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Las puertas que no deben abrirse, no pueden cerrarse por BocaDeSerpiente

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"De Harry a Harry y Draco"

—…este me agrada —Puntualizó, agitando una de las cuartillas en el aire. Se acomodó en el asiento, se aclaró la garganta y procedió a leerla, en una voz clara y suave, que enseguida llenó la sala de té—. "En caso de que Draco se moleste contigo, discúlpate. No importa lo que haya pasado, si fue tu culpa o no, ni siquiera si en realidad no sabes por qué se enojó; tú sólo pídele perdón y ya verás lo que ocurre. Es uno de los secretos en nuestra relación, que te mantendrán a salvo".

Draco se echó a reír por lo bajo al dejar la página de lado, para continuar leyendo las demás. Estaban en una de las salas de invitados de la Mansión Malfoy, él se había ausentado de un compromiso en la botica, alegando que la familia lo necesitaba ese día, y los dos estaban frente a la chimenea, en unos sillones de aspecto victoriano y costoso, intercambiando las observaciones del otro Harry, con tazas de té y galletas, mientras esperaban que las clases de los niños hubiesen terminado.

Nada más despertar, Malfoy le había instado a seguir una serie de pasos que debía hacerlo ver más normal, entre los que estaba ir a despertar a las niñas, ayudar con el desayuno, y asegurarse de que James se bañase antes de vestirse y Lily no se pusiese los zapatos al revés. Le indicó cómo saludar a Narcissa Malfoy, asegurándole más de una vez que la mujer lo quería como un segundo hijo desde hace años, y desde que entraron a la sala y la reconoció como la misma del día anterior, momento en que había roto el silencio entre los dos, para contarle cómo James lo había descubierto, Draco parecía estar de un humor inmejorable, burlándose de él sin rastro de malicia y riéndose sin cubrirse la boca con el dorso de la mano, como le había visto hacer antes.

—¿En serio me disculpo todo el tiempo? —Se estiró por encima del reposabrazos de su sillón, y sobre Malfoy a la vez, ganándose un quejido y un toque en un punto exacto, del que ni siquiera era consciente, que lo hizo retorcerse y echarse hacia atrás, con una carcajada histérica por las cosquillas. Harry intentó no observarlo boquiabierto.

Ese era otro asunto; aquel Draco lo conocía incluso mejor de lo que él lo hacía. Cuando los elfos se aparecieron con un té negro y de un aroma que picaba en la nariz, había rehusado la oferta, hasta que Malfoy sirvió una taza, se la pasó y le dijo que era uno que le gustaba, que no perdía nada con probarlo. Cuando lo hizo, descubrió que el olor no tenía nada similar al sabor, y ya llevaba al menos tres tazas por su cuenta.

Ahora también las cosquillas. Harry siempre pensó que él no tenía puntos de cosquillas. No se imaginaba cómo, al igual que muchas otras cosas, lo había descubierto Draco.

—Sí, lo haces desde hace años —Asintió Malfoy, solemne, a pesar de que era obvio que quería reírse de su sorpresa cuando lo tocó en un costado y lo hizo apartarse—. Es un buen método, si lo piensas bien; cuando te disculpas, eres adorable, como un perrito lastimado, y me hace sentir mal. Normalmente se me pasa la molestia al oírte.

—¿Es que te gusta que se disculpen contigo?

Para su sorpresa -y a esas alturas, que se llevase sorpresas de él, todavía era increíble-, volvió a asentir.

—Madre me educó para valorar mucho una disculpa, es alguien que deja su orgullo de lado por ti, yo no soy capaz de hacerlo —Admitió, con la misma facilidad y soltura con que hacía parecer que no le afectaba reconocer sus puntos malos, como alguien que es bastante consciente de cada uno de ellos. Suponía que era un efecto de la edad—. Si alguien se disculpa, lo perdono; es sencillo. Lo que me molesta es no recibir la disculpa cuando creo merecerla.

—Que es siempre, ¿no?

Malfoy mostró una media sonrisa.

—Ya me estás entendiendo —Le guiñó y se llevó la taza a los labios para dar un sorbo, ajeno, en apariencia, al estremecimiento involuntario de Harry.

Estaba por agregar algo cuando escucharon la puerta abrirse, ambos giraron la cabeza al mismo tiempo, para encontrar a James parado bajo el umbral. Pasó la mirada de uno al otro, fijándose un poco más de tiempo del necesario en Harry, o en lo que estaba alrededor de él, su aura, y luego avanzó hacia Draco, subiéndose al mismo sillón que este y haciéndose un espacio entre su regazo y el reposabrazos. Su padre no sólo se lo permitió, sino que le regresó las cuartillas a Harry, y le pasó unas galletas saladas al niño, que comenzaba a hablarles de lo que su maestro particular le había explicado, con muchos ademanes exagerados y palabras en francés que se mezclaban con el resto.

