Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

El Chico del Cuy por Ariisa

[Reviews - 47]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Capítulo final :)

Federico llevaba aproximadamente una semana paseándose como león enjaulado en su departamento en un horario habitual de 10:00 a 12:00 pm. Eran sus horas libres que dedicaba, no intencionalmente, a darle una y otra vez vueltas al asunto de Darren. Se iba a forzar a sí mismo a pensar en ello hasta ser capaz de actuar al respecto. Sentía que, a pesar de su vergüenza y resistencia interna, había hecho grandes avances en relación a aceptar sus sentimientos. Sí, lo que Darren le provocaba era nuevo y quería experimentar más de aquello. Jamás se había sentido así antes y sentía que si dejaba pasar esta oportunidad, posiblemente jamás tuviera otra. Así que… sí, de algún modo quería estar con el rubio. O intentarlo.

Pero tenía demasiado miedo de ir al apartamento del doctor, tocar su puerta, decírselo, y arrepentirse nada más empezar. Había aspectos en lo que aún dudaba: principalmente respecto de lo sexual. Se había atrevido a buscar información y averiguar más, aunque eso le llevó tiempo y determinación, y aunque ahora tenía varias cosas más claras, eso no significaba que fuera capaz de extrapolar la información a su propia situación actual. Asumía que Darren no sería el pasivo, simplemente porque solía hacer lo que quería y dudaba que no quisiera estar a cargo de todo. Sabía también que, a pesar de ser el pasivo en la cama, una persona también podía ser algo así como un “pasivo dominante”, pero el rubio simplemente no tenía pinta de ser así. Eso significaba que la posición pasiva le correspondería… a él. Eso le aterraba. Mucho. Y aunque fueran una pareja que cambiara posiciones, ser quien penetrara al de ojos dorados tampoco le parecía algo fácil ni mucho mejor.

 

Normalmente su fuerza de voluntad llegaba hasta ese punto del debate interno y decidía irse a dormir antes de que se hiciera más tarde, pues no lograba nada.

 

Esta noche, sin embargo, decidió que debía avanzar al menos un poco. Darren estaba “esperando” su respuesta, de cierto modo, y no quería que aquello llevara semanas, pues el rubio no debía estar feliz en estos momentos. Pero tampoco quería ilusionarlo y luego destruir su momentánea felicidad. Era todo tan complicado.

 

El punto ahora era, ¿cómo avanzar? ¿Tenía que… intentarlo él solo? Con sólo pensarlo sus mejillas ya ardían. ¿Usar sus… dedos?

 

—  ¡Maaau! —el maullido de su gato casi le saca el alma del cuerpo.

—  ¡Randy! Me vas a matar de un paro…—se quejó como si el minino fuera a comprender sus palabras.

—  Mau —fue su respuesta, tras la que se subió a la cama indicando que quería dormir.

 

Podía ser estúpido, pero no lo iba a hacer con su gato presente. Jamás.

 

Usando aquello como excusa, se decidió a dormir, relegando la tarea para el día siguiente, un domingo.

 

 

 

 

Se despertó alrededor de las diez y se levantó para desayunar y posteriormente ir al supermercado a comprar algunos productos que le hacían falta. Podía ir y volver caminado con las bolsas, por lo que no era complicado no tener auto. Se suponía iba a comprar uno… pero últimamente había dejado muchos asuntos relegados.

Luego salió nuevamente, camino a casa de su madre para almorzar. Llevaba a Randy con él, pues el felino estaba relativamente acostumbrado a salir, no se inquietaba, y su madre le quería mucho.

 

Lo que sí consideraba un grave problema era la ansiedad que le sobrevenía cada vez que salía al pasillo y pensaba que podría toparse frente a frente con Darren. Cada vez era peor.

