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Entre sombras por Syarehn

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Notas del capitulo:

Buenas noches, mundito~  aquí estamos de nuevo Cadiie y yo con nuevo capítulo.

CAPÍTULO II

Sombras de culpa

 

 

「Ocho meses después

 

«¿Qué estoy haciendo?» Se preguntó mientras se levantaba de la cama donde Sharon yacía dormida.

 

La habitación olía a sexo y al perfume fino de la agente, pero aquella mezcla de aromas estaba enfermando a Steve, así que con cautela tomó su pantalón y salió deseando dejar de sentirse tan absurdo, tan vacío. Tan estúpido.

 

Escuchó el sonido del contenedor en el cual Bucky se mantenía en un sueño gélido y lo envidió. En momentos cómo ese deseaba no haber despertado jamás y seguir perdido en un mundo de hielo, o simplemente haber muerto en su época. Pero estaba allí, viviendo, equivocándose y pagando con pedazos de su alma y cordura cada error cometido.

 

Se frotó el cabello con desespero e instintivamente llevó sus manos al celular en su bolsa trasera, aquel acto era ya un hábito inconsciente. Desbloqueó la pantalla y exhaló. Cómo deseaba que sonara, cómo deseaba escuchar su voz aunque hubiera miles de kilómetros de distancia. Cómo deseaba acortarlos.

 

Cerró los ojos y por un momento le pareció verlo deambular en su taller, frunciendo el ceño cuando algo no encajaba o cuando BABAS hacía un despliegue de torpeza. Casi pudo percibir el café hirviendo, esparciendo deliciosamente su aroma por la cocina y se recordó a sí mismo tirando en secreto las sobras de éste en la tarja. Sonrió. A Tony le disgustaba que lo hicieran pero sus muecas de enfado temporal eran encantadoras, nadie podía culparlo por provocarlas.

 

Se preguntó qué estaría haciendo, si estaría mirando aquel móvil al igual que él. Si pensaría en él día y noche como Steve hacía. O quizá Tony lo odiaba –con justa razón–. Tal vez Pepper había vuelto o alguien más se colaba en su vida para darle lo que él no pudo. Lo que él deseaba brindarle ahora. Los celos le hicieron un nudo en la boca de su estómago.

 

Tenía casi ocho meses de no saber nada de Tony. Recordó que la última información que había escuchado por parte de Natasha –quien era la que aún fungía como agente secreto espiándole–, era que Tony había viajado a Washington D.C., para el funeral de su mejor amigo Rhodey. En realidad, él nunca compartió mucho tiempo con el militar, pero sabía que para Tony, él era como un hermano, y obviamente su muerte era algo devastador para él. No pudo evitar que un atisbo de culpa se instalara en su corazón, ya que debido a esa batalla, fue que Rhodey había muerto.

 

Le había arrancado a Tony a una de las pocas personas valiosas que tenía en su vida. Habría querido estar ahí para acompañarle, pero sabía que no podía en ese momento; las cosas se encontraban aún muy tensas entre ellos y sabía que no dudaría en mandarlo a la mierda. Claro, en un obvio impulso de sentimientos. No es que verdaderamente pensara así.

 

Pero después de ello, nada. Natasha comentó que a su regreso a Nueva York, Tony se encerró en la –ex– torre de Los Vengadores y, según sus notas, no había nadie dentro de ella. No había vuelto a salir ni asomarse por ningún lado. Tony estaba solo.

 

En la pantalla del móvil se leía el contacto con el que lo había registrado. Quería llamarlo, cada partícula de su ser se los exigía, pero ¿sería presionarlo demasiado? Él había sido un aprovechado al tomar una decisión de ese calibre; abandonar todo lo que construyó en ese nuevo siglo fue devastador, incluso para él –aunque apenas se percate de las consecuencias–. Por ello, quería darle su tiempo… después de todo, estaba seguro que Tony pronto le llamaría, podía jurarlo en ese momento sin dudar.

 

Aquel aparato era una tortura, una que representaba la última vela encendida entre ambos.

 

Un escalofrío lo recorrió al imaginarla extinguiéndose.

 

Él jamás quiso lastimar a Tony sólo…, sólo quería mantenerlo en una burbuja de tranquila ignorancia; ya había suficiente leña en el fuego a causa de los Acuerdos y la supuesta responsabilidad de Bucky en los atentados en Viena, como para arrojar el madero más grande bañado en combustible.