Las niñas llegaron poco después, de la mano de Narcissa, y corrieron hacia Harry, subiéndose cada una a una de sus piernas. Cuando se acomodaron y empezaron a pedir y hacer pucheros, no les quedó de otra que almorzar en la Mansión.

Cuando Harry pensaba en el comedor de los Malfoy, se imaginaba una de estas mesas largas de más de treinta asientos, con un mantel bordado, velas, candelabros en el techo, y un platillo tras otro, de nombres impronunciables, servidos de bandejas de plata por los elfos domésticos. En cambio, se encontró a sí mismo en una mesa pequeña y redonda, cubierta por un techo plegable, en medio de un jardín de rosales, en donde veía a Narcissa Malfoy, la fría y elegante bruja sangrepura de un linaje ancestral, complacer a sus nietos, preguntándoles qué querían comer y haciendo que los elfos lo llevase para ellos.

Harry sentía una sonrisa crecer en su rostro al ver esa escena. No pudo evitar inclinarse hacia un lado, sujetando la mano de Draco, para llamar su atención. Era un gesto en el que no pensó, ni fue consciente. Otro impulso, tal vez no tan ajeno a esas alturas.

—¿Siempre ha sido así con ellos?

—Siempre —Asintió Malfoy, con una sonrisa suave—, los adora.

De cierto modo, le agradaba la idea de que sus hijos recibiesen tanto afecto de sus familiares. Como debía ser con cualquier niño, en su opinión.

Cuando tomaron la red flú para marcharse, fue Malfoy quien los guio hacia un escondrijo en el Londres muggle, al parecer, utilizados por los magos para ir y venir sin dificultades. Lo vio organizar a los niños, dándole instrucciones precisas a James, que lo observaba como si fuese un general de guerra y asentía, con una expresión determinada que, de alguna forma, se le antojaba más similar a la suya; el pequeño tomaba las manos de sus hermanas y caminaba, exactamente, tres pasos por delante de ellos. Cuando Draco deslizó un brazo por debajo del suyo y comenzaron a moverse entre la multitud londinense, con rumbo a un parque que les gustaba a sus hijos, este le explicó que James se tomaba muy en serio su papel de protector de las niñas, así que tuvieron un debate acerca de a qué Casa irían, de asistir a Hogwarts.

Malfoy estaba convencido de que Cissy era Slytherin hasta la médula, y Harry no podía negárselo. Los dos estaban de acuerdo, en parte, en que Lily podría ir a Hufflepuff, idea que se hizo más profunda cuando, en el parque, corrió hacia ellos con un pichuelo herido, para que lo curase con magia, y luego les pidió que la subiesen a la rama de su nido, para dejarlo ahí, con su familia. Para James, diferían; él decía que sería un buen Gryffindor, Draco estaba seguro de que encajaría mejor en Ravenclaw.

Sin darse cuenta, Harry hizo una broma sobre necesitar otro, para tener uno en cada Casa, y Malfoy le dijo que su versión adulta ya le había planteado ese punto y se echó a reír, negando. La vergüenza lo azotó cuando, tras un rato, se percató de que sonaba a que hacía planes, allí, con ellos. Con Draco.

Era una locura.

Ya que estaban cerca del verano, y para tener una excusa para distraerse, Harry llevó a los niños a unos botes a pedal en la laguna del parque, que manejó junto a James, mientras las niñas estaban en la orilla, Lily intentando dar con los pececillos, convencida de que podría hacerles 'cariñitos' igual que a un perro, y Cissy atrayéndolos hacia su hermana, con migajas de pan.

Se percató demasiado tarde del flash de una cámara, y al volverse, encontró a Draco al borde de la masa de agua, revisando la fotografía recién tomada de "padre e hijo" en el bote, con una mirada de aprobación. Harry intentó no pensar en lo mucho que le agradó aquello, en especial cuando volvieron al improvisado muelle del que partían, y escuchó a James y Malfoy hablar sobre agregarla al collage de la sala de la casa.

Regresaron tarde, los niños echando a correr en cuanto se encontraron en su hogar. Draco los organizaba, respecto a cuál niña se bañaba y cambiaba primero, y a dónde tendría James las lecciones, antes de la comida. Harry, bajo sus indicaciones, se encargó de que las pequeñas estuviesen ya limpias y en pijama, haciendo dibujos en la alfombra y sillones de la sala, mientras el mayor tenía una clase sobre su don de las auras, con su padre.

A pesar de que no era parte de sus obligaciones, ni tenía idea de qué hacer, intentó preparar la cena mediante hechizos sencillos, sólo para descubrir que no era tan fácil como Molly Weasley lo hacía ver, y terminar con algunos sándwiches de poca monta en la mesa, para cuando se desocuparon. Los niños estaban más que encantados con los ingredientes que utilizó (una rara mezcla de lo que encontró, que pensándolo bien, no podía ser la más sana).

