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Algo de Él por Aurora Execution

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Notas del capitulo:

 

"Jamás en mi vida he culpado a la gente que no puede olvidar el pasado, y en ocasiones explota en llanto por lo mismo… la gente común es así… ¡pero tú no! Tú eres un Caballero, deberías agradecerme por cortar el pasado de tu mente.”

Camus de Acuario (El verdadero)

Tenía que reconocer a regañadientes, que de no ser por su ayuda, habrían caminado por días y días, perdidos entre tanta nieve. A pesar de haber seguido las instrucciones de Dohko y contado con los conocimientos que Dégel tenía sobre las amplias tierras del norte, habían sido arrastrados bajo los impenetrables blancos de sus tierras.

Hilda, la representante de Odín en la Tierra, era una persona amable, casi tanto como su Diosa. Había escuchado atenta todo lo que acontecía, estando al tanto del despertar del Dios de los Mares y la terrible lluvia que había desatado sobre la Tierra, donde su amado Asgard también se veía afectado, por lo que no dudó en prestar ayuda y después de algunas discusiones y miradas escépticas, el Dios Guerrero al mando de su ejército se ofreció a guiarlos.

 

Así que allí se encontraban, siguiendo los pasos firmes del tal Siegfried de Dubhe Alfa. El frío en aquel olvidado confín del mundo era insoportable, tanto Seiya como los demás Santos de Bronce se  abrazaban insistentemente a sí mismos tratando de brindarse calor. Milo los observaba desde una distancia prudente. Quería creer que su falta de sensibilidad hacia el gélido clima se debía pura y exclusivamente a su ahora constante alta temperatura, lo de Dégel era una obviedad. Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando el asgardiano se detuvo sobre un acantilado y los observó severamente.

 

—Aquí es, a partir de ahora están solos… no nos obliguen a intervenir…—Milo apretó sus puños ante la arrogancia del Dios Guerrero.

 

—No será necesario… soy un Santo de Oro, no lo olvides…

 

Tanto los de Bronce como Dégel se sorprendieron de la confianza que irradiaba en ese momento el Santo de Escorpio. Dégel sonrió un poco al notar las similitudes que guardaba con Kardia.

 

El pozo en el que debían sumergirse se hallaba a sus pies, en el fondo del acantilado, donde el viento corría con intensidad y la nieve caía en abundancia, dificultando así la visión. Sus ojos se posaron en el francés, no quería admitirlo pero se preocupó por él, Dégel tenía esa falencia ahora y al parecer su vista le estaba causando bastantes problemas. De no ser por los cosmos familiares, le costaría reconocerlos, incluso si los tenía a tan escasa distancia como en esos momentos. Milo se acercó a él y le sujetó el brazo, atrayéndolo a su lado, mientras levantaba su voz haciéndose escuchar como el líder que era.

El clima, la necesidad de hallar a Athena y el simple hecho de evitar el contacto visual con el francés, le impidió notar el furioso sonrojo que experimentó el peli verde al tenerlo casi en un abrazo.

 

—¡Escúchenme, ya sabemos que no seremos bienvenidos allí abajo, tengan cuidado! Dégel y yo saltaremos primero, luego lo harán ustedes, debemos darnos prisa, Athena nos necesita.

 

Lamentablemente no conocía lo suficiente, más que por historias y viejos escritos, del territorio comprendiente a Poseidón. Pero eso poco le importaba ahora, sea uno, miles o el mismísimo Dios, él pensaba eliminarlos y su objetivo mayor claramente era uno: aquel maldito que osó secuestrar a su Diosa.

