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Hilo rojo por Ayann

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β´


Κλωστή


.


Estoy tan confundido, es muy difícil elegir entre el placer y el dolor. Y sé que está mal y sé que está bien. Aunque intenté ganar la pelea mi corazón anuló mi mente.


Not Strong Enough, Apocalyptica Ft. Brent Smith


.


La ira hormigueó por la punta de los dedos de Severus, anudándose en el estómago, alentó al odio a correr por las venas e infectar la razón; sacudiendo al espíritu en impotente furia, la voz en su cabeza aulló:


«¡Si fuera Potter… !». La túnica ondeó simulando alas negras, más de un estudiante evitó su encuentro. «¡Maldito Dumbledore!», clamó, dirigiéndose a grandes zancadas hacia las mazmorras.


—¡Snivellus! —La voz de Black atravesó el atrio.


Snape se detuvo, por un instante consideró girar y lanzar la Imperdonable; respirando hondo, apresuró el paso.


—¡Cobarde, te estoy hablando! —bramó Sirius, dejándose guiar por los laberínticos pasillos.


Conforme se adentraban a las mazmorras, el ambiente se hacía más crudo. Varita en mano, ambos esperaban que el otro atacara primero.


El pasillo se abrió en una explanada; Severus viró y gritó:


Confringo.


El Protego no verbal de Black lo resguardó de explotar.


Diffindo —contraatacó.


Snape logró hacerse a un lado, el hechizo cortó la mejilla derecha.


Bombarda.


Impedimenta —respondió Sirius, pero no estuvo preparado para el Relaskio que lo lanzó a la pared.


Langlock. —siseó Severus.


Una gélida corriente atravesó el cuerpo deBlack, pegando su lengua al paladar.


«Depulso», lanzó mentalmente Sirius, ofuscado por el golpe en el muro, el hechizo únicamente desequilibró a Severus. «Conjuntivitis».


El maleficio cegó el ojo izquierdo de Snivellus, rabioso devolvió:


Stupefy. —El conjuro aturdidor mantuvo a Black rayando en la inconsciencia. Severus se hincó y clavó la varita en la yugular del Gryffindor—. Sólo lo diré una vez, perro: No. Me. Llames. Cobarde. —El atrabancado ruido de pasos le advirtió que Potter estaba cerca, dio un puñetazo al atractivo rostro de Black, se levantó, pateó el atontado cuerpo y se perdió por los pasillos.


Acostado bocarriba, Sirius sentía las piernas entumecidas, la sangre escurrir por la barbilla; poco a poco la penumbra se convirtió en el rostro de Severus.


Soy mejor que tú —dijo Snape.


La bilis subió por la garganta de Black.


«!Jamás escoria mestiza!».


Y nada de lo que hagas lo puede cambiar.


«Crucio». La luz roja atravesó la imagen, disolviéndola en sombras.


Pobre, pobre Sirius —murmuró la oscuridad, posándose sobre él—, siempre queriendo sobresalir y nunca llegando a nada.


«¡Aléjate de mí!». Manoteó al aire.


Eres uno de los nuestros, cariño. —Las sombras se transfiguraron en manos reptando por las piernas, el pecho y el cuello—. Descendiente de reyes. —Sucios dedos buscando la piel—. Malditos, como tú. —farfulló la voz de Walburga.


Destellos de un pequeño Sirius escondiéndose en el ático, Kreacher apareciendo frente a él y gritando a su ama la ubicación del heredero, puertas siendo abiertas. Centellas de sábanas, de rostros que debían protegerlo.


Siempre puros…


.


—¿Padfoot? —llamó James con cautela, asegurando los pasadizos para evitar encontrarse con los remedos de Mortífagos.


«¡Mierda!», pensó Black al salir de su letargo y comprender que no tenía forma de hacerse oír; buscó la varita. «¡Jodido Snape!», cada ligero movimiento era una tortura.


—¿¡Sirius!?


