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Lo que Haga Falta por jotaceh

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Notas del capitulo:

Merhaba!

Hola a todos!!! Espero que se encuentren muy bien :3

Aquí les traigo un nuevo capítulo u.u sé que hace mucho no subía uno... espero que me disculpen...

 

Adivinen!!! Solo quedan 2 capítulos :O

 

A leer!!

CAPITULO XXXVIII: Reconciliación.

 

La policía ha buscado incesantemente durante toda aquella semana, el pequeño Daniel sigue desaparecido y aún no existen pistas sobre su paradero. Muchos especulan que puede ser un secuestro para pedir a cambio parte de la enorme fortuna de sus padres, pero nadie se ha comunicado con aquel propósito, de no ser por algo económico, solo queda la sospecha sobre una posible venganza. En este escenario, ¿quién puede tenerle tanto odio tanto a Guillermo como a Antonio? Las sospechas se ciernen ahora sobre Michel, el único capaz de realizar un acto de aquella magnitud.

 

Jaime ingresa a su habitación de hotel, las persianas se encuentran cerradas, hace mucho que la luz del sol no toca aquel cuarto, como tampoco la piel morena de aquel hombre. El haitiano está sumido en una profunda depresión, solo atina a mantenerse sobre la cama, contemplando quizás qué espacio en el infinito. El que alguna vez fue presidente de la agencia Nueve ha hecho todo lo posible por sacarle de aquel estado, su corazón se contrae al ver su rostro demacrado y sus ojos sin brillo. No puede soportar su sufrimiento, y es que aunque en un principio intentó negarlo, ahora está seguro del amor que profesa por aquel individuo, está a merced de Michel, de sus encantos y defectos, de sus alegrías y pesares, ya nada le importa en el mundo que no sea aquel extranjero. –No quiero enjuiciarte, pero todo el mundo allá afuera te acusa del secuestro de Daniel. Tú no tienes nada que ver ¿Cierto?- Jaime rompe el silencio imperante en la habitación, pero el sonido solo se pierde entre los rincones asolados del lugar. Él no quiere pensar en esa situación, no puede dar crédito que su amado haya llegado tan lejos, no porque no crea que Antonio se lo merezca, sino que por la probabilidad que lo descubran y tenga que pasar el resto de su vida en la cárcel, alejado de sus brazos, teniendo que resignarse a estar nuevamente perdido en un amor imposible. La desesperación lo consume y no controlando su fuerza, toma a Michel por los hombros y comienza a zamarrearle. -¡Contéstame! ¿Eres tú el culpable?- Pero por más que alza la voz, no recibe respuesta. El moreno parece haber perdido el alma y ahora solo se compone por la piel que cubre sus huesos, ni siquiera es capaz de mirarle a los ojos. Jaime necesita una respuesta, mucho más cuando una idea feroz aparece en su mente. ¿Puede ser posible que su letargo se deba a que en realidad terminó asesinando a Daniel? ¿Aquel hombre se ha convertido en un asesino? -¡¡Lo mataste!! Eso fue lo que sucedió ¿cierto?... No puedo creerlo, ¿y ahora qué haremos? ¡¡Responde Michel!! ¿Qué hiciste?- Su corazón ya no aguanta más, aquel desconcierto lo consume poco a poco, pero tampoco se quedará con los brazos cruzados, le sacará de aquel abismo a como dé lugar, no permitirá perder nuevamente a la persona a quien ama.

 

Aquel edificio se irgue en medio de la ciudad, su estructura es antigua, pero sigue siendo funcional. Dentro de él se encuentran los policías y detectives que buscan resolver la desaparición de Daniel. No saben dónde comenzar las investigaciones, están perdidos en este caso. Ahí mismo se encuentra Antonio, quien intenta presionarlos para que hagan su trabajo, para que indaguen cada casa de la nación si es necesario, pero que encuentren pronto a su adorado hijo. –Estoy seguro que Michel tiene algo que ver en todo esto… No ha podido soportar la idea de estar lejos de mí…- Sentencia de pronto Guillermo, quien se encuentra igual de desesperado que su primo. Observan detenidamente al comandante a cargo, pero deben volver a escuchar la misma respuesta que han recibido durante una semana. –No hay pruebas para seguir aquella vía, además el ciudadano que ustedes señalan se encuentra en una habitación de hotel, la cual hemos vigilado sigilosamente, pero no hemos encontrado ningún movimiento sospechoso…. Creo que no debemos desconfiar de él.- Y todo lo que dice es verdad, ni siquiera el mismo Jaime ha observado alguna acción extraña en el moreno.

