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De lujo por AndromedaShunL

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Notas del fanfic:

Los personajes no me pertenecen a mí, sino que son de rotunda propiedad de Masami Kurumada, su creador.

Notas del capitulo:

Un lemon de Milo x Camus que se me ocurrió mientras miraba un extraño documental en la tele... Espero que lo disfruten!! :D

    Pasaba de medianoche y el alcohol les había afectado más de lo que hubieran esperado. No era extraño: había sido el cumpleaños de Angelo y quería celebrarlo a lo grande.

    De la fiesta que habían organizado, tan solo resistían el propio cumpleañero y su mejor amigo Milo, los cuales iban abrazados por los hombros y dando voces por la calle, sin preocuparse por despertar o no a los vecinos del barrio. ¿Qué más daba ya? ¿Qué podría pasarles que no les hubiera pasado ya?

    Se metieron en una calle donde resaltaban unas luces de colores en una de las esquinas, rosas, rojas y moradas.

—Oooh, mira eso, Milo.

—¿Qué es? —Preguntó entre risas.

—¿Quieres entrar?

—Bueno... pero, ¿qué es? —Volvió a preguntar sin dejar de reírse.

—Ya lo verás.

    Se acercaron al local y entraron. Dentro se oía música y gente gritando y silbando. Parecía que estaban eufóricos. Una mujer se aproximó a ellos, muy ligera de ropa, y con una sonrisa les preguntó:

—¿Puedo ayudaros en algo, caballeros?

—Hoy es mi cumple y queremos pasar un buen rato —rio.

—¿Pero dónde me has traído? —Preguntó de nuevo Milo, intentando que sólo Angelo lo escuchase, sin éxito.

—Oh, veo que estáis un poco despistados —les guiñó un ojo—. ¿Os apetece probar alguna de nuestras delicias? —Pasó una mano sensual por el hombro de Angelo.

—Me encantaría probarte a ti, muñeca —contestó pasando su lengua por los labios, humedeciéndolos.

—¿Y tú, guapo? —Le preguntó a Milo.

—Verás, él prefiere algo más masculino, si es que me entiendes —sonrió a su amigo.

—Oh, también podemos ocuparnos de eso. ¡Jenny! —Llamó—, ayuda a este joven a buscar a su hombre.

    Jenny cogió a Milo de la mano y lo llevó por un pasillo azul con luces de neón. Había varias puertas a los lados y le pidió que mirase dentro de ellas. En cada una había un hombre sobre una cama que lo miraba sensualmente, pero ninguno le convencía.

—¿Cuánto me va a costar esto? —Preguntó preocupado.

—No te preocupes, el placer no tiene precio —le guiñó un ojo, pero sin dejarle nada claro—. Bueno, te dejo aquí, que tengo que seguir atendiendo. Elige bien, guapete.

    Milo se quedó un poco desconcertado. Paso a paso iba recomponiéndose de la borrachera que había pillado horas antes, y aunque aquellos juegos el encantaban, no le agradaba nada la idea de que Angelo lo hubiese abandonado en aquel lugar.

—Como lo pille lo mato... —susurró, y se tambaleó cuando alguien, apurado, lo empujó hacia la pared.

—Perdón, ¿estás bien? —Le preguntó un joven de largos cabellos que parecían tener el color de la esmeralda, ojos azules como el hielo y una figura envidiable.

—Sí, sí, lo estoy.

—Vaya... es la primera vez que te veo —le dijo sonriendo, pícaro.

—Es la primera vez que vengo aquí...

—Y... ¿qué buscas?

—Pues no sabría decirte muy bien...

    El joven no le dejó acabar la frase. Lo agarró de la muñeca y le hizo entrar en una de las habitaciones, tumbándolo sobre la cama y apoyando ambas manos en sus hombros para que no se moviese, subido encima de él a gatas.

—¿Es esto lo que estás buscando? —Le susurró al oído.

—Creo que sí...

—¿Qué te gusta? —Le preguntó mientras le lamía el cuello con su dulce lengua.

—Tú —dijo girando la cabeza y con la respiración entrecortándose—. ¡Espera! ¡Espera! —Exclamó—, ¿puedo saber cómo te llamas? No me gusta acostarme con gente sin saber su nombre...

—Es verdad, qué maleducado —rio—. Me llamo Camus —dijo besándole los labios.

    Milo cerró los ojos y se dejó llevar por el beso, entremezclando sus lenguas y explorando cada rincón de la boca del otro.

    Cuando Camus separó sus labios, lo miró intensamente a los ojos que rugían del hambre, se quitó la camiseta y se la quitó a él y fue delineando cada contorno de la figura de Milo con la lengua hasta llegar a sus pezones y detenerse en ellos, haciendo húmedos círculos y, también, haciéndole cosquillas al otro que intentó contener la risa inútilmente.

    Milo sintió que su miembro se ponía duro como una piedra por debajo de sus pantalones mientras Camus se movía sobre sus caderas alternando la lengua entre sus pezones, su boca y su cuello.

—Veo que te gusta —dijo Camus sonriendo pícaramente.

—No sabes cuánto.

