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~ Casado con un hombre ~ por Monnyca16

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Capítulo 11

 

“Francia, el lugar más romántico del mundo”

 

El pelinegro observó al pequeño, sonrió de lado y se negó. No se esperaba un comportamiento tan a la defensiva, es más, hasta se podía decir que Nicolás debía estar completamente saltando de la alegría por la repentina salida de viaje de su esposo.

 

Sin embargo no fue así, Nicolás en esos momentos se encontraba realmente furioso y con unas ganas tremendas de golpear a la gente, a cualquier buen samaritano que se le atravesara por el camino.

 

—Después de empacar mis cosas, vamos a ir a tu casa y comenzarás a empacar también. —Echó suficientes trajes, ropa interior y perfumes  para llenar  la maleta que estaba sobre la hermosa cama matrimonial.

— ¿Iré?

—Si no fueras, entonces no te dejaría empacar —expuso el más alto.

 

Miró al pelirrojo de ojos azules, le pasó por un lado y comenzó a buscar papeles. Al encontrar algunos legajos, sacó su celular y comenzó a irse de la habitación para poder hablar con privacidad.

 

Al salir, fue directo hacia el pasillo más solitario, se recargó en la pared y respiró profundo cuando Salomón le respondió a la llamada. Sí, le había llamado al padre del ojiazul para poderle avisar que saldrían del país.

 

—En unas horas Nicolás y yo saldremos del país —sacó de a principio—. Tengo todo listo, viajaremos a Francia, la razón es fácil: se me complicaron las cosas con los proveedores. Quiero que esto quede bien claro, sé que está firmado que no sacaría a tu hijo después de casarme con él, pero ese acuerdo decía que no lo sacara del país en nuestra noche de bodas, así que se podría decir que nuestra noche ya pasó. Trato de darte a entender  que este viaje no quedaría como rompimiento de tus reglas ya que la noche de ayer fue la indicada y la señalada para cumplir con tu listado.

—Hijo de puta.

—Gracias. Llegaremos el otro viernes, las faltas de Nicolás serán justificadas porque yo mismo me encargaré de eso. Llámalo si quieres, el que quiso ir conmigo fue él.

—Cabrón, ¿Por qué tienes que ser tan listo? Te odio. —Se burló el padre del crío.

—En un rato iremos a tu casa para ir por sus cosas. Lo cuidaré. —Prometió.

—Cuando regresen, cuando regreses te daré una patada en los huevos.

—No creo dejarme. —Se bufó  por la otra línea.

—No te portes como el  graciosito.

—Ya estás grande como para hacer ese tipo de cosas. Salomón, cuidaré de tu hijo, ahora él es mi esposo, es mío. —Se mordió el labio al recordarlo —. No interfieras en mis decisiones, estoy cumpliendo con tus reglas, es más, ni siquiera te iba a avisar, pero quise hacer las cosas bien.

—De acuerdo. Los mantendré en la mira.

—Espero que no —musitó sediento de algún líquido que lo pudiera llenar de energía. Finalizó la llamada y se dirigió a su habitación donde el pequeño Noah aún se encontraba paralizado.

 

Revisó la maleta de nuevo y puso la mirada en el cuerpecillo de su esposo pelirrojo y rebelde.

 

— ¿Tu amigo ya se fue? —preguntó, comenzando una plática nueva.

No le interesaba Tomás, sólo deseaba hacer hablar al minino en esos instantes, deseaba escucharlo.

—Sí, se fue cuando subí. ¿En serio iremos por mis cosas?

— ¿Qué no me lo exigiste? —El menor abrió los ojos como platos —. Sólo hago lo que deseas.

—No  lo deseo, es sólo que…

— ¿Ahora te arrepientes?

—Es sólo que irte te hace un desobligado, además, no quiero ir a la escuela y esta es buena oportunidad para poder faltar a clases.

—Ah. —Oliver se cruzó de brazos, miró a los ojos a Nicolás y chasqueó los labios. Rodó los orbes grisáceos y tras pensar en algo demasiado bueno, comenzó a dirigirse hacia  su esposo.

— ¿Qué? ¿Por qué te acercas de esa manera? —Nicolás extendió las manos para hacer respetar su esfera personal.

El mayor sonrió de lado, se detuvo y comenzó a reírse sin parar. No podía creer, no podía si quiera dejar de divertirse con la infinidad de caras nerviosas que su amado mocoso le regalaba.

 

— ¿Qué? ¿No puedo acercarme a mi esposo? —Se quejó—. Eres mío, sólo mío, Nicolás —Se lo recordó—, que no se te olvide.