 

-Hemos encontrado el cadáver de un pequeño, parecido a las características de Daniel Palmer… Se encuentra en la morgue, porque lo que uno de sus familiares debe ir a reconocerle.- Es todo lo que señala un uniformado al llegar al cuartel central. Pronuncia de una forma segura, sin titubeos ni tapujos, lo que hace desfallecer incluso a Antonio, el hombre más poderoso de la nación. No puede concebir la idea de pasar el resto de su vida sin la brillante sonrisa de su hijo. Ha luchado todos estos años por él, para volver a reencontrarse, no puede siquiera imaginar que él esté muerto. Sus piernas se debilitan y debe sentarse prontamente. Guillermo al observar el estado en el cual ha quedado, decide ofrecerse para ir a reconocer el cadáver. Tampoco puede sentirse conforme con aquel final, no quiere que aquel pequeño sea su hijo, pero debe ir a comprobar las sospechas. Se arma de valor y sigue al policía, cada segundo que transcurre es una verdadera agonía.

 

Acaba de cortar la llamada, los trámites están hechos y es que con las influencias que aún posee, ha logrado conseguir la forma de escapar del país, pudiendo eludir todo control policial. Jaime voltea para ver nuevamente a su amado, cabe la posibilidad que sea un asesino, pero no permitirá que lo lleven a prisión, lo protegerá de todo el mal que puedan hacerle. –Amor… Está todo listo, en un par de días podremos abandonar esta miseria y comenzar una nueva vida, muy lejos de aquí… Ten paciencia amado mío, ya todo se solucionará…- Le dice mientras acaricia su cabello. Le mira con ternura, con compasión, pero por sobre todo con amor. Es lo único que le queda en esta vida, por seguir los pasos de Antonio se quedó solo, sin familia y sin amigos, ya a nadie le importa y debe aferrarse a aquel afecto que ha creado en Michel, aquella piedra salvadora a quien ahora debe proteger.

 

Le visten con ropa esterilizada, debe colocarse unas enormes botas de goma, cubrir sus manos con guantes y en su rostro colocar una máscara. La morgue parece fría, desoladora porque en aquel lugar se acaban las esperanzas, allí sabrás si aquel ser a quien amas ha muerto, si ya nunca más podrás contemplarle. Guillermo camina por un angosto pasillo, es guiado en todo momento por una enfermera y el forense a turno. Le mencionan que el menor al cual ahora verá, cumple con todas las características de su hijo. El pobre fue asesinado por asfixia y luego de verle sin vida, le enterraron en un terreno descampado a las afueras de la ciudad, sin tener compasión por el descanso de su alma. La espera culmina al llegar a una amplia y refrigerada habitación. La enfermera abre un compartimento donde aparece una especie de ataúd metálica, una caja que contiene el pequeño cuerpecito de aquel rubio que siendo tan pequeño ha debido fallecer.

 

Antonio camina desesperado de un lado a otro de aquel cuartel, la espera le mata lentamente, como una horrible tortura, propinada por el peor de sus enemigos. –Cálmate, ya verás que no se trata de tu hijo… Ten fe, por favor.- Javier le acompaña en todo momento e intenta calmarle, lo abraza con toda la fuerza que aquel corazón puede entregarle. Palmer esconde su rostro en el pecho de su futuro esposo, quiere impregnarse con su fragancia, calmarse con el calor de su cuerpo, pero nada logra quitarle de la mente que su hijo ha muerto.

