– ¡Papá! – no esperaba para nada verlo.
– Hola Bill – parecía tenso.
– Así que el viejo vino a ver a sus retoños.
Me volví y vi a Tom bajar por las escaleras. Llevaba un pants y nada debajo, se le notaba todo, el muy guarro.
– Tom calla – le advertí.
– Hump – el torció la boca y se dirigió a la cocina.
Suspire aliviado, el escondería nuestra ropa.
– No se alegra de verme, no lo culpo – dijo mi padre.
– No digas eso – me hice a un lado y el entró – ¿Qué vienes a hacer aquí padre?
Con el tiempo aprendí que no venía solo a ver en qué andábamos.
– La verdad es que – suspiró. Estaba triste – Vine porque…
– ¿Por qué no te sientas?
Parecía a punto de caer rendido, así que lo obligue a sentarse en el sofá ¿Había dormido? Por sus ojeras parecía que no. Además se rehuía a mirarme. De pronto, comencé a sospechar que era él el que había entrado a la casa y nos había visto. Sentí miedo.
– ¿A que viniste? – escuché a Tom hablar a mis espaldas. Lo miré, se erguía en la puerta de la cocina con los brazos cruzados y el ceño fruncido.
– Tom – no me gustaba que usará ese tono, a pesar de todo era nuestro padre.
Me miró y su expresión se relajó, sus brazos cayeron a sus costados. Caminó hasta mí, me rodeo la cintura y beso mi mejilla. Me tensé y fije la vista en mi padre, que desvió la mirada y tragó.
– Parece que se quieren mucho – dijo sin mirarnos, mi temor creció.
– Sí, ¿y? – Lo retó mi hermano aún con la mano en mi cintura – ¿Tiene algo de malo?
Su tono era para asustar a cualquiera.
– No – le dijo con decisión – Nada de malo – bajo la mirada y la fijo en una bolsa negra – les traje eso.
Me acerqué y eche un vistazo, era todo comida.
– ¡Vaya, gracias! – no era que nos faltara comida ni dinero para comprarla, pero ahora el dinero destinado a eso sería más dinero en ropa.
– Y… – el tono de mi padre cambió – Vine a despedirme.
– ¿Como que despedirte? – acerqué, mi hermano no dijo nada.
– Me mudaré.
– Vaya, al fin – dijo sin mucha emoción.
– ¿A dónde? – yo sí estaba preocupado ¿¡Como que se iba!?
– Tranquilo hijo – sonrió son tristeza – Me mudaré cerca de los barrios altos. Traje una maleta para guardar las pocas cosas que tengo.
– ¿¡Pero por qué!?
– No quiero molestarlos, además, no vengo mucho, sería mejor vivir aparte.
– Pero...
– William, vendré a verlos de vez en cuando.
Y no pude opinar nada más, tomo su maleta y subió. Me volví hacia Tom.
– ¿¡Por qué no le dijiste nada!?
– Muñeco, el viejo sabe lo que hace ¿crees que si le hubiera dicho algo cambiaría de opinión?
Suspiré, tenía razón.
– Además, dijo que vendrá – abandonó esa expresión fría y se acercó de nuevo para tomarme de la cintura – Velo por el lado bueno. Ya no nos interrumpirá cuando estemos por hacerlo.
Sonreí y tantee su abdomen, hasta acariciar su erección, jadeó un poco.
– ¿Por qué no te bajaste esto? – lo tomé firmemente y lo sacudí un poco.
– ¿Para qué? Si tengo a un muñeco con una linda boca que puede hacerlo – sonrió.
– Jódete Tom – alcancé a decir antes de que se apoderara de mis labios en un beso húmedo. Sentí sus manos bajar hasta mi trasero y apretar. Yo sujeté sus rastas y lo pegue más a mí.
No pasaron ni diez segundos antes de que escucháramos a papá bajar. Nos separamos, o yo me separé ya que mi hermano parecía dispuesto a mostrar al mundo nuestra verdadera relación. Suspiró con los ojos en blanco y se cruzó de brazos una vez más. Eche un vistazo a su entrepierna, se le notaba aún más. Solté una risilla, le ponía que nuestro padre pudiera llegar a vernos, le picaría luego con eso.
– Terminé – se plantó frente a nosotros – Bill – me tendió su mano a modo de despedida y yo tragué.
– ¡Papá! – me abalancé sobre él y le rodee con los brazos. Lo iba a extrañar, a pesar de no haberlo visto mucho antes o después de venir a Stuttgart.
– Tranquilo, chico. Palmeó mi espalda y me separé. Miró a Tom y le tendió su mano – Tom… cuida mucho a tu hermano ¿lo harás?
La expresión de mi novio se suavizó y bajo los brazos.
– Lo haré cada día que tenga que hacerlo – extendió la mano y apretó la de mi padre.
Fue la despedida, una amable y apropiada para la ocasión. Estaba bien, habían quedado en buenos términos.
– Ah llegado la hora de irme – tomó sus cosas y fue hacia la puerta – Nos vemos – fue todo, salió y se fue.
Ya no me sentía mal, después de todo vendría o ya iríamos nosotros.
– ¿Así que ahora te pone que papá nos vea? – me volví riendo con las manos en la cintura.
– Que dices muñeco, si eres tú el exhibicionista – me contestó con crueldad, como siempre.
– ¿Ah, sí? – Acerque y con expresión de incredulidad tome su miembro – No soy yo al que se le pone tiesa cuando besa a su novio estando su padre en casa – me incliné y mordí su labio inferior.
Me separé y me dirigí a las escaleras. Segundos después le escuché seguirme. Entre a la habitación y me senté con las piernas separadas ¡Al carajo con el dolor que todavía sentía! Lo necesitaba en ese momento.
Tom entró y se acercó hasta tirarme sobre el colchón. De inmediato se colocó entre mis piernas y comenzó a besar mi cuello. ¡Que le dieran a la hemorragia!
CONTINUARÁ...