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Herencia por Cucuxumusu

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Notas del capitulo:

Buenoo, lamento el retraso que habeis tenido, pero he estado un poco ocupada, en serio, asique lo siento. Pero ya esta, espero que os guste. 

 

 

En la enorme sala no dejaban de oírse los jadeos de cansancio de los dos contrincantes. Doflamingo y Law peleaban elegantemente con los largos y puntiagudos mosquetes, mientras el comandante del ejército inglés les observaba pelear entretenido. El hombre pelirrojo estaba sentado en una mesa apartada, y  picoteaba de una bandeja repleta de galletas que le habían servido con el té, su elegante ropa roja destaca contra la sobriedad de la sala de entrenamiento y no hacía más que llamar la atención de los dos contrincantes.

 

Doflamingo estaba pasando el peor momento de su vida, no solo tenía que aguantar ahora al conde amargado chillando le como si fuera idiota cada vez que fallaba algún envite, sino que ahora además tenía aguantar los comentarios que gritaba de vez en cuando el comandante. "Abre más las piernas chico", " Golpearle en las pelotas hijo, en las pelotas".

 

Doflamingo no sabía que pensar. Tanto él como el propio Conde estaban pasando un mal momento con aquellas frasecitas que el otro soltaba sin pudor alguno. Además, el rubio juraba que los decía con un doble sentido que todos los presentes eran capaces de entender. El pequeño duque no paraba de ponerse más rojo que un tomate cada dos por tres y perder la concentración cuando el hombre soltaba un: "mueve más ese precioso trasero niño, o a este paso te va a pillar" o “podrías repetirlo chico, me gustaría poder ver otras vez ese movimiento con la cadera, aunque hazlo más lento esta vez, y si te agachas aun mejor”.

 

Doflamingo agradecía los comentarios. Técnicamente. El otro era un comandante que vivía de las peleas y por lo tanto podría aprender muchísimo de él. Pero definitivamente aquello no era lo que se había estado esperando.

 

—No te estoy viendo mover ese trasero duquee~—volvió a chillar el pelirrojo mientras volvía a tirar otra galleta al aire y la atrapaba con la boca con una carcajada.

 

Y al instante Doflamingo volvió a enrojecer hasta la raíz del pelo y a fallar otro golpe mientras abría los ojos espantado. Nunca le habían hablado así, ni siquiera en los suburbios donde los pervertidos necesitados no se cortaban para nada en soltar comentarios parecidos, así que el pobre chico no sabía muy bien cómo contestarle o reaccionar a ellos. El comandante claramente viva con la calaña de la sociedad, con los convictos y delincuentes que eran obligados a ir al ejército para reformarse, asique, por supuesto, no iba a ser el héroe montado en un caballo blanco que decían las leyendas.

 

Pero aquel último comentario pareció acabar con la paciencia del conde además que con la suya, ya que, gruñendo, bajó la espada.

 

—Paremos por hoy—anuncio al final mirándole fijamente.

 

Y Doflamingo suspiro aliviado.

 

Aunque tenía que admitir que en aquella vez sesión el conde se había contenido un poco criticándole, después de todo, cuando el conde lo hacía, el pelirrojo se tiraba un buen rato criticando al moreno y devolviéndole el golpe por él. Doflamingo tuvo que volver a contener la sonrisa al acordarse "Conde no está dando el golpe mal, es desde el hombro, ¿es que no ve como lo hace el chico?" y el conde le fulminaba con la mirada y gruñía en respuesta conteniendo sus críticas durante un rato.

 

Así que ambos habían llegado a su límite. Dejando las espaldas en la estantería donde se guardaban, se dirigieron a la mesa donde estaba el pelirrojo a tomar algo de beber y recuperar el aliento.

 

El pelirrojo les dedicó una sonrisa amplia y enorme, mientras, sin pudor alguno, volvía a repasar a Doflamingo de pies a cabeza. El menor sintió su cara enrojecer al verle relamerse a continuación, y entonces, rápidamente, se sentó en la silla más alejada del hombre mientras ocultaba su cara tras la taza de té que se había servido.

 

Trafalgar volvió a fulminar al pelirrojo.

 

—No recuerdo haberte invitado a la clase Eustass—comenzó el moreno.

