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Collision Course por Tail End Charlies

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Notas del fanfic:

Esto lo escribí hace ya unos meses, no quería subirlo porque no terminaba de gustarme, pero ya que la inspiración se ha largado y me ha dejado tirada sin poder publicar nada... En fin.

 

Notas del capitulo:

Era tan largo que lo he tenido que dividir en dos; la última parte la publicaré el sábado.

Collision Course

 

Siempre he sido una persona con tendencia al dramatismo y la paranoia; cuando alguien de mi familia se resfriaba yo ya me moría de angustia pensando que me estaban engañando y que en realidad tenía una de esas pulmonías que te llevaban al cementerio. Claro, que luego todo terminaba en eso, un resfriado que se curaba con jarabe y pastillas de colores. Así pues, no es de extrañar que cuando me vi empotrado contra aquel bonito árbol millones de desenlaces poco favorecedores para mí me asaltaran y me aturdieran, y es que ya pensaba que mis intestinos bañaban el interior de mi coche y que el cerebro se me estaba saliendo por la nariz.

 

Me imaginaba a mis seres más allegados llorando mi terrible muerte y al desgraciado de turno limpiando las tripas del tapizado de mi Kia recién estrenado. Una tapizado precioso, por qué negarlo. E incluso me atrevería a decir que el tipo encargado de la limpieza se llevaría la calderilla que guardaba en el cenicero. Entonces no importaba que tuviera que empaparse con mis entrañas si resultaba ser un ladronzuelo. Había visto demasiado CSI, así que un tipo a lo Grissom inspeccionaría la zona del accidente y terminaría descubriendo que me habían echado de la carretera con el fatal desenlace de mi desgraciado y horrible fallecimiento.

 

Me desvío, y no es un juego de palabras en referencia a que me comiera el puto árbol.

 

Me dormí al volante, así de simple. Te avisan de que no debes conducir bebido, pero pocas veces te dicen que no conduzcas si te caes de sueño a las tres de la mañana. Bueno, me había bebido un par de cervezas, pero eso no quiere decir que estuviera borracho; podría haber dicho el alfabeto al revés si alguien me lo hubiera pedido, pero nadie con dos dedos de frente va pidiendo que hagas esas cosas a no ser que sea el otro el que está borracho.

 

Venía de una fiesta. No me gusta beber, así que me contenté con las cervezas, que encima estaban calientes. Había bailado mucho, me había enrollado con un tipo en el lavabo y volvía a casa satisfecho y cansado. ¿Cómo se llamaba ese tío? Total, que cerré los ojos un segundo y al abrirlos de nuevo… ¡Hola, árbol! Encantador. No sé qué clase de árbol era, no me importa tanto la naturaleza como para ir aprendiéndome los nombres y el aspecto de cada uno. Lo dejamos en que era un árbol y nos entendemos igual. En resumen, que abrí los ojos, me quedé sin coche y casi me cargué el arbolito.

 

Creo que durante unos segundos estuve inconsciente por el choque; entre el tremendo tirón del cinturón de seguridad y el airbag que me golpeó en la cara vi las estrellas. En fin, luego de las estrellas vi que de la parte del motor salía humo. Lo que me faltaba, ahora encima iba a cocerme como un pavo en Navidad. Me acojoné y casi me dio un ataque de histeria; morir quemado es lo peor que te puede pasar. No, lo peor es que recordé películas donde la gente se quemaba y… No era agradable de ver. Así que en previsión de que la piel se me iba a caer a tiras intenté salir del coche, pero iba a ser que no, porque tenía las piernas atrapadas debajo del tablero, aparte de que tenía la dolorosa impresión de que me las había roto. Y si hubiera tenido tres piernas pues me las habría roto las tres, porque además tengo mala suerte. Preferí desmayarme de dolor y angustia.

 

La siguiente vez que desperté estaba en movimiento y un chico muy guapo me miraba. Ahora los ángeles llevaban chaquetas reflectantes y trabajaban en el hospital de Seúl. Qué delicia. Y yo sin pasarme por allí a hacer una visita. Concluimos pues que soy paranoico, dramático, gafe y tonto.

 

—¿Cómo te llamas, chico?

 

Abrí la boca para responder pero las palabras no salieron; mi mente decía “Lee Donghae”, pero la orden de responder no llegaba al lugar adecuado. El chico sonrió y negó con la cabeza.

 

—No hagas esfuerzos.

 

¡Cojones, tío, habérmelo dicho antes, que estuve a punto de partirme la mandíbula intentando responderte! Sería muy guapo, pero también era muy tonto; estábamos hechos el uno para el otro. De camino al hospital perdí la conciencia varias veces más, la última de ellas cuando me metían en el quirófano.

 

No me fío de los médicos. Un día mi tía fue a que le vieran un bulto en la espalda y le terminaron extirpando el apéndice. ¿Hola? ¿Estamos locos o qué? Vas a una consulta rutinaria y sales con la buena nueva de que tienes a saber qué enfermedad mortal. Además, que te hablan como si fueras tonto, utilizando esa palabrería que seguro que se inventan por el camino, porque como saben que tú no has estudiado medicina pues te dicen que tienes un nódulo en la región transversal del antepecho del pie y tú te lo crees, porque has visto la serie House y ahora piensas que eres otro doctor Chase o la otra que no recuerdo cómo se llama.

