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~ Casado con un hombre ~ por Monnyca16

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Notas del capitulo:

Disculpen si encuentran errores, ya es muy tarde para subir este cap xD.. pero aquí estoy. 

Capítulo 16

 

“Propiedad privada”

Un anillo. Una jodida argolla que aparte de brillar hermoso, a Nicolás le quedaba a la perfección. El diminuto presente que Oliver le puso en el dedo indicado, se miraba precioso. Era una ruedita con pequeños brillos que parecían ser diamantes.

 

— ¿Qué mierda estás haciendo? —le preguntó, mosqueado, y con las mejillas ligeramente coloreadas de un  preciosísimo color carmín.

 

—Eres mío. Soy tuyo. —Chasqueó los labios con un pequeño ruidito casi audible —.No sólo con hacerlo todas las noches, te marcaré…aunque es buena idea marcar mi territorio por medio de tu piel.

— ¿Estás loco?

—No, no lo estoy, Nicolás —adujó con la frente en alto.

 

La sensación cálida que penetró desde la punta de su nariz hasta su agujero anal, no fue invisible. Oliver notó todo lo que tenía que ver... cada reacción, cada enrojecimiento provocado por su temible mirada grisácea.  Nicolás colapsaría por la rabia que su instinto animal estaba dando a conocer. Ahora más que nunca, odiaba al mamón de su esposo.

 

—No lo quiero —gritoneó el pequeño gatito.

 

Zangoloteó su brazo para alejarse bruscamente de la enorme mano que lo agarraba con cuidado, y guardándose el celular (ya sin Tomás en la línea) en la bolsa de los pantalones, trató de apartarse la argolla.

—Si te lo quitas, te prometo que te castro.

 

El niño ofendido, se detuvo ¿Qué demonios había escuchado?

 

— ¿Qué?

—Con mi propia boca, ¿comprendes?

— ¡De nuevo me amenazas! —gimoteó un rato, mientras que con los cabellos desparramados, empujaba una y otra vez al grandulón con cara de chulo sexual que tenía frente a él.

—Te lo advierto.

—Serás mamón.

—Lo soy. —Asentó con la cabeza, sonriente.

—Y todavía lo aceptas.

—Deberías aprender de mí, yo si acepto las cosas. Tú no tiene los huevos para hacerlo.

—Cállate la gran bocota que tienes. —Esta vez, Nicolás le propuso.

—Y si no quiero, ¿Qué harás si no me callo, Nicolás?

— ¿Quieres saberlo? —murmuró sacándose algo de la bolsa trasera del pantalón.

 

Era una navaja.

 

— ¿Estás loco? ¿Me piensas matar con eso? —El chiquillo se negó rotundo, sonrió maléfico y sacudió estratégicamente la hojilla para abrirla y dar a conocer el filo que la punta y el largo poseían.

— ¿Por qué te asustas tanto? ¿No habías visto una antes?

—No seas un pandillero, y tráeme acá  el arma blanca.

—Ni tan blanca, esta cosa puede sacar intestinos, un día...

 

Le contaría sobre sus viejas experiencias, pero Oliver  lo obligó a callar.

 

—Guarda silencio —le pidió, histérico. Le costaba trabajo asimilar que su pequeño pelirrojo había hecho cosas malas con ese afilado cuchillo callejero.

— ¡No!

— ¡Que te calles!

— ¿Qué pasaría si la punta revienta mi bolsa estomacal de una sola estocada?

—No sé qué pretendas, pero ni pienses en hacer algo con el pico.

—No me has contestado, ¿Qué pasaría, si me la entierro?

—Serás un estúpido total.

 

El pequeño guardó el filo, cerrando la navaja  con un movimiento ágil, suspiró en alto y se dignó a reírse en la cara de Oliver.

 

—Cómete las palabras, maldito gilipollas. ¿Qué dijiste antes? ¿Qué no tenía los suficientes huevos como para aceptar las cosas? No aceptaste que te sentirías realmente deprimido si yo me hubiera enterrado el filo y desgarrado los intestinos, pues con eso, parece que el que no tiene los suficientes huevos como para aceptar las cosas, eres tú.