 

Qué estúpido pensamiento egoísta. 

 

Qué lógica tan incoherente.

 

Steve no sólo había cavado su propia tumba, también había hecho lo propio por la de Tony y no conforme con eso, él mismo lo había arrojado a esa fosa oscura de soledad y amargura, de fantasmas y heridas pasadas.

 

Se recordó a sí mismo dejándolo atrás, lastimado en todo sentido mientras las palabras de Tony resonaron en su mente humedeciéndole los ojos: «Lo hizo mi padre. No lo mereces.» había dicho. ¡Y Dios, era tan cierto! Aquel escudo pertenecía al chico de Brooklyn al que Erskine le había aconsejado ser un buen hombre, al que Howard ayudó incondicionalmente y del que Peggy se enamoró. Pero este nuevo Steve Rogers los había traicionado a los tres, por eso soltó el escudo.

 

Tony tenía razón, ya no lo merecía.

 

Apretó los puños con fuerza hasta que el dolor de la tensión subió por sus brazos. Sin embargo, eso era lo que necesitaba: un dolor físico que le permitiera olvidar aunque fuese por un segundo el dolor que le desgarraba el alma. Recargó su cabeza en el cristal de la enorme ventana que le mostraba la imponente selva de Wakanda, ahora empañada por el gemido ahogado que había salido silente de sus labios, porque su voz no existía cuando pensaba en él, se quebraba en su garganta impidiéndole respirar. Y es que bastaba con rememorar la decepción en los irises avellana para romperlo por dentro, ¡Eran tan malditamente expresivos que lo desarmaban! Esos ojos eran su dicha y su respuesta a todo, le devolvían la vida, la fuerza y le daban un motivo para levantarse cada mañana, pero al mismo tiempo eran su perdición, su infierno personal. Lo hacían sentir miserable ¡Y lo era!, ¡Se sentía como el sujeto más nefasto y mentiroso de la historia!

 

Él sabía la enorme lista de caídas sentimentales y carencias emocionales de Tony Stark. Él le había dicho que estaría siempre a su lado, se ganó su confianza y…, y luego se dio el lujo de arrojarla a la basura como si Tony no hubiese pasado ya por suficientes traumas y decepciones. Pero claro, él también debía dejar su marca en el muro de las traiciones y golpes bajos en que se había convertido el corazón de Tony Stark.

 

Tony tendría razón si no quería verlo de nuevo.

 

No obstante, su infinita necesidad de tenerlo cerca podía más que su animosidad por dejarlo ir. Su amor por él lo hacía egoísta al grado de desear retenerlo a su lado, de estar en sus pensamientos de la forma que fuera.

 

Una parte de él, una gran parte, le decía que fuera por él, que se postrara de ser necesario hasta que la absolución de Tony llegara. Pero a la otra parte le amedrentaba el rechazo, el desprecio que el castaño seguramente le tenía. Quién lo diría, el valeroso Capitán América acobardado ante la posibilidad un «no» por parte de Tony Stark.

 

Su primer mecanismo de defensa fue decirse a sí mismo que no podía ser tan difícil olvidar algo que en realidad jamás se tuvo, pues su relación con el ingeniero realmente nunca fue una relación, era más bien una constante espiral de buenos momentos, insinuaciones –que nunca salían de un marco amistoso–, constantes desacuerdos, tensión, discusiones y entonces el ciclo reiniciaba. Sin embargo, a cada vuelta de esa espiral ascendente, sus sentimientos por Tony también crecían. Prueba de ello fue aquella noche en casa de Clint: ¡Qué tortura había sido tenerlo tan cerca y no atreverse a tocarlo, a besarlo! ¡El sentimiento estaba ahí y casi podría jurar que era correspondido! ¿¡Entonces por qué lo dejó ir!? ¿Por qué parecía estar saboteándose así mismo, cometiendo error tras error? 

 

«Miedo» dijo una vocecilla en su mente. Miedo a la magnitud de sus sentimientos por el hijo de Howard. Miedo porque nunca antes creyó posible sentir por alguien un amor que parecía inconmensurable, pero al mismo tiempo vivir en un constante choque de ideologías. Tony Stark lo había llevado a un punto de contradicción y de quiebre, desafiando toda creencia o lógica a la que Steve estaba acostumbrado, a la única herencia que le habían dejado sus padres.

