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Herencia por Cucuxumusu

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Notas del capitulo:

Buaa siento el retraso, pero tuve algunos problemas informaticos y no podia abrir el documento. Pero en compensacio lo he echo largito, espero que os gusteee~

 

 

 

De nuevo el rubio volvía a estar en uno de aquellos lujosos carruajes cubierto de almohadones de terciopelo, y oculto de la vista del mundo por las gruesas cortinas de raso negro. Los cascos de los caballos repiqueteaban en el suelo delante de ellos y el ligero vaivén del carromato le animaba a quedarse dormido hasta que llegasen a la casa del pelirrojo s varias horas de viaje. De nuevo, Doflamingo volvía a emprender el viaje a lo desconocido y a una nueva vida. Y sin embargo, a diferencia de la última vez, no sentía el miedo y nerviosismo de cuando había ido a casa del conde, sino que se encontraba totalmente tranquilo y con la mente fría.

 

El conde ni siquiera se había ido a despedir de él cuando se había ido con Kidd. Ni siquiera un “adiós” o un “hasta pronto”, no, al parecer valía tan poco que no merecía ni eso de su parte. Por eso, cuando se había subido al carromato, había tenido que esconder las lágrimas que amenazaban con caer de sus ojos para que Kidd no las volviese a ver patéticamente, y había tenido que girar la cabeza para mirarse las manos entrecruzadas en su regazo y no observar la enorme casa alejarse en la distancia a cada paso que daban los enormes caballos.

 

Pero a la vez había sido como una liberación el irse de la enorme casa, había supuesto salir de la presión, del control y de los gritos. Ya no lo tenía que aguantar más. Nunca. Ahora podría dedicarse a lo quisiese y ser feliz con su hermano y el resto sin tener que aguantar al niño mimado.

 

Doflamingo suspiro de todas formas.

 

No podía dejar de sentirse traicionado y rechazado, la depresión que seguía llevando y la tristeza no dejaban de abandonarle por muchas cosas que hiciera o por mucho que intentasen distraerle. Kidd llevaba varios días mirándole con preocupación, Doflamingo se habían fijado en los intentos del otro por animarle y consolarle y, aunque el rubio lo intentaba, no conseguía sonreír o reír como lo hacía antes, simplemente no podía.

 

Kidd, a su lado en el carromato, volvió entonces a apretarle la mano en un mudo apoyo. El pelirrojo estaba con un brazo rodeándole los hombros de forma casual y la otra mano apretándole la mano con ganas desde que habían entrado. Protectoramente, aguantándole y dándole un mudo apoyo en todo momento.

 

Doflamingo le devolvió el apretón en agradecimiento y se recostó contra el otro hasta que su cabeza reposó en el hombro de Kidd.

 

El rubio sabía que debía de preocuparse por la relación que tenía con Kidd. No era normal que los amigos fuesen tan íntimos y se tocasen tanto, seguramente debería llamarle la atención y dejar cosas en claro, pero en aquellos momentos le daba todo igual. No le preocupaba si la postura se podría malinterpretar o si el otro se estaba aprovechando más de la cuenta, en aquellos momentos estaba cansado y dolido y el cálido cuerpo del otro se sentía demasiado cómodo.

 

El traqueteo y bamboleo del carro seguía balanceándoles de un lado a otro mientras recorrían los caminos de piedras en dirección al sur pasando de nuevo desde el paisaje nublado del norte a los amplios campos de trigo del sur.  El rubio, no supo en qué momento se quedó dormido en los brazos del otro, pero cuando se despertó, Kidd le llevaba en volandas hasta un enorme castillo de piedra rojiza con el escudo de una de las casas nobles más importantes de Inglaterra colgando de la fachada.

 

El rubio atontado miro al pelirrojo que le apretaba posesivamente contra su pecho sin ninguna intención de bajarle.

 

—Bien venido a mi casa—susurro el pelirrojo mientras pasaban por un enorme puente de piedra hasta entrar por las puertas de maderas y las rejas levadizas.

 

.

 

.

 

.

