Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Trilogía por Aurora Execution

[Reviews - 26]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Bueno después de miles de millones de años de ausencia. Por fin volví con la conclusión de este fic.

Una vez más reitero mis disculpas para quienes lo siguieron, y recordar que lamentablemente tuve que acortar su historia por falta de tiempo. En verdad me apena terminarlo, pero espero sinceramente que a fin de cuentas hayan disfrutado de la historia.

 

Ya contaba con más de treinta años contemplando el ocaso, y era la primera vez que lo encontraba… en paz. El pequeño kiosco situado en el ala este del Templo Principal, en donde por generaciones el Patriarca se sentaba en los cortos periodos de ocio y descanso a contemplar el bello cielo y la tierra en el horizonte, mezclando los colores que el amanecer o el atardecer dibujaban sobre el manto infinito de la bóveda celeste. Era un lugar situado de manera tal que se podía apreciar cada cúpula de los Templos Zodiacales, desde donde se apreciaban como inagotables, las escalinatas que los unían, los jardines linderos que decoraban cada Casa, y a veces los transeúntes que subían y bajaban con encargos, sean Santos o no.

Se respiraba armonía y quietud. Y si cerraba sus ojos y solamente se concentraba en percibir, podía escuchar el susurro del viento que traía consigo sosiego, risas… tranquilidad.

 

Su larga cabellera cerúlea se meció con el ulular de la brisa, los días en primavera en el Santuario eran los mejores, y su aroma sin igual. A veces sentía la necesidad de lastimar una pequeña parte de su cuerpo y verlo sangrar, y no porque en la autoflagelación encontrara placer y felicidad, sino en un acto infantil de comprobar que no dormía, que lo que vivía solamente era un sueño de donde irremediablemente despertaría a una realidad amarga y sin color… necesitaba ver sangre para entender que el rojo de sus venas era autentico, que el inconfundible olor a metal le llegara a sus nasales aspirando lo que por muchos años fue su historia, su vergüenza y soledad.

 

Sus ojos verdes se vieron repentinamente cargados de melancolía,  de recuerdos que hacía tiempo había querido olvidar, y que entre todos los que alguna vez se vieron involucrados por sus manos sin voluntad, habían comenzado a erradicar… entre todos el perdón se había instalado, y él no era la excepción.

Pero a pesar de los años, a pesar de los incontables cambios que el tiempo armó en la Orden de Athena, todavía le costaba horrores despertar sin que en alguna parte del día – sobre todo cuando se hallaba solo – los recuerdos le dibujaran grotescas muecas en su hermoso rostro. Pero entonces acudía a su mente aquella persona por la que él estaba aún en el plano que les corresponde a los vivos, y todo cambiaba. Mantuvo sus ojos cerrados ajeno a los últimos minutos que el día le ofrecía, tiñendo de rojo y violetas el cielo. Solamente experimentando la emoción de evocar su rostro, sus ojos brillantes como el mar, su color que le debía gracias al sol, y sobre todo su bondad. Podía sentirlo cerca… tan cerca.

 

Sus brazos le rodearon la cintura, al tiempo que en su hombro sentía descansar su cabeza. Lo sintió olfatear sus cabellos como siempre solía hacerlo, y ceñir más su abrazo, susurrándole al odio palabras que lo traían irremediablemente al presente en el que se ubicaban, para bien o para mal… todo había cambiado y así, en definitiva se sentía correcto.

 

Al abrir sus ojos nuevamente, tragó con dificultad ante los ojos que le observaban de manera intensa y confundida. Esos ojos navegaban sobre su cuerpo, incluso parecía sentir el contacto; el tacto insustancial que aquella mirada producía sobre sí. Parecía abrazarlo, parecía marcar en cada poro de su piel una huella, un tanto más oscura, un punto nocturno y opaco, una mancha que se expandía, que absorbía la blancura de los poros a su lado, marcando cada vez más, cubriendo rápido y sin tregua cada parte de su cuerpo. Se volvía negro, nebuloso. Difuso.