Black elevó la barbilla, golpeando la cabeza contra los zapatos de James. Desde esa perspectiva, Potter se veía más alto, no pudo evitar una sonrisa, el dolor martilló desde la clavícula hasta la nariz.


«¡Puta madre!», una horrible mueca transfiguró su rostro.


James se acuclilló y pronunció:


—Sólo tenías que devolverle la maldita invitación, no dejar que te diera una paliza.


«No me jodas», refunfuñó Sirius entrecerrando los ojos.


Episkey.


La hemorragia paró, Black volvió a sentir las piernas, pero un espantoso hormigueo se propagó por los muslos, quiso gritar, el dolor en la boca lo impidió.


«Voy a castrarte y después haré que me pidas perdón».


—¡Vaya! —exclamó James, observando toda la gama de emociones reflejada en la cara de Sirius—. He de reconocer que Snivellus no ataca como niñita.


Todo pensamiento se borró de la mente de Black.


«¿¡Qué!?», parpadeó incrédulo.


—Honor a quien honor merece.


«¡Pendejo!»


«Eres tan predecible», pensó James como si lo hubiera escuchado, sonriendo condescendiente lo ayudó a ponerse de pie.


Con el control de sus piernas, Sirius señaló su boca.


—Lo siento compañero, no sé el contrahechizo. —Un relámpago cruzó los ojos grises—, conociendo a Snivellus pasará en unas horas… o en días. —Black le dio una mirada de advertencia, él se encogió de hombros—. Ya pasará.


«No tientes a tu suerte, James, no tientes a tu suerte».


Potter negó con la cabeza, por un momento sintió lástima por Snape, la revancha sería cruel.


«Mientras Lily no elija —reflexionó, ignorando a Sirius—, todo se vale». El golpe en la nuca lo sacó de sus cavilaciones. Algo en la mirada de Black lo puso alerta, sacando un pergamino, susurró—: Juro que mis intenciones no son buenas. —El mapa se dibujó; ágilmente los condujo por los enredados pasajes.


Sirius caminaba en automático, el nudo en la garganta le impedía respirar; hacía mucho que se había quedado sin lágrimas y las malditas gotas se alojaban en las pestañas. Dolía en ninguna parte en especial.


«Quizás en el alma», se dijo. «Y no estoy seguro de tenerla». El nudo se convirtió en llanto que su boca se negó a dejar escapar.


—¡Todo está bien! —exclamó James, sosteniéndolo por los hombros lo acercó a su pecho—. No estás solo.


«Odio a mi familia».


—Lo sé —aseguró Potter encarándolo.


«¡Los odio!»


—Todo está bien.


Padfoot recostó la cabeza en el hombro de Potter.


—Estoy aquí.


Sirius afirmó con la cabeza, tragó el nudo en la garganta, inhaló profundo y se irguió.


«Soy mejor que tú y voy a demostrártelo».


—Lo sé.


Conteniendo el dolor, Sirius ladeó una sonrisa, James correspondió. Las voces de los estudiantes, que regresaban de Hogsmeade, llegaron hasta ellos. Black arrojó un encantamiento desilusionador, momentos después se deslizaban por entre los diferentes grupos en el atrio.


.


Remus percibió la suave colonia de James, buscó con la mirada sin hallar.


—¿Sucede algo? —preguntó Lily.


—Nada —sonrió Lupin—. ¿Te apetece cenar conmigo esta noche?


La pelirroja arrugó graciosamente la nariz.


—¿Qué planean ese par de amigos tuyos?


Moony sonrió abiertamente.


—No tengo la menor idea, pero esta noche estoy disponible.


Evans vaciló.


—De acuerdo, será agradable continuar con nuestro debate sobre El Tercer Hermano**, sin que Potter nos interrumpa.


—Él sólo quiere impresionarte —defendió Remus, dirigiendo cortésmente a Lily al comedor.


—Como si fuera verdad que Potter es descendiente del Hermano Menor —refutó la pelirroja, de una manera muy similar a la de Severus, asombrando a Lupin—. Y ahora es el dueño indiscutible de la Capa de Invisibilidad.