 

El castillo de Kidd era más bien una pequeña fortaleza que un castillo. Tenía varias torres desde las que defenderse de ataques enemigos, una enorme muralla que rodeaba el perímetro y una torre central donde estaban los aposentos y realmente se realizaba la vida en el castillo. En diferencia de la mansión verde y cuidada de Law, la de Kidd estaba diseñaba para ser práctica y fácilmente te defendible si la atacaban. El estilo claramente era militar mientras cañones y soldados se apiñaban por los patios entrenando y estudiando tácticas de guerra, el ruido de armas chocando y de gente gritándose una a otra no paraba ni un momento y Doflamingo se encontró poniéndose más nervioso e histérico a cada momento.

 

Nunca había soportado las multitudes.

 

Llevaba sólo dos días viviendo allí y ya necesitaba salir y relajarse en la naturaleza o en algún lugar sin gritos ni insultos. El cambio simplemente había sido demasiado grande desde la desértica mansión de Law a aquello, y aunque Kidd intentase distraerle con las clases o enseñandole cosas del lugar, Doflamingo se iba a dormir todas las noches con un impresionante dolor de cabeza.

 

Aunque por lo menos no había pensado mucho en el conde durante aquellos días.

 

Suspirando apoyó la cabeza sobre las manos entrecruzadas en el marco de la ventana. Estaba mirando otra de las prácticas militares en el enorme patio del castillo. Dos oponente, uno con una pesada armadura grisácea mellada en varias partes del uso que se le había dado, y el otro sin nada más que un casco a rayas, intercambiaban espadazos con ganas. Aunque el de la armadura tenía mucha más ventaja y era mucho más grande, estaba claro que el del casco con la melena rubia le ganaba con creces.

 

Aquel hombre era el segundo al mando del ejército inglés. Killer, o al menos la gente le llamaba así, era la mano derecha de Kidd y de él se contaban también varias historias extrañas que el rubio no acababa de creerse. A Doflamingo le había caído bien cuando le había conocido, el hombre no hablaba mucho, pero claramente era inteligente y sus comentarios y opiniones siempre se tenían en cuenta.

 

De repente un golpe sonó en la puerta a sus espaldas y Doflamingo se apartó de la ventana. Kidd estaba en la puerta sonriendo amablemente pero claramente cubierto aún del polvo del patio después de haber estado entrenando toda la mañana.

 

El rubio le devolvió la sonrisa tímidamente.

 

Desde que habían llegado a aquel lugar Doflamingo se había dado cuenta de la enorme diferencia que le separaba de Kidd. Se había dado cuenta de quien realmente era Kidd y como la gente le trataba con un respeto rozando en la veneración, le había visto dar órdenes como el comandante que era y cabrearse con los soldados cuando no hacían lo que debían de hacer. Le había visto como un líder y una de las personas más valiosas del maldito reino. Doflamingo por supuesto se había sentido bastante intimidado con aquello y, en consecuencia, había dejado de tratarle como a un amigo como había hecho hasta ahora y había vuelto a tratarle con el respeto y deferencia de los primeros días.

 

Aunque a Kidd claramente no le estaba gustando el distanciamiento.

 

Cerrando la puerta a sus espaldas Kidd se acercó hasta la rústica silla de madera y cuero en la que estaba sentado el rubio. Estaban en la única biblioteca del castillo que, claramente, no se usaba mucho. La sala tenía un toque medieval con aquellas paredes de piedra y aquellos pergaminos amarillentos y cubiertos de polvo apilándose en las estanterías.

 

Al  rubio le encantaba, era uno de los lugares más solitarios del castillo y en él podía pasarse horas leyendo.

 

Doflamingo miró sin embargo como el pelirrojo se acercaba con el ceño fruncido. Tenían técnicamente clase de matemáticas, la primera clase desde que habían llegado, aunque por la mirada del pelirrojo no estaba muy claro que la fuese a dar.

 

—Tenemos que hablar—murmuró el pelirrojo arrodillándose enfrente suyo para que sus ojos estuviesen a la misma altura.

 

Sus manos se situaron en los reposabrazos de la silla dándole su espacio pero aun así atrapándole entre su cuerpo y la silla. El rubio no supo si clasificar aquel gesto como dominante o intimidante, aunque no estaba seguro de si Kidd lo había hecho conscientemente o si siempre se comportaba así.

 

—Huh-hum—respondió Doflamingo mirando al comandante distraído.

 

—¿He hecho algo para ofenderte o a pasado algo de lo que no me he dado cuenta?—preguntó de golpe el pelirrojo con voz seria y ligeramente dura.

 

Doflamingo le miró sin comprender de lo que hablaba. ¿Estaba enfado? Si ¿Por qué? El rubio entró en estado de alerta ligeramente sorprendido por el motivo por el que el otro le preguntaría algo así.

