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Secret Pleasure por LittlePrincess73

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Notas del fanfic:

Uhh... bueno esto es algo que me habían pedido también....

Admito que me volví muy fan de Kris después de leer fanfics Kris-Lay... y sobretodo porque empecé a prestarle más atención..

Y actualmente es mi bias de EXO.. y ahí se va a quedar XD

Espero que os guste ;P

Notas del capitulo:

Ah sí... me dijeron que es uno de los más... em... hard's que he hecho... pero no puedo ser objetiva al ser mi propia historia.... así que dejo queme juzguéis XD

 

PD: siento si hay muchos errores ortográficos.. a veces aunque lo intento repasar al leerlo se me escapan algunos T.T

POV. KRIS

 

No creo que pueda llamarme posesivo, así como tampoco manipulador.

Simplemente tengo cuidado de lo que es mío.

Tampoco es que sea borde o me crea más que los demás. Nací con esta cara y al que no le guste, ahí tiene la puerta.

No entiendo la manía de las fans de inventar cosas.

Sin embargo, en esta ocasión sí debía de darles la razón. Mi mala cara se debía a que estaba terriblemente molesto.

A causa de las últimas promociones y ensayos no había tenido tiempo para nada, estaba cansado constantemente y si comía y dormía era porque no me quedaba más remedio.

Estaba de mal humor y frustrado. Realmente frustrado. No aguantaba más aquella situación.

Estaba en la sala de prácticas. Ya era bastante tarde y casi habíamos terminado todos de ensayar las nuevas coreografías.

Indiqué a los chicos que fuesen marchándose al apartamento sin necesidad de esperarnos ni a mí ni a quien quedaba allí aún, pues les llevaríamos la cena esa noche.

Sonreí satisfecho cuando salieron todos y nadie más quedó en el edificio.

Necesitaba relajarme de tanto estrés y sabía perfectamente cómo y con quién podría hacerlo.

La música se oía levemente desde la entrada, pero se hacía más fuerte a medida que avanzaba hacia la sala de prácticas, la única habitación aún iluminada a esas horas.

Observé atentamente desde el marco de la puerta la figura que aún se encontraba allí, bailando al compás de la música como si nada más importase en este mundo.

Su cuerpo se ondulaba, se estremecía siguiendo aquella melodía estridente, potente, que absorbía los sentidos.

Los espejos que rodeaban la sala reflejaban su cuerpo desde distintos ángulos, iluminado por las luces que parecían enfocarle solo a él.

Su piel brillaba a causa del sudor provocado por el ejercicio, pero parecía no importarle, solo seguía bailando.

Anduve hasta él, sin molestarme en apagar la música que aún sonaba.

Su cuerpo se estremeció cuando rodeé su cintura con mi brazo. Nuestros ojos se encontraron a través del espejo.

Mi otra mano se deslizó hasta quedar exageradamente cerca de su entrepierna, rozando su ingle.

Nuestros ojos no se separaban de los del otro en el espejo.

Acerqué mis labios a su oído para morder suavemente el lóbulo desde atrás.

  -     Sabías qué pasaría si te quedabas, ¿verdad? ¿Tanto me echabas de menos? – susurré, deslizando mi lengua a través de su oreja.

Esta vez fue su turno sonreír. Movió su pelvis, restregando descaradamente su trasero contra mi hombría, la cual había comenzado a despertar mientras le veía bailar desde la puerta.

  -     Parecer ser que no tanto como tú a mí – ronroneó satisfecho, sintiendo como le apretaba más contra mi miembro.

Me daba rabia pensar en lo poco que controlaba ese tipo de situaciones. Pero solo permitía que las cosas fuesen así con él.

Deslicé juguetonamente la mano por dentro de su camiseta, la cual era demasiado grande para mi gusto. Dejaba ver gran parte de sus hombros durante los ensayos, y odiaba las miradas lujuriosas de los otros miembros sobre aquel cuerpo que me pertenecía.

Continué manteniendo el otro brazo alrededor de su cintura, impidiéndole alejarse de mí o darse la vuelta, aunque por su expresión, aquella parecía una opción muy lejana en sus pensamientos.

Recostó su cabeza en mi pecho, moviendo sensualmente las caderas aún al compás que marcaba la música.

Su mano se entrelazó con la mía en su cadera mientras la otra se posaba sobre la que avanzaba por su piel bajo la ropa.

Seguíamos mirándonos a los ojos a través de aquel cristal que nos devolvía nuestro reflejo, provocando que aquello fuese aun más íntimo, más excitante para ambos.