Saliendo de su estupor, Remus indicó:


—Hay coincidencias que no lo son. —Alzó la mirada a la Torre de Gryffindor, una punzada en su pecho le recordó su posición, el tercero en discordia entre James y Sirius.


—Hay demasiadas evidencias para considerarlo una…


Moony asintió con la cabeza, aunque sus pensamientos estaban muy lejos de ahí.


.


Peter estaba de mal humor, un par de chiquillas de tercero lo habían embaucado, haciéndole creer que tenía una admiradora secreta, gastó la mesada para Hogsmeade en boletos para el ídolo juvenil, parte vampiro, Lorcan d'Eath.


—¡Ni siquiera me gusta! —gruñó—, canta como niña. —Abrió la puerta del dormitorio, peleando con la corbata, la cerró con el pie. Fastidiado de que el nudo de tela no cediera, levantó la vista en busca de unas tijeras, la imagen frente a él lo congeló.


James estaba a horcajadas sobre la espalda desnuda de Sirius, con las manos en los omóplatos, ambos lo miraban estupefactos.


Pettigrew pestañeó, se movió lentamente a la izquierda, los ojos de James y Sirius lo siguieron, se hizo a la derecha y de nuevo lo acecharon.


—Por lo menos, todavía visten los pantalones —señaló girando hacia el sanitario.


—¿No vas a preguntar? —cuestionó James.


—¿Me van a responder?


—Sirius no lo hará. —Soltó una carcajada—. ¡Imbécil!


Peter volteó la cabeza, James estaba en el piso con una pierna al filo de la cama. Dejó escapar un suspiro e ingresó al baño. Al regresar, ambos estaban sentados en la cama, Sirius bajo las cobijas, leían sus cómics Aventuras de Martin Miggs, el Muggle Loco, mordió su labio inferior con fuerza.


—No entiendo —pronunció James—. Martin adultera la bebida, todos se embriagan, ¿y él es el héroe?


Peter caminó hasta ellos.


—Es una forma de hacer bromas —declaró entre dientes, arrebatándoles las historietas.


«Una muy simple», escribió Sirius en una pizarra.


—A veces lo simple —increpó Peter— es mejor.


Con un pase de varita, la pizarra cambió:


«No es como si a ti se te hubiera ocurrido».


El sonrojo adornó las mejillas de Pettigrew.


—¡Por Merlín, Wormtail! —Estalló en risas Potter.


«Definitivamente no lo haremos».


La vergüenza se transformó en enojo, Peter estaba por responder cuando cayó en cuenta de la pizarra.


—¿No puedes hablar? —preguntó a Sirius.


—Snivellus —respondió James, hojeando otro número del cómic.


—¿Sacaron toda mi colección?


—Enfócate Pete —habló Potter sin despegar la mirada de la historieta—. Estamos hablando de Sirius.


—Pero… —intentó debatir Pettigrew.


—Respira Pete —interrumpió Remus, cerrando la puerta con el pie, traía un par de bandejas en las manos—, no vale la pena pensar de más.


«¡Hola, Moony!». La pizarra brilló con fuegos artificiales.


—Deben estar hambrientos —suspiró Remus, pasó de largo a Pettigrew, le dio una bandeja a un Potter embelesado por el aroma a chocolate y al dirigirse a Black, cuestionó—: ¿Qué hechizo utilizó?


«Langlock».


Lupin dejó la otra bandeja en la mesa de noche, colocó sus manos en el cuello de Sirius y palpó suavemente.


Finite Incantatem.


—¡Te amo Moony! —La voz de Sirius salió ronca.


—No te esfuerces —reprendió Lupin, colocándole la bandeja en las piernas.


—¿¡Cómo lo hiciste!? —requirió James.


—Tengo mis métodos —susurró Remus, evitando que Sirius se atragantara con la comida.


—¿Y bien? —preguntó Peter, los otros tres lo miraron—, ¿cómo vas a vengarte de Snape?


Los ojos de Sirius resplandecieron predadores.