 

—Bueno, si tuviera que esperar tus invitaciones cada vez que quiero hacer algo aún estaría en el vientre de mi madre esperando a que me pariera—

 

Doflamingo se atragantó con el té sin poder evitarlo. Que elegancia tenía el hombre por dios.

 

—Eustass—dijo Law con un tono de aviso mientras lanzaba al chico una mirada cabreada—ya vale, he dejado que te quedaras en la casa a pesar de todo el lio que montaste ayer, pero no pienso aguantar tu presencia más de no necesario, ni, aun menos, pienso aguantar tus comentarios en mis clases, distraen al chico y estropean la lección—

 

Doflamingo entonces quisó desaparecer del lugar ante aquello. Dios ¿Tan obvio había sido? Miro fijamente la taza sin atreverse a mirar a los otros a la cara.

 

—Oh, ¿en serio?—respondió el pelirrojo con un tono inocente pero mirada malvada— no me había dado cuenta, aunque no creo que suponga ningún problema en comparación con los gritos y críticas que tú le dedicas—respondió con una sonrisa falsa.

 

Y al instante la tensión estaba en el aire. Los dos mayores mirándose con odio en los ojos pero con una sonrisa macabra en los labios.

 

Doflamingo tembló de miedo entre ambos queriéndose irse ahora por una razón muy distinta.

 

— ¿Criticas mi método de enseñanza Eustass?—dijo el otro cruzándose de brazos y alzando una ceja.

 

— ¿Tanto se nota?—respondió el pelirrojo cruzándose también de brazos y apoyando los pies en la mesa en un tono despectivo.

 

Doflamingo se encogió enfrente de él. Eustass  Kidd era un hombre enorme, prácticamente se desbordaba de la silla en la que estaba, y encima, con aquella personalidad impulsiva y aquel aspecto de casanova del demonio, era imposible no fijarse en él cuando entraba en una habitación. Era alguien atractivo y poderoso que además sabia la impresión que causaba y no dudaba en aprovecharla. A Doflamingo aun así le había intimidado ligeramente desde que le había visto la tarde anterior, simplemente nunca se había movido entre gente así en su vida,  pero ahora, que le tenía enfrente y claramente enfadado, sentía el miedo y alerta pulsando en sus venas.

 

—Te recuerdo que he entrenado  varios nobles y que todo el mundo quedó bastante satisfecho—siguió Law.

 

—Si te refieres al hijo de los Walker y a los otros dos idiotas discrepo totalmente—añadió el otro aburrido—cuando llegaron al ejército tuve que volver a entrenarles a todos ya que no sabían ni cómo sujetar la espada como es debido—

 

Y aquello pareció ser la gota que colmó el vaso. Doflamingo casi vio explotar la vena en la frente del conde. Al parecer criticar sus dotes de enseñanza no había sido buena idea.

 

— ¿Piensas que podrías entrenarle mejor que yo?—siseo el moreno.

 

—Cualquier cosa sería mejor que tus críticas despectivas—

 

— ¿No has pensado que lo mejor lo hago para provocarle y que se motive?—

 

Y ante esto, tanto el rubio como el pelirrojo, levantaron una ceja sarcásticos.

 

No se lo creía ni él.

 

—Aha—respondió el pelirrojo sarcástico— Dudo que alguien se motive cuando lo llaman inútil—

 

Y Doflamingo se descubrió asintiendo conforme y con el ceño fruncido. Pero Law entonces le miró fijamente aun con el cabreo en sus ojos. Y Doflamingo volvió a encogerse en la silla.

 

—Bien, si eso es lo que pensáis por mi perfecto—dijo Law encarando entonces al pelirrojo y pasándole de un golpe las protecciones que había estado llevando en el combate— Eustass, a partir de ahora le entrenas tú en esgrima—

 

Y sin más se dio la vuelta y orgullosamente salió de la estancia.

 

— ¿Qué?—dijo entonces Doflamingo quedándose pálido ante aquello.

 

¿Entrenar? ¿Con el comandante? ¿Solo? ¿Con el pervertido?

 

El pelirrojo se volvió a mirarle y le dedicó una sonrisa inocente que el rubio no acabó de tragarse.

