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Las puertas que no deben abrirse, no pueden cerrarse por BocaDeSerpiente

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"Como ellos…"

Era imposible no mirarlos cuando estaban en la misma habitación, en una circunstancia normal. En aquel ambiente lleno de música suave, esencias florales, aromas dulzones de postres, y risas, donde todo era felicidad, aun más.

Draco lo hacía dar un giro, Harry se reía al sujetarse de su cuello, volvían a pegarse e intercambiaban unas palabras. Se sonreían, de ese modo en que, en su experiencia, sólo se pueden sonreír las personas que han encontrado su hogar en los ojos del otro. Luego era el turno de que Draco girase, se sostenían de las manos, Harry se burlaba, sin malicia, de algo. Un momento más tarde, volvían a estar pegados, en una absurda competencia entre si Harry podía o no llenarle el rostro de besos, en público, antes de que se hubiese avergonzado demasiado.

La edad no los cambiaba. Cissy estaba contenta de notarlo.

En la misma pista, a unos pasos de distancia, estaba el otro motivo de su buen humor ese día. Su adorada hermanita.

Lily tenía un pomposo vestido rosa, similar a los dibujos de princesas de los cuentos infantiles, y el cabello adornado de finas cintas, recogido en una trenza sobre la parte delantera, que la hacía ver cómo si tuviese una corona natural de color rojizo oscuro. No dejaba de girar a destiempo con la música, entre risas, de la mano de su esposo.

Louis y ella acababan de unirse mediante un enlace mágico. Una locura, si le preguntaban a Cissy, pero el resto parecía pensar que era lo lógico; después de todo, Harry siempre les contó que supo que su esposo era el amor de su vida, a los quince años, así que a los trece, cuando Lily les informó que había encontrado al suyo y que un día se casaría con Louis Weasley, que le llevaba varios años a ambas, nadie se escandalizó más que el propio Lou.

Ahora, mientras lo observaba rodearla con un brazo, balancearse de lado a lado, y besarle la mejilla, y Lily se reía sin reparos, radiante, jovial, justo como se merecía, ella aceptaba que, quizás, sus padres no fuesen los únicos afortunados en la sala.

Sabía que partían al día siguiente y se tomarían alrededor de un año o dos para recorrer el mundo. Después, era probable que Louis se presentase al puesto de profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras, en Hogwarts, y Lily aceptase enseñar Cuidado de Criaturas Mágicas por un tiempo, apuntando a ser la próxima Jefa de la Casa de Hufflepuff; entonces se verían por vacaciones, algunos fines de semana, o cuando fuese a visitarla en sus tiempos libres.

Nunca habían estado separadas, en sí, hasta que se comprometió. Sí, quedaron en Casas diferentes, y ni ella estaba dispuesta a pasar la noche entre Hufflepuff, ni los Slytherin habrían dejado quedarse a su hermana, pero siempre encontraron el modo de estar cerca.

Luego se mudó con Louis, y ella intentó odiarlo por quitársela, ¿pero cómo odias a alguien que le saca esa sonrisa tonta y llena de vida, a quien más quieres en el mundo?

Cissy se resignó. Ahora, cuando pensaba en la inminente separación, lo que se le ocurría era lo contenta que estaría su hermana durante los viajes, las postales que enviaría, las anécdotas que traería.

Y sabía que estaría bien.

Y si, por casualidad, no lo sentía así más adelante, todavía podía ir a quedarse unos días en casa de sus padres, que siempre estaban dispuestos a recibir a cualquiera de los tres con los brazos abiertos.

Cisa —Una voz suave la sacó de sus cavilaciones. Cruzó las piernas, de la manera delicada en que su abuela le había enseñado, para que la abertura en un lado del vestido, no revelase más de lo que ella aceptaba dejar ver, y giró la cabeza hacia un lado—, él está mirando hacia acá. Otra vez.

Cissy sonrió a medias.

—Claro que está mirando hacia acá, cariño —Aclaró, en un tono meloso e intencional, que hizo que Lorcan arquease una ceja; no paraba de decirle lo cómico que le resultaba que le dijese así—, tenemos a su amor, ¿no?

