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Como en la vida real. por InuKidGakupo

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Notas del capitulo:

Hola! Perdón por la tardanza, pero he aquí el final! Hoy, el 30 de Diciembre, se hace el año exacto de haber subido este fic, y se me hace muy lindo/sentimental que el día que comenzó, terminé. En el aniversario concluimos! Es algo largo para ser epílogo, pero creo que no se podía cortar más! Ojalá les guste!

Epílogo

 Plumas de un mismo pájaro.

Bueno, lo siguiente que recuerdo de ese día, después de que el final definitivo se marcara para mí, es que fue muy, muy duro superarlo, recuerdo llorar cada día y cada noche, su recuerdo agobiándome y su rostro y voz siguiéndome entre mis tortuosos sueños. Era difícil, difícil despertar e ir a dormir tratando de actuar como si no pasara nada, tratando de aparentar y sonreír naturalmente como si mi interior no se estuviese derrumbando y cayendo a pedazos, simplemente charlaba como si nada, como si no doliera, como si cada respiro que diera lejos de él no significara una tortura, como si el deseo de morir no embargara mi sistema y como si mis pulmones llenos de humo y olvido estuviesen sanos y fuertes. Como si mi realidad fuera mentira.

Recibí el puesto de Sensei una semana después de aquel día, y el recibimiento de alumnos fue increíble, la fama del Dojo era grande, y pronto, mi reputación de delincuente asesino se vio reemplazada por el mejor maestro de artes marciales en toda la zona. Lo acepté duramente al principio, era un mundo tan vano y vacío que me daba la impresión que se vendría abajo, tan gris que las paredes parecían hechas de viejo papel sucio, oscuro, frágil, y por más que mis lágrimas mojaban la superficie no cedían, sólo lograba volverlas más duras y reacias. Para mi suerte mi condición mejoró, y al cabo de unos meses esos entrenamientos se volvieron toda mi vida, la forma clara en la que podía corromperme y dejar fluir toda esa ira, toda esa impotencia, descargar el dolor y transmitirlo a través de los puños.

Me gustaría decir que sentí pena por esos pobres chicos que resultaron victimas sin pena de mis crueles y egoístas actos, pero no es así, en realidad lo disfrutaba bastante, algo de un personaje cruel se encarnó en mí, y la soberbia y fama se subieron a mi cabeza, terminando por convertirme en todo un personaje de ficción al termino de ese mismo año. Por desgracia mi careta y faceta se acababan en cuanto llegaba a mi habitación, cada noche que subía las escaleras y avanzaba por el largo pasillo hasta el cuarto del fondo, ese donde las luces permanecían apagadas, en donde mi corazón se refugiaba y me perdía en las sombras, ahí, donde arrastraba mis cadenas difícilmente todos los días, ahí dejaba ir de vez en cuando mis lamentos, derrumbado como pieza sin vida sobre aquel colchón, solo mirando por la ventana, mirando a la nada, mirando al pasado, al vacío futuro, pero más que nada, veía esa fotografía, esa que guardaba recelosamente en el mueble de noche junto a mí.

Dicen que uno no vive del pasado, aprende de él, y tuve que hacerme a esa dura idea. Tenía que olvidar.

Y lo hice, bastaron dos años para completar esa misión, para sepultar mi corazón en una tonelada de orgullo, en montañas de hielo, para cerrar heridas, para que ese algo en mi interior dejara de sangrar y finalmente aquella molesta voz que rogaba en todo momento guardara silencio, que mi fragilidad se volviera hierro, que mi corazón se hiciera a la idea de no amar, no de creer, de no querer. Habíamos renunciado ya, y no estaba dispuesto a arriesgarlo de nuevo, no estaba dispuesto a enseñarlo y mostrarlo para que volvieran a trapear con él el suelo. Nos hicimos uno, finalmente podía decidir sobre él, y finalmente pudimos olvidar.

Claro que el cuerpo tiene necesidades, y debía demostrar que podía seguir sin él, debía mostrárselo a mi mente, a mi alma, a mi cuerpo, debía pasar esa dura prueba y borrar de mi piel su huella, dejar sanar esas heridas que dejó en cada centímetro de mi ser. Puse a mis labios a besar otras bocas, a mis manos a recorrer muchos nuevos senderos, a mis caderas a dibujar nuevos ritmos, pero no dejé a mi corazón sentir a nadie, no dejé a mi voz llamar un nombre, porque era el suyo el que revoloteaba siempre en mi mente, y eso sólo aumentaba mis ganas de desquitar más con placer.

¿Con cuántos estuve? ¿Quiénes fueron? No lo sé, no lo recuerdo, pasaron por mi chicos y chicas, jóvenes de no más de veinticinco, cualquiera que llegara, ciego y embelesado a entregarse a mí por su propia voluntad, hileras que aumente a lo largo de cuatro años, personas que iban y venían sin ser relevantes en mi vida, sin significar nada más que diversión de un rato. Los tomaba donde fuera, en un callejón oscuro, en un viejo cuarto de hotel, en el Dojo, en el baño, en el patio, en la cocina o sala de mi casa, ¡Maldición! Forniqué hasta en la cama de mi hermana más de una vez.

Claro que tuve que soportar las lágrimas de más de uno que no comprendió que yo era sólo de una vez, que yo no quería y que para mí ser no eran nada más que sucios placeres. Varios renunciaban, cosa que a mí me tenía sin cuidado, pero con ellos se iban también los cheques de mi padre, quien no comprendía su huida, pero mi madre, más perspicaz y lista me recomendó dejar de hacerlo o terminaría por acostarme con todo el alumnado y dejar al Dojo sin clientes. Por desgracia o suerte eso no sucedió, y mi reputación y nombre ya no iba sólo al mejo maestro de Artes Marciales de la zona, ahora era también el amante más buscado y soñado de todos los tiempos.

El siguiente año a ese solo son partes borrosas de sexo.

Un día simplemente dejé de hacerlo, dejé las clandestinas citas con alumnos precoces, dejé de fijarme incluso en todo y la llama que me había mantenido vivo se consumió, porque mi teatro y las ganas de engañarme finalmente desaparecieron. Resultaba, que no importara con cuantas personas hubiese estado, sólo había estado realmente con alguien una vez. Después de tantas noches tratando de borrar huellas aún era su nombre el que ahogaba entre mis labios, el que se atoraba en mi garganta, el que a veces dejaba ir en un grito al llegar al éxtasis. La verdad era que yo no quería demostrarme a mí mismo que podía estar sin él, yo quería demostrarle a él que yo podía, que deseaba que él pudiese enterarse de las cosas que decían y que creyera que yo lo estaba disfrutando, que lo había olvidado, deseaba que él supiera. Por desgracia, resultaba también que aún sentía frescas sus caricias, y yo no negaba que me había divertido con todos esos jóvenes, pero ese hielo dentro de mí estaba cada vez más frío. Extrañaba hacer el amor.

Resultó que no podía demostrarle nada a nadie, porque ni yo mismo podía creerme tal mentira.

Aun así, después de los largos días de trabajo, y después de vagar por los lares sin rumbo terminaba en cualquier bar, terminaba también ebrio y perdido, acabando en los brazos de cualquier gata lista que saltaba a mi cuerpo en un momento de debilidad, pero no pasaban a ser más que zorras de una noche, como todos los demás. Cuando llegaba a casa, ese maldito peluche verde y espantoso me miraba desde el fondo de mi habitación, con sus saltones ojos blancos, que acumulaban en su superficie tierra y polvo por los años, me miraban, acusadores, y yo tenía que soportarlo mirarme, y su sonrisa retorcida en esos dientes deformes parecían moverse y susurraban palabras hirientes, susurraban reproches, sus orbes desilusionadas y decepcionadas eran siempre alumbradas por la noche.

Cuando llegaba todavía tambaleándome y mareado me parecía escuchar su voz, y no era exactamente la voz de un cocodrilo lo que oía, lo oía a él, y sabía todos mis pecados. No lo sé, tal vez me gustaba el dolor, tal vez disfrutaba ser torturado de esa forma y que la culpa me consumiera como yo consumía cigarrillos en mis labios, pero no pude deshacerme de aquel último regalo, por más veces que deseé tirarlo siempre me detenía por alguna razón, terminando por tirarme en el suelo frente a él y contemplarlo, sin más remedio.

Podía decirse que esa cosa era la única compañía que tuve durante esos años, pues mi vida social se redujo a cero. Tenía una buena relación con mi hermana y de vez en cuando me pedía consejos, pero no era como si la considerara una amiga en quien desenfocar mis penas, y terminaba siempre en compañía de mis cosas viejas y una botella de alcohol en la mano. Mi poca capacidad de socializar sumada a mi tendencia temporal de acostarme con todo lo que se moviera y mi reciente subida de orgullo y vanidad me había hundido en el abismo de soledad, en donde hablar con un peluche parecía factible para asegurar mi cordura, o para descarrilarla y así asegurar que éramos lo único que teníamos uno para el otro.

Claro, había hecho intentos de pasar tiempo con mis amigos, principalmente a los que abandoné en Tokio, pero como siempre, las cosas no resultaban como yo quería. Harima me llamó una vez, tan sólo un año después de que yo asumiera el cargo de Sensei en el Dojo, él iba a casarse. Por supuesto que consideraba a Harima más que un simple amigo, era el mejor de todos, y me necesitaba para ser su padrino de bodas, y sí, yo hubiera aceptado gustoso, pero en esa lista de invitados se encontraba otro alguien, y desistí, él insistió y aseguró que lo “des-invitaría” con tal de tenerme ahí, pero me negué. Debo admitir que era muy pronto para volver a verlos, y que la novia no era otra más que Videl, y aún perdonada, me era difícil asimilar que había logrado capturar en sus redes a tan buen hombre.