Acaricié muy por encima su pezón, provocando que su mano se aferrase a mi muñeca, como si mi contacto le quemase.

Se la cogí de vuelta, entrelazando nuestros dedos, obligándole a acariciar su piel a la vez que lo hacía yo.

Comencé a besar su cuello, desde detrás de la oreja hasta la parte expuesta de su hombro que quedaba a mi alcance.

Succionaba pequeñas porciones de piel, dejando pequeñas marcas, mordiendo allí donde me apetecía, degustando su ligero sabor salado.

Mis ojos jamás abandonaron a los suyos en el proceso, al igual que mi mano continuaba obligándole a jugar con sus pezones, a torturarlos conmigo.

Noté como su pulso comenzaba a acelerarse bajo mis labios, como su respiración se alteraba lentamente.

Mordía levemente su labio inferior para luego recorrerlo con la lengua, sin dejar de observar nuestros cuerpos en el espejo.

Giró levemente su cabeza hacia mí cuando me separé un poco de su hombro, indicándome sin palabras que lo tomase.

Mis labios se encontraron con los suyos, se exploraron lentamente al principio, saboreándose después de un largo tiempo, volviéndose exigente conforme pasaban los segundos.

Aun con lo incómodo de la posición, entrelacé mi lengua con la suya para luego deslizar mi lengua por aquel labio enrojecido de la misma forma en que él lo había hecho antes.

Tironeé suavemente de él hasta hacerle gemir, para volver a introducirme en su cavidad sin permiso, explorando nuevamente su interior a mi antojo.

Succioné su lengua cuando quiso jugar conmigo, atrayéndola hacia mi propio interior para que fuese él quien me explorase.

No tardó en hacerse cargo, su lengua entrelazándose con la mía un segundo, para luego seguir con su redescubrimiento.

Nos separamos para recuperar algo de aire, sintiendo ya la falta de oxígeno en nuestros pulmones.

Un pequeño hilo de saliva se escurría desde la comisura de sus labios, el cual lamí, para luego besar nuevamente esos labios que me tentaban con su cercanía.

Gimió en mis labios cuando mi mano descendió desde su cadera hasta su hombría, la cual apreté a través de su propia mano, guiada por la mía encima.

Sus ojos se cerraron un momento cuando apreté nuevamente allí, para luego mirar la escena que reflejaba el espejo.

Estaba sonrojado, su respiración más jadeante que la mía; el cuello lleno de marcas que le había hecho; su mano torturando su cuerpo bajo mi guía, oculta aún por la ropa; su otra mano cerrada en su miembro; mi cara inclinada hacia su cuello.

Nuestros ojos volvieron a encontrarse en el espejo, oscuros, brillantes por la lujuria.

  -     Yixing, ¿cómo puede ser que estés así tan pronto? ¿No que no me echaste de menos? Eres un sucio mentiroso – murmuré nuevamente en su oído.

Me incliné un poco más para morder su cuello, cerca de la yugular, oyendo como detenía la respiración un segundo para no gemir.

Sonreí en su cuello.

Las palpitaciones que sentía en mi propia erección comenzaban a dolerme, recordándome todo lo que vendría después.

Pero quería disfrutar de su cuerpo primero.

Deslicé la mano que estaba en su torso hasta el borde de la camiseta, dejando ir su mano para quitarle aquella prenda.

Separé mi cuerpo del suyo unos centímetros, los cuales me hicieron notar el frío que recorrió mi entrepierna, lejos de aquel trasero que había estado torturando mi miembro con sus movimientos hasta el momento.

Volví a juntar mi pecho a su espalda, admirando su piel, recorriéndola lentamente con mis dos manos esta vez, mientras las suyas se mantenían estáticas a ambos lados de su cuerpo, solo observaba en el espejo el recorrido de mis manos en su torso.

Descendí hasta el borde de sus pantalones para bajarlos lentamente, incluyendo de paso la ropa interior. Aproveché el viaje para deshacerme de todo, zapatos incluidos, dejándome completamente desnudo.

Me erguí detrás suyo mientras acariciaba la parte trasera de su cuerpo con mis manos, deslizándola suavemente por toda su piel, desde los muslos hasta llegar a su clavícula.

Él no miraba su propio cuerpo en el espejo, miraba mis acciones tras él. Yo miraba sus ojos.

Difícilmente podía ver alguien un cuerpo hecho para el pecado como el que yo tenía enfrente y poder disfrutarlo a su antojo.

