Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Lluvia furiosa. por ChiiNerak

[Reviews - 19]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

¡Un capítulo más! 

Me tardé demasiado, lo sé QAQ

Pero vieran cómo me enamoré de mi carrera y de...

Ok, ok, no viene al caso :c perdón en verdad por la tardanza. Espero que les agrade... Porque aunque no parezca, Yamamoto me dio problemas T^T 

Este capítulo está dedicado a Yomi, porque quiero creer que espera mis actualizaciones, y porque #YOLO y porque quiero TT//¬//TT

¡Reviews, reviews, reviews! ¡Anímenme!

Y disfruten TuT

- Juguemos un rato, Tsuna.

El chico apenas me sonríe, negando lentamente. Se ve cansado, preocupado tal vez, y camina de forma nerviosa tropezando con cuanta cosa tiene frente a sí. Me pide una disculpa, saliendo de la habitación con aquel andar ausente que ha acostumbrado recientemente, y que me preocupa un poco.

   No puedo dejar a mi mejor amigo con aquel carácter tan raro. Él ha hecho tanto por todos que dejarlo así sería una injusticia. No es que logre entender bien lo que sucede, pues por lo regular no soy yo quien se encarga de pensamientos complejos, aunque… supongo que debería comenzar a hacer algo al respecto.

- Tsuna, vamos a caminar un rato –mi petición a mitad de la comida sorprende un poco a todos, en especial a Gokudera. Su mirada de desprecio, junto con el silencio que nos cae encima, no se hace esperar –. Necesito hablar contigo de… de mi viejo.

Mis palabras surten efecto, y las miradas sospechosas se suavizan, en especial la de Gokudera; su mirada lastimosa me molesta un poco, pero no lo dejo ver para seguir con mi fachada de inocencia. El jefe asiente una sola vez, deja los cubiertos sobre los alimentos y se disculpa con las chicas responsables de tan deliciosa cena, obteniendo sonrisas sinceras y un “no te preocupes” amable de su parte. Después camina hacia la salida, yo detrás de él fingiendo una última expresión triste, él con el rostro bajo ocultando su mirada.

  

Me molesta cada vez más.

 

 

– Yamamoto, ¿cómo sigues?

Me sobresalto un poco; su pregunta me ha tomado por sorpresa. Por un momento me quedo aturdido, y reacciono lentamente, intentando mantener mi máscara de melancolía ante la preocupación que sus grandes ojos me demuestran. La brisa del exterior es relajante, y siempre logra expulsar la sensación de encierro que tengo mientras nos escondemos en la base.

– Bien… Estoy bien, Tsuna. Gracias por hacerme compañía.

– No agradezcas –su voz tranquila siempre me hace sonreír, siempre me calma el corazón –. Debe ser difícil… pasar por algo así…

– Eh… sí… – mi voz balbucea, apenas sincronizando mis pensamientos con su voz. Tsuna vuelve a bajar la mirada, toma asiento en el césped y suelta un suspiro de cansancio que me sorprende un poco. O fue muy exagerado, o está más agotado de lo que parece. Me siento a su lado y paso una mano por su cabello, sacudiéndolo un poco. Apenas reacciona a mi gesto, pero un ligero atisbo de sonrisa logra asomarse de sus labios, y entonces la mía se muestra un poco más.

– ¿Qué sucede, Tsuna? Te ves terrible.

– No, nada… Es sólo que… No me gusta pelear. Me siento como si fueran a atacarme en un instante y…

Lo miro en silencio, asombrado de verlo de pronto tan débil. Generalmente es él quien nos anima, quien siempre muestra una sonrisa nerviosa pero nos llena de valor con cada palabra… Es él nuestra mayor motivación. No soporto verlo tan nervioso, tan indefenso… Siendo el mismo Tsuna del principio, cuando nadie sabía apreciarlo.

– ¿Piensas que yo podría atacarte?

– ¡No! –exclama, tan drástico que un ligero hilo frío me ha bajado por la espalda –. No es que tú me hagas algo… Es que… Tengo miedo…

Tenía miedo; tal vez de los atacantes, tal vez de alguna pesadilla, tal vez de lo que se aproximaba, tal vez de él mismo… No lo llegué a saber, pues mi cuerpo reaccionó al instante, abrazándolo tan fuertemente, que le quité el aire de la sorpresa. Acerqué su cabeza a mi garganta con la mano derecha, y con la otra mano acerqué su cuerpo a mi pecho, aturdido al sentirlo tan cerca. ¿Siempre había sido tan delgado? Sus brazos… ¿siempre habían sido tan débiles? ¿Era él quien había peleado en numerosas ocasiones, ganando sus batallas? Mi mejor amigo, tan débil, asustado, y a la vez siempre en primera fila, defendiéndonos del mundo…

– Ya… Yamamoto…

– ¿Por qué, Tsuna? –Mi voz, sin que pudiera controlarla, estaba saliendo a gritos y enfadada –. ¿Por qué nunca dejas que nosotros te cuidemos? ¿Por qué tienes que pelear? ¿Por qué…?