—Primero la boda de tu prima, Padfoot —interrumpió James—, después nos encargamos de Snivellus.


—Totalmente de acuerdo mi querido Prongs.


—¿Entonces?


—Pete —llamó Remus, el aludido lo miró—, no te esfuerces, ni siquiera tenían un plan para devolverle la invitación.


—Me subestimas —reclamó Sirius—, ¡claro que se la devolví!


—Después de que él te dio una paliza.


—Nimiedades.


—Podemos enfocarnos —demandó James sobre su cama y con una pizarra flotando detrás de él—. Nuestra misión, si decidimos aceptarla, es dejar huella en el evento del año. —Tocó con la varita el pizarrón y en grandes letras se iluminó "Enlace Malfoy-Black, cuenta en retroceso: 15 días"—. ¿Alguna idea?


—Podríamos…


—No —subrayó Sirius—, no vamos a adulterar la bebida.


—Demasiado obvio —insistió Potter.


—Podría llevar a Moony —propuso Black, abrazando por la cintura a Lupin—, como mi pareja.


—La cara de los engreídos —apoyó James— sería para la posteridad.


Remus se tragó la indignación.


—O podríamos hacerlo más impactante.


—¿En qué estás pensando mi querido Moony? —inquirió Sirius.


—En que a veces lo simple es mejor.


.


En un santiamén, el 30 de abril marcó los almanaques.


La túnica de gala del ilustre Godofredo Snape, lucía sobria y distinguida en su circunspecto nieto. Con el cabello recogido en una coleta baja, las pálidas facciones de Severus casi irradiaban elegancia.


Parado en el vestíbulo de la Mansión Malfoy, esperaba ser recibido por Lucius, había llegado a la hora que indicaba la invitación, demasiado temprano para los estándares aristocráticos.


—Buenas noches —saludó Abraxas Malfoy, mirándolo de arriba a abajo.


—Buenas noches —devolvió Severus con una breve inclinación de cabeza.


—Llegar temprano también se considera una falta de puntualidad. —Snape apretó los labios intentó esbozar una sonrisa y afirmó con la cabeza. Abraxas no le prestó atención—. Dobby.


El elfo se apareció.


—Sí, amo, sí.


—Lleva al señor Snape al salón blanco hasta que sea hora de la ceremonia.


—Sí, amo, Dobby guiará al señor Snape a la cámara blanca.


—He dicho que al salón. —Abraxas rechinó los dientes.


Dobby se encogió sobre sí mismo.


—Sí, amo. —Virando sobre sus pies desnudos se adentró por los lujosos pasillos.


Severus lo siguió con una horrible sensación en el estómago. A pesar de sus amplias salas y renombradas pinturas, la Mansión Malfoy estaba cubierta por pesadas cortinas, impidiendo la luz, dando una siniestra sombra en lo que se suponía eran bellas habitaciones.


Dobby lo guió a una pequeña sala circular, con ventanas como muros (desde donde se veía a los pavorreales albinos de Lucius), un sofá de media luna franqueado por macetas con extravagantes flores blancas y una mesa de cristal en su centro.


Chasqueando los dedos, el elfo apareció una bandeja con porcelana china, sirvió el té.


Severus se había sentado en una esquina, opuesta a la puerta, jugando con sus manos no sabía cómo comportarse.


—Dobby vendrá por usted cuando sea hora.


—Sí, gracias —respondió Severus, sintiéndose intimidado por los grandes ojos verdes.


Ratificando con la cabeza, Dobby desapareció.


Con manos trémulas, Snape tomó la taza y bebió, el té pasó por su garganta, brindándole calor lo sosegó poco a poco; había sido una verdadera batalla que Dumbledore lo dejara ir, únicamente la intervención de Eileen, exigiendo al director su derecho como madre a sacar a su hijo del colegio, permitió su asistencia al enlace.


—Así que tú eres el heredero de los Prince. —Una chillona voz traspasó los tímpanos como uñas arañando una pizarra. Bajo el dintel de la puerta, una alta mujer morena, de párpados gruesos y mandíbula cuadrada, lo evaluaba.


