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Until you fall por Marion_SxN

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Notas del capitulo:

Bueno, me disculpo por retrasar el capítulo un día. Ayer mi novio vino temprano y ni modo que voy a publicar están él conmigo. Pero hoy voy subiendo el capitulo, antes que nada vale aclarar que Joey y Seto están todo el tiempo muy calientes porque son hombres y los hombres están así una gran parte del tiempo así que quizás haya un capitulo que otro donde no haya lemon pero son escasos.

Sin más les dejo el capítulo para que disfruten.

Saludos.

Los ojos ambarinos de Joey se abrieron perezosamente cuando el sol que se colaba entre las rendijas de las persianas americanas le dio de lleno en el rostro, trató de enderezar su cuello pero le dolía punzantemente y tenía la mano dormida en su totalidad. Giró su rostro ubicando el lugar y solo encontró la televisión encendida donde estaban dando una película protagonizada por Jennifer Aniston. El delicioso aroma de la masa de Hotcakes en algún lugar del departamento lo despertó del todo, rotó la cabeza hacia atrás y encontró al dueño preparando el desayuno en la cocina.

-Buenos días- saludó el más bajo cuando notó que el rubio había despertado, estaba vestido con una remera de mangas larga y un sencillo vaquero. Se acercó a él llevando dos taza y le entregó una- ¿Café?

-Por favor- tomó la taza con ansiedad, el delicioso aroma del café inundó sus sentidos haciéndolo suspirar.

-¿Cómo dormiste?- preguntó el más bajo sentándose en el respaldar del sillón de dos cuerpos observando al rubio.

-¿Incómodo?- dio un sorbo a su café- ¿Y tú, cómo estás? Ayer bebiste hasta la inconsciencia.

-Sí, bueno. Lamento eso, me trajiste aquí y encima dormiste en el sofá- Yugi se sonrojó- Preparé  Hotcakes, están en el desayunador.

-Gracias, me estoy muriendo de hambre- contestó con un suave gruñido. Se levantó del asiento y caminó hacia la mesada donde lo estaba esperando un desayuno digno de un rey.

Sonrió mientras el tricolor se sentaba a su lado alcanzándole las frutas cortadas. El chico parecía más recuperado y no había un indicio de depresión o si quiera de resaca en su rostro.

Ya siendo de día tenía la oportunidad de apreciar más el departamento de Yugi. Estaba bastante amueblado, no solo eso sino que tenía dos ambientes más una cocina y un comedor. Un sillón de tela suave ocupaba el centro del salón y frente a este una televisión de 32’’. Tenía un enorme ventanal en el living que daba al jardín compartido. Bebió un largo sorbo a su café y volvió su mirada al de orbes violetas.

-¿Dónde trabajas?- preguntó el rubio luego de dejar el café sobre la mesa.

-Soy asistente de un abogado en el centro- giró la taza encogiéndose de hombros- El horario se adapta a la universidad.

-Yo estoy trabajando en una confitería. Estaba trabajando en un restaurante pero lamentablemente tuve que renunciar. Me dijeron que mi ex fue insistentemente a ver si me encontraba ahí- el rubio sonrió con un arrimo de tristeza- Creía que me iba a quedar allí. No soy idiota. Por suerte los dueños son buenas personas y me recomendaron.

-¿Qué estás estudiando?

-Artes plásticas, en la universidad donde estudian Mokuba y tú- Yugi parecía sorprendido- No nos tocaron materias compartidas.

-Sí, estoy ligeramente sorprendido- se sirvió más café- Tanto tiempo en la misma institución,  teniendo a Mokuba de amigo en común y ni así nos encontramos.

-Verdad. No conozco a mucha gente gay. De hecho el único verdadero amigo que tengo es Mokuba.

-Yo tampoco tengo amigos gais. No hay nadie con el que pueda hablar de mi “noviazgo”- bajó su mirada a los Hotcakes frente a él- Creo que es tiempo de mirar adelante. Dejar de estar estancado en una relación sin futuro.

-No conozco a tu novio pero ¿No crees que te estás adelantando?

-¿Después de dos meses sin comunicarse?- levantó la ceja interrogante- Es más que evidente que él ya está viendo adelante. Estoy seguro que no está mirando hacia delante solo. Yami me pidió tiempo y creo que fue suficiente para que encontrara a alguien que lo acompañe.

