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El rey de la Muerte por Cucuxumusu

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Notas del capitulo:

Bueno, aqui esta el ultimo, lamento el retraso pero ayer estaba demasiado cansada como para publicar nada, ademas creo que me he quemado con el maldito sol ¬¬

 


A partir de entonces la mente del pelirrojo se centró únicamente en su trabajo en el taller, pasaba días encerrado en el oscuro y oxidado lugar con suelos manchados de grasa y lleno de máquinas de última generación, arreglando el último modelo de robot o actualizando skates de otros competidores con las últimas versiones de hardware. La gente seguía retándole. Después de todo seguía siendo el rey rojo, pero Kidd egoístamente se negaba a aparecer en ninguna de ellas. Seguía ostentando el título de Rey pues para obtenerlo alguien realmente debía derrotarle, sin embargo, al no competir, era como si hubiese decidido llevarse el título a la tumba.


Hubo varias peleas, la gente le llamaba cobarde, le obligaban o suplicaban por que volviese a competir. Kidd les mandaba a todos a la mierda. Volvió a pelear a puñetazos como hacía años que no peleaba, volvió a trabajar como hacía años que no trabajaba y lentamente fue recobrando la compostura y olvidándose de todo lo que había pasado. Cuando alguien mencionaba al rey negro, Kidd solamente se marchaba de la habitación, y se encerraba en su taller hasta que no era capaz de distinguir una tuerca de un tornillo.


Al cabo de un tiempo la gente dejó de buscarle y solo le dejaron en paz. Killer de vez en cuando intentaba hablar con él y sacarle una confesión de por qué había dejado aquello por lo que había luchado toda su vida. Kidd solo le ignoraba y aguantaba los chillidos de madre histérica de Killer hasta que el rubio se iba hecho una furia ante su indiferencia.


Al final Killer también dimitió y un mes después de su última carrera Kidd al fin se preguntó si por fin había conseguido librarse de todo aquel mundo.


O al menos eso pensó hasta que una noche, a altas horas de la madrugada, mientras Kidd estaba en su taller intentando arreglar el motor de un Ferrari F4007, uno de los últimos modelos de la marca y que estaba suponiendo un verdadero reto para el pelirrojo, un portazo sonó a sus espaldas.


Kidd al instante se giró a gritar al intruso que no le interrumpiese pensando que sería Killer o alguno de los otros chicos que habían ido a pedirle algo.


Trafalgar Law le devolvió una mirada enfadada, de nuevo colándose en su territorio como si tuviese todo el derecho del mundo.


Kidd por un momento se quedó paralizado con la soldadora aún encendida en sus manos. ¿Qué hacía allí? y de nuevo ¿cómo había entrado? Fingiendo que su corazón no estaba latiendo a mil por hora, Kidd se levantó del suelo y se secó las manos cubiertas de grasa en los vaqueros que siempre llevaba en el taller para no ensuciar el resto de su ropa. A continuación se dirigió a su ordenador a apagar el holograma que seguía analizando el problema que tenía el coche.


— ¿Qué haces aquí?—volvió a decir en un pequeño déjà vu de su última reunión. Mientras sus manos seguían apagando máquinas y colocando objetos sobre la mesa de herramientas en un intento por ocuparse por algo y dejar de entrar en pánico.


Desgraciadamente, en vez de la conversación "pacífica" que habían tenido la última vez, esta vez Law cruzó el pequeño taller de dos zancadas rápidas, tomó al pelirrojo de la camisa ajustada que llevaba y estampó a Kidd contra el capó del Ferrari con furia.


Kidd abrió los ojos sorprendido por la violenta reacción, pero rápidamente recuperó la compostura gracias a los impresionantes reflejos que tenía tras años de competir y fue a devolverle el golpe al idiota del moreno. No tuvo la oportunidad. Law sin dejarle ni un momento de duda, le había vuelto a arrinconar contra el coche, atrapándole entre este y su cuerpo, y le sujetaba con brusquedad del cuello de la camisa.


Sus ojos parecían capaces de matar a alguien, aunque los de Kidd no eran muy diferentes. Si el moreno quería pelear, Kidd pelearía. Necesitaba golpear a aquel idiota, necesitaba sacar toda la frustración y furia que tenía dentro.


— ¿Por qué has dejado de competir?—preguntó rápidamente el moreno con una ira y un enfado demasiado grandes en la voz.


Kidd al instante sintió su rabia esfumarse de golpe al acordarse de todo, al recordar lo que había pasado, al recordar el motivo y lo que habían hecho. Sin poderlo evitar apartó su mirada de la enfurecida del otro y frunció el ceño enfadado consigo mismo.