 

—No te preocupes, ya verás como todo sale bien y conmigo aprendes más que con nadie—

 

Y de nuevo la mirada extraña y el doble sentido. Doflamingo se quedó inmóvil mientras su cara volvía a calentarse. Kidd río divertido al verle y alargando una mano hasta el otro lado de la mesa le revolvió el pelo de una forma ligeramente posesiva, pero en un gesto tan fluido y practicado que parecía casi hasta normal.

 

—Donquixote—chilló el conde entonces desde la puerta— ¿A qué esperas niño? Tenemos clase de economía en quince minutos y ya sabes lo que pasara si vuelves a llegar tarde—

 

Doflamingo se levantó de golpe de la silla alejándose del otro, y salió corriendo hasta la puerta donde le esperaba el conde aun con mirada cabreada. Dios, ahora iba a pagar él el enfado, pero no pensaba quejarse. Por qué a este paso el comandante acabaría dándole todas las clases y a eso, Doflamingo, se negaba.

 

No iba a caer en el error dos veces.

 

Sin embargo, antes de irse, no pudo evitar girarse a mirar al pelirrojo. El hombre bebía de la taza de té con una elegancia y poder que no le había visto desde que le había conocido, como si se hubiese transformado ahora que estaba solo y de repente tuviese modales. Pero lo que más le inquietó fue la sonrisa satisfecha que tenía en la cara.

 

Como si el hombre hubiese conseguido lo que había planeado desde un principio.

 

.oOo.

.oo.

.

.oo.

.oOo.

 

Doflamingo cansado se frotó la nuca intentando liberar la tensión en sus hombros. Arrastrando los pies, entró en el pequeño establo donde se encontraban los cinco caballos del conde cómodamente encerrados en sus respectivas cuadras. Doflamingo sabía que debería aprovechar aquel poco tiempo libre para descansar en su habitación y echarse una siesta, pero no podía evitarlo, montar a caballo era para él como un imán atrayéndole.

 

Así que entró en las cuadras listo para coger al pequeño semental marrón con patas y hocico blanco que el conde le había dejado. Era uno de los mejores ejemplares de caballos de Normandía, le había explicado el conde, con aquel pelo largo recubriéndole por completo para protegerle del frío del invierno del norte y con aquella impresionante altura y musculatura que superaba a sus hermanos. No era un caballo rápido, era un caballo resistente. Y a Doflamingo le encantaba, tenía aquel pelo revuelto y aire rebelde y despistado que le recordaban a su hermano pequeño de una forma extraña.

 

Sin embargo, al entrar a las cuadras, se quedó paralizado al ver a cierto pelirrojo parado enfrente de un enorme caballo negro mientras le colocaba la silla.

 

Doflamingo pensó en escabullirse, con un poco de suerte el otro no le había visto y entonces...

 

—Anda chico ¿Qué haces aquí?—preguntó el mayor dedicándole una enorme y feliz sonrisa, como si realmente se alegrarse de verlo.

 

Mierda, demasiado tarde.

 

Doflamingo suspiró mientras se acercaba al otro derrotado.

 

—Venía a montar un poco—anunció.

 

Y al llegar al lado del pelirrojo este le sonrió conspirador mientras volvía a revolverle el pelo como si fuese lo más normal, como si fuese su nuevo entretenimiento. Pero curiosamente, a diferencia de la otra vez, el pelirrojo no apartó la mano cuando dejó de desordenar sus mechas rubias, y en cambio la dejo sobre su cabeza alargando el contacta aún más y más.

 

— ¿Y el conde? ¿No está contigo? —preguntó el Eustass con una mirada divertida, como si asumiera que el chico nunca pudiese ir solo a ningún lugar sin el conde a su lado.

 

—No, este es mi tiempo libre—explicó Doflamingo rapidamente sacándole de su error—  puedo hacer lo quiera—

 

—Humm—respondió el otro de repente con una mirada calculadora en su cara—  ¿Y en serio te deja hacer lo que te da la gana? ¿Te deja montar solo?—

 

Doflamingo se encogió de hombros mientras asentía y el comandante entonces sonrió depredadoramente. Tomándole por la cintura entonces, el hombre e levantó en el aire fácilmente intentando montarle en el enorme caballo negro que había estado ensillando. Con una facilidad que dejo al rubio con la boca abierta. ¿Cómo podía ser tan fuerte aquel hombre?