Me enteré también, no muy lejos de esas fechas, unos pocos meses antes, que Chi, sí, mi dulce y siempre bella Chi, estaba esperando un hijo. Así es, un hijo, así, sin más, sin boda, fotografías, farándula, nada, esa  mujer estaba en cinta, y nada más y nada menos que de un reo. Bien, suena muy cruel cuando lo digo de esa forma considerando la situación de las cosas, considerando quien era ese reo. Juun y Chi-Chi habían consumado su amor sin importar lo que los separaba, y ella dio a luz a un bebé varón, al cual llamó Goten. Chi llamó muchas veces a mi casa, insistía en que fuera a verla, pero bastó con ver una foto de esa criatura para que mis pies decidieran quedarse de pie donde estaban. El chico era idéntico al tío.

Goten estuvo la mayor parte tiempo solo con su madre, pero Chi-Chi (Y la televisión local) me informó que la condena de Juun había sido reducida de seis años a sólo tres, y ahora ellos son una linda familia de tres. Al parecer existían los finales felices para algunos. Inclusive Krillin se había juntado con Juu-chan, incluso tenían una hija ahora, y la perra… digo, y Bulma había logrado atrapar entre sus garras al pobre e inocente de Yamcha, tantos años con ella no le habían enseñado nada. Finalmente mi conteo de conocidos descendió, y estuve tentado incluso a visitar a Richie en la cárcel, pero por las noticias me enteré que había escapado junto con otros dos reos de bajos cargos, seguramente inocentes que el buen Richie había decidido sacar de sus condenas. Ese hombre no conoce los buenos métodos, todo tiene que ser brutal con él.

Terminaba por quedarme sólo, sin nada por lo que luchar o por que vivir, nadie a quien confiar mis cosas tampoco, y aunque me enteraba de lo esencial de mis amigos, prefería no preguntar o hablar mucho con ellos, temía que pudiese enterarme de cosas de él, lo último de lo que había oído en esos años es que había rechazado una oferta para una serie llamada “Free!” y que se había retirado del mundo de la farándula, lo pasaron en todos los programas de chismes matutinos. Jamás dijo la razón, pero se rumoraba que tenía depresión y abusaba de ciertas sustancias. No lo sé, esas son cosas en las que prefería no pensar, no había motivos. Mi vida seguía siendo un gris.

Si, seguía siendo un gris hasta después de lo que fueron seis años, hasta el momento en el que, sumido en la monotonía y engañado de que mi vida tenía un sentido, que había madurado y que mi corazón era lo suficientemente frío para soportarlo todo, recibí una llamada, y decidí considerar una opción.

-¿Bueno? – respondí al teléfono, extrañado de que hubiese una llamada entrante a casa para mí.

-¿Vegeta Urabe? – dijo una voz familiar al otro lado de la línea, pero no pude distinguirla al momento.

-Sí, ¿Quién habla? – pregunté con algo de fastidio y esa arrogancia que me acompañaba desde hacía ya cinco años.

-Soy Toriyama, de Toei Animation – me quedé mudo unos momentos, sintiendo mi cuerpo tensarse al tiempo que mi cerebro hacía mil ideas de lo que podía estar sucediendo.

-¿Sucede algo? – dije descortésmente, manteniendo ese toque frío que ese mismo hombre me había enseñado alguna vez, pero tal vez era solo los nervios repentinos que me habían invadido de momento y me impedían actuar naturalmente.

-Sí, sucede que Dragon Ball Z tendrá una última temporada, y queremos contar contigo para el elenco – informó, y tuve que tragar duro para disolver el extraño nudo que se formó en mi garganta y recuperar el tono firme de mi voz.

-Lo siento, yo ya he renunciado a la actuación – anuncié, pero no colgué el teléfono, no pude mover mi mano, simplemente seguía estático en mi lugar.

-Eso me dijeron, pero creí que tendrías la fortaleza para intentarlo una vez más – pronunció, medio en serio y medio retador, y dio justo en lo que más tenía en ese instante: orgullo.

-Tengo fortaleza, lo que no tengo es interés en cosas como programas para niños – dejé ir con violencia, y habría azotado el teléfono de vuelta en su sitio si su risa burlona no hubiese llegado hasta mí.

-¿Cosas para niños? ¿No será que eres tú el que está actuando como un niño? – se mofó, y no tuve palabras para contestar, simplemente esa afirmación me dejó en shock. –Si no has superado las cosas, está bien, pero el elenco no será lo mismo sin ti, si maduras y cambias de opinión, llámame de regreso antes del viernes -  agregó antes de colgar. Tardé un par de segundos más con el aparato pegado al rostro antes de soltar un gruñido y azotarlo contra su base sin importarme que se pudiese romper, como si fuese yo el que estuviera colgando, podía sentir la rabia y mil cosas más corriendo en mi interior. El maestro Toriyama acababa de llamarme cobarde.”

Recuerdo que no pude dormir esa noche, estaba sentado en la orilla de mi cama y observaba aquel regalo en la esquina de mi habitación, ese de hacía más de cinco años, tan lleno de polvo, como olvidado, pero… un olvido siempre está lleno de recuerdos, y estos revoloteaban como mariposas vivas, como una pelota de goma golpeando de una pared en otra dentro de mi cabeza, susurrando, torturando. En mi mano se balanceaba una botella de alcohol, la segunda de esa noche, tan común para esa nueva vida que había adaptado, tratando de mentirme y hacerme creer que una copa más ayudaría a aclarar mi mente, pero no lograba hacer más que ensombrecer más mis ideas, de terminar de confundirme, de ahogarme con cada trago en ese infierno que yo mismo había construido. Y ahí, hundido en melancolía y guiado por la soledad y el recuerdo, fui descubriendo un par de cosas más, arrastrando mi pasado a mi presente, lacerándome con cada herida que se sentía fresca en mi pecho.

Abrí mi cajón en busca de aquella foto que había ocultado años enteros, y la sostuve entre mis manos como si representara un misterio, dejando sobre el mueble la botella unos instantes para que mis dedos, gruesos y maduros, se posaran sobre aquel femenino rostro, para que sintieran como si pudiera volver ahí, por lo menos un par de segundos, pero el mareo me consumía y no pude hacer más que colocarla sobre el mueble para observarla también a la distancia, mientras en mi mente se debatían millones de cosas, guerras internas y un bullicio interno que no podía frenar, y ahogado y mareado por esas voces, tan contradictorias, tan egoístas, tan arrepentidas, tan exigentes y tan cansadas, moví mi mano con violencia para tomar la botella una vez más y verter entre mis pálidos y acartonados labios un poco más de ese líquido, para tratar de callar mi interior, ese que poco a poco se definía más y se volvía una guerra uno contra uno: volver o no volver.

Entonces, entre la comisura de mis labios dejé ir una plegaria, una súplica, un ruego de necesidad, necesitaba ayuda, un consejo, una pequeña señal que me indicara que debía hacer. No podía dejárselo a la surte así como así, no podía simplemente ignorar la situación tampoco, no podía aparentar que no pasaba nada, la oportunidad que tenía de volver no era algo banal o sin trascendencia, pero tampoco quería volver, necesitaba que algo o alguien me diera una muestra y me ayudara a decidir. Y creí que el alcohol en todo eso no ayudaba en nada, pero fue precisamente gracias a eso que una señal vino a mí.

El whisky en mi botella se terminó, sin embargo deseaba más y más a sabiendas de que sabía que esa era la última que me quedaba, y yo, bajo los efectos del alcohol y guiado por la confusión y la ira repentina por no tener más que beber, arrojé la botella al frente mío, pasando a tirar a su paso el cuadro con la foto que Chi me había obsequiado hacía seis años. El cuadro voló y cayó al suelo, en donde los trozos del cristal que cubrían el retrato cayeron desparpajados. Solté una maldición entre dientes y, aún mareado y cansado, me arrastré hasta quedar de rodillas frente al desastre que acababa de hacer, comenzando a recolectar entre mis manos filosos pedazos del cristal, pero algo llamó mi atención de entre todas las cosas.

Yo jamás había movido la foto del cuadro con el que ella misma me lo había dado,  pues el marco de madera iba bastante bien con la imagen, así que no le encontré caso al asunto, pero ahí, en donde las orillas se habían desprendido al impacto con el suelo y la parte trasera había cedido también, dejaban al descubierto la fotografía, y no sólo eso, también otra fotografía más, una que siempre había estado ahí y que yo jamás había visto, una oculta tras la otra, invisible ante cualquiera, escondida, puesta ahí a propósito, un recuerdo tan lastimoso, pero a la vez tan bello.

Había una fotografía mía con Goku, en el set, con los trajes, sonriendo y haciendo la señal de paz con las manos. Entonces comprendí que la intención de Chi nunca fue darme un recuerdo de ella conmigo, entonces entendí que esa mujer era más lista de lo que había creído, y que a pesar de su dulzura y sinceridad, escondía algo de mentiras, algo de trucos, me había dado un recuerdo a la fuerza sin que yo me diera cuenta, con la intención de que lo descubriera en algún momento, pero… ¿Para qué? ¿Por qué no la había encontrado antes? ¿Acaso ese era el momento preciso? ¿Acaso era esa la señal que había pedido?