— ¿Que te importa?—respondió entre dientes apretados. No había forma de contarle realmente lo que le pasaba. Sería ya el colmo.


Law sin embargo le devolvió una mirada incrédula, aún totalmente pegado contra su cuerpo y aún empotrándole contra el capo. Kidd podía sentir todo el cuerpo del mayor, sus músculos, su calor, su aroma, todo pegado contra el suyo propio. Y no le estaba ayudando en lo más mínimo.


— ¿Cómo que qué me importa?— siguió sin embargo el moreno como si no pasase nada— ¿Uno de mis rivales desaparece porque sí y quieres que me quede de brazos cruzados?—preguntó incrédulo el mayor.


Y allí estaba de nuevo. Rivales. Aquella maldita palabra. Kidd sabía que se lo había buscado él solo al competir una y otra vez contra él en las carreras. Pero aquella había sido la única forma que había conocido de estar con él, de hablarle, de verle. Las carreras habían sido la única forma de  llamar su atención. No podía quejarse porque ahora el otro solo le quisiese como un rival. En el fondo no había tenido otra opción.


Sintiéndose frustrado consigo mismo y con el moreno en general le empujó lejos de su cuerpo bruscamente sin querer continuar con todo aquello. Sin querer deleitarse y ver cómo su pulso se aceleraba cada vez que el otro se acercaba.


—No quiero competir—sentenció bruscamente aún sin mirarle a la cara— ¿para qué? nunca te voy a ganar, nunca me vas a reconocer como a un igual, nunca...—Kid apretó los puños frustrado. Aquello era tan complicado, porque no podía decirlo simplemente "nunca te voy a gustar más allá de la rivalidad".


El moreno simplemente se le quedó mirando confuso sin entender de qué iba todo aquello, aun así siguió insistiendo con todo aquello, sin rendirse ni dejarle rendirse a él tampoco. Como si realmente necesitase que el pelirrojo compitiese contra él.


— ¿Pero qué estás diciendo? ¿Por qué te crees que estoy aquí?—preguntó de repente el moreno—eres el mejor rival que nunca he tenido, no juegas sucio como el resto, te esfuerzas siempre hasta que caes inconsciente y nunca he visto a nadie moverse en un skate como lo haces tú—saltó de repente el moreno intentando acercarse de nuevo a él.


Kidd por un momento le miró con los ojos como platos. ¿En serio pensaba así de él? ¿En serio le tomaba por un rival decente? Sin poderlo evitar sintió sus mejillas calentarse, pero de nuevo ahí estaba la barrera. Era el rival, no el ser humano, el compañero, o el amante. Law debió de sentir lo poco que le había convencido con aquella argumentación, porque siguió insistiendo y empeorando la situación aún más sin saberlo.


—Además, ¿no me ganaste el otro día?—preguntó acercándose de nuevo a él con precaución,  hasta que sus cuerpos volvieron a estar casi tocándose, con las cadenas que colgaban de su pantalón negro tintineando contra su pierna.


Kidd le dio la espalda entonces y siguió manteniendo la distancia mientras volvía a gruñir por lo bajo. Estúpido Trafalgar y su estúpida sensualidad, de nuevo estaba poniendo esa voz, como si le estuviera tentando al más puro y placentero pecado, como si el pelirrojo significase todo en su vida.


Kidd se obligó a concentrarse. Había mandado al otro a la mierda. Había rechazado aquella vida, no podía volver a caer porque el otro de nuevo volviese a insinuársele.


—Hice trampas—le recordó al mayor de todas formas sintiendo como el otro se acercaba cada vez más a él hasta detenerse a sus espaldas.


—Yo  no consideraría a murmurar unas pequeñas palabras subidas de tono como hacer trampa—dijo Law entonces justo detrás suyo, encogiéndose de hombros como si nada pasase.


A Kidd al instante le apareció un tic nervioso en una ceja. Vale, volvía a estar cabreado porque, ¿acaso no le había follado el otro hasta prácticamente matarle por hacer "trampas"? ¿No le había dejado hecho una mierda sin poder moverse ni hablar por aquello? ¿Y ahora le decía que no consideraba a eso hacer trampas? ¿Acaso quería morir? Porque el instinto asesino estaba resurgiendo en Kidd de una manera completamente nueva.


Sin poderlo evitar acabó girándose para encarar al moreno. Y tuvo que contener el aliento cuando los ojos grisáceos del mayor chocaron con los suyos mucho más cerca de lo que había esperado. Kidd al instante quiso apartarse, alejarse del mayor antes de que pasase algo de lo que se arrepintiese, pero Law hábilmente le tomó de la cintura y tomó su mandíbula entre sus largos dedos como la última vez.