 

Y la mirada dejaba de serlo, dejaba de transmitir oscuridad y se llenaba de luz, una luz azul intensa y pura, sin un matiz que la manchara. Así era su mirada. Así lo dejaba, marcado, obsoleto. Una petrificación en cada musculo, un palpito errático, que aceleraba la respiración. Un corazón que arremetía sobre su pecho queriendo huir.

 

Una alegoría de su propia vida.

 

—No te hallé en el Salón Principal, y pensé que estarías aquí, por lo visto no me equivoqué—dijo con candidez, mientras sonreía y dejaba de abrazarlo para ubicarse a su lado en el extremo del kiosco, que lindaba con los acantilados de piedra y vegetación.

 

La noche ya comenzaba a instalarse y a lo lejos, cada Templo comenzaba a iluminarse.

 

—Estaba pensando… recordando—susurró, sintiendo que no debía interrumpir el bello silencio que la noche le regalaba.

 

—Puedo imaginarme el qué… este día se cumplen tres años de tu mandato como Patriarca electo.

 

Saga arrugó efímeramente su ceño al escuchar el énfasis de la alusión a su Patriarcado, genuino y electo. Aunque bien sabía que Aioros no lo dijo con ninguna maldad trasfondo, y que habían sido sus propios compañeros – increíblemente a su ver – quienes lo habían elegido como Patriarca luego de que Athena y Shion anunciaran su retiro, uno a Jamir y su Diosa hacia el Olimpo desde donde velaría por ellos, mientras tanto él sería el encargado de guiar a sus guerreros hacia un futuro prometedor, donde la paz era a quien protegerían sin vacilar.

Algunos Santos habían decidido continuar con su cargo, otros dispuestos a seguir en contacto con el Santuario pero en forma más retirada, habían delegado su Armadura a las nuevas generaciones, el primero de ellos había sido Aioria…

 Tres años habían transcurrido también desde que Aioria fuera en búsqueda de Kanon y jamás, ninguno había regresado, hubo formalidades, donde la Armadura de Leo, tomó con entusiasmo y honor a su nuevo dueño, Ikki. Nadie había objetado nada… pero a Saga todavía le dolía su ausencia… sus ausencias.

 

—No justamente… pensaba en mi hermano y Aioria.

 

Aioros no respondió, tampoco desvió la mirada del negro firmamento que ya se poblaba de estrellas, sintiendo nostalgia ante el nombre de su adorado hermano. Si bien, a pesar de todo lo vivido entre Saga y él, no había rencores, había cosas que no se hablaban. Aioros podía afirmar desde entonces que su amor, su mutuo amor era poderoso, que ni la perversión de algunos sentimientos mal interpretados y la necesidad de callar remordimientos a través de actos contra natura, habían podido desechar de sus interiores todo lo que sentían el uno por el otro. Aun así, era difícil hablar de ello, queriendo dejar en el olvido la mayor parte de esos recuerdos, quedándose cada uno con la imagen inocente y feliz de sus hermanos, que si bien no están allí presentes, tenían la firme convicción de que estaban bien, al lado del otro.

Aioros esbozó una pequeña sonrisa ante lo irónico que le parecía el desenlace de sus vidas, sobre todo con su hermano, a veces le parecía increíble que Aioria se haya terminado enamorando de Kanon, y si era sincero consigo mismo, muchas noches las pasó entre pensamientos intranquilos y turbios al imaginarse que Aioria sólo buscaba en Kanon lo que él, muy a su pesar también buscó… Saga.

Pensar en eso hizo que la sonrisa que hasta hacía poco portaba, diera paso a un rostro nostálgico y algo sombrío… los recuerdos nunca terminarían de curar, porque Aioros y Saga también sabían, que las heridas que se habían hecho eran enormemente profundas, y que pasarían años todavía hasta que cicatrizaran sin dejar huella. Si es que eso llegase a pasar algún día.