– Yo… –Sin darme cuenta, me había separado de él y había levantado su rostro, poniendo mi mano bajo su mentón. Su mirada asustada me hizo enfurecerme aún más.

–  ¡Somos tu familia! ¡¿De qué servimos si no nos necesitas?!

– Claro que los necesito… –susurró mi mejor amigo, esquivando mis ojos.

Entonces no lo resistí más. Dejé que la furia me invadiera, que mis manos sujetaran sus brazos con tanta fuerza hasta sacarle un gemido doloroso de los labios, que mis dientes mordieran su garganta delgada, recordando al último instante que no debía dejarle marca alguna. El joven dejó escapar un grito, más de sorpresa que de terror, logrando desbocar mi furia hasta donde no lo creí capaz antes. Nunca me había enojado tanto, y a la vez, nunca me había sentido con tantas ganas de querer escuchar sus gritos, querer morderlo y dejarlo inmóvil hasta poder romperlo yo mismo en miles de fragmentos.

Estaba tan furioso que me levanté del césped, cargando al chico como si fuera un simple costal en el hombro, me dirigí a la ciudad y caminé raudo hasta llegar a la que antes había sido mi hogar. En mi tiempo, aquel lugar, la calle, los negocios, todo rebosaba de vida, y en cambio ahora…

Me sentí miserable por agradecer que hubiera lugares vacíos, grandes y espaciosos en este tiempo.

El local estaba cerrado, no tenía acceso, era apenas una sombra del anterior lugar lleno de energía y calidez. Sin importarme nada, entré a la zona que otrora había sido mi hogar, y subí a mi antigua habitación, arrojando al joven de mirada sorprendida al piso donde el polvo se había adueñado de cada mínimo rincón. Me sentía demasiado enojado, y mis pensamientos eran un borroso cúmulo de voces que no adquirían ningún orden. El chico, apenas se pusiera de pie y retrocediera un par de pasos, me encendió más que otra cosa, pero no quería ver en su mirada la decepción que todos dejaban relucir al verme. Caminé hacia él, atrapándolo de nuevo en mis manos y lastimando sus brazos mientras le robaba el aliento de una forma tan salvaje que ni yo mismo podía terminar de comprender. Mordí sus labios carnosos, lamí frenéticamente su garganta y al comenzar a morder su pecho, su voz llamándome fue como escuchar un grito muy lejano que se hacía audible después de cierto tiempo.

– Yama… Yamamoto… –Su voz susurrante se robaba mi cordura a pasos agigantados, y apenas dijo mi apellido, volví a arrebatarle las palabras, saboreando su pequeña lengua temblorosa.

– Tsuna, yo… ¡Yo soy…!

Entonces el jefe se acercó a mí y posó sus labios sobre los míos.  Fue apenas un roce, casi un gesto de miedo que, al contrario de la intención, a mi terminó de encenderme. Mis manos, antes presionando sus brazos fuertemente, sujetaron su rostro, y sus brazos delgados y temblorosos comenzaron a deslizar mi playera hacia arriba, logrando extender una especie de temblor en mi piel cual hilos de hielo.

Mis nervios comenzaron a salirse de control. ¿Qué me estaba sucediendo? ¿Por qué estaba actuando de esa forma? Tsuna era mi amigo, mi hermano, y nunca había pensado en él de esta manera… Me detuve unos instantes, intentando recapacitar mi comportamiento, pero al ver el rostro sonrojado del Jefe, sus ojos grandes y brillantes pidiendo que no me detuviera, sus labios rojos dejando salir el cálido aliento de los pulmones, su cuerpo pequeño temblando de deseo ante mi simple contacto, mi mente y mis pensamientos se volvieron un caos de ideas en donde nada tuvo importancia. Nada fue más importante entonces que robarle todas las energías, hacerlo sentir bien, hacerlo sentir seguro y protegido, hacerle saber que nadie lo protegería ni lo querría tanto como yo.

Nadie.

