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Algo de Él por Aurora Execution

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Notas del capitulo:

¡He vuelto! Sinceramente ya debería tener las disculpas guardadas, para darle copy/paste u.u

No quiero aburrirlos con mi vida personal y los problemas, pero todos tenemos momentos y momentos. Esto, sumado a la falta de tiempo da como resultado esta horrible costumbre de actualizar "cada muerte de obispo" como decimos acá.

El capítulo tiene mucho diálogo y una gran revelación. Espero sinceramente que no esté muy aburrido y que disfruten de la lectura.

En el vasto dominio  eterno  donde se bañan los misterios de los Dioses, fluctuaba el estanque donde el día y la noche perdían su horizonte. Formando en su interior imperecedero, una nebulosa que respiraba suave y acompasado, hipando en cortos periodos; Chronos al parecer, dormía.

 

—¡No entiendo cómo puedes dormir después de lo que has hecho!—la chillona voz de Hécate logró sacarlo de su pequeño – y a sus palabras – merecido descanso.

 

—¡Ya cállate bruja decrepita! Me produces jaqueca—rezongó—¿Qué es lo que sucede?

 

—Poseidón ha despertado y secuestró a Athena… sus Santos, entre ellos, el de Acuario que tú enviaste, están luchando—comentó.

 

—¿Y por un pleito entre esos dos me despiertas? ¡Debería eliminarte bruja!—bramó el Dios, haciendo tambalear a la anciana que se encontraba sobre el risco.

 

Hécate pasó saliva mientras, aclaraba su voz, en verdad que Chronos era de temer.

 

—¿Qué sucederá si Acuario muere? Su tiempo no ha concluido aún…

 

Una pequeña carcajada se escuchó antes de que el Dios del tiempo volviera a hablar, haciendo que la anciana frunciera el ceño por la infantilidad con la que se comportaba un ser tan importante como él.

 

—Hécate, ¿tú sabes lo que el aleteo de una mariposa puede producir?—la bruja se rascó la cabeza.

 

—¿De qué hablas?

 

—De que tú no puedes asegurar que la suave brisa que sus alas producen, no ocasionen desastres después… una simple mariposa puede desatar un caos, que podría ser irreversible… La realidad depende de un enorme conjunto de circunstancias inciertas… ¿comprendes? ¿Qué crees que sucederá con el pasado, el presente y el futuro de esta línea temporal, si el Santo de Acuario muere?... ¿qué crees que sucederá con un destino que cambia el curso que estaba pautado?

 

Hécate saltó del risco donde se mantenía y corrió hasta la orilla donde desaparecía el suelo y comenzaba la nebulosa que era el Dios. Sus ojos estaban completamente fuera de órbita y el pánico se reflejó en su rostro. Chronos se limitó a reír por su reacción.

 

La bruja conocía lo ocurrido en la anterior Guerra entre el Dios del Inframundo y Athena. Incluso sabía del papel que jugó el Santo de Acuario en la misma, dando encierro al renaciente Poseidón. Que Dégel falleciera, supondría un incontable desencadenamiento de sucesos que podrían cambiar la vida tal y como se conoce en la actualidad.

 

—¡Explícate! ¡¿Por qué quieres cambiar la historia de ésta manera?!—gritó alarmada, una horrible sensación se había apoderado de ella—¿Por qué aceptaste la vida de Athena?

 

—Haces demasiadas preguntas, me da a pensar que realmente eres una ignorante a pesar de todos los años que llevas vividos… los Dioses existimos más allá de la comprensión de los mortales, y sus acciones no deben ser cuestionadas o desobedecidas… los humanos parecen haber olvidado el respeto hacia los Dioses, incluso tú, que eres una habitante de la Luna parece ignorarlo…—hubo un terrible silencio después de esa última frase.