 

—No—respondió rápidamente..

 

—¿Entonces porque me tratas así?—siguió Kidd con el ceño aún fruncido y exigiendo una explicación.

 

—¿Así como?—pregunto el rubio en respuesta entendiendo ligeramente el problema. Sabía que la relación había cambiado ligeramente desde que había llegado, pero no había hecho nada para ofender al otro, es más, el que le tratase con más deferencia debía ser como un halago para el comandante ¿no? No tenía porque enfadarse.

 

Kidd le miró seriamente como evaluando si se estaba riendo de él.

 

—Desde que llegamos me hablas como si fuese un extraño, has dejado de hacer bromas y en algunos momentos siento que me estas evitando—resumió rápidamente.

 

 

 

Doflamingo sonrió falsamente con mirada nerviosa.

 

—No sé de qué estás hablando—mintió falsamente.

 

Y claramente ninguno se tragó la mentira.

 

Kidd se alzó sobre las rodillas y le tomó de los hombros bruscamente mientras le miraba fijamente a los ojos.

 

—Es por Law ¿verdad?— dijo el pelirrojo con mirada preocupada pero aun enfadada.

 

Porque siempre era por Law, no importaba lo que hiciese como lo hiciese, en la mente del rubio solo estaba el imbécil del conde. Doflamingo ante esto abrió los ojos sorprendido y se apresuró a negarlo todo mientras levantaba las manos a la defensiva.

 

—No, no es eso, es solo que...—su mirada volvió a ensombrecerse y apenado bajo la mirada y apoyó las manos en el pecho del otro.

 

—Dímelo—exigió Kidd—sabes que me lo puedes contar—

 

Doflamingo se mordió la lengua.

 

—Yo...desde que he llegado, me siento ligeramente intimidado...por ti—confesó al fin.

 

—…¿Qué?— respondió Kidd ahora sí que asombrado.

 

—En la casa de Law no me di cuenta ya que no era tan obvio, pero aquí, no dejas de dar órdenes, y todo el mundo te respeta y te tratan como a un dios y tienes tanto poder y autoridad—explicó— No puedo tratarte igual que antes, tu eres tan importante mientras que yo solo soy un...—

 

"Plebeyo" "Desecho de la sociedad" "Bastardo"

 

Las palabras seguían doliendo pásese el tiempo que pasase. Doflamingo sin embargo sintió al otro tensarse seguramente entendiendo lo que quería decir. Apartando una mano de su hombro, Kidd le alzó la cabeza hasta que Doflamingo volvió a mirarle a los ojos.

 

—¿Tu eres qué? —pregunto el pelirrojo—¿El heredero de la fortuna más grande de Inglaterra después de la del maldito rey?¿Un chico que se preocupa por su hermano a pesar de todo? ¿el hombre que mandó a Trafalgar Law a la mierda? ¿el chico más divertido y amable que nunca he conocido?—

 

Doflamingo sintió su cara volverse roja ante aquello.

 

—Doflamingo eres una de las mejores personas que he conocido nunca, así que no pienses ni por un momento que eres inferior a nadie, ¿Me oyes? Nunca—

 

Doflamingo asintió atontado y sonrió tímidamente de nuevo, aunque esta vez con alegría de verdad iluminando sus ojos. Realmente Kidd era un buen amigo.

 

—Gracias—

 

Y entonces fue el turno de Kidd de enrojecer y mirarle con los ojos como platos ante aquella reacción. Luego sin embargo, el pelirrojo frunció el ceño y cerró los ojos con resignación.

 

—Mierda—susurró.

 

Sin darle siquiera tiempo a pensar a lo que se refería, el pelirrojo le besó de nuevo. Pero a diferencia de los ligeros roces anteriores, esta vez el pelirrojo le besó de una forma decente. Apretando sus labios contra los suyos posesivo mientras se movía incitantemente y su lengua conseguía entrar en su boca a través de sus labios entreabiertos por la sorpresa.

 

Y una vez que estuvo dentro ya no hubo forma de detenerle.

 

Kidd apretó al chico contra su pecho pasándole un brazo por la cintura. Su otra mano seguía sujetándole la barbilla obligándole a alzar la cabeza hacia el demandante beso. Ligeramente atontado aun por todo aquel repentino gesto, el rubio alzó las manos de nuevo hasta el pecho del otro donde apretó su camisa con fuerza.