 

Llegó a casa de su madre y almorzó con ella, su padre y su hermano. Pasó parte de la tarde con ellos y a las siete ya estaba de vuelta con su gato. Randy ya comía alimento en grano, pero aún lo molía y mezclaba con la leche para que no fuese un cambio tan radical para el pobre. El gatito estaba creciendo y aunque sus rasgos no lo habían embellecido, su actitud era adorable para Fred. Quizás se trataba de un gato especial o quizás sólo se debía a que nunca había tenido mascota, pero cuando entraba a casa y Randy lo recibía, se sentía esperado y querido.

Era un gato posesivo y celoso, y cada vez que podía se refregaba contra él. Había investigado al respecto, sobre las acciones de los gatos, y había encontrado cosas interesantes. Aunque aquel estudio que demostraba que los gatos manipulaban a los humanos destrozó sus esperanzas, Federico gustaba de mentirse a sí mismo pensando que su mascota lo quería.

 

—  Aunque me manipules, te quiero —le decía, mientras le acariciaba y Randy se deshacía en ronroneos.

 

El gato dormía con él, lo despertaba en las mañanas unos cinco minutos antes que el despertador, aunque Fred no entendía por qué; lo seguía a todo lados, aunque sólo se moviese cinco pasos más allá, también iba él. Quería ser mimado todo el día, o, más bien, cada minuto que Federico estuviese en casa. Incluso cuando el hombre de ojos verdes trabajaba en su portátil, sentado frente a su escritorio, Randy dormitaba sobre sus piernas.

 

 

 

 

Eran veinte para las ocho cuando sonó el timbre de su casa. Como no habían llamado por el interfono desde recepción para anunciar una visita, eso sólo podía significar que era algún vecino. Darren.

 

Se paró, presa del pánico, y Randy se quejó pues por poco cae al piso. Intentó controlar su respiración, pero se le hacía imposible.

 

Tal vez era otro vecino. O incluso si fuera él, no venía a pedirle una respuesta. Quizás sólo quería… azúcar. Fred quiso darse una cachetada.

 

Esto era absurdo. No podía vivir así.

 

Caminó directo a la puerta, no observó a través de la mirilla y la abrió con determinación. Pero ésta se esfumó nada más vio al Darren de carne y hueso, más guapo que el de su imaginación o recuerdos, parado erguido frente a él, dedicándole una mirada intensa, que derretiría los polos antes que el calentamiento global. No le dio la posibilidad de hablar.

 

—  Fue un error dejarte a ti la decisión de volver a vernos. Es obvio que no me buscarías, ya fuera por vergüenza o por miedo cuando descubriste lo mucho que en realidad me cuesta controlarme para no intentar pegarme a ti y hacerte mío. Así que tienes cinco segundos para cerrarme la puerta en la cara y librarte por siempre de mí, o te responsabilizas de la mitad de lo que vaya a hacerte en este preciso minuto.

 

Casi le sonó a amenaza, pero su corazón sólo supo comenzar a latir desbocado y su mente se llenó de pensamientos confusos. El rubio no apartó la vista de sus ojos en ningún segundo.

 

 

 

 

Darren sentía pánico. Verdadero pánico.

 

La verdad, llevaba una semana entera sin dormir bien recriminándose su estúpido error. ¡Lo había besado, contra su voluntad! Incluso le había dejado a él la decisión de volver a verse, lo que fue un error aún peor. Fred no querría verlo más, lo alejaría de su vida, lo detestaría, y aquello lo hacía enloquecer. No entendía por qué, pero aquel bello hombre lo tenía fuera de sí por ya varios meses. Su desesperación crecía día con día y ahora, aunque comprendía que no debía, estaba nuevamente forzando la situación. Es que no podía quedarse esperando, eso era todo.

 

Federico lo observaba con grandes ojos, entre asustado e impresionado. Aquello no era extraño, acaba de soltarle la peor frase de todas las que había pensado. ¿Dónde se había ido el “Te quiero muchísimo, más de lo que imaginas, así que perdona mi actitud. Déjame ser tu amigo nuevamente.”?