Dejé mi mano unos segundos en su nuca, acariciándola, hasta que rodeé su cuello para agarrar su mandíbula, obligándole a girar la cabeza para que mis labios se encontrasen con los suyos.

Con la otra mano rodeé su cintura otra vez, acercando de nuevo ese trasero a mi entrepierna cubierta aún con ropa, que casi rogaba por introducirse en él.

Acaricié descuidadamente su estómago, su torso, para luego rozar su miembro, completamente despierto a esas alturas.

Llevé su propia mano hasta su erección para que la tomase, prestando atención ambos a su miembro, a la vez que soltaba su mandíbula para atender uno de sus pezones, erectos ambos completamente,

Se separó con un suave gemido, intentando coger aire.

Me miró, sus ojos nublados.

  -     ¿Por qué quieres que me toque? – preguntó en un susurro.

Sonreí, girando su cabeza hasta que miró nuevamente el espejo y observó la escena.

Me aparté un poco de él para sacarme la camiseta antes de contestarle, esperando a que mis ojos encontraron nuevamente los suyos en el cristal.

  -     Porque sé que te gusta hacerlo para mí.

Mordió su labio inferior cuando oyó mi declaración, como si hubiese descubierto algo de él que no le gustaba que supiese.

Mi sonrisa de volvió burlona cuando acaricié con la nariz su cuello, el cual expuso más para mí.

No le dije nada, él comenzó a acariciar su propio miembro mientras yo marcaba el otro lado de su cuello desde atrás. Mis dos manos paradas en sus caderas.

Cuando noté su respiración más acelerada, supe lo que iba a ocurrir.

Le detuve, alejando su mano de su erección, dándole la vuelta por primera vez para mirarnos de frente.

Coloqué su mano en mi entrepierna, sonriéndole de lado. Él sonrió de vuelta.

  -     Arregla esto – le ordené.

Mi tono exigente, no admitía réplica, aunque sabía que él no se iba a negar.

Se agachó, complaciente, bajando mi ropa, deshaciéndose por mí de todas las prendas que aún cubrían mi cuerpo.

El roce lento, esclavizante de sus manos en mis muslos me hizo suspirar sonoramente.

Era mi turno de mirar en el espejo lo que sus manos me hacían.

Era extrañamente extasiante verse a uno mismo en aquella situación.

Sus manos rodearon mi miembro para masajearlo, enviando descargas que recorrían toda mi espina dorsal, nublándome por completo.

Su lengua recorrió por completo mis testículos, para luego subir hasta hacer lo mismo con mi miembro, humedeciéndolo, llenándolo de saliva.

Trabajaba en él con las manos y la lengua, alternando su atención.

Besó la punta para luego rodearla con la lengua, trazando símbolos desconocidos en ella, mientras sus manos se ocupaban de la base, de mis testículos, encandilándome.

Mi mano se sujetó en su cabello, que pareció ser la señal por la cual engulló por completo mi virilidad entre sus labios, iniciando un lento vaivén que me enervaba,

Se sentía húmedo y caliente cada vez que introducía un poco más de mí en su boca, saboreando a conciencia mi erección como su fuese un helado.

Comencé a imponerle yo una velocidad cuando vi que pensaba torturarme lentamente, a lo que accedió sin quejas, dejándome hacer.

Los escalofríos recorrían más seguidamente mi cuerpo cuando estuve cerca de terminar, obligándole a apartarse.

Me miró desde el suelo, sus labios enrojecidos, húmedos y entreabiertos.

Le cogí del brazo para levantarle del suelo, besando sus labios, sintiendo mi sabor en ellos, pero no le di importancia.

Sus brazos rodeaban mi cuello, a la vez que hice descender mis manos por su espalda hasta reposar en sus glúteos.

Amasé y estrujé aquellas dos hermosas nalgas que tanto placer iban a darme, deleitándome con su suavidad, con lo fácil que se adaptaban a mi toque.

Tanteé su entrada con unos de mis dedos, pasándolo alrededor del anillo para que se acostumbrase a mi presencia por allí.

Dejé de besarle, aprovechando la necesidad de respirar, para ponerle en cuatro en el suelo, poniéndome tras él para prepararle.

Tomó una de mis manos entre las suyas para comenzar a lamer mis dedos descaradamente, sin apartar sus ojos de los míos. Me miraba con lujuria, con la misma con la que le miraba yo.