 

¡Y aun así se aferró a esa tregua en Siberia! Quiso creer que Tony jamás se enteraría, que la situación estaba bajo control. Pero terminaron cruzando una línea en la que ya no había marcha atrás. Las emociones se desbordaron y…

 

«Al menos Bucky está vivo.» Se consoló con amargura. Era su amigo, tenían un lazo inquebrantable, era su ancla a su vida anterior. «Pero el costo es demasiado alto.» Concluyó, sabiendo que había sido iluso al creer que podría llenar el espacio de Tony; nadie era comparable a él, nadie se le acercaba ni siquiera mínimamente a lo que Tony Stark le provocaba con una mirada breve o un efímero roce… y hasta ahora lo entendía. Su felicidad nunca había estado a lado de Peggy, mucho menos con Sharon. Y se asqueó de sí mismo al ser consciente de que había usado a la sobrina de su primer amor para tratar de olvidar a Tony. Se sentía tan ruin, tan asquerosamente nefasto.

 

—¿Steve? —La voz de Sharon se escuchó desde el otro lado de la estancia. Había despertado. El rubio la escuchó acercándose y deseó nunca haberla llevado ahí, pero sabía que al igual que el resto del equipo corría peligro por haberlo ayudado—. ¿Estás bien? —preguntó a su espalda cuando lo vio en la ventana.

 

Steve se tragó una respuesta. ¡Por supuesto que no estaba bien!, ¡Jamás lo estuvo!

 

Sintió las manos de Sharon en sus hombros y se aborreció aún más. Ella no merecía eso, no merecía ser el intento de reemplazo de alguien. Se apartó con cuidado, sin mirarla. No se atrevía a sostenerle la mirada cuando la noche anterior la había besado pensando en Tony, cerrando los ojos mientras imaginaba que era Iron Man a quien recostaba en la cama y llenaba de caricias ansiosas y besos desesperados consumiéndose en el amor.

 

Había pensado tonta y egoístamente que en los brazos de Sharon encontraría el calor y la tranquilidad que se habían quedado con el castaño, que besándola su deseo por los labios de Tony Stark desaparecería. Steve había querido olvidar su ausencia, su ruptura. Sin embargo resultó contraproducente; por más que intentaba sacárselo de la mente, ésta se aferraba a traerlo de vuelta junto a la fatídica certeza de que Tony no estaba ni estaría allí. Él se estaba marchando de su vida y era su culpa.

 

—Esto fue un error —admitió Steve, saliendo de la habitación al sentirse abominable.

 

Sharon lo observó alejarse pero no lo siguió. Era lo suficientemente inteligente y digna como para rogarle. El mensaje había sido directo, ¿qué más necesitaba para comprender que Steve Rogers nunca sería para ella?

 

Steve anduvo sin rumbo fijo durante un rato por la mansión. Se sentía inseguro con él mismo e injusto con Tony, ya que éste último era quien menos tenía culpa y a quién más señalaban todos. Nadie sabía que Bucky fue el asesino de los Stark, ese secreto había sido guardado con recelo durante tanto tiempo, dejando con ello que todos cayeran en la ignorancia, responsabilizando de todo a Tony y su egocentrismo…

 

Pero él era la prueba viviente del egoísmo. No era lo suficientemente fuerte para alejarse por completo de Tony; le necesitaba como al aire que respiraba. Tenía que saberse presente en su vida de una forma u otra.

 

Caminó nuevamente hasta llegar a un lugar diferente para terminar recostándose sobre la cama que tenía enfrente. Esa noche, Steve se quedó en la habitación que había sido designado a Bucky y que ahora estaba vacía. Cayó dormido con el celular sobre el pecho mientras repetía el nombre de Tony hasta que pudiese olvidar el propio.

 

Porque tal vez ese era el castigo que merecía; vivir entre la ansiedad perpetua de tenerlo y la culpa por lastimarlo. Quizá sólo le quedaba continuar alimentándose de su recuerdo y de fantasías.

 

.

. »« .

.

 

—No creo que sea un buen momento.