 

Kidd seguía besándole con la boca abierta. Su lengua le frotaba de la manera más obscena posible, entrando y saliendo  como si le estuviese follando la boca. Doflamingo jadeó en busca de aire, el otro le mordió el labio juguetonamente en respuesta, y después le lamió la piel sensible sacándole un escalofrío y un ligero gemido.

 

Doflamingo abrazó necesitado el cuello del otro cuando Kidd volvió a morderle el labio y repetir la táctica para sacarle otro gemido desesperado, inconscientemente el rubio abrió las piernas y se apretó contra Kidd aun arrodillado en el suelo enfrente suyo. La mano en su cintura entonces se movió apretándole el trasero con ganas, luego subió por su pecho y bajó hasta su caliente entrepierna.

 

Kidd le apretó con ganas a través del pantalón y comenzó a frotar la palma de su mano contra su sensible miembro de forma brusca y dura.

 

Doflamingo entonces gimió fuertemente en respuesta apretándose aún más contra la habilidosa mano.

 

Y al escucharse por primera vez emitir semejante sonido, reaccionó por fin. ¿Qué estaba haciendo?¿Con un hombre?¿Con Eustass Kidd? ¿Su primer beso?.

 

Separándose empujó al otro bruscamente y se alzó de la silla rápidamente. La silla cayó con estrépito a sus espaldas y Kidd a su vez cayó de culo en el suelo.

 

Se miraron un instante. Doflamingo jadeaba pesadamente mientras se tapaba la boca con una mano y miraba al otro aterrorizado, su cuerpo temblaba ligeramente y claramente estaba muerto de miedo por lo que acababa de pasar. Kidd le miró intensamente aún en el suelo con ojos preocupados y alertas.

 

¿Qué había estado pensando? Claramente había entrado muy bruscamente para la inexperiencia que tenía el otro. Arrodillándose enfrente del otro de nuevo en una postura vulnerable y apaciguadora intentó tranquilizarle y que no le odiase por el resto de su vida.

 

—Doflamingo…—empezó Kidd con voz calmada alzando las manos hacia el rubio en un gesto tranquilizador.

 

El menor retrocedió un paso tropezando con la silla.

 

—No—susurró con voz temblorosa al borde de un ataque de panico.

 

—Doflamingo, no es lo que parece, déjame explicar...—

 

Doflamingo negó con la cabeza, luego se dio la vuelta y esquivando al pelirrojo salió corriendo de la habitación. Kidd le siguió con la vista todo el trayecto, vigilándole y siguiendo cada movimiento que hacía. Cuando el chico salió de la habitación y cerró la puerta, Kidd se puso de pie de un salto y maldiciendo corrió detrás del rubio sabiendo que estúpidamente la había jodido a lo grande.

 

.

 

.

 

.

 

El rubio recorrió el camino de piedra hasta la casa en lo alto de la colina con paso rápido. El viento en aquella zona siempre soplaba con ganas revolviendo las altas hierbas del campo y las pequeñas flores que crecían en el borde del camino. Doflamingo se apartó el pelo de la frente mientras el suave sol del sur le acariciaba la cara cariñosamente.

 

Sí, definitivamente había echado de menos aquel lugar.

 

Aquella mañana le había dejado al comandante una nota pidiéndole un día libre para visitar a su hermano. O al menos esa había sido la escusa, la verdad es que, después de lo que había pasado anoche, no se atrevía a encarar al pelirrojo nunca más. Había besado a un comandante, a un hombre, y había gemido cuando el otro le había tocado ligeramente. Aquello era tan humillante, no sabía que podía estar pensaría el otro de él después de aquello, pero definitivamente no quería saberlo.

 

Así que, como un cobarde, había huido a ver a su hermano.

 

Subiendo por la colina sumido en sus pensamientos no dio cuenta cuando una figura salió del  orfanato en lo alto del camino, hasta que la figura no corrió en su dirección y estuvo cerca, Doflamingo no se giró a mirarle. Su cara se iluminó instantáneamente mientras su hermano pequeño, Corazón, saltaba a sus brazos estrangulándole en un enorme abrazo.

