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Lo que Haga Falta por jotaceh

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Notas del capitulo:

مرحبا!!!

 

Este es el octavo capítulo... Espero que lo lean y que les guste mucho...

 

Bueno... les advierto el final del capítulo quizás no le guste a muchas personas, pero es algo necesario para la historia... Espero que no les desagrade tanto :P

 

Gracias de antemano por la comprensión!!! :3

CAPITULO VIII: El amor tiene deferentes formas de presentarse.

 

Las lágrimas comienzan a brotar de sus ojos al ver a su querida madre ahí postrada, en una cama de hospital, aun inconsciente y con su piel notablemente lastimada. Daniela está al lado de Magdalena en el hospital, vigilando su sueño y esperando que logre despertar pronto. Caminaba tranquilamente por el centro de la ciudad luego de asistir a una entrevista de trabajo, cuando sonó su celular. Aquella llamada era de Regina, quien histérica le informa que su madre cayó por las escaleras y una ambulancia había ido a socorrerla. Preocupada llegó lo más rápido posible al lugar donde su madre había sido internada, y desde ese momento no se ha marchado, ya ha pasado una semana y ella está dispuesta a pasar el tiempo que sea necesario con tal de ver a su madre abrir los ojos.

 

Cansada de estar en aquella habitación tan pequeña, decide salir a caminar por el patio del hospital. Intentando despejar su mente comienza a escuchar música desde su celular, pero no logra hacerlo, mil ideas llegan a su cabeza y no puede deshacerse de ellas. Sabe que también Antonio rodó por las escaleras, aun cuando él no quedó en tan mal estado como su madre; de hecho, sólo muestra algunos rasguños y moretones, nada grave. Sabe de lo que aquel muchacho es capaz de hacer y es por ello que no le cabe la más mínima duda que fue él el causante del accidente de Magdalena. Ya le ha provocado muchas penurias, pero ésta es la mayor, su madre es el único familiar que tiene en su vida y si ella llegara a quedar con alguna secuela, no podría perdonárselo jamás. Siente que todo aquel sufrimiento es su culpa, ¿por qué fue a enamorarse de Guillermo sabiendo que entre ellos hay un gran abismo que los separa? Se siente tonta y miserable,  sin poder defenderse, no hay nada que pueda hacer para terminar con esta seguidilla de tragedias que atacan su vida y la de quienes ama.

 

Las cortinas cerradas, los platos sucios regados por la cocina y la ropa tendida en el suelo demuestran el estado en que Fernán ha estado sumido. Hace una semana que fue despedido, el mismo tiempo que lleva asediado por los comentarios de la gente que lo rodea. Aquél es el amante de Horacio Palmer… Ese hombre es homosexual… ¿No lo viste en aquellas fotografías indecorosas con ese ricachón?... Son algunas de las cosas que escucha susurrar a la gente cuando lo ve caminando por la calle, por lo que decidió encerrarse en su departamento, tratando de vivir solo su pesar. De la nada suena el timbre de la puerta y sin ganas el hombre se dirige a abrirla, pero grande es su sorpresa al ver frente a él al mismísimo Horacio, quien con muy mala cara le pide unos minutos para conversar. Incómodo, y por sobre todo asustado, lo invita a pasar, disculpándose por el desastre en que se ha convertido su hogar. –Quiero ir al grano y preguntarte por aquellas fotografías. Ya las envié a un especialista para que las estudiaran y resulta ser que no están trucadas… No me acuerdo nunca el haberte besado, entonces ¿Tienes alguna explicación para mí?- Palmer habla en todo momento con un tono hostil, como si aquel que tiene en frente no haya sido nunca su amigo. Fernán se siente acorralado, ha pasado por mucho sufrimiento y mentirle al amor de su vida no es algo que pudiera ayudarle. Decidido comienza a contarle toda la verdad, aun cuando sepa que después de esto quizás no vuelva a verlo jamás. – Desde que entré a trabajar a Old Edward no he podido pensar en nadie más que no sea en ti, Horacio. Recuerdo tu voz, tu rostro, tu sonrisa y tu cuerpo todos los días… No puedo imaginar mi vida sin tenerte presente en ella… Siempre he sabido que es imposible, que nunca te podrías enamorar de mí, pero eso nunca me ha importado, me conformo con tu amistad y tu presencia… Aquella noche, en la fiesta… Me aproveché de tu ebriedad, pero es que no pude resistirme, estabas tan cerca de mí, que… Lo siento mucho por todo lo que aquel beso ha causado en tu vida, nunca pensé que alguien nos fotografiaría. Estoy realmente apenado…- Horacio lo observa detenidamente, pensó en mil palabras que debería decirle, imaginó que luego de su explicación estaría tan enojado que quizás llegaría a agredirlo físicamente, pero nada de eso ha sucedido. No puede enojarse con él, hay algo que se lo impide. Ha estado tantos años enamorado de él, le ha sido fiel y siempre lo ha acompañado en los momentos dolorosos, ¿cómo podría enojarse con él?