Malfoy, en cambio, arqueó una ceja en su dirección, con una pregunta silenciosa en los ojos, que no supo interpretar. Se encogió ante la idea de que, quizás, hizo algo mal, y luego lo observó tomar asiento junto a sus hijos, darle una mordida a un sándwich con un misterioso relleno púrpura, al que no recordaba qué le había puesto, y apretar los labios unos segundos. Cuando creyó que lo rechazaría por completo, lo vio continuar hasta acabarlo, y con una floritura de varita, poner a hervir agua para hacer chocolate caliente para todos. Harry no sabía qué hacer para disimular la sonrisa que quería abrirse paso en su rostro.

Lily les habló durante casi toda la comida, a excepción de cuando uno de sus hermanos agregaba un comentario o tenía la boca llena, momento en que su padre le dirigía una mirada escueta de advertencia, para que conservase los modales en la mesa, lo que la convertía en una señorita de educación impecable, erguida en su silla y balanceando las piernas menos de lo que parecía acostumbrar.

Llevaron a los niños arriba entre los dos, turnándolos para que se cepillasen los dientes. Draco hacía una demostración frente al espejo, y ellos, decididos a hacer lo mismo, pretendían imitarlo y cepillarse solos. Después, más consciente de lo que tenía que hacer, subió a las niñas a una de las camas, y se acomodó con ellas, de cara a Malfoy, sentado con James en su regazo, al que le tocaba la lectura de ese día; de cierta forma, ni siquiera fue una sorpresa que también imitase las voces en cada diálogo, pero no pudo evitar reírse por lo bajo, a medida que lo oía.

Harry estaba agotado cuando pudo volver a poner un pie en su propia habitación, aunque invadido por una sensación agradable y cálida, de la que no quería tener que deshacerse. Acababa de tirarse sobre la cama cuando la puerta se abrió, sin ninguna alarma de presencia de los niños, así que cerró los ojos y esperó que Malfoy se cambiase, igual que el día anterior.

Lo que no se esperaba, a decir verdad, era un tacto tibio contra la mejilla, que le hizo dar un brinco y sentarse en la cama, mirando al otro hombre con ojos enormes. Malfoy, de pie junto a la cama, sostenía una botella, que agitó en dirección a él.

—¿Qué- qué? —Balbuceó, estirando las manos para recibirla, pero él sacudió la cabeza y la alejó.

—Necesito beber algo para el estrés —Indicó, sin que tuviese que preguntarle al respecto, y después de una floritura que apenas reconoció como un amuleto de calor en su ropa, salió hacia el balcón.

Harry se demoró unos segundos en interpretarlo como una invitación, se arrastró fuera de la cama, y caminó, vacilante, hacia el umbral que separaba el cálido cuarto de una plataforma en un costado de la casa, con barandal de mármol pulido, y un par de sillas de respaldo alto, sin reposabrazos, a ambos lados de una mesa pequeña y redonda, en el centro, con vistas al patio que rodeaba la propiedad y las barreras protectoras que la envolvían, fuera del alcance de los que no quisieran ahí.

Draco acababa de sentarse en una de estas, convocando dos copas sin mirar en su dirección, como si hubiese estado completamente seguro de que lo seguiría. Destapó la botella y las vio llenarse, por sí solas, hasta la mitad. Harry admiró el servicio mágico, mientras se sentaba al otro lado de la mesa.

—Por el buen trabajo que hiciste hoy —Dijo, con cierta condescendencia, sosteniendo la copa por debajo, con delicadeza, y alzándola hacia él. Harry intentó, en vano, imitar la forma en que la sujetaba para entrechocar los cristales sin fuerza.

Cuando lo vio dar un sorbo, se acercó el líquido al rostro y olisqueó. No tenía idea de qué era.

—¿Vino? —Preguntó, inseguro.

—Una combinación de vino y algo más viejo, de origen mágico —Concedió Malfoy, arqueando una ceja, de nuevo, al notar que no bebía—. No te lo tomes, si no quieres. Te gusta —Agregó, a modo de información extra. Él emitió un débil "ah".

—Sólo he bebido cerveza de mantequilla y un poco de whisky de fuego —Musitó, mirándolo desde abajo—, y mucho jugo de calabaza.

Draco disimuló un poco su sonrisa ladeada con el borde de la copa.

—Nos prometimos no tomar más whisky hace años, esta es la única bebida con alcohol que entra a la casa. Tiene un grado muy bajo —Aseguró, dándole otro sorbo.

Después de un débil titubeó, Harry asintió y dio un sorbo pequeño. Tenía un sabor dulce, que no empalagaba, y dejaba un regusto extraño en la boca, algo pegajoso. Decidió que sí, le gustaba, y bebió un trago más.

—¿Por qué prometimos no beber? —Cuestionó, al considerar mejor que era un poco inusual. Después de todo, ambos eran adultos allí, ¿qué importaba?

Draco balanceó la copa en su mano, el líquido oscilando de lado a lado en las orillas del cristal. Pareció pensarlo unos instantes.

—La última vez que bebimos whisky de fuego, terminó muy mal.

—¿Qué tan mal?

