— ¿Por qué no ha llegado aún Kevin?
Un hombre alto, de anchos hombros, pelo negro corto con las puntas de un color azúl zafiro, ojos ambarinos y perilla perfectamente recortada, se dirigió a otros dos algo más bajos, de ojos oscuros con melenas lisas y rubias.
—No lo encontramos por ningún lado, Siwon —contestó uno de ellos.
—Kevin nunca se retrasa —dijo con voz de ultratumba Siwon, mientras sus ojos cambiaban del ámbar a un intenso marrón oscuro.
Los otros dos hombres se estremecieron ligeramente. Sabían que la actitud de su vampiro jefe se endurecía cuando sus ojos mostraban aquel nuevo color. Con algo de temor, uno de los hombres habló:
—Parece que ha sido obra de Sangre Negra.
Siwon lo miró fijamente. El marrón oscuro de sus ojos parecía que circulaba la pupila como una diana en movimiento.
—Sangre Negra… —murmuró hablando para sí mismo—. Ese humano empieza a cansarme. ¿Cómo sabéis que no ha sido otro de esos mierdas de cazadores que inútilmente intentan acabar con nosotros?
—Ninguno de ellos se habría atrevido con alguien de tu séquito y mucho menos conseguir eliminarlo. Además, lleva su marca: ningún testigo ni huellas.
—Dime una cosa, Jong Hoon —comenzó Siwon con voz tranquila pero inquietante—. Si no hay testigos, ¿cómo sabemos de la existencia de ese humano?
Jong Hoon tragó antes de hablar: —Varios de los nuestros lo han olido, ya lo sabes. Dicen que su sangre es tan tentadora que sientes cómo si el corazón te latiera. Lo único que consiguen ver de él es una silueta oscura con una cruz brillante a su espalda. Sabes que no
se aventura a nuestros reductos. Nos acorrala uno a uno y nos da muerte sin dejar señal alguna.
Siwon se quedó pensativo. Aquel gesto era aún más peligroso que el anterior. Los pensamientos y conclusiones del vampiro jefe podían llegar a ser realmente escalofriantes.
—En estos pocos meses no me ha importado más que cualquier otro gilipollas que ha intentado eliminarnos, pero se está acercando… más de lo que jamás hubiese creído de un insignificante humano. ¡Jong Hoon, Min Hwan! —exclamó Siwon alzando su profunda voz y haciendo que sus facciones se tornaran sombrías—. Averiguad todo sobre ese indeseable. Y cuando digo todo, quiero decir TODO. —Una sonrisa retorcida apareció en su rostro—. Veamos qué es lo que se esconde tras esa tentadora sangre que dicen que tiene.
Los dos hombres asintieron y salieron de la oscura habitación sin decir una palabra. Siwon se dirigió a un gran ventanal acristalado que ocupaba una de las paredes. Desde la posición del piso de arriba podía ver como el Vampir´s, un lugar de copas donde se reunía el Clan vampírico al completo, empezaba a llenarse con todo el elenco de sus congéneres.
Con sus dos mil trescientos años de vida, era el vampiro más antiguo de la región. El tiempo le había enseñado a ser cauteloso con el más mínimo sentimiento de peligro. Durante su larga existencia, había sido perseguido sin descanso y sabía muy bien a qué atenerse con los humanos. Pero ninguno de ellos se le había aproximado tanto con la intención de atraparlo.
—Estás apuntando más alto de a lo que puedes llegar, humano —murmuró Siwon, sin dejar de observar a su Clan por el ventanal—. No tienes idea de con qui…
La voz de Siwon murió en su garganta. Su cuerpo se tensó, sus ojos se cerraron mientras levantaba ligeramente el mentón y aspiraba el seductor aroma que llegaba a sus fosas nasales. Cuando sus ojos volvieron a abrirse, habían adquirido un intenso color dorado. Un deseo necesitado empezó a fluir por sus venas y su respiración se hizo rápida y profunda. Definitivamente, sintió como si su corazón latiera.
Postrado ante las grandes puertas de acero del Vampir´s cargando todas sus armas, Heechul repetía en su cabeza una y otra vez el plan: entrar, intentar atraer a Siwon con el olor de su sangre –si es que se encontraba allí–, dejar que le mordiera no sabía cómo. Si se lo podía cargar allí mismo mejor –aunque eso lo dudaba–, y salir de allí vivito y coleando, no sin antes dejarle un regalito a todos aquellos bastardos hijos de puta.
Si por casualidad Siwon no estuviese, tendría que lidiar con la sed de sangre de todos los demás malditos, pero para eso llevaba consigo aquella granada modificada. Haría estallar el club y achicharraría a los putos chupasangres que allí se encontraran. Con esto, y con la incontrolable necesidad que crearía en Siwon al beber su sangre, no habría duda que el vampiro jefe dejaría su oscuridad para encontrarlo.
Después de aquello, su anonimato se iría a la mierda, pero si podía llevarse a la tumba a un gran número de demonios de sangre, bien valdría la pena. Sobre todo si enganchaba a Siwon hasta el punto de hacer que se desintegrara bajo el sol.
¿Miedo? Sí, por supuesto, aunque no tanto por su propia muerte, más bien por no poder vengar la de sus padres. Llevaba cinco años preparándose para esto. Quería acabar con cada uno de aquellos asesinos. Sabía que no todos merecían ese calificativo. Desde que supo de su existencia, los estuvo observando mientras aprendía de sus vidas y costumbres. Sabía que su necesidad de alimentarse era imperiosa, pero muchos de ellos sólo lo hacían cuando les era necesario: una vez al mes, y no mordían al mismo humano más de una vez. Pero al fin y al cabo, todos eran lo mismo.
Inspiró profundo, dejó salir el aire de sus pulmones pausadamente y, sin más dilación, se abrió paso a través de aquellas puertas que le llevarían directo al infierno.
En cuanto se halló dentro, a pesar de la oscuridad que se cernía sobre el lugar, observó cómo una veintena de pares de ojos negros se volvían hacia él. El murmullo que había en el local segundos antes de cerrar las puertas tras él, murió, dejando sólo como sonido la tranquila música que se oía a través de los altavoces. Las caras de los presentes se debatían entre el miedo y el deseo. Heechul se erguía firme en su sitio, sin dejar de mirar a los ojos a cada uno de los malditos, sintiendo la tensión que empezaba a cargar el ambiente y cómo su propio corazón latía desbocado en su pecho. De lo que no se percató, fue de unos ojos dorados que lo observaban a través del gran ventanal situado en la parte de arriba del local.