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Algo de Él por Aurora Execution

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Notas del capitulo:

¡Hola! ^^ Aquí estoy con un nuevo capítulo. Creo que no me tardé mucho esta vez, pero no queria dejar pasar más tiempo, ya que tengo otros fics que actualizar, y el tiempo me es escaso.

Sin más espero y disfruten de la lectura.

 

Sentía tantas ganas de reír. El estruendoso sonido que producía el cielo, cada vez que caía un Pilar, era música para sus oídos.

No podía ocultar la satisfacción impregnada en su rostro, deformando sus labios en una cruenta sonrisa. Tres Pilares ya habían sido destruidos junto a sus Generales. Se sentía cada vez más pleno, más próximo a cumplir con su objetivo. Cada litro de agua que ahogaba a Athena lo acercaba a tener el mundo a sus pies.

No fallaría. Su dolor por fin sería pagado. Ningún Dios le diría que era una sombra sin valor, porque él mismo sería un Dios. Él se alzaría sobre esos malditos seres inmortales que le dieron la espalda… sin tan sólo Saga estuviera vivo para verlo triunfar.

 

—Pareces muy sereno a pesar de que los Santos de Athena se acercan al Templo del Emperador.

 

—No lo harán, hasta aquí llegó el intento de heroísmo de los Santos.

 

—¿Cómo estás tan seguro?

 

—¿Y tú por qué no lo estás?

 

Sonrió de lado al ver la expresión de enfado en el rostro de Sorrento. Disfrutaría destruyéndolo. Con él más que nadie. Había sido una molestia desde el mismo día que se incorporó al ejército marino, sembrando la duda de su liderazgo incluso con el propio Poseidón. Para su suerte, todos le tenían fe ciega, pero eso no quitaba que era una real y poderosa molestia.

 

—Lymnades al parecer se ha encargado de derrotarlos…—aceptó el joven de cabellos lavanda.

 

Pero en su tono de voz y la tensión de su cuerpo, dejaba entrever el fastidio que ello le generaba. No le parecían correctas sus formas de combate, tan miserables y deshonrosas.

 

—Sí…

 

Kanon también lo sintió. Ya sólo quedaba en pie el Santo de Escorpio. Extendió sus palmas ante sus ojos, cerrándolas y abriéndolas constantemente, para concluir en un apretado y furioso puño.

 

A él también.

 

Le hubiera encantado arrancarle las entrañas con sus propias manos, verlo suplicar por piedad… verlo sangrar y morir. Y todo delante de ese maldito de Dégel… mientras su ancestral alma llora por dentro.

 

«Te lo encargo Isaac, no me defraude.»

 

Un dulce canto comenzaba a expandirse por todo el territorio marino, un canto lleno de bondad y candidez. Sosegando así, las heridas, los sentidos, los odios…

 

Athena había comenzado a cantar en pos de la esperanza.

 

••

 

El arduo combate que llevaban a cabo se vio interrumpido por la suave voz de Athena, no parecía provenir desde el Soporte Principal, sino desde el fondo de sus propios corazones, dotando de vitalidad y renovando las fuerzas.

Respiraban con pesadez, el pecho subía y bajaba enérgicamente. Las heridas en sus cuerpos y los destrozos alrededor del Pilar daban cuenta de la increíble batalla.

 

—¡Ya deja de luchar Isaac! ¿Es que acaso no escuchas?

 

El joven peli verde frunció el ceño. Claro que la escuchaba, el canto de Athena había invadido su cuerpo, tocándolo en un abrazo que sólo una madre amorosa puede dar. Lleno de misericordia, apacible. Acariciaba su rostro con benevolencia, transmitiendo su fe, su poder… su inmenso amor. Esa era la Diosa por la que Hyoga había dado la vida. La que Camus le enseñó a proteger y amar. Athena era la Diosa de la Justicia, la que llevaba en su corazón el amor verdadero hacia sus protegidos; los humanos en el mundo, en el bello mundo que él juró defender.

 

¿Cómo podía ser posible que aquel magno canto fuera mentira? ¿Qué aquella sensación de bienestar y abrigo sea mentira?

 

Camus nunca habría dado la vida por una mentira. Pero lo había dejado morir, lo había dejado en el olvido y al amparo de otro Dios. Isaac cayó de rodillas sujetándose la cabeza.

 

—¡Isaac!

 

Milo olvidó por un momento el combate y corrió en su ayuda. Grande fue su asombro al verlo llorar y golpear el suelo resquebrajado de la plataforma, destruyéndola con la inmensa frustración que estaba experimentando.

 

¿En qué debía creer? ¿A quién?