Por mucho que quisiese negarlo el mayor era fuerte, mucho más fuerte de lo que Kidd esperaba. Incluso podía que fuese más fuerte que el propio Kidd, lo que ya sería decir porque Kidd no es que fuese una niña indefensa. Prácticamente parecía que el mayor le hubiese encerrado en una jaula con sus brazos, porque por mucho que intentaba resistirse el mayor no le soltaba.


Law le miró entonces a los ojos. Con aquella mirada intensa y seria que hacía que Kidd se pusiese nervioso y quisiese apartar la mirada. Desgraciadamente el otro seguía sujetando su mandíbula y solo pudo perderse en los plateados ojos del mayor.


—Quiero que vuelvas a competir conmigo—Dijo entonces el mayor contra sus labios, de nuevo tentándole y manipulándole con su sola presencia. Kidd sólo se odió más al ver que estaba funcionando a la perfección. —Disfruto de nuestras peleas como de nada en esta vida, quiero que vuelvas conmigo—volvió a susurrar rozando esta vez los labios del pelirrojo.


Kidd contuvo la respiración al instante y cerró los ojos por inercia. De nuevo sentía el deseo y el calor adueñarse de su cuerpo. Quería besar al mayor, quería volver a sentirle dentro, que le murmurase todas aquellas frases subidas de tono mientras Kidd se perdía en su cuerpo moreno.


Kidd sintió algo doloroso romperse dentro de él y de repente tuvo ganas de chillar de destrozar todo y de llorar. Sintiéndose como una marioneta controlada por el moreno como este quería, intentó liberarse del agarre del mayor. Tenía que huir, tenía que escapar, tenía que respirar.


— ¡Deja de mentirme!—gritó sintiéndose al borde de la histeria, no podía más, aquello le estaba matando y lo último que quería era que el moreno le viese entrar en un ataque de pánico— tú no me quieres a mí, sólo quieres un rival contra el que competir—dijo sin aliento sintiendo su voz quebrarse y teniendo que acabar ocultando su cara en el pecho del moreno.


Estaba temblando y lo sabía, la imagen que daba debía de ser penosa y seguramente ahora sería el momento en que el moreno atase cabos, se riese de él y le mandase a la mierda. Kid cerró los ojos mientras respiraba pesadamente esperando lo peor.


El silencio inundó el taller y Kidd solo escuchaba sus respiraciones y el latido histérico de su corazón. No podía mirar al otro a la cara. Simplemente era incapaz. Sin embargo el silencio se alargaba y Law no decía nada poniendo al pelirrojo cada vez más nervioso. Finalmente, sin poderlo aguantar más, el pelirrojo se dignó a mirar el moreno.


Law estaba serio y le miraba intensamente, como si estuviese debatiendo cuál era la mejor forma de mandarle a la mierda.


—Realmente eres idiota—sentenció al final el moreno mientras volvía a agarrar la mandíbula de Kidd y por fin le plantaba un beso en los labios.


Kidd parpadeó confuso respondiendo al instante por mera inercia pero cabreándose sin poderlo evitar por el insulto. Los labios del otro se apretaron contra los suyos y Kidd gimoteó, abriendo la boca desesperado por probarle de nuevo. Law simplemente besaba demasiado bien como para resistirse a uno de sus besos, siempre era como si quisiese devorarle con ellos, demandante, pasional, y además, en aquellos momentos su mente estaba aún demasiado confusa y alterada como para darle a aquello muchas vueltas e intentar siquiera resistirse.


Law le besó con ganas, casi como si estuviese enfadado con él, le dominaba y mordía los labios con una desesperación que al instante tenía a Kidd jadeando y demandando más lametazos y mordiscos por parte del mayor. Kidd sabía que estaba perdiendo aquel enfrentamiento, sabía que aquello complicaría más las cosas, pero le daba igual, lo único que quería era seguir sintiendo al moreno contra su boca hasta que se quedase sin aire.


Cosa que ocurrió demasiado rápido para el gusto de Kidd.


— ¿Por qué crees que me acosté contigo el otro día?—preguntó Law entonces repartiendo besos al instante por su mandíbula y cuello.


Kidd cerró los ojos dejándose hacer, prácticamente derritiéndose de sentir otra vez al moreno contra su cuerpo, al sentir su boca en su piel, su calor rodeándole y aprisionándole sin dejarle irse. Una parte de su mente aún así registró la pregunta y frunció el ceño al pensar en ella.