 

La mano que suavemente acariciaba su rostro lo hizo voltear, encontrándose con Saga y su hermosa sonrisa. Con su larguísimo cabello siendo acariciado por el viento y las túnicas azules que le correspondían al Patriarca que ahora era, haciendo juego con esos cabellos. Saga era hermoso. A sus ojos, a los ojos de su hermano y su gemelo… Aioros comprendió que Saga había sido el pilar indiscutible de ellos tres, siempre.

 

—Ellos están bien, han decidido lo que creían era mejor—dijo con suavidad, disfrutando aún de las caricias que el peli azul le regalaba—, creo con convicción que son felices… así como lo somos nosotros.

 

Saga asintió con firmeza, al tiempo que tomaba el rostro entre sus manos y depositaba sus labios en los de Aioros para compartir un nuevo beso. Cada uno de los que se dieran siempre sabían a nuevo, a pesar de ser hartos conocidos, cada uno de sus contactos despertaba nuevas y maravillosas sensaciones. Sentir el juego entre su boca y la ajena, el choque sutil de sus dientes y sus lenguas buscando ganar terreno en la boca contraria. Todo sabía siempre tan natural y fresco. Tan perfecto.

 

—Vamos—volvió a hablar después de concluir el beso, pero manteniendo a Saga en un abrazo posesivo—; la cena seguramente está por comenzar.

 

—Sí.

 

La cena aniversario se efectuaba, como corresponde, una vez al año. Y a pesar de que algunas Armaduras contaran con nuevos dueños, esta cena en particular sólo le compendia a la Orden que destruyó el Muro de los  Lamentos y salvó a la humanidad. A aquellos Santos que fueron revividos por otro Dios, pero con el mismo propósito, proteger el mundo en el que viven y habitan aquellas personas que aman. Luego de haber derrotado al falso Dios Loki y que los Santos de Bronce junto a Athena vencieran nuevamente a Hades, habían pasado periodos de confusión y hostilidad, donde ellos se vieron envueltos en una relación malsana, pero como todo, había concluido y la paz, de ser posible, se instaló con más vehemencia en los dominios de la Diosa Justa.

 

Esos sucesos eran tan lejanos ya…

 

•○•○•○•

 

Incluso Shion, quien formaba parte importante de su Generación, a pesar de ser junto a Dohko – quien también estaba presente – de la generación antigua, los recibió con un cálido y afectuoso saludo. Saga, como era su protocolar forma de ser, tomó su mano y depositó un beso en ella, denotando el respeto que su Excelencia le generaba. Siempre eran Doce. Pues Kanon y Aioria jamás asistían.

Los ojos esmeraldas del griego se pasearon por todos los rostros conocidos y a los cuales había visto crecer para convertirse en los hombres que estaban ahí. Camus le extendió su mano, siendo uno de los que había seguido el paso de Aioria y heredado su Armadura a su siempre nostálgico alumno; Hyoga. Aceptó y devolvió el saludo con cariño y pronto se vio rodeado de todos los afectuosos saludos de sus compañeros y protegidos, esos que habían elevado la voz en pos de su mandato, reconociendo que el pasado era solamente eso, un pedazo de historia que ya jamás volvería y que el Saga que ellos veían, ya había sido castigado demasiado – por el mismo –.

 

En esos momentos, es donde se permitía sonreír, amplio y sincero, dejando que ninguno, más que Aioros que lo conocía como nadie, se percatara del brillo de añoranza que portaban sus ojos. Albergando un sentimiento insondable de esperanza, de volver a vivir juntos lo que es el amor de hermanos. El amar y proteger a un hermano como es debido, sin deseos impíos ni sentimientos deformados. A veces sentía la imperiosa necesidad de salir en su búsqueda, de abrazarlo y decirle que lo amaba como el hermano mayor que era, que quería protegerlo y velar por su seguridad, siempre. Pero recordaba entonces, que se trataba de Kanon, y que su gemelo siempre supo cuidarse mejor de lo que él pudo hacer, incluso cuidándolo también.