 

Así que cuando desperté en esa habitación sosa y sin gracia y vi al doctor sonriéndome como si hubiera descubierto el oro de los nazis, cerré los oídos y puse cara de “sigue hablando que te estoy escuchando, te lo prometo” y compuse mi mejor sonrisa de aturdimiento, porque acababa de salir de la anestesia y estaba más allí que aquí. Cuando finalmente el médico, que no era tan guapo como los pintan en televisión, se fue, me dormí de nuevo. Menos mal que esta vez no tenía un volante entre las manos.

 

Y aquí estoy ahora, despertando por enésima vez. ¿Cuántas van ya? En fin, que sigo en esta apestosa habitación. En realidad huele bien, pero acabo de comprobar que tengo ambas piernas enyesadas, una venda en el brazo izquierdo y un collarín asfixiante rodeándome el cuello, y todo eso pone de mala leche a cualquiera. Aparte de que la mejilla izquierda me arde como el infierno. Culpa del airbag, seguro.

 

Muerto de aburrimiento miro a mi alrededor y veo que en la cama de al lado las sábanas están revueltas, lo cual quiere decir que tengo compañero de habitación y eso no me gusta para nada, porque normalmente los pacientes son unos escandalosos, o ellos o su familia. Preferiría estar solo. Y hablando de familia, me pregunto si alguien ha avisado a la mía. Pero mis padres viven lejos y trabajan, así que no sé si podrán venir. Sigo elucubrando sobre eso cuando entra una enfermera, ya mayorcita, con una carpeta en las manos, mira la cama vacía y luego me mira a mí, cómo si yo tuviera la culpa de todo.

 

—¿Dónde está Heechul? —pregunta, en tono acusador.

 

No sé dónde está Heechul porque yo acabo de despertar luego de que me hayan hecho vete a saber qué. No sé quién es ese Heechul y tampoco quiero saberlo, así que deja de mirarme así. Me encojo de hombros. La enfermera, que tampoco es tan guapa como las de la tele, frunce el ceño y tengo la impresión de que el tal Heechul no es la primera vez que se escapa.

 

—Perdone, ¿puede decirme de qué me han operado con palabras que pueda entender? —inquiero con mi mejor sonrisa. Eso parece calmar su enojo.

 

—¿Nombre?

 

—Lee Donghae.

 

Abre la carpeta y comienza a pasar papeles.

 

—Lee Donghae… Aquí. Tienes un esguince en la muñeca izquierda, una abrasión en la mejilla, una contusión en el pecho por culpa del cinturón de seguridad y el collarín es por precaución. Te has roto las dos piernas. —Deja de leer y me mira. — Te has roto el fémur derecho por varias partes y han tenido que ponerte un hierro.

 

Y yo pensando que había estado a punto de morir. Eso era un sarcasmo. Le doy las gracias y se va. Seguro que así comenzó Terminator: el tipo tenía el fémur hecho un puzzle y le pusieron un hierro, pero seguro que los doctores pensaron “ya que estamos…” y así lo dejaron. Médicos, en fin.

 

Sigo aburriéndome y estoy cansado de estar echado en la cama. Estoy tentado de sentarme, pero a saber si no me parto en dos por la cintura. Buscó con la mirada el mando del televisor, pero parece que el tal Heechul, mi vecino de cama, se lo ha apropiado y no llego a su mesita, donde reposa el maldito mando. No sé cuantos minutos llevo observando el techo, el cual tiene alguna mancha, pero entonces oigo un ruido y veo que en la puerta hay un chico sentado en una silla de ruedas y con un gorro de lana cubriendo su cabeza. Sonreía feliz, pero al verme a puesto cara de haber chupado un limón.

 

—¿Vas a tocarme los huevos o vas a estar calladito?

 

Caray, eso sí que es un buen recibimiento. Debe ser el ambiente del hospital, que invita a perder la educación y las buenas maneras. Deduzco que ese debe ser el famoso Heechul, el cual no espera una respuesta y se dirige a su cama. Se levanta de la silla con bastante dificultad y se tiende en el lecho haciendo muecas de dolor. El pijama del hospital le resbala un poco por el hombro y veo que tiene algunos moretones, los cuales ya están comenzando a desaparecer. Por lo que veo, parece que tiene el resto del cuerpo en las mismas condiciones.

 

Me muero por preguntarle qué le ha pasado, pero después de ese saludo tan cariñoso pues como que no me atrevo. Enciende la televisión y va pasando canales, quiero decirle que quiero ver la película que comienza en unos minutos, pero no quiero que me haga tragar el mando, así que me dedico a ver cómo pasan las imágenes una detrás de otra. Una manera diferente de pasar el rato, ¿no?

 

—Kim Heechul, te han puesto una prótesis en la cadera, el médico te dijo que debías guardar reposo.

 

Y aquí está de nuevo la enfermera de antes, que parece que vuelve con enojo renovado; menos mal que no va dirigido a mí. Pero al otro parece que se la trae floja, porque ni siquiera la mira.

 

—Tenía cosas que hacer —dice, con sequedad.

 

La mujer pone los brazos en jarras y me pregunto si eso va de serie en las enfermeras y las madres, ponerse las manos en la cintura cuando van a echarte un buen rapapolvo por no haberte comido los guisantes.

 

—Otra vez has ido a ver a ese chico, ¿no? Deja de molestarlo, ambos necesitáis descansar.

 

Heechul tensa las mandíbulas y no dice nada, pero a cambio sube el volumen de la tele, dando a entender que la conversación ha terminado y que ya puede irse con viento fresco. Y yo me siento como pez fuera del agua, un pez curioso e intrigado por todo lo que ahí se ha dicho, asemejando un tipo de adivinanza de la cual todos saben la respuesta menos yo. Eso es molesto.

