Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Algo de Él por Aurora Execution

[Reviews - 57]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

¡Hola!

Aquí con un nuevo capítulo pero primero mi sección "hablemos de Soul of Gold"

:( No sé bien como sentirme, en realidad de todas las posibilidades que pensé para el motivo del enfrentamiento entre Camus y Milo, nunca me imaginé que sería "al estilo Dégel"

Me partió el corazón la historia que le dieron a Camus, pobrecito, y ese amigo suyo ¬¬ ese tal disco stu :v (no me aprendí el nombre todavía, todos los Dioses Guerreros tienen nombres dificiles u.u)

Lo que me reconforta, es que, y estoy segura, Camus no quería matar a Milo, se notaba y pobre Milo que no entendia nada...

Ahora DeathMask y Afrodita... bueno le dieron la personalidad que por años se le adjudicó en el fandom, era de esperarse, igual me reí con ellos. Y la aparición de Saga ♥ en fin, tengo sentimientos encontrados con respecto al episodio.

Ahora sin más, disfruten de la lectura.

La burla de los Dioses.

 

Querían los Dioses que ellos siempre sufrieran. Algo así como un castigo ¿Por qué? Aburrimiento tal vez. La eternidad seguramente era, a veces, insoportablemente tediosa.

Pero Milo no pensó en los Dioses en ese momento, claro que no ¿Cómo hacerlo? Si la visión a sus ojos era tan escalofriante como para pensar en algo más.

 

Quien fuera que le estuviera haciendo esa clase de broma, era una persona sin escrúpulos. Sintió escalofríos. Ya no podía saber si por la maldita fiebre, o la figura espectral que estaba de pie frente a él. Que ingenuo fue al pensar que podía llegar a estar preparado para algo así, algo tan simple como volverlo a ver… Camus no estaba, en su lugar se hallaba la desidia divina, la sátira ironía… frente suyo estaba la burla de los Dioses, aquella dispuesta a aplastar los sentimientos más profundos de los mortales, los anhelos y el amor.

 

La que se alimenta de lágrimas y ruegos.

 

La que destruye los sueños… Con esos rasgos tan macabramente parecidos.

 

Por un absurdo instante se llegó a plantear que fuera algún familiar ¿un hermano tal vez? Pero eso era imposible, no sabiendo que Camus jamás tuvo una familia en sí, y que el apellido que portaba se lo debía a su maestro.

 

Pero era tan parecido.

 

El rostro… tan fino con sus contornos angulosos y la piel tan blanca como la nieve. Sus ojos vacuos de expresión y aquella característica que sólo y tan sólo portaba el difunto guardián de Acuario, aquel defecto, que lo resaltaba de sus pares, y lo hacía ver más misterioso como bello; sus cejas bífidas.

 

Aquel hombre era tan parecido que le dio nauseas.

 

Llevaba el cabello verde y los ojos perturbadoramente violetas, esas eran las únicas diferencias, ya no estaban los turquesinos cabellos, ni los bellos ojos azules, tan azules como un par de zafiros.

 

La mirada amatista se enterraba sin compasión en su pecho, que vibraba de una manera extraña, como si su cuerpo reaccionara a la presencia de ese hombre, como si una parte de él lo estuviera aguardando.

 

¿Qué estaba sucediendo?

 

El pulso se aceleró tanto que el ambiente gélido a su alrededor comenzó a evaporarse. Aún se encontraba de espaldas al suelo, sólo ligeramente inclinado hacia adelante con los codos apoyados en el frío mármol del piso.

La fiebre aumentó de repente, como un vendaval de fuego que sesgaba su pecho y calcinaba todo a su alrededor. El dolor comenzó a tornarse insoportable, y no tenía fuerzas siquiera para decir o hacer algo.

 

Y ese sujeto no se movía, parecía realmente un fantasma, una visión errática de su conciencia… y su locura.

 

Surreal.