La luz plateada alumbraba lo suficiente para dejarme ver con claridad la imagen, y no sabía si era el alcohol o la profundidad que eso marcaba en mí, pero los colores sobresalían, podía sentir la calidez, el olor, el sabor de tantas cosas, de tantos besos, de tantas noches. Quise romperla, quise destruir aquella foto, porque dolía, pero también me causaba placer, un placer mental, uno que actuaba como droga adormecedora, como motor, como un impulsador. Quise romperla, pero no lo hice, en cambio, hice otro gran descubrimiento, l di la vuelta a la fotografía, descubriendo tras ella un mensaje escrito en tinta negra: Vuelve por él.

No necesité más, de hecho, no necesité esperar hasta el viernes, al día siguiente, martes en la mañana, salí de mi casa con mis maletas hechas listas para volver a Tokio, listo para enfrentarme al pasado, listo para luchar contra el presente y para encontrarme con un ambiguo futuro. Y me creí fuerte, y quise actuar como alguien que por supuesto, no era. No hizo falta dar explicaciones en mi familia, ni siquiera avisé a mis padres, y no es que fuera cobarde como la última vez, esta vez sencillamente no me importaba que pensaran al respecto, yo era ya lo suficientemente grande.

Después de decirle a mi hermana que me marcharía y dejarle una nota con el número de mi celular, me marché de ahí. Tomé un tren poco convencional para volver a Tokio, palpando involuntariamente la fotografía que yacía en el bolsillo izquierdo de mi camisa. Como había aprendido duramente tras tantas cosas y otras tantas duras experiencias y años, no esperaba nada, por supuesto, no esperaba verlo y que todo fuera mágico y estúpido, no, de hecho, no esperaba siquiera cruzar palabra con él, no quería hacerlo. Esa era la contradicción en el asunto, volvía por él, para mostrarle quien era yo ahora, para que viera que podía sin él, para superar yo mismo mis traumas y cerrar finalmente esa dura etapa de mi vida, volvía para demostrarme a mí mismo que todo podía estar bien.

Claro, esa era la mentira que yo mismo me había impuesto y la cual quería creerme, porque en realidad, cuando mis pies se frenaron frente Toei Animation, mi corazón saltaba agitado y nervioso, mis manos sudaban y no quería pensar en el temblor que tenían mis piernas que amenazaban con dejarme caer. De sobra sabía que estaría adentro, una loca e imaginaria sensación me lo decía, me lo gritaba con ansias, y una mitad quería correr y encontrarlo, y la otra mitad deseaba dar la vuelta y volver. Pero me quedé de nuevo en medio, y avancé por esas anchas escaleras hasta la puerta del lugar, sintiéndome ansioso y a la vez miedoso, pero con rostro firme y sin titubear.

Y claro, me encontré a medio mundo antes de encontrarme con él, caminé por los pasillos ante la mirada incrédula de muchos, y para mi buena suerte la linda Chi fue la primera persona importante que encontré. Se veía mucho más… bueno, un poco más grande, pero claro, seis años desde mi partida y un hijo no pasan como si nada. Charlamos mientras caminaba hacia la oficina del jefe y señor, y me contaba sobre su matrimonio y sobre su hijo, en donde vivían y de cosas divertidas o feas que le habían pasado, estaba bastante emocionada de verme y me sentí feliz de que nuestra relación no se hubiera afectado a pesar de todo lo ocurrido y después de tantos años sin vernos. Me preguntó sobre mí, pero el lugar de mi destino apreció frente a nosotros y detuve la charla antes de soltar cualquier mentira para cubrir mi oscura verdad.

Esperó afuera a pesar de que le dije que no hacía falta, esa mujer, ni los años ni las duras cosas le enseñarían, siempre tan amable y protectora, tan dulce, daba paz a mi interior saber que ahora finalmente era feliz. La charla con el jefe fue breve, se rió discretamente de mí unos momentos antes de darme un contrato ya elaborado que yo no me esperaba que tuviera ni ofreciera tan pronto. Sólo firmé, sin leer, sin pensar más, sin darle vueltas por que sabría que si no podría arrepentirme. Firmé ahí lo que sería una condena… o la salvación, la puerta de salida de mi tan oscuro abismo.

Chi me llevó a su casa después de eso, yo no tenía a donde ir y ciertamente quería escapar de las instalaciones de TA, pues la presencia de Goku me la confirmó ella y algo dentro de mi aún no estaba listo para enfrentarlo. Conocí a Goten, y quedé paralizado ante el enorme parentesco con Goku, casi parecía su hijo, pero claro, ese rostro debía llevarse en la familia. Juun me contó lo triste que estuvo al principio, pues esperaba que su hijo fuese por lo menos similar a él, pero a esas alturas estaba acostumbrado a ver el rostro de su cuñado en su propio hijo, además de que lo amaba como a nadie y lo hacía enteramente feliz. Por alguna razón ambos tuvieron la extraña idea de decirle a Goten que yo era su tío, y el niño no paraba de enseñarme sus juguetes y platicarme cosas de las que yo no entendía nada, resaltando la palabra “tío” por todos lados. ¿Tío? Me acosté con su madre y con el hermano de esta misma, ¿Cuál de esos dos honorables actos era la que me daba el tan privilegiado título?

En fin, por esa noche acepté su propuesta y dormí en su casa, pero a primera hora del día siguiente lo primero que hice fue conseguir un departamento, pues estaría en Tokio durante un tiempo, todo lo que durara la saga del tal Majin Buu. No estaba muy lejos de la casa de Chi aquel lugar, tenía buena vista y era lo suficientemente grande para mí, para mi nuevo yo, lo elegí y habité enseguida, no necesitaba más, el dinero era un factor que no me importaba después de cinco años de duro trabajo en el Dojo. No traje a mi gato Sakamoto esta vez, ese gato había contemplado mis más crudos y desagradables momentos, y si las cosas no volvían a salir bien, definitivamente no quería que fuera testigo de otro caos.

Vaya, adelantaba tantas cosas, tantas posibilidades, si mi mente vagaba como loca con la posibilidad de volver, ahí, en ese mismo instante en el que había aceptado quedarme y mi estancia ahí era irrefutable e innegable, mil millones de escenarios se atravesaban y cada uno de ellos era más loco y más descabellado, incluso hermosos y desastrosos, y todos me hacían dudar, y todos los sentía reales, y por más que quería, no pensar en eso resultaba imposible.

No fue sino hasta tres días después a ese que lo inevitable ocurrió. Actué indiferente, por supuesto, era una semana entera de ensayar, y yo tenía que adaptarme un poco antes de salir ante las cámaras. Recuerdo haber charlado largamente con Harima, ensayado con Bulma y haber terminado en una discusión a medias, agradeciendo que Vegeta Ouji jamás la besara en público porque si no sería horrible. Me llevé la sorpresa de saber que Goten trabajaría en la nueva producción, y verdaderamente se me hacía triste saber que tanto en la serie como en la vida real haya pasado su infancia sin un padre. El segundo hijo de Mio también estaba incluido en el nuevo paquete, una copia exacta a su hijo Trunks, una suerte ya que se iba a necesitar un Trunks no futuro, Videl también estaba en el elenco y me agradó mucho volver a verla. Algo que también me sorprendió fue ver al pequeño Gohan tan crecido, ese niño dio el estirón tan rápidamente que si no me lo hubiese dicho él mismo, no creerá que fue el mismo crío al que encontré perdido el primer día que estuve con los pies en ese mismo set.

Sí, todo fue emocionante, pero totalmente irrelevante cuando, después de dos horas de ensayo, al señor protagonista se le dio la gana y nos honró con su tan privilegiada presencia. Si yo hubiese sido hielo, me habría derretido por completo cuando lo vi cruzar esa puerta. Lo había imaginado muchas veces, incluso no había dormido esa noche divagando y pensando en el primer encuentro después de tanto tiempo, había visualizado aquel mismo canalla que conocí, lo había imaginado con la cabeza en alto, metido en uno de esos pantalones caros, con la camisa desabotonada de la parte superior cubierto por una chamarra de cuero negro, con lentes oscuros y con ese paso firme haciendo eco con sus zapatos finos que casi era un pecado que tocaran el mismo suelo que nosotros, que opacaría y terminaría el mundo alrededor de nosotros. Pero lo que vi definitivamente no había estado planeado ni considerado para mi sistema.

Ese hombre ni siquiera se parecía a Goku, al menos no completamente, al menos no a Goku Ichimoku, ese hombre era Goku, Goku – Goku, no sabría cómo describirlo, no sabría cómo clasificarlo, era él, él mismo, sin máscaras, sin miedo, sin rencor, sin lazos, sin cadenas, sin pasado. Lo habría llamado Son Goku, pero aún ese hombre tenía ambiciones y actuaba egoísta, ese Goku frente a mí era alguien nuevo, alguien que recolectaba lo bueno de aquellos dos grandes personajes.

Ese hombre nuevo brillaba, y no por joyas o flashes, ese hombre brillaba por dentro.

Se acercó a nosotros, y Bulma siseó un insulto respecto a su atuendo, pero no la escuché del todo, de hecho, yo no escuchaba nada en ese instante, era solo un pitido y un golpeteo fuerte que creo pensar, era mi corazón. Goku lucía una camisa negra suelta sobre un par de jeans cualquiera, llevando sobre sus pies unos tenis que no tenían nada de estilo y posiblemente necesitaban un cambio urgente. En sus muñecas restaban un par de pulseras de ejercicio, y nos saludó como saludó a un par de técnicos más que pasaban por ahí. Y yo temí, temí que eso fuera una ilusión o un sueño y estuviera a nada de despertar, temí que esa mañana yo hubiese entrado en coma y eso fuera producto de mi imaginación, y luego temí más al caer en cuenta de que eso era real y que posiblemente estuviese anunciando el fin del mundo.