Retiré mis dedos de entre sus labios, ante lo que se quejó, formando un suave puchero, para luego acomodarse, mirando hacia delante, levantando las caderas para dejarme su entrada más visible.

Acerqué primero mi cabeza hasta allí para repartir unos besos en sus nalgas, dar suaves mordiscos, succionar un poco su piel, enrojeciéndola.

Él me miraba a través del espejo, jadeando suavemente, anticipando lo que venía. Acomodó su cabeza en los brazos.

Lentamente, pasé mi lengua por su entrada, bordeándola, antes de introducir el primer dedo, el cual sacó un gemido de entre sus labios, entrando con total facilidad en su estrecho interior.

Empecé a embestir con el dedo su entrada, imitando lo que le haría después con mi miembro, para dilatarlo un poco más, antes de introducir el segundo dedo, que cupo por competo en su entrada, engulléndolo.

Un gemido tras otro abandonaba sus labios mientras yo seguía dilatándole, abriendo los dedos cual tijeras, para luego introducirlos un poco más en su interior y luego sacarlos completamente.

Gruñó ante aquello, jadeando sin aliento cuando volví a introducir los dedos, acompañados esta vez del tercero.

Oír sus constantes gemidos solo provocaba que mi miembro se hinchase todavía más, doliendo al punto de pensar que iba a estallar solo con aquello.

Acabé de retirar los tres dedos cuando entraban y salían de su interior sin dificultad, subiendo un poco más sus caderas para acomodarme allí.

Rocé con mi miembro su anillo rosado unos segundos, avisándole de la intromisión, antes de introducirme en él de un solo golpe, sacando un fuerte grito ahogado de su interior.

Sus manos se cerraron formando un puño unos segundos, hasta que se relajó completamente, moviendo sus caderas para que comenzase a moverme.

Me sentía en la gloria en su interior. Sus paredes apretando mi miembro deliciosamente, impidiendo que me retirase de su interior, dándome la bienvenida cuando entraba de nuevo, llegando cada vez más profundo.

Sus gemidos acompañaban por completo la música de fondo, que jamás habíamos llegado a detener, junto con el sonido de nuestros cuerpos al juntarse.

Intenté mantener un ritmo lento al principio, pero los escalofríos que recorrían mi cuerpo me llevaban a aumentarlo cada vez más, hasta el punto en el que le oí gemir de placer, sabiendo que había llegado a aquel punto que tanto le gustaba.

Mis manos estaban en su cintura, ayudándome a moverme mejor en su interior, marcando mejor el ritmo de mis embestidas.

Salí completamente de él para volver a entrar hasta el fondo, oyendo como él gimió de placer, mientras yo gruñía suavemente por tener a aquella estrechez a mi alrededor aprisionándome.

Me incliné sobre su cuerpo, dejando un beso sobre su espalda, en medio, sobre la columna.

  -     Si todos supiesen lo poco delicado que te vuelves en estas circunstancias se sorprenderían, ¿sabes?

No lo dije con segundas intenciones, me complacía ser el único que sabía aquello.

Salí de su interior cuando comenzaba a cansarme para cambiar posiciones, jalándolo hasta que quedó sentado sobre mí.

Sonrió complacido, rodeando mi cuello con sus brazos mientras se autopenetraba, sentado ahora en mi regazo para moverse a su gusto.

Un sonoro suspiro se me escapó cuando mi erección quedó atrapada nuevamente en su apretada entrada.

  -     Nnnggh, como ss… si te molestase eso – susurró entrecortadamente en mi oído.

Su voz, completamente ronca por el placer, me excitó aún más, guiando sus penetraciones, ayudándole a dar con aquel punto que le hacía delirar.

Sus uñas de clavaron en mi espalda cuando lo encontré de nuevo, golpeando aquel lugar constantemente mientras suplicaba por más en mi oído sin contenerse, sabiendo que me gustaba oírle, que aquello me hacía querer ser más rudo.

Le dejé hacerlo a su modo unos minutos, ayudándole con mis manos a levantarse y volver a hundir mi erección en su interior.

Besé sus labios unos segundos, saboreándole, hasta que me levanté, obligándole a separarse nuevamente de mi miembro, sacando una queja de entre sus labios.

Le hice andar hasta el espejo, poniéndole de espaldas a él. Rodeó mi cuello con sus brazos nuevamente y le alcé, hasta que sus piernas rodearon mi cadera, quedando su entrada expuesta a mí otra vez.

Entré lentamente esta vez, disfrutando de su estrechez, hasta llegar al fondo.