 

—El maestro… el maestro era una persona justa, él nos enseñó a creer en nuestro destino, en nuestro honor… “Nada es más importante que el honor de un Santo, la lealtad es la única religión que poseemos, nunca dejen que las emociones ni los sentimientos cieguen su propósito, mantengan en alto y presente sus ideales y luchen por lo que es correcto”… esas eran sus palabras.

 

Milo no dijo nada, se mantuvo frente a él, observando como poco a poco el joven que alguna vez conoció, volvía a ser el mismo.

 

—Yo lo admiraba tanto… lo idolatraba—las lágrimas habían comenzado a mojar el suelo, sus puños se habían detenido, mientras su cuerpo por entero temblaba.

 

El canto de Athena había dejado de sentirse. Había sido una tortura sentirlo, pues la devoción, la convicción y amor en él, le habían destrozado. Todo aquello por lo que en el pasado había idealizado en Camus, resurgió con fuerzas, llenándolo de dudas y temor.

 

—¿Crees que lo que Poseidón está haciendo es lo correcto? ¿Ese es tu ideal Isaac? ¿Tu honor y lealtad?

 

El joven abrió su ojo sano conmocionado ante las duras palabras de Escorpio. Esas mismas preguntas le estaban haciendo un agujero en su consciencia, con el mismo ardor y veneno que la aguja de Milo. Sus ideales… su honor, siempre fue el de proteger la Tierra, el de destruir a aquellos que se atrevieran a profanar su paz.

 

—Los humanos se merecen el castigo de Poseidón—dijo con una convicción tambaleante.

 

—Tú y yo también, porque somos mortales que habitan este mundo. Haz dejado que tu indiferencia hacia el dolor ajeno se convierta en tu nuevo propósito, crees que todos los humanos merecen sufrir por el simple hecho de ser imperfectos.

 

Milo no se escuchaba molesto, Isaac levantó su rostro para ver con estupefacción como el Santo de Escorpio también lloraba. Al fin había entendido cual era el dolor del menor.

 

—Milo...

 

—Camus estuvo a punto de perder la vida mientras te buscaba, llegó a nadar en el mar de Siberia por varios días, enfrentándose a los remolinos violentos y las heladas temperaturas. Crees que él te dejó morir sin importarle, ¿no es así? Camus era una persona fría, sí. Pero te amaba—se arrodilló ante él sujetando el desencajado rostro del menor—Es por eso que te uniste a Poseidón, porque pensaste que Camus te había abandonado, creíste que él te traiciono… te sentiste solo.

 

—¡Ya basta!

 

Dio un manotazo para quitarse a Milo e incorporarse, temblando cada vez más ya no sabía si por rabia, impotencia o temor. El griego también se incorporó, ninguno dijo nada durante varios segundos, mismo silencio que parecía no existir. Milo entendía en parte al General, él mismo se había sentido traicionado cuando Camus murió, dejándolo solo. Y hasta ahora comprendía que su muerte no era una traición, era la prueba fehaciente del honor del francés.

 

Y él, se había revolcado en ese honor.

 

Kiki llegó en ese momento con la Armadura de Libra, confundido por la escena que presenciaba, estaba seguro que los encontraría luchando, pero por el contrario, el ambiente era de confusión.

 

—Dime, ¿Qué harás?

 

—Mi deber es proteger este Pilar—Milo sonrió.

 

—Que así sea entonces.

 

••

 

—¿Señor?...

 

—¡Aléjate!

 

Casi caía. Su equilibro no le aguantaba el peso, mientras su rodilla se incrustaba en el suelo y el pecho aprecia estallarle, así mismo como la cabeza. Kanon se retorcía mientras desde su interior voces lejanas le gritaban que detenga la locura que estaba cometiendo, que estaba a tiempo de pedir perdón y recibir la clemencia de los Dioses.

Aquellas voces las distinguía bien, eran Saga y Defteros. Era su alma reencarnada y aquella que comparte como única persona con Saga, como un todo. Esa que le confiere experimentar todo lo que alguna vez padeció su hermano. Y la otra que luchaba por ganar terreno y salvar lo que amaba.

No claudicaría, pasó todos esos años ignorándolas, no permitiría que a puertas de su victoria, se la arrebataran con sentimentalismos. Él tenía su propia alma también, negra y podrida.

 

El dolor se intensificó cuando el débil cosmos de Dégel pareció desaparecer en el firmamento, si no actuaba rápido el francés moriría.

 

—¡Ya déjame en paz!—bramó.