 

Aquellas largas pestañas se ven aún más extensas al estar los ojos cerrados, su piel se ve más nívea de lo normal y aunque está lleno de moretones, no logra verse enfermo. Antonio duerme tranquilamente en su dormitorio, como si nada le hubiese sucedido. Gracias a la fortaleza que su cuerpo tiene, por ser joven y saludable, no sufrió grandes daños al caer por las escaleras. Estuvo un par de horas en el hospital, mientras recobraba la conciencia y luego, rápidamente regresó a su casa. Estela preocupadísima le exigió a Regina que no lo dejara levantarse, quiere que se recupere satisfactoriamente, aun cuando no sean necesarios tantos mimos. Guillermo ha estado todo este tiempo a su lado, cuidándolo aun cuando está dormido y justo ahora lo observa detenidamente, como si la vida se le fuese en ello. No puede dejar de ver aquellos grandes y suculentos labios, quienes lo tientan en cada momento. Nunca antes en su vida había sentido tanto miedo como cuando se enteró que su primo estaba en el hospital. Desesperado corrió hasta el lugar para corroborar que nada malo le hubiera sucedido y no se despegó de su lado hasta verlo reaccionar. Algo muy extraño ha sentido los últimos días, y es que se ha dado cuenta de algo que ha habitado en su interior hace muchos años, pero que recién se percata de su existencia. Nunca antes se había percatado lo importante que es Antonio en su vida hasta ahora, siente que no puede estar lejos de él y el tiempo en que estuvieron alejados, debido a su intención de volver a tener una relación con Daniela, fue una completa agonía. Mirándolo dormido, viéndose tan indefenso y angelical, no puede dejar de preguntarse si aquello que siente es amor… y si fuese así, ¿Qué sucede con Daniela? ¿La ha dejado de amar?

 

Toda luz se ha esfumado y él ha quedado completamente solo, las estrellas se sienten lejanas y la luna ha dejado el firmamento. Un fuerte viento despierta a Antonio, quien agitado abre los ojos para darse cuenta de esta realidad. No escucha nada a su alrededor, como si todo en la faz de la tierra hubiese desaparecido, como si sólo él siguiera existiendo, pero pronto se percata que esto no es verdad. Siente en su delicado cuello unos dedos que fuertemente comienzan a estrangularlo. Unos ojos, unos descontrolados ojos comienzan a penetrar su alma e intentan terminar con su vida. Magdalena aparece de la oscuridad para atentar contra Antonio, quien incapaz de moverse observa aterrado la escena. El aire comienza a dejarle y su vista lentamente comienza a nublarse, es tanta la desesperación que comienza a sentirse sucio, vil y culpable. Siente el peso de todas aquellas atrocidades que ha cometido contra Daniela sobre él, percibe por primera vez como las consecuencias de sus actos se dan a conocer frente él, demostrando lo bajo que ha llegado. No pudiendo sentirse peor siente su último suspiro, la última respiración que da… ya nada más existe.

 

El palpitar acelerado de su corazón, el sudor frío corriendo por su espalda y la agitación galopante es lo primero que Antonio siente al despertar. Ha sido el sueño más escalofriante que jamás haya tenido, nunca antes había despertado de aquella manera. Lo primero que piensa es si su subconsciente le trata de decir algo, si es que su ser más interno le intenta recordar aquella fechoría por la cual ahora está ahí postrado. Aquellos pensamientos son desvanecidos por el fuerte abrazo que Guillermo le da cuando se percata que nada malo le ha sucedido. Estuvo observándolo durante largas horas hasta que lo vio despertar desesperado, pensó que podría ser alguna consecuencia de aquel fuerte accidente que sufrió; pero luego, más tranquilo, se percata que sólo ha sido una pesadilla. –No sabes cuánto me asuste, por un minuto pensé que te había dado algún tipo de infarto… o qué se yo. He estado tan preocupado por tu salud, que cualquier irregularidad llama mi atención. ¿Has tenido un mal sueño?- Guillermo le pregunta esto mientras acaricia con el dorso de la mano su mejilla, tan tiernamente que todo indicio de perturbación desaparecen en Antonio. Y no es para menos, nunca antes su primo lo había tratado de aquella manera. Fueron años en que los papeles estaban invertidos y ahora, verlo ahí tan preocupado por lo que pueda sucederle, provocan en él una sensación tan extraña, pero a la vez tan agradable, que pareciera que ha llegado de un salto al paraíso. –Nunca pensé que te interesara tanto… No deberías preocuparte tanto por mí, podrías hacerme pensar cosas que no son verdad.- pero volviendo a la realidad trata de dejarle en claro a Guillermo que toda aquella preocupación puede malinterpretarse. El muchacho decide no pronunciar ninguna palabra más, realmente no quiere confundir a su primo; aun cuando sea él mismo quién no sabe certeramente qué es lo que siente por Antonio. No puede negar que la posibilidad de perderlo sea horrenda y que no imagina su vida sin tenerlo como consejero, como amigo, como primo… ¿Cómo amante?... ¿Por qué aquella vez que lo descubrió desnudo en el baño se le quedó observando tan detenidamente? ¿Habrá algo en su cuerpo que le llame la atención? ¿Qué lo excite? Nada de esto tiene solución por mientras… Todo en él es un vendaval de indecisiones e ideas confusas.