 

—Doflamingo—gritó en menor riendo feliz al verle después de tanto tiempo—has tardado mucho idiota—

 

Doflamingo dio vueltas con el menor en sus brazos riendo también feliz. Corazón como siempre protesto al ser tratado como un niño, pero Doflamingo le ignoró y solo le revolvió el pelo con el extraño gorro que llevaba y todo.

 

—Yo también te he echado de menos enano—dijo feliz.

 

Corazón volvió a abrazarle cariñoso. Ambos hermanos compartían el mismo pelo rubio y los mismos ojos violetas, incluso a veces vestían igual, pero eso era todo lo que tenían en común. Mientras Doflamingo tenía una apariencia delgada y elegante y un carácter feliz y animado, Corazón era alto y fuerte y aunque a primera vista pareciera serio y peligroso era el desastre en persona.

 

Doflamingo le adoraba.

 

Espachurrándole de nuevo en un abrazo, se dio cuenta de que el menos estaba más delgado y pequeño que antes de que se fuese, como si no hubiese comido lo suficiente o como si Doflamingo hubiese crecido más de la cuenta en aquel tiempo.

 

—Corazón, ¿Estás bien?¿Te dan de comer en condiciones?—pregunto preocupado, por que los dos habían vivido en aquel orfanato y ambos conocían lo cabronas que podían ser las cuidadoras cuando no había suficiente comida para todos.

 

—Dios, deja de preocuparte por estupideces— protesto el otro mirándole como un niño pequeño—Dime que tal ha ido todo. ¿Conociste al conde?¿Que has aprendido?¿Qué haces aquí tan pronto?—

 

Doflamingo sonrió forzadamente y asintió tristemente. Ahí estaba de nuevo el maldito conde, parecía que nunca iba a poder librarse de él.

 

Al ver su reacción a la pregunta, rápidamente la sonrisa de su hermano se borró en un instante poniendo una mirada seria y preocupada.

 

—¿Qué pasa?¿Algo va mal?—Por supuesto su hermano siempre se daba cuenta al instante de cuando algo iba mal. Después de todo llevaban juntos desde pequeños y ambos conocían cada mínima expresión del otro.

 

Doflamingo suspiro.

 

Apartándose del camino de tierra y sentándose entre el campo de flores lejos de oídos indiscretos, ambos hermanos comenzaron a hablar poniéndose al día. Corazón le conto lo poco que había hecho en aquellos meses en el orfanato. Doflamingo en cambio le contó todo, desde la extraña actitud del conde al principio hasta lo ocurrido la tarde anterior con Kidd.

 

—Así que conocisteis al famoso comandante—dijo Corazón recordando como aquel hombre había sido hacía mucho tiempo el héroe de su hermano mayor.

 

—Si—respondió el otro con una sonrisa triste— pero después de lo de ayer no creo que pueda seguir estando con él, no creo ni que pueda mirarle a la cara—

 

Corazón asintió mirándole serio. El menor había fruncido el ceño según Doflamingo iba contando la historia y ahora estaba claramente cabreado mientras arrancaba hiervas del suelo de forma brusca.

 

—Así que, en otras palabras, esos dos idiotas se han estado aprovechando de ti todo el rato—concluyó Corazón.

 

—¿Qué? No, la culpa es...—

 

—No—le interrumpió de nuevo el menor sabiendo lo que iba a decir—hermano, siempre has sido demasiado inocente para darte cuenta de algunas cosas, está claro que se han aprovechado de ti—

 

Doflamingo frunció el ceño ante lo de “inocente” y fulminó al menor mientras este seguía hablando, como hermano mayor merecía un mínimo respeto después de todo.

 

—Pero lo que me cabrea no es eso—siguió corazón— ¿Dices que te deprimisteis y lloraste? ¿Esas de broma? El Doflamingo que yo conozco no lloraría ni se deprimiría por algo así,  por lo que dijese un conde malcriado, el Doflamingo que yo conozco le partiría la cara sin importarle una mierda quien fuese el subnormal, así que dime hermano ¿ por qué no lo hiciste?—pregunto con curiosidad

 

El mayor se miró las manos de repente nervioso, cuando Corazón se ponía en plan madre preocupada y quisquillosa, Doflamingo no podía más que bajar la cabeza y aceptar la bronca. Aunque tampoco es como si el menor estuviese equivocado.

 

—Yo...no lo sé —respondió al fin esquivando la inquisitiva mirada del otro.

 

—Te gusta el conde—afirmó el menor entonces con voz seria pero con una sonrisa en su boca.