 

Steve abrió los ojos con dificultad. La luz del sol le daba de lleno en la cara y los susurros de sus compañeros se escuchaban justo afuera de la habitación en la que se hallaba. Talló con sus manos sus ojos para despejarse un poco de aquel sueño que aún le embargaba.

 

—Igual va a enterarse y será peor. —Ésa era la voz de Clint, reconocía a la perfección su timbre de voz—. ¿Es que no aprendieron nada sobre no guardar secretos? —dijo, haciendo obvia referencia a la situación de Steve y Tony. El rubio sintió una punzada en el pecho.

 

—¿Y quién se lo dirá? No seré yo —se deslindó Sam.

 

La curiosidad de Steve crecía con cada frase que lograba escuchar. Entonces el rubio se levantó de golpe guardando el celular en el bolsillo trasero de su pantalón, caminando en puntillas hasta la puerta para recargarse en ella y escuchar mejor lo que decían. Era obvio que hablaban de él.

 

—Yo lo haré. —decretó Wanda, con su voz siempre firme. Aunque su firmeza palideció al ver a Steve en el marco de la puerta, mirándola en espera de una explicación. Nadie lo había escuchado salir.

 

—¿Y bien? —cuestionó el soldado mirando uno a uno a todos los presentes en la sala.

 

Un incómodo silencio llenó la habitación cuando todos esquivaron la mirada del Capitán; a cada segundo que moría, Steve notaba cómo su corazón se aceleraba y el miedo comenzaba a crecer en él. ¿Por qué temían decirle aquello de lo que hablaban?, ¿Qué tan grave era que los mantenía silentes? Apretó su mandíbula, intentando contener de esa forma la ansiedad que crecía dentro de él.

 

—La torre explotó, Capitán. —Fue T’Challa el que lo dijo.

 

—Tony —murmuró Steve entendiendo rápidamente a qué se referían. Su rostro comenzó a cambiar y el terror se hizo uno mismo con él. Su mirada se perdió en algún punto de su mente, negándose a pensar lo peor—. ¿Dónde está Tony? ¿¡Cómo está!? —Gritó, frustrándose al recibir sólo miradas evasivas—. ¿¡Dónde está Tony, Clint!?

 

—Las noticias lo dan por muerto —acotó el arquero, bajando la mirada hacia el piso. Mordió su labio inferior y vio cómo su rostro se enmarcaba con tristeza—. No hallaron su cuerpo pero con la cantidad de energía que sustentaba el reactor ARC para la torre, es lógico que no haya… nada que encontrar. Apenas si hay rastros de sus trajes.

 

—No —musitó Steve—. Estamos hablando de Tony, él no puede estar muerto. Debió… debió haber salido antes, no hay manera en que él… —Su voz se quebró y los ojos comenzaron a escuecerle mientras las lágrimas pugnaban por salir.

 

—Nat está buscándolo al igual que SHIELD. Pero, Capitán, siendo realistas… —Clint no se animó a continuar, ya que detrás de lo que él iba a decir se encontraba una triste verdad para él.

 

—¡No!  —Gritó desesperado—. ¡Debe estar ahí, en alguna parte!

 

Y cientos de teorías sobre conspiraciones y escapes de último momento llenaron la cabeza del soldado. Porque Tony no podía morir, él simplemente era un genio, ¡No podía! Todos menos él. Llevó una de sus manos a su rostro y lo frotó con fuerza, intentando que la desesperación no comenzara a ganar terreno; los latidos de su corazón aumentaron rápidamente y sentía crecer un dolor en el abdomen, como si alguien le hubiese golpeado con todas sus fuerzas. El mundo sería ilógico y vacío sin Tony Stark. ¡Todos lo sabían!

 

Tomó el móvil de su bolsa trasera y marcó. Al diablo la pelea en Siberia, al diablo el tiempo de espera y el miedo a sus sentimientos por Tony y a su rechazo; todo eso sonaba mundano, era prioridad saber de él. Necesitaba saber que estaba a salvo. Necesitaba escuchar su voz o se volvería loco de dolor.

 

Un inmenso hueco se formó en la boca de su estómago cuando la notificación de línea muerta llegó a sus oídos. Se mordió la lengua para no gritar y el sabor metálico le inundó la boca. Miles de pensamientos se cruzaron por su mente, muchos de ellos fatalistas, muchos de ellos, presentándole a un Tony muerto entre escombros, solo. Sacudió su cabeza, fastidiado de pensar y no actuar. Apretó el móvil tan fuerte que tronó entre sus dedos y tras arrojarlo a suelo tomó una decisión.