Severus dejó con gentileza la taza en la mesa, se puso de pie.


—Madame Bellatrix Lestrange. —Hizo una breve reverencia.


Bella alzó la ceja.


—¡Un mestizo! —exclamó sacando la varita—, ¿¡Cómo te atreves a ensuciar mi casa!?


—Bella. —La voz ronca y siseante causó escalofríos en Severus—. Es suficiente.


Bellatrix se inclinó en una reverencia hasta el suelo, para dejar entrar a Lord Voldemort en todo su esplendor.


—Pero, mi Lord…


—Déjanos —ordenó Voldemort.


Black miró despectivamente a Severus y abandonó la habitación.


—Es un placer conocerte —congratuló Voldemort, sentándose—, Severus.


Snape estaba a punto de hiperventilar, el ser frente a él distaba de ser humano, podía jurar que las rendijas rojas escudriñaban su alma, adentrándose en sus más recónditos secretos.


—El placer es mío, mi Lord. —La voz salió ronca.


Voldemort sonrió divertido, afeando más sus viperinas facciones.


—He de suponer —dijo, invitándolo con un ademán a tomar asiento a su lado— que el amante de los muggles ha invertido su tiempo para desprestigiarme.


—Desde primero a séptimo, mi Lord.


—El viejo chocho —dijo, colocando una huesuda mano en la rodilla del pelinegro. Severus sintió que toda su energía era extraída—, sólo da su versión de los hechos, nunca da la oportunidad a que se conozcan todas las partes del rompecabezas.


—Así es mi Lord.


—Mi querido Severus —farfulló, acercándose un poco más, el putrefacto aliento chocó contra el rostro de Snape, las arcadas subieron, pero logró controlarlas—, como pilar de la antigua religión, sabes que un mago que se digne de serlo, jamás atentaría contra sus congéneres, aunque su estado de sangre no sea precisamente… puro.


—Sí, mi Lord. —Tomando todo su autocontrol, continuó—: Mi abuela me habló sobre mis… obligaciones.


—¿Tu abuela? —cuestionó Voldemort con un extraño brillo en los ojos—. ¿Y no tu abuelo?


—Mi a-abuelo murió tres años antes de mi nacimiento.


La sonrisa de Voldemort se ensanchó, causando una aterradora impresión en Snape.


Querido muchacho cuánto lo siento.


—Gracias, mi Lord.


—Conocí a Godofredo en Hogwarts.


«¿Lo conoció?», los cálculos no coincidían para Severus, sin embargo, se abstuvo de expresarlo.


—Dio clases de pociones durante mi quinto curso, un verdadero genio.


—¡Oh!, yo…


—Dumbledore ha negado tanta información a las nuevas generaciones —prosiguió el Lord, dando unas palmaditas en la pierna de Severus—, que me pregunto qué será de ustedes, los pilares de la antigua religión ciegos e ignorantes…


—Bueno… Mi Lord…


—Mucho me temo, querido Severus, que no sólo a ti, Dumbledore le ha arrebatado la oportunidad de conocer su verdadero poder.


—¿Poder? —Un extraño presentimiento asaltó a Severus, el Lord no podía saber su secreto, su abuela había dicho que nadie fuera de la familia lo sabía y ella nunca mentía.


—El hilo rojo.


Los ojos de Severus se abrieron impresionados.


—Yo-yo…


—Tranquilo muchacho, no es secreto que los Prince gobiernen el destino.


—Pero mi abuela…


—Es el patriarca el que entrena y mucho me temo que esa información nunca te fue dada. Dumbledore y su política de no revelar nada. —Hizo una pausa—. Tu abuela fue una de las brujas más talentosas que he conocido, pero su versión del hilo rojo era más poética que la de tu abuelo, dejando al destino en un mero papel casamentero. —Severus sintió un nudo en el estómago, él siguió —: El hilo rojo es una versión muy estilizada del Oráculo, a diferencia de las antiguas profecías, puede ser manipulado por el heredero de Felipe Prince, estableciendo uniones políticas y militares tan duraderas y estables que ni siquiera una guerra o las ambiciones de terceros podría romperlas. Tú. —Un dedo huesudo levantó la barbilla de Snape—. Tienes el poder sobre el mundo…, eres el estratega detrás del rey.