 

Conduce desconcentrado su elegante vehículo, y es que Horacio ha recibido muchas noticias en un corto tiempo. Acaba de escuchar la confesión de amor de su amigo Fernán y no tuvo más palabras para decirle que Te quiero como amigo, pero no creo que sea posible algo entre nosotros, y luego de eso se marchó, como si nada hubiese sucedido. Aunque si hay algo dentro de él que ha cambiado. No es lo mismo vivir sabiendo que nadie te desea, que saber que hay alguien en este mundo que piensa cada segundo de su vida en ti. Realmente no pudo decirle nada agresivo a Fernán, por el simple hecho que se ha sentido halagado con su amor. Hace tantos años que no experimenta lo que es el amor, lo que es tener un admirador secreto, que esto le hace recordar sus bellos momentos de la juventud. Se siente feliz por un corto momento, pero no logra disipar toda la tristeza que se ha acumulado dentro de él. Dejar la gerencia general de Old Edward ha sido el golpe más fuerte que le habrían podido propiciar. Él ama con todo su ser aquella compañía y el no poder dirigirla le hace sentir tanta frustración como si se tratase de perder al ser amado. De pronto se percata lo cerca que se encuentra de un conocidísimo bar de la ciudad, famoso por sus sofisticados tragos y por la vida nocturna de las celebridades en el lugar. Sin pensarlo mucho decide ingresar al lugar, no es una persona que tome alcohol regularmente, pero ya no sabe cómo borrar, aunque sea por unos minutos, tanto dolor guardado.

 

La tranquilidad de la casa Palmer se quiebra cuando unos gritos la inundan por completo. Estela se levanta disgustada para ver quién se atreve a hacer tal disturbio a esas altas horas de la noche. Bajando las escaleras logra percatarse que es Horacio, quien en un evidente estado de ebriedad, ha llegado como ha podido a su hogar y sin saber qué es lo que dice o hace, se ha sentado en medio de la sala de estar a cantar melodías ya pasadas de moda. –Hombre, ¿en qué estado te encuentras? Realmente das pena… Levántate de ahí y vamos a tu cuarto, debes dormir para que se te pase la borrachera.- Estela intenta ayudar a su cuñado, mientras este no le hace el menor casi y sigue sentado allí, intentando cantar todo lo que sea posible. –No seas aguafiestas mujer… ups, perdón, ahora debo tratarte de otra forma, porque eres la nueva y flamante gerente general. ¿Qué se siente? ¿Estás feliz de haberme traicionado de esa manera?... ¡¡¡Sí!!! Lo reconozco, aunque traté de felicitarte, sabía que ésta era la mayor de las traiciones… No puedo creer que me hayas hecho esto, yo que siempre confié en ti.- La mujer tiene que morderse la lengua para no responderle. Sabe que todavía no puede cantar victoria, ha logrado el mayor puesto de Old Edward, pero todavía no logra poseerla. Haciendo caso omiso a las palabras que Horacio le dirige, hace un esfuerzo sobrehumano para cargarlo y llevarlo a dormir a su cuarto, donde se queda profundamente dormido tan solo al sentir las suaves sábanas. –Pobre de ti Horacio, ebrio igual a como llegaba tu hermano Alfredo… ¿Será que tendrás el mismo final?-

 