Él dio una exhalación profunda, otro sorbo, y bajó la copa, todavía con algo de líquido.

—En el Mundial de Quidditch de 2002, ganó el equipo que apoyábamos y puede que nos hubiésemos pasado con la bebida en el estadio —Torció un poco los labios—, ya sabes, para celebrar.

—¿Fuimos juntos al Mundial? —Arqueó las cejas, sin poder evitarlo. Draco asintió, como si fuese un detalle sin relevancia.

—Nos conseguiste un puesto exclusivo, hablamos con Viktor Krum, hay muchas fotos nuestras con famosos del Quidditch —Hizo un gesto vago, para restarle importancia—. Pero ese día, hicimos el ridículo, y decidimos, por nuestro bien y el de nuestra relación, no volver a tomar un trago de whisky en lo que nos quedaba de vida.

—¿Qué pasó?

Malfoy arrugó la nariz, alzando el mentón en ese gesto prepotente que sí le recordaba a su versión adolescente en el colegio.

—Míralo por ti mismo —Y por toda respuesta, colocó su mano izquierda sobre la mesa, la palma hacia abajo. A pesar de que buscó alguna señal que le dijese lo que ocurrió, no halló más que el enlace sencillo de una banda de plata en su dedo anular.

Después lo entendió.

—No —Exhaló, incrédulo. Él asintió, despacio, como si le hubiese leído el pensamiento.

—Teníamos veintidós, mucho alcohol en la sangre, y te pedí matrimonio frente a la mitad de la población mágica mundial. Incluso proyectaron nuestra imagen en el cielo con magia, para que nadie se perdiese el espectacular rechazo.

—¿Te dije que no? —Sin querer, la voz le salió muy aguda, y tuvo que carraspear y fingir que se concentraba en la bebida, de a sorbos pequeños. Draco sacudió la cabeza, una risa silenciosa le hizo temblar los hombros.

—No, tu parte en la locura es que me dijiste que sí y te lanzaste sobre mí, a besarme, frente a la mitad de la población mágica mundial —Insistió con lo último, como si fuese el detalle que no pretendía dejarle olvidar. Harry tragó en seco cuando sintió que el rostro le ardía; tenía el presentimiento de que era una reacción combinada del otro Harry y suya, a la vez.

—Bueno, pero- eso- no es tan malo, ¿cierto?

—Los medios no sabían de nuestra relación —Aclaró, arrancándole un "oh", con el que le dio sentido a todo.

Sí, casi podía imaginarse el artículo exagerado y falto de sentido de Skeeter, la farándula, los reporteros, las preguntas.

Oh, Merlín, las preguntas, sin duda habrían sido lo peor. Incluso él tenía varias que resultarían poco agradables de pronunciar.

Cuando se terminó el contenido de la copa, la dejó sobre la mesa, y se dedicó a observar a Malfoy en silencio, que bebía sorbos de una segunda ronda, y revisaba las barreras de la casa con una mirada concienzuda.

—Si Harry no vuelve para mañana, va a tener serios problemas —Comentó, tras un momento, dándose toquecitos en un lado de la boca con el borde del cristal—, empezando con mi repentina disposición de que se vaya a dormir a la sala —Lo miró de reojo, con un gesto que era casi de disculpa—. Se supone que tú eres quien revisa y refuerza las protecciones a diario, a mí se me da mejor atacar que cuidar.

—Pensé que teníamos un Fidelio —Observó, frunciendo el ceño al verlo asentir.

—Lo tenemos.

—¿Y también otras protecciones? —Volvió a asentir— ¿no es demasiado? Digo, ya no hay Voldemort, ¿no?

Draco guardó silencio por un rato. Cuando creyó que no le diría al respecto, habló en voz muy baja, lo bastante para que estuviese seguro de que no lo habría escuchado, de no ser porque estaban solos.

—Soy un poco paranoico con esto de la seguridad —Indicó, sin dirigirle la mirada—, no quiero a ningún loco dentro de mi casa, ni cerca de mis hijos. Incluso hemos discutido porque he pensado que sería mejor no enviarlos a Hogwarts, que se queden y estudien en casa. Hermione y yo pondríamos enseñarles todo lo que hace falta y más.

Harry no tenía idea de qué responder. No creía que privarlos de la educación mágica regular, o interactuar con más niños, para el caso, fuese a arreglar algo. Por una vez, se calló e intentó considerar bien sus palabras.

—Eso tendrían que elegirlo ellos, ¿no? —Añadió, después de un largo rato de silencio. Para su sorpresa, Malfoy sonrió y asintió.

—Lo mismo que mi Harry dice siempre —Puntualizó, con un aparente deje de diversión—, supongo que es algo que resolveremos cuando llegue el momento. Tal vez podrían comenzar aquí y asistir a clases regulares cuando sean mayores, si quieren, no sé.