—Me estabas castigando por hacer trampas—gruñó por lo bajo mientras sentía los dientes de Law repasar insistentemente una de las marcas de la otra vez, una de las que estaban comenzando a desaparecer tras tanto tiempo.


— ¿No te dicho que no considero lo que hiciste como trampas?—repitió el mayor como había dicho antes sin apartarse ni un milímetro aún de su cuello, de nuevo con aquella extraña fijación por aquel lugar.


Y Kidd al fin se dio cuenta entonces de la realidad, de que era la verdad, de que Law le quería a él y no a un rival. Porque si no lo había hecho por castigarle, entonces ¿por qué lo había hecho? No tenía ningún motivo para violarle de aquella forma a menos que no fuese porque le desease.


Kidd se separó ligeramente de la ávida boca del moreno aún recorriendo su yugular y le miró exigiendo una explicación. Necesitaba saber la verdad, necesitaba saber qué había pasado y por qué el otro se había marchado de aquella forma. Porque el no saberlo y crear teorías especulativas le estaba matando, porque no podía aguantar más toda aquella incertidumbre. Law suspiró contra su cuello haciéndole que se le pusiese la piel de punta.


—Me gustas—Soltó al fin el moreno— desde la primera vez que me retaste a una carrera, no solo eras atractivo sino que además eras distinto al resto de corredores, no hacías trampas, no usabas trucos sucios ni amenazas, sólo corrías por que te gustaba correr y por la adrenalina de la competición. Como yo—


Kidd frunció el ceño aún sin entender algunas cosas.


— ¿Entonces por qué me retaste la última vez como si hubieses querido eso desde el principio? ¿Por qué te fuiste tan rápido y fuiste tan frío e hijo de puta?—preguntó Kidd sin poder contener el insulto.


El otro no es que le hubiese tratado con amor y cuidado, más bien todo lo contrario. Kidd no había esperado flores y mariposas, pero no había esperado tampoco que le tratasen como a una mierda. Aquello había dolido, y aquello tardaría en perdonárselo. Law carraspeó contra su cuello entonces como si se arrepintiese de lo que había hecho y realmente estuviese nervioso. Kidd se dio cuenta de que ahora era el moreno el que no le miraba a la cara.


—No me gusta perder, ¿vale? Desde que era pequeño siempre he sido demasiado competitivo. Consigo lo que quiero y punto—Dijo con voz tensa, como si le costase reconocer lo que estaba diciendo— además, no se me dan muy bien las relaciones y aquel día había estado observándote y estaba cabreado porque había estado viendo como aquel grupo de mujeres se te tiraba encima en el taller—confesó de repente alzando la cabeza y mirándole enfadado, como si fuese culpa de Kidd lo que había pasado—no me gusta que toquen mis cosas Kidd—


Kidd solo se le quedó mirando un momento como si estuviese loco. Cosa que seguramente fuese cierta. Ahora que lo pensaba Kidd no conocía a Law. Tal vez se había enamorado de un psicópata y no se había dado ni cuenta. ¿Quién cojones trataba así a una persona que quería sólo por celos o por envidia de que le hubiese ganado?


—Eres un cabrón—no pudo evitar soltar.


Aun así Kidd tampoco podía culparle. El propio Kidd también tenía la culpa de muchas cosas, si hubiese reconocido sus sentimientos antes, si no hubiese hecho el idiota en las competiciones...Law sonrió ante su comentario y rápidamente volvió a rodearle el cuello con los brazos para devorarle en otro beso famélico.


—Lo siento—murmuró al final mientras conducía ligeramente al pelirrojo contra el capó del coche otra vez. —Esta vez prometo portarme bien—


Kidd sintió un tic nervioso en su frente de nuevo cuando la mano del moreno de coló por su pantalón y comenzó a apretarle el trasero con ganas. No lo sentía ni de coña. Sin embargo, cuando Law le tomó del trasero y le sentó en el coche mientras se introducía entre sus piernas y comenzaba de nuevo a acariciarle con ganas entre gruñidos desesperados por tocarle, a Kidd le dio igual.


Lo único por lo que rezaba era porque al menos esta vez se pudiese mover cuando acabasen, porque no pensaba dormir en el puto taller para que al día siguiente Killer le encontrase.


.


.


.


Kidd volvió a acelerar el skate bajo sus pies y el viento chocó contra su cara de aquella forma conocida que tanto adoraba. Esta vez sí que sonrió sin poder evitarlo y volvió a ajustarse las gafas rojas sus ojos. Había vuelto a la competición y, ahora que lo había dejado, realmente se daba cuenta de lo que adoraba correr. Cómo Law decía, había nacido para esto.