— ¿Por qué haces esto? Pensé que…

— ¿Qué pensaste? ¿Qué no te trataría como a una mujercita? Que equivocado estabas.

—No me trates como a una niña.

— ¿Por qué no? Si tú te comportas como tal.

— ¡¿Qué?! —La garganta le dolió al gritar.

 

¿Qué decía el desgraciado de Oliver? El marica era él, Nico ni siquiera tenía fantasías con él. Joder, claro que no…

 

—Se me está poniendo dura. —Confesó el ojigris. Miró hacia el cielo y puso la mano en la bragueta de sus pantalones.

— ¿Qué haces? No te me acerques…

—Eres demasiado estrecho, tanto que me he vuelto adicto.

—Pervertido. —Noah dio dos pasos hacia atrás y al topar en la pared, quiso huir de la habitación. No podía dejar pasar  que en esos momentos Oliver podría violarlo, o tal vez seducirlo.

 

El peor miedo de Nicolás era ese, temía caer rendido a los pies de su esposo. Sin embargo, curiosamente ya estaba cayendo con un simple toque. Desde la primera vez, su cuerpo reaccionaba a la perfección y sinceramente no podía aceptar tal cosa. Oliver no podía seducirlo en estos momentos porque el pequeño estaba cien por ciento seguro que cooperaria en todo.

 

Con el poder de la excitación, Oliver se apoderó del cuerpo de su pelirrojo. Le acarició la espalda con la mano extendida, gimió en su oído desnudo y al sentir el estremecimiento del menor, sonrió.

 

— ¿Por qué te pones así? Si no te gusto, entonces no debes ponerte nervioso…

—No estoy nervioso —susurró, mintiendo, pero sintiendo  esa  sensación del corazón en la garganta.

 

Nunca antes se había sentido tan agitado sin hacer ejercicio. Su corazón se encontraba demasiado acelerado, tanto que hasta por su frente le escurrían unas cuantas gotas de sudor como si hubiera corrido una maratón.

 

—Es tarde, aún tenemos que ir por tus cosas. —Oliver retrocedió dejando al adolescente hecho fuego.

 

¿Qué mierda? ¿Se había retractado? ¿Cómo podía dejarlo confundido y excitado en esos momentos?

—Es hora de ir a casa —murmuró el pequeño e inquieto recién casado.

 

Nicolás salió de la recamara lo antes posible. Al bajar las escaleras, se palmeo el corazón para tranquilizarse. ¿Cómo era que podía su corazoncito brincotear por ese desgraciado empresario? Imposible.

 

«Estoy asustado, demasiado asustado, eso es todo» se decía a sí mismo el animalillo para poder sacar mejores conclusiones.

 

Al llegar abajo, abrió la puerta del copiloto y al entrar, de inmediato su esposo depósito su maleta en la cajuela y subió para comenzar a manejar. Después de pisar el acelerador y con ayuda de un rojo, Oliver volvió a formar pequeñas platicas.

—No lleves cosas exageradas, lo más probable es que compremos cosas allá, sólo lleva ropa de aquí a dos días más, en los siguientes iremos de compras.

—Dijiste que sería un viaje de negocios.

—Así es, pero tú no tienes que cargar con eso. El que hace los negocios soy yo, pero tú  tienes que divertirte por ahora. —Alzó  la mano derecha y la posicionó en la frente de Nicolás —. Estás caliente, ¿Estás enfermo? ¿O es porque te he dejado de ese modo?

—Eres malo para hacer chistes.

—Entonces, ¿Estás enfermo? —Aplanó más su mano sobre la frentecilla aquella.

—Es el clima —articuló, mintiéndole de nuevo—. No me gusta el calor.

—Cuando lleguemos a Francia te hare mío de nuevo. —Oliver le avisó para que estuviera preparado.

 

Con una tosca mirada asesina, Nicolás apartó la mano de Oliver y comenzó a mirar hacia la ventana para ignorarlo.

— ¿Me escuchaste? —preguntó el pelinegro, antes de reposar sus labios sobre la mejilla del gatito. Un pequeño beso fue lo que puso la atmosfera tensa. Nicolás realmente no se lo esperaba, ¿Cómo el maldito de Yael podía ser tan lindo y en momentos extraños? ¿Por qué? ¿Por qué?

« ¡Estúpido animal! »

—No tienes que besarme siempre —defendiéndose, Nicolás murmuró no tan bajo.

—Fue un beso casto —le dijo muy seguro.