 

Parece que el ambiente se ha engrosado un poco y yo empiezo a sentirme incómodo. Finalmente la enfermera se va, pero todo sigue tenso.

 

—¿Me lo firmas? —pregunto, sonriendo de forma nerviosa.

 

Y alzo mi brazo vendado. Heechul me mira de tal forma que creo que acabo de fallecer fulminado.

 

Ya es de madrugada cuando Heechul vuelve a irse entre maldiciones e insultos proferidos en voz baja; sus heridas deben dolerle. No sé a quién va a ver, pero debe ser muy importante para él si prefiere pasarlo un poco mal a dejar de ver a quién sea.

 

Los días siguientes se convierten en rutina: despertamos y nos traen el desayuno, terminamos y cuando vienen a recoger las bandejas Heechul se va, una hora después vuelve y hace zapping mientras yo me aburro. Traen la comida y comemos en silencio, porque él no da pie a iniciar una conversación y yo no quiero arriesgarme a que me clave el tenedor. A media tarde vuelve a irse para volver una hora después. Cenamos y a media noche se va otra vez.

 

Nadie viene a verlo y nadie viene a verme a mí; mis padres viven lejos, trabajan y ya son algo mayores, no están para ponerse a hacer viajes, pero por lo menos me llaman una vez al día. De amigos ando algo escaso, y los pocos que tengo… Prefiero que no vengan, tampoco somos tan íntimos. Y la única persona que me acompaña es el enano gruñón, como ese de Blancanieves, solo que más alto. Que ya podría haber sido alguien más ameno y amigable.

 

Una de esas noches decido seguirlo, pero tardo como unos diez minutos en salir de la cama, y es que eso de tener las dos piernas enyesadas limita mucho mis movimientos. Cuando creo que no podré salir del lecho en lo que me queda de vida, por fin me encuentro sentado en la silla de ruedas que una simpática enfermera dejó unos días atrás al lado de mi cama. Claro, que no contaba con mi esguince de muñeca y cuando intento avanzar un pinchazo doloroso me recorre el brazo. Como espía soy un negado.

 

De manera lenta y cautelosa por fin me pongo en marcha, pero he perdido a Heechul y no sé hacia dónde se ha dirigido, así que termino dando vueltas por el hospital esquivando enfermeras y médicos de guardia; sólo me falta llevar ropa de camuflaje. Resulta incluso emocionante, como un niño haciendo una travesura. Por qué negarlo, torear a esas enfermeras amargadas da un subidón inigualable.

 

No sé cómo, pero he terminado en la UCI, en la planta baja. Deambulo por allí hasta que doy con Heechul sin ni siquiera proponérmelo; a estas alturas ya hacía esto por la adrenalina que me causaba el estar haciendo algo prohibido, no por encontrar a ese enojón. Discretamente me acerco y espío por la puerta entre abierta. Sigue sentado en su silla de ruedas, su mano izquierda coge la zurda del chico que está tendido en la cama mientras que con la diestra le acaricia la frente y el pelo. Y está sonriendo con tal ternura y cariño que parece mentira que sea el mismo Heechul con el que comparto habitación.

 

El chico de la cama no parece estar muy bien; su cara está pálida y tiene una leve sombra debajo de sus ojos, su sonrisa mostrando un poco de cansancio, unos cables saliendo de debajo de la parte superior del pijama. Sé que debo irme, que estoy viendo una escena demasiado privada e íntima, pero no soy capaz de moverme de allí.

 

—No deberías venir, las enfermeras se enfadaran contigo —avisa el chico en un susurro casi inaudible. Parece que le cuesta hasta respirar.

 

—No me importa, Hannie, vendré a verte cuando me dé la gana —replica, con una sonrisa traviesa.

 

Entonces levanta la mirada y me ve. Y yo me tenso y veo mi muerte demasiado cerca. Pero al contrario de lo que pensaba, hace un gesto con la mano pidiendo que me acerque. Dubitativo y temeroso, voy lentamente sin quitarle la vista de encima, por si le da por atacarme. Hasta que llego a un lateral de la cama y el chico postrado en ella me mira de manera amigable.

 

—Tú debes ser Donghae. —Mi cara debe mostrar tal asombro que ríe con suavidad. —Heechul me ha hablado de ti. —Mi atención se dirige hacia el nombrado, pero éste sólo mira a su novio o lo que sea. —Yo me llamo Hangeng, pero puedes llamarme Hannie.

 

Entonces Heechul de nuevo me mira como si quisiera matarme.

 

—Como lo llames así te tragas la silla.

 

—Heechul… —lo regaña Hangeng, casi con diversión, y yo no puedo evitar sonreír.

 

—¿Por qué estás aquí? —le pregunto, pero el que me responde es Heechul.

 

—Su corazón está fallando. Necesita un trasplante, pero no hay ninguno disponible —explica, con cierta frialdad.

 

Yo no sé qué decir y los miro a ambos alternativamente. Debe ser terrible para ambos, más que nada porque parecen pareja y perder así a una persona por la que sientes algo…

 

—Siempre digo que mi corazón está mal porque amo tanto a Heechul que no es capaz de soportarlo —explica Hangeng, divertido.

 

El otro chasquea la lengua de forma despectiva, pero creo que se ha sonrojado. Voy de sorpresa en sorpresa: sonrisas, sonrojos, amor… Heechul es una caja de sorpresas.