 

Hécate estaba nerviosa, pues al parecer el Dios comenzaba a fastidiarse y de ser así no revelaría lo que realmente tramaba, e incluso, la asesinaría sin ningún tipo de pudor… eso lo sabía muy bien.

 

—Jamás he cuestionado los designios que los Dioses impartieron desde la Era Mitológica, pero me resulta extraño pensar que tú, un Dios al que no le gusta que el tiempo se modifique, pues el destino está pautado en cada ser humano, haya provocado esta disputa…

 

—A mí no me interesa la vida de Athena ni sus Santos, ni de ningún humano, incluso la vida de los Dioses que rigen el Olimpo me es indiferente… pero, a veces, para aprender una lección, hay que dar un ejemplo, hay que cometer el error… Es probable que Athena haya estado en lo correcto, y que el destino del Santo de Escorpio, de alguna manera haya sido modificado… su alma al parecer así lo manifestó al despertar en forma de la fiebre que lo aqueja, en su actual reencarnación…

 

—¿Usted…?

 

—Es por ello que envié al Santo antiguo al presente, para comprobar esa teoría… lo demás dependerá de ellos, ahora el destino de todo su universo conocido, depende de que Dégel de Acuario no muera…

 

••

 

Una suave brisa danzó entre ellos, el polvo ligero levantó vuelo mientras pequeñas piedras colisionaban al sentirse aplastadas por la fricción que emanaba el ambiente. Una corriente – invisible al ojo común – atravesó la superficie, resquebrajando a su paso el suelo y las columnas alrededor de la plataforma.

Milo mantuvo su sonrisa en alto mientras el aguijón en su dedo crecía en tamaño, sentía como comenzaba a molestarle por el deseo de aplastar a su rival. Por fin estaba frente a frente con el mandito que había secuestrado a Athena, con el mandito que guardaba parte del corazón de Dégel.

 

—¿Seguirás ocultando tu rostro General?—dijo mientras, casi inconscientemente colocaba al francés detrás suyo.

 

Todos podían sentir como el cosmos de Athena comenzaba a debilitarse. El tiempo se acababa y el silencio alrededor del domino marítimo le inquietaba ¿Qué tanto tardaban Seiya y los demás en destruir los últimos Pilares?

 

—Mi rostro no es importante Santo de Athena, pero si tanto deseas ver quien será tu asesino, te daré el gusto—colocó ambas manos en el casco—.Te mostraré el rostro de quien se ha estado burlando de ustedes, imbécil.

 

Cualquiera en lugar del Escorpión hubiera sentido una perplejidad y desconcierto enorme. Un aturdimiento acompañado por el sordo sonido del casco al caer en el suelo sin cuidado y respeto alguno. Cualquiera hubiera contenido el aliento caótico y asustado de ver a un muerto en pie, mientras la gravedad terminaba de acomodar los cabellos azules sobre los hombros y espalda del muerto.

 

Cualquiera. Pero si algo había aprendido Milo en el fondo del Mar, era justamente eso… los muertos se ponían de pie, hablaban, atacaban y se convertían en enemigos…

 

Ya se había imaginado que ese horrible día traería conmoción. Un extraño presagio había leído en las grises nubes que servían de cielo en esa lluvia que comenzaba a ser perenne. Aun así, en su rostro se había reflejado de manera efímera el asombro. Erguido e imponente ante él, se hallaba Kanon, fiel copia de lo que fue Saga. Se permitió esos segundos de conmoción, luego; sonrió.

 

Dégel, por supuesto, era otro asunto.

 

También quiso sonreír. Le hubiera encantado sonreír de la manera en que lo hacía Milo, en la perversa manera en que lo hacía Kanon. Pero su sonrisa distaba mucho de eso… sus ojos, que hacía ya tiempo habían dejado de estar recubiertos por los lentes que el griego le había otorgado, escaparon un tanto más lejos en el tiempo, donde Defteros aparecía de una manera completamente diferente a la que tenía enfrente.

