Estaba molesto, se sentía humillado. Este atrevimiento podría costarle el puesto. Tantos años trabajando en la funeraria para tirar todo por la borda sólo por una cara bonita, pero ¡oh, si que era bonita!. Eric se consideraba un hombre 100% heterosexual, si alguien le hubiera dicho tiempo atrás, que se interesaría en un pelirrojo transexual y en su compañero de trabajo, Eric se hubiese carcajeado y le hubiera partido la cabeza al atrevido.
Todo estaba cambiando y quizá, para mal.
–Eric, ¿Eric?, ¡Eric! – llamó Alan, pero el escoces estaba muy metido en sus pensamientos, no podía olvidar las palabras de aquel hombre maldito, ahora entendía el porque William lo odiaba con toda su alma.
…
Eric esperaba en el estacionamiento de la funeraria, era hora del almuerzo y se reuniría con Alan para comer. A lo lejos divisó a William y Grell quienes se disponía a salir juntos también. Siempre salen juntos, de repente una loca idea atravesó la mente del rubio, confrontarlos, si, le haría saber a Grell que él le compró las rosas y que Spears no era más que un mezquino.
La pelirroja sale tomada de la mano de su frío y egoísta “Will”. Para Slingby esto es raro en el moro, comúnmente William no tiene contacto físico con el carmín ni con nadie, pero ahora, creyéndose sin espectadores ambos se ven como 2 ¿enamorados?
–Pobre infeliz– dice una voz que llama la atención de Eric, este al voltear reconoce al sujeto, se trata del tal Sebastian. Eric dirige su atención hacia el abogado –¿disculpa? – pronuncia enarcando una ceja, pero no se trataba de una pregunta, más bien le estaba brindando la oportunidad de retractarse de sus palabras. El abogado se ríe.
–Tú eres Eric ¿no es así?, Grell me habla mucho de ti, de hecho, me habla de todos ustedes.
–¿Grell? – pregunta incrédulo y con burla.
–Así es, Grell y yo somos muy cercanos, amigos muy “íntimos” él me lo cuenta todo– su voz oculta una diversión maliciosa.
–Conozco tus intenciones, Grell Sutcliff es una “cosa” irritante pero es bueno en la cama– dijo con morbo.
–Será mejor que cuides tus palabras– advirtió Eric quien de inmediato se puso a la defensiva, estaba listo para dar el primer golpe.
–No pierdas el tiempo Eric, Grell no te conviene– pronuncio el diablo.
–Tú ¿qué sabes? – la paciencia del rubio se agotaba con rapidez. Eric tomó al abogado por la solapa de su traje. Sebastian tomó a Eric por las manos y le hizo soltarle.
–Grell es un hombre interesado y no conoce de amor ni lealtad– dijo con una sonrisa amarga, quizá recordando alguna traición del pelirrojo.
–Dime, tú, eres un cargador ¿no es así? Transportas a los cadáveres o algo así. Haces el trabajo sucio que nadie más quiere hacer. También, lavas y maquillas a los muertos ¿me equivoco? – Sebastian se refería de forma muy despectiva al desdichado escoces. La rabia crecía dentro de Slingby.
–Sin en cambio, William, él es un hombre con estudios, hijo del dueño, adoptivo claro está pero es su hijo al fin y al cabo, él es muy limpio, huele bien, su salario es mejor y conoce a Grell desde niños.
–William es un pesado y lo odio, pero honestamente, no tienes oportunidad.
–Tú no sabes nada Michaelis.
–Yo lo sé todo, tengo mis métodos para obtener información.
–Grell hará algo, tarde o temprano y querrás matarlo.
–Vete al diablo– sentenció Eric y se dio la media vuelta.
–Yo soy el diablo– se burló el abogado. –Espera, dile a tu jefe que no se confíe, cualquier error, por muy mínimo y lo encarcelaré– Sebastian subió a su auto y se marchó.
…
–Eric, ¿ocurre algo malo? Preguntó Alan con preocupación, Eric no había probado bocado desde que llegaron a la cafetería.
–No es nada Grell – respondió Eric sin mirar a los ojos a acompañante.
–Me llamaste Grell– dijo Alan con molestia.
–¿Qué?, claro que no.
–Lo hiciste.
–Lo lamento, de verdad, es solo que, estoy cansado supongo.
–Eric, tú quieres a Grell ¿cierto?, te gusta – Alan preguntó con tristeza.
–Claro que no. “La roja”, Grell, es sólo un buen amigo, amiga o lo que sea que sea ese pelirrojo de sexo confuso– se burló con nerviosismo Eric.
–Grell es como una hermana para mi.
–Dime que te ocurre, entonces, confía en mi. Somos amigos– pidió Alan. Pronto todo dio un giro de 180° . Un fuerte dolor en el pecho derrumbó al chico menudo. –¡Alan! – Eric de inmediato corrió en auxilio de su amigo, se lanzó ágilmente a lado de este para evitar que cayera y se hiciera más daño.
Alan no podía respirar, un dolor terrible oprimió su corazón y de pronto todo se volvió negro.
…
Lo último que Alan recuerda es a Eric gritando su nombre. Al abrir los ojos, el chico no sabe donde está, se siente desubicado, la habitación es de color crema y huele a desinfectante –un hospital– murmura con amargura.
–¿Cómo estás?, ¿te sientes bien?, ¿quieres algo? – un angustiado Eric bombardeó con preguntas al convaleciente Alan. –Estoy bien, gracias– fue la respuesta acompañada de una sonrisa triste.
–Lo lamento, no quise preocuparte ni arruinar la comida– se disculpó.
–Tonterías– Eric se sentó a un costado de la cama de Alan y acarició el cabello de este, despeinándole juguetonamente. –Lo importante es que ya estés bien, me diste un gran susto.
–Lo lamento.
–Ya le informé a William de lo ocurrido, no te preocupes por nada, yo me encargaré de todo.
–¿Porqué? –pidió Alan con mirada gacha. –¿Porqué? ¿qué? –respondió Eric –William tiene que saber que no volverás al trabajo.
–No, ¿Porqué haces esto por mi?, cuidarme. Podrías estar divirtiéndote en otro sitio.
–Tonterías. Me preocupo por ti Alan, me importas. Después de todo, somos amigos y te aprecio.
….