 

—No digas bobadas, ya estaba mal antes de que me conocieras.

 

—Pero empeoró cuando te conocí.

 

Reprimo una carcajada al ver que Heechul intenta hacerse el indiferente ante todo ese despliegue, pero en el fondo no lo consigue y termina demostrando que esas declaraciones le afectan. Heechul se inclina un poco y lo besa con suavidad en la frente y luego en los labios. Me percato de que ahora sí que sobro allí y me dirijo a la puerta, no sin antes escuchar un “Te amo” por parte de Heechul dirigido a Hangeng.

 

Volver a mi cama supone otra odisea; si es que me terminan doliendo hasta las pestañas. Quién me mandaría a mí hacer de James Bond. Unos minutos después Heechul vuelve y yo me hago el dormido mientras oigo sus insultos habituales porque le duele todo, pero luego oigo algo que me deja clavado en la cama: Heechul está llorando.

 

()

 

Las enfermeras creen que los pacientes somos tontos o estamos sordos, por eso hablan de más delante de nosotros. Son como lavanderas cuchicheando de éste o del otro, dejando verdes a otras compañeras y compañeros. Y lo peor, quiénes son compañeros de cama y quién le ha puesto los cuernos a quién. Porque sí, todo esto me recuerda a Anatomía de Grey, que más que curar, esos se montaban orgías.

 

Resulta que el neurólogo Siwon se ha tirado a todas las enfermeras de planta, pero una de ellas, Yuri, pensó que lo suyo iba en serio, así que cuando se enteró de que Siwon se había acostado con Sooyeon, montó un buen escándalo. Hubo lágrimas y todo. Pero la muy golfilla de Yuri estaba ennoviada con Minho, el cardiólogo, así que le puso los cuernos con Siwon. Para que luego se queje.

 

Luego están Kyuhyun, el psicólogo, y Sungmin, el nutricionista. Todos sospechan que entre ellos hay algo, pero los muy tontos no lo ven y se dedican a marear la perdiz. Un día yo los vi y parecían algo más que amigos. Supongo que Kyuhyun, al ser psicólogo, está racionalizando demasiado las cosas y eso le quita el romanticismo. Alguien le debería dar un empujoncito al loquero.

 

También está Jungsoo. No sé qué clase de doctor es, pero toda la suerte que tiene Siwon con las chicas, le falta a Jungsoo, y es que no se come un rosco. El pobre lo intenta, pero es que las enfermeras no le dejan; supongo que Siwon ya les da lo que necesitan. Pero esa enfermera, Sora, le va detrás, porque lo mira con unos ojos de corderito… Y el otro que no se da cuenta. El resto de enfermeras están planeando algo para que surja la chispa del amor entre ellos.

 

Y yo escucho todos esos chismorreos como si de una telenovela se tratase. Más de una vez he estado tentado de comentar las jugadas: “Oh, vaya”, “¿En serio?” “Qué zorra”, como si estuviera viendo un drama a lo Urgencias. Es más, sufro por Sora, por si al final no puede conseguir al médico de sus sueños, y me pregunto cómo estará llevando Minho sus cuernos. Es una pena esto de los amores no correspondidos.

 

Heechul ya habla más conmigo; quizá el haber conocido a Hangeng me otorga alguna clase de privilegio. Cuando se aburre decora las escayolas que envuelven mis piernas, dibujando y escribiendo cosas tales como: “La gran estrella del universo Kim Heechul ha estado aquí y ha dejado su huella en esta escayola mohosa.” Todo un poeta, sí señor.

 

Ya sé por qué está en el hospital: tuvo un accidente de moto. Bastante grave, porque quedó hecho un asco. Aparte, no llevaba casco y estuvo a punto de irse al otro barrio. También sé porque lleva puesto siempre ese gorro de lana. Para operarlo tuvieron que raparlo, pero, aunque ya le ha crecido un poco el pelo, todavía se distingue una fea y larga cicatriz a un lado de su cabeza.

 

—Me pusieron una placa de metal —explica.

 

Seguro que Terminator también empezó con una placa en la cabeza, eso más el hierro del fémur.

 

—¿Y eso no pitará en los aeropuertos? —Y pongo ese ejemplo como podría haber puesto cualquier otro. Alza una ceja y me mira mal, para variar.

 

—¿Para qué quiero tomar un avión?

 

—No sé, quizá este verano Hangeng y tú podríais ir a Europa —sugiero.

 

—Hannie no llegará al verano, dudo que llegue a la semana que viene.

 

Lo dice con tal frialdad y resignación que noto como un escalofrío me recorre. No sé si de verdad le importa tan poco, pero lo parece. Quizá sólo es eso, resignación; él no puede ayudarlo. Intento desviar un poco el tono tétrico que ha adoptado la charla.

 

—¿Cuánto hace que estáis juntos?

 

—Dos meses.

 

—¿Y hace mucho que os conocéis?

 

—Dos meses.

 

Parpadeo confundido.

 

—¿No vais un poco rápido? —Un poco muchísimo, la verdad. Heechul me mira y frunce el ceño.

 

—Se va a morir. Él lo sabe y yo lo sé, no tenemos tanto tiempo como para perderlo con coqueteos absurdos.

 

Otra vez esa frialdad. Lo malo de Heechul es que intenta aparentar ser fuerte y que todo le importa una mierda, pero como la cosa se ponga fea todo esto le va a explotar en la cara y a ver cómo sale de ello. Enciende el televisor y da por finalizada la conversación. Sólo he visto a Hangeng una vez, pero no quiero que se muera; me parece un chico muy agradable, se nota que ama a Heechul y que el sentimiento es recíproco. Es triste que la gente se muera.