Donde el gemelo con cierta timidez innata en él, alzaba su brazo y rozaba su rostro con esas enormes manos que poseía y sonreía de manera franca y abierta, tan pura y dulce, que cualquiera pensaría no podría esbozar alguien como él.

Ahora, aquel nuevo ser en que se había convertido Defteros, le producía temor. Sí, por alguna extraña razón, se sentía asustado ante su presencia.

 

¿Qué futuro tan horrible le habían legado a las generaciones por venir? ¿Por qué se insistía siempre en cometer una y otra vez, el mismo error?

 

Un dolor insondable se instaló en su pecho, mientras contemplaba lo que los errores de quienes deben dar el ejemplo, convertían a un ser lleno de integridad, en un vil traidor y manipulador. Una amargura que le recorría el cuerpo en forma de corriente, mientras veía devastado al gemelo revestido con esa Escama, con ese rostro desfigurado por la sórdida sonrisa que portaba. Y sus ojos… en ellos anidaban solamente oscuridad, una ventana hacia el interior donde reflejaba la ambición de someter a todos en las tinieblas… sus ojos irradiaban odio.

 

Defteros se había convertido en un verdadero demonio.

 

La voz de Milo quebró el silencio.

 

—Saga…—Claro que fue inevitable para Milo nombrar al difunto Santo de Géminis, a pesar de saber que no se trataba de él. Su similitud era monstruosa. Entonces recordó lo que Dégel le había dicho sobre el segundo gemelo, el maldecido por las estrellas.—No, claro—se corrigió—; no eres Saga. Eres su hermano gemelo… el segundo…—sonrió.

 

Kanon sonrió más.

 

—Es bueno saber que no me confundes con el estúpido de mi hermano gemelo—dio unos pasos al frente—.Así es Escorpio, mi nombre es Kanon de Géminis.

 

—Segundo para mí está bien—ironizó.

 

Kanon entrecerró sus ojos, pero no dejó que el comentario le afectara. Había padecido infinidad de humillaciones peores, de las que su hermano, se llevaba el premio mayor. Conocía las tácticas del griego menor, de hacer caer a sus víctimas en la trampa que las palabras provocaban. Él era inmune a todo eso.

 

—Segundos serán los que necesite para acabar contigo, Escorpio.

 

—Quiero ver que lo intentes…

 

Palma contra puño. Puño contra palma. Los golpes se escucharon en el aire al instante en que ambos cuerpos salían impulsados hacia su rival. Era cierto que contaba con pocos años por aquel entonces, pero Milo recordaba perfectamente las veces que había entrenado junto a Saga, de las cuales, jamás había logrado siquiera dar un golpe al geminiano y si Kanon era igual de fuerte que su hermano – como así lo podía sentir – debía ser muy cuidadoso, el menor error lo pagaría caro.

Sólo rogaba por que la fiebre no apareciera en ese momento.

 

—Detente…—susurró Dégel—.Detente—rogó esta vez. Milo lo observó buscando en su mirada el porqué de ese pedido, ¿acaso no se daba cuenta de la gravedad de los hechos?

 

Fueron unos instantes, pero a Kanon le bastaron para aprovechar esa distracción que tuvo su rival para golpearlo en el estómago y lanzarlo con una velocidad infernal sobre Dégel. El impacto hizo que ambos salieran despedidos varios metros antes de estrellarse sobre una pared.

 

—¡Milo!—Dégel sostuvo el malherido cuerpo del griego, ayudándose mutuamente al incorporarse.

 

—No cabe duda que es igual de fuerte que Saga—sonrió con ironía, mientras escupía hacia un costado la sangre que se había acumulado en su boca—; estamos jodidos…

 

Las consecuencias que la fiebre había provocado en su cuerpo comenzaban a causarle demasiados problemas a la hora de mantener una lucha.