Intercambiaron una mirada cómplice y luego se voltearon a la vez.

Cissy estaba en una de las mesas principales, la de la familia directa, y desde que las parejas se dedicaban a enamorarse más y flotar en su nube de felicidad en la pista, los gemelos Scamander le hacían compañía. Ella estaba en el medio, como de costumbre. A pesar de estar en diferentes años y Casas en Hogwarts, podía considerarlos a ambos sus mejores amigos. Quizás más a uno que al otro; Lysander un hermanito al que cuidar, Lorcan su compañero de travesuras.

Hizo un gesto con la copa que tenía en una mano, a Lorcan, que ambos entendían como un "mira esto", y se giró en el asiento, para centrarse por completo en Lysander. Oh, el lindo, distraído, dulce Lysander, que se balanceaba en la silla al son de la música, con una sonrisa suave y soñadora, y veía a las parejas en la pista, como si pensase que no existía nada más tierno que su amor.

—Lysander, cariño —Elevó la voz, sólo un poco. Sabía que él lo captaría, aunque susurrase.

Lysander parpadeó, como si acabase de despertarlo de un sueño, y al mirarla, le dedicó una sonrisa afectuosa, que hacía que tuviese ganas de jalarle las mejillas.

—¿Qué dices? ¿Quieres bailar? —La mano libre, se la colocó sobre la rodilla, ejerciendo una leve presión. Él ladeó la cabeza y pareció considerarlo, ajeno al gesto, pero sentía una mirada sobre ambos, de alguien que  que lo notaba— ¿o estás esperando que alguien se anime a invitarte, de una vez por todas?

Lysander rio por lo bajo, desvió la mirada hacia el suelo, y no contestó. No, por supuesto que no esperaba lo contrario. Ese era su juego.

—Deberías dejar de molestar a tu pobre hermano —Opinó Lorcan, en voz baja, cuando ella volvía a enderezarse y le daba un sorbo a su vino. Cissy le guiñó en respuesta y cabeceó en una dirección determinada.

Sí, James estaba al otro lado de la sala, sentado en una mesa apartada, por su propia voluntad, después de haber sacado a bailar a Lily, a la tía Hermione, e incluso a ella y Luna Lovegood, quien esperaba tenerlo de yerno algún día, tanto como la propia Cissy quería a uno de los Scamander de cuñado, desde que descubrió a su hermano embelesado con la imagen de Lysander, durante la segunda mitad de la adolescencia.

Pero estaba a punto de convencerse de que era una visión imposible. Si Lily, la menor de los tres y a la que más problemas se le presentaron, porque Louis era un adulto cuando ella se le declaró, demasiado joven, se casó ese día, ¿qué le esperaba a James, tan retraído con los extraños desde que fue sorteado a Ravenclaw, y que sólo se soltaba en presencia de sus más cercanos?

Cissy no podía imaginar cómo hacía para dirigir el Departamento de Misterios con tanta eficiencia, si casi tenían que inclinarse hacia él para oírlo hablar, en cualquier lugar con más de unas cuantas personas que conocía de toda la vida, además. Tal vez era porque nunca dejaría de ser su tonto y tímido hermano, dentro de su cabeza, quién sabe. En el fondo, sabía que era un hombre listo, que como buen Potter-Malfoy, tenía un hechizo de amplificador de sonido cerca de su interés romántico, en caso de que surgiese alguna conversación en la que tendría que intervenir.

¿El problema? Cualquiera interesado en Lysander, hacia años que se había rendido a las evidencias. Ella misma, que nunca sintió más que afecto fraternal por el muchacho, pero intentó hacer pensar a James lo contrario, ya ni siquiera figuraba como amenaza suficiente.

Si alguien no los empujaba, aquello era una causa pérdida. Ella no estaba dispuesta a pasar los, con suerte, más de cien años que aun le quedaban en el mundo, como buena bruja, escuchando los lloriqueos de su hermano mayor, que no se movía cuando era obvio que el pobre Lysander hacía como si quisiera ir hacia él y hablarle, y se arrepentía a último momento.