 

Observó a los tres niños que estaban determinados a cumplir sus órdenes, esos que poco antes los habían derrotado tan patéticamente. Pisoteado de una manera absurda, restregando el orgullo Dorado por el asqueroso piso del Santuario mentiroso. Habían sido quienes les habían abierto los ojos, eliminando el maldito velo que cegaba la oscura verdad tras el Patriarca. Apretó sus puños con fuerza, recordar esos acontecimientos no hacía más que llenarlo de frustración y vergüenza, recordándole lo inútiles que fueron al creer ciegamente en ese impostor, y no, no estaba enojado con Saga, a fin de cuentas el imbécil sólo había sido un títere de su propia falencia. Estaba enojado consigo mismo, por ser tan estúpido al no darse cuenta, al no notar las constantes dudas de Camus, y si así fuera, odiarlo también por no tener el empuje suficiente para confiarle algo tan enorme.

Claro está, que sabía de antemano el resultado; se le hubiera reído en la cara, prepotente y soberbio como se recordaba.

 

—Milo…—la voz suave abriéndose paso entre el intenso viento de Dégel lo trajo de nuevo al presente.

 

Ya no valía recordar nada de lo sucedido, sólo le restaba hacer arder su cosmos hasta el límite y luchar en honor, una vez más, por su Diosa. Pretendiendo de alguna manera, lavar sus propios errores pasados.

Dirigió de nuevo su vista a los tres jóvenes Santos de Bronce (como suponía Ikki era lo suficientemente arrogante como para pretender unírseles, pero estaba seguro que llegaría). A los niños que otra vez, Athena ponía su vida al cuidado y no pudo sino detenerse en el frágil japonés de cabellos verdes, el que contaba con una expresión agria, de dolor mal oculto. Fueron sus ojos los que se clavaron en sus pupilas regresándole algo que no esperaba y es que se veían atisbos de resentimiento, de odio y los segundos en que sus ojos se movieron para ubicarse exactamente en los brazos unidos de Dégel y él, le dieron la pauta de lo que estaba pensando y sintiendo Shun. No le importó, de todas maneras.

 

—Tengan cuidado—volvió a repetirles—, confío en ustedes.

 

Entrelazó su mano con la del francés, gesto que no pasó desapercibido por ninguno de los presentes, y ambos saltaron hacia el fondo, siendo tragados por ese hoyo que simulaba la garganta de un enorme monstruo.

Seiya, Shiryu y Shun chocaron sus puños, al tiempo que saltaban uno detrás del otro.

 

La opresión que ejercía la falta de aire comenzaba a desesperarlo, las corrientes lo arrastraban de un lado a otro con ferocidad, sujetó con todas sus fuerzas el brazo de ese otro hombre pero la corriente fue más fuerte, deshaciendo el agarre entre los dos, arrastrándolos lejos uno del otro, mientras más caía, su cuerpo se volvía más y más pesado, hasta hacerlo perder la consciencia.

 

••

 

Abrió sus ojos con lentitud, sentía su cuerpo aún pesado, pero al menos el aire al fin corría libremente por sus pulmones. Inhaló y exhaló un par de veces efusivamente, para cuando el mareo se detuvo, pudo divisar el mar en lo alto haciendo las veces de cielo. Luego paseo su vista por sus alrededores, sólo encontrándose con enormes hectáreas de acantilados rocosos, plantas y coral.

Se incorporó de un salto, le costaba enfocar la vista, por lo que activo su cosmos para ayudarse, no sentía la presencia de Milo ni la de sus compañeros, lo último que recordaba era la fuerte corriente que lo arrastró obligándolo a soltar la mano del griego.

Un sonido lo puso en alerta, percatándose de inmediato que se trataba del joven Andrómeda. Corrió a su lado para ayudarlo a incorporarse.

 

—¿Te encuentras bien?

 

—Sí, gracias—Shun se ubicó a su lado, mientras contemplaba el paisaje como Dégel lo había hecho en un primero momento—.Así que éste es el fondo del mar, es bastante bello y tranquilo—reconoció.

 

—No tenemos tiempo para contemplar el pasaje Shun, ¡vamos!