Daniela se ha quedado dormida mientras acariciaba la mano de su madre, quien aún no daba señales de despertar de aquel coma en el que se encuentra. Todo se encuentra oscuro en aquella sala de hospital y el frío comienza a hacer su aparición. De la nada, la mano inerte de Magdalena comienza a moverse, primero con espontáneos movimientos y luego con gran brío. La mujer así comienza a despertar y pronto tiene sus ojos abiertos. Se siente mareada y confundida, no recuerda nada de lo que ha sucedido y no sabe el lugar donde se encuentra. Pronto se percata de las sondas que tiene puestas en su cuerpo, de la camilla de hospital y por último, observa a su hija, quien incomoda duerme a su lado. Trata de hacer memoria, pero le cuesta muchísimo, hasta que comienza a ver en su cabeza algunas escenas que le son familiares. Así recuerda los últimos minutos antes del accidente, especialmente las palabras de Antonio, aterrada se da cuenta que todo ha sido verdad y ella ha sacado la peor parte. Ya es un hecho, aquel muchacho es alguien peligroso y tenerlo de enemigo no es factible. Antes de despertar a su hija decide guardar aquel secreto y no preocuparla más, dirá que todo fue un accidente y que ambos tropezaron sin quererlo. Ve la tierna cara de Daniela, aquella piel tersa y dorada, que reflejan la vitalidad y pureza de su ser; aquella boca de la cual nunca ha escuchado ninguna mala palabra y sus manos, aquellas que tan ágilmente ocupa para trabajar desde muy pequeña, intentando siempre ayudarla. No podría pedir una hija mejor, realmente el cielo la ha bendecido al tenerla a su lado. Tiernamente acaricia su cabello y sin quererlo la despierta, logrando dibujar una enorme sonrisa en su rostro. La muchacha se alegra mucho al verla despierta una vez más, e intentando no hacerle más daño, la abraza. -¡Mamá! No sabes lo preocupada que estaba por ti, pensé que nunca más abrirías los ojos… No sé qué haría sin tu compañía, sin tu comprensión… sin tu amor. No me asustes nunca más así… No podría soportarlo de nuevo…- y sin querer comienza a llorar. Son tantas las amarguras que lleva guardadas en su corazón que siente no poder más. Al sentir las frías lágrimas de su hija sobre su piel, Magdalena siente como su corazón se contrae y un nudo se crea en su garganta. Quizás si ella no la hubiese obligado a vivir en la casa de los Palmer, no habría sufrido tanto, si hay alguien culpable por la tristeza de Daniela, esa es ella. Le ha defraudado y no estuvo ahí cuando más la necesitaba, ¿cómo puede sentirse una madre al saber todo esto? Un mar de remordimientos la asalta y aunque intenta que no suceda, termina llorando de la misma forma que su hija. Ambas no pronuncian palabra alguna, pero aquellos llantos y ese abrazo, dicen mucho más que un discurso.

El día ha llegado y el sol aparece tímidamente en la ciudad. Un poco más tranquila al ver a su madre consciente, Daniela decide ir a la casa de los Palmer para asearse y cambiarse de ropa. Cuando caminaba hacia su cuarto se encuentra con Guillermo, quien la observa tímidamente. -¿Está mejor tu mamá?...- Le pregunta a la muchacha sin mucho ánimo, como si tuviera miedo de hablarle. Ambos se sienten incómodos tras todo lo que ha sucedido y ahora ni siquiera pueden conversar tranquilamente solos. Sin más que decir ambos toman sus rumbos y la conversación se da por finiquitada, aun cuando aquel malestar perdure en ambos.

 

El agua caliente cae por la regadera mojando el débil cuerpo de Daniela, quien se ducha relajadamente, intentando liberar todo aquel peso que siente en su espalda. Aquel calor la hace sentir plena y por unos minutos puede sentirse ajena de todos los problemas que la aquejan, como si el agua produjera una especie de barrera que impidiera pasar cualquier tristeza hacia su corazón. Sus manos acarician su cuerpo, comenzando por sus pechos y siguiendo más abajo, donde todo su ser se funde en un sólo punto. Aquel cuerpo virginal se marchita día a día sin conocer el amar de un hombre que la contenga y llene hasta el más recóndito centímetro de su piel. Mientras hacía esto percibe como unos ojos se posan en su cuerpo desnudo e impresionada se da cuenta que Guillermo ha estado largo tiempo viéndola mientras se bañaba. Intenta taparse pero hay algo en los ojos del muchacho que no se lo permite y su misma piel se lo confirma. El ardor de su mirada la quema lentamente, provocando una sensación que nunca antes había sentido. Siente como el cuerpo de Guillermo la desea y ella misma, arde en ansias en que sus pieles se fundan en una sola y que nunca nadie pueda separarlos. El agua sigue cayendo sobre su piel, mientras los ojos del joven Palmer siguen asediándola.

