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~ Casado con un hombre ~ por Monnyca16

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Notas del capitulo:

Hola, vengo un poco tarde, pero es seguro. Es que mi mami cumple años hoy y mañana, no pegunten por qué, sólo felicítenlaxD? 

Bueno, primero que nada: GRACIAS POR LEER. Tengo errores pequeños, no sé, algunas tildes, puede  ser que palabras carcomidas -lo siento me las comí mientras escribía, naa-xD

Segundo: He recibido comentarios bonitos, sé que algunos no quieren a Oliver, pero aahxD.. es tan hermoso, ya verán por qué ¿sí? 

Esta historia parece que va muy rápido, ya que hay mucho sexo y quizá poca muestra de cariño, además de que los dos protas siempre están peleando. Lo sé, no me regañen, es que me encanta que discutan, además tenemos que aceptar eso: Oliver es mayor que Nicolás, así que sus pensamientos y personalidades son 100% diferentes. No odien a Oliver, él no tiene la culpa de nada, es Nicolás el que lo vuelve cada vez más loco u__u 

Tienen que entenderme, si Oliver y Nico no se pelean, entonces no sería "Casado con un hombre" NO TODO PUEDE SER COLOR DE ROSA.. Es por eso que esta historia es diferente a las demás... además me encanta que Nico siempre escape xD... esto es el comienzo, de verdad espero que soporten las cosas hirientes que se dicen entre mis dos protas gays, ya que de eso dependerá el cambio de Nicolás. Bueno ya ya... :p

 

Lean y pues espero que se se diviertan y no odien las pendejadas de Nico y las ofensas de Oliver. Todos merecen respeto? Yo también, así que no me digan cosas feas. 

Capítulo 17

 

“Nicolás, te haré el amor”

 

Así que Nicolás solamente tenía que mostrarle el cariño que le tenía. Ajá. No era difícil, claro que no lo era, y menos en situaciones como estas ¿verdad? Con la idea en la cabeza y mostrando íntimamente una enorme sonrisa macabra, accedió a besarlo. El pequeño no comprendía nada de lo que hacía. Era una estupidez… si tan sólo hubiera pensado fríamente desde el principio, entonces en estos momentos no estuviera dejando a un lado todo su rencor.

¿Por qué con un beso olvidaba que tenía que mantenerse enfadado con Oliver?  ¿Por qué todo se echaba a perder con un riquísimo junte de labios húmedos?

 

No quería ser tan fácil para Oliver, pero le costaba trabajo hacerse el duro.

 

La perturbación de los latidos de su corazón cabalgante, lo hicieron reaccionar por fin. Hacia muchos segundos atrás que la foto había sido tomada por la fotógrafa que estaba presente, pero ¿Por qué seguía besándolo?  Oliver no lo merecía y tenía que pagar por la infinidad de maltrato moral que le hizo con anterioridad. Sin embargo, era tan difícil mantener la distancia cuando sus cuerpos se unían como uno sin siquiera haber penetración anal…

 

—Que hermosa pareja hay aquí —el encargado de la cámara alardeó gustoso. Le encantaban las parejas gay —.Se me antoja regresar con mi ex novio. —Y al escuchar eso, Nico se separó rápidamente de su esposo. Hizo una escapatoria pronunciada con ayuda de sus manos sobre el acelerado pecho del pelinegro. Escapó del deseo y de las temibles pulsaciones de su pecho emocionado, bajándose del cuerpo del mal para ponerse de pie y seguir posando para las cámaras. 

—Tenemos que hablar —Yael dijo en alto, asegurándose de  que Nicolás lo escuchara a  la perfección —.Hablaremos más tarde.

—No tengo ganas de hablar —contestó con un agobiante tono cabreado. Ahora le tocaba jugar y Oliver tenía que aguantarse un rato… aún faltaba mucho por pagar.

—¤(`a94;a94;´)¤—

 

 

Y sin darse cuenta, la sesión fue divertida y hasta excitante. El minino se mantuvo muy cercano a su desgraciado marido, no obstante, cuando se encontraban en privado, cambiándose, todo parecía como si fueran desconocidos. El mayor trataba de acercarse para hablar o al menos para ayudarlo a cambiarse, pero el pelirrojo siempre se escapaba con agilidad y hasta inteligencia.

 

Nicolás lo evitaba de una manera sorprendente, al grado de preocupar a su esposo. Todo era tan agridulce, que Rudel no lo quería seguir aceptando. Como estúpido seguía preguntándose ¿qué había hecho mal con Nicolás? ¿Qué tipo de compensa  le daría? y sin pasarlo por alto, también meditaba en las disculpas que le pediría…

 

Ya cambiado para sus últimas fotos, Oliver se dirigió hasta el pequeño, tiró de su brazo salvajemente y se quedó quieto al mismo tiempo que lo observaba con ferocidad. Estaba muy molesto y no podía esquivarlo. Noah le estaba colmando la poca paciencia que le quedaba.

 

— ¿Qué es lo que te pasa? —alcanzó a preguntar con una voz que por cierto, quedó bien con su estado molesto y empalmado.

— ¿Debería pásame algo? —le alzó la ceja, queriéndose zafar de la terrible estancia.

—Si no pasa nada, entonces deberías dejar de besarme y alejarte al mismo tiempo.

—De acuerdo, nunca jamás te besaré.

 

El cielo entero se le vino a la cabeza al pelirrojo. Demonios. Si Oliver no fuera tan chusco no estuviera pasando nada de esto, más sin embargo lo hecho, hecho estaba.

 

—Espera, espera —Lo detuvo —.Estás entendiendo mal.

—No lo hago. Nunca te volveré a besar. Nunca lo haré, tú me lo acabas de pedir.

—Nicolás, yo no he dicho eso.

—Claro que sí, lo dijiste.

—Que no. Lo que yo dije fue…

 

Nico lo entendía. Sí, claro que sabía a lo que su esposo se refería, simplemente quería sacarlo de quicio, hacerlo enfadar y reírse por dentro cuando lo viera demasiado confundido como para llorar. Así que manteniendo su pose de chulo y tranquilo, puso cara de persona incapaz de romper un plato, acompañándola con un tono muy  creíble de voz, haciendo así que el impaciente de Oliver respirara más agitado que de costumbre.

 

—Deberías