Kidd giró de nuevo en el aire y se colocó a la derecha del moreno que competía a su lado esquivando callejuelas y tuberías de aspecto dudoso. El resto de reyes habían caído a lo largo del camino a manos de Kidd o del propio Law. Ahora solo quedaban ellos dos, solos, en medio del aire, surcando el cielo de aire gris a una velocidad que cortaba la respiración.


 Y acercándose rápidamente a la meta.


Law intentó atacarle de nuevo- o lo que desde entonces se había convertido en un ataque- últimamente ya no peleaban, no se intentaban destruir a golpes y puñetazos, solo se molestaban o golpeaban bromeando sin llegarse realmente a hacerse daño. O al menos los días que no estaban discutiendo, cuando se enfadaban y peleaban, que solía ser casi siempre, en las carreras corría la sangre y por lo general el resto de reyes mantenían una distancia grande de los dos hombres desprendiendo un aura asesina.


Kidd había descubierto, desde que se habían reconciliado, que el moreno no era como se había imaginado. El cirujano era arrogante, vago, posesivo, tenía muy mal perder y había cogido la costumbre de meterse con Kidd hasta cabrearle. A Kidd le jodía, pero por lo general sus peleas siempre acababan en sexo contra la superficie plana más cercana, con Kidd suplicando hasta quedarse afónico y con Law fallándole con ansia totalmente demandante y posesivo. Así que Kidd tampoco se quejaba por ello.


Por eso, cuando esta vez Law se colocó a sus espaldas y volvió a apretarle el trasero durante unos buenos minutos sin que Kidd pudiese impedírselo en lo más mínimo, Kidd solo pudo suspirar. En las carreras Law siempre se emocionaba demasiado, debía ser la adrenalina, o tal vez el hecho de que el moreno siempre que podía se colocaba detrás del pelirrojo para tener un primer plano de su trasero cuando se inclinaba contra la tabla.


Ahora que lo pensaba Law también había estado haciendo aquello antes de todo el malentendido.


—Te espero en tu habitación cuando esto acabe—susurró de nuevo el moreno contra su oreja con una voz desesperada. Era otra cosa que Kidd había descubierto sobre el moreno, le gustaba demasiado el sexo, Killer ya había puesto al moreno en su lista negra gracias al ruido que hacían por las noches. —No puedo esperar a quitarte esos estúpidos pantalones—


Kidd río arrogante entonces. Eran los pantalones de la primera vez, aquellos que delineaba su silueta como una segunda piel y qie el pelirrojo por supuesto sabía el efecto que tenían en la concentración de su novio. Por eso los había usado esta vez, por eso se había esperado el manoseo desde que el moreno le había visto en la línea de salida y le había repasado de pies a cabeza con una mirada hambrienta.


Kidd podría decir que su ego había crecido bastante desde que habían empezado su relación.


—Céntrate en la carrera Trafalgar, te dije que si ganaba, esta vez sería yo el que te los quitaría a ti— le recordó en la apuesta que habían hecho aquella vez.


Law gruño por lo bajo apretándole el trasero una vez más antes de alejarse y persiguiéndole al instante sin querer ser el que recibiese aquella noche ni nunca. Esta vez Kidd le había convencido para hacer la apuesta, pero definitivamente Law ya se estaba arrepintiendo de ello.


Kidd sólo sonrió de medio lado mientras se imaginaba al moreno bajo suyo, gimiendo, suplicando como el moreno le hacía suplicar a él. Por sus narices que iba a ganar esta carrera y iba a cobrar su venganza.


Cada vez iban más y más rápido. La ciudad perdía enfoque, la línea de meta estaba aún muy lejos. En todo aquel mundo de velocidad y luces de neón solo estaban ellos dos. Kidd sonrió feliz. Law se concentró a su lado sin querer perder y asustado ligeramente por la venganza que seguramente le tenía preparado el pelirrojo.


Al final cuando ambos cruzaron la línea de meta, lo hicieron empatados.


 

Notas finales:

En fin, aqui esta, acabada, espero que os gustante mi intento frustrado de One-shot jejeje (rie nerviosa). Como siempre, si me dejo algo por ahi sin resolver o algo sin completar decirmelo n_n

Tambien me gustaria deciros que me voy unos dias de vacaciones y que voy a estar mas de un mes sin internet, o ordenadores, por lo que voy a ser incapaz de publicar nada por una temporada.

Espero que lo entendais.

En fin, un beso a todos y nos vemos cuando vuelva n_n


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