 

—Perfecto—anuncio el pelirrojo— entonces tú me enseñaras la zona—

 

Y Doflamingo, reaccionando por fin y se revolvió intentando soltarse asustado. ¿Cabalgar con el pelirrojo? ¿Los dos solos en un caballo?¿Para qué le hiciese lo que quisiese mientras él, indefenso, sujetaba las riendas? Ni en sus sueños.

 

—No, espera—el pelirrojo le miró curioso—te-tengo mi propio caballo, puedo montarlo, no hace falta que cabalguemos juntos—

 

Kidd frunció el ceño.

 

—Pero tardarás bastante en ensillarlo, así es más rápido— siguió insistiendo el mayor mientras volvía a intentar montarle en el semental.

 

Pero entonces el pelirrojo se fijó en la ligera morada de pánico en el chico y en lo asustado que parecía y lo entendió. Tal vez había ido demasiado fuerte con el chico. Rindiéndose y decidiendo darle un poco, solo un poco más de tiempo, le dejo de nuevo en el suelo.

 

—Está bien, te espero fuera en cinco minutos—y su tono no dejaba lugar a objeciones.

 

Doflamingo, aun con su pulso latiéndole a mil por hora en las orejas por la adrenalina, salió corriendo en dirección a su enorme caballo marrón. Huyendo del mayor mientras este salía de las cuadras con el enorme semental negro siguiéndole. Doflamingo acarició durante un momento  al caballo marrón tranquilizándose, luego le ensillo y al rato salió del establo preparándose mentalmente para encarar al pelirrojo.

 

Sin embargo el otro solo sonrió de nuevo al verle y apuntando a un enorme árbol en la lejanía pregunto:

 

—¿Sabes lo que hay al otro lado de aquella colina?—dijo curioso.

 

Doflamingo simplemente asintió sin fiarse todavía de lo que otro hacía. Si no hablaba cabía la posibilidad de ahorrarse los comentarios del otro. Sin embargo el otro siguió mirándole expectante y al final tuvo que contestar.

 

—Hay un lago—dijo escuetamente regulando sus palabras para que no pudiese sacarse ningún doble sentido.

 

Pero el otro siguió mirándole.

 

—...y una caseta bastante oculta para descansar y observar el lugar—acabó por añadir.

 

— ¿En serio? ¿Has estado alguna vez? Si lo describes como lo describes debe de estar lleno de parejitas acarameladas aprovechando…la intimidad—respondió con cara divertida pero sin pizca de maldad— ¿No había por aquí una aldea?—preguntó mientras hacía a su caballo comenzar a dirigirse hacia el lago.

 

Doflamingo le siguió sin dudar mientras le respondía.

 

—Sí, pero está en el otro sentido, más cerca de la montaña—

 

Y así fueron dando una vuelta por el jardín tranquilamente. Kidd preguntaba y el rubio respondía. Lentamente se fue relajando con el otro al ver que no intentaba nada raro. Incluso se lo acabó pasando bastante bien y por primera vez desde que llegó a la casa del conde se encontró relajándose y simplemente agradeciendo una conversación normal y la compañía de otra persona. Doflamingo respondía a las preguntar del comandante, y cuando por fin consiguió tranquilizarse, fue él el que comenzó a preguntarle a aquel hombre al que tanto había admirado hacía unos días sobre las leyendas que siempre le habían contado sobre él.

 

Y así descubrió que Eustass Kidd no era ni lo que había visto hasta ahora  ni tampoco lo que contaban las leyendas. Se dio cuenta que era un hombre bastante inteligente y mucho más educado de lo que había sido cuando el conde estaba presente. Ahora que lo pensaba, puede que el pelirrojo solo se comportase de esa manera para sacar al otro de quicio. Eso le hizo bastante gracia. Pero tampoco era tan noble y poderoso como le ponían en las leyendas, era un hombre normal, con un orgullo bastante grande, una sonrisa siempre presente en su cara y un comentario sarcástico en la boca.

 

Doflamingo se dio cuenta que le caía bien. Bastante bien. Y al rato se encontró riendo junto el pelirrojo al escuchar las historias disparatada y enrevesadas de sus batallas.

