POV Jiyeon
-¿Porqué demora tanto?, ¿mientras más se demora más pienso en…
-¿Pensando en quién?- Ese timbre de voz solo puede ser de…
-Oh… Eunjung unnie, ¿qué estás haciendo aquí?- Le pregunté tratando de parecer sorprendida, aunque realmente no lo estaba, ya había dejado suficientes pistas como para que alguien me encontrara, pero yo sólo quería que ella me viniese a buscar.
-Te estaba buscando, Soyeon unnie dijo que no llegaste a comer, así que fui a tu habitación y vi las fotos sobre tu velador. Creí que podría encontrarte aquí y solo vine.- Eunjung siempre se preocupa por mi ya que soy su amiga, solo su amiga…
-Veo que me conoces bien.- Una boba sonrisa se escapó de mis labios haciendo ver como una estúpida enamorada, pero ¿qué más puedo hacer?, porque por más que lo piense enamorarme de Eunjung fue una estúpidez, la quería como a una hermana y sin saber cómo y en qué momento ocurrió, sentí que la amaba.
Cuando los recuerdos de la primera vez que la vi bajan a mi mente no puedo evitar pensar en lo inmadura que era, o que soy, realmente no sé si he madurado o sigo siendo la misma de antes. Ese día cuando la vi entrar en la cafetería del instituto no dudé en hablar y decirles a mis amigas: “¡Ahí vienen las becadas!”, sin imaginar que al final del semestre la gran Park Jiyeon tendría que estar recurriendo a ellas para salvar su examen final; lo que nunca pensé que podría pasar es que cuando fui a pedir de su ayuda todas se negaron, como no, si yo era quien se encargaba de que todo el mundo las molestara y se burlara de ellas, incluso recuerdo que me dijeron cosas como: “La gran Park Jiyeon pidiendo ayuda, esto no lo creo”, “Llama a tus papitos y diles que te ayuden”, “Con tu dinero contrata maestros particulares, o es que ¿no sé te ocurrió?” y muchas cosas más que no quisiera recordar, cuando de pronto se alza lentamente una mano y alguien dice: “Yo te puedo ayudar, si quieres”, era la mayor de todas, Ham Eunjung, quien era la que yo más molestaba. Sólo le respondí: “Como sea, te espero a las 5 en mi casa”.
Flashback
-¡Aish!, ¿Cómo caí tan bajo?, bueno, ya no importa, lo hecho, hecho está. Lo mejor será apurarme porque esa sabelotodo está por llegar.- Corrí a mi habitación a cambiarme cuando suena el timbre. Eran exactamente las cinco, hora en que la cité.
-Aigo… ¿Tiene que ser tan puntual?- Bajé las escaleras molesta pensando que si hubiera llegado cinco minutos después estaría lista, me acerqué a la puerta y abrí.
-Hola Jiyeon-ah.
-Pasa.
-Wouuu, tu casa es muy grande.- Se notaba en su rostro que estaba sorprendida.
-Sí, siéntate allí.- Me limitaba a responder con frases cortas y precisas.
-¿Con qué vamos a comenzar?- Se veía tan confiada, era obvio que podría ayudarme con lo que sea.
-Biología.- Sin duda era lo que más me costaba y preferí empezar con ello.
6:30 PM
-… y la célula está compuesta por las siguientes par…
-Tengo hambre, vamos a comer.
-Pero estamos por terminar con esto…
-Podemos terminarlo después, ahora quiero comer.
Fuimos al comedor, y como era de esperarse la mesa ya estaba puesta, nos sentamos y comimos. Aunque se podría decir que sólo yo comí, porque ella se sirvió unas galletitas y un café y, pues yo, me “tragué” todo lo que había en la mesa e incluso gran parte de las cosas que tenía la nevera. Inesperadamente me atacó un dolor de estómago, extraño, puesto que suelo comer grandes cantidades de comida sin enfermar, siendo esa la razón por la que me llaman DinoJi.
-Jiyeon-ah si quieres podemos terminar por hoy. Puedo venir mañana a ayudarte, no es necesario que lo hagamos todo ahora.- Eunjung se veía preocupada.
-Bueno.- Ni yo supe como accedí tan fácilmente a su propuesta. Suelo ser terca y mantengo mi posición hasta el final, pero esta vez no ocurrió.
-Creo que es hora de irme.- Comenzó a alistar sus cosas y era el momento de hacerle “la pregunta”, esa pregunta que todos esperan que yo les diga.
-¿Cuánto te debo?- Su rostro cambió haciendo una mueca de asombro ante la pregunta que le formulé, pero se apresuró a responder.
-Nada, yo vine aquí a ayudarte, no vine por dinero.- Noté que lo que dijo era cierto, la sinceridad emanaba por sus ojos- Bye, nos vemos mañana.- No me dí cuenta en que momento salió de mi casa.
Inexplicablemente me quedé sin palabras, y en mi cabeza se repetía una y otra vez “Yo vine aquí a ayudarte, no vine por dinero”.