 

Los pasos largos y elegantes de Antonio se hacen presentes en todo aquel lugar, que inmaculadamente blanco logra llenarse por completo con su sola presencia. El joven llega hasta la recepción de un hospital y amablemente conversa con la secretaria a cargo. – Soy sobrino de la señora Magdalena Urrutia, me gustaría mucho poder verla. ¿Sería eso posible?- el acento grandilocuente y refinado provocan tal reacción en la señorita que sin titubear le da las indicaciones para que logre llegar hasta la pieza en cuestión. No siempre es posible ver a alguien de tal finura en un lugar como ese, en un hospital público. Sin tener mayores problemas llega hasta la habitación 756 y sin esperar abre la puerta. Una vez adentro observa como la paciente se encuentra dormida y mirándola detenidamente saca de su bolsillo una jeringa, la cual observa con agrado, como si se tratase de una piedra preciosa. –Te ves tan tranquila dormida, y pensar que tan solo al pronunciar unas palabras podrías arruinar mi vida… Si siempre permanecieras así, no me vería obligado a hacer este tipo de cosas…- acariciando su frente, en un gesto de cariño sarcástico, comienza a platicarle, como si ella se encontrara despierta; y no pasa mucho tiempo hasta que esto ocurre. Aterrada se da cuenta de su presencia e inmediatamente intenta gritar, pero la mano de Antonio se interpone en su camino. –No grites que peor será para ti… He venido a silenciarte ¿o pensabas que tras lanzarte por las escaleras me quedaría sin hacer nada? Pues que mal me conoces querida… Ahora viene la mejor parte. Observa esta jeringa… no tiene ninguna sustancia en su interior ¿verdad?... pero es eso lo que la hace tan maravillosa. Eres inculta, lo sé, pero no creo que seas tan burra… Te lo colocaré así, la entrada de aire en un vaso sanguíneo crea burbujas que se mueven por el torrente circulatorio. Si es poca cantidad será absorbida, pero un volumen grande puede formar émbolos y obstruir arterias y venas, y llega a ser mortal a partir de 50 cm3. Entonces, si inyecto en una de tus venas un poco de aire, este llegará como si fuese un letal veneno hasta tu corazón, el cual no resistirá tal presión y colapsará. ¿Y sabes qué es lo mejor?... Que no habrá ninguna huella que demuestre que fue un asesinato. ¿Brillante no crees?- y jugando con la jeringa que tiene en sus manos, comienza a observar como Magdalena pierde cada vez más el control y cae en la desesperación de sentir que muy pronto podría morir. Antonio no se inmuta con ninguna de las reacciones de la mujer, quien desesperada comienza a suplicarle que no le haga nada. Te lo imploro, por lo que más quieras… No me hagas daño… Haré lo que tú quieras, pero no me mates…

 

La ropa de Guillermo comienza a mojarse tras entrar tan intempestivamente a la misma ducha donde Daniela tomaba un baño, y como si la vida se le fuese en ello, la besa apasionadamente. Sus manos acarician aquel cuerpo que por tantos años deseó, indagando y corroborando cada centímetro de su piel. La muchacha comienza a sacarle la ropa para quedar ambos totalmente desnudos bajo el agua; tras lograrlo sus movimientos se vuelven más desenfrenados y coléricos, terminando en un frenesí que los lleva directamente a la cama de la jovencita. Ambos caen rendidos en ella y sin decir palabra alguna en ningún momento hacen de ese lugar, el testigo de tal apasionante encuentro. Tanto sufrimiento, tantas lágrimas derramadas y tanto tiempo que estuvieron separados hacen que aquel momento sea mágico, sea el broche que cierre por completo aquel amor tan inmenso que ambos han sentido el uno por el otro por tantos años, desde que eran unos jóvenes escolares. Guillermo percibe la piel de Daniela en su totalidad, tratando de impregnarse con su olor y sabor, aun cuando en un momento de aquel frenesí sintiese que aquella no es la piel prometida, que aquel rostro no es el indicado y que en sí, aquel no es el cuerpo al cual debería estar descubriendo; pero como llegan, todos aquellos pensamientos se pierden en su mente… Por mucho tiempo deseó esto y ahora es el momento, nada se lo impedirá… Sus cuerpos terminan fundidos entre aquellas cuatro paredes, el sueño de sus vidas por fin se ha convertido en una realidad…

Notas finales:

Y en árabe es  شكرا   (šukran)

 

Gracias por leer y espero que sigan leyendo los capítulos que pronto subiré!!!


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