 

—Iré a buscarlo —dijo, sin esperar replicas.

 

No iba a aceptar la muerte de Tony sin confirmarlo él mismo. No iba a perderlo sin siquiera haber intentado encontrarlo. No de nuevo.

 

.

. »« .

.

 

Clint manejaba el helicóptero que les había prestado T’Challa para arribar lo más pronto posible a la ciudad de Nueva York. Durante el trayecto, el Capitán se encontraba en absoluto silencio, ningún sonido emitía de su boca y eso al arquero le preocupaba en demasía; desde que dijo que iría a buscarlo por él mismo, no pasaron ni cinco minutos antes de que todo estuviese listo para despegar; Steve no había desayunado ni cenado, tampoco aseado e incluso, se subió a esa misión sin portar siquiera su traje de batalla.

 

Recordó cómo hace bastantes kilómetros se separaron de Sam y Scott, dejándoles atrás para que realizaran un rastreo acerca de señales que pudiese haber dejado Tony en el camino. Natasha y SHIELD ya se encontraban haciendo su parte. Sus recursos humanos eran limitados, ahora es cuando vendría bien tener la ayuda de Hulk y el dios todo poderoso de Thor o Loki y su magia –obligado de cooperar por el anterior mencionado–.

 

Revirando su vista súper dotada, Barton observaba cómo todo el cuerpo de Steve se encontraba tenso, sumergido en un estado de profundo estrés marcando cada uno de sus músculos, como si estos se prepararan para pelear una batalla que aún no sabían si existía. Escuchaba que al otro le costaba respirar, e incluso que esa misma angustia comenzaba a traspasar sus poros hasta llegar a él. Comenzó a ponerse nervioso por una extraña razón que desconocía.

 

Aunque admitía, que bastante de lo que pasaba en ese momento era su responsabilidad debido a todo lo derivado de la batalla que tuvieron meses atrás. Le dieron la espalda a Tony Stark, él mismo le ignoró cuando fue al fuerte a platicar con ellos y le tachó de traidor. En ese momento, no se percataba de lo injusto que había sido. Eventualmente y al enterarse de la muerte de Rhodey, no le llamaron ni le enviaron condolencias, simplemente habían optado por ignorar el dolor que, sabían, pasaba Tony. ¿Quién entonces había sido el traidor?, ¿eso era lo que estaba enseñándole a sus hijos, a darle la espalda a los camaradas?

 

Se sintió escoria. Y si él se sentía así, no imaginaba cómo se sentiría Steve ante todo lo que había pasado en los últimos meses. Era noticia del colectivo que el valeroso Capitán América poseía sentimientos amorosos hacia Iron Man, hacia Tony Stark. Sintió escalofríos y lo comparó con su situación, ¿Cómo se sentiría él al darle la espalda a su esposa en un momento difícil?

 

Vaya mierda habían sido todos con Tony, incluyéndole. Pidió una disculpa, pensando que el multimillonario la escucharía donde quiera que estuviese.

 

—Ey Cap., lo encontraremos —comentó con una escueta sonrisa, aunque en el fondo pensaba todo lo contrario. Tendía a ser realista y él no era un genio, pero sabía que el reactor ARC tenía la suficiente energía para no dejar nada a su paso.

 

Clint volteó hacia atrás y vio a Wanda sentada en uno de los asientos traseros, igual de seria que Steve. Él sabía por qué tenía esa pesadez en su rostro; desde que los Vengadores se separaron, Visión no se ha comunicado con Wanda ni una sola vez a pesar de habérselo prometido y eso la perturbaba cada noche. Ella estaba segura que, aunque Natasha nunca había indicado que Tony estuviese con Visión, ellos se encontraban juntos. De esa forma, ofreció su ayuda para, en caso que Tony se encontrara cerca y con vida, pudiese localizarle de forma rápida con sus poderes de bruja. Pero si no lo hacía…

 

—Llegamos.

 

La voz dura y sin sentimientos de Steve alertó a Barton y contempló a lo lejos la Estatua de la Libertad. Giró un poco, buscando un lugar en el cual estacionar el helicóptero, que quedase cerca de donde se suponía que estaba la Torre de los Vengadores. Las hélices comenzaron a perder su fuerza hasta descender completamente sobre el edificio a unas calles del lugar de los hechos.