Los dos eran tan tímidos alrededor del otro, que no le sorprendería descubrir que, de tener una cita, se hablarían por notas.

Tenía que hacer algo. Era su deber, por ser la más lista de sus hermanos.

—Lorcan, voy a tener que hacerlo.

Él emitió un sonido de disgusto al oírla.

—Deja que Jaimie agarre valor, mira, ahí va —Señaló, de forma disimulada con la copa, hacia el hombre—. Está respirando profundo y todo, tenle más confianza.

—Mi confianza es demasiado valiosa para ponerla en…él —James acababa de ser atrapado por una charla con el tío Ron, y Cissy sabía que enloquecería si no tenía cuñado nuevo para cuando la noche hubiese llegado a su fin.

Lorcan y ella bebieron de las copas al mismo tiempo.

—Sí, tienes razón —Él asintió—, no hay esperanza. ¿Lo hacemos?

Cissy inhaló para armarse de valor, dio otro sorbo al vino, que luego dejó en la mesa, y asintió.

—Lo hacemos, Lorcan, ahora o nunca.

Intercambiaron otra mirada, asintieron entre ellos, y se pusieron de pie. Podía sentir la mirada de James, de nuevo clavada en ella, cuando sujetó la mano de Lysander y lo arrastró a la pista, sin que este opusiese resistencia alguna.

Desde el otro extremo de la sala, su hermano emitió un leve quejido cuando fue jaloneado por Lorcan, y debió comprender lo que estaba a punto de pasar, por el modo en que empezó a sacudirse para que lo soltase. Al menos, hasta que los pusieron frente a frente, ante las miradas de las familias de ambos.

Lorcan y ella sacaron las varitas, unieron una de las manos de sus hermanos, y conjuraron una doble atadura mágica que se desvanecería en unas horas, pero si intentaban quitaría, el efecto se prolongaría de forma indefinida. Y James lo sabía bien, porque aunque nunca se lo confesó, ella conocía su enamoramiento, él sabía que era consciente, y años de insinuaciones le hacían una idea de lo que era capaz.

—Cásense de una vez —Exhaló Lorcan, con genuina desesperación.

—Y quiten las caras de perritos abandonados —Añadió Cissy. Deslizó un brazo por debajo del que su mejor amigo le ofrecía, y juntos, se alejaron.

Detrás de ellos, Lysander esbozaba una sonrisa lenta al ver las ataduras, como si acabase de caer en cuenta de la situación y lo que significaba, y James pasaba por toda la gama de rojo, de un modo preocupante, que hacía parecer que entraría en combustión espontánea de pronto.

Volvieron a sus asientos, se sirvieron más vino, y alzaron las copas para brindar, al fin.

—Porque somos los mejores hermanos del mundo —Comenzó ella. Chocaron las copas y dieron un sorbo; a la mierda la educación.

—Por ser los próximos tíos solteros y con dinero, que malcriarán a los Weasley, Potter y Scamander futuros —La siguió Lorcan. Otro choque, otro sorbo.

—Por no soportar más suspiritos de nuestros hermanos.

Choque, sorbo.

—Y porque, dentro de poco, nuestras pociones serán las más reconocidas a nivel mundial.

—Hey —Ella detuvo el movimiento, justo antes del brindis, con una sonrisa—, me gusta cómo piensas.

Lorcan se encogió de hombros, de forma teatral.

—Estoy para impresionarla, madam.

Se rieron al dar los últimos sorbos de las copas.

Cuando la siguiente pieza comenzó, Cissy apoyó la cabeza en el hombro de su mejor amigo, y volvió a dar un vistazo a la pista. Lily aun bailaba a destiempo y Louis la observaba con fascinación. Lysander intentaba convencer a James de que nada malo ocurriría si le ponía la mano en la espalda, y la dejaba ahí un momento, si sólo bailarían, pero su hermano estaba tan nervioso que temblaba.

Sus padres todavía se abrazaban, dentro de esa burbuja maravillosa que siempre admiró en ellos, y que Cissy sabía que les duraría toda la vida.

Y decidió que era una buena noche, y ellos, tenían una buena vida.


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