 

Mi abuela no se moría ni a tiros. No es que la señora me cayera mal o algo, que yo la quería mucho, pero tenía la malsana tendencia de sufrir ataques al corazón y nosotros venga a correr al hospital, los médicos nos decían que no pasaría de esa noche y la abuela que no se moría, y así una y otra vez. Sobrevivió a mi tía, esa del bulto en la espalda que salió de la consulta sin apéndice. Cosas de la vida.

 

Se llevan a Heechul para hacerle unas radiografías o no sé qué cosas, quizá quieren meterle más metal en el cuerpo, así que decido hacerle una visita a Hangeng, el cual me recibe con una sonrisa cansada; a lo mejor si no estuviera tan mal me saludaría de forma efusiva; parece ese tipo de personas. Hablamos un rato, cada uno explicando su vida, pero no quiero que se fatigue demasiado, así que evito que hable más de lo necesario. Lo que me faltaba, que Hannie muera delante de mis morros y que Heechul decida hacer hamburguesas conmigo por creerme el culpable del fallecimiento de su novio.

 

Pero desde que Heechul me explicó que su relación había sucedido tan rápido, una duda me carcome y sé que Hangeng no me a lanzar cuchillos por preguntar.

 

—¿Por qué aceptaste estar con Heechul si sabes que vas a morirte?

 

Sonríe con pena y me mira con un punto de melancolía y tristeza.

 

—En realidad casi me obligó a estar con él. Al tercer día de conocernos me dijo: “Tú me gustas y yo te gusto, DEBEMOS estar juntos. ¿Para qué prolongar lo inevitable?”. Cómo decirle que no, ¿verdad? Se hace de querer aunque tenga ese temperamento. —Y ríe con suavidad.

 

—Pero cuando tú te vayas estará muy solo y triste.

 

—Lo sé, y eso es lo que más me preocupa.

 

Decido cambiar de tema, no quiero entristecerlo más, así que terminamos hablando de fútbol y de otras cosas inofensivas. Unos minutos después decido irme para que descanse.

 

—Intenta no morirte, ¿vale? Es la primera vez que veo este tipo de amor.

 

—No te prometo nada —dice, divertido.

 

Paseo sentado en mi silla de ruedas y termino parándome en el gran ventanal por donde se ve toda la ciudad de Seúl. Las personas, los coches, los edificios, todo se ve como manchitas de colores y me pregunto hacia dónde irá toda esa gente, en lo que pensará, en si vivirán un romance tan apasionado como el de Hangeng y Heechul. Es una situación extraña, pero me parece muy bonita.

 

Yo nunca me he enamorado. Sí que me han gustado chicos y he salido con unos pocos, pero sentir amor… Supongo que no he encontrado a la persona adecuada. En realidad es difícil encontrarla; esos dos tuvieron suerte, aunque es una pena que lo suyo no vaya a durar. La vida no siempre es justa.

 

Noto una mirada sobre mí y me giro en busca del dueño de esa mirada; es un chico de mi edad, va vestido de manera informal y está jugando con una PSP, pero llevo más de una semana en el hospital y ya sé distinguir a las visitas de los enfermos. Ese chico es uno de estos últimos. Cuando se percata de que lo he descubierto mirándome, baja la mirada y sigue jugando. Yo me centro otra vez en las vistas de la ciudad. Un rato después de nuevo ese escrutinio sobre mi persona. Lo miro una vez más y éste vuelve a centrarse en el juego.

 

La situación se repite una tercera y una cuarta vez, para la quinta, cuando me giro, ya no lo veo sentado en las sillas de plástico, cuando me doy cuenta está a mi lado y decide sentarse en una de las jardineras que decoran el pasillo.

 

—Hola. Me llamo Hyukjae —saluda, sonriente, enseñando mucha encía.

 

—Donghae.

 

—¿Te ha atropellado un camión?

 

—No, un árbol.

 

No debe haber escuchado muchos chistes en su vida, porque empieza a reír como si le hubieran contado el mejor del mundo, y entre las carcajadas puedo escuchar un “qué gracioso eres”. Nunca me he considerado el alma de las fiestas, pero si él lo dice… Unos minutos después, y cuando parece que va a morir asfixiado, para de reír e intenta respirar mientras se da aire moviendo una mano a modo de abanico.

 

—¿Por qué estás aquí? —le pregunto. Se sube las mangas de la sudadera y me enseña las muñecas.

 

—La primera vez lo hice en horizontal y lo único que conseguí fue ponerlo todo perdido de sangre. Para la siguiente ya lo hice en vertical —explica, sonriente.

 

—¿Qué salió mal? —Y lo pregunto porque sigue vivo, así que algo falló. Frunce el ceño y hace una mueca.

 

—Olvidé que la asistenta venía los martes y los jueves a limpiar —replica, molesto.

 

Esa es una de esas situaciones en las que uno no sabe si reír o llorar; reír porque la escena es graciosa, para qué mentir, y encima lo ha explicado de una manera… Y llorar porque no es divertido el que alguien quiera dejar este mundo si no está enfermo y sufriendo horrores.

 

—Para la próxima me voy a la montaña.

 

—¿Tantas ganas tienes de morir? —inquiero, con un punto de incredulidad. Simplemente se encoge de hombros.