Joey lo miró, se sintió mal por el chico. Tendría que ser un insensible para que no le doliera esa pausa en la relación ¿Qué idiota pedía tiempo después de casi siete años? Estiró la mano y la colocó sobre la del tricolor, sus ojos se levantaron de la mesa y se clavaron en los ambarinos del rubio. Yugi tenía los ojos rojos y parecía a punto de llorar.

-¿Sabes qué es lo peor?- se limpió la nariz con el puño de su camiseta- Seguirá adelante y me habrá abandonado pero aun así no puedo odiarlo. Pensar en él sigue siendo lo primero que hago cuando abro los ojos.

El rubio consideró que lo mejor era llamar a Mokuba y decirle el estado deplorable en el que se encontraba Yugi. Necesitaría más que el apoyo de alguien a quien apenas conocía.

 

 

                                                               .                              .                              .    

 

 

Kaiba se sentó en la cama estirando su espalda haciendo sonar sus vertebras. Eran aproximadamente las diez de la mañana, había dormido mucho más de lo que acostumbraba por eso tenía un dolor punzante en la cabeza. Corrió las sabanas y fue al baño para quitarse los restos de sueño que aún tenía. El sábado siempre era un día productivo, por suerte las largas noches de documentación habían pasado, solo esperaba resultados positivos sobre todo con un lanzamiento cercano.

Al salir de la ducha completamente vestido bajó a la cocina, el servicio lo recibió con el desayuno servido en la mesa del comedor. Se sentó esperando encontrar al minuto a su hermano o al rubio, comenzó a beber su café cuando el sonido de la puerta principal y un sutil saludo llamaron su atención, al rotar la vista Joey estaba atravesando el portal de la cocina. Tenía ojeras y el cabello revuelto, se sentó para apoyar las manos en la mesa y estirar su espalda como lo harían los gatos al desperezarse.

-¿Está Mokuba?- preguntó el rubio al castaño mientras éste se llevaba una tostada a la boca.

-Debe estar durmiendo- le dio un sorbo a su café.

-Por lo general no duerme tanto- se sacó la bufanda dejándola sobre la silla- Debió hacerse quedado hasta tarde jugando con la consola.

-Volvimos a la madrugada- comentó el CEO sin la intensión de iniciar una conversación. El rubio sonrió ligeramente- ¿Qué?

-Supongo que ambos tenían algo para festejar- Joey estaba tomando confianza frente a Seto, por lo que muchas veces ignoraba los comentarios cortantes y continuaba con la perorata- Aunque a Mokuba le gusta beber para festejar supongo que en tu compañía prefiere algo más... Familiar...

-Yo no suelo beber mucho, Wheeler- acotó con una mirada severa- Solo en algunas ocasiones.

-Sobre todo si es después de coger- el castaño casi se ahoga con el café. Joey levantó un pie y lo rozó deliberadamente contra el bulto de éste- No tienes ganas de un trago matutino, Kaiba-san.

Seto sabía que esa era una obvia invitación. Debía admitir que la noche anterior se había acostado un poco más tarde con la esperanza de encontrar a Joey rondando como todas las madrugadas en los pasillos y descargar tensiones. El castaño dejó la taza en la mesa, para luego levantarse y caminar escaleras arriba, ni siquiera hacía falta decirle al rubio que lo siguiera, apenas se había puesto de pie éste ya estaba detrás de él.

Encontró una puerta de madera al final del pasillo que parecía más robusta que las demás. Abrió la puerta sin mucho apuro, después de todo esa habitación no se usaba comúnmente. Encendió la luz y se dirigió al piano de cola en el centro del salón, las paredes eran rojas y la mitad estaba pintada de blanco mientras que la otra parte de negro haciendo juego con la brillante superficie ébano del instrumento musical. Había un viejo fonógrafo en una esquina y al lado un estante con disco de vinilo. En cuanto el castaño atravesó el salón las manos de Joey no tardaron en situarse sobre su torso.

-Este lugar es el que más me calienta- la tersada voz del rubio vibró contra su omóplato mientras sus palmas acariciaban su cadera- Porque acá puedo gemir lo que quiera sin que me escuchen y sé que te encanta cuando grito fuerte.