Pero nada de eso pasó, y todo eso era más que real, y todos parecían aceptarlo sin más, parecía… parecía que todos conocían ya a ese nuevo hombre, todos menos yo. Me miró directamente unos momentos y algo en esos ojos que tanto extrañaba brilló, brilló tanto que me deslumbró y me dejó ciego en medio de un mar negro, navegando a la deriva sobre sus orbes infinitos, sobre sus pestañas alargadas, paseándome libremente por sus pobladas cejas y creando surcos por toda su extensión. Hubieran pasado días enteros, años, siglos, la eternidad completa y yo hubiera seguido ahí, encantado, soñando despierto, embelesado en él, pero su voz, ese tono grueso y masculino que taladraba mis sentidos y retumbaba dentro de mi ser sonó, llamándome.

Parpadeé una vez, dos veces, y mi ilusión seguía frente a mis ojos, y me llamó una vez más, mostrando en sus labios una mueca, una sonrisa, y seguí la curva de ellos formando una media luna que parecía acunarme, me sonreía. Yo habría deseado quedarme en silencio, quedarme estático y alimentarme y vivir de él, dejar incluso de parpadear para que su silueta se quedara grabada en mis ojos por siempre, para que no se consumiera, para que no desapareciera como humo en el entorno, y miré esos labios que tanto besé, y los vi de nuevo abrirse deletreando algo, deletreando algo que no entendí, todo, cualquier cosa era hermosa viniendo de él.

Claro, los llamados acompañados de una leve burla de mis colegas me sacaron de mi ensoñación y volví a la realidad de golpe, en donde mis propios pensamientos me llamaban, y exigían control, exigían apartar la vista recordándome lo que había prometido. Estúpidamente lo miré una vez más, en donde él aguardaba aun con una sonrisa parado a mi lado, y yo, “maduramente” fruncí el ceño en desagrado y solté una protesta por el retraso a manera de saludo, para luego volver mi mirada al guión en mis manos.

Sí, fue tonto de mi parte, él se disculpó y tomó asiento en uno de los lugares vacíos. Yo no lo miraba, o más bien, fingía no hacerlo, fingía no escucharlo, fingía no darme cuenta de que hablaba con naturalidad y bromeaba con los demás, de que se llevaba bien con el resto, de que sus ojos viajaban cada dos segundos a mi persona, de que me hablaba directamente tratando de incluirme en la conversación, de que estiraba su mano con la intención de tocarme y llamar la atención pero desistía y regresaba su mano tímidamente a su regazo. Yo fingía no ser consiente, yo aparentaba muy bien, yo me creí en ese momento lo suficientemente fuerte.

Y así seguí por lo que fue más o menos un mes, yo no sabía que Goku había estado trabajando algo de tiempo antes que todos nosotros en algo que llamaban “El torneo del más allá” y estaba grabando unas últimas cosas con un tal Pai-Ku-Han al mismo tiempo que nosotros comenzábamos con el inicio de la temporada, así que en realidad no lo miraba mucho, en las grabaciones él estaba “muerto” y Gohan se llevaba la atención, y cuando nos topábamos en el pasillo simplemente nos saludábamos y seguíamos derecho, o más bien, solía ignorarlo, pues más de una vez pidió hablar conmigo y yo le contestaba groseramente o sencillamente fingía no verlo o escúchalo. Pero por supuesto, ese hombre no se rinde así de fácil, y fue hasta un lunes en la tarde, después de grabar, que finalmente pudimos hablar, fue finalmente que ambos tuvimos el valor de enfrentar los hechos de hacía seis años.

-¡¿Qué diablos haces aquí?!– pregunté agitadamente, levantándome de mi lugar frente al espejo. Goku titubeó unos segundos ante mi molestia, pero terminó de entrar a mi camerino cerrando la puerta tras de sí.

-Tenemos que hablar – declaró eso que llevaba repitiéndome desde que llegué, mirándome fijamente y recargándose en la puerta, usándose como seguro ante huidas.  

-¿Tenemos que hablar? ¿De qué? ¿Acaso quieres charlar sobre el clima? – solté sarcástico, en ese tono agrio al que ya me había acostumbrado.

-No, Vegeta, escúchame… es necesario… al menos para mí, yo necesito saber de ti, saber lo que pasó… necesito hablar de nosotros…- me reí estruendosamente, de forma burlona e hiriente, me reí en lugar de soltar el simple “si” que deseaba escaparse de entre mis dientes.

-No, tú escúchame a mí. No hay un “nosotros” ¿Te quedó claro pedazo de basura? La única relación que nos une es la terrible casualidad de trabajar aquí juntos, es todo…- no podía creer lo bueno que me había vuelto para actuar, para sacar al personaje y creérmelo, la facilidad con la que lo había pegado a mí, si hacía muchos años me hubieran dicho que terminaría comportándome tan malo y arisco, no lo hubiera creído. –Así que hazme un favor y llévate tu horrible rostro a otro lado, estoy comenzando a asquearme de sólo verlo – bajó la mirada, entre asustado y ofendido, y por un instante creí que me dejaría en paz.

-Deja de actuar como un idiota – habló con la misma frialdad que yo, apretando su par de cejas y mostrando un semblante bastante serio. –Deja de actuar como si no te importara – exigió, y yo solté otra risa déspota.

-¿Y por qué crees que “parece” que no me importa? Déjame decirte una cosa, Goku, yo no soy el mismo idiota de hace años, si decidí volver, créeme, no fue por ti…- tuve que suspirar disimuladamente y morderme la lengua, ponerme más serio para que no se notara la mentira en mi afirmación, pues en mi mente sólo estaba la imagen de aquella fotografía en el cuadro de Chi, sólo estaba la idea de que en efecto, yo estaba ahí por la simple ansia devolverlo a ver.

-¡Pues yo tampoco soy el mismo, Vegeta! – de pronto gritó, y si hubiese seguido siendo el mismo, habría retrocedido, en ese momento sólo di un paso amenazante al frente.

-¡Eso a mí no me interesa estúpido insecto! ¡Lo único que quiero es que te largues de una buena vez! – pedí de nuevo, y no mentía, estaba nervioso y temía que fuera a descubrir mis manos temblorosas, tenía miedo de ceder ante la petición, me daba pavor hablar sobre el pasado, sólo deseaba estar solo.

-¡Pues yo no me voy hasta que hablemos! – retó, mostrando la misma determinación, y en ese momento, sabía que no podía hacerlo cambiar de opinión, al menos no con palabras.

-¡Entonces te quedarás aquí esperando! – lo tomé de un brazo y lo arrojé a un extremo, tratando de liberar la puerta para poder huir.

-¡No te dejaré ir! – me frenó, comenzando un forcejeo. – ¡No sin hablar! ¡No sin mi explicación! – De pronto la puerta dejó de importarme y me concentre en tratar de tomar el control de la pelea, tomándolo por los hombros y jalándolo de la camisa con el mismo ímpetu que él lo hacía.

-¡¿Explicación?!  ¡¿Explicación de qué?! ¡Deja de ser inmaduro y supéralo! – le grité en el rostro cuando jalé con todas las fuerzas en mi dirección. Algo dentro de mí, esa voz que no para de reírse de mí mismo, susurró una burla ante mis palabras, pues era precisamente yo quien no podía quitarme a Goku de la mente desde hacía seis años.

-¡Tu deja de ser necio y hablemos! – me agitó para hacerme entrar en razón, pero eso sólo logró alterarme más. -¡Si te crees muy maduro demuéstralo y hablemos como hombres! – reclamó hiriente.

-¡¿Qué, acaso ahora ya eres lo suficientemente hombre para tomar las cosas seriamente y hacerte responsable de tus actos?! – su frente chocó contra la mía en un acto salvaje, y retrocedió ante el dolor, pero no supe si fue por el físico o es que había dado justo en el orgullo.

-¡Me hice responsables de ellos! – contraatacó, y apretó mi brazo halándolo hasta el punto en que casi lo sentí como una llave.

-¡Sí, se nota! ¿Otra mentira que quieras agregar? – espeté sarcástico, estirando mi brazo libre como si le diera espacio para que cupieran sus mentiras. -¡Deja ya de ser falso! – exigí, y me tomó por ambos brazos, histérico.

-¡Deja ya de ser un falso y mentiroso tú! ¡Paseándote por ahí con seriedad e intimidando, como si fueras tan maduro, como si fueras capaz realmente de hacer algo más que ponerte a llorar! – Sus palabras apenas y terminaron de salir cuando mi puño fue a dar a su puente nasal.

Me soltó de inmediato y retrocedió un par de pasos, yo sentía la adrenalina al mil y el corazón agitado, en realidad no me sentía ahí mismo, era bueno peleando, sí, pero no creí que llegaría a tener que golpearlo. Me sentí mal de inmediato, pero esa sensación duró muy poco, pues ocurrió algo que en serio, en serio, no esperaba. No tuve oportunidad de reaccionar, pues yo seguía algo pasmado e incrédulo ante mi acto de agresividad, y cuando Goku se fue contra mí, no metí ni las manos.

Me dio justo en la mejilla y caí de espaldas contra una silla, por supuesto, eso no se iba a quedar así y más tardé en caer al suelo que en lo que ya estaba en pie de vuelta, atestando otro golpe y recibiendo otro más. Yo tenía la ventaja de ser bastante bueno peleando, pero Goku tenía la ventaja de, bueno, de ser él mi oponente. Nos golpeamos sólo un par de veces, las suficientes como para que su nariz sangrase y mi boca sabor a sangre coloreara mis labios de carmesí.

-¡¿Cuál es tú maldito problema?! – le grité en un momento aprovechando que nuestro forcejeo nos dio distancia y un momento para respirar.

