucho más importante para él.

 

 

 

Notas finales:

Jejeje, empieza la guerra, esto va a ser divertido y lo sabeis XD

Bueno, esto solo ha sido la presentacion, a partir de ahora las cosas cambiaran un poco con Kidd de por medio que metera presion a los otros dos y tocara las narices a Law. 

Pero bueno, aun tengo que poner la relacion que va a haber entre Kidd y Doffy y como reaccionara Law. 

Bueno, gracias por leer el fic, espero que os haya gustado el cap, un beso a todos n_n


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