El castaño soltó una leve risa, esa actitud altiva y malsonante que tenía ese muchacho le gustaba, lo excitaba. Los delgados dedos del rubio se deslizaron suavemente desde su cintura hasta su corbata, la cual aflojó con la destreza que tendría estilista, con su otra mano comenzó a acariciarle el vientre y sus labios comenzaron a besar su cuello. Kaiba se sentía intoxicado, ardiente como pocas veces, dejó que Joey tomara un breve instante el control y cerró sus ojos disfrutando de las caricias. El blondo deslizó sus dígitos por el abdomen mientras los llevaba hacia sus hombros y presionó su miembro para calmar la presión contra el hueso de la cadera del castaño. Con ansiedad el más joven le abrió la camisa haciendo saltar los botones perlados que rodaron por el suelo de la habitación y hundió sus incisivos en el hombro del CEO quien gruñó grave por la brusquedad. Las manos del rubio siguieron moviéndose y se dirigieron hacia el bulto prominente que tenía en sus pantalones Armani y lo acarició rodeando por completo la circunferencia del falo con su diestra.

-¿Está caliente, Kaiba-san?- el atractivo muchacho se paró en puntas y observó por encima del hombro de éste la potente erección - ¿Tienes ganas de guerra?

-Tú estás igual o peor que yo, mocoso- llevó su mano hacia un lado de su cuerpo y sujetó la erección del rubio haciéndolo gemir. Con un rápido giro sujetó las manos del muchacho sobre su cabeza para luego besarle el cuello mientras levantaba su muslo y presionaba su pelvis.

-Cierra la boca y dame lo que quiero- gimió Joey, el CEO sin dejar de besarlo lo liberó para llevar sus manos por debajo del borde de su playera y acariciarle el abdomen hasta llegar a los pezones, estirándolos y pellizcándolos con saña. Lejos de molestarle al otro, Kaiba sabía que eso le calentaba, que hacía sus entrañas arder, que su cavidad ansiara ser llenada con su leche. Se frotaba contra el muslo del castaño con un ritmo cadencioso mientras era propiciado de caricias que le subían la temperatura. El CEO le mordió el lóbulo derecho y lo estiró susurrando:

-¿Qué es lo que quieres exactamente?- mientras bajaba su boca hasta los botones de carne los cuales lamió y tiró de ellos con sus labios sin despegar la vista de las rojas mejillas y los ojos dorados brillantes de excitación fijos en cada uno de sus movimientos.

-No juegues conmigo Kaiba, quiero que me des duro con esto- agarró el duro paquete de Kaiba y lo apretó.

Ardiendo, levantó la playera del otro por encima de sus brazos con ansiedad arrojándola a un lado y empujó el cuerpo de Joey contra el piano, ahuecando las manos en su trasero lo sentó sobre este empujándose entre sus rodillas para abrirlas. Sujetó la pretina de los pantalones del blondo y los sacó de un solo tirón, sin dejar de ver al rubio a los ojos lamió tres de sus dedos para dilatarlo, al sentir la intromisión del dedo medio presionando la arrugada entrada gimió goloso.

-Más- jadeó con ronquedad empujando su cadera contra la mano que le daba placer.

Respondiendo a las demandas del ardiente muchacho el dedo medio fue reemplazado por dos que se clavaban y retraían. El castaño conocía el gusto, la cadencia y la fuerza con la que el otro disfrutaba. Joey apartó las manos del castaño y acercó la cadera del mayor hacia él con sus piernas y tirando del cuello de la camisa gruñó contra sus labios:

-¡Rápido!- tragando saliva Kaiba sacó la erección de sus pantalones deslizando rápidamente el condón por esta, abrió el pequeño paquete de lubricante junto al preservativo y lo exprimió en su mano arrastrándola por su erección. Guió el glande hacia la fruncida entrada introduciéndose de una sola y certera estocada, sacando un pronunciado gimoteo de gozo al rubio. El CEO suspiró extasiado al sentir la conocida presión sobre su rigidez y comenzó a bombear sin piedad. Los gemidos nuevamente invadieron el salón de música, las piernas del rubio se abrían más invitando que el castaño se moviera más enardecido, los nudillos de Kaiba estaban blancos por la fuerza con que apretaba el piano donde se apoyaba. El ritmo con que penetraba no bajaba en potencia al igual que la fuerza con la que Joey sujetaba los cabellos castaños y frotaba su propio empalme.