-¡¿Cuál es TÚ maldito problema? Me golpeaste primero! – se quejó, sosteniendo el puente de su nariz entre sus dedos para frenar la hemorragia.

-¡Te lo merecías! – recalqué con desprecio, señalándolo acusadoramente.

-¡Pues tú también te merecías los golpes de regreso! – bajó la mano y se destapó la nariz para seguir hablando con claridad, sin importarle que la sangre comenzó a correr hasta su barbilla.

-¿Ah, sí? ¿Y yo por qué? ¡Tú eres el necio que no quiere irse! – señalé, y él camino en mi dirección, retador.

-Pues tú eres el necio que no quiere hablar, sólo entiendes con golpes – soltó, pero eso último lo dijo riendo, cosa que contrastaba bastante con su apariencia maltratada y en especial con la situación.

-Pues tú eres el aferrado – bajé el tono de voz, simplemente porque parecería un loco si seguía gritando y él no.

-Pues tú eres el que se marcha sin ninguna explicación convincente y no vuelve sino hasta seis años después y se niega a hablar cuando yo estoy tan ansioso de saber que pasó, pues jamás dio aviso de nada- el cambio en la conversación habría sido notorio para cualquiera, pero nosotros sólo seguimos con naturalidad.

-Pues tú eres el que, hace cinco años, visita mi casa y se marcha sin dar explicaciones ni nada, simplemente abandona un muñeco que se presta a cualquier interpretación – recalqué, mientras daba otro paso al frente.

-Pues tú eres el que jamás se sale de mi mente, ni hace seis años, ni hace cinco, ni incluso ahora, tú eres el que cambió mi vida, tu eres el causante de mi nuevo yo, tú eres la razón de que yo haya aceptado de vuelta este papel incluso cuando no estaba seguro de que vendrías, tú eres el que me roba las noches y los días, y tú eres el que me tortura con su indiferencia, tú eres el que me roba la oportunidad de saber que pasó contigo y conmigo, tú eres el que me arrebata la oportunidad de tenerte cerca, de saber de ti, de hablar, de llegar a algo, de sentirte, de olerte, de besarte, ¡Maldición, me estás matando! ¡Claro que te merecías ese golpe! ¡Y si la única manera de hacerte entrar en razón es golpearte de nuevo, no lo dudes, lo haré! – me qué anonado, me quedé tieso en ese lugar, estático, como si mis pernas de pronto estuvieran hechas de un material pesado, el más pesado de todos, como si jamás fuese a caminar de nuevo, me uní al piso, me fusioné con el aire pues me sentía volar, estaba ahí y no estaba, incluso dejé de sentir las extremidades y temí por mi vida.

Después de tantos años y tantas cosas, sus palabras seguían llegando tan profundas en mí, seguía causándome tremendas reacciones. Era sencillamente una increíble, una estupidez, imposible, impensable, una locura… pero, ¿Qué no el amor es una locura?”

Charlamos ese día, charlamos ahí parados como idiotas hasta que los de limpieza nos pidieron amablemente que nos retiráramos del lugar. Después de eso fuimos a su departamento, y charlamos más, charlamos toda la noche, me contó su vida, lo que había hecho, su cambio, sus terapias, sus ganas de salir adelante, la manera en la que, a quilómetros de él, influencié y fui la causa de su cambio. Le platiqué del Dojo y le conté a medias lo terrible que pasé, omitiendo los enredones y el sexo con cantineras, no necesitaba saber que toqué fondo, le platique lo esencial, sólo la manera en la que me hizo falta.

Ni uno de los dos durmió esa noche, resumíamos los seis años sin vernos y sin hablar, me contó de su aventura un año después de que yo me fuera y de la confusión generada. Que estúpidos. Al siguiente día fuimos a trabajar, yo sólo pasé a mi casa a ducharme y a cambiarme, y sí, fue un caos total cuando nos vieron, tanto Mio como maquillaje, producción, elenco y bueno, en fin, medio mundo nos reprochó el aspecto, habíamos olvidado que teníamos amoratada la cara y ojeras enormes, las chicas de vestuario y caracterización tuvieron trabajo el tiempo en que llevamos las marcas sobre la cara. Mio nos pidió como favor, que la próxima vez que quisiéramos molernos a golpes, tratáramos de rompernos los testículos antes de las narices, según ella, esos al menos no los mostramos en televisión.

Por mi parte me sentía más tranquilo con lo que habíamos conversado y el leve acercamiento que tuvimos después de eso, me había prometido a mí mismo que no le rogaría y que no me volvería a lastimar, pero, no estaba haciendo ninguna de las dos cosas, así que, entablar una nueva amistad con él no estaba mal, ¿o sí?
Por desgracia o suerte, Goku no se conformaba con eso, y conforme avanzábamos en la serie y se mostraba la enemistad-amistad de Son y Ouji, pasaba lo mismo con la nuestra, discutíamos sin discutir, éramos amigos con genios que parecían diferentes, le gritaba y lo trataba mal y él se reía de mí y continuaba con una charla en la que yo seguía con normalidad. Y pronto éramos una imitación menos pesada de la serie, imposibles de mantener juntos e inseparables contradictoriamente al mismo tiempo, sólo que a diferencia de los personajes, Goku no se acercaba a mí con las mismas sanas intenciones.

Goku y yo nos volvimos buenos amigos en menos tiempo del que creí, ahora era alguien mucho más soportable y fácil de tratar, y yo poco a poco, cuando estábamos a solas, volvía a mi forma pacífica, a ese mismo chico que era antes de irme y bajaba la guardia. Como Krillin tenía a su esposa Juu-chan en el mismo lugar y Harima tenía  a Videl también a su lado, comenzamos a considerarnos como mejores amigos, o al menos eso yo pensé por lo que fueron casi dos meses, dos extraños y divertidos meses antes de que ese demente perdiera la razón una vez más.

-Oye Vegeta, ¿Podrías acompañarme esta noche a mi departamento? Hay algo que quiero mostrarte…- preguntó, y yo asentí sin más, continuando con mi caminata en dirección a los camerinos.

-¿De qué se trata? No me digas que es otro de tus doramas estúpidos… - indagué, mirándolo de reojo y mostrando una media sonrisa. Goku soltó una risa en primera instancia, pero volvió a la seriedad un momento después.

-No, no es otro “Dorama estúpido” es algo… más importante…- resumió, y yo me frené en el pasillo girándome lo suficiente para verlo de frente.

-¿Pasa algo malo? – Negó de inmediato ante mi pregunta, bajando la mirada y dándome la espalda.

-Sólo… espérame en el estacionamiento, ¿Sí? -  pidió antes de correr el tramo que le quedaba de pasillo hasta su camerino. No entendí su actitud, solía actuar raro de vez en cuando, así que sólo me encogí de hombros y me adentré en mi propio camerino a unas dos puertas de ahí.

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Miré el reloj una vez más, y al parecer se había tomado su tiempo en levantar sus cosas, pues yo ya llevaba más de diez minutos ahí esperando. Me recargué en la puerta de su deportivo negro, trayendo a mi mente lejanos recuerdos de muchos años atrás, recuerdos que me erizaron la piel, que de pronto provocaron una contracción en mi bajo vientre, nervioso sólo de memorizar la sensación. Agité la cabeza para borrarlos, centrándome de nuevo en la realidad, justo en el momento preciso, pues Goku se aproximaba desde uno de los lados del pasillo.

-Hey, siento el retraso… ¿Llevas mucho esperando? – cuestionó casual, sólo negué, aún estaba algo abrumado por tantos recuerdos. –Sube… - pidió amable, tomando su lugar en el asiento del conductor y esperando por mí.

El camino fue silencioso, de hecho, demasiado para mi gusto y para lo que teníamos acostumbrado ahora, eso sólo me recordaba más y más cosas, y las luces que se desvanecían y se alejaban con la velocidad a la que se movía el coche me recordaba a aquella vez, cuando me fui a vivir a la casa que él tenía en el campo. Que recuerdos, y recordarlos ahora mismo no resultaba conveniente, me hacía viajar y pensar, idear cosas absurdas, desear y añorar, me daban ganas de transportar. Era ilógico y resultaba raro que la melancolía me invadiera y sintiera de pronto la sensación de extrañar a alguien… por el hecho de que ese alguien estaba a mi lado. Entonces quizá no extrañaba un alguien, sino un algo, una situación, un sentimiento, una palabra, una caricia, extrañaba las diferencias ahora… pero no había marcha atrás.

Nos detuvimos frente a su edificio, bajando y sin decir tampoco nada entramos y usamos el elevador, y Dios me perdone, imaginé tantas cosas que podría estar haciendo con él ahí encerrados. Llegamos al piso cinco y yo trataba de calmar mi respiración, algo de todo eso, no sólo dentro de mi pecho, se sentía tenso y extraño, había algo en él, algo que me transmitía que me hacía pensar en muchas cosas, que me daba nervios y miedo, y a la vez, muchas, muchas ansias.

-Vamos, siéntate…- pidió, pero a estas alturas yo ya estaba agitado, desde que había vuelto hacía unos tres meses había visitado su departamento más de una vez, pero ahora, en ese preciso instante en el que todos los recuerdos venían a mí, las imágenes de nosotros viviendo juntos y de todo lo que pasamos en ese lugar me hacía sentir raro. ¿Por qué diablos lo habíamos hecho en todos lados? Sentarme en ese mismo sillón me resultaba incómodo ahora.

-Sí, está bien – murmuré, pasando saliva y tomando mi lugar. Creí que se sentaría inmediatamente después de mí, pero sus pasos se fueron a la cocina, agravando mi tortura.

-¿Quieres algo de tomar? – me preguntó en un grito desde el otro cuarto.