— ¿No te da vergüenza besar a un hombre? —Le preguntó con temor a su respuesta.

—Claro que no. Eso me hace feliz, demasiado feliz. —Sonrió y arrancó de nuevo cuando el semáforo marco en verde.

 

—¤(`a94;a94;´)¤—

 

— ¿Ya está todo listo? —Yael preguntó al ras que sostenía su celular con fuerza.

 

El avión estaba en marcha y junto a él se encontraba el pequeñuelo y rebelde pelirrojo. Miró de re ojo a los pasajeros y escuchó con atención todo lo que su secretaria le decía.

 

—Señor ya tiene habitación en el hotel más caro, le mandé algunos papeles por fax a su habitación así que cuando llegue y abra la puerta se encontrara con todo lo necesario.

— ¿Cómo pidió la habitación?

Nicolás paró oreja para escuchar la respuesta. Le interesaba demasiado.

—Es grande, es para una pareja. Sólo hay una cama, un baño grande y mucho lugar para leer papelería, tal y como usted me lo pidió.

—Espero la habitación sea cómoda —Le advirtió con un bostezo.

—Es la mejor, señor.

—De acuerdo, espero ver la papelería. Manténgase en contacto conmigo si hay más información —espetó, cortando inmediatamente la comunicación.

 

Metió su celular en el bolsillo delantero de su pantalón y recargó la cabeza en el asiento del avión. Miró hacia Nicolás y al notarlo tenso, sonrió.

— ¿Por qué me miras así? —Con un enorme nerviosismo, Nicolás comenzó una conversación.

— ¿No puedo verte? —Gruño ante su pregunta.

—Me molesta —se quejó.

—Voy a besarte.

 

No era una pregunta, eso no era una maldita pregunta, se trataba de una afirmación que el pequeño tardó en procesar. Sus labios fueron invadidos por los de Oliver, fueron aprisionados y con un sentimiento impresionante, tanto, que hasta el corazón comenzó a bombear más sangre que de costumbre.

 

Dos estúpidas veces en este día de Sábado su corazón se había atrofiado lo suficiente y por culpa de él. Joder. Nicolás no quería eso, no tenía contemplado estar a la merced de su esposo. El menor deseaba convertir todo acto en odio, en miedo, pero no pudo cuando por equivocación correspondió aquel beso apasionado que su esposo aún le estaba dando.

 

El tacto caliente y agradable que su boca sentía, no se podía comparar con nada. Oliver sabía besar, claro que sí y en esos momentos se notaba. La lengua entró lentamente en las profundidades bucales del menor, incrustó tan dulcemente la punta de la lengua que Nicolás la recibió con hambre.

 

Con un simple salto desesperado, el ojiazul se apoderó aún más de Oliver dejándolo casi sin respiración. Le mordió el labio inferior tenuemente con los dientes y volvió a besarlo con desesperación. El pelinegro de inmediato se dio cuenta de la aceptación que su pelirrojo le estaba dando, y claramente lo ponía feliz poderlo enamorar.

 

Nicolás no podía si quiera imaginarse la gran cantidad de amor que Oliver sentía por él. Impresionante era la ternura con la que hacia cada cosa, en verdad había amor en todo acto, fuera o no fuera cruel.

 

El largo beso se fue apagando con lentitud. El culpable esta vez fue Oliver, el idiota se quedó dormido por culpa del cansancio. El trabajo lo tenía agotado y esta vez Nicolás pudo darse cuenta de la infinidad de cosas que su marido hacia diariamente. Por fin Nicolás pudo darse cuenta  que Oliver no sólo mandaba en la empresa, esta vez hasta sentía pena por él.

 

Durante todo el camino lo único que Nicolás hizo fue observar potentemente al hombre que tenía a un lado. Había belleza, claro que sí. Oliver lucia guapísimo despierto y dormido también. El ojigris era como una figura extraña y hermosa a la vez, arte puro.

 

El tiempo se pasó volando como el avión, en cuestión de horas los dos recién casados permanecían esperando un coche privado para poder ser llevados al hotel donde se hospedarían. El pequeño sinceramente deseaba llegar a la habitación, Oliver lo había dejado caliente horas atrás y tenía que saciar sus necesidades.

 

Ciertamente, Nicolás  tenía sexo casi a diario y con mujeres, pero esta vez se sentía diferente. En los brazos de Oliver, Noah podía sentirse protegido y hasta amado. No era como sus relaciones pasajeras de amigos con derechos. Esta vida de casado le estaba gustando y muchísimo.