Con un encogimiento de hombros, abandonó la copa en la mesa, en medio de ambos. La observó llenarse sola, sin mucho interés, pero no la tomó de inmediato, como a la anterior, y se percató de que daba otro vistazo a las protecciones. Harry se preguntó si estaba tan preocupado porque no hubiesen sido revisadas; era sólo por un par de noches, ¿qué daño podía hacer? Estaba seguro de que su versión adulta se ocuparía de ellas nada más volver, o su esposo se enojaría en verdad.

Después de removerse en el asiento, cambiando de posición al menos cinco veces en un minuto, tomó una profunda bocanada de ese frío aire nocturno, y se inclinó hacia adelante, flexionando los brazos sobre el borde de la mesa. Draco captó el movimiento enseguida y le dio una mirada inquisitiva, que comenzaba a reconocer.

—Dime algo —Esperó otra muestra de curiosidad, disposición, incluso de aprobación, de su parte, mas no la encontró. Los ojos grises lo observaban con una calma que le resultaba inusual, y a la vez, tranquilizante para sí mismo también; no sabía qué tanto era efecto del otro Harry—, ¿fuiste un Mortífago?

Malfoy se limitó a observarlo en silencio. Creyó que se habría pasado, que era un tema discutido, o que tal vez estaba más allá de una línea imaginaria sobre los asuntos que podían o no ser debatidos en ese sitio. Estaba por echarse para atrás y balbucear que lo olvidase, cuando lo vio reclinarse en el respaldar de la silla y arremangarse la camisa, del lado izquierdo.

Contuvo el aliento, a causa de la expectación. Luego descubrió una extensión de piel pálida y libre, y sintió que un peso era quitado sobre sus hombros.

No se había casado con un Mortífago. Tal vez dudó de su cordura en vano.

Pero cuando estaba más tranquilo, vio que Draco se pasaba el índice sobre el antebrazo, y por donde rozaba el contacto, la piel le oscilaba, igual que un estanque de agua al que le han obligado a cambiar de superficie. Un glamour. Debajo, cuando se lo mostró, encontró un pedazo de piel enrojecida, de una textura similar al cuero de una quemadura que no ha sanado o un corte reciente, que le arrancó el pedazo.

Harry tragó en seco. Echándose hacia atrás en el asiento, soltó lo único que se le ocurrió:

—Me casé con un Mortífago lo bastante loco para quitarse la Marca.

—Sí —Reconoció Draco, sin titubeos, a la vez que devolvía el glamour con un toque de varita—, no querías que lo hiciera. Prácticamente me destrocé la piel antes de casarnos; me negaba a un enlace serio con esa cosa ahí.

—No creo que a mí me hubiese importado que la tuvieses, digo, después de que Voldemort perdió. Ya no tenía importancia.

Él asintió.

—Siempre me importó más a mí que a ti. De todas las cicatrices de la guerra, esa fue la que más odié.

Harry se pasó las manos por la cara, sin encontrar las palabras para hacer que sus pensamientos se hilasen. ¿Significaba eso que pelearía con el Draco Malfoy de su época? ¿Debía desconfiar de él? ¿Encararlo? ¿Contarle al resto? ¿Se trataría de otro espía para la Orden? ¿Podría ser bueno?

¿Qué papel tenía en la derrota de Voldemort?

Emitió un sonido frustrado, se desordenó el cabello más de lo que ya estaba de por sí, y volvió a inclinarse hacia adelante, decidido a tener al menos un par de respuestas.

—¿Cómo fue que…? —Dejó la pregunta en el aire, al no saber completarla, con un gesto que pretendía abarcarlos a los dos— ¿qué pasó?

—Probablemente no sea bueno si te hablo mucho del futuro —Sacudió la cabeza, al tiempo que fruncía el ceño.

—No me des detalles, sólo...sólo quiero entender un poco. Todo esto es muy extraño para mí.

Luego de unos segundos, y otro sorbo de su copa, Draco emitió un bufido de risa.

—Si alguien me hubiese hablado de esto, de joven, también habría sido raro para mí —Asintió, y después de un último vistazo a las barreras, prosiguió—. Fue durante el quinto año, en realidad.

A Harry le costó hacerse una idea de que hablaba de que todo empezó a su edad, en su época. En el tiempo que dejó atrás y al que regresaría pronto. No podía imaginarse a su "yo", antes de esa situación, siquiera planteándose una tregua con Malfoy, mucho menos una relación de ese tipo.

Su expresión debió delatar lo que pensaba, porque Draco asintió con aire conocedor.

—Sí, fue una locura, habíamos reñido todo el año, cada vez que podíamos. Mi padre era buscado por Mortífago, aunque yo no lo sabría cuando te acercaste, porque la carta de madre tardaría un poco más en llegar —Le contó, a la vez que repasaba el borde de la copa con el índice, de forma distraída—. Un día, de vuelta de Hogsmeade, iba con mi grupo, tú ibas con el tuyo, nos encontramos de frente. Me acuerdo claramente de ese momento —Se rio por lo bajo al decirlo, como si fuese un hecho del que avergonzarse—, estabas en tu modo gryffindoresco, me extendiste la mano, y me dijiste algo como "Draco Malfoy, quiero que seamos amigos" frente a todos los que estaban ahí.