El mismo policía que se llevó a su primo ahora ingresa, de aquella forma tranquila que tanto desespera a Antonio. No quiere verle a él, solo espera que Guillermo ingrese, desea saber la verdad, salir de aquella incertidumbre que le ahoga. Cuando ve que cruza el portal, corre desesperado a su encuentro, le toma por los hombros y zamarreándole le suplica que le cuente la verdad. -¡¡Dime!! ¿Está muerto?....- Le grita mientras no puede contener las lágrimas, se deshace en llanto mientras espera la respuesta. Su primo le queda mirando, pasmado ante tal imagen. En aquellos ojos marrones logra ver al mismo pequeño con quien se crio, aquel que lo amó por tantos años, mientras él estaba perdido en el amor de la madre de su hijo. ¿Cómo pudo estar tantos años alejados de aquel brillo? Se siente guiado por una fuerza superior y así, termina abrazando a aquel hombre, a aquel que tanto ha amado. Siete años en que no sentía su aroma, en que no escuchaba el latir incesante de su corazón cada vez que le toca. –No era él… Nuestro hijo sigue vivo…- Es todo lo que Antonio debía escuchar, y luego de esto, recién al volver en sí, se percata de los brazos que le rodean, de aquella fragancia que le hace regresar al pasado, a aquellos días de juventud. Una unión que se siente tan lejana, pero a la vez, tan vívida.

 

A lo lejos son observados por Javier, quien debe contenerse ante tal visión. Ha amado a aquel hombre durante todo este tiempo, le ha acompañado, servido hasta en las acciones más repudiables, pero aun así no ha logrado hacerse dueño de su corazón. Podrán pasar años, incluso siglos, pero tal parece que nunca podrá quitar a Guillermo del alma de su amado. Se siente decaído, como si la visión de la muerte le estuviera rondando. La verdad se ha mostrado ante él, y aunque siempre la supo, recién ahora logra dimensionarla.

 

La noche acaece sobre la ciudad, mientras que las esperanzas de encontrar a su hijo vuelven a surgir en las almas de Antonio y Guillermo. No abandonan en ningún momento la comandancia, no pueden perderse ningún detalle sobre la investigación. Pasan nuevamente la noche en vela, la mañana se hace presente, dando inicio al interminable viaje del astro rey por el firmamento.  El mayor de los primos va por un café y en aquel camino se encuentra frente a frente con Regina. La anciana acaba de llegar, enviada por Javier para alimentar el maltrecho cuerpo del menor de los Palmer. Se ven detenidamente, pero ni siquiera se saludan, intercambian miradas acusadoras, entendiendo cada uno qué es lo que ha sucedido. -¿Por qué nunca me dijiste que no era hijo de Horacio?- Es el hombre quien rompe el silencio, no impresionando a la sirvienta, quién ya venía venir una confesión de tal envergadura. –Estimé mucho a doña Teresa… A ella le prometí que jamás contaría la verdad sobre tu nacimiento y de no ser por aquel diario… nunca te hubieras enterado.- Regina no pierde la compostura y explica de la forma que puede lo ocurrido. Le confiesa todo lo que aconteció en aquellos años, la desesperación de su madre, pero por sobre todo trata de hacerle entender que aunque no posea la sangre Palmer, su padre lo quiso como su verdadero hijo y no hay nada que le pueda quitar eso. –He peleado con Antonio todos estos años, creyendo que debo recuperar una fortuna que solo él se merece… Ahora me siento como un ladrón, como un imbécil….- Termina sentenciando Guillermo, ya no con desdén, sino que con tristeza. Se refugia en el regazo cansado de la anciana, quien como cuando era solo un pequeño enfermizo, le acaricia la espalda, susurrándole al oído que todo estará bien, que debe ser paciente, porque solo puede existir un final para ellos.