Apoyé su espalda en el espejo, comenzando a moverme con lentitud, sacando más suspiros que gemidos de él.

Me costaba mantener mi autocontrol, pero quería alargar aquello un poco más.

Sin embargo, no duré mucho, pues volví a moverme cada vez más rápido, aumentando la frecuencia de sus gemidos de nuevo, tocando desde el inicio aquel punto.

Su miembro olvidado rozaba con mi torso, creando una fricción que le hizo acercarse peligrosamente al límite antes que yo.

Volvió a clavar sus uñas en mi cuerpo cuando terminó entre nosotros, provocando que yo terminase en su interior, llenándole con mi líquido cuando sus paredes apretaron deliciosamente mi erección, exprimiéndome por completo.

Besé sus labios suavemente cuando me acomodé en el suelo, su cuerpo rodeando el mío aún, yo sin salir de su interior, intentando recuperar un poco el aliento antes de movernos.

Estuvimos unos segundos así, simplemente uno junto al otro, abrazados, sin hablar.

Su cabeza estaba apoyada en mi hombro, escondida en mi cuello, mis brazos en su cintura, sin sostenerle, solo allí.

Miré la imagen que ahora reflejaba el espejo, sonriendo ante lo que vi.

Nos levanté a ambos de nuevo, dejándole sobre sus propios pies, recogiendo la ropa que había esparcida.

  -     Tomemos una ducha antes de irnos – dije, andando tranquilamente hacia las duchas de la sala.

Él me siguió en silencio después de apagar la música que aún sonaba de fondo.

Utilizamos el mismo compartimento de ducha, masajeando nuestro cuerpo, ahora algo fatigado por el ensayo y aquella sesión de sexo complaciente que tanto nos hacía falta.

El olor ligero del jabón penetró en mis sentidos, revitalizándome, haciéndome sentir bien.

Lavé su cabello y él lavó el mío sin prisas, hasta que el agua caliente comenzaba a escasear.

Mis labios se encontraron frecuentemente con los suyos, con su cuello, sus hombros, simplemente disfrutaba con su contacto como hacía días que no podía.

  -     Deberían pagarme por el ejercicio extra que me haces hacer – comentó sobre mis labios, con una sonrisa decorando los suyos antes de besarme.

Reí al separarnos, mordiendo su lóbulo mientras recorría su espalda con mis manos, masajeando suavemente la zona.

  -     No te he obligado a nada. Debería quejarme yo, eres el culpable de tener ese cuerpo tentador que me incita a querer violarte en cada oscuro rincón.

Era al único al que le permitía hablarme así, y solo en esas pocas ocasiones en las que estábamos solos.

No mentía en aquello. Siempre conseguía hacerme anhelar tenerle bajo mi cuerpo.

Cuando bailaba, quería que lo hiciese solo para mí, si andaba por la casa de camino a la ducha, rogaba para que nadie más se lo cruzase en el pasillo, maldiciendo a su compañero de cuarto por poder verle en esas situaciones.

Acaricié apreciativamente todo su cuerpo mientras le secaba el agua con una toalla, alborotándole el pelo para quitarle la humedad cuando terminé.

Disfruté de su tacto en mi torso cuando sus labios se pasearon por allí, quitando las gotas de humedad con su lengua.

Suspiré cuando besó mi cuello, acomodándose sobre mí en el banco donde estábamos, sus piernas a cada lado de mis caderas.

  -     Me has tenido abandonado estos días – ronroneó, mirándome a los ojos con una sonrisa picarona.

Recosté la espalda en las frías rayolas de la pared, sus manos en mi pecho, haciendo un diseño amorfo que ni él entendería.

  -     Podría decir lo mismo. Te he visto ocupado coqueteando con otros.

No lo hice sonar como una crítica. En realidad no estaba enfadado. No en ese momento.

Por mucho que los demás intentasen quedarse con lo que es mío, siempre lo traería de vuelta, como en aquella ocasión.

Su cabeza se apoyó en mi hombro de nuevo. Notaba la calidez de su respiración en mi cuello.

  -     Dije que iríamos a por la cena. Hay que vestirse.

Le moví cuando dije eso, ante lo que protestó. Aunque no lo pareciese, Yixing podía ser peor que yo cuando le molestaban. Solo que él lo ocultaba con sonrisas lindas y su timidez.

Cuando vi que iba a ponerse los bóxers recordé un regalo que le había comprado, haciéndome sonreír con algo de malicia y antelación ese pensamiento.

Le detuve con una mano, sentándole en el banco.