—¿Y qué dijiste? —Balbuceó, incrédulo. La risa de Draco fue clara y vibrante, cuando negó.

—Te mandé a la mierda, claro —Harry asintió, aturdido, aunque no era una sorpresa—, luego me enteré de tu visita al Ministerio y lo de mi padre, y decidí que esa fue simplemente tu forma de 'atarme', ya sabes, obligarme a estar de tu lado, a traicionar a Voldemort. Que me usarías de algún modo, ¿me explico?

—Nunca habría hecho eso —Soltó, con un hilo de voz—, no uso a las personas, detesto que lo hagan.

Draco asintió, conciliador.

—Sí, pero en aquel entonces, yo sabía mucho de mentes manipuladoras y no entendía nada de valores Gryffindor, Harry. Y eso es lo que yo habría hecho, de ser tú: poner a los Slytherin de mi parte —Se encogió de hombros, no sin cierta resignación—. Estaba tan enojado, por haber creído por un momento que me engañaste sobre ser amigos, que me porté muy mal en el comienzo de sexto contigo. Pero eras demasiado testarudo y te pasaste un tiempo siguiéndome a todas partes, sin disimular nada.

—¿Te seguía? —Parpadeó. No podía imaginar que, con Voldemort al acecho, su prioridad fuese Malfoy, por la razón que fuese.

—Todo el día y cada noche —Acotó, para su sorpresa—, y luego me harté, nos peleamos, terminó mal, y estuvimos confinados a la enfermería por dos días y castigados por varios meses. Me ayudaste, en tu forma extraña de hacer las cosas, porque arruinaste mis planes por completo, y para navidad, prácticamente convenciste a Dumbledore y me arrastraste al cuartel de la Orden del Fénix.

Con los ojos muy abiertos, tragó en seco. No quería imaginarse lo que pasaría, en su época, de llevar a un Mortífago allí, incluso uno tan joven.

—Sí, no salió muy bien —Contestó, a la pregunta no hecha—. En realidad, fue una mierda y nos escapamos de improviso a Hogwarts, pasamos las fiestas allá. Fue un año extraño; yo intentaba alejarme, tú eras muy insistente. Y en algún punto, cedí cuando la presión era demasiada, y tú estabas ahí, cuando me di cuenta de qué pasaba, lo estábamos hablando con el viejo y mi padrino, y tenía un refugio asegurado con la Orden, me ayudarían a ir por mis padres, y era gracias a ti.

Lo había ayudado. De cierto modo, oír aquello lo llenaba de un sentimiento de orgullo, el impulso de querer hacer lo mismo por el Malfoy de su época.

De hacerlo, aun si no era igual, el Draco que conocía podría convertirse en esa persona que tenía al frente. Una parte de él estaba convencida de que valdría la pena el esfuerzo.

—Así que estuvimos del mismo lado —Draco hizo un gesto con la mano, que pretendía decir un "más o menos"—, ¿eres como un espía o algo parecido?

—Yo diría que fui más la manzana de la discordia que una ayuda —Aclaró, con el ceño un poco fruncido—; mi presencia hizo que dudaran de ti, peleabas con tus amigos todo el tiempo, lo que hacías por mí era una estupidez, y yo te lo hacía saber de la forma más dura que se me ocurría. Ahora que lo pienso, también fui muy malo por entonces, pero no dejaste de ayudarme, incluirme. Pensé que te habías vuelto loco.

—Eso no es muy agradable —Se quejó, en voz baja—, para alguien que te ayudaba.

—Pensamiento Slytherin —Él se encogió de hombros, dejando en claro que no veía el beneficio de la situación, y por ende, carecía de sentido—. Otra ocasión en que peleamos, me contaste de un sueño que tuviste, en medio de tus pesadillas usuales, donde creías que al ir al Ministerio, viajaste a un universo donde estábamos casados y yo no era tan malo, y cuando volviste en sí, estabas decidido a que, al menos, pudiésemos evitar enfrentarnos en la guerra.

Eso sonaba a que el "sueño" era el punto donde estaba. Él asintió, tan concentrado que no se daba cuenta de que lo hacía.

—Y bueno, luego vino Voldemort y su ejército, caos, muertes, maldiciones. Nos atraparon por separado, escapaste, yo fui sometido como un traidor —Hizo un gesto vago, para apartar esos hechos, restarle importancia después de tantos años—. Fue horrible, pero terminó bien. Una vez en tiempos de paz, creí que lo que fuese que teníamos se había acabado, y ahí estabas tú, con tu terquedad, otra vez, para demostrar lo contrario.

—Y comenzamos a salir —Completó por él, con una media sonrisa, al verlo soltar un dramático suspiro resignado.