 

—¿No te has preguntado alguna vez qué haces aquí? ¿No piensas que si no existieras, el mundo no dejaría de girar? —Asiento con la cabeza. —Pues yo lo comencé a pensar de forma habitual y no sé… Kyu dice… ¿Sabes quién es Kyuhyun?

 

—¿El psicólogo del hospital?

 

—Exacto. Pues Kyu dice que necesito alguna motivación, algo que me anime y que me haga querer empezar un nuevo día con una sonrisa.

 

Para mí, no querer morir de forma prematura ya es una buena motivación. No es que mi vida sea de color rosa, pero aun así… Caray, tengo casi veintisiete años, estoy sano (o lo estaba una semana atrás), tengo buen aspecto, de vez en cuando me doy un homenaje con algún chico, tengo trabajo y un techo bajo el que vivir. ¿Qué más puedo pedir?

 

—Pero creo que no hay que hacerle mucho caso a Kyu, para mí que está enamorado y no está siendo objetivo —explica en voz baja, en plan conspirador.

 

—Las enfermeras comentan que tiene algo con Sungmin.

 

—Ah, sí, el nutricionista. Las anoréxicas no se comerán un filete, pero a ese se lo comían con patatas.

 

—Eso ha sido políticamente incorrecto —digo, intentando no reír; ha sido un comentario de mal gusto, pero me ha parecido gracioso.

 

A Hyukjae no parece importarle y mira por el ventanal. Parece un buen chico, en realidad me ha caído muy bien aunque sea un suicida en potencia. Me gustaría ayudarlo, pero no sé cómo hacerlo; si un tipo con título universitario sobre el tema no le ha quitado esas ideas de la cabeza, no lo voy a conseguir yo, pero por intentarlo…

 

—Ven, quiero que conozcas a alguien.

 

Y lo llevo hasta la UCI donde sigue Hangeng y de donde no saldrá si las cosas siguen así. Voy a entrar en la habitación, pero veo que está Heechul repartiéndole besos cariñosos por la cara, así que nos quedamos fuera. Le explico quiénes son, por qué están en el hospital y la relación que mantienen. Cuando termino volvemos frente al ventanal, Hyuk sentándose de nuevo en la jardinera.

 

—No me lo creo. Es imposible que se amen tanto como dices si hace dos meses que se conocen; seguro que están juntos por pena y porque no tienen a nadie más —explica.

 

—Esto no lo digas delante de Heechul porque te abre en canal con un bisturí y sin anestesia.

 

Nos quedamos en silencio. Hyuk mira las cicatrices de sus muñecas y yo lo observo a él; delineo su perfil con la mirada y tengo la tentación de darle un mordisco a esa mandíbula tan marcada.

 

—¿Pero eso no sería ser superficial? —pregunta, pensativo. —Enamorarse a primera vista es enamorarse de la apariencia. No sabes cómo es esa persona en realidad; quizá es una maniática de la limpieza o es tan descuidada que deja que los platos críen moho olvidados en el fregadero. Que, quizá, a pesar de esa cara de inocencia que muestra, en realidad es alguien rastrero. —Entonces me mira sonriente. —¿Puedo firmarte la escayola? —pregunta, de repente. Yo asiento con la cabeza, todavía confundido por ese cambio de tema sin previo aviso.

 

—Pero no tienes un rotulador.

 

Se levanta de su asiento improvisado y se acerca al puesto de enfermeras. Unos segundos después vuelve con un marcador fluorescente rosa en su mano.

 

—¿No había otro color? —inquiero, asqueado.

 

Hyuk sonríe con inocencia y se agacha a mi lado comenzando a escribir en la escayola de la pierna izquierda. Finalizado el trabajo se endereza y se despide con un gesto de la mano, deja el marcador donde lo ha cogido y se aleja mientras yo lo sigo con la mirada. Cuando lo pierdo de vista leo lo que ha escrito:

 

Por un momento creeremos que el amor a primera vista existe.

 

Y al final de la frase ha dibujado una carita sonriente. Por más que lo leo menos lo entiendo.

 

()

 

Hace unos días llamé a mi vecino para que me trajera algunas cosas. Cuando me mudé hicimos buenas migas, así que decidimos intercambiar nuestras respectivas llaves por si algún día surgía algún problema y las necesitábamos. Aparte de algo de ropa y productos de higiene también me trajo un par de libros para que pudiera paliar mi aburrimiento, porque Heechul casi no habla; Hangeng está empeorando y eso le está afectando demasiado, aunque sigue haciéndose el fuerte, pero a mí ya no me engaña.

 

Heechul no es de los que acepta palabras de consuelo o muestras de afecto, así que lo dejo tranquilo hasta que es él el que desea iniciar una conversación, siempre evitando que su chico sea mencionado en la charla. Hyukjae se ha pasado alguna vez por la habitación, pero siempre hemos salido fuera para no molestar a mi compañero de cuarto, que dudo que le apetezca conocer gente. Preferiría hacerle compañía, pero creo que aprovecha que está solo para llorar, así que le dejo su espacio porque creo que llorar le hará bien; por lo menos deja salir su dolor de alguna forma.

 

Hyukkie y yo nos hemos hecho amigos con mucha rapidez; en estos días hemos conocido mucho el uno del otro, descubriendo que tenemos algunas cosas en común. No se lo he dicho, pero le agradezco el que no mencione el tema del suicidio, es algo que me incomoda y ahora más, siendo que estamos trabando amistad y sería un palo enorme el perder a un amigo.