 

Había llorado lo que pocos hombres llorarían a lo largo de su vida y él lo había hecho en un año ¿o tal vez más? Desde aquel día, no estaba seguro ya de nada. La muerte de Kardia lo había marcado y golpeado de una manera que nadie entendería, pues para sus compañeros, Dégel, seguía siendo el mismo. Había “superado” el duelo por su compañero… por su amante y amor.

Un día Albafica se lo había dicho, y él se lo creyó. Cerró el capítulo y dejó a Kardia atrás...

 

Manteniendo aquella promesa en pie. Él siempre mantenía sus promesas.

 

Y ahora lo tenía enfrente, como miseria de sus errores, como un recordatorio del dolor que trataba de congelar, como una prueba más de su fracaso.

 

Y es por eso que Dégel no se movía, porque  simplemente no tenía reacción en su cuerpo, al ver al hombre a sus pies. Lo último que recordaba era haber ingresado a su Templo después de ver al Patriarca.

 

Y allí estaba Kardia, como una cruel burla del destino ante sus ojos. Y es que sí Dégel se parecía a Camus, Milo era realmente una copia del Kardia, tal vez con rasgos menos…salvajes, pero era él.

 

Tenía que ser él.

 

Tan pasmado se encontraba, que no lograba ver a su compañero agonizar, siquiera sentía la temperatura aumentar.

 

¿Se había desmayado? ¿Deliraba y veía a Kardia en sueños?

 

—¿Kardia?—volvió a preguntar, temeroso de la respuesta.

 

Kardia.

 

Milo sintió que el dolor se intensificaba a la vez que ese nombre resonaba en su cabeza… Kardia, Kardia de Escorpio.

Abrió inmensamente sus ojos, mientras imágenes difusas y recuerdos pasados se incrustaban en su memoria, para atar los hilos al fin… él no era Camus…

 

—Dégel…

 

Por primera vez vio expresión en su rostro, pues sus cejas se fruncieron al tiempo que caminaba hacia él.

 

Después el tiempo… se detuvo. Para los dos.

 

••

 

El sol estaba en lo alto, por lo que fácilmente podía adivinar que estaban en el mediodía de uno de los días más importantes en su vida. Aquel por el que soñó tanto tiempo, por el que dejó alimentar las entrañas podridas de su odio, el día de volver a pisar suelo sagrado. Escupió con desprecio. Sagrado. No, ese lugar no lo era para él, nunca, jamás.

La capa le hondeó impoluta mientras caminaba con parsimonia hacia su destino. Las Doce Casas. El Santuario de Athena.

 

Detuvo sus pasos al sentir una presencia detrás de él, era un cosmos agresivo, vibrante y lleno de candidez. Sonrió, era de esperarse, pero no pensó encontrarse a uno de ellos tan pronto.

 

—¿Quién eres? ¡Responde!

 

—Que poco educado eres Santo de Athena, pero está bien, te lo diré. Soy Dragón del Mar, uno de los siete Generales Marina al servicio de Poseidón.

 

Se giró, enfrentándose a quien tenía a sus espaldas. La Armadura le brillaba resplandeciente… repugnante, ese Oro era repugnante. Por suerte, el casco le cubría parte del rostro, dándole un aspecto enigmático, todavía no quería darse a conocer, la sorpresa se las daría a su debido tiempo.

 

—Así que el Emperador se cansó de mandar a sus esbirros, para enviar a sus mejores hombres, me parece bien. Yo, Aioria de Leo, acabaré contigo—.El general sonrió.

 

El hermano de Aioros…

 

Aioria se tensó al completo al sentir el cosmos violento, cargado de un putrefacto odio, se sentía en el ambiente. Pero por alguna razón, le era familiar… demasiado. Ya lo había sentido antes, con intensidad.

 

—No vengo a pelear contigo, debo ver a Athena…

 

—¿Y tú crees que te dejaría siquiera acercarte a Athena? ¡Pelea Dragón del Mar! Pues sólo venciéndome podrás hacerlo—tomó una postura de combate.

 

Era tan impulsivo como cuando niño… el General se relamió los labios, sabía de lo que era capaz ese niño. Y no tenía tiempo para enfrentar una batalla… de mil días. Lo mejor era deshacerse de él rápido, y así llevar a Athena con su Dios.