—Pues sí, no quedaba de otra. Fuiste demasiado terco con ese aspecto, hasta que me cansé, salimos una vez, no nos matamos en el proceso; podría decir ahora que me divertí —Se rio por lo bajo, negando—. Después fue casi imposible separarnos, aunque tenías actitudes raras a veces, como si supieses cosas de mí que yo no, o en general; esta casa, por ejemplo, la conseguimos después de revisar un montón, tú sólo entrabas, mirabas, decías "esta no es" y te ibas. Me molestaba mucho.

—Suena a que has pasado casi todo el tiempo molesto conmigo por años —Protestó, con un deje divertido, y Draco asintió.

—La convivencia no fue fácil, estábamos acostumbrados a pelearnos —Tuvo una pausa, en la que esbozó una sonrisa suave, que era más bien para sí mismo. Harry se sintió incapaz de apartar la mirada de él cuando lo hizo—, pero, si tengo que ser sincero, creo que no lo cambiaría, ni siquiera la parte de la guerra. Ni siquiera a mi tonto Harry —Añadió, en concreto, rodando los ojos con fingido fastidio.

Harry le sonreía abiertamente, embelesado, con los codos en la mesa y el rostro sobre las palmas de las manos.

—Es que esto es bastante lindo —Opinó, haciendo una referencia a la casa, los niños, la vida que llevaban. Draco asintió en acuerdo—, y tú no eres tan malo como pensaba.

Malfoy arrugó la nariz, de un modo que le dio ganas de reírse.

—Hazme el favor y no empieces a creer que soy un Gryffindor blando o que tengo un corazón de oro y buenos sentimientos en el fondo, o vomitaré —Sacudió la cabeza—. Soy Draco Malfoy, las brujas alejan a sus hijos de mí cuando paso por el Callejón Diagón, hay gente que le tiene miedo, o asco, a pronunciar mi apellido.

—Pero no eres…

—Sólo soy yo —Lo silenció, señalándolo de forma acusatoria—, y así me comporto, punto. Lo que pasa es que, a tu edad, nunca has tratado conmigo en realidad.

Harry le frunció el ceño.

—Conozco al Malfoy de mi época desde hace años.

—A Malfoy, no a Draco —Puntualizó, como si fuese el detalle clave. Quizás sí lo era—, no es igual.

Él lo pensó unos segundos, mientras Draco vaciaba la copa y la dejaba en la meda, ya sin intenciones de volver a rellenarla. No se le ocurrió a qué se refería, así que, aprovechándose del ambiente tranquilo, decidió preguntar un poco más.

—¿Cuál es la diferencia?

Draco pareció sopesarlo por un momento, luego soltó una exhalación pesada, que se convirtió en vaho ante su cara.

—Cuando era niño, fui el hijo de Lucius Malfoy, después Malfoy, el Slytherin que era lo peor de lo peor. Y un Mortífago más adelante. Pero nunca se me dio la oportunidad de ser Draco Malfoy, ser yo —Se encogió de hombros, de repente, rehuyendo de su mirada—; quiero decir, sí, claro, hubo algunos momentos, con Pansy de jóvenes, con Snape, sí, Harry, Snape, mi padrino —Rodó los ojos cuando él lo observó boquiabierto, los puntos uniéndose en su cabeza, hasta que se percató de que tenía sentido que tuviesen ese tipo de parentesco—. Con ellos pude ser yo, a solas, un poco, pero luego tuve que alejarlos también.

—¿Por qué? —Musitó, notando que apretaba los labios unos instantes, como si hubiese que considerar bien lo que diría a continuación.

—Era peligroso estar cerca de mí, la vida que tenía se había arruinado, contaba con deberes que no quería llevar a cabo —Susurró—. Entenderás, mejor que nadie, creo yo, que a veces, vale más una equivocación tuya, que un acierto de otro. Pero a mí no me dejaron elegir, ni bueno ni malo, y fuiste tú, que se supone me odiabas, el que después me dio la oportunidad que esperaba de ser Draco. Sólo Draco. Y este es el resultado —Hizo un gesto que se señalaba a sí mismo, a la vez que se encogía de hombros.

—Me agrada el resultado —Confesó, sin pensar, y luego ocultó parcialmente el rostro en una de sus manos, cuando Draco se echó a reír.

—Sí, bueno, sé que soy encantadoramente odioso —Malfoy sonreía al aceptarlo, y de pronto, Harry se daba cuenta de que quería ver más tiempo esa sonrisa libre y relajada, y que tal vez, también quisiera que fuese parte del Draco de su época.

La idea le hacía arder el rostro, era obvio que el hombre intentaba no burlarse demasiado de su repentina vergüenza, en un modo casi considerado. Lo vio sacudir la cabeza y hacer desaparecer las copas vacías con un giro de muñeca, sin decir una palabra.

—Ve a dormir, Harry —Se estiró sobre la mesa, para sostenerle una mejilla entre el índice y pulgar, y la pellizcó sin fuerza. Todavía sonreía—, no queremos que el gran héroe esté cansando al volver.