No podía apartar la vista del blondo, examinaba todo; desde su rostro contraído en placer hasta sus labios ligeramente abultados. Estaba cerca de borde, tomó las rodillas de éste subiéndolas a sus hombros y luego de unas profundas embestidas con un ronco gruñido terminó y simultáneamente el rubio le empapó el vientre con su abundante eyaculación.

Las agitadas respiraciones, que aun cargaban restos de un orgasmo intenso, pulsaban en la habitación. Los orbes caramelo se clavaron en los añiles del castaño y con un ligero impulso le indicó que quería pararse. Kaiba sujetó el preservativo mientras sacaba su miembro fuera y ayudó a éste a enderezarse, con calma cerró el condón y lo arrojó a la basura. Resopló satisfecho mientras distraídamente pasaba sus dígitos por el lugar donde antes estaban los botones, sonrió con ligereza al darse cuenta que no lamentaba del todo el estado en que quedó su camisa. Volvió su mirada a Joey cuando este pasaba por su vientre un pañuelo descartable limpiando su reciente descargue y lo arrojaba a la basura junto con el paquete vacio.

Ambos comenzaron a vestirse, Kaiba no quería admitirlo pero Joey tenía razón cuando dijo que era mucho más adecuado y cómodo usar protección cuando tuvieran sexo. Él no debía limpiarse con tanta urgencia y el rubio no se quejaba en absoluto.

-Así es mucho más conveniente, Kaiba-san- Joey se aproximó al castaño y estiró su diestra para frotar su hombría la cual comenzó a reaccionar. El rubio sonrió con suavidad- Está limpio y suave.

-¿Acaso quieres repetir?- gruñó Seto mientras giraba sobre sus talones observando desde toda su altura al rubio, que sonrió con fingida inocencia- ¿No has tenido suficiente?

-Nunca podría tener suficiente de esto- apretó la vara de carne entre las piernas del CEO frotándola con cadencia- Ni aunque te deje seco tendría suficiente.

-Eres tentador, mocoso- sonrió divertido cuando el gesto de desentendido de Joey no se hizo esperar- Tienes una boca sucia pero deliciosa, ahora atente a las consecuencias.

El CEO sujetó los cabellos de la nuca del rubio tirando su cabeza hacia atrás dejando su nuez de Adán a la vista, su lengua se posó sobre esta y la lamió haciendo un camino hasta su boca, las cuales encajaron perfectamente. Sus lenguas se encontraron dentro, sus salivas se mezclaban y sus músculos dentro de sus bocas se acariciaban en una batalla interminable mientras las cavidades se acoplaban abriéndose más y cerrándose con un ritmo enloquecedor.

Con un lento roce mimó la estrecha cintura del rubio, deslizó sus dedos más allá de los redondos globos y acarició con la punta de su dígito la abertura rugosa, calentándolo tanto como lo estaba él. El castaño sonrió y llevó sus manos hacía las caderas contrarias empujándolo a la pared más cercana, lo alzó y apoyó su espalda en esta. Llevó nuevamente las piernas del blondo a sus hombros dejando su entrada expuesta y puso el extremo de su rigidez en el orificio de éste quien lo miraba agitado. Sus orbes cobalto se detuvieron un instante en los ojos color topacio del otro, parecían caramelo en ebullición y súbitamente se hundió hasta el fondo soltando un gruñido mientras el otro ronroneó clavando sus dedos en los hombros contrarios y apoyó su frente en la del CEO. Inmediatamente comenzó a penetrarlo casi sacando su erección por completo para luego arremeter con dureza, el rubio estaba muy excitado y su interior estaba suave algo que lo provocaba aun más, haciendo que lo embistiera sin compasión.

Luego de unos minutos comenzaba a sentir el éxtasis cercano, cada embate hacía tintinear el cristal de los cuadros y sus dígitos se hundían en las caderas. El rubio tomó entre sus puños el cuello de la camisa del castaño tratando de arrastrarlo hacia el borde, soltó un gemido y de su pene salieron largos chorros de semen y con esa deliciosa opresión la culminación no se hizo esperar, llenó de su blanquecina semilla el interior del otro quien gimoteó inconsciente cuando el otro lo penetraba continuamente descargándose en su interior llenándolo con cada estremecimiento post orgásmico.

-N-no sirvió de nada...-  el castaño rió ligeramente por la acotación del otro y con cuidado lo llevó a un mueble de madera junto a la puerta para sentarlo. Cuando sacó el miembro de su interior el blancuzco líquido se deslizó al exterior manchando la superficie del buró.