 

Cuando bajaron y pisaron sobre el cemento, sintieron el calor que brindaba la imperiosa ciudad de Nueva York; nada comparado con el clima de Wakanda, pero de alguna forma, era abrumador. Se sintieron incómodos, tenían meses sin ir ahí y justo su visita era de búsqueda y rescate con su viejo camarada. Clint preparó su arco y flechas sobre su espalda y esperó a que las otras tres personas que iban  junto a él estuviesen preparadas.

 

—Muy bien, ¿cómo se supone que llegaremos hasta allá? —Preguntó Clint mirando el hueco vacío que había dejado la destrucción de la torre de los Vengadores a algunos edificios de distancia.

 

—A la antigua —dijo el Capitán haciéndose unos pasos hacia atrás para tomar vuelo y correr hasta el borde para saltar al edificio contiguo y caer perfectamente en el techo sin sufrir ningún raspón.

 

—Claro, ¡eso lo dice quién tiene la fórmula del súper soldado corriendo por sus venas! —Gritó Barton un poco molesto. Confiaba en sus capacidades, pero eso de saltar edificios ya era algo que sí pensaba dos veces—. Bien, no es momento de echarse para atrás. —Con rapidez tomó vuelo para realizar la misma pericia que el otro, sin embargo, lanzó una de sus flechas que tenía insertada una cuerda con la cual, en caso de caer, la usaría para escalar. Afortunadamente, no hizo uso de él, pero si cayó sobre su hombro.

 

—Sólo tenías que pedir ayuda, Clint Barton —dijo Wanda llegando con ambos gracias a sus poderes de levitación que había aprendido a controlar recientemente. Rió un poco al ver el mohín que hizo Clint cuando vio que ella llegó sin ningún rasguño.

 

Continuaron saltando entre edificios hasta que se acercaron lo más que pudieron, quedando a un costado derecho del lugar vacío. Desde lo alto, podían observar la gran cantidad de escombros que había; Steve tragó duro la poca saliva que había acumulado en su boca, bastante inseguro al ver con sus propios ojos todo el desastre que había.

 

Clint clavó una flecha en lo alto del edificio, para atar la cuerda y bajar por ella, ayudando de esa forma a Steve para hacerlo de la manera más rápida. Al llegar a la zona de resguardo, Wanda encantó a los policías poniéndoles un conjuro para que ignoraran su presencia.

 

Se habrían evitado muchos problemas si la chica hubiese aprendido a hacer eso antes.

 

Clint desvió la mirada al ver la “A” gigantesca partida en dos enormes pedazos. Él había formado una segunda familia y dejó morir al que fuese su hermano, uno inmaduro y presuntuoso, pero su hermano al fin.

 

—Había una planta subterránea. Era más fuerte que un bunker, Tony debió resguardarse ahí, así que debe haber algún rastro de su paradero —dijo Steve abriéndose paso entre los bloques de concreto y varillas. Lucía preocupado a morir, pero no perdía la esperanza. No iba a resignarse a perderlo, lo encontraría así tuviese que cavar con sus propias manos.

 

De hecho, estaba levantando escombro por escombro en la zona en la que recordaba la entrada al subterráneo cuando éstos se levantaron de golpe, levitando sobre su cabeza antes de caer varios metros a su izquierda.

 

—No sé cómo es que nadie recuerda que puedo mover cosas con mi mente —ironizó Wanda rodando los ojos antes de abrir las compuertas hacia abajo.

 

Steve la miró apenado y agradecido antes de saltar al sótano donde Tony solía hacer pruebas con Bruce, donde había diseñado y creado a Verónica, donde tantas veces bajó por el simple hecho de verlo trabajar concentrado o hablar con sus creaciones como si fueran sus hijos. Tony Stark era sin lugar a dudas lo más preciado para él. Y aun así su orgullo pudo más, su miedo… qué patético se sentía. Su seguridad rayaba en la arrogancia al creer que Tony volvería a él a pesar del daño causado.

 

Clint y T’Challa lo siguieron de inmediato, y el arquero lanzó una flecha luminosa para ver mejor. Wanda aguardó arriba para cuidarles la espalda.