 

—Son unos estorbos—Kanon entorno su mirada, mientras avanzaba hacia ellos—.Los Santos de Athena se han vuelto demasiado débiles, no me sorprende que Saga los haya utilizado como títeres todo este tiempo—Dégel observó a Milo confundido—Y a pesar de todo, mi hermano resultó tan cobarde como cualquiera de ustedes, suicidándose ante la primera oportunidad, entregándole su vida a Athena y al maldito de Aioros…

 

Esta vez no hizo nada para ocultar el resentimiento que acompañó a sus palabras, dotándolas de frustración y hundido en el fondo, dolor. Dégel que en su mente mantenía fresca la imagen del gemelo que él conocía, sintió lástima por todo ese odio que le cegaba, viendo como los destinos de los gemelos se habían cruzado, en su época, Aspros había pagado con su muerte la osadía de levantar el puño contra el Santuario… esa ambición al parecer había sido tan grande como para envenenar nuevamente no sólo a uno, sino a ambos gemelos.

 

—Tú no tienes derecho a decir algo como eso—la molestia se evidenció en su rostro, mientras dejaba de sostener a Milo y avanzaba unos pasos hacia Kanon.

 

—No te metas Dégel—amenazó el gemelo—Eres tú quien no debería estar aquí, no eres más que un muerto que se levantó de la tumba doscientos años después…

 

—¡Yo no soy él!—explotó ante la atenta mirada de ambos griegos—No soy aquel que yace en el cementerio del Santuario ¡no lo soy! No fue mi voluntad la que me trajo, estoy aquí porque los Dioses así lo quisieron, pero no estoy muerto, no tengo doscientos años encima… y no he terminado de luchar en el tiempo que me corresponde. Es por eso que deseo que dejes esta locura Defteros—Tanto Kanon como Milo se sorprendieron de la manera en que lo había llamado—¿Qué sucedió contigo? Tú jamás harías algo así, jamás levantarías el puño contra Athena, eres una persona íntegra, a pesar de lo que te ha tocado padecer, siempre sentiste un profundo respeto por el Santuario, por el Patriarca y Athena… te arriesgaste una y otra vez por tu hermano… por mí… ¿en qué te has convertido?

 

Una lágrima resbaló por la mejilla de Dégel. Algo dentro de Kanon comenzó a quebrarse viendo el sufrimiento que arrastraba el francés, tan incómodo tan profundo reptaba en su interior que desvió un momento la vista, incapaz de escuchar sus voces internas, sentía dentro de su propio cuerpo, un volcán a punto de hacer erupción. Pero él sabía calmar a la bestia y volverla a dormir…

 

Milo, con una fea molesta en su corazón, la cual claramente eran celos, no le gustó ser ignorado. Mucho menos ver como su acuariano lloraba por otro.

 

—Dégel, no te entrometas, ésta es mi batalla—lo tomó del brazo.

 

Sus miradas se encontraron produciendo un leve sonrojo en el francés. Era cierto, ambos se habían tomado por rivales y no descansarían hasta ver al otro destrozado. Tanto Milo como Kanon sabían que tenían mucho en juego… a pesar de que el gemelo no lo reconozca así. Y lo que incluso Kanon ignoraba, era que el destino de su existencia misma estaba jugado en ese campo de batalla.

 

—Milo… estás muy débil, deberías…

 

—No me subestimes Acuario, no soy un guerrero que se dé por vencido ante el primer golpe ni ante nada…

 

—Lo sé—acarició tenuemente su rostro.

 

—Es curioso que me digas eso Dégel…—detrás de Kanon, un cumulo de estrellas y planetas comenzaba a formarse, ya se había cansado de todo ese espectáculo—Me preguntas en qué me he convertido cuando tú que sólo has utilizado a Defteros para olvidar a Kardia y ante la primera posibilidad, por más espejismo que sea, terminas revolcándote con el Escorpión—la acidez en sus palabras dejó completamente desarmado a Dégel—¿Te has puesto a pensar, acaso, cómo se siente Defteros con tu desaparición? Pero no te equivoques conmigo, a mí, no me interesas en lo absoluto…

 

Kanon alzó sus brazos, cruzándolos por encima de su cabeza, incrementando su cosmos de manera aterradora, Milo abrió sus ojos cuando el poder creció, reconociendo la posición como la técnica definitiva y más poderosa de los Géminis. Y el maldito tenía toda la intención de arrojársela a Dégel, que se había paralizado por completo.