-Acá no hay pañuelos descartables pero...-  comenzó a decir el castaño y apoyó su pañuelo de tela en una de las rodillas del rubio- Siempre traigo...

-Afortunadamente- el rubio abrió sus piernas y limpió su entrada- Si hubiera sabido que querías repetir hubiera traído otro condón.

-Prometo dejar Klennex para una próxima vez- Joey acababa de terminar de limpiarse y estaba a espaldas del moreno con el torso desnudo buscando la parte superior de su ropa. El CEO tomó furtivamente los delgados brazos del rubio y lo acercó a él de un tirón, sin decir nada sus dientes se clavaron en su hombro hundiéndose en la carne.

-¡Au!- Una vez que dejó sus incisivos en la piel de Joey, lamió con lascivia la profunda marca y lo soltó- ¡Me dejaste marcado otra vez!

Kaiba sonrió y se limpió con la muñeca la saliva que estaba en la comisura sus labios. Las mejillas de Joey estaban ligeramente ruborizadas, eran escazas las veces que se dejaba ver tan avergonzado. El castaño disfrutaba secretamente de eso, estaba completamente seguro que era el único que lo ponía así.

-¿No quieres que tu novio se dé cuenta que hay otro que te coge?- muy diferente de lo que pensaba, el blondo sonrió pícaramente y rodeó con sus brazos el cuello del mayor.

-Eres el único que ve ésta marca, el único que me calienta hasta ponerme húmedo y sé perfectamente que eso te pone- lamió su cara desde el mentón hasta su mejilla derecha y le susurró con seducción junto a su oído- Y me encanta sentir tu verga adentro y que me llenes a tope con tu leche.

El cuerpo de Kaiba vibró y soltó un suspiro agitado, nunca había experimentado esa sensación, le encantaba que le hablara sucio, le enloquecía que le dijera que era el único, le provocaba empotrarlo tan hondo que sus entrañas le engulleran entero.

-Entonces... Vamos a hacer realidad tu deseo... Para que te sientas satisfecho  ¿eh? Rubio- y se inclinó sobre él mientras nuevamente tomaba la pretina de su pantalón y bajaba su zipper.

 

 

                                                               .                              .                              .   

 

 

El rubio bajó por las escaleras renqueando luego de darse un duchazo rápido solo con la intensión de limpiarse los restos de su actividad sexual. Cuando terminaron Kaiba se había retirado a su privado y él había huido lo más rápido posible para evitar una cuarta ronda. Él simplemente se dirigía a la cocina a disfrutar del último alimento alto en calorías de su vida por lo que no iba a perder ninguna oportunidad de atiborrarse con todos los tipos de platillos que hacía el cocinero para los Kaiba.

Se sentó en la silla con cuidado y se mecía hacia adelante y hacia atrás, sacó su celular en cuanto lo sintió vibrar. Era un mensaje de Yugi, sabía que ese simple encuentro iba a ser el desencadenante de una gran amistad.

<<Éste es mi número. Ya sabes, por si tienes problemas demasiados gais para los oídos heterosexuales>> 

Se acarició el cuello y apoyó la frente en la tabla de la mesa sonriendo.

Su vida estaba encaminándose, iba tener una carrera en el modelaje, habían encontrado el atractivo de Joey interesante para una publicidad y estaba teniendo todo el sexo que quería. ¿Pero qué acerca del amor? No estaba ni cerca de conocer a alguien y aún se estaba recuperando del rompimiento. En la universidad no era la persona más confiada de todos, la carrera que había elegido estaba repleta de personas envidiosas, había preferido no hacer amistades con chicos de su curso y no era muy participe de ir a fiestas y reuniones.

Antes no se había preocupado por tener amigos, tenía a Duke y eso era suficiente para él. Su vida giraba en torno al empresario, había tenido atado al rubio a su dedo meñique desde que había puesto sus ojos en él. Habían empezado a salir y éste inmediatamente lo llevó a vivir con él, pasó tantos años considerándose el hombre más afortunado del mundo que cuando la verdad lo golpeo descubrió que en realidad no tenía nada que fuera enteramente suyo.