 

Con el corazón en la mano y la ansiedad a flor de piel, Steve escrudiñó el lugar detalladamente, dando paso al asombro y al terror en sus orbes azules; los cristales de las puertas estaban rotos y…

 

—La explosión también llegó aquí —murmuró el rey de Wakanda, consternado y sintiendo de verdad la inminente muerte del Hombre de Hierro. Veía cómo Steve andaba de un lado a otro, con la obvia esperanza de comprender por qué el daño había alcanzado ese lugar si podía soportar el impacto de un meteorito.

 

No quedaba más que trozos de cosas, placas de metal y otros objetos ferrosos. Clint se inclinó al ver reconocer un viejo marco que Pepper les había regalado en su primer aniversario como Los Vengadores; era una foto del equipo, la única en la que salían los seis que iniciaron aquel proyecto. Ninguno recordaba el momento en el que fue tomada pero todos estaban alrededor de una mesa en el pent house de la Torre, bebiendo. Lucían felices después de la derrota de Loki. ¡Hasta Natasha estaba sonriendo!

 

Habían sido una familia.

 

La foto estaba muy quemada, producto de la explosión, y partida a la mitad, producto de Tony, seguramente. Clint no se atrevió a culparlo ni a mostrársela a Steve, simplemente continuó sosteniéndola con una de sus manos. Sin embargo, el Capitán tenía su propio recordatorio físico para torturarse, pues cuando el arquero levantó la mirada hacia él, éste estaba de rodillas entre los cristales de las puertas, sin importarle que éstos se clavaran en su piel.

 

Clint se acercó aun con la foto en la mano y trató de enfocar la mirada para ver lo que había derribado así al Capitán. Una punzada le atravesó el pecho al pensar que podía tratarse del cadáver de Tony.

 

—¿Cap? —Le llamó, pero Steve seguía absorto en su propia bruma de dolor.

 

Entre los escombros estaban fragmentos de los trajes de Tony, pedazos quemados y deformados, retorcidos y descoloridos. No obstante, lo que observaba Steve era lo que alguna vez fue el pecho de una armadura, incrustado en la pared.

 

Clint se guardó aquello de las ironías y malos chistes negros cuando notó que lo que sostenía aquel pedazo de metal apenas reconocible era el escudo del capitán, perforándolo justo en medio del reactor. O mejor dicho, una parte del escudo.

 

La otra parte yacía en el suelo a varios metros de allí. T’Challa jamás creyó vivir para ver un poder capaz de partir el vibranium por la mitad. Le causó miedo sólo pensar que Tony estaba ahí al momento de la explosión; sabía que había sido una muerte rápida, era lógico, pero aun así, no imaginaba el dolor que debió de haber sentido el multimillonario durante sus últimos segundos de vida.

 

Nadie merecía pasar por tal calvario.

 

T’Challa comprendió que todos en esa habitación pensaron lo mismo que él. Nadie podía decir palabra alguna, ya que la escena que se mostraba frente a ellos decía más que mil palabras. Angustiado y sin poder soportarlo, retiró su vista del lugar; y se concentró en continuar hurgando la zona con más detenimiento, buscando una pista o algún indicio de algo que les regresara la esperanza.

 

Pero cada vez que observaban algo nuevo, su fe disminuía por completo.  

 

Steve no comprendía del todo aquella escena llena de sadismo e ironía que se presentaba frente a él. Los recuerdos comenzaron a torturarle, recordándole del día de la batalla en Siberia y cómo había clavado justo en el centro del pecho del traje de Iron Man su escudo para desactivar el reactor con el que funcionaba. La misma escena se repetía justo en ese momento. Pero él lo hizo para que se detuviera, lo hizo por su bien

 

Y ahí estaban las consecuencias de sus actos.

 

Steve logró sentir cómo su sangre corría lentamente por su cuerpo. No podía pensar ni moverse debido a todas las escenas trágicas que se mostraban su mente en torno a Tony. Tomó su cabeza con ambas manos y jaló su cabello desesperado por quitarse todas las ideas fatalistas que consumían su mente. Las lágrimas no tardaron en salir al comprobar que Clint había llegado lo más lejos que podía, contemplando cómo más allá de eso, sólo existía una pared rota y vacía que daba hacia la tierra del subsuelo que rodeaba el bunker.