 

—¡Explosión de Galaxias!

 

—¡Maldito seas!

 

Milo alcanzó a cubrir con su cuerpo al francés, mientras el cielo y la tierra se convertían en un hermoso escenario de estrellas y planetas en colisión, formando supernovas incandescentes.

Pero el ataque nunca llegó a tocarlos. Un enorme escudo de hielo se había interpuesto entre ellos y la Explosión de Galaxias. Dégel mantenía su palma extendida emanando la gélida capa de hielo que los había salvado.

 

—Yo tampoco me daré por vencido, si no quieres entrar en razón por las buenas, te ayudaré a ser quien eras, aun si con ello debo eliminarte.

 

Ya no más. Ya no se dejaría acabar a sí mismo con sus propias emociones. No dejaría que sus sentimientos influyeran en el combate, debía recordarse una y otra vez que era un Santo, que se debía a Athena y que ella estaba en peligro. No debía saber nada más, cualquier enemigo, por más sentimientos que le genere, debía derrotarlo.

Defteros no había cambiado, él seguía siendo el mismo, aguardándolo en la Isla de Kanon. Quien estaba frente a sus ojos era otra persona. Era el enemigo. Y si su alma se hallaba encerrada en ese cuerpo, Dégel estaba dispuesto a la liberarla.

 

Fue por ello, que a pesar de las palabras de Milo, se adelantó al griego, alzando sus brazos para unir sus manos sobre su cabeza, provocando que le aire a su alrededor comenzara a cristalizarse y la temperatura descender.

Milo observó asombrado como el rostro de Dégel había cambiado por completo, tomando aquel aire de misterio y seriedad que tanto había visto en Camus. Su poder era enorme, la aurora se dibujó sobre ellos, y la constelación de Acuario apareció magnifica por detrás del acuariano. Kanon dio dos pasos hacia atrás, mientras chasqueaba con rabia, debía detener ese poder o lo lamentaría.

 

—¡Ejecución de Aurora!

 

Sonrió. Kanon se maravilló por el poder y la belleza de esa técnica, sin duda alguna entre todos los Santos, Acuario poseía la suficiente destreza para eliminar a su rival si manchar sus manos. Pero ante él, no sería el caso. Su mano dibujó en el aire un triángulo mientras el espacio se distorsionaba y la Técnica de Dégel era absorbida por la dimensión del Triángulo Dorado.

 

—Es una pena, pero no funcionó… esta vez, tú escudo de hielo no podrá detener mi próxima Explosión de Galaxias.

 

Dégel abrió sus ojos incrédulo cuando el cosmos de Kanon aumentó mucho más que la última vez, Milo se colocó a su lado, si ambos unían fuerzas tendrían más posibilidad de acabarlo.

 

—Te dije que ésta era mi batalla Dégel, pero ya que… hagámoslo juntos—Milo sonrió de lado al observarlo.

 

Dégel copió su sonrisa, sintiendo por fin que el griego había acabado con la barrera que los mantenía alejados. Su corazón palpitó con júbilo y sus energías se renovaron, pronto todo acabaría y tendrían tiempo de hablar y aclarar qué es lo que sentían por el otro… Dégel necesitaba aclarar lo que Milo le provocaba, pues ya no quería herir a más personas innecesariamente.

 

—Acabemos con esta Guerra, Milo.

 

Kanon alzó nuevamente sus brazos para lanzar la temible técnica, pero antes de que sucediera, un rayo casi invisible, atravesó el lugar, impactando de lleno sobre el centro de la cabeza del gemelo.