Conteniéndose para no vomitar, Severus se enfocó en Lily, su ancla, su salvavidas.


—¡Ah! —exclamó Voldemort—, reitero, mi estimado compañero, un mago que se digne de serlo no ataca a sus congéneres, sobre todo si son talentosos y he escuchado que esta generación tiene joyas muy valiosas en Casas que normalmente carecen de talento.


—Así es mi Lord —se obligó a responder, en tanto la duda afloraba en su corazón.


—¿Qué quiero de ti?


La pregunta sobresaltó al pelinegro, todavía no dominaba la Oclumancia y Voldemort lo estaba leyendo como si fuera un libro abierto.


—Deseo darte la oportunidad —prosiguió el Lord— de explorar todo tu potencial, de descubrir tu herencia junto a la mujer que amas, mi único objetivo siempre ha sido evitar que la antigua religión se extinga en libros de texto y nuestro mundo perezca por la incapacidad de un viejo marica de comprender lo importante que es preservar nuestras loables tradiciones.


Severus se sintió extraño, una parte de él estaba de acuerdo, no obstante, muy dentro de sí algo no terminaba por convencerle.


—A mi lado, tú y los tuyos serán prósperos y libres.


El pelinegro abrió la boca para aceptar, la incertidumbre lo detuvo.


—No tienes de qué preocuparte, Severus, todos mis aliados están por su voluntad.


—Gra-gracias mi Lord.


—Cuando estés listo —Voldemort se levantó—, tú mismo me contactarás. —Sin voltear salió por la puerta. Bellatrix hacía guardia—, Bella.


—¿Mi Lord? —dijo mirando al suelo.


—No te acerques a Severus.


—Pero…


—Es una orden.


—Sí, mi Lord.


.


Aturdido por conocer al Innombrable, Severus no pudo evitar vomitar, la bilis raspó la garganta y las lágrimas se agolparon en los ojos. Mareado, confundido, quiso huir.


Dobby apareció de repente, sin una palabra aseó la habitación con un chasquido.


—El amo Lucius lo espera en el salón principal.


—Dile a tu señor que he tenido que retirarme.


El elfo lo observó con sus enormes ojos, el pánico adueñándose de ellos.


—Dobby no puede dejar que se vaya, el amo dijo que el señor debe estar presente en el salón.


Severus aguantó las ganas de cruciar al elfo.


—Está bien, sólo dame unos minutos y ahí estaré.


.


Despacio, con miedo y sin ganas, Snape se dirigió hasta el magnífico salón principal donde los murmullos parecían opacar el cántico del Primer Ministro.


Por un momento la idea de que Voldemort estuviera presente cruzó su mente.


«Malfoy no es tan estúpido como para presentar al Lord como su invitado de honor», reflexionó, yendo lentamente a uno de los asientos de la última fila.


Le tomó un par de minutos descubrir que la atención de los nobles invitados no estaba en los novios, sino en James Potter y Sirius Black sentados en las primeras filas, elegantemente vestidos, con toda la gravedad que caracterizaba a los herederos sangre pura, y a lado de cada Gryffindor, vestidas con unas túnicas poco decorosas y de colores chillones, dos prostitutas que parecían haber tenido mejores tiempos.


—Esto es un insulto —exclamó una mujer a la que reconoció como la madre de Avery.


—Calma querida —dijo un agrio caballero—. No se saldrán con la suya, ambos son pilares de la comunidad, Charlus y Walburga tendrán que dar la cara por esta afrenta.


—Pobre de Walburga.


Snape ya no escuchó, si los imbéciles estaban ahí, debía estar alerta.


«Lo siento por ti, Lucius».