 

Los segundos pasaban y aunque su pseudo-amenaza había sido clara, no creía que al mantener la puerta abierta Fred le estuviera dando permiso, si no que sólo estaba demasiado sorprendido para actuar con rapidez y estamparle la puerta en la nariz.

 

—  Fred…—comenzó a decir, intentando empezar de nuevo, esta vez de mejor manera, pero la puerta se movió.

 

Perfecto, pensó, abatido, lograste terminar con todo, Darren.

 

No podría describir con palabras la sorpresa que le causó que Federico, en lugar de cerrar la puerta, la abriera hasta el tope y se parara firme. Pero tampoco era una invitación a entrar, pues parecía un poco molesto y se encontraba a la defensiva en términos de lenguaje corporal. Con una expresión imposible de clasificar, le habló con voz segura.

 

—  En primer lugar, no hagas este tipo de cosas. No me digas “si en cinco segundos no haces esto, entonces…” lo que sea. Me pones nervioso y eso no es bueno ni para ti ni para mí— Darren pestañeó, sin saber qué decir. Federico continuó—. Estoy intentando no echar todo a perder, no tomar decisiones apresuradas y arruinar lo que sea que esto podría ser, pero si sigues poniendo mi mundo de cabeza, ¿cómo voy a hacer bien las cosas cuando actúas así…? ¡Tú eres quien debería hacerse responsable de tenerme así! —se quejó, y aunque sus palabras eran firmes, así como su posición, sus ojos demostraban una cierta desesperación— Y… y…—la voz del ingeniero se apagó y su postura no se relajó, pero entonces fue cuando Darren pudo darse cuenta que lo que parecía enojo por parte de Fred, eran tensión y nerviosismo, combinado con un poco de miedo. Temor no de él, sino de lo que parecía ser un punto sin retorno, desarrollándose en ese preciso instante.

 

El de cabello oscuro simplemente no sabía que tenía la ventaja, pues atacándolo con sus maravillosos ojos verdes ya lo tenía en sus manos, por lo que se comportaba más cauteloso a cada segundo. Tanto así, que retrocedió un paso sin realmente ser consciente de ello.

¿Cómo podía ser tan despistado? Fred bien podría obligarlo a ponerse de rodillas con sólo mencionarlo y, en cambio, irresponsablemente le estaba obligando a atacarlo con su actitud.

 

La situación volvía a ser insoportable para el rubio. Quería tocarlo, besarlo, ahora.

 

—  Si te comportas así, ¿cómo esperas que sepa lo que estoy haciendo?— avanzó dispuesto a mandar lo que le quedaba de juicio a la mierda, mientras el de ojos verdes retrocedió varios pasos más al darse cuenta que ahora Darren estaba dentro de su apartamento y cerraba la puerta—. Incluso ahora, deberías detenerme.

 

 

 

 

 

Aunque sus palabras seguían siendo igual de rudas e inquietantes que las primeras, Fred notó cómo los movimientos del rubio se habían vuelto cautelosos, lentos y sensuales, cargados de intenciones. Ya no sabía qué hacer.

 

Antes de darse cuenta, Darren había pasado sus brazos por su cintura y había juntado sus frentes, atrapándolo. Su corazón ya no podía trabajar más rápido y su respiración se había vuelto tan irregular que dudó todo aquello estuviese sucediendo de verdad.

 

—  Te voy a besar —advirtió el rubio, y si antes la vergüenza no ocupaba el puesto no. 1 de las emociones predominantes en Federico, había ascendido inmediatamente tras el comentario—. Más de una vez. Hasta que me canse. Hasta que me pidas, me ruegues, que pare. Hasta que toda tu boca sea mía y no recuerdes nada más que no sea yo…

 

Su voz era ronca, aterciopelada, venenosa. Sus palabras hacían eco en la mente del hombre en sus brazos, cuyas manos se aferraban nuevamente a la camisa del rubio, igual que la última vez. Y el mundo completo volvía a dar vueltas.