Deslizó el dedo por la pantalla del celular y encontró un acceso directo al contacto de su ex novio. Abrió las fotos y ahí estaban la prueba viviente de su relación fallida. Hundió la cabeza contra su clavícula sintiéndose deprimido con sus ojos fijos en la mirada feliz que le devolvía la foto en la pantalla del móvil. El teléfono comenzó a sonar haciendo que Joey soltara un grito ahogado.

-¿Sí?- contestó sin fijarse con quien estaba hablando.

-Soy Yugi- contestó el chico de ojos violetas- Si no estás muy ocupado... ¿Quieres ir a tomar un café? Invita a Mokuba.

-Está bien- el rubio cambió de lado el celular- ¿Dónde?

-En Romaní- comentó el otro. Estaba caminando por la calle por lo que el sonido de los autos hacía por momentos difícil escuchar- A las tres.

-De acuerdo- sonrió el rubio- nos vemos.

Joey cortó el teléfono y se apoyó totalmente en el asiento suspirando con pesadez. Observó el celular que había dejado en su regazo que tenía sujetado con ambas manos. Podía ver su propio reflejo en él, notó sus facciones crispadas en un claro rictus apesadumbrado.

Cerró los ojos sintiéndose mareado y comenzó a hiperventilar. Llevó su diestra a su pecho mientras sentía que le era difícil hacer que sus pulmones recibieran suficiente oxigeno y su garganta comenzaba a silbar. Estaba sufriendo un ataque de asma, rebuscó entre los bolsillos de su ropa con urgencia y no encontró el inhalador. Corrió escaleras arriba y abrió de un tirón la puerta de su habitación yendo directamente hacia el cajón al lado de la cama y sacó un pequeño plástico blanco con forma de ele.

Lo sacudió con rapidez llevándolo a su boca y aspirando profundamente. Cerró los ojos con alivio mientras tragaba y suspiraba.

-Menos mal que estabas en la mansión- la voz del arisnegro sobresaltó al rubio que se giró asustado.

-Mokuba ¿Podrías hacer el favor de no asustarme?- aguardando el dosificador en el bolsillo.

-¿Hace cuanto no sufres un ataque de asma?- el otro muchacho se introdujo dentro de la habitación mirándolo con las cejas fruncidas.

-Hace como dos meses- observó los ojos azures del otro y refunfuño- Sé que vas a decirme.

-Si ya lo sabes, no lo vuelvas a hacer- el tono de Mokuba se oía dura como la de un muchacho de diecinueve cuando se enfurecía.

-Solo fue esta vez, Mo-chan- el gesto del otro chico se contrajo severo por el mote y la frase relajada- Prometo no olvidarme nuevamente el inhalador. No te enojes.

-No seas tan despreocupado con tu salud- se cruzó de brazos y se apoyó en la pared al lado de la puerta- ¿Qué hubiera pasado si el ataque te diera cruzando la calle o sobre el andén de la estación de tren?

El rubio hundió su cabeza en los hombros avergonzado por reproche. Sus mejillas se iluminaron de un rojo brillante, Mokuba hizo un gesto divertido y caminó hacia el rubio inclinando la cabeza para verlo a los ojos.

-Lamento el regaño pero estoy preocupado por ti.

El rubio levantó la cabeza sonriendo de lado.

-Siempre consigo que te sientas mal- palmeó el brazo de Mokuba- Es divertido.

-Eres un tonto- el arisnegro hizo un mohín de enfado pero Joey lo aplacó estirando su cuerpo y le dio un beso rápido, un simple roce en los labios.

Mokuba simplemente sonrió y apoyó la frente en la de Joey. Era una simple muestra de cariño, el rubio siempre fue melindroso y demostraba su aprecio con gestos sutiles sin nada de dobles intensiones. El rubio era así con Mokuba, el único que tenía el goce de tener ese trato.

-Prométeme que vas a cuidarte.

-Sí, Mo-chan- se separó un poco más animado y comentó- ¿Vamos a tomar un café con Yugi?

-¿Cuándo?- preguntó simplemente Mokuba separándose del rubio.

-A las tres en Romaní- se sentó en la cama y comenzó a colocarse un par de tenis.

-De acuerdo. Voy a cambiarme y vamos- sacudió sus cabellos ébanos y giró sobre sus talones caminando al pasillo.

Joey dejó caer sus hombros y se paró para acomodarse la sudadera. Yugi y Mokuba iban a ser su pilar, solo pensar en la fecha que se aproximaba comenzaba a sentir sus intestinos se oprimían. Salió por la puerta girando a la derecha fuera de la habitación dirigiéndose a las escaleras.

