By Bill.
Soñaba algo lindo, no recuerdo qué. Algo lleno de color y formas curiosas. Era tan vívido y sin embargo no dejaba de ser pasivo. Lindo...
Algo molesto me hacía cosquillas en el cuello. Lo espanté con una mano y se fue. Pero regreso a los pocos segundos y volví a pasar mi mano por ahí. ¡Pero volvió!
– ¡Hump! – Me quejé y oí una risita atrás de mí, ya sabía que era lo que causaba mi molestia – ¡Tom! Déjame dormir.
– Muñeco, son las ocho de la mañana ¿No iras a trabajar? – dijo besando mi hombro.
Abrí los ojos poco a poco. Me encontraba en mi habitación, o más bien debía decir: la habitación que compartía con mi hermano gemelo/novio/rival/casero desde hacía un año, la cual se hayaba en penumbras, entre una oscuridad casi total exceptuando por los jirones de luz matinal que se colaban por las rendijas de las cortinas. No había ningún sonido, salvó la respiración de mi novio y la mía.
Me encontraba muy cómodó ahí cubierto por las sábanas, rodeado de los brazos de Tom y pegado a su pecho, lo único que me molestaba era ese ligero dolor que sentía dentro de mí en mi espalda baja, producto del acoston de la noche pasada.
– Para tu información, hoy tengo el día libre – me debatí contra las sábanas intentando voltearme hasta que quede cara a cara con él.
Sus ojos color chocolate/miel totalmente iguales a los mios me miraban con tranquilidad.
– ¿Tú tienes que ir a algún lado? – acaricié su mejilla. Suspiró y cerró los ojos.
– No – subió una mano y la puso sobre la mía en su rostro – si mi muñeco se queda yo me quedo. Tendré que hablarle a Andreas, quede de verme con el en el Pitch a las ocho y media, acompañado de Ricky y e principe, pero no, hace mucho que no paso ni tres horas contigo, ni que decir de un día entero, muñeco.
Sonreí y me acerqué para besarlo. Inmediatamente me rodeo con los ambos brazos y mis pernas se entrelazaron con las suyas. Recordé que estábamos desnudos cuando su miembro dio contra mi estrella. No estaba duro… aún.
– ¿Porque no bajamos y preparamos el desayuno? – me alejé de sus labios y bese su garganta, justo debajo de la mandíbula.
Me incorporé y termine sentado sobre su estómago con las manos en su pecho.
– ¿No prefieres quedarte un rato más en la cama? – movió su arete de un lado a otro con la lengua y acarició mi cintura. Tras de mí, sentí su erección crecer un poco.
Negué sonriendo y me incliné para darle un beso esquimal (frotando nariz con nariz),
– Si no lo recuerdas, ayer tuve una hemorragia y lamento decirte que aún me duele – era todo no diría más, me quité de encima y me acerqué a la orilla.
– Muñeco – llamó y se sentó para estirarse y alcanzó a cogerme de la muñeca – al menos ayúdame a bajar lo que causaste.
Miré su entrepierna, que ya se alzaba vigorosamente. Lamí mis labios y pensé en volver a su ladodespués de todo, no se necesitaba que me penetrara para quitarle esa erección, pero justo en ese momento sonó el timbre abajo.
– ¡Oops! Mala suerte – reí – bájate eso tu solo – señale su pene – seguro que puedes hacerlo - sabía que no lo haría, el era un orgulloso de mierda que no se tocaría estando yo en la casa.
Me levante y acerqué al cajón donde guardaba mi ropa interior, rebusqué y me coloqué un simple bóxer, fuera quien fuera lo correría de inmediato y si a mí no me obedecían, seguro que a un Tom enojado sí, ya sabía yo lo convincente que podía llegar a ser verlo con ojos de asesino, las mano hechas puños, los nudillos blancos y dispuesto a hacer correr sangre si la sitación lo ameritaba. De verdad, a la pobre persona a la que se le hubiera ocurrido venir a molestar tan temprano, esperaba que me hiciera caso a mí, si no, pobre de ella.
Baje las escaleras y Scotty vino trotando desde la cocina con el hocico mojado.
– ¡Scotty! – me agaché y le rasque detrás de las orejas, eso le gustaba. El me lengüeteo la cara, dejandome cubierto de saliva - ¡Guagh! ¡Eres un guarro, Scotty!
La puerta volvió a sonar, insistente.
– ¡Voy! – dejé al perro en paz y fui hacia la entrada. Abrí y me sorprendí, no esperaba absolutamente para nada verle aquí.
CONTINUARÁ...