 

No saber nada de su hijo le hace perder la compostura, y así el menor de los Palmer decide enfrentar a los policías. –No me quedaré con los brazos cruzados… Si es necesario, encontraré con mis propias manos a mi Daniel…- Y llenándose de valor abandona aquel edificio, no aguanta el estar allí sin poder besar la frente de aquel pequeño a quien tanto ama. Se dirige rápidamente hasta su vehículo y cuando está a punto de abordarlo, escucha la voz de Guillermo. –No me dejes fuera de esto, también le amo y quiero encontrarle…- Así, ambos terminan montados en el automóvil, decididos a lograr aquello que las autoridades se han visto impedidas.

 

Aunque tenerse cerca les cuesta, deben sobrellevar este hecho. Por mucho tiempo estuvieron distanciados, incluso convertidos en dos potentes enemigos, mas ahora se encuentran aliados, cercanos como en aquel tiempo de la enfermedad del mayor, cuando Antonio le cuidó sin importarle nada, solo la vida de su amado. Aquel ambiente se encuentra tenso, repleto de arrepentimientos, deseos inconclusos, recuerdos tenebrosos e imágenes difusas de lo que pudo haber sido la vida si no se hubieran distanciado. Sus voces quieren aparecer, pero son sus orgullos los que se los impiden, no es fácil asumir que te has equivocado tanto.

 

Primero visitan el colegio de Daniel, hablan con las profesoras para saber aunque sea el más mínimo detalle que pueda señalarles su paradero. No logran mucho aquí, por lo que deciden ir al parque de atracciones que tanto le fascina, pero nuevamente sus intenciones son infructuosas. Los cines cercanos a su casa, los parques, las plazas, los restaurantes, las tiendas, los supermercados, todos los lugares imaginados son visitados, incluso el hotel donde se estaban hospedando, cualquier zona posible es visitado por ambos, pero nadie sabe nada, es como si se hubiera esfumado en el aire. Muchas personas quedan impresionadas al ver a Antonio, a alguien tan importante saliendo como cualquier mortal a la calle, pero lo que más les inquieta es el brillo de desesperación en sus ojos, aquel que todo padre posee cuando sabe que su hijo está en peligro.

 

El último lugar que deciden visitar es el mirador al cual él siempre deseó visitar. Ven las montañas que les rodean y debajo, a sus pies, la inmensa ciudad que vibra como siempre, altanera. Las luces comienzan a inundarla, y no solo a ella, sino que también al firmamento. Ambos han buscado al pequeño durante todo el día, sin conseguir mayores resultados. La desesperación invade sus pechos, ¿qué más pueden hacer?

 

Antonio se acerca al acantilado, el viento le golpea bruscamente, pero no tanto como aquel dolor que guarda. Su cabello se mece al viento, mientras las lágrimas se esfuman mágicamente de su rostro, pareciese que aquella brisa limpia toda tristeza de su corazón. Cierra los ojos para dejarse llevar por su magnificencia, desearía ser así de libre, desprenderse de sus amarras, dejar de competir y simplemente gozar de la existencia. Quisiera sacarse las ataduras que se ha impuesto y que tal vez, son las causantes de la desgracia de su hijo, de vivir tantos años lejos de su dorada cabellera.  ¿Cómo ha construido su vida? ¿Cuántos errores ha cometido?

 

-Nunca apoyé a mi madre cuando supe que asesinó a Horacio y a Fernán… Siempre supe lo que ella deseaba, pero jamás imaginé que llegaría a tal punto… Era la mujer que más he amado y no podía delatarla, ¿qué más podía hacer que callarme?... Al final, por mi debilidad…. Terminé…. acabando con su vida… Aquella imagen, cuando… cuando me percaté que el brillo de sus ojos había desaparecido, fue… fue el momento más amargo de mi existencia… Debía proteger a mi hijo, a aquel pequeño que ahora está desaparecido… ¿Por qué todo lo que amo tiene que perecer? ¿Por qué?...- Antonio voltea para quedar frente a Guillermo. No sabe por qué, pero comienza a exteriorizar todo aquello que ha mantenido oculto por tantos años. Las lágrimas siguen su curso mientras pronuncia aquellas palabras y ya al finalizar, han agotado toda su fuerza, produciendo que se desplome.