 

Pero el joven de Bronce no se movió, sino que lo quedó observando con cierta molestia en su rostro.

 

—No llegué a conocer a Camus realmente, creo que ya se lo había dicho—Dégel se puso rígido y enarcó sus cejas contrariado, no se sentía ya cómodo hablando de Camus—, pero siempre pensé que era alguien excepcional… alguien para admirar—agachó un poco su rostro ensombreciéndolo de repente—para Hyoga, él era un ser sagrado… luego en la batalla en el Santuario, pude comprobar por medio de los demás Santos de Oro, que así era, todos lo lloraron, todos lo admiraban… sobre todo Milo…

 

Dégel tragó grueso y apretó sus puños inconscientemente dando un paso hacia atrás, dispuesto a marcharse, no era que fuera cobarde, pero a decir verdad, no quería escuchar… no se sentía preparado para escuchar.

 

—Shun, yo…

 

—Muchos rumores que por años corrieron a lo largo de los dominios del Santuario, decían que el Santo de Acuario era una persona fría y sin sentimientos, pero… hay una gran diferencia entre no tenerlos y saberlos ocultar para protegerlos—los ojos esmeraldas del menor le traspasaron—, usted es la antítesis de Camus en ese sentido.

 

Abrió sus ojos enormes, petrificándose ante las palabras del joven Santo, sintiéndose empequeñecido ante la situación. Milo se lo había remarcado en una ocasión, incluso Defteros le advirtió que ese sentimentalismo que poseía, algún día sería su cruz… su propia derrota.

 

—Discúlpeme, no soy quien para decirle estas cosas—volvió a hablar desviando esta vez la mirada hacia el cielo—pues yo estoy llego de sentimientos hacia el mundo y sus habitantes, pero tampoco trato de ocultarlos, las luchas siempre serán crueles, y si he de elegir, siempre evitaría luchar, hasta ahora no sabría qué hacer si llegase a enfrentarme a una persona que quiero—aunque Shun sabía que lo había experimentado en carne propia—, pero también sé que el bello mundo que protegemos esta ante mis sentimientos personales… y es Athena quien mantiene la paz en el mundo, es a ella a quien debemos proteger…

 

Dio un respingo antes de volverlo a observar mientras en su rostro se dibujaba una sincera sonrisa, Dégel estaba asombrado sin poder, aunque quisiera, hablar.

 

—Perdón—Dégel desvió su rostro apenado—, sé que es mi culpa que Athena esté en peligro, y es por eso que deseo poder redimirme.

 

Shun asintió levemente, pero su conversación fue interrumpida por un suave canto, acompañado de una sonrisa. Viraron hacia la dirección de dónde provenía el canto para encontrarse con una joven bella de cabellos rubios y mirada celeste, estaba revestida por una Armadura de un rojo intenso. Ambos Santos se colocaron en posición de batalla mientras la joven se acercaba a ellos.

 

—¿Quién eres?

 

—Mi nombre es Thetys de Sirena, y soy Marina de Poseidón—saltó con elegancia sobre los corales hasta ubicarse justo delante de ambos—.Santos de Athena, su lucha es en vano, su Diosa ha decidido por ella misma sacrificarse para salvar a la Tierra, y ni ustedes podrán evitarlo.

 

••

 

Comenzaba a fastidiarse por no encontrar rastro de algún enemigo o sus compañeros, la corriente había sido tan fuerte mientras descendían que se había visto obligado a soltar la mano del francés, luego no recordaba nada más, hasta que despertó entre medio de unas algas, a la orilla de un gran acantilado, el lugar parecía desierto, por donde mirase sólo hallaba roca y algas, se había percatado que el cielo en ese lugar era el agua que recubría a la Tierra.

Llevaba varios minutos de correr y a medida que avanzaba, sentía que el ambiente se tornaba más y más frío y que las paredes rocosas a su alrededor estaban recubiertas por hielo.