  -     Espera, que quiero darte un regalo antes.

Me miró extrañado, asintiendo.

Saqué de mi bolsa de deportes un pequeño paquete envuelto. Parecía curioso, casi emocionado con aquello cuando se lo tendí, sin esperar lo que podría haber dentro, o en todo caso, suponiendo mal.

Me había encargado de comprar algo que le recordase de quién era. Porque no, no estaba enfadado porque coquetease con otros, pero le haría sentir la misma frustración que sentía yo cuando no podía tocarle cuando había gente delante.

Desenvolvió el regalo mientras yo paseaba la yema de mis dedos por el interior de sus muslos, a la espera de ver cómo sus ojos se agrandaron al ver qué contenía aquella cajita negra que había quedado al descubierto.

Sonreí ante su confusión y el repentino sonrojo de sus mejillas, sacando el regalo de la caja.

  -     ¿Para qué se supone que quiero esto? – preguntó alarmado.

Miraba el pequeño vibrador rosado como si se lo fuese a comer.

Sonreí, alargando la mano hasta quitárselo.

  -     Para usarlo cuando me apetezca. Como ahora, por ejemplo. ¿Quieres estrenarlo?

Negó reiteradamente, alejándose un poco de mí. Yo le estiré del brazo hasta ponerlo nuevamente en mi regazo, completamente sobre mí, cerca de aquello que le había puesto ante sus narices para que se lo mirase bien.

  -     Apenas un rato, hasta llegar a la casa. Lo compré para ti. Si no lo usas, lo nuestro acaba aquí – le amenacé, una sonrisa oculta en mis fríos ojos.

Se lo pensó, para después asentir.

Le puse en cuatro sobre el banco, humedeciendo con saliva el aparatito, aprovechando que él aún estaba algo dilatado por lo que habíamos hecho no hacía tanto.

Lo introduje hasta el fondo con los dedos, mientras él hacía un ruido entre una queja y un gemido, aún sensible.

Dejé el final del cordón fuera, quedando escondido cuando se puso el bóxer.

Tomé el control remoto del aparato, que él había dejado dentro de la caja, y lo coloqué en el bolsillo de mi pantalón una vez estuvimos ambos vestidos.

Le miré, parecía incómodo. Besé sus labios, apoyándole sobre la pared unos segundos, para luego separarme.

  -     No me gusta. Es incómodo – se quejó, dando unos pasos hacia la salida.

Sonreí a sus espaldas, acariciando su cabeza, revolviéndole el pelo.

  -     Siempre dijiste que querías tener un regalo mío que pudieses usar sin levantar sospechas, ¿no? Ahí lo tienes. Solo queda ver si nadie se da cuenta – le sonreí cuando me miró sin entender.

Le mostré el control que había cogido de la cajita y lo encendí.

Gimió sonoramente, un espasmo recorriendo su cuerpo mientras se sostenía en mis antebrazos, pues había estirado los brazos para que no se cayese.

Volví a guardar el control en mi bolsillo, recogiendo nuestras bolsas y tendiéndole la suya.

Continuaba apoyado, ahora en la pared, mirando al vacío, respirando entrecortadamente.

  -     Vamos a por la cena – le dije, pasando por su lado.

Su mano sujetó mi brazo, tembloroso, mirándome suplicante.

  -     Quítamelo. O apágalo al menos. No puedo salir así a ningún sitio – susurró, su voz quebrada por pequeños jadeos.

Le miré desde arriba gracias a mi altura, una sonrisa pícara en mis labios cuando me incliné a besar su mejilla.

  -     Cuando estemos en casa. Ahora vamos.

Comencé a caminar nuevamente hacia la salida de la sala, seguido por él, que caminaba lentamente.

Ya lo había dicho, no soy posesivo.

Pero eso no me impide buscar formas de recordarle a la persona que me pertenece que es mía.

Y aquella era mi forma de enseñarle que haría lo que yo quisiese, como, cuando y donde a mí me apeteciese.

Sabía que a él le gustaba aquello. Aunque lo negase. No podía usar una correa para retenerle, pero sí darle lo que deseaba secretamente.

Y aquella era una forma mucho más estimulante de mantenerle a mi lado. Sonreí al aumentar la velocidad del vibrador al segundo nivel, oyendo otro jadeo ahogado escapar de entre sus labios.

Yixing, solo yo puedo hacerte sentir así.

Notas finales:

Cuál es la opinión final?

Bien o mal? >///////<

Gracias por leerme ;P


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