 

Ajeno a los ojos cabreados que le miraban desde una de las ventanas de la mansión.

 

Law observaba a los dos hombres volver a las cuadras después de un paseo que había durado tres largas horas. Tres horas en las que él había estado de los nervios mientras aguantaba sin poder salir la reunión de negocios.

 

Les había visto marcharse. Kidd siendo todo sonrisas y amabilidad como siempre que quería conquistar a alguien, y el crió desconfiado y huidizo de cada cosa que decía el otro. Law no se había esperado que pasase nada, Kidd no era tan idiota como para hacer algo enfrente de sus narices, pero aun así desconfiaba de la situación en general.

 

Y ahora volvían.

 

Ambos sonriendo y riéndose felizmente. Kidd claramente gastando bromas y pasándose en grande sin tener que fingir ahora ni amabilidad ni nada, y el chico respondiéndole las bromas y sonriéndole conspiradoramente con aquella sonrisa que Law tan pocas veces había visto, y que siempre le hacía enrojecer de lo bien que se veía en su cara.

 

Pero esta vez esa sonrisa no le hizo sonreír amablemente en respuesta. Ni siquiera le hizo sentir aquella sensación cálida ni la leve excitación. Porque aquella vez era distinto.

 

Por qué no se la estaba dedicando a él.

 

Se la estaba dedicando al idiota del comandante que le miraba embobado cada vez que el chico se reía o bromeaba con la brillante sonrisa en su cara, como un maldito perro babeando por un hueso.

 

Law apretó los puños al verles entrar en la cuadra. Esta vez ya no estaba tan seguro de que Eustass no intentase nada.

 

Y tampoco estaba seguro de que el chico no le correspondiese.

 

La bilis subió a su garganta y sintió una rabia que llevaba años sin sentir inundándole como un cubo llenándose de agua fría y helada.

 

Estaba celoso tuvo que reconocer al fin. Muy, muy celoso. Y tenía unas ganas impresionantes de correr hacia las cuadras y detener lo que fuera que estaba pasando entre esos dos.

Por qué no iba a permitir que Kidd tocase al joven duque, a su duque, sin que corriese sangre.

 

Nunca se había sentido tan protector y posesivo con otra persona, y sabía que tenía que preocuparse por aquellas emociones tan intensas y destructivas que tenía. Pero era volver a ver al chico sonriéndole a otra persona, a otro que no era él, y volvía a perder el norte y volvía a surgir la sed de sangre.

 

Habiendo llegado al límite de su infinita paciencia se levantó del sillón bruscamente. Tres pares de ojos se volvieron a mirarle, eran sus consejeros financieros en distintos ámbitos, comercio marítimo, economía de sus tierras y personas bajo su mando y cuidado, y su consejero en la corte. Los tres eran hombres inteligentes, y normalmente aguantaba las discusiones de horas mientras cada uno aportaba sus distintos puntos de vista e intereses para que Law decidiese si hacer una inversión o no. Pero aquel día no podía más, ya había tenido suficiente.

 

—Llevamos más de cuatro horas discutiendo esto señores, si no hemos llegado a un acuerdo todavía no creo que lleguemos a ello nunca—anunció ante la asombrada mirada de sus consejeros—doy por finalizada la reunión, siéntanse libres de volver a sus tareas habituales, cuando llegue a una conclusión se lo haré saber—

 

Y sin más salió disparado de la habitación sin esperar una respuesta. Dejando a sus invitados con la boca abierta y preguntándose si su jefe no estaría enfermo.

 

Pero a Law le dio igual, el solo aceleró el paso hacia las cuadras mientras el abrigo largo que llevaba de  tela oscura y desgastada ondeaba tras detrás de él.

 

 

Notas finales:

Jajaja, Kidd va a saco ya desde el primer dia jaja, lo adoro, porbre Doffy, no le va a dejar para nada, a ver si hace que Law reacione muajaja. 

Pero bueno, se pone interesante, ¿como creeis que va a reaccionar Law ante esto?¿Correra la sangre?. 

En fin, espero que os haya gustado, respondere a los reviews cuando pueda. 

Un beso y gracias por leer guapos. 


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