 

El soldado que se encontraba ahí lo observaba confundido, mientras veía a su máxima autoridad – después del Dios, claro está – revolcarse y sufrir alguna especie de desequilibrio mental, manteniendo una ardua lucha con su consciencia. Se tensó cuando lo observó incorporarse, su cosmos fluctuaba a su alrededor, no se dignó a voltear, mientras emprendía camino lejos del Pilar que custodiaba. Algo en su cosmos había cambiado, pero tal vez fue su imaginación, a fin de cuentas era tan sólo un soldado, el poder que Kanon poseía estaba muy por encima de su comprensión.

 

A lo lejos, en dirección al Ártico, el retumbar del océano confirmaba la caída de su Pilar.

 

••

 

Estaba exhausto, la fiebre había consumido gran parte de su fuerza, pero necesitaba llegar lo antes posible donde se hallaba Dégel, su oscilante y débil cosmos le ponían los pelos de punta. Temía perderlo.

 

Temía perderlo

 

Cerró sus ojos, mientras se envolvía en cosmos y corría lo más rápido que sus fuerzas le permitían, y tal vez un poco más. Sabía que Dégel había tomado el camino hacia el Pilar del Océano Antártico, y estaba seguro que iba en la dirección correcta, pero por más que se empeñaba en buscar rastro del Pilar, lo único que hallaba era el camino del acantilado que parecía no tener fin, las escaleras seguían apareciendo, mientras el frío y el calor se mezclaban para erizarle la piel y producirle escalofríos. Algo se sentía fuera de lugar, una extraña premonición.

No podía detenerse a pensar en esas cosas, todavía faltaban tres Pilares más y el cosmos de Athena estaba cada vez más menguado. Unos minutos más pasaron hasta que el Pilar se alzó a su vista.

 

Su sangre se heló cuando llegó a la plataforma y halló no sólo a Dégel ahí, sino también a Seiya y Shun. Todos parecían haber sido atacados desprevenidos, pues no llevaban rastros que evidenciaran una batalla, sobre todo el francés, que se hallaba un tanto separado de los otros dos. Caminó con el corazón latiéndole velozmente hacia él.

 

—Dégel.

 

Su alma volvió a su cuerpo cuando lo sintió removerse y apretar sus parpados, llevaba una herida profunda a la altura de su nuca, desde donde sangraba profusamente. Había llegado a tiempo, pero poco faltó para que muriera. Milo quitó el peto con cuidado acariciando el pecho del peli verde, su dedo índice se incrustó en el centro del mismo, deteniendo así la hemorragia. Lo había salvado.

 

—Veo que te preocupas por él… Milo.

 

El cuerpo entero se endureció, paralizando así todos sus sentidos. Milo abrió sus ojos enormes sin voltear aún. El silencio se propagó, mientras parecía que incluso su respiración se dejaba de sentir. Quietud. Sin tiempo ni espacio tangible, meramente sensorial, así había experimentado la primera vez que lo escuchó. Así volvía a experimentar su voz. Dejó a Dégel con cuidado en el suelo, volteando con cuidado.

 

¿Qué era real y qué fantasía? ¿El hombre en el suelo o él?

 

—Camus.

 

Allí se encontraba el francés que alguna vez le entregó su alma a su cuidado. Vestido como solía estar cuando entrenaba, con sus pantalones grises y camisa azul. Con el cabello tan perfecto y sus ojos tan azules. Sonriéndole.

 

—He esperado mucho para volver a verte—Camus sonrió mientras se acercaba a Milo, quien no podía mover su cuerpo—¿No te alegra verme mi amor?

 

Milo frunció el ceño. Ese no podía ser Camus. Él JAMÁS lo llamaría de esa forma. Y no porque no lo fuera, pero Camus siempre había tenido su particular forma de llamarlo cariñosamente, ésta no lo era.

 

—Milo—lo vio tenderle la mano, la cual Milo no aceptó—.Ya veo, entonces no tendré remedio más que matarte, espero y puedas perdonarme.

 

Camus alzó sus brazos dispuesto a realizar su máxima técnica.

 

—Maldito—el griego apretó sus puños con rabia—, eres un ingenuo si piensas que caeré en tu trampa—vio como Camus se detenía y fruncía el ceño—¡Muéstrate maldito!

 

Dégel despertó en ese momento, algo atontado por la contusión, le dolía la herida, pero cuando se llevó la mano hacia ella, vio que ya no sangraba. Trató de incorporare, seguía desorientado, sus sentidos se pusieron en alerta cunado notó la presencia de Milo y…

 

—¡Milo!—el griego giró encontrándose con el despierto francés—¡Ese no es Camus! ¡No te dejes engañar!—gritó mientras se ubicaba a su lado.

 

—Ya lo sé, no soy tan tonto para caer en su trampa—Lymnades tomó su verdadera apariencia, mientras reía con desprecio—.Este sujeto es un asco, despreciable hasta para Poseidón.