Abrió sus brazos formando un triangulo en el aire, mientras su cosmos crecía. Pero antes de poder ejecutar su técnica, dos enormes cosmos explotaron a las alturas del Santuario. Había sido cerca del recinto Patriarcal. Ambos desviaron su atención a la explosión.

 

La casa de Acuario.

 

Algo dentro de él se removió, como si parte de su cosmos hubiera reaccionado a uno de esos poderes que acababan de estallar .Se sintió intranquilo, su pecho por un momento experimentó una sensación de angustia que jamás había sentido antes.

 

Aioria veía hacia el lejano Templo con inquietud. El cosmos que había sentido aparecer, era demasiado similar al de Camus… Athena había tenido éxito, pero. ¿Por qué el de Milo era tan perturbado? Debía acabar rápido con ese oponente, pues también estaba intranquilo ante su presencia. Podía sentir que su cosmos era demasiado fuerte, tanto como el de un Santo Dorado, además estaba esa otra sensación de familiaridad.

Pero para su sorpresa, fue el General quien dio por finalizado su encuentro.

 

Kanon no salía de su estado de angustia, estar cerca del cosmos que había aparecido le producía incomodidad, dolor… y otros raros sentimientos que prefirió no entender.

 

—Dile a tu Diosa, que se dirija al Santuario de Poseidón, nuestro Emperador la estará aguardando. Nos volveremos a ver, Aioria de Leo.

 

Dragón del Mar desapareció al instante. Aioria se incorporó de su postura, largando un suspiro, antes de comenzar a correr…

 

—¿Acaso has vuelto Camus?...

 

••

 

—¡Aléjate!

 

Dégel fue arrojado contra una columna, arrancando gran parte de ella, se incorporó rápido, no entendía nada, pero dejaría las preguntas para después, lo primordial en ese momento, era la terrible fiebre que azotaba al peli azul.

 

—¡Kardia contrólate!—Esta vez, esquivó el golpe.

 

—¡No me llames así!—a pesar de lo débil que se encantaba, se resistía.

 

Había caído en un estado total de locura. Expulsando su cosmos por todos lados, el ambiente había sido inundado por infinitos destellos rojos, mientras tiraba golpes sin mucha coordinación, solamente enajenado por la rabia, incluso lloraba por la impotencia que sentía en ese momento. El dolor.

 

El increíble dolor que sentía en ese momento. En su corazón, física y emocionalmente.

 

Cayó de rodillas. Rendido, sumiso al abrazo que recibió en ese momento, al sentir el frío de la Armadura nuevamente, al igual que aquellos brazos que lo rodeaban y lo apretaban contra ese pecho, que latía tan placenteramente. Se rindió.

 

Milo lo abrazó con fuerzas al sentir el cosmos gélido impregnar cada célula de su ser, ingresando en su cuerpo, calmando su dolor, su fiebre, poco a poco su corazón iba recuperando su ritmo normal… se sentía tan bien, esos brazos se sentían realmente bien.

 

Los había extrañando tanto. Lo había necesitado tanto… lo amaba tanto.

 

—Te extrañé, no te vuelvas a ir, por favor—susurró.

 

—Kardia, ¿Qué ha pasado? ¿Cómo es que estás vivo? ¿Y por qué estás…? ¿Diferente?

 

No respondió, se dejó abrazar, mientras dejaba que los minutos transcurrieran, y su temperatura se restableciera completamente. Mientras se sumía en la fantasía de compartir su cuerpo con Camus nuevamente.

 

Fantasía. Sólo era eso. Una horrenda fantasía disfrazada de Acuario. Le dio asco sentir que disfrutaba de la frialdad de ese cuerpo, le horrorizó al sentir que sus propios brazos lo rodeaban aun, con mayor intensidad. Se obligó a regresar a la funesta realidad.

 

—No soy Kardia…

 

—¿Cómo dices?—lo alejó un poco de su cuerpo para contemplarlo a los ojos.