 

Y se fue, dejándolo en blanco y con la mirada perdida en algún paisaje invisible.  Nunca antes el pequeño Noah se había defendido de esa manera, sin embargo a Oliver no le pareció tan mal y después de todo, su ego seguía en alto, tan alto como las malditas erecciones que se le propiciaban cada que escuchaba el hermoso sonido que su esposo expulsaba por la boca.

 

Después de cambiarse, lo primero que Yael hizo fue  hacer unas cuantas llamadas para mantener a Nicolás ocupado y por supuesto, junto a él. Durante la noche, al no poder dormir, comenzó a hacer preparativos por sí mismo. De acuerdo al gran gusto que Nicolás tenía por las fotos, está vez Oliver le cumpliría sus caprichos, que quizás no serían tomados de buena forma después de todo este alboroto.

 

Por desgracia, Oliver no logró que su amado esposito le pusiera el anillo como era de corresponderle. Pero no se rendiría, después... o tal vez durante la noche lo obligaría a que se lo pusiera de la manera más romántica del mundo, o lo más probable sería que lo obligara a ponérselo con la boca, como toda buena mascota debía hacer. 

 

—Es hora de irnos, te he preparado una sorpresa —El de ojos grises compactó su cuerpo con el del pequeño adolescente con un caluroso abrazo por la espalda. Nicolás quiso apartarlo, no obstante y como era de esperarse, no pudo contra él.

 

—Nada que venga de ti es una sorpresa para mí. —Se inmutó, dándole unos empujones a su odiado marido —.Debería morir ahora mismo.

 

—Si algo llegara a pasarte, inmediatamente dejaría de respirar.

—Ah —fue lo único que Nico pudo decir ante la nerviosidad que lo enredaba como una telaraña.

—Ah —lo arremedó —.Ah que te quiero, cabezota hueca.

—Ah que te golpearé los huevos —Nicolás lo amenazó, queriéndolo a su manera.

 

Una risilla macabra se le salió al pelinegro, le divertía pelear de esa manera con su adorado mal geniudo.

— ¡Huum! Que rico.

—Aléjate, debes respetar mi espacio personal.

 

De inmediato, tomó con sus pequeñas y suaves manos las garras del león que lo acosaba, y lentamente comenzó a quererlas apartar de su cintura.

—Anoche invadiste el mío... ¿Ya no recuerdas, Nicolás?

 

¡Nicolás! Estúpido nombre, estúpido que era....el crío no deseaba llamarse así.

 

—No hay nada bueno que recordar.

—Yo creo que sí, ¿Debemos crear nuevos recuerdos?

—Debes separarte y dejar de aplanar tu verga contra mis nalgas....

 

Oliver gimió con humedad en su oído, se llevó el lóbulo de la oreja derecha a la boca y comenzó a lamerlo, lentamente y con tortura.

 

—Es seguro que te golpearé en los huevos.

—Te digo tantas cosas que no se en qué me estoy convirtiendo. —Succionó de nuevo su oreja —.No me agrada que no correspondas a la primera.

—Ya no lo intentes.

—No puedo evitar intentarlo.

—Ridículo —el chico lo agredió.

—Cálmate, pecocito —Con cariño, Oliver le clavó un beso en la mejilla —.Nunca vuelvas a traer armas blancas y te apuntes frente a mí, no lo soportaría —musitó al mismo tiempo que aplanó el estómago del gatito con más fuerzas, hasta sacarle  el aire y también la  navaja que seguía guardada en su bolsillo trasero.

—Imbécil —Nico jadeó dolorido.

—Yo también te quiero —con gracia, Oliver murmuró  saliendo de la habitación.

—¤(`a94;a94;´)¤—

 

Ya estando afuera del lugar, Nicolás tragó saliva. Oliver le agarró la mano con fuerza y comenzó a caminar, algo que  al pequeñuelo no le desagradó, pero tampoco lo hizo sentir menos enojo por lo de antes. El pelirrojo recordaba sus celos, las palabras de su esposo y también tenía presente que le encantaba ir caminando de la mano junto a él. Joder. Le encantaba el sostén, ¿qué se podía hacer?