 

 

                                              

                                                               .                              .                              .

 

 

Peinó su cabello tricolor con los dedos, solía levantarlos desafiando la ley de gravedad, le gustaba como le quedaba, lo hacía verse más alto. Tiró de sus parpados inferiores observando las notables ojeras en ellos y suspiró deprimido tenía que cubrirlo con un poco de polvo facial. Se distanció un poco del espejo analizando su semblante, sus mejillas eran redondas y sus pómulos ligeramente marcados. Tenía ojos redondos y expresivos, lo que más destacaba la gente era el inverosímil color de sus pupilas, Malva como las uvas y también poseía una sonrisa según le habían dicho matadora. En un intento de ser más cool se había teñido los cabellos de tres colores y eso le había favorecido.

Se estiró hacia atrás dejando su cuerpo caer sobre la acolchonada superficie de su lecho. Llevó sus manos detrás de su cuello y observó el techo sumergido en sus pensamientos.

Hacía casi siete años que estaba en pareja y gracias a su única relación nunca supo flirtear. No era que lo ansiara con desesperación pero lo habían dejado, que iba a esperar, un chico no iba a caer del cielo para conquistarlo.

El camino de sus reflexiones lo llevaron rápidamente a representar a Joey en ellos, estaba herido igual que él, estaba libre y era increíblemente hermoso. Aún recordaba sus palabras de consuelo y descartó por el momento la idea de tratar de atraerlo, no tenía un amigo demasiado íntimo y sin duda Joey era alguien de fiar. Sonrió al darse cuenta que él estaba haciendo lo que la mayoría de las personas creen que los gais hacen, ir por cualquiera disponible.

Recordaba cómo había conocido a Yami. Su jefe lo había enviado para ofrecer el servicio de mesero en una reunión de ex alumnos de la universidad a la que él asistía, tan solo tenía que servir las mesas, estar dos horas atendiendo los pedidos de los hombres y podría marcharse. Recién estaba sufriendo los borbotones de hormonas correspondientes a la pubertad cuando su destino coincidió con Yami Atemu. Había sido el primero en todo, le había enseñado todo sobre sexo y habían experimentado toda clase de actividades.

Su ex le llevaba siete años, recordó la primera vez que lo vio, sus ojos se clavaron en los otros de un color tan inusual como los suyos, eran purpuras rojizos, estrechos y agudos. Los cabellos eran largos y parados como los usaba él en la actualidad con colores similares pero extrañamente el color del cabello de Yami era natural. Tenía una sonrisa inquisidora, de infarto, las esquinas de sus labios se curvaban tentadoramente mientras sus cejas se elevaban con cinismo acentuando su aspecto socarrón. Era más alto que él, por una cabeza y media de diferencia, con los cabellos parados le sumaban más centímetros. Se había acercado a él con una actitud jocosa y presumida, ya era un muchacho asalariado en ese momento, sabía que era un excelente partido e inevitablemente él había caído a sus pies prácticamente desde que le había dicho “Hola”.

Suspiró colocándose de lado apoyándose sobre su brazo doblado. Cada vez que pensaba en su ex su interior hervía en rabia y luego se desasía en anhelo, ya habían pasado dos meses desde la última vez que lo había visto y aún recordaba el tono de voz cuando se despidió:

“Yugi, no estoy seguro de cuanto quiero esto, ya pasaron seis años y ya no siento lo mismo ¿sabes? Y antes de serte infiel quiero que sepas que por el momento quiero ordenar mis pensamientos lejos de esta relación. El hecho de que aun no estemos viviendo juntos es el indicio de que esto se extendió bastante pero no avanzó nada. Creí que todo iba a cambiar con el tiempo pero lo único que tengo son menos sentimientos. Creo... Creo que lo mejor es separarnos, durante dos meses voy a ir a Estados Unidos y creo que durante ese tiempo sabré si te extraño, si es realmente amor lo que siento y no solo costumbre”

Apretó su codo con fuerza y hundió su rostro entre sus rodillas en posición fetal y soltó unos adoloridos sollozos. Tantos años para terminar sufriendo de esa manera cuando se suponía que siempre iba a estar amando a la misma persona durante toda su vida.

 

 

                                                               .                              .                              .       