 

Eran los mismos que había visto en sueños, aquellos que se parecían a los de Kardia, pero no eran los de él. Milo lo apartó de un empujón y se incorporó. Dégel no tardó en imitarlo.

 

—No soy Kardia, Dégel de Acuario—su mirada volvía a ser arrogante, desafiante—.Mi nombre es Milo… Milo de Escorpio.

 

Dégel abrió sus ojos estupefacto. Y es que su parte racional siempre lo supo, que era cierto y ese hombre no mentía. Se reprochó haber caído en el engaño de la similitud. Desgraciadamente, él no era su griego.

 

—¿Cómo…?

 

—Sólo Athena podrá responder a tus preguntas—interrumpió.

 

«Y a las mías» Se dijo.

 

Unos pasos los alertó, Milo relajó su postura la ver a su compañero ingresar, ignorando el increíble asombro en el rostro de Aioria que no despegaba su vista del “intruso”.

 

—Milo… ¿te encuentras bien? ¿Qué…? ¿Quién…?

 

Dégel desvió su atención al recién llegado. Se sentía perdido en alguna dimensión distinta, con personas que se parecían a sus compañeros, pero que no lo eran en realidad. Pero ese Milo…

Le dijo que lo había extrañado… y parecía haber estado esperándolo, al menos al portador de la Armadura.

 

—No lo sé Aioria, debemos esperar a que Athena nos aclare lo que ha sucedido—habló Milo. Ignorándolo por competo—.Éste hombre…fue compañero del viejo maestro.

 

Aioria no se esperaba tal declaración. Volvió a posar sus ojos en la alta figura del francés. Era espeluznante el parecido que tenía con Camus.

 

—¿De qué hablan?—estaba serio, no le gustaba ser ignorado.

 

—¡Te dije que no lo sé!—gritó Milo. Mientras apretaba sus puños—.No hagas nada, ni te muevas de aquí hasta que Athena te lo ordene.

 

Sin decir nada más salió de ese Templo rumbo al suyo, empujando a su amigo al pasar. El silenció reinó por algunos minutos, en los que le tomaba asimilar la situación. Aioria podía entender un poco la situación de Milo, y la impotencia que estaba experimentando. Aunque no lo dijera, el que Camus regresara era su máximo deseo, estaba ilusionado. Y ahora aparecía este hombre…

 

—Me llamo Aioria, disculpa la conmoción, no esperábamos que tú aparecieras. Todo es muy confuso—dijo extendiéndole su mano, que Dégel no dudó en estrechar.

 

—Soy Dégel, por un momento pensé que él era… no importa, necesito saber dónde estoy, es claro que el Santuario, pero…

 

—Milo ya lo dijo, debemos aguardar a nuestra Diosa para saber que ha sucedido, ¿puedo hacerte una pregunta?—el galo asintió—¿En qué fecha crees que estás?

 

—Octubre, cinco. De mil setecientos cuarenta y uno.

 

—Es quince de Mayo, de mil novecientos noventa… han transcurrido más de dos siglos desde entonces.

 

Dégel se congeló.

 

••

 

Toda la alegría que había experimentado al pensar en su éxito ante el Dios del Tiempo, se esfumó en cuanto puso un pie en su Santuario.

Había sido demasiado ingenua la pensar que Chronos no haría de las suyas. Pero con qué fin traía al Santo antiguo al presente… no podía entender tanta maldad.

 

Ahora se hallaba con un Hombre confundido, y otro destruido. Sí, Dégel había salvado la vida de Milo que por poco y se falleció en ese momento, pero esa no había sido su idea, su intención.

Envió a llamar a toda su Orden, o la que quedaba de ella. En la Sala del Patriarca, se hallaban los Santos de Oro y Bronce, todos tan sorprendidos que no emitían sonido alguno.

 

Dégel se encontraba a su lado, azorado por la presencia de sus “compañeros” que a excepción de Mu, todos guardaban un parecido increíble con su predecesor.

