Estaban creciendo rápido, las probabilidades de ser adoptados disminuían drásticamente. En una ocasión Grell fue adoptado, pero no duró mucho, a los tres meses sus padrastros lo regresaron, el pelirrojo tenía una horrenda actitud, demasiado agresiva y tétrica para lo que podemos considerar normal en un niño de su edad, quizá se debía a la pubertad.
La primera vez que Grell se marchó William no dijo nada, ni un adiós, fue como si la tierra se lo hubiera tragado y no es que no le importase la partida del pelirrojo, era sólo que no estaba listo para perderlo todo de nuevo.
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Grell entró entusiasta en busca de su amigo Will, ambos se abrazaron y por primera vez en mucho tiempo William volvió a sonreír. Muchas parejas se interesaron en la cabecita roja pero este siempre los ahuyentó. William se sentía confiado y seguro de la lealtad de su rojo amigo. A pesar de las horrendas experiencias compartidas, sus corazones seguían latiendo con alegría ansiosos por vivir.
Un día llegó "la señora".
Para William fue como ver al diablo en persona, según lo leído en cuentos el diablo viste de rojo, algunos lo describen como un ser espeluznante, pero ese es un error, este diablo es hermoso. Ella vestía de rojo, de pies a cabeza, era tan... tan Grell. Por primera vez y para sorpresa de William, Grell no escapó, no la asustó.
William miró desde un rincón, perdido, ignorado, ahogado en un mar de chiquillos inquietos. -Se ven bien- incluso él lo sabe. Grell está extasiado, el diablo rojo le da un muñeco de trapo, con ojos de botón y cabello de lana, -es espantoso- William lo aborrece, pero Grell lo ama y lo lleva a todas partes, duerme con el.
-Ya estás grande para traer ese horrible muñeco de trapo- el castaño reprende a su amigo, pero a Grell no le importa, tan sólo tiene 11 años, aún es un niño.
La señora visita con frecuencia a Grell, ella pretende adoptarlo, pero los tramites son tardados, el pelirrojo no ha tenido experiencias agradables y el orfanato quiere asegurarse de que esta vez Grell no regrese. William no está enterado.
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William estaba perdido en un sueño, uno de esos que al despertar no recuerdas nada. El sueño es interrumpido, de repente hace mucho calor, Will abre los ojos y Grell está metido en su cama.
-Sal de mi cama- se queja soñoliento y empuja a Grell fuera de su alcance.
-No por favor- se lamenta el pelirrojo pero es ignorado.
-Odio que me despierten, lo sabes.
-Extraño a Ronnie, además tuve una pesadilla, no te volvía ver- una lágrima rueda por su pálida mejilla.
-Abraza a ese feo muñeco tuyo y vuelve a dormir en tu cama- William se queda dormido de inmediato, Grell obedece en silencio.
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La señora sufre, una vez tuvo un hijo, no vivió mucho tan sólo unos meses. Ella no ha podido volver a quedar en cinta, tiene un sobrino, pero no es igual, se dio por vencida. En un intento por reanimarla su esposo la llevó a comprar un cachorro, uno pelirrojo de nombre Grell. Cuando se vieron supieron que eran el uno para el otro, amor a primera vista.
Angelina lo logró, Grell era suyo, ese día muy temprano Grell abandonó las instalaciones en silenció, le dolió abandonar a William, pero quizá y con suerte lograría convencer a su nueva madre para que también lo adoptara. No sucedió. Nunca más lo mencionó. William esperó paciente, esperó y esperó, seis meses, un año, dos años, Grell no regresó.
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Quince años, ya es un adolecente, toda su vida consiente y hasta ahora la vivió encerrado en este lugar, se resistió a ser adoptado o quizá nadie se interesó nunca en él. -Grell no regresará- el corazón de William murió.
Para dar en adopción a un niño, se debe hacer toda una investigación previa, todo sea por el bien de los infantes. Pero este lugar no era el mejor cuando de la seguridad de los niños se trataba. Albergaban cientos de menores y no podían con más, mucho menos podrían mantenerlos hasta una edad adulta, lo que querían era deshacerse de los más viejos.
-Pero el hombre está demente- dijo la tutora al director del lugar. Al fin alguien quería a William.
-El chico ya está muy mayor, si no se va ahora, nunca nadie lo adoptará-el director firmó todo lo necesario para la partida de Spears, era un hecho, William se marcharía hoy mismo a su nuevo hogar.