 

 

El taxi se detuvo frente a un enorme edificio con una innumerable cantidad de ventanas, una escalera de material daba paso a una puerta giratoria en medio de otras grandes de vidrio. Un muchacho joven bajó de éste dando algunas indicaciones antes de introducirse dentro de la edificación, un formidable hall con forma redonda se hallaba en el centro le daba la bienvenida, sus pisos eran de granito gris y blando, la escalera detrás del guardia de seguridad que llevaba al primer piso era de madera tallada. Cuatro elevadores estaban a los lados del hall y estaban orlados con un reborde de aluminio.

Se quitó el sombrero estilo cincuenta y sacudió sus cabellos dejándolos que se movieran con naturalidad para luego frotárselos con energía.

El chico fue quitándose el exagerado abrigo de sus hombros y la bufanda mientras se acercaba al guardia que en cuanto lo vio se irguió en su puesto con una sonrisa respetuosa.

-Bueno días, señor Atemu- el empleado de seguridad rápidamente alargó su mano para tomar la que estaba ofreciendo el muchacho.

-Buenas- sonrió- ¿Cómo estuvieron las cosas por acá?

-Tranquilas- se sentó nuevamente-  por suerte.

-¿Recibí visitas mientras no estaba?- preguntó acomodando su codo en el borde del buró.

-No, señor- revisó rápidamente una agenda con su nombre- Nadie.

-Gracias, Smith- su rostro se contrajo en una mezcla de decepción y alivio, sonrió con ligereza e hizo una venia a manera de saludo para luego dirigirse al elevador.

Las puertas se abrieron y el espacioso lugar era grande, podían caber alrededor de seis personas. Marcó rápidamente el último piso que se iluminó en un tono rojo. En menos de cincuenta segundos se abrieron mostrando un amplio pasillo tapizado en rojo con paredes cubiertas de estuco azul y al final una puerta doble de ébano. Caminó cerca de dos metros y se giró a su derecha para observar a una chica de cabellos oscuros y lentes marcos negros de aproximadamente más de treinta años.

-Buenas, Kyoko- saludó el muchacho saludándola con una sonrisa cálida. La chica soltó los papeles que tenía en sus manos con un sutil jadeo de sorpresa.

-Se-señor Atemu- los juntó rápidamente y se sentó con fuerte sonido- ¿El señor Kaiba lo espera?

-No te preocupes- le guiño sonriendo- No te va a retar.   

 La chica simplemente se sonrojó apenas e inclinó la cabeza. Caminó hacia la puerta y al cercarse esta tenía una placa de metal con la sigla “Presidente: Kaiba Seto” golpeó la madera con dos simples toques.

-Adelante- la voz ahogada de Kaiba se cedió el paso.

Al entrar Kaiba estaba sentado detrás de su enorme escritorio de roble con algunos documentos en sus manos. Elevó la vista de la lectura por encima de sus lentes Bvlgari de marco azul eléctrico vibrante como los ojos de su portador. Se quitó los lentes y los dejó sobre la mesa junto a los papeles. Se apoyó en la superficie del buró sobre sus brazos cruzados.

-Llegas antes- sonrió de lado- No te esperaba hasta dentro de dos días.

-Sí, bueno estoy ansioso por esos días. Solo quiero dejarte los papeles, te doy las buenas nuevas, los accionistas americanos quieren una conferencia telefónica la semana que viene y ahora me puedo marchar como el rayo- sonrió recuperando el aliento- Realmente necesito esos días.

-Está bien. Dame esos archivos y vete- estiró su mano y en un segundo tuvo una cantidad considerable de papeles en ella- no hay tantos como creí.

-Algunos los mandé a tu tesorero- se paró y se colocó su largo abrigo- Solo estos tienen que ser firmados, los otros solo son para guardar en la bóveda.

-Que tengas un buen descanso, Atemu- Kaiba soltó casi burlonamente.

-¿Gracias?- contestó el otro dándole la espalda y partiendo.

Salió de la oficina de Seto y se despidió de su secretaria con sutil adiós yendo directamente al elevador. Se apoyó contra uno de los muros del ascensor y su sonrisa se deslizó de su cara, observó el alfombrado suelo de la cabina con un rictus de indescifrable.

         

   

 

Notas finales:

Solo me queda una aclaración por que de hecho no hay casi nada para aclarar salvo el nombre del capítulo.

Acedera: Paciencia.

Saludos y hasta la próxima semana.


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