 

— ¿A dónde vamos? —preguntó con calma, después de doblar a la derecha.

Yael le regaló una enorme sonrisa, lo observó con esmero y pronunció la letra “m” con persistencia, haciéndose el pensante.

—A modelar.

— ¿Qué?

—Iremos  a nuestra sesión de fotos —contó, acompañado de un  pulso abochornado.

— ¿Fotos? ¿Cuáles fotos?

—Las nuestras…

— ¿Qué mierda dices?

—Querías fotos, entonces las tendrás.

—No… no… ¿De qué estás hablando?

—Después y si quiero te refrescaré la memoria —gruñó extasiándose con ayuda de sus pensamientos perversos.

 

Algo que le encantaba al empresario, era quererle refrescar la cabeza a Nicolás todo el tiempo, ya que cada vez que lo hacía, el adolescente siempre cooperaba muy bien.

 

—No quiero ir, no quiero…

Al oír las palabras del heredero Trimmer Valois, Oliver se detuvo, raspó el zapato contra la acera al girar medio cuerpo, y con la cabeza agacha buscó el aliento entrecortado del cabreado animal.

—Deberías agradecer que son fotos normales. Ando de humor, si me la jorobas y permaneces con tu cara de mala leche, entonces se harán al desnudo, o tal vez mientras te hago el amor.

—Imbécil —arguyó ofendido.

—Lo que sea, debes estar agradecido con tu dueño.

 

El mundo pareció quedar de cabeza para Nicolás. ¿Qué había dicho? ¿Su dueño? Esas palabras estaban rancias, sí, rancias totalmente. ¿Cómo iba a ser eso posible? Por supuesto que no, Noah no era de su propiedad.

 

—Que te follen. Estar casado contigo no me hace de tu propiedad, que me violes no me hace tuyo, entiéndelo…

—Lo eres, créeme, además  te encanta que sea tu dueño y señor.

—Caemos en cuentas que eres viejísimo para mí, así que señor tal vez.

—Cuenta las canicas, ¿Cuántas vez? Por favor, Nicolás, si te encanta que te den, tienes que aceptarlo.

 

El desagradable tono que  brotaba  de la boca de Oliver como espuma de perro rabioso, seguía moliéndole el maldito día. Bien, el pequeño minino se había vuelto adicto, correcto, pero no tenía que recordárselo todo el tiempo.

 

Frente a la luz del día y con un rostro de hostia, Nico alejó su flacucho cuerpo de la quemazón del sol y a punto de estallar en histeria y gritos abarrotadores, prefirió respirar profundo. Oprimió los parpados ligeramente, y se metió las manos a los bolsillos delanteros del pantalón. Esta vez, Oliver se las pagaría y no descansaría hasta que el grandulón aquel le rogara por su apretado agujerito.

 

Los dos compartían el mismo sentimiento de furia. Por una parte, Nicolás porque sentía celos  absurdos, y por otro, Oliver porque  todavía no se tragaba que su pequeño esposo seguía sin ponerle su anillo correspondiente. Cada quien tenía sus propias excusas, que además eran demasiado inmaduras y por si fuera poco, no pretendían detener sus idioteces. Necesitaban seguir revolcándose en el lodo, sencillamente era más divertido que tener una vida normal.

 

Así que después de caminar hacía un edificio alto, Nicolás emprendió paso a viborear bien el montón de cosas que había en aquel lugar: cámaras, luces, vestuario para hombre,  maquillaje, muchas personas, el fotógrafo…. Y… un maldito vestido rabón color celeste. Joder, ¿qué hacía ese vestidito ahí? Aparte estaba súper corto y lleno de brillos.

—Te pondrás ese vestido si no cooperas ¿Me escuchaste? —Oliver lo intimidó con lo que más lo aterraba.

 

Era tan divertido amenazar al gatito, que no podía evitar hacerlo. Los dos sabían que los vestidos no eran lo más apropiado para una boda gay, ni mucho menos para una sesión fotográfica. Pero, ¿entonces por qué el vestido estaba ahí? De seguro Oliver lo planeó absolutamente todo.  Era su mejor arma para que Noah estuviera en plena cooperación con él.