 

—Como saben—comenzó hablando Saori—, me encaminé hacia el Olimpo con el fin de poder pedirle a Chronos traer de regreso a Camus… el Dios del Tiempo Eterno es un ser manipulador, que gusta de divertirse a costa de sufrimientos, tanto de mortales como de Dioses, pues cree que nadie es digno de la inmortalidad, que nadie es digno de ser llamado Dios, porque a su ver, nadie es perfecto… y tiene razón—El silencio seguía imperante en la gran Sala—.Pues todos somos seres de sentimiento, no sé con que fin Chronos manipuló el tiempo para regresar del pasado a Dégel, Santo de Acuario que vive en el siglo dieciocho.

 

—Athena, sus buenas intenciones fueron manipuladas por el Dios del Tiempo—habló Shaka—, pero no olvidemos el fin con el que pidió el regreso de nuestro compañero, a pesar de que Camus no este con nosotros, el señor Dégel posee las mismas habilidades.

 

Dégel agachó la mirada, no le gustaba lo que escuchaba. Su regreso sólo era con el fin de sanar la enfermedad que mató a Kardia y que ahora la padecía Milo, era injusto a su ver que le hagan pasar por ello nuevamente. No consultaron sus deseos, no quería pasar por la misma situación, experimentar nuevamente el sufrimiento ajeno, el dolor de sentir que en cada momento podía perder contra la enfermedad, como le sucedió, como aun lo resentía. Esa horrible herida no cerraba, supuraba lágrimas todavía, y ahora debía revivir su pasado, con una persona que no conocía, pero que era idéntica a quien supo amar.

Levantó su rostro y clavó su mirada en el Santo de Escorpio, quien no le quitaba los ojos de encima, cargados de resentimientos, vio las llamas flamear dentro de sus pupilas turquesas. Se estremeció, porque no podía de dejar de divisar a Kardia en él.

 

No quería volver a experimentarlo todo, porque él aun amaba a Kardia… a pesar de haber intentado seguir adelante.

 

La Sala volvió a sumirse en un silencio incomodo antes de percatarse que una intensa luz se formó en medio de ésta. Todos se colocaron en posición de combate, Dégel instintivamente colocó a Saori detrás suyo, no era Sasha, pero seguía siendo Athena, y él su Santo.

La luz desapareció, dejando ver a una pequeña persona con rostro de mil arrugas.

 

—¿Hécate? ¿Qué haces aquí, bruja de la Luna?—la anciana se vio intimidada por tantos hombres observándola. Carraspeó un poco antes de dirigirse a la Diosa.

 

—Athena, sólo vengo con un mensaje de Chronos—vio los ojos de la joven abrirse grandemente—, tienes menos de un año para retener al Santo de Acuario en el presente, averigua como ayudar al Santo de Escorpio, o déjalo morir—Milo se tensó, al igual que Dégel—, pues el reloj volverá a girar en el pasado y tu vida le pertenecerá para siempre al Dios. En otras palabras, tú también morirás.

 

Dicho esto, la bruja desapareció, dejando conmoción y rabia entre los presentes. Milo apretó sus puños al punto de lastimarse. Todo era su culpa. Por su cobardía, por su dolor, arriesgo la vida de su Diosa, y eso no se lo perdonaría jamas.

Volvió a observar al Santo de Acuario, tan estático y sorprendido como todos allí, la mirada amatista se fundió con la suya.

 

La odiaba… odiaba esa mirada.

Notas finales:

En el capítulo anterior había cometido un error (que ya corregí) Había nombrado a Milo como rubio, cuando claramente, por razones obvias, aquí lleva su cabello azul, disculpen, me gana el fanatismo por el Milo manga XD

Tengo entendido que la Guerra Santa anterior, fue por el año 1743. y Dégel fue traído desde el año 1741, dos años antes de la Guerra. entre su enfrentamiento con los Berserkers y la rebelión de Aspros.

¿Qué les pareció? Espero haya sido entretenido, Kanon cobrará mayor protagonismo más adelante. Ya sabrán por qué XD

Sin más, será hasta el próximo capítulo, gracias por leer.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).