No prestó mucha atención a la cena, a la algarabía de sus compañeros y al confortable sentimiento de amistad que trasmitían cuando estaban juntos. Se dedicó a observa a Aioros, a contemplar cada gesto que hacía, cada sonrisa que regalaba en sus conversaciones, la manera en que trataba a todos por igual y pronto sintió la extrañeza de ver el reloj retroceder y contemplarse junto a Aioros con tan sólo trece años y entrenando a unos inquietos niños que formarían parte de la Elite Dorada… sonrió. Disfrutó de esa imagen, de ese tiempo, antes, mucho antes de que con su hermano las cosas se salieran de control y la oscuridad lo consumiera por completo.

Una mano hizo que diera un respingo, viendo los acusantes ojos de Aioros yendo al rescate de su mente, cada vez que pretendía naufragar. Pero la nostalgia ya había hecho mella en él, extrañaba a Kanon, demasiado… necesitaba verlo, abrazarlo y saber que estaba bien. Sonrió para tranquilizarlo un poco, pero sabía de ante mano que no funcionaria, no con Aioros.

 

La noche siguió su cauce entre risas y camaraderías, hasta que poco a poco, el Salón fue quedando vacío. Sólo se oían los pasos de las doncellas que acarraban los trastes y limpiaban el lugar…

 

Saga salió una vez más al kiosco del Templo Principal, la luna estaba inusualmente grande, llena y amarillenta, iluminando el lugar, haciendo brillar a las plantas y flores que lo decoraban, por el roció caído.

 

El Santuario se encontraba en Paz… pero su corazón no. No hasta volverlo a ver.

 

—Se te ha hecho costumbre desaparecer y perderte por aquí…

 

—La luna está muy bella esta noche, las estrellas están tranquilas, no hay nada que perturbe la paz en la Tierra…—volteó enfrentando a su amante—Aioros…

 

Pero el castaño anticipándose a su pedido, nuevamente lo abrazó y depositó varios besos por su cuello y labios.

 

—Te seguiré, donde quiera que tu destino te guie—Saga sonrió.

 

—Dejaré a Shura a cargo en nuestra ausencia, junto con Afrodita.

 

—De acuerdo, ahora ya no pienses en eso y ámame—la túnica de Aioros cayó al suelo en un algodonado sonido.

 

Los ojos de Saga brillaron al tiempo que sus manos rodeaban ese cuerpo desnudo besado por el viento. El tiempo jamás borraría de su mente y corazón el sentimiento que ese hombre le producía. Sonrió ampliamente, mientras dejaba sus pensamientos y la aventura en que se embarcarían para poder contemplar y amar aquella estrella que siempre iluminó y guió su vida y cuya alma tránsito a su par el camino de espinas hasta hallar el paraíso… siendo la punta del tridente que su alma se encargó de unificar, depositando todo en su debido lugar, su amor de hermano, su amor de compañero, su amor de hombre… la trilogía en que su vida se basó.

Notas finales:

Sinceramente espero que haya sido de su agrado.

Me pareció un lindo cierre, dedicandole un poco a la reciente concluída Soul of Gold.

A quienes llegaron hasta aquí les dedico el fic y mis agradecimientos, soy muy feliz de saber que leen lo que escribo y que se tomen un poco de su tiempo en comentar, en para mí un honor.

gen_sagitagemini, en un principio este fic fue dedicado a ti, como un pedido tuyo. Temo que no he cumplido con tus espectativas, o al menos lo siento así. Si en verdad el fic no fue lo que esperabas, al menos espero que de todas maneras lo hayas disfrutado y espero en un futuro poder volver a hacer un fic que si cumpla con tu pedido.

Por lo demás, vuelvo a reiterar mis infinitos agradecimientos a quienes lo siguen.

Sin más será hasta un próximo fic. Gracias por leer.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).