 

—¿Qué?—pregunto Doflamingo alarmado—no digas tonterías, es un hombre—

 

—¿Y qué?—respondió el otro indiferente— no me vengas con eso ahora, hemos vivido en las calles mucho tiempo, sabes que se puede querer a alguien del mismo sexo sin ningún problema, incluso a varios si te acuerdas de Sanji— dijo con voz cabreada.

 

—Pero...—siguió intentando excusarse Doflamingo.

 

—A ver, ¿Te gusto cuando te beso ayer el comandante?—

 

—¿Qué?—preguntó alarmado el otro.

 

—Dijiste que gemiste cuando te toco por lo que te debió gustar, así que no creo que vayas a tener problemas con...—

 

Doflamingo se abalanzó sobre su hermano pequeño tapándole la boca con las manos para que se callase y más rojo que un tomate. Aquella era otra de las virtudes de su hermano pequeño, la falta absoluta de pudor. A pesar de ser Doflamingo el mayor era el que seguía siendo virgen de los dos. Muchas veces el rubio se preguntaba si no debía haber sido Corazón el mayor, definitivamente pegaría bastante más en aquel aspecto, aunque siempre era Doflamingo el que trazaba los planes maestros y el que creaba la masacre en las peleas.

 

Corazón le quitó las manos de su boca con el ceño fruncido.

 

—¿Qué te pasa ahora?—

 

Doflamingo le fulminó con la mirada.

 

—¿Recuerdas lo que te dije sobre el pudor y la vergüenza ajena?—le preguntó a su hermano pequeño.

 

El menor rodo los ojos y se tumbó sobre las flores a su espalda. Ambos guardaron silencio entonces cada uno pensando en sus cosas. De repente el menor se levanto y abrazó a su hermano por la espalda de nuevo con aire conspirador.

 

—Doffy—canturreo aquel estúpido apodo—tengo una idea—

 

—Oh no por favor, otra de tus ideas no—respondió el rubio mayor.

 

—Cállate idiota, me voy a ir contigo—dijo de repente—al castillo de Kidd—

 

—¿Qué?—dijo el otro riéndose incrédulo.

 

—Sí, es el plan perfecto—dijo totalmente convencido— si estoy a tu lado para vigilarte no podrán meterse contigo y no se aprovecharán de ti—dijo con tono orgullo—es la solución definitiva—

 

Doflamingo le miró divertido dudando entre sí reírse o gritarle.

 

—Ni de coña—respondió al final.

 

—Se siente, ya esta decido — respondió el otro tirándosele encima sin más y haciéndole una llave para revolverle el pelo.

 

Doflamingo protesto y bufo furioso haciéndole cosquillas en venganza. Ambos hermano rodaron por el suelo de flores entre risas y bromas. Contentos de volverse a ver y aprovechando cada mínimo momento con el otro después de todos los problemas que habían tenido.

 

.

 

.

 

.

 

—Señor, no puede seguir así—dijo Bepo al hombre moreno tirado en un sofá con los mismos papeles de siempre en la mano.

 

El conde alzo entonces la vista como dándose cuenta de su presencia por primera vez, y miró a su mayordomo molesto. Sus ojos grises estaba hundidos con unas enormes ojeras negras rodeándolos, su ropa estaba desecha y arrugada por haberla llevado puesta varios días dándole un aspecto desastroso y triste mientras seguía rodeado del caos de despacho con los objetos tirados de la última vez.

 

Claramente echándose a perder.

 

—No sé de que hablas—respondió igual de rebelde como siempre el conde ignorándole.

 

Bepo suspiró. Llevaba cuidando a aquel hombre años, asegurándose de que el moreno tuviese de todo y no tuviese ningún problema con la casa, y, la verdad, nunca le había visto en aquel estado gris y oscuro pasase lo que pasase. En un principio había querido dejarle así y que sufriera un poco por lo que había hecho, incluso disfruto vengándose del un poco con lo del crio, pero definitivamente aquello ya era demasiado y se les había ido de las manos. Si no hacía algo el otro acabaría destruyéndose a sí mismo y a su gran familia e industria.

 

Así que, dejando todo el royo de señor y sirviente a un lado, el mayordomo se sentó en el sillón enfrente del conde, se cruzó de brazos y lo miró fijamente. 

 

Law frunció el ceño ante la falta de modales y ante la mirada del anciano.