La ceremonia pasó sin mayores percances, fue durante la recepción que la indignación tomó proporciones épicas.


Peter Pettigrew, sangre pura de clase media, adulteró la bebida, provocando que varios Slytherin se montaran un espectáculo con la mujerzuela de Potter en la pista de baile.


Sin nada en el estómago y al saberse ebrio, Severus procuró esconderse en el salón blanco, no llevaba ni dos minutos intentando que el piso dejara de moverse cuando la puerta se abrió.


—Está ocupado —anunció, sin abrir los ojos.


—Snivellus —cantó Sirius, entrando con su flamante acompañante—, Snivellus.


—¡Black, lárgate! —Severus se puso de pie, buscando la varita entre la túnica, recordó que, para evitar un altercado internacional, el Primer Ministro había pedido que todos dejaran la varita en la entrada, al cuidado de los aurores.


Haciendo más grotesca la escena, Sirius bajó el escote de su compañera.


—¿Ves algo que te guste? —La mujer restregó sus pechos en el aire.


—Black, si no sacas a esta puta de aquí, no respondo.


—¿Celoso, Snape? —masculló Sirius, besando el cuello de la mujer, perdió sus manos debajo de la falda.


—No me interesa lo que hagan tú y tu puta.


—Acaso el virgen de Snivellus ¿teme perder con una puta del Callejón Knockturn? ¿O te estás guardando para el matrimonio?


—Piérdete, perro.


—¿Que me pierda? —Sirius aventó a la mujerzuela, ésta salió despavorida, a un paso del Slytherin espetó—: Lo olvidaba, estás destinado a tu amor verdadero, a la mujer a la que el hilo te ata.


Por un instante, la habitación volvió a moverse para Severus.


—No sabes de lo que estás hablando. —Logró articular.


—¿No lo sé? —Un Black desquiciado tomó a Snape por el cuello de la túnica—. Eres tú el que no sabe nada —dijo, lanzándolo al sofá, lo aprisionó entre el mueble y su cuerpo—, corriendo patéticamente detrás de Evans, como si ella fuera…


—¡Cállate, perro! —gritó iracundo Severus, mas la realidad era que no tenía control ni de su cuerpo.


Sirius dejó caer todo su peso, capturando las muñecas.


—Creyendo que ella es sólo para ti y tú para ella, patético, realmente patético.


—¿Y tú qué sabes? Revolcándote con cualquiera cuando tu persona especial…


—¿Mi persona especial? ¿James? —burló Sirius—. El hilo no es efectivo a menos que ambos elijan. Y yo jamás elegiría a James ni él a mí, eso sería una grosería para ambos.


—Pobre de ti.


La cólera se adueñó de Padfoot.


—¡Pobre de mí! —masculló al oído de Severus—. Decidiste que ella era para ti, porque fue la única que tuvo la suficiente misericordia para hacerse cargo del anormal de Snape.


Sirius recibió un cabezazo.


«Probablemente me rompió la nariz», pero no se alejó, asegurando el agarre.


Snape temblaba.


—¡No sabes nada! —escupió—, te revuelcas con putas, te niegas a amar y ¿yo soy el patético?


Sirius profirió una sarcástica risa.


—No tengo tiempo para amar y si amara, yo sé que el amor no es un destino —agachó la cara delineando con la nariz el rostro de Severus, manchando de sangre la pálida piel—. El amor es una elección donde amas sin esperar, donde eres libre de vivir y dejar vivir… Tú no vives.


—¡Suéltame!


—Apuesto que ni siquiera sabes besar. —Se agachó y presionó agresivamente sus labios contra los de Severus—. Tú estás muerto Snape —susurró, delineando con la punta de la lengua la mejilla de su prisionero—, muerto por un destino que no te has forjado. Enganchado a leyendas obsoletas. No eres libre y ni te das cuenta. —Se movió un poco, chocando su erección contra la cadera del Slytherin—. Aferrándote a una mujer que no te ama ni te amará.