—¿Tú…te vas a quedar aquí? —Balbuceó, sin apartarse del contacto. No quería hacerlo.

Tampoco es como si quisiera compartir la cama con Malfoy, era sólo que-

Allí hacía frío, sí, y estaba oscuro, no debía ser cómodo. Y el Harry adulto le había advertido de que no fuese responsable de nada que les pasase.

Sí, por supuesto que no era nada más.

—Voy a darle un susto a mi esposo cuando regrese —Reclinándose en el asiento, de nuevo, se llevó un dedo a los labios—, a ver si deja de intentar esconder cosas que obviamente notaré.

Había una advertencia implícita en el comentario, como si le dijese que más le valía no hacerlo él también en el futuro. Harry asintió, apenas consciente de que lo hacía, y se alejó con pasos vacilantes, después de desearle buenas noches.

Sólo llegó al umbral del cuarto, cuando se giró. Draco acababa de echar la cabeza hacia atrás y observaba el cielo estrellado, con un aspecto sereno que nunca habría asociado a Malfoy, hasta entonces.

—Malfoy- Draco —Se corrigió a sí mismo al llamarlo, él emitió un sonido mudo, para hacerle saber que lo oía. Harry cambió su peso de un pie a otro, y jugueteó con sus dedos—, ¿qué tengo que hacer para que seamos amigos en mi época?

La respuesta se demoró unos segundos en llegar.

—No creo que hubiésemos sido amigos en la adolescencia, Harry, bajo ninguna circunstancia —Aclaró, volviendo la cabeza hacia él, por lo que debió notar la expresión de profunda decepción que tenía. Negó, con una risa silenciosa—. No te lo tomes a mal, me atraías mucho desde tercer año y pasé una dura época de negación por eso. A los quince, creía que te odiaba más que nunca, de un modo…raro. Imagino que no sabrás que fui yo quien permitió muchas de las bromas a Umbridge —Harry se apresuró a negar, Draco se encogió de hombros—; estaba molesto por lo que le hizo a tu mano, debió doler mucho, pensaba.

Por reflejo, Harry bajó la mirada hacia el dorso de su mano, donde la frase "No debo decir mentiras" le adornaba la piel, en una cicatriz que no se borraba. La apretó en un puño y se obligó a carraspear. Nunca se le habría pasado por la cabeza que fue tan sencillo molestarla, porque alguien lo permitía. Porque Malfoy lo hacía, más bien.

—Dolió —Asintió, sin mirarlo—. ¿Entonces no hay nada que pueda hacer apenas regrese?

—Podrías empezar con una disculpa por negarte a mi amistad —Escuchaba la diversión en su voz, no necesitaba verlo. Se sintió enrojecer—, no en público, no podré reaccionar bien allí, porque sabré que todos esperan que te mande a la mierda o te maldiga. Tal vez si eres más discreto también sería bueno, la sutileza no te va a matar, Harry —No pudo evitar reírse, lo que Draco secundó—. Tenle paciencia a mis cambios de humor, fui terrible a esa edad, y si intentas ver más allá, seguro te darás cuenta de que agradeceré cualquier muestra de comprensión de tu parte. Pero no esperes que te dé las gracias, ni que sea como tus amigos de Gryffindor, en serio, eso no va a pasar.

—Nunca esperaría tal cosa —Se burló, alzando la cabeza por fin. Draco lo observaba de un modo extraño, como si estuviese enternecido por su presencia, y Harry sintió un cosquilleo que era más propio que de su versión adulta.

Tal vez era el momento en que descubría, que después de todo, sí enloqueció. Ya no le molestaba la idea.

—Va a sonar muy Hufflepuff y querré vomitar —Advirtió, con la nariz arrugada en ese gesto que lo hacía ver cómico—, pero te puedo querer mucho y bien. Quiero que lo tengas en mente cuando el Draco de tu época esté confundido y quiera huir, y la chica Weasley pretenda salir contigo —Añadió, riéndose del sonido de disgusto que Harry emitió, y volviendo a fijarse en el cielo—. Ya vete, estarás de vuelta cuando abras los ojos, Harry.

A esas alturas, quizás, ese era el problema que lo inmovilizaba en la puerta. Se tomó unos segundos para volver a hablar.

—Buenas noches, Draco —Murmuró, a pesar de que ya se las había deseado momentos atrás. Lo notó sonreír.

—Buen viaje, Harry. Y suerte, intenta pensar un poco antes de actuar, eso tampoco hace daño.

Él le prometió que lo haría.

Cuando se acostó y se envolvió con las cobijas, lo hizo de lado, girado en la dirección del balcón, desde el que podía ver la silueta a media luz del que sería su esposo, si sabía actuar como debía. Ni siquiera se sorprendió al descubrir que no quería irse.

Que le gustaba estar ahí.

No supo en qué momento cerró los ojos. Lo siguiente que recordaría, era la voz de Hermione, más clara y firme que la suya.

—¿Hacia dónde?


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