 

Al verle derrotado en el polvoriento suelo de aquel mirador, Guillermo siento como algo se oprime en su pecho, no puede soportar verle en aquel estado. Abatido corre en su auxilio, hincado en el suelo intenta borrar las marcas de esas lágrimas, sus pulgares acarician su tersa piel, recordando lo hermoso que es el rostro de Antonio. –Lo sé… Nunca le hubieras hecho daño a Horacio… Terminé creyéndole todo a un demente como Francisco y no quise confiar en ti… He sido un imbécil…- Es lo primero que su voz poderosa pronuncia ante aquel hombre. Intenta sonreírle, expresarle que ya no siente ningún rencor hacia él y que tal vez, todo ha vuelto a ser como antes. –No todo es mentira… Yo realmente maté a Daniela, si tan solo no la hubiera atropellado… Me arrepentí y le pedí perdón justo en el lecho de su muerte… Ella… simplemente me pidió que cuidará a su hijo… que lo protegiera… Y mira lo que ahora acaba de suceder… Nunca pude cumplir mi palabra…- Mirándole fijamente a los ojos, el menor de los primos intenta terminar aquella confesión, ya no desea ocultar su culpabilidad, él realmente intentó acabar con la vida de la muchacha, incluso sabiendo que estaba embarazada. –Yo también he cometido errores… La abandoné en el momento en el cual más me necesitaba… He hecho sufrir a nuestro hijo durante toda su vida, lo he alejado de ti solo por saber que te ama… Pero debemos dejar eso en el pasado y seguir adelante… Nadie se merece seguir sufriendo.- Es así como Guillermo termina con aquel momento y con una vida de remordimientos.

 

Las estrellas titilan alegres en el cielo, mientras los primos se sientan sobre el capó del automóvil para contemplarlas. El silencio los inunda, aquel que busca limpiar sus heridas, sanarles de tanto dolor. En el pecho del rubio comienza a crearse un vendaval tal, que lo obliga a sacar aquello que tanto le acongoja. –Solo hay algo que te sigo ocultando, y creo que debes saberlo…-Sentencia mirando aún a las estrellas, pero dirigiendo su voz a su acompañante. –Horacio no era mi padre, y Teresa tampoco mi madre… Fui adoptado por ella para mantener a su esposo a su lado. Solo fui un instrumento más en su vida… No soy tu primo, no soy un Palmer… y no merezco nada de lo que poseo…Cuando encontremos a Daniel, te lo devolveré… a él y consigo tu fortuna, porque eres el único que la merece realmente…- Resignado sigue con su confesión. Está decidido a comenzar una nueva vida desde cero, dejándole todo lo que le corresponde a Antonio. Sintiendo que no hay nada más que contar, decide marcharse del lugar, ni siquiera espera ser transportado por quien fuera su primo, solo desea seguir adelante por sus medios.

 

El rubio se aleja cada vez más del mirador, se dirige al camino que le lleva al pueblo cercano, siente su espíritu en paz luego de mucho tiempo. De repente percibe un ruido a su espalda y al voltear es recibido por un fuerte abrazo. Antonio corrió desesperado en su encuentro y no se detuvo al verle, solo lo hizo hasta que logró rodearlo con sus brazos, escondiendo su rostro en su pecho, impregnándose con su olor, haciéndose parte de él. –No quiero que te vayas de mi vida… No lo hagas otra vez… No me importa si no eres de mi familia, nada de eso es relevante… Solo quédate a mi lado…- Es todo lo que entre sollozos pronuncia. Guillermo no sabe si es por la vergüenza o el cansancio, pero no quiere darle la cara. Sintiendo un inmenso gozo, busca ver aquel rostro tan anhelado y tomándole del mentón, le obliga a verle a los ojos. Sus labios están tan cercanos, que no pueden resistirlo y un beso aflora de la nada, uno tan dulce y deseado, que dura por la eternidad.

Notas finales:

Y en turco es ....Teşekkür ederim!

Muchas gracias por leer....

 

Görüşürüz!

 

Hasta luego!!!!


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