El joven frente a mí parpadeó un par de veces, pasando sus manos por mis mejillas con gesto extrañado. Quiso preguntarme algo que nunca llegué a escuchar, pues le robé un beso más, tierno y lento a la vez, intentando compensar mi rudeza inicial. Mientras jugaba con su lengua y memorizaba el sabor de su cálido aliento, lo abracé hasta estrecharlo contra mi cuerpo con tanta fuerza como si, de esa forma, pudiera volverme uno sólo y protegerlo del mundo entero. Tsuna se entregó al abrazo hasta que las piernas le fallaron, y cargué con su peso (qué ligero era) hasta recargar mi espalda en la pared y sentarme en el piso, separándome de sus labios sólo para dejarlo recuperar algo del aliento que le había robado.

– Ya… Yamamoto…

Una sonrisa se dibujó en mis labios al escuchar su voz temblorosa, quebrada de nervios y tan frágil como si fuera un cristal muy delgado. Sin escuchar sus siguientes palabras, me acerqué a su garganta, lamiéndola con cuidado, dejando caminos de saliva que sacaban su voz en jadeos agudos. Comencé a quitarle la camisa azul que llevaba puesta, y lamí su pecho, su vientre, su piel entera hasta que su voz volvió a robar la poca cordura que conservaba.

Sentado en el piso, despegué mi espalda de la pared mientras sujetaba al chico de la cadera. Mirando su pecho desnudo, no logré recordar en qué momento le había quitado la playera, o cuándo sus pantalones habían terminado arrugados en el piso. Mis ojos estaban perdidos en los suyos, en sus mejillas coloreadas de carmesí, y mis dedos no podían dejar de acariciar cada centímetro de su piel, que se me antojaba como la seda más suave que pudiera existir. No había notado el momento en que mi miembro se había levantado orgulloso, pero notaba las manos delgadas del Jefe alrededor de él, subiendo y bajando, provocándome una especie de vértigo en el vientre que subía hasta salir de mis cuerdas vocales en forma de gemidos. Ni siquiera había notado que ya no tenía el pantalón puesto.

El vértigo en mi vientre creció hasta que no pude resistirlo, y un tirón repentino me hizo expulsar un chorro de miel blanquecina que salpicó al joven frente a mí en el rostro, el pecho y las piernas. Intenté respirar, mirando sorprendido la forma en que el Jefe pasaba los dedos por las gotas en su cuerpo y los lamía con cuidado, sonriendo ligeramente. Mi miembro se hinchó de inmediato ante aquella escena, y mis manos adquirieron vida propia, levantando el cuerpo de Tsuna hasta que mi miembro estuvo presionando su entrada con brusquedad.

- ¡Ya-Yama…! ¡D-duele…!

Pero mis brazos ya no respondían a las nulas llamadas de mi cerebro.

Sin poder soportar la espera, enterré mi miembro erguido hasta que su grito doloroso me perforó los tímpanos. El mundo exterior había desaparecido, y para mi molestia, sus gritos eran mudos, pues mis oídos estaban por completo insonorizados. Mi cuerpo, sin embargo, estaba embargado de una cálida ola proveniente de nuestra unión, y mi garganta dejó escapar voces que no fui capaz de escuchar. Los brazos delgados del chico sujetaron mis hombros con fuerza, enterrando las uñas en la playera y, aunque bien no me lastimaban, deseé de pronto que me rasguñara y dejara bien marcados los caminos en mi piel.

Mis oídos recuperaron la audición poco a poco, dejándome escuchar la voz aguda del Jefe salir en gemidos mezcla de dolor y placer. Estaba tan concentrado en escuchar su voz y dejar que me envolviera, que apenas estaba notando las lágrimas recorriendo sus mejillas, los balbuceos que no lograba completar para formar, tal vez, alguna palabra para que me detuviera, o el temblor que recorría su pequeño cuerpo debido a mi brusquedad. Yo, que siempre he sido tan relajado, que siempre intento traer la serenidad a todos, ahora no podía controlarme.

Lo más temible era que ni siquiera me esforzaba por intentarlo.

El placer que Tsuna me otorgaba comenzaba a desbordarse de mi control, y sus gemidos dolorosos comenzaron a cambiar hasta adquirir matices de goce que no hicieron sino aumentar la velocidad con la que mis manos movían sus caderas. Con desesperación, el Jefe desgarró mi playera hasta poder enterrar sus uñas en mis hombros, dejando caminos rojos que no hicieron sino arrancarme bufidos entrecortados. Sin darme cuenta una nube bloqueó mi vista, y un grito imprevisto escapó de mis cuerdas vocales al explotar el éxtasis en mi vientre. Tsuna se paralizó mientras mi cuerpo se convulsionaba en espasmos violentos, y me abrazó mientras me mordía el lóbulo del oído derecho, dejando mi mente completamente en blanco.