 

—  No es una amenaza, Fred, es una advertencia. Te estoy avisando que ya no soy capaz de fingir que no llevo mucho tiempo deseando esto y estoy informándote qué será exactamente lo que voy a hacer, porque me haré responsable al respecto. Pero tú… si no dejas tu amabilidad de lado y me detienes con las peores palabras que logres imaginar, te convertirás en parte de esto y deberás tomar responsabilidad también.

 

La boca de Darren era una fuente de calor demasiado cercana, que hacía su piel estremecerse. Federico escuchaba en segundo plano las respiraciones entrecortadas de ambos.

 

—  Te voy a besar sin contenciones —repitió, pero resultaba ser que ahora sus acciones no correspondían con sus palabras. El rubio le hablaba al oído, apenas rozándolo con sus labios, apenas pretendiendo llevar su boca más cerca de la de Fred—. Lo haré y no me detendré.

 

Federico se preguntó qué quería en realidad el doctor si, ahora, a pesar de lo que le decía, se comportaba como si esperara algún tipo de permiso por su parte.

Levantó la vista, esperando encontrar sus ojos, con todas las respuestas a sus preguntas, y entonces fue cuando Darren cumplió su advertencia.

 

La lengua traviesa del hombre de ojos dorados lo atacó desde el inicio y se coló en su boca con experticia. Sus brazos lo apretaron, robándole el aire. Todo su cuerpo se pegó al suyo. Y Federico sólo pudo dejarse llevar porque, al no oponerse, había dejado en claro que también quería que aquello sucediese.

Sentir la boca del doctor nuevamente haciendo de las suyas, causando estragos en su mente, fue tanto frustrante como revelador. Sus recuerdos no eran exagerados, realmente Darren lo hacía sentir como nadie más con sólo sus labios y lengua, realmente lo sacaba de este mundo con sólo esa acción.

Respondió tímidamente al beso y aquello fue como desafiar al rubio. Liberó entonces uno de sus brazos de su prisión en la cintura de Fred y utilizó su mano para apoyar con cuidado, pero firmeza, la nuca de aquel a quien besaba con vehemencia para profundizar así el beso. Aunque aquello pareciese ya imposible.

Parecía una batalla, una intensa batalla de sensaciones frustrantes y placenteras, y terriblemente novedosas. Luchaban contra el aire que hacía falta y contra la necesidad de separarse.

Darren se mostraba dominante, seguro de lo que hacía, pero al mismo tiempo no intentaba ocultar su nerviosismo ni su desesperación. Sus manos lo tomaban con fuerza, pero temblaban. Y ya no era sutil, ni se movía con sensualidad y calma, se mostraba posesivo. Quería obtenerlo todo. Y saber hasta qué punto el rubio lo deseaba, complació y asustó a Fred a partes iguales.

 

Cuando todo se volvía demasiado para él, tuvo que apartarlo.

 

—  Basta —dijo, con voz suave e insegura. Darren se detuvo y lo miró preocupado. Casi podía sentir su miedo—. Es muy rápido para mí —explicó, aunque no sabía si estaba siendo de alguna ayuda para que el hombre frente a él entendiera lo que estaba pensando—. Vamos con calma, ¿quieres?

—  Pero…—sus palabras se estancaron y la intensidad de su mirada conmovió a Fred, una vez más—. Me dejaste besarte. Y respondiste a mí… ¿quiere decir que…?

—  Creo… creo que… sí, me gustas —su voz había decrecido tanto en volumen que dudaba Darren hubiese entendido algo, pero la vergüenza era demasiada, por lo que también bajó la vista, rehuyendo su mirada. Un intento absurdo de ocultar su rostro.