 

—Kyuhyun quiere hablar contigo.

 

Lo miro sorprendido y ante mi “¿Por qué?” no formulado, se encoge de hombros, sonriente. Hace un par de días que me han quitado el collarín, así que me froto la nuca un poco atemorizado. ¿Y si el psicólogo me dice que me aleje de Hyukjae porque soy una mala influencia o algo así? ¿Yo mala influencia? ¿En qué mundo paralelo?

 

Hyukkie toma asiento en una de las sillas de la sala de espera y yo entro en el despacho del psicólogo ignorando el picor que la escayola produce en mis piernas. He intentado mil maneras de meter algo para apaciguar el maldito picor, pero no hay nada lo suficientemente largo y delgado para que llegue a los puntos problemáticos.

 

Veo al hombre sentado detrás de su mesa y lo único en lo que pienso es que Sungmin y él todavía no se han declarado. ¿Qué diría de mi personalidad si supiera eso? Los psicólogos lo analizan todo y sacan conclusiones rebuscadas de hasta por qué una goma de borrar es azul y no blanca. Kyuhyun se levanta, se acerca a mí, sonriente, y toma asiento en la silla que está a mi lado. Si sonríe es que quiere decirme algo bueno, ¿no? A saber, quizá es eso de la psicología inversa: “Sonrío para que creas que no pasa nada malo, pero en realidad voy a decirte que te van a embargar la casa y que te quedas en la calle. Estoy jugando con tu mente, desgraciado.” Tiene pinta de ser algo así.

 

—¿Qué le has hecho a Hyukjae? —pregunta, tranquilamente.

 

Ah, compañero, lo que yo decía; sonríe para luego decir que soy una mala influencia. Y yo me quedo con las ganas de morder la mandíbula de Hyukkie, aunque ha llegado un punto en el que no me importaría besarlo. Es que tiene unos labios muy jugosos. Es una tentación con piernas ese chico.

 

—¿Hacerle el qué? —pregunto, más perdido que un pulpo en un garaje.

 

Cruza sus piernas con elegancia sin perder esa sonrisa que me confunde. He decidido que ahora también odio a los psicólogos. Odio a los médicos y a los psicólogos. ¿Los psicólogos son médicos?

 

—Desde hace unos días que lo noto más animado, con más ganas de vivir.

 

—¿Se supone que yo he conseguido eso? —inquiero, escéptico.

 

—No puedo decirte mucho, secreto médico/paciente, ya sabes, pero nuestras conversaciones han dado un giro interesante. Ya ni recuerda que quiere suicidarse y todo desde que te conoce.

 

Acabáramos. Este tío quiere liarme de alguna forma macabra, pero no termino de ver qué saca él con todo esto.

 

—Pero eso es bueno, ¿no? Aunque dudo que yo tenga tanta influencia sobre alguien —replico, intentando adivinar sus intenciones.

 

O deja de sonreír o me quito una de las escayolas y lo golpeo con ella; es que comienza a ponerme un poco nervioso ese gesto de suficiencia. Entonces baja la mirada y ve mis piernas enyesadas; no estoy seguro, pero creo que se ha quedado mirando la izquierda. Kyuhyun ensancha su estúpida sonrisa y asiente con la cabeza. Te odio, canturreo en mi mente.

 

—Lo creas o no, le estás haciendo mucho bien a Hyukjae. —Y me da unas palmaditas en el hombro.

 

Antes de salir me giro y lo miró sonriendo de forma perversa.

 

—Iría siendo hora de que hablaras con Sungmin; sois el tema del año entre las enfermeras.

 

Su cara pierde todo el color y se queda blanco del susto. Reprimo una carcajada de satisfacción y me reúno con Hyukkie. Este se levanta y me mira dudoso.

 

—¿Qué te ha dicho?

 

Y entonces la confusión vuelve a mí cuando recuerdo lo que he hablado con Kyuhyun. Sigo sin entender nada de nada.

 

—No estoy muy seguro.

 

Hyukkie me mira sin saber si debe creerme, pero mi cara de desconcierto debe convencerlo, porque se encoge de hombros, restándole importancia.

 

—Estoy cansado, ¿me llevas?

 

Mi desconcierto sube varios puntos. Sus ojos se dirigen a mi regazo y luego a mi cara. Yo hago matemáticas mentales y termino por comprender.

 

—Si serás vago —digo, intentando sonar serio, pero si termino sonriendo pues todo se queda en nada.

 

Se sienta en mi regazo, apoya la cabeza en mi pecho y creo entender un “eres muy cómodo” de su parte. Ignoro el palpitar alocado de mi corazón y decido que es hora de hacerle una visita a Hangeng, pero cuando lo veo preferiría haber ido a otro sitio; está más apagado que la última vez que lo vi, más fatigado, como si la vida se le estuviera yendo con cada suspiro, y siento unas repentinas ganas de llorar.

 

Hyukkie comienza a decir disparates y eso parece animarlo un poco. Tiene la precaución de no perturbarlo en demasía, pero se comporta con él como si estuviera conmigo o con otra persona algo más sana. Miro a Hyuk con ternura, viendo una parte de él que no conocía; me agrada que esté intentando hacer sentir mejor a Hannie con comentarios absurdos y anécdotas sin sentido. Durante unos minutos los tres parecemos olvidar donde estamos y en qué circunstancias, y cuando nos vamos, Hangeng parece que está sonriendo un poco más, pero eso no me hace sentir mejor.