— ¿Es obra tuya, verdad?

— ¡No! ¿Cómo crees? —Una sonrisa pícara se le dibujó en los labios al espetarlo.

—No seas mamón, ¿Cómo puedes hacer esto? ¿No te cansas de hacerme la vida de cuadritos?

— ¿Lo piensas así, Nicolás?

— ¿Por qué tienes que ser tan cabrón? Primero la comparación de tus folladas conmigo, y ahora, si no sonrío como un gilipollas feliz, ¿Me obligarás a vestirme como una puta?

—Nico…

—Pues está bien. Sigue pisoteándome como tú ya sabes cómo…

—Hablemos.

—No quiero, no quiero hablar contigo. ¡Maldito imbécil! —Y como siempre, después de una pelea de esposo novato, huyó como todo el puto cobarde que era.

 

Odiaba que Oliver le amarrara las bolas, aborrecía que estuviera siempre a su merced, consciente e inconscientemente. ¿Cómo podía ser tan listo? ¿Por qué Oliver era más inteligente que él? No era justo, claro que no.

 

Los minutos se agrandaron a un cuarto de hora. Está vez Nicolás traía puesto un pantalón en forma de tubo gris, acompañado con unos botines negros, una camisa a cuadros roja y un gorro de invierno color negro. El cabello se le salía haciendo que su pequeño rostro angelical se viera más divino de lo que ya era.

 

Sin mucha prisa, el pequeño caminó hasta el punto central de la habitación y esperó instrucciones de su fotógrafo que para colmo, era gay. Un gay demasiado marica para ser creíble… de esos homosexuales pasivos que miman como si fueran mujeres enamoradas.

 

—Vamos mi vida, quiero que mires a los ojos a tu bello marido, y que te le trepes como un Koala enamorado. —Se refería a Nicolás.

Al inquirir, Oliver sonrió con maleficia.

 

Le estaban encantando los resultados de haber contratado a un fotógrafo maricón.

 

— ¿Qué tipo de fotos son estas? —Nico le preguntó directamente al grandulón que estaba ansioso por cargarlo.

—Son fotos… fotos edición especial. Vale mi amor, he pedido el paquete de recién casados ¿qué te esperabas? ¿Fotos  sin poses eróticas?

—Estas no son fotos sanas, yo pensé que sólo posaríamos para la cámara, sonriendo y listo.

— ¡Pues no! ¿Qué pasa? Ya te he cargado de esa manera. —Remojó los labios al recordar aquella vez, cuando Nicolás se le trepaba como un animalillo encendido mientras él lo sostenía con fuerza para que no cayera —Es sencillo, repitamos la escena, sólo que esta vez no haremos el amor.

—Hay mucha gente. —Quiso excusarse.

—El vestido color celeste te quedará realmente bien —dijo, retándolo con la misma gracia que antes puso en su amenaza.

Nico sonrió de lado, parpadeó un sinfín de veces y aguantándose la vergüenza, dio un brinquito para poder rodearle el cuello a su esposo con ayuda de los brazos, mientras enredaba las piernas en las caderas pertenecientes al engendro del demonio. Oliver se las pagaría, sí que lo haría arrepentirse de todo lo que lo estaba haciendo pasar en esos momentos. Plañir, eso quería Nico. Venganza.

 

Las miradas de ambos recién casados chocaron como era de esperarse. Los orbes grisáceos de Yael brillaban como era de costumbre, mientras que los de Nicolás se veían cada vez más profundos y de un color fuertísimo, un azul laguna, precioso.

— ¿Qué pasa? ¿Por qué tan serios? —El más gay de todos, comenzó a farfullar—.Vamos mi vida —le habló al pelirrojo—. Muéstrame el cariño que le tienes a tu esposo.

 

Al oír aquello, Nicolás quería patearle los huevos a Oliver, morderle la nariz y deformarle el rostro, pero se le ocurrió algo mejor. Ahora le interesaba poner a su merced al grandísimo animal que su esposo traía entre las piernas. No era nada difícil, sólo constaba seducirlo para después rechazarlo como un pasivo resentido. 

Notas finales:

Dejen sus views :P 

Hasta el sábado y el domingo :D


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