 

—¿Por qué nunca puedes tragarte tu orgullo por un momento? ¿Por qué no peleaste por el chico?-

 

Bepo pudo ver como el moreno se tensaba al instante ante una pregunta tan directa y delicada.

 

—¿Por qué iba a pelear por él?, es solo otro chico, no es como si me importase lo que hiciese—refunfuñón el otro como siempre quitándose toda la culpa.

 

Bepo rodó los ojos, tal vez le había mimado demasiado de pequeño.

 

—Law llevo mucho tiempo contigo y los dos sabemos que no me puedes mentir. Sé que te gustaba el chico, te gustaba lo suficiente como para que ahora estés en este estado—Y el viejo señaló elocuentemente el aspecto desastrado que el otro tenía—  así que dime, ¿Por qué no peleaste por él?—

 

El otro se sentó entonces en el sofá repentinamente nervioso y enfadado. Odiaban que lo acusasen de algo fuese lo que fuese, él era inteligente y listo, nunca se equivocaba y la culpa nunca era suya.

 

—Yo…yo me disculpe, le dije que lo sentía, pero él no lo acepto, incluso intentó hacerme daño yéndose—se defendió entonces Law poniéndose a la defensiva y haciéndose la víctima.

 

Bepo no se lo trago ni por un momento.

 

—Por supuesto que no lo acepto y se intentó vengar. Pero no es esa mi pregunta, ¿Por qué no peleaste por él?—repitió el mayor.

 

—Yo sí que pelee, yo..—volvió a empezar el moreno desesperado buscando alguna forma de defenderse ante el otro y ante sí mismo.

 

—No, no lo hiciste, le dejaste marcharse sin más, ni siquiera te despediste de él dedicándote a mirarle desde la ventana—protesto el mayor—ni siquiera le dijese lo que sentías—

 

Law sin embargo se tumbó en el sofá pasándose un brazo por los ojos para ocultarse del mundo y toda aquella conversación que no había querido tener ni afrontar. En el fondo había sabido que era su culpa, sabía que debía hacer peleado más y haber luchado, pero ya le habían hecho bastante daño en su vida como para poder afrontar otro golpe y el pensar que el rubio pudiese rechazarle por alguna estúpida razón le daba demasiado miedo. Siempre era más fácil huir y protegerse a sí mismo que arriesgarse y salir herido.

 

—No hubiese servido de nada decírselo, no habría cambiado nada, solo me hubiese humillado mas—respondió el moreno con voz destrozada.

 

Y aquella fue la gota que colmó el vaso. Alzándose del sillón el mayordomo encaró al orgulloso conde con el cabreo en su mirada.

 

—¿Eres idiota? Lo hubiese cambiado todo. Pero como siempre eres demasiado orgulloso y demasiado cobarde como para arriesgarte—

 

Law de golpe se sentó en el sofá mirándole serio sin comprender.

 

—¿Como que hubiese cambiado todo?—pregunto atontado.  

 

Bepo se pasó las manos por la cara en un gesto de desesperación.

 

—¿Pero es que no te distes cuenta? El chico estaba totalmente enamorado de ti—le chillo a la cara el hombre— desde el primer día que puso un pie en esta casa, era simplemente demasiado obvio—

 

El silencio inundo la estancia.

 

La cara del conde entonces fue épica. Mientras empalidecía, el terror inundó sus rasgos al comprender lo que había hecho. Al comprender lo que había perdido. Lo había tenido todo, todo lo que había querido, pero no se había dado cuenta de ello, lo había despreciado celoso, le había hecho daño y en consecuencia lo había perdido. Por ser siempre igual de orgulloso y cobarde.

 

Lentamente se levantó del sofá hasta ponerse de pie aun atontado por la revelación. ¿Cómo no se había dado cuenta antes? Tenía que haberlo visto por dios, a él nunca se le escapaba nada.

 

—Yo soy idiota, yo...tengo que verle—murmuro con voz plagada de esperanza

 

Y por fin, en varias semanas Bepo sonrió orgullosos de su señor.

 

—Preparare el carruaje y las maletas, señor—

 

 

 

 

Notas finales:

Bueno, se que la personalidad de Corazon y la relacion que tiene los dos hermanos en realidad no es asi, pero queria ponerles felices a los dos y hacer que se llevasen bien, pegan mas en la historia creo yo XD

Pues ya esta, yo me voy a la cama, besitos y abrazos. 


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