 

Milo no quería retrasar más su batalla, verle el rostro al hombre que había intentado engañarlo le enfureció, por lo que su cosmos se encendió al máximo, mientras el destello carmesí salió de su dedo en quince directos golpes que no le dieron chance al General siquiera de sorprenderse, para cuando quiso darse cuenta, ya había sido golpeado por la Aguja Escarlata, incluida Antares.

 

Como era de esperarse, se desplomó completamente inerte. El griego dio un hondo suspiro, por un momento, un efímero instante, había caído en su trampa, había creído que era Camus. Ya no estaba seguro de desear que lo hiciera, ya no sabría qué hacer con su culpa si Camus revivía.

 

—¿Te encuentras bien?—Milo observó la herida de Dégel, mientras acariciaba su cuello. El francés sintió estremecerse.

 

—Ahora sí, disculpa, yo…

 

—No digas nada—Milo se acercó más a él—.Ya no digas más nada Dégel.

 

Y lo besó. Sintiendo como la frustración se enredaba en la lengua de su amante, sintiendo como era absorbida rápidamente por el francés para transformarla en algo completamente distinto. Como su aire frío le entregaba calidez ¡qué ironía! Dégel bajaba sus pulsaciones, su euforia. Y se entregaba también a la embriaguez que sólo poseía Escorpio. Ya no tenía más dudas, Milo en definitiva era Kardia y así se sentía bien. El griego lo observó esbozando una tenue sonrisa, mientras acariciaba su cabello.

El beso concluyó unos instantes antes de que Kiki llegara con la Armadura de Libra. Tiempo en el cual tanto Seiya como Shun despertaban también. Dégel fue el encargado de destruir el Pilar. El tiempo apremiaba por lo que rápidamente los de Bronce se dirigieron a los dos Pilares restantes, Milo ya no tenía intenciones de jugar con los Generales, debía ir donde se hallaba Poseidón – y muy probable, Dragón del Mar –. Y Dégel iría con él.

 

—Kiki, ¿él…?

 

Vio al pequeño lemuriano asentir. Su interior se alivió de la escueta respuesta. El pequeño pelirrojo siguió camino donde Shun había ido, dejándolos solos nuevamente.

 

—¿Qué sucede?—cuestionó Dégel al observar el rostro aliviado de Milo.

 

—Digamos que esta Guerra me ha dado una gran sorpresa.

 

Sus cabellos se ondearon violentamente cuando todo el lugar pareció electrificarse en una corriente cósmica inconmensurable. Ambos se colocaron hombro a hombro, tomando una posición de alerta. Alguien estaba allí.

 

—Es grato volver a verte mi estimado Dégel.

 

Kanon hizo su aparición ante ellos, ya no llevaba su capa, pero el casco seguía resguardando su identidad. Milo se colocó un paso delante del francés, mientras apretaba sus dientes con fiereza. Allí estaba el maldito que había secuestrado a su Diosa. Sentía la mirada del General a pesar de que el casco la cubría por completo.

 

Él también le devolvió con furia la mirada, agazapado como bestia dispuesta a devorarlo. Le cobraría todas las atrocidades que había cometido. En ellas también iba el querer proteger a Dégel. Y es que Kardia resonaba con fuerza en su interior, despertando esa personalidad explosiva y desafiante que a fin de cuentas, compartía con su predecedor.

 

Lucharía por Athena. Por el amor de ella, el cual significaba la salvación del mundo. Y también por el amor de Dégel, que El General misterioso, estaba dispuesto a robar.

Notas finales:

y, ¿qué les pareció? Espero sinceramente que haya sido de su agrado.

Milo y Dégel estan más cercanos, encontrando en el otro, equilibro, y tal vez... tal vez amor XD Pobre de mi Kanon/Defteros que es un tercero en discordia. Supongo que el próximo capítulo ya tendrá el final de la Guerra. Espero, me estoy extendiendo mucho en el fondo del Mar jajaja!

https://www.youtube.com/watch?v=UZwVql-3QZU

les dejo ese divertido video que econtré en la web XD. Creo que expresa lo que todas sentimos. SoG ya está por terminar estos ultimos capítulos me han encantado, sobre todo el último. Eso si, siento feo aún, pues Toei le ha dado fanservice a todos, menos a Camus y Milo ¡qué maldad! Sobre todo cuando fue la propia Toei quien explotó esa "amistad" en el animé. Por qué entonces cuando presentó las fichas de los personajes, escribió de Milo que era "amigo íntimo de Camus" Si al final le iba a inventar otro... Inexplicable. O será que nos tiene una sorpresa para el final... ya no espero mucho.

Será hasta la próxima, muchas gracias por leer.


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