No me había percatado del camino restante a casa. De un momento a otro ya habíamos llegado y me tenía encerrado entre la mesa de la cocina y su cuerpo. Suspiré y junté ansioso nuestros labios mientras lo tomaba del cuello, acercándolo más a mí.
– Vaya, muñeco, estas ansioso – dijo besando mi cuello.
– Calla – le susurré algo cohibido. Sí, el que nuestros amigos se enteraran me ponía nervioso.
Bajó sus manos desde mi cintura hasta mi trasero, que apretó fuerte y en un movimiento sutil, me subió a la mesa, donde de inmediato me deje caer, quedando totalmente a su merced. Él se lamió los labios y movió de un lado a otro su piercing. Eso me volvía loco, sentí la presión de mi erección contra mis pantalones, dolía.
Una de sus manos empezó a colarse debajo de mi camiseta, subiendo directamente hasta atrapar uno de mis pezones. Gemí por lo bajo y el lamió mis labios, acaparándolos por completo, atraído por la profundidad de mi boca. Cuando se separó riendo, note sus labios rojos e hinchados, producto de mis mordidas.
Se inclinó de nuevo y subió mi camiseta hasta mis hombros, un segundo después esta salió por mi cabeza. Me senté sobre la mesa justo después, para tomar bruscamente su enorme playera y halarla con fuerza.
– Quítate eso – casi le ordené.
Negando y con una sonrisa en los labios, me obedeció y finalmente se deshizo de la prenda. Le tomé de nuevo por el cuello y me acosté, provocando que él cayera sobre mí y devorara mi cuello al instante.
– Muñeco… - susurró en mi oído.
Nuestros labios se fusionaron de nuevo, esta vez con más urgencia que antes. Mis manos lucharon contra su gorra y la banda que llevaba en la frente, luego con la liga que sujetaba sus rastas, las que cayeron por su espalda y pecho en cuanto las liberé.
Hacía mucho calor de repente, la ropa nos estorbaba. Mis manos se paseaban por su espalda y mis dientes mordían suevamente uno de sus hombros. Él se levantó de nuevo, para desabrochar el complicado lío de mis pantalones. Una vez lo hubo hecho, esa prenda quedó despatarrada sobre el suelo, a la que le siguieron mis boxers y así quede completamente desnudo frente a él. Ya no me daba vergüenza, como antes, ahora solo pensaba en el hecho de que él se despojara de sus ropas rápidamente.
Pareció leerme el pensamiento, pues unos segundos después sus propios pantalones y boxers fueron a dar a sus tobillos, luego los apartó de un puntapié.
– Creo, muñeco, que nunca antes te había follado sobre la mesa – me dijo sonriendo.
– Nunca – le seguí la corriente. Lamí mis labios y se fue sobre mí, a por mis labios mientras me sujetaba con ambas manos de las mejillas.
En un movimiento brusco, se restregó por completo contra mí, nuestras erecciones se movieron juntas y gemí dentro de su boca. El mordió mi labio inferior y gruño cuando tomé su miembro con una mano y lo masajee por un momento.
– Házmelo – le susurré antes de lamer el contorno de su oreja. Jadeó.
CONTINUARÁ...