Severus nunca se había sentido tan humillado, recuperando su voluntad, logró lanzar un Depulso, Sirius salió volando contra la puerta, derribándola.


—¡No vuelvas a acercarte a mí! —declaró agotado—. O te mataré. —Sin detenerse a pensarlo, contra las barreras de la Mansión y pronóstico, se desapareció.


Sirius quedó ahí, tirado, con una costilla rota, llorando de la risa, aunque muy en su inconsciente una parte de sí murió de amor; así lo encontró su padre.


Orion Black no se detuvo a pensarlo, el cruciatus que le mandó lo dejó en coma por tres días. Únicamente la familia Potter acompañó al herido cuerpo de Padfoot en San Mungo. Un mes y medio después, Sirius Black era eliminado del árbol genealógico de la ilustre familia sangre pura.


.


A tres semanas del escándalo en la boda del heredero Malfoy, Charlus Potter levantó el castigo a su único hijo: conocedor de sus bromas inocentes, Charlus había sellado la magia bromista de James para evitar que se metiera en más problemas; veintiún días toda una tortura para los Merodeadores y la tranquilidad de más de la mitad de Hogwarts.


.


Era una calurosa mañana a finales de mayo, con los exámenes por terminar, los estudiantes pululaban por toda la orilla del lago. Severus leía Crónicas de una vida por Felipe Prince (regalo del Lord) bajo la sombra de un sauce.


Aún no estaba convencido de unirse a las filas del Innombrable, aunque compartía muchas de sus ideas, por otro lado estaba Dumbledore, cuidando cada uno de sus pasos, asfixiándolo con sus consejos y sugerencias.


A lo lejos, Lily balanceaba sus piernas dentro del lago.


«Te extraño», pensó Snape. La pelirroja giró la cabeza en su dirección y esbozó una bella sonrisa. El corazón de Severus dio un vuelco. «Quizás…», se levantó despacio, recogió sus cosas y se dirigió a ella.


.


Hastiados por el examen de pociones, los Merodeadores salían del castillo, rumbo al embarcadero.


Por el rabillo del ojo, Sirius advirtió la espigada figura de Snape.


—¿Te gustaría saber de qué colores son los calzones de Snivellus?


El cuarteto paró, Potter miró de un lado a otro hasta hallar a su presa.


—Te apuesto a que ni siquiera trae —masculló, dando grandes zancadas hasta el Slytherin, a un par de metros se detuvo y susurró—: Levicorpus.


Tomado por sorpresa, Severus fue levantado por el tobillo derecho.


—Potter, ¡déjalo en paz! —exigió Lily, llegando al grupo de estudiantes.


—Lo dejo en paz si sales conmigo —negoció James—, pelirroja.


—¡Prefiero salir con el calamar gigante que contigo!


—¡Oh, pelirroja, rompes mi corazoncito! —Haciendo un breve giro con la muñeca, los pantalones de Severus se esfumaron, descubriendo unos apretados bóxers con estampado infantil.


Las carcajadas se esparcieron pronto, Evans apenas aguantó la risa, sin embargo, el brillo divertido en los ojos verdes destrozó el espíritu de Severus.


Diffindo —gimió entre dientes Snape, el maleficio fue contenido por Black. Ante el ataque, James lo soltó, Snape cayó de rodillas.


—¡Severus! —reprendió Lily.


—¡No te metas sangre sucia!


Por un momento todos guardaron silencio. Los ojos verdes se llenaron de lágrimas, Evans alzó la nariz, dio media vuelta y se fue.


Severus no recordaría qué pasó después, sólo la imagen de la roja cabellera ondeando al viento, mientras se alejaba de él.


Esa misma noche escribiría a Lord Voldemort:


«Si mi destino es dirigir el mundo, que sea a su lado mi Lord».


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Notas finales:

**Primer Hermano, personaje del cuento Las reliquias de la Muerte de Beedle, El Bardo; también conocido como el hermano menor. Es en realidad Ignotos Peverell, quien escogió la Capa de Invisibilidad y es ancestro de los Potter.


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