—  Te amo, ¿sabes? —el rubio lo obligó a levantar el rostro y lo besó de nuevo, pero más lentamente. La intensidad no variaba, todo volvía a dar vueltas, pero esta vez Darren controlaba hasta el más pequeño gesto y movimiento. Le estaba diciendo “lo haremos como tú quieras, pero nunca, jamás, volverás a escapar de mí”—. Te amo— repitió, cuando se separó por fin.

Fred estaba prácticamente en otro mundo. ¿Cómo se atrevía a decirle “te amo” tras el primer beso? Bueno, el segundo, o tercero, pero era casi lo mismo. Su corazón, casi literalmente, se había vuelto loco.

 

El rubio lo abrazó, sin ánimos de dejarlo ir, sin contenciones, y aunque podría doler de lo fuerte que lo sujetaba, Fred se sentía muy seguro y a gusto.

 

—  Entiendes que esto es nuevo para mí también, ¿no? —preguntó Darren, haciendo que se concentrara más en oírle y evitara perderse en sus acciones, a pesar de que su cercanía y el aroma de su champú lo atontaban de todos modos. Por otro lado, aún lo abrazaba y por ello no podía verle la cara—. La primera vez que te vi, pensé que eras muy lindo. Tu cabello oscuro, tus ojos verdes, tu piel pálida, tu actitud analítica y precavida… yo…, pero no imaginé que apenas un mes después me tendrías dándome vueltas en mi cama preguntándome cómo podría lograr que te enamoraras de mí. Siento una terrible necesidad de ti. Y no entiendo por qué. Para mí esto no es normal. No así, no cuando hago exactamente lo opuesto de lo que deseo en cuanto entras en mi campo de visión… pero me haces feliz. En este momento, soy ridículamente feliz. Estúpida e irracionalmente feliz.

 

Federico sintió cómo aquellas palabras literalmente se abrían paso hasta llegar a lo más profundo de su ser y derretirle por dentro. Era peor que una película dramática-romántica en su última escena al borde de la playa. Cien, mil, cien mil, un millón de veces peor. El idiota de Darren podría pedirle matrimonio y quizás hasta le diría que sí. En cambio, decidió que antes de comprometerse para toda la vida, era mejor devolverle el abrazo e ir con calma.

 

—  Vamos a intentarlo, Darren— dijo, con voz suave, apoyando su frente en el hombro del doctor.

—  Te quiero, Fred— le dijo, y lo besó delicadamente esta vez.

 

Se miraron unos segundos. Se sonrieron. Y Darren gritó.

 

—  ¡Ahh! ¿¡Qué demo-…!? —miraron al piso y ahí estaba Randy, afilando sus garras en la pierna del rubio, como si se tratara del poste rascador de su estación de juegos. La tela del pantalón ya mostraba hilachas.

—  ¡Randy! —Federico lo tomó en brazos y lo acercó a su rostro. Mirándolo con severidad— ¿Qué haces? —pero el felino hizo un gesto parecido a abrazarlo y hasta ahí llegó el enojo del hombre de cabellos oscuros. Terminó riéndose.

—  Ese gato será nuestro mayor obstáculo, ¿lo sabías? —cuestionó Darren, mirando con molestia al minino. Luego miró a Fred, que le sonreía tímidamente y le correspondió de inmediato.

 

Se acercó y, aún con Randy entre ambos, lo besó delicadamente.

Era, definitivamente, el inicio de una historia prometedora.

Notas finales:

Pues sí, está finalizado. Sé que puse una etiqueta de lemon, pero estoy muy ocupada, no podré escribir en los siguientes dos meses y, al parecer, solo una persona está leyendo este fic... (¡Gracias Nabbeth! XD), así que espero me disculpes ;-; Prometo que, si se puede, lo agregaré como epílogo, pues ya tengo una parte escrita. No es una promesa vacía, sólo que puede que tarde un poco xd

Bueno, creo que eso es todo :)

¡Gracias por leer!

 

Arisa.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).