Cuando pude al fin respirar, y mi cuerpo dejó de temblar después de haber expulsado toda mi semilla en el interior del Jefe, descubrí molesto que él aún estaba excitado. Aún no había explotado, y su pequeño cuerpo temblaba de impaciencia. Su mirada nerviosa (maldito sean sus ojos) volvió a prenderme, y aún tembloroso, saqué fuerzas de algún lugar desconocido y salí de su interior. Lo arrojé frente a mí, furioso por alguna razón desconocida, giré su cuerpo pegando su cabeza al piso y volví a entrar en su interior mientras mordía su espalda, le dejaba mordidas ligeras, lo embestía cruelmente hasta hacerlo gritar y llamarme con voz ansiosa por mi apellido. Sujeté sus caderas hasta golpearlo con las mías, solté uno de sus costados y le levanté el rostro para morderlo en el cuello, lo besé en los labios, y justo cuando un instinto salvaje desconocido para mí hasta entonces quiso jalarlo del cabello, una vocecilla ardiente volvió a suprimir toda la realidad.

- Ta… keshi…

El grito que el Jefe dejó escapar fue tan profundo y tan exaltado, que mi propia liberación volvió a expulsar mi voz con un sonoro bramido. Mi habitación, el lugar, la calle, la ciudad, el cuartel, la familia y los mismos enemigos dejaron de existir, y todo era llenado por completo con ambas voces dejándose escuchar en toda su fuerza. Volví a llenar el interior del chico con mi semilla, y el piso tuvo de pronto un manchón blanquecino expulsado fuertemente del interior de Tsuna. Su cuerpo palpitaba sin control alguno, y se dejó caer al piso una vez el aire de los pulmones se agotara y la fuerza lo abandonara por completo.

Quise burlarme un poco de aquella debilidad, pero mi voz consumida no logró escucharse, y me vi de pronto abrazando al chico mientras caía encima de él con un golpe sordo que fui incapaz de sentir. Mi respiración era rápida y entrecortada, y apenas podía mover un brazo sin que sintiera que su peso había aumentado por lo menos el triple de lo normal. Con un esfuerzo sobrehumano me dejé caer a su lado, buscando su mirada oculta bajo el húmedo cabello sobre su frente.

- Lo… lo si… siento… -dijo en un débil susurro.

Extrañado, miré sus ojos entrecerrados y saturados de cansancio.

- ¿De qué…?

- Yo… te llamé… T-Ta… keshi…

Y automáticamente mis labios subieron en una cálida sonrisa.

- Ese es el nombre… de tu guardián de la Lluvia… Así me llamo, Tsuna.

 

 

Hacía ya tiempo que el sol estaba oculto, y la luna en el cielo brillaba cual sonrisa de Gato de Cheshire, iluminando sólo un poco las calles abandonadas. Después de sacudir nuestras ropas, recuperar fuerzas, ocultar las señales de nuestro “encuentro” y cubrir las marcas que había dejado en la piel del Jefe, nos dirigimos al cuartel bajo tierra, simulando que habíamos pasado el tiempo en una plática profunda, olvidando medir el tiempo. Tsuna saludó a la familia con una expresión de ánimo agotado, y se retiró a su habitación tras convencer a las chicas que todo estaba perfecto. Gokudera, sentado en la mesa con su pequeña mascota entretenida en morderlo, me observó con un poco de lástima, mas sonreí con tranquilidad y me excusé también, argumentando tristeza. Quise alcanzar al Jefe, pero no estaba en ningún pasillo, y su habitación estaba abierta sin rastro alguno del dueño. Quise buscarlo, pero mis piernas temblaban a cada paso.

Era un caso perdido.

Resignado, no me quedó otra opción más que ir a mi habitación, recostarme en el colchón y cerrar los ojos, intentando dejar mi mente en blanco, pero fallé. Mi mundo se desvaneció, y justo antes de dejarme llevar por la oscuridad, sólo el pensamiento de que quizá Tsuna estaría molesto conmigo me estremeció.

 

Nunca se me ocurrió pensar en nadie más.

Nunca pensé que había alguien especial.

Alguien que podía encontrar un secreto tan fácilmente como ocultaba su presencia en cualquier lugar.

Nunca pensé que, de todos nosotros, era él quien más lugar ocupaba en un pequeño corazón que ansiábamos poseer.

Notas finales:

TTuTT Díganme que les gustó... Por favor... no saben la lata que me dio escribir  con Hibari hasta que me topé de frente con Yamamoto.

Díganme que les gustó... 

 

Reviews... Por favor... 

*Arrastrándose como gusano a la cama*


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).