-No, gracias… - respondí sin tantas fuerzas, mirándolo venir de regreso con una lata de refresco para él. –Y… ¿Qué es eso que tenías que mostrarme? – apresuré, pues estar ahí no resultaba sano para mi cabeza.

-Oh, eso… bueno, yo…- dio un sorbo a su bebida, como para hacer tiempo, se sentó a mi lado y dejó la lata sobre la mesa, saboreándose los labios mientras recorría su propio cuarto con la mirada, como si no lo conociera. –Yo…- se giró a mí, y en lugar de recibir una palabra, recibí un beso… en los labios, tan dulce, tan añorado, sabor a recuerdos, sabor a vida, sabor a cielo, sabor a menta, sabor a mandarina… sabor a él.

Tardé unos segundos en reaccionar, pero por desgracia mi “reacción” fue corresponder, lento y rápidamente salvaje, como si recuperara algo, como si estuviera muriendo de sed y sus labios fuesen aquel lago que cura mi ansia, como si hubiese muerto y ahora, con un leve rayo de luz, me aferrara a la vida, como resucitar, como si expresara todo el tiempo, como si vengara aquellos besos, con desesperación, como con ganas de no dejarlo ir, de no separarme nunca jamás.

Pero una voz en mi cabeza susurró algo, primero suave y gentil, y luego en un grito que me despertó completamente. Se suponía que yo era fuerte, se suponía que estaba evitando eso… se suponía que eso se había terminado para mí. Me separé entonces, al tanto del error que acababa de cometer, levantándome del sofá y tratando de no verlo, tratando de evitar su rostro, sus ojos, aquello que era mi debilidad.

-Bien… si no tienes que mostrarme, entonces me voy…- avancé a la puerta, pero ya sabía yo que no me dejaría marchar tan fácil, pues más tardé en avanzar que en lo que él ya me tenía sujeto por los brazos.

-¡Espera! ¡Por favor! Escúchame…- quise gritarle que no había que escuchar y que acababa de arruinar toda la amistad que habíamos formado en ese tiempo, pero miré en sus ojos aquella mirada, aquella súplica, aquel brillo lleno de ilusión y de ese toque de inocencia, ¿Quién puede resistirse a ellos?

-Sabes que eso se acabó…- dije, tratando de da paso al tema por un lado más racional, pero él asintió, sonriendo, a diferencia de como creí que lo tomaría.

-Sí, eso se acabó… pero… entonces, podemos comenzar algo nuevo, ¿No? – pidió, y yo arqueé una ceja en incomprensión. –Es decir, yo no quiero volver a esa vieja relación que teníamos, a escondernos, a mentir, al dolor… yo no quiero volver, además, aquel que fui está muerto hoy… - cortó distancia, mostrándome esa sonrisa, aquella que hacía años ocultaba y pocas veces vi en él, ahora era el sello que lo clasificaba, la prueba más clara de su sinceridad. –Vegeta, me gustas, me gusta el de antes y me gustas ahora, y te amo con la misma fuerza con la que te amé… la diferencia es que esta vez seremos libres y sinceros, seremos distintos, no quiero recuperar algo, no quiero volver a lo que éramos, ya no somos los mismos, hagamos algo nuevo, con estas personas nuevas…- sugirió, y yo no tuve palabras, no sabía que era lo que debía contestar, no sabía que pensar, ni que sentir. Tenía razón, pero quizá estaba equivocado.

-Yo…- tragué, y él se sonrió ante mi indecisión.

-Escucha, no tienes que contestar ahora, quizá no creas en mí, y no te culpo, pero piénsalo, ¿Ok?  Cuando estés listo para creer en mí, cuando creas estar seguro, entonces me respondes, si respondes ahora, podría ser una decisión equivocada… ¿Vale? – me tomó por los hombros, y levantó sus cejas. –Cuando hayas tomado una decisión, sea cual sea, sólo dímelo… pero tienes que pensarlo…- seguido de eso levantó el pulgar de su mano derecha, y me guiñó un ojo, para después, dejarme partir.”

Lo medité esa noche, pero eran tantas contradicciones que no sólo fue esa, sino más de una semana sin poder dormir lo suficiente, millones de cosas transitaban por mi mente mientras sus palabras se repetían y se repetían sin ningún orden, solo creando hoyos en lo profundo de mi mente. “¿De qué se suponía que hablaba? Las cosas no tenían sentido, y cuando lo cobraban, sonaban locas y arriesgadas”.

Yo había amado a Goku, por quien era… “¿Y si había cambiado? ¿Y si ahora era otro? Entonces, ¿Seguía amándolo? ¿Incluso cuando ya no era el mismo?” Entraba en contradicción, y mi corazón no hacía más que complicar más las cosas, sentía estima y emoción por este nuevo Goku, pero, ¿Lo amaba? ¿Lo amaba como antes había amado a Goku? Recuerdo que, cada noche, rememoraba aquella sensación, aquel vacío de sentir que el que estaba a mi lado no era el mismo al que amaba, y que incluso, por más estúpido y masoquista que sonara, extrañaba a aquel otro hombre. A veces me sentía frente a un desconocido.

Simplemente no respondí nada mientras mi mente seguía flotando a la deriva, golpeando entre las rocas con marea alta, un Tsunami que amenazaba con terminar con mi cordura, remolinos de emociones entre mi inmenso mar… o en el pequeño vaso de agua donde me ahogaba. Y traté, traté como un loco de alejarme, traté de dar distancia en lo que mi mente encontraba un centro y se aclaraba, pero Goku no me dio oportunidad, Goku, igual que una sanguijuela, se pegó a mí y no me dejaba ni siquiera considerar nada. Había veces, unos raros días, en donde extrañaba de más al arrogante aquel, en donde sentía que estaba fingiendo, en donde me daban ganas de golpearlo y de quitar de su rostro esa sonrisa amable y poco natural en él, donde quería gritarle y rogar que aquel otro volviera, pero cuando me sentía molesto, cuando quería gritar y romper ese cascarón vacío que sentía que era, lo miraba sonreírme, y todo desaparecía, y sentía, por un momento, que aquel otro estaba ahí.

Goku, por supuesto, siguió actuando como el nuevo él, era amable, simpático, bromista, y poco a poco fue ganándome también el nuevo él, y pronto me sentía atraído y embobado, lo quería, sí, pero, ¿Entonces qué era lo que sentía por toda esa persona? Era un mismo cuerpo que tenía a dos sujetos, a quien más había amado e incluso después de tanto tiempo le guardaba rencor, y era también el nuevo amigo, el amable, el considerado compañero de trabajo. Amaba a uno, y me estaba enamorando del otro.

Sí, fui estúpido y ciego, incluso era extraño para mi sentir que traicionaba a alguien, a su recuerdo, a todo aquel sentimiento que no había podido sacarme en tantos años, y ahora, poco a poco salía de mi sistema… ¡O se transformaba! Se convertía… no lo sabía.
Goku no daba paz, y en el transcurso de tres meses me volvió a reiterar la oferta dos veces, no fue tan directo, sólo decía que seguía esperando y que lo seguiría haciendo lo que fuera necesario. Pero eso cambió al término del cuarto mes después de su propuesta en su departamento.

“-Hey, Vegeta…- escuché su llamado a mis espaldas, y me detuve a mitad de pasillo a esperarlo unos momentos. -¿Te vas ya? – inquirió, viajando sus ojos a la pequeña maleta sobre mi hombro, donde llevaba algunas cosas cotidianas para el set.

-Sí, es tarde… - comuniqué algo tajante, como era mi costumbre desde mi regreso. -¿Sucede algo? – apresuré, pues estaba demasiado cansado, acababa de morir en la serie, y me sentía igual de muerto en la vida real.

-Si… bueno, dirás que no quito el dedo del renglón, pero… - se rascó la nuca en un gesto tímido, un gesto que estaba de más y mostraba su miedo, que me dejaba verlo vulnerable, uno que desconocía… y amaba.  –Bueno, tu sabes… yo…- sonreí un poco, y dejé ir un bufido extraño que lo desconcentró y frenó su discurso.

-Sí, lo sé… seguirás esperando…- completé su frase, y comencé a reír por lo bajo. Goku miró mi rostro de manera sorprendida, quizá extrañado, o quizá preguntándose cuantas veces lo había dicho ya para que me lo supiera de memoria. 

-Bueno… sí… yo… - se sonrió nervioso, como si ya no supiera ahora que decir y hubiese acabado con su valor y su inspiración. Di un leve jadeo divertido, dándome la vuelta y continuando con mi camino, pero su mano se aferró a mi brazo, sorprendiéndome levemente. –Espera… ¿Y entonces? – sus ojos se clavaron en mí, suplicantes, y yo bajé los míos, acobardados e indecisos.

-Aún no lo sé…- respondí, manteniéndolo aún en la misma ambigüedad, en el desconcierto y en la incertidumbre, sin tomarlo, pero tampoco sin dejarlo ir. Me soltó, y creí que era el momento para irme, me sentía avergonzado, tanto que no miré su rostro, el que yo creí que estaría triste y desconsolado.

-Hey, está bien… - habló, y al levantar mi rostro me percaté de que estaba sonriendo. –Seguiré esperando… - pausó, moviendo los ojos al suelo mientras se formaba poco a poco una sonrisa en su rostro, como si estuviera ideando una de esas cosas locas que solía decir. -¡Pero, tengo una idea! – Levantó su mano y me mostró su pulgar, como si me estuviera felicitando por algo… o dando “Like” en Facebook. –Mira, esta será la señal…- anunció emocionado, mientras colocaba su mano frente a mi cara.

-¿La señal? ¿Señal de qué? – cuestioné mientras alejaba un poco mi rostro, pues los nudillos de su mano casi dieron contra mi nariz.