 

No había nada ahí. Nada excepto destrucción.

 

No estaba Tony. Su Tony, lo único que le importaba más que nada en el mundo y sencillamente no aparecía por ningún lugar. Comenzaba a sentirse pequeño en ese momento. El chico de Brooklyn que solía ser cuando era un crío inseguro y débil, regresó para sustituir todo el valor y esperanza por la inseguridad y desesperación que sentía por encontrar a su castaño.

 

Todo el teatro del teléfono y la carta comenzó a parecerle idiota en esos momentos. ¿De qué servía que quisiera continuar en contacto con Tony si él no se atrevía a dar la cara primero?, ¿Cómo había llegado a pensar que de esa forma lo cuidaría? Era predecible que, Tony estando solo, fuera el blanco de más de un villano de los que se había apañado a lo largo de su vida. Era su culpa, le había dejado a su suerte sin protección. Debió haberse presentado, debió ser él quien le protegiera de todo y de todos.

 

Jamás se lo perdonaría.

 

—Wanda, ¿sientes algún indicio de Tony o Visión? —Preguntó Clint a través de su intercomunicador, sintiendo profunda pena de ver a su líder caído.

Los segundos transcurrieron sin que recibiera una respuesta, tal vez porque la bruja comenzaba a realizar una búsqueda con sus poderes al escuchar la pregunta de Barton. Posteriormente, un soplido provenía del lugar dónde se encontraba Wanda y sabían que eso no era bueno.

 

—No, nada. —La voz de Wanda se escuchaba perturbada—. Es como si hubiesen desaparecido de la faz de la tierra.

 

Steve no pudo más, soltó todo lo que comenzaba a atorarse en su interior, liberando el nudo que se hacía en su garganta. Con sus puños, comenzó a  golpear el suelo repetidas veces formando lo que parecía ser un agujero. Su fuerza era descomunal y T’Challa se asombró al ver la ira descontrolada de Rogers por primera vez.

 

Un grito desgarrador hizo eco en aquel lugar desierto, lleno de escombros.

 

Así se sentía Steve en ese momento; su interior se había derrumbado por completo.

 

Tony ya no estaba. No más.

.

. »« .

.

 

La inmensa selva lucía imponente a la vista de los tripulantes de la nave que sobrevolaba el área. Un jet camuflado, invisible incluso para la vista más aguda y la más alta tecnología, por lo que era incapaz de ser rastreado. El piloto automático lo guiaba, completamente silente para no alertar a los animales que poseían un fino oído.

 

El sol de mediodía comenzaba a hacer sus efectos, ya que el calor resultaba sofocante para los que se encontraban dentro de la nave, por lo que uno de los tripulantes, el que se encontraba sobre un sillón de vinil, se quitó la pesada gabardina oscura que llevaba puesta desde que emprendiera el viaje, quedándose únicamente con la camisa gris y el chaleco negro que portaba mientras abanicaba con el folder en que se encontraba todo el análisis que había realizado del complejo que pretendía invadir en un par de momentos.

 

Con una mueca de hastío por el clima, observó que, a lo lejos, una cascada se hacía presente dejando ver que a su costado estaba la piedra tallada que representaba a una pantera. Frotó su barba jugando con ella y el picor que le provocaba.

 

Estamos a dos minutos de arribar, Jefe.

 

Escuchó atentamente la voz que hablaba a través de los parlantes y una sonrisa ladina adornó su rostro; todo a partir de ese momento cobraría un nuevo sentido.

Notas finales:

Amo las notas finales porque siento que puedo explayarme a mi antojo (?)

Primero que nada quisiera agradecer a nombre mío y de mi bella co-autora Cadiie el apoyo que le están dando al fic, no esperábamos tan maravillosa recepción de su parte. ¡Gracias! Esperamos que sigan disfrutándolo. Y tranquilos, el dolor irá bajando de nivel paulatinamente ;)

Como segundo punto; cambiaremos los días de las actualizaciones para los domingos xD (al menos acá en México aún es domingo~)

Y ya para acabar y como liberación personal sólo diré: ¡Carajo! ¡Cómo necesitaba que Steve sufriera! ¿Ustedes no? ¿Sólo Cad y yo queríamos que llorara sangre un rato?

.

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Besos nocturnos, bello mundito lector 💕

Cadiie & Syarehn


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