 

Una sensación extraña comenzó a palpitarle en el pecho, maldijo por lo bajo temiendo que la fiebre comenzara a causarle problemas. Pero no, la sensación no se sentía como cuando la temperatura en su cuerpo se disparaba, era otra cosa, algo más… familiar. Algo en ese lugar se le hacía familiar, reconfortante, era como si el hielo a su alrededor no estuviera formado naturalmente, sino que lo habían creado y que las vibraciones que despedían le traían a su mente buenos recuerdos… pero eso era imposible.

 

—Milo…

 

El griego paró su andar cuando sintió el llamado de Dégel.

 

—Maldita seas Dégel, ¿Dónde estás? Llevo rato recorriendo este lugar y no hallo nada.

 

—Escúchame bien…

 

Dégel le narró exactamente todo lo que la Sirena de Poseidón les había dicho a él y a Shun. Que debían destruir todos los Pilares para poder rescatar a Athena que se hallaba en el Soporte Principal. Ambos habían tomado caminos distintos para adelantarse. Shiryu ya había llegado al Pilar del Océano Indico, donde aguardaba el General de Crisaor, Kishna. Y Seiya también había llegado al Pilar del Pacífico Norte custodiado por Baian de Caballo Marino.

Shun iba rumbo al Pacífico Sur y Dégel había tomado el camino hacia el Antártico.

 

—Muy bien, ahora sabrán estos Generales de qué está hecho un Santo de Oro…—Milo sonrió al divisar por fin la estructura del Pilar en el Océano Ártico.

 

Llegó a la plataforma pero no pudo ni dar un paso más cuando un intenso frío cubrió toda el área. La sensación que había comenzado a experimentar mientras se acercaba se intensificó de repente, estaba claro que ese cosmos ya lo había sentido antes, pero no podía saber a quién le pertenecía. Ahora se sentía más agresivo, el hielo comenzó a cubrir las paredes alrededor de los Pilares y el suelo en la plataforma.

Milo abrió sus ojos estupefacto ante lo que veía.

 

—Imposible… un… un Caballero de hielo…—una risa despectiva resonó mientras el cosmos incrementaba y ante él se presentaba el General custodio del Pilar Ártico.

 

—¿Por qué estás tan sorprendido Milo?—el griego entrecerró sus ojos al escuchar su nombre—.Me decepciona un poco que no me hayas reconocido, o es que la muerte de Camus te afectó demasiado.

 

—¿Qué…?

 

Isaac descendió de los escalones que separaban la plataforma del Pilar, ubicándose sólo un paso delante de Milo, sonrió mientras se quitaba el casco ante la incrédula mirada del griego.

 

—Ha pasado tiempo…

 

—I…

 

—Polvo…

 

—Isaac.

 

—¡…de Diamantes!

Notas finales:

En verdad que el capítulo 7 de Soul of Gold dejó mucho que desear. Más allá del diseño, que practicamente fueron garabatos ¡por favor! fue un capítulo horrible. Como dije antes, el papel que desarrolló Camus fue patetico durante toda la saga, y lamentablemente debo decir, que lo mejor que pudo haber hecho Camus... es morirse.

No tuvo argumento alguno  al final, sólo se entregó a Surt por culpas... nada más, y resulta que el pelirrojo también entrenaba para Santo... Dioses...

Más allá de todo, que Camus llorara y dijera que no desea ver morir a ningun amigo más ¡aaaahhh por favor!! ¡Camus jamás, jamás, JAMÁS diria algo así! Toei... ¿Qué hiciste con nuestro amado mago de los hielos?

Me dolió mucho el capítulo, es eso... u.u (y para los que ya se fanatizaron con el Surto/Camus ¡¡¡ Ese pelirrojo es más uke que Shun y Afrodita juntos!! Listo ya me desquité.

Ahora, espero sineramente hayan disfrutado la lectura, será hasta la próxima. Gracias por leer.


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