 

—Ilusión diabólica del fénix.

 

Hubo escasos segundos de incertidumbre, donde todo pareció desaparecer por completo. Dégel un tanto aturdido por lo ocurrido abrió sus ojos, viendo a Kanon inmóvil con la mirada algo perdida, parecía haber entrado en un trance. Observó a Milo antes de percatarse de que había otra persona en el campo de batalla.

 

—Dime, Kanon ¿qué es lo que tu mente realmente siente?—Dégel observó al recién llegado, no lo había visto antes, pero al parecer se trataba de un aliado.

 

—¡Fenix!—gritó el nombre sorprendido, Milo.

 

—Al parecer los Santos Dorados necesitan más de una ayuda… ahora ¡habla Kanon!

 

—¿Lo conoces?

 

—Tuvimos un pequeño enfrentamiento.

 

«Saga nunca creyó en mí, decidiendo confiar en la palabra de Aioros. Dejándome solo, ambos… me dejaron solo. Enfermé de odio, envenené mi corazón para que nunca más sintiera dolor…»

 

Kanon recordó su principal motivación en ésta vida… su odio hacia el Santuario.

Notas finales:

Y, ¿qué les pareció?

Volvió a aparecer el Dios del Tiempo, revelando el porqué decidió llevar a Dégel al presente. A final de cuentas no era tan sólo un capricho.

Ahora los sentimientos del acuariano son un desastre. Por un lado el amor que mantiene vivo sobre Kardia, por otro lado lo que comenza a sentir por Milo y finalmente sus sentimientos para con Defteros... Ufff ¿en qué lío te metiste mi querido Dégel?

En el capítulo anterior dije que esperaba terminar con la Guerra, pero por lo visto me llevará un capítulo más. disculpas por eso.

Espero que hayan disfrutado de la lectura.

Bueno, habiendo dicho todo lo que tenía que decir, ahora sí hablaré un poco de todo lo que me produjo el final de Soul of Gold. Cada quien tiene su propia opinión sobre lo que ésta reciente saga nos dejó, buenas y malas. Pues como fans, creo que tenemos el derecho de quejarnos cuando algo no nos agrada de la serie que nos marcó en todas las etapas de nuestra vida. Por lo menos en mí así lo fue, mi infancia, mi adolescencia y ahora que soy ya mayor.

Podemos desvirtuarnos hablando de lo mal que estuvo animada, de lo rápido que se dieron las peleas y de lo flojo que estuvieron los diálogos en ciertas ocasiones, forzados por la apremio. De lo mal que se utilizaron a ciertos personajes... pero de todo ello ya hay bastante.

Yo sólo quiero quedarme con lo bueno que me dejó, con la emotividad que viví al verlos luchar juntos. La increíble manera en la que Afrodita salva a sus compañeros (a mi parecer, fue el mejor) Y sobre todo, el encuentro entre Aioros y Saga que no tuvimos en el Muro de los Lamentos. Fue breve, pero memorable, a partir de ese momento, yo - sensible como soy - lloré. El que Aioros viera a través de la mirada de Saga y comprendiera todo lo que había sufrido esos años, me llegó y que dijera que luchar a su lado es un honor T_T

Punto aparte para Milo y Camus. Muchos creen que su "reconciliación" fue agria. Pero para mí fue perfecta, tal y como ellos son. Milo no necesitaba decirle que lo perdonaba, Camus ya lo sabía al momento de escucharlo decir "no dudes más" . Es increíble, pero Milo se convirtió en el maestro de Camus.

Fue un capítulo final lleno de emociones, y con todo y errores, lo amé, pues realmente siento que los Santos de Oro se han ido para siempre... Disculpen lo largo de esto, pero necesitaba escribirlo.

Bueno, será hasta el próximo capítulo. Gracias por leer.


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