-¡La señal! – reiteró, como si yo tuviera poderes mentales y pudiese leer sus pensamientos. –Mira, ¿cuántas veces te lo he preguntado?... lo de la proposición…- aclaró una vez que se percató de que yo no comprendía.

-Oh, bueno… las suficientes…- respondí, sin querer decir el número aunque si llevara la cuenta, quería seguir aparentando igualdad respecto al tema.

-Bueno, entonces… cada vez que quiera preguntártelo, sólo levantaré mi pulgar… ¡Así! – volvió a alzar su mano con la misma señal, haciéndome encogerme de hombros por la sorpresa. –Y cuando me contestes finalmente que sí… ¡Entonces también lo levantarás! – la emoción en sus ojos me hizo reír en lugar de gritarle, que era lo que realmente sentía ganas de hacer.

-Eso es, literal, lo más estúpido que he oído…- respondí, pero la curva en mis labios daba otra impresión a mi idea.

-¡Vamos! Sólo es cuestión de que hagas esto…- tomó mi mano levantándola a la altura de la suya. -¡Así, mira! – levantó mi pulgar y dobló mis dedos, formando la misma forma que él quería.

-Bien… pero, ¿Y si quiero contestar que aún no lo sé? – Goku hizo un mohín pensativo, mirándome y moviendo la cabeza negativamente.

-Así, sólo tendrás que negar…- concedió, y yo miré su mano rodeando la mía, aun sosteniéndome en esa pose, en la señal que según él, yo usaría algún día.

-¿Y si quiero decirte que no? – su semblante cambió, y sus ojos miraron al suelo, sin mirar nada fijo en realidad.

-Bueno… no hay necesidad de que lo digas… lo sabré si esa es la respuesta – ladeé la cabeza en incomprensión e interrogante, achicando la mirada como si tratara de adivinar su método.

-¿Cómo lo sabrás? – Abrió la boca para contestarme, pero un llamado al final del pasillo nos interrumpió.

-¡Hey, Goku, Vegeta, esperen! – Krillin corrió desde uno de los lados, frenándose jadeante frente nuestro, retirándose su cabello negro de los ojos antes de percatarse del extraño ambiente. –Oh, esperen… ¿Acaso interrumpo algo? – preguntó, y yo seguía con la duda entre un extraño miedo y mi perpetua indecisión.

-Sí –, – No  – respondimos al unísono, y mandé una mirada fugaz y retadora a Goku, pero este ya estaba sonriendo e ignorándome, y por primera vez en mucho tiempo, lo vi fingir.”

De ahí pasaron más meses, no sé cuántos exactamente, quizá cinco y medio, eran ocho meses desde que había vuelto. Goku se tomó muy en serio lo de levantar el pulgar y omitir las preguntas, lo malo fue que comenzó a hacerlo más seguido, y verlo levantar el pulgar se volvió algo de todos los días, incluso parecía haberse vuelto nuestro saludo, antes de decir cualquier cosa, levantaba su pulgar, y yo negaba. Varios nos preguntaron el significado de eso, pero sólo reíamos y cambiábamos el tema, era un secreto entre él y yo, esta vez, en serio.

No sé cómo clasificarme, cualquiera me llamaría idiota, ciego o necio, yo simplemente me ponía en el concepto de cobarde. Sí, era cobardía, miedo a arriesgar todo de nuevo, de entregar el corazón, y lo peor, con la misma persona. Temía de que fuera a tener los mismos resultados, temía de que fuese a resultar peor, o que no fuese a gustarle como decía, que no fuese a quererme mucho tiempo, que no me amara… incluso temía que yo terminara insatisfecho con eso. Entonces, como cobarde, tomé una “huida” una alternativa. Jugué a los amigos ese tiempo, cuando de sobra sabía que amistad era en lo último en lo que pensaba, cuando estaba consiente que otra cosa crecía a diario en mi corazón.

Sin embargo, y a pesar de la insistencia y mi negativa, Goku jamás se mostró enojado o disgustado, incluso tampoco decepcionado, y eso me hacía dudar también, me hacía enojar e incluso me dolía. No era que lo quisiera rendido a mis pies, ni que me rogara, ni que se soltara a llorar cada vez que lo rechazaba, pero es que no mostraba otra emoción más que calma y felicidad, y eso me hacía pensar que posiblemente no sentía en realidad lo que decía sentir. No quería pensar en ello, y quería descartar la posibilidad de algo más entre nosotros, tratando de engañarme y creer que nuestra amistad era lo mejor, así lo tenía cerca y no lo perdía, así lo tendría por siempre, como un amigo, sin miedo a lastimarlo y a que me lastimara. Así se simple.

Por desgracia las cosas en el mundo real jamás son simples, y me di cuenta, torpemente, hasta mucho después, cuando estábamos por terminar la serie, de que su mirada escondía algo más, y no me di cuenta hasta que casi era muy tarde, no me di cuenta hasta que el brillo en sus ojos se veía opacado por algo, que se veía desesperado y ansioso, sin embargo insistía en sonreír. Entonces comprendí, entonces entendí, que Goku siempre estuvo preocupado… y también me percaté, de que definitivamente, ocultaba algo.

“-¿Me vas a decir de una buena vez que te pasa? – pregunté de repente, cortando con el silencio que habíamos mantenido en todo el camino. Goku me miró de lado, levantando una ceja, como si no entendiera de qué estaba hablando.  –Has estado, muy extraño sabes… demasiado serio…- agregué y el miró al frente, como contemplando mis palabras, o como buscando una buena mentira que decir.

-Me siento un poco mareado por el alcohol en realidad, es sólo eso…- contestó, mirándome de reojo y sonriendo.

-No estaba hablando sólo de hoy, has estado muy serio últimamente… ¿Qué pasa? – cuestioné, frenándome a mitad de la calle, por donde caminábamos. Goku camino unos tres pasos más, viéndose obligado a frenarse y girarse en mi dirección.

-No es momento, nos están esperando y…- dijo mientras levantaba las dos bolsas de plástico llenas de cervezas y frituras que habíamos salido a comprar a mitad de la noche.

-¡Al demonio con ellos! – grité interrumpiéndolo, y para mostrar mi punto arrojé las bolsas al suelo, escuché una lata tronar con el impacto, pero me importaba poco, desde hacía días sentía un mal presentimiento. –Algo te pasa, y vas a decírmelo…- exigí, y Goku se acarició la frente, mirando todo el desastre que yo había dejado sobre el pavimento.

-Puedo decírtelo… pero cuando termine todo este rollo de la fiesta, ¿Sí? Justo ahora no me siento bien – Pateé la bolsa que había soltado momentos atrás, sacando de su envoltura unas galletas que Bulma había pedido. Sí, actué como un niño berrinchudo, pero estaba molesto, desesperado, y más importante, ebrio.

-¡No! ¡Vas a decírmelo ahora Goku! – lo señalé acusadoramente, y endurecí mis facciones para mostrar mi molestia. –La fiesta se puede ir al cuerno por mí…- Goku suspiró, bajando su mirada un momento, como si buscara la calma o algo.

-Es Noche Buena, Vegeta, ¿Es que no puedes aguantar hasta mañana? – Me importaba poco si era navidad, año nuevo, día de las madres, mi cumpleaños, san Valentín, ¡O el día de las mulas! ¡Yo quería respuestas!

-No, en realidad, no puedo…- apreté los labios, dando un paso entre el charco de cerveza que comenzaba a escarcharse por el frío. –Vas a decírmelo ya – agregué, y entonces, lo vi.

-¿Acaso me lo estás exigiendo? ¡¿Acaso crees que estás en posición de hacerlo?! – me gritó, acercándose hasta mí y tomándome duramente de la muñeca, y yo, por la impresión, no pude hacer nada. -¡¿Crees que puedes tratarme como quieras y luego venir a pedir una respuesta que no mereces?! – agitó mi brazo para hacerme contestar, pero yo estaba en shock. Entre mi intoxicación alcohólica, mi mente lúcida lo reconoció, lo estaba mirando, al viejo Goku, ahí parado frente a mí… gritándome y agrediéndome como solía hacerlo.

-No te entiendo – alcancé a decir, apretando mi mano en un intento vano de que me soltara.

-¿No me entiendes? ¡¿Qué no me entiendes?! ¡¿Quieres saber la razón de mi pena, no?! – Apreté la quijada e intenté liberarme una vez más, pero él se precipitó a mí, sujetándome con más fuerza. -¡¿Quieres saberlo, sí o no?! – exclamó casi en mi cara, y en un acto de reflejo, tomé con mi otra mano su brazo, apretando duro.

-¡Sí! ¡¿Qué demonios te pasa?! – escupí, rozando su nariz con la mía, como si estuviera a punto de morderlo.

-¡Sucede que se acaba el tiempo! – gritó, y sentí todo su aliento, cálido y acogedor, golpear  contra mis mejillas. Lo miré, como si esperara más, retándolo, pero sus labios se apretaron y sus dientes temblaban, temerosos, con miedo de dejar escapar más palabras. De pronto, toda la tensión se desvaneció junto con la pelea, dando paso a un incontrolable miedo propio, uno mezclado con desesperación.

-¿Se acaba el tiempo? ¿Para qué? – cuestioné, saltando mi vista de uno de sus ojos al otro, tratando de leer en alguno de ellos una respuesta, pero sólo miraba ese brillo… consumiéndose.