 

— ¿Quién era? —el pelirrojo le preguntó cuándo su esposo cortó la llamada.

 

Oliver minutos atrás se mantenía hablando por teléfono celular y no todo lucia divertido ya que el pelinegro sonreía de una manera diferente y hasta hacia manías con una simple voz telefónica.

 

Un sentimiento de angustia o tal vez terror salió del pequeño cuerpecillo del menor. Hasta las pecas se querían esconder por vergüenza a su actual comportamiento ¿Por qué preguntaba cosas estúpidas? ¿Por qué le preocupaba mucho que Oliver tuviera estados felices y divertidos cuando se mantenía hablando por teléfono con cualesquier persona que no fuera él? ¿Acaso esto tenia explicación?

—Julieta.

— ¿Julieta? —preguntó, dándose cuenta que la voz le salió con tono diferente.

 

Lo más probable era que su rol de esposa estaba saliéndosele de las manos.

 

—Una mujer —le explicó más a fondo y con charlatanerías.

 

Oliver sonrió de lado. Miraba chistoso el momento ya que  Nicolás parecía un estúpido, un demente.

—Sé que es una mujer, no soy imbécil. —Se hizo el sordo por unos instantes. Dio dos pasos hacia el lado derecho para alejarse de Oliver y tragó saliva con angustia.

—No es muy tarde —el ojigris dijo tras mirar su celular y verificar la hora —. Nos reuniremos con ella en unos momentos, está en nuestra habitación esperándonos. Los asuntos que tenemos que tratar son importantes, además podrás descansar hasta que termine de trabajar.

—Cuando me duermo ya no me despierto —amenazó.

 

Nicolás no olvidaba las antiguas palabras de su esposo, él le había dicho que le haría el amor cuando llegaran a Francia, entonces ¿Qué estaba pasando? Los planes estaban cambiando y no le agradaba para nada.

 

No era que le agradara demasiado soportar un pene entre sus piernas, mejor dicho era esa necesidad. Era como una adicción que no quería dejar en tan poco tiempo. La polla de Oliver era como un dulce delicioso; una vez que lo pruebas lo quieres seguir comiendo.

—Entonces duerme bien —musitó con una mirada potente.

 

En ese instante, Nicolás no podía catalogar su mirada. Sus hermosos ojos grises marcaban dos sentimientos fusionados. El primero era lujuria, y el segundo  molestia. Sin embargo el pequeño pelirrojo no podía adelantarse a nada. Al paso de las horas se iría descubriendo el sinfín de sentimientos que su esposo sentía, ya que Oliver no podía quedarse sin decir nada.

 

El hotel, el precioso hotel que le llenaba la vista al crío, era perfecto. No sólo era grande, también demasiado elegante. Nicolás alzó la mano para echarse el flequillo para un lado, sopló y se aplacó el cabello  con ese simple airecillo que sacó de entre sus labios. Los pasillos del hotel y hasta el personal de limpieza se miraban de fiar. Las puertas funcionaban con credenciales específicas y el clima, el maldito clima  helado del lugar  lo hacía temblar.  

 

Como perro guardián, Oliver tomó la mano de su esposito. El toque fue tan eléctrico que Nicolás gimió como si estuviera fornicando.

 

—No pensé que te gustara tanto. —El precioso y sexy pelinegro se burló del menor.

—Me tomó por sorpresa. —Nicolás se justificó.

— ¿Por qué estás tan serio? ¿Pasa algo? ¿Te sientes mal? ¿Estás aburrido?

 

El corazón se encendió de nuevo. ¿Cómo le hacia ese maldito gilipollas para provocar eso en el pequeño? Demonios. ¿Por qué tantas preguntas? ¿Por qué su voz le entraba por los oídos y se quedaba impregnada  hasta en la sangre?

¡Santa cachucha! ¿No estaba enamorado? ¿O sí?

 

—Me confundes. —Sus mejillas ardieron con rapidez —. Son tantas preguntas a la vez, no deberías hacer todas al mismo tiempo.

—Bueno, ¿Por qué estás tan serio? —volvió a cuestionar lo mismo.

Esta vez pretendía hacerle una pregunta a la vez a su querido pelirrojo.

—No lo estoy —Nicolás hizo un mohín.

— ¿Pasa algo?

—No lo creo.

— ¿Te sientes mal?

—Sólo estoy un poco mareado.

— ¿Estás aburrido?

—Mucho —confesó.

Los orbes grises de Oliver brillaron en grande,  pues para tratar con Nicolás uno tenía que ser lento y cuidadoso. Eso lo hacía doblemente especial.