    Camus se sentó sobre las rodillas y le desabrochó los pantalones a Milo, bajándoselos hasta que su erección quedó a la vista. Lo miró a los ojos sediento y comenzó a besar la zona de las ingles. Milo cerró los ojos y gimió. No sabía dónde se había metido, pero tampoco quería salir de allí, y menos cuando Camus acercó sus labios a su pene y empezó a pasar su lengua por él, de arriba abajo, para introducirlo después en su boca, metiéndolo y sacándolo de ella, haciendo círculos con la lengua en la punta y volviendo a devorarlo.

    Milo sintió que le invadía el placer por todo el cuerpo. Su ebriedad no le dejaba más que pensar en lo que el otro le estaba haciendo en sus partes íntimas, sin importarle nada más y sin tratar de hacer nada más. Definitivamente, Angelo se iba a enterar cuando acabase allí.

    Camus se separó de entre sus piernas para ponerse de pie, quitarle toda la ropa y posteriormente quitársela él, quien dejó al descubierto su magnífico cuerpo además de su también magnífico miembro que no había podido resistir la tentación de despertarse mientras jugaban. Siguió lamiendo el pene de Milo unos segundos más y luego volvió a pasar su lengua por todo su cuerpo mientras este le miraba desde la almohada a los ojos, dejándose hacer.

    Vio que Camus le pedía algo con aquella mirada y creyó entender de qué se trataba. Se sentó sobre la cama y le besó en los labios, con un último recorrido de su lengua por el interior de la boca del prostituto.

—Oh —suspiró éste último cuando notó las manos juguetonas de Milo sobre sus nalgas, tanteando para luego introducir uno de sus pedos.

    Camus se arqueó sobre él y gimió, cerrando los ojos de placer y apoyando las manos sobre el pecho del otro, quien se divertía viéndolo en aquella situación.

—Espera —le dijo Camus y se asomó por debajo de la cama para coger un bote de vaselina.

    Milo se sonrojó un poco, no sabía por qué, y Camus empezó a echarla por el pene de este y por su propio conducto.

—Ahora —susurró acercándose a su oído.

    Milo lo agarró de la cintura y lo hizo sentarse sobre su rígido miembro. Cada centímetro parecía una condena para Camus, que abría la boca en muestra de súplica mientras señalaba con la cabeza hacia el techo y pausaba la marcha con las manos sobre el cómodo colchón, pero no obtuvo la piedad que buscaba. Milo lo hizo sentarse sobre él al completo, y le dio unos segundos de tregua para acostumbrarse.

    Camus lo miró desde su posición, sentado sobre él, a su merced, con ojos de corderito mientras Milo lo miraba con deseo y empezaba a moverse despacio de arriba abajo, introduciendo y sacando pequeñas porciones de su pene del cuerpo de Camus, que volvía a jadear y a gemir no sabía si de placer o de dolor.

    Un minuto después Milo aceleró la marcha, y ahora Camus casi gritaba por toda la habitación con sonoros gemidos que el cliente pensó que se oirían desde fuera, aunque él no gritaba menos que su poseído. Este último se tumbó sobre el cuerpo del otro sin dejar de recibir sus embestidas, apoyando el pecho contra sus abdominales y haciendo que su rostros se refugiase entre su cabello.

    Milo paró y tomándolo de las caderas, intentando, sin éxito, no interrumpir la penetración, lo puso boca abajo sobre la cama y él se puso sobre él, separando sus piernas y entrando de nuevo en su cavidad, moviéndose más rápido que antes, de afuera a dentro y de adentro a fuera.

    Camus cogió la sábana de debajo de su cuerpo con las manos y la apretó con fuerza cada vez que recibió una de las embestidas de su dominante, sin dejar de gemir a lo grande. Luego, sintió que Milo le posaba las manos sobre las caderas y en un último arrebato de lujuria lo cabalgó como si estuviese poseído por el mayor espíritu sexual que pudiera existir, acabando dentro del cuerpo de Camus, quien se dio la vuelta y terminó él también usando sus propias manos.

    Ambos se miraron a los ojos y Camus deshizo más aún la cama para invitar a Milo a esconderse en ella con él.

    Quedaron abrazados el resto del tiempo, con los ojos cerrados, deseando dormir el uno con el otro, pero alguien llamó a la puerta un rato después, interrumpiendo su momento.

—Milo, tu amiguito te está buscando —dijo la chica que les había atendido en la entrada del club y con la que se había ido Angelo.

—Milo... qué nombre tan bonito —susurró Camus cuando la prostituta hubo cerrado la puerta.

—El tuyo también lo es —le dijo.

    Muy a su pesar, se vio obligado a levantarse de la cama y dejar a Camus en su habitación. Se vistió con el cuerpo aún temblándole y se acercó a la puerta, presintiendo que se le olvidaba algo muy importante.

—¡Oh! —Exclamó—. Casi se me olvida, ¿cuánto tengo que pagarte? —Le preguntó.

—¿Pagarme? Vuelve mañana y me habrás pagado más de lo que merezco —le dijo con voz dulce y guiñándole un ojo.

    Milo lo miró desde la puerta y le sonrió pícaramente. Se despidió de él sin querer marcharse y fue a reunirse con Angelo.

—Bueeeeno, ¿y qué tal te ha ido? —Le preguntó éste.

—Uno de estos días te voy a matar.

Notas finales:

Espero que les haya gustado y dejen rev si quieren :3 :3 No me maten mucho, se me da muy mal escribir lemon, jaja


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