-Se acaba la serie…- murmuró, pero a esa distancia lo escuchaba claramente. Por un momento, ante esa respuesta, me dieron ganas de gritarle y enojarme por hacer escándalo por algo tan tonto como eso, pero continuó hablando. –Y con ella, se acaba nuestra oportunidad…- Tuve que retroceder un poco para mirarlo claramente, y encontré en esos ojos ébanos, mitad furia y mitad completa calma, que decía la verdad.

-¿A qué te refieres con eso? – Goku trató de evitar mi mirada, pero el viejo Goku apretó el ceño y me miró con furia un momento después.

-Te di tiempo para pensarlo, te di lo suficiente como para que decidieras bien… tenías lo que duraba la temporada para decidirte…- de pronto lo sentí, como una cubeta de agua fría sobre la piel cálida y desnuda, como en golpe bajo, sentí traición, sentí miedo, mi cuerpo tembló. No sabía cómo es que había considerado eso sin comunicármelo, cómo es que me había mentido, cómo es que ese nuevo él había hecho algo como eso.

-Tú jamás mencionaste eso…-  soltaron mis labios sin pensar muy bien, pero no podía decir más, y no podía disimular mi rostro desencajado, mi expresión de un infante tras ser timado y estafado.

-¿Y creíste que esperaría para siempre? – Su declaración me hizo temblar, y de pronto lo sentí tan mentiroso y agresivo como antes, y me habría ido, pero ese nuevo brillo en él seguía ahí, ¿O es que siempre había estado ahí? –Si tú me dices que no, entonces me iré…-

-¿Te irás? – no tuve más pensamiento y más acción que repetir la noticia sobresaltado, con ojos saltones de incredulidad. -¿A dónde? ¿Por qué? – ataqué, y de nuevo sus orbes buscaron el suelo, se veía como una presa asustada… o como una fiera con piedad.

-Me iré a América, no tendría caso quedarme aquí…- la mención de tan lejano lugar me hizo sentir de pronto en un abismo, era como si en ese mismo instante él hubiese desaparecido, desvanecido frente a mis ojos, me aterré.

-¿Por qué tan lejos? ¡Aquí tienes familia y amigos! – exclamé con voz agitada, y el propio vapor de mi boca me impidió verlo por unos momentos.

-¡Pero no te tengo a ti! – respondió con la misma intensidad.

-Me tienes como amigo… - sus ojos se llenaron de furia, y aun así, el resplandor seguía ahí.

-¡Al demonio con eso! ¡Yo no te quiero como amigo, lo sabes! ¡No quiero quedarme aquí después de eso, sería como quedarme a agonizar, a sufrir teniéndote cerca y sin poder estar contigo, sería como estar muerto en vida! – Se acercó a mí de pronto, veloz pero liviano sobre la calle, tomándome por los hombros y mostrándome su ceño fruncido por la angustia, buscando en mi rostro algo, o quizá observándolo con calma, como para recordarlo para siempre. –Sería como morir todos los días… - Habló, y estaban hablándome esas dos personas, y estaba el brillo y la furia, la paz y la tormenta, el infierno y el cielo. Me besó, y lo sentí lento y suave, y salvaje y posesivo. Y los sentí… y lo sentí.

Sí, había sido un idiota todo ese tiempo, había creído, en mi muy egoísta y estúpida cabeza, que el Goku que había conocido estaba muerto, que se había ido, y que este era un completo desconocido. Hasta ahí, hasta en ese momento en que besaba sus labios me di cuenta de que, en realidad, ambos siempre estuvieron ahí, que Goku era una montaña intrépida de emociones y de sentimientos, que siempre había sido dulce y salado, y que la única diferencia ahora era que prefería sacar más su lado real, su lado bueno y puro, pero que no dejaba de ser egoísta y salvaje.

Me di cuenta también, recorriendo sus labios que sabían a todo, a recuerdos y al mismo tiempo a futuro, que yo era un loco si había considerado decirle que ´no´ en algún momento, que era demasiado iluso si creía que podría olvidarlo o superarlo así de simple. En ese instante, que besaba algodón con picante, me di cuenta que si él se iba, definitivamente iría tras él, tarde o temprano, sabía incluso, en la lucidez de mi mente, el alcohol en mi sangre y la lujuria en la pelvis, que jamás tuve otra razón para volver, para respirar, para vivir. Sencillamente no podía alejarme de él, sencillamente no quería hacerlo, estábamos juntos, conectados siempre por alguna loca y descabellada razón, éramos plumas de un mismo pájaro, sin uno, no funcionaba el otro.

Hacía un frío invernal terrible y el ambiente amenazaba con dejarnos hechos hielo, mientras del cielo gotas cristalizadas comenzaban a fluir, mi cuerpo estaba congelado bajo mi abrigo, pero mi corazón tenía el más cálido latido. Sentía que si estaba con él podría ir a cualquier lado, al cielo o al infierno, a un lugar vacío, o incluso… al fin del mundo.”

Por supuesto, no le contesté ese día, no, claro que no, ese día no volvimos a la fiesta y dejamos las cosas tiradas a mitad de la carretera, nada importaba. Ese día caminamos como idiotas bajo la nieve, caminamos hasta mi departamento que no estaba lejos de la casa de Chi, -- donde se realizaba la fiesta – y ahí, enloquecidos y extasiados, hicimos el amor como salvajes, pero también, como dos enamorados. La respuesta la di hasta una semana después, Goku, por alguna razón, dejó de hacerme la señal del pulgar en esos días, deprimido también por el final de Dragon Ball.

Pero ahí, justo cuando derrotamos a Majin Buu, cuando yo, tirando y sangrante en el suelo, levante mi rostro y le miré, se suponía que debía hacerlo y ya, pero no me importó que no estuviera en el libreto, que no lo hayamos ensayado, que nadie más supiera que hacía, nada me importó, simplemente, levanté el pulgar, siendo esta vez yo quien preguntaba. Goku, descendiendo, me miró, y dibujó en su rostro una sonrisa de victoria, y no precisamente por matar un chicle rosa; en seguida respondió, y yo quería gritar y pararme de ahí, pero sólo extendí el brazo, y conocíamos la respuesta.

De ese momento a hoy han pasado seis años, seis años que han sido tan efímeros como el parpadeo de una estrella y tan largos como el infinito. Las palabras, los colores, las texturas, las caricias, los besos, el sabor del sudor en la boca, todo había cobrado vida de nuevo, la vida estaba en él, la vida estaba con él, ahí comenzaba, y ahí también terminaría. Nos mudamos, no a su departamento, no al mío, nos fuimos a su casa en el campo, aquella que mi presencia había dado color según palabras suyas, aquella en donde conocí lo que era el amor… y lo que era el fuego, muy literalmente.

Vivimos aquí hoy, y me parecen siglos, tan lejanos en la memoria aquellas cosas que pasamos, se me hace irreal pensar en las tragedias, en el desamor, en la muerte y en el engaño, sólo se me hace un vago sueño, un par de cosas que a veces quiero olvidar, pero que terminan siendo parte de esta historia, de nuestra historia. Goku sigue siendo él, cuando está conmigo y cuando esta con alguien más, ha librado también sus penas, superó su tragedia repitiendo otra, pero tomando mejores decisiones.

Tomó la decisión de querer, la decisión de amar realmente.

No llamé a casa hasta que acabó la serie y decidí no volver, mi padre volvió a decir que deshonraba a la familia, pero con el tiempo se le pasó y ha compartido con nosotros algunas festividades. Habíamos vivido tranquilos, Goku trabajando como doblador de programas y yo como escritor de unas pocas novelas, además de dibujante de manga, claro que ninguno de los dos dejó las artes marciales, y en poco tiempo después de mudarnos hicimos nuestro propio Dojo, y nada en la vida hubiera sido mejor idea. Renunciamos a la actuación después de Dragon Ball Z, después de tantas sorpresas y cosas que habíamos pasado no queríamos arriesgarnos de nuevo, todas esas aventuras habían acabado ya para nosotros…

 

-Oye… Vegeta… acaban de llamar de Toie Animation, dicen que grabarán una nueva temporada de Dragon Ball… el GT… y que nos quieren dentro del elenco… -

 

…o bueno, casi todas.

 

 

Fin

Notas finales:

T.T… bueno, he aquí el final, no tan empalagoso, pero tampoco tan frío, creo que fue… exacto, abierto, para seguir imaginando. No crean que eran viejos en el GT, haciendo cuentas Vegeta tendría 34 y Goku 38 ;)

Espero de verdad que les haya gustado, tanto como a mí, quería que fuera sustancial sin llegar a lo detallista pero con los toques necesarios, espero haya dado resultado y les haya parecido apto. Gracias sin han llegado hasta aquí y si les ha gustado lo que para mí ha sido toda una aventura, un lío, un caos, una odisea, un pedazo de mi vida y muchas, muchas sonrisas, pasaron tantas cosas, y ojalá haya dejado algo en ustedes. La verdad es que me cuesta despedirme así de fácil de esta historia, y la extrañaré, me llevó bastante con ella pero también he dejado demasiado en estas letras! Gracias por su paciencia! Infinitas gracias!

Agradecimientos a: Goku_the_Ukeb29, skyrres, Mary (muchas gracias por tus lindos comentarios, me haces sentir feliz, gracias, gracias, me encantan, te adoro), Chica Vampiro, Rosa Azul, Vampireza, ramces, XrosiX, Sole 1, Albina, Kamila, Magda (gracias por continuar hasta el final), DiosadelaMuerte (gracias mana, I Love You xD), Zoe, Celeste 335, Araña de Sangre (muchas gracias, me encantó tu comentario, que bueno qe te animaste a escribir uno y ojala te haya gustado el final), Margarita y Kell Lin.

Y Feliz Año Nuevo a todos! Les quiero! Besos y abrazos, saludos desde México! Nos leemos ;)


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