 

— ¿En qué nos habíamos quedado? — Yael preguntó.

Desgraciadamente, se seguía acordando del grande beso que dejaron a medias en el avión.

—Me confundes, no sé de qué hablas —el pequeño gruñó.

—No me tientes, Nicolás —terció, advirtiéndole.

El ojo izquierdo del pequeño minino tembló avisando que próximamente un tic vendría. Joder, maldito empresario de puta. Si no fuera por su presencia, el ojo izquierdo de Nicolás no estaría temblando de nervios.

 

— ¿Por qué te agarras la cara de esa manera? ¿Te pasa algo? —preguntó Yael al ver a su acompañante actuar extraño.

 

 Nico se había agarrado la cara como si algo le doliera, así que Oliver alzó la mano derecha y seguida de ésta, la otra también. Puso las dos manos en el rostro del pequeño y apartó las palmas del pelirrojo para poder ver  lo que en verdad su pequeño tenía. Al descubrir  que su ojo izquierdo  temblaba como si le estuvieran dando toques, acercó sus labios y depositó un cálido beso en el vergonzoso tic.

 

—No pensé que fueras una persona defectuosa —sacó burlonamente al verlo demasiado molesto por su acto cursi —. Al parecer tengo que cuidar más de ti, no puede ser que te den tics.

— ¡Todo es tu culpa! —Nicolás gritoneó haciendo que las personas voltearan.

 

Lo más probable era que esa gente que los rodeaba no entendiera su lenguaje,  pero el tono si estaba subido de nivel, algo que sí  era intolerable para Oliver.

—No seas corriente, deja de gritar… pareces verdulero. —El menor puso los ojos en blanco al escuchar las declaraciones de su esposo —. No me pongas en vergüenza delante de la gente. 

—No pensé que te avergonzaba tanto.

—Sólo me avergüenzas cuando haces ese tipo de cosas. Eres un maleducado…

—Lo sé, sé que soy de todo. Soy una persona violenta, rebelde y demasiado adicta a la marihuana, lo sé, joder.

—No quise decir eso.

—Da igual, no me interesa para nada.

—Lo siento.

El color azul y el gris de sus ojos se combinaron cuando sus miradas chocaron. Nicolás entrecerró los ojos, cruzó los brazos  y suspiró para poder calmar un poco el ya no muy notorio tic que le seguía haciendo enojar. 

 

El rápido remoje de labios que el gatito hizo, fue el tiempo que Oliver tardó para abrazarlo. Su pequeño se miraba tan jodidamente molesto y estúpido, que al energético de Yael  le  entraba una necesidad enorme por sostenerlo entre sus brazos.

 

—Vete a la mierda. —Se le escapó una maldición.

El precioso pelinegro se negó con una sonrisa enorme. Reposó la barbilla en el hombro izquierdo de Nicolás y cerró los ojos para sentirlo cada vez más profundo.

 

—No se llegar.

El fanfarroneo comenzó.

—Vete a la mierda y no vuelvas más —El pecho le ardió al pronunciar lo último.

En verdad el minino no deseaba que Oliver se fuera a ningún lugar y menos para siempre.

—Lo que quiero decir es que eres a una persona especial. Me refiero a que necesitas aprender muchas cosas.

—No es todo. —El chiquillo se defendió —. ¿Especial en esa forma? No me jodas. Soy especial, muy especial para ti en muchas otras formas.

 

Con egocentrismo alzo el cuello y comenzó a reír como si fuera de la realeza. ¿Qué demonios le pasaba  a Nicolás? ¡Jodido maniaco presumido!

—No sabes muchas cosas. —Oliver   le confirmó —. Eres muy seguro de ti mismo, Nicolás. ¿Por qué me obligas a desear cosas que por el momento no te puedo cumplir?

Oliver se refería al lugar y al montonal de trabajo que tenía por hacer.

—No sé de qué hablas.

La lengua se le trabó.

 

«Se me lengua la traba». Decía entre sus adentros el gatito pelirrojo…

 

— ¿Qué es lo que en verdad quieres de mí? Dímelo —Le pidió—. Te noto un guía deseoso. ¿Por qué me hablas con doble sentido? ¿Qué buscas con eso?

— ¿Doble sentido? —Nicolás hizo un puchero desagradable.

Joder. Lo había descubierto. El escandaloso Nico quería sexo, demasiado sexo y en el país más romántico del mundo: Francia.

 

Notas finales:

Si veo diez reviews, entonces les actualizo mañana mismo :)

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