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William llevaba una pequeña maleta con ruedas. Todo el camino, desde su habitación hasta la puerta de la lujosa camioneta negra nunca miró hacia atrás.
-¿Galleta? - invitó el hombre. Will alzó la mirada, el hombre frente a él era joven, bastante joven, delgado y muy alto, tiene una cicatriz en el rostro, la única visible de las muchas que su ropa oculta, algunas auto infligidas y otra siempre serán un misterio. Su cabello era cano a pesar de su edad, el tipo nunca dejo de sonreír.
William no entendía como alguien así se había interesado en adoptar a un chico tan antipático, pero no protestó, el hombre hizo algunas bromas, William se abstuvo de expresar cualquier emoción, sólo le observó callado. El camino fue agradable, el hombre estaba loco, tanta felicidad debía de estar ocultando algo, un inmenso dolor.
Adrian era viudo, su amada esposa fue asesinada, la policía dijo que se trató de una bala perdida aunque quizá en verdad fue un ajuste de cuentas. Los cadáveres ocultan secretos asombrosos, más cuando los cuerpos pertenecen a integrantes de la mafia.
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Una morgue, su padrastro es el dueño de una morgue, él lleva a William consigo todos los días hasta arreglar lo de la escuela privada. "El sepulturero" le cuenta historias sobre muertes estúpidas a William, sólo así consigue hacerlo reír, por algún motivo a Will le produce gracia lo idiota que puede llegar a ser la gente al morir, aun más las personas suicidas ¿Qué idiota se quitaría la vida?
William ve pasar un cuerpo cubierto por una manta, pero aún bajo esta, es visible una especie de varilla de metal, el joven mira a su padre con rostro expectante y el hombre sonríe ampliamente.
-Se trataba de un ladrón, allanó una casa para robarla, pero al intentar huir este se empaló a si mismo en la reja desvencijada de aquel hogar, una hemorragia rectal fue su fin...jajajajajajajaja...oh, será difícil sacar eso de ahí jajajajajaja aah. En fin.- el hombre contuvo la compostura lo más que pudo pero al final la risa lo venció, la estruendosa carcajada llamó la atención de todos los empleados, Adrian se ganó malas miradas por parte de ellos, menos de Will, él lo miró orgulloso.
Después del colegio, Will visitaba a su padre adoptivo y regresaba a casa, así todos los días. Tenía una habitación para él sólo otra vez, tenían una biblioteca enorme, todo allí era para su uso exclusivo, no tenía que compartir nada con nadie, la vida era perfecta y el recuerdo de Grell quedó en el olvido en poco tiempo.
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-Soy Undertaker, ya deberías saberlo- dijo con una sonrisa perversa misma que desapareció. Malas noticias, el negocio de los muertos no marcha del todo bien.
-¡Son unos idiotas! -cortó la llamada y arrojó el móvil contra el muro, el carísimo Smartphone quedó hecho pedazos. Pero pronto su rabia se esfuma tal y como llegó.
-Oh Will~ - el hombre abre los brazos para recibir a su hijo querido.
-Trafico de órganos- murmura William, lo sabe todo desde hace mucho, talvez dos años atrás, pero no importa, no delataría a su padre por nada en el mundo.
-Shh, shh, shh, shh, -"Undertaker" sonríe y toma a su hijo por los hombros afectuosamente.
-¿Qué te parece una rebanada de pastel?, acaban de abrir un buen lugar.
-No me gustan las cosas dulces- contesta William, el rostro de Adrian decae. En el fondo Will está algo asustado, nunca había visto a su padre tan furioso, pero verlo triste era peor aún.
-El pastel está bien.
-Vamos entonces- Undertaker sonrió otra vez.
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Grell amaba a Angelina, pero odiaba tener que compartirla. Su nombre es Ciel, sus padres murieron y ahora se muda a casa de Angelina.
-¡No! -gritó Grell mientras sostenía un cuchillo en la mano amenazando con suicidarse. Angelina retrocede asustada.
Todo había sido maravilloso los últimos dos años, Grell era un amor, siempre complaciente, muy obediente. La llegada de su sobrino lo sacó todo de balance, Grell estaba destrozado pero debió imaginarlo, Ciel era sangre de Angelina y él no, él no era más que un huérfano hijo de una mujer de dudosa reputación que terminó muerta en manos de uno de sus amantes. ¿Quién lo amaría?
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