 

Vamos sin rumbo fijo, pero entonces me paro y Hyukkie, que andaba a mi lado, se para también y me mira de forma interrogativa. Le hago una señal con el dedo para que se acerque, como si quisiera contarle un secreto, y entonces le beso una mejilla.

 

—Gracias.

 

Me mira perplejo, pero luego sonríe y asiente con la cabeza para luego devolverme el beso, el cual ha quedado demasiado cerca de mis labios. Tampoco es algo que me moleste. Es más, casi hubiera preferido que me hubiera besado en los labios.

 

Me gusta, me atrae, no lo voy a negar, sería estúpido si lo hiciera. ¿Amor? No lo sé, nunca lo he sentido y no sé si lo estoy sintiendo ahora. Los libros usan demasiadas florituras para describirlo, la vida real no es tan sencilla. Quiero estar con él, eso sí que lo sé seguro. Quiero comérmelo a besos, eso también lo sé. No me interesa para que sea sólo un rollo de una noche, eso en ningún momento me ha pasado por la cabeza. Quizá sí que sea amor. Heechul y Hangeng se enamoraron en escasos tres días. Yo conozco a Hyukjae desde hace casi tres semanas.

 

Giro la cabeza y, a pesar de la oscuridad de la habitación, puedo adivinar el bulto que es Heechul encima de su cama. Sé que no está durmiendo, ya que pronto irá a ver a Hangeng. Quiero preguntarle qué se siente al amar a alguien, pero no es un buen momento. En realidad con Heechul nunca es un buen momento para nada, pero ahora menos.

 

Ya es medio día y Heechul todavía no ha vuelto. Sus visitas duran una hora o así, pero desde la madrugada, que es cuando se ha ido, que no ha aparecido por la habitación y comienzo a preocuparme. Viene la enfermera gruñona, la que me explicó mis heridas de forma entendible, y de nuevo pregunta por Heechul; ya es la segunda vez en lo que lleva de día. Yo me hago el loco y le respondo que no sé dónde está, que quizá lo ha secuestrado un extraterrestre, que lo ha visto tan atractivo que quiere tener hijos con él, pero la señora frunce el ceño y no se ríe; no entiendo por qué no, a mí me parece gracioso.

 

Comienza a atardecer cuando vuelve sentado en su silla de ruedas. Me tenso cuando veo sus ojos hinchados y rojizos y un mal presentimiento me recorre. Prefiero pensar que ha ocurrido cualquier cosa antes de que lo que más me temo me cruce siquiera por la mente. Heechul se levanta de la silla y se mete en la cama sin hacer una mueca de dolor o soltar una maldición, a lo cual me tenía acostumbrado cada vez que se movía, y eso me preocupa todavía más. Se echa en el lecho y me da la espalda.

 

—Hannie ha muerto esta mañana —declara, con firmeza.

 

Quiero creer que me está mintiendo, pero en el fondo sé que es cierto. Estoy seguro de que no llorará hasta que se quede solo, así que aligero el proceso y salgo de la habitación. En mi cabeza sólo aparece Hyukkie, así que voy a buscarlo a su cuarto, que por suerte no comparte con nadie. En cuanto me ve sabe que algo va mal, así que baja de su cama y se arrodilla a mi lado.

 

—Hannie ha muerto. —Y entonces rompo a llorar desconsoladamente. Hyukkie me abraza y llora conmigo. —Olvídate de esa estupidez del suicidio, ¿me has oído? Quiero que te quedes conmigo —exijo entre sollozos.

 

No dice nada, pero noto como sus brazos se afianzan entorno a mi cuello.

 

Observo el techo de la habitación de Hyukkie echado en su cama, él a mi lado, su cabeza apoyada en mi pecho mientras me acaricia el costado, mi mano enredándose con suavidad en su pelo. No sé cuánto tiempo llevamos así, pero ya hemos dejado de llorar, ahora simplemente estamos en silencio. Tampoco tenemos nada que decirnos, por lo menos no después de esa mala noticia.

 

Me preocupa Heechul y su estado de ánimo. Obviamente no estará bien, pero no sé cómo se comportará ante este tipo de situaciones. Recuerdo a Hannie y ya lo echo de menos; no nos habíamos visto mucho, quería dejarle tiempo con Heechul, pero aun así se veía que era una gran persona. Me hubiera gustado conocerlo en otras circunstancias más favorecedoras.

 

Suspiro apesadumbrado y Hyukkie se endereza para poder verme. Acaricia mi mejilla, baja y recorre mi cuello con la yema de los dedos. Sube de nuevo y mima mi labio inferior con el pulgar. La mano que mantengo en su cabeza la poso en su nuca y lo acerco a mí para poder besarlo con suavidad, un movimiento lento para probar y decidir que ambos queremos un poco más. Mordisquea mis labios con cariño y su lengua se introduce en mi boca buscando la mía, enredando ambas con tranquilidad.

 

Nos saboreamos con parsimonia, sintiendo como ambos nos estremecemos, y un suspiro se nos escapa y llena la silenciosa habitación. Hyukkie se separa y reparte besos por mi cuello, una de sus manos acariciando mi torso por encima del pijama del hospital. Reprimo un jadeo y lo alejo un poco.

 

—Quiero hacerlo bien, no con esta mierda en las piernas.

 

Hyukkie sonríe y me besa una vez más antes de recostarse de nuevo en mi pecho.

 

 

Notas finales:

No me peguéis por lo de Hangeng T.T

Nos vemos el sábado.


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