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LA SOLEDAD DE LAS FLORES CARMESÍ por karenka sutcliff

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Notas del capitulo:

ESTO ES PARA TI, EL NOMBRE DE ESTE CAPÍTULO ES COTESÍA DE “ALLISON ABADEER” XD.
MUCHAS GRACIAS A TODOS POR SEGUIR ESTA HISTORIA, SIENTO QUE ESTOY YENDO MUY LENTO PERO TODO TIENE UN POR QUÉ, LES DIJE QUE SERÍA UNA HISTORIA LARGA XD.

 al rubio de dos tonos. 

William bajó del auto deportivo, pero antes colocó en el cabe

 

Para todo niño su único objetivo es divertirse, salir a correr con sus amigos, andar en bicicleta, trepar arboles y ¿porqué no? Romperse un brazo en alguna intrépida aventura infantil, pero ese no era el caso de Alan, el castaño siempre fue un niño muy enfermizo, lo cual se agravó por la sobre protección de sus padres.


El exceso de amor puede ser nocivo en ocasiones. El embarazo fue de alto riesgo y la mala salud no se detendría ahí, nació muy débil y al crecer, Alan desarrolló una especie de asma además de padecer un mal cardiaco o al menos eso creyó su padre. Una tarde jugando en la casa de un vecino Alan tuvo una crisis asmática y segundos después un fuerte dolor en el pecho, justo en el corazón le provocó un desmayo. Una arritmia cardiaca.


Alan no tenía hermanos ni amigos, y después de aquel desafortunado evento en la casa contigua, no volvió a salir de casa, al menos no solo, su privacidad y autonomía le fue robada descaradamente.


El jovencito miraba a los niños jugar por la ventana desde su pupitre, era un milagro que se le permitiera ir a un colegio particular y no estuviese confinado a tomar clases en casa. Alan no salía del salón, no se divertía, no vivía.


Estaba solo y no es lo mismo disfrutar de la necesaria soledad por momentos que estar rodeado de gente y sentirse miserablemente solo.


–Pero yo quiero salir madre, estoy aburrido.


–Es peligroso, hace mucho calor, sabes que te hará mal, no debes agitarte.


–No me pasará nada, lo prometo– Alan está desesperado por salir, unos niños lo han invitado a jugar futbol, es una nueva oportunidad de disfrutar de su niñez.


–Obedece a tu madre, la respuesta es no– dijo su padre rotundamente. Le dolía su hijo, pero prefería mantenerlo a salvo en casa que llorar su perdida por un mero capricho.


–Eres especial cariño– la madre de Alan trata de consolar a su hijo.


–Cuando seas mayor quizá.


–Está bien– Alan se resigna y toma asiento en el comedor junto a su padre, será mejor merendar y continuar con sus estudios.


Alan es amante de la lectura, los libros son el pasaporte de la imaginación, un nuevo mundo es descubierto tras cada página, es libre en cada renglón, no hay enfermedades, dolor ni miedos.


Después de la lectura, el nuevo pasatiempo de Alan se había convertido en la jardinería, el niño ayudaba a su madre a mantener su hermoso jardín el cual estaba compuesto por un sinfín de flores distintas.


Para su cumpleaños Alan recibió un nuevo libro “el significado de las flores”, de pronto, las Ericas se convirtieron en sus favoritas con sus tenues colores y su significado “soledad”.


Cada fin de semana Alan se encargaba de limpiar las flores de aquellas malas yerbas invasoras que desentonaban con la armonía del jardín, perfecto, esto era lo único en lo que tenía control absoluto.


No era suficiente.


Al cumplir la mayoría de edad, Alan ya tenía bastante de lo mismo, quería ser libre, independiente, conocer el significado de vivir, divertirse y “amar”.


Fue difícil para todos en su hogar, sabían que algún día pasaría pero jamás se prepararon para cuando el día llegara.


En una pequeña maleta guardó sus pocas pertenencias y le dijo adiós para siempre a las comodidades de su asfixiante hogar.

 

….
Eric llegó a su apartamento, el lugar estaba frío y oscuro, de nuevo no había luz en el edificio, el escoses arrojó a un lado su abrigo y avanzó hasta la alacena en busca de algunas velas para alumbrar el lugar. Ya con algo de iluminación pretendió preparar té, pero la caja de infusiones desapareció y lo único que encontró fue una botella de wihsky añejo.


Slingby salió al balcón con su vaso con alcohol y encendió un cigarro. Sería una larga y solitaria noche.



……

 

Tras el deceso de Thomas Wallis el orfanato había comprado un televisor nuevo para entretener a los chiquillos inquietos. En aquel entonces transmitían una popular comedia norteamericana, todos los niños estaban embelesados con aquel tonto programa, todos menos William, él se mantenía perdido en sus libros, junto a él estaba Grell escuchando en ocasiones aquellas historias.


Estaban encerrados distanciados del horror de la vida fuera de aquel instituto de caridad. No saben de la crueldad y el morbo, el rechazo de otros por ser quien quieres ser.


Grell dice ser una niña y William no tiene problemas con eso, no entiende el porque de la negativa de los adultos y es que nadie le ha explicado que el pelirrojo está en un “error” frente a las normas de una sociedad reprimida moralmente, eso lo aprendió años después.


–Vamos a casarnos– dijo el entusiasta pelirrojo mientras coloca un collar de flores sobre el cuello de William, este sólo le miró sin decir nada.


–¿Tus padres estaban casados Will?


–Si, supongo, ellos tenían un cuadro de su boda en la estancia de la casa.


–Tú puedes ser el novio, Ronnie también estará invitado – comenzó a reír el rojo niño, ignorando el hecho de que quizá no volvería a ver a su hermano.


–Somos muy chicos aún– fue la respuesta del niño de cabellos oscuros y despeinados, Grell agachó la mirada unos segundos, después alzo la frente con orgullo– algún día Will, yo esperaré.– contestó Grell feliz, sin percatarse de que eran escuchados.


–Los dos son hombrecitos, dos hombres no pueden casarse, es incorrecto. William se casará con una mujer y tu Grell, te casarás con una chica también– dijo una prefecta del lugar, quien arrancó el collar de flores del cuello de William y tomó de la mano a Grell para regresar al edificio, comenzaba a oscurecer. Grell frunció el ceño pero obedeció. Al fin y al cabo, “ella” se casaría con Will.


El viento desbarató las flores y los pequeños pétalos volaron en el cielo nocturno.

–¿Crees en las vidas pasadas Will? – preguntó la pelirroja pero no recibió respuesta.


–Yo si, y creo en el destino, ¿has oído del hilo rojo del destino? – había sido tan difícil conseguir una cita con William que debía aprovechar esta oportunidad, Ronald se retiró al sanitario brindándoles algo de tiempo solos. Esta cena no era para nada parecido a lo que el rojo había imaginado, pero de algo a nada esto fue lo mejor, no había velas bajo la luz de la luna, sólo una hamburguesa a medio comer rodeados por decenas de desconocidos inmersos en sus propias vidas aburridas.


–¿Te gustó la obra Will?, no te vi –cambió de tema.


–¿Qué hacía Michaelis ahí? – dijo William con molestia.

 

–¿Eh?


–¿Lo invitaste?


–Bueno, si, pero dijo que no iría–Grell respondió nervioso.


–Entonces por eso me invitaste, fui tu segunda opción.


–¿Qué?, no, claro que no, yo quería verte, te he extrañado todo este tiempo yo…– ya no sabía que decir.


–Ese demonio está tratando de hundir a mi familia– Grell agachó la mirada.


– Sé que Sebas no es bueno, pero es lo único que tengo.


–Tú ¿tienes a alguien Will?


–¡Deja de llamarme Will!, mi nombre es William Spears


–Lo siento...


–Después de Ron, no tengo a nadie.


– ¿Y aquella mujer con la que te fuiste?


–¿Ann? – una sonrisa triste se dibujó en su rostro.


– Ella tiene a Ciel.


–¿Quién es Ciel?

–Nadie, están muertos, todos.


–Necesito, quiero alguien para mi, sólo para mi.


–Grell…–William estaba a punto de decir algo, peto Ronald regresó inoportunamente.


–Que noche ¿no lo creen? – Ronald dijo mientras se estiraba con los brazos sobre la cabeza.


–Es tarde, debo volver a mi casa– William fue el primero en ponerse de pie, sacó su cartera y se dispuso a pagar su propia comida.


–Espera Will… William, permíteme, por favor– el pelirrojo sacó su tarjeta de crédito.


–Lo siento señor, du tarjeta no tiene fondos– dijo el adolescente encargado de cobrar en la caja registradora.


–¿Qué?, soy una dama, mocoso impertinente– Grell tomó al chico por el cuello de la camisa de su uniforme, Ronald cubrió su rostro con la palma de su mano y negó con vergüenza, hacía tanto que Grell no explotaba en público.


–Lo siento… ¿señora? Es que… su tarjeta no pasa, ¿tendrá algún otro tipo de pago?.


–Cóbrate toda la cuenta de aquí– ordenó Ronald mientras entregaba una tarjeta dorada y sacaba a su hermana del lugar.


–La tarjeta de papá– Ronald miró a William y guiñó el ojo.


–No le digas a Grell, odia a mis padres adoptivos.


–Lo que ganas como actor, ¿te alcanza para sobrevivir? – William cuestionó a Grell.


–No lo hago por el dinero Will, es mi vocación, amo actuar.


–Honestamente…


–¿No es hermosa Will? – Grell le mostró una rosa roja, la cual arrancó de una jardinera. Spears frunció el ceño, de nuevo esa terrible pronunciación incorrecta de su nombre. Grell colocó la flor en la solapa del saco del hombre mayor.

 

 

Ronald conducía mientras William y Grell viajaban atrás, la pelirroja se quedó dormida recargando la cabeza sobre el hombro de Spears, el moro la miró dormir, el amargo recuerdo de su última noche juntos cuando niños antes de que le abandonara invadió su mente, un sabor amargo le llenó la boca.


–¿Cuánto gana Grell por presentarse en ese teatro? – preguntó William a Ronald.


–¿Eh?... mmm… bueno, Grell gasta mucho en cosas tontas y tratamientos de belleza, ahora está ahorrando para su estúpida cirugía. – Ronald se calló de inmediato, ese era un tema muy delicado para Grell.


–¿Cirugía? – preguntó William, ¿Grell estaba enfermo?


–¡Olvídalo!– se alarmó el más joven.


–Déjame aquí– Ordenó William, aún faltaba un largo tramo para llegar a su casa, pero necesitaba aire fresco.


–Puedo llevarte a tu casa.


–No es necesario, toma, dile a tu hermano que cuando necesite un trabajo de verdad, me busque. Estamos escasos de personal– William entregó una tarjeta al rubio de dos tonos.


William bajó del auto deportivo, pero antes colocó en el cabello de Grell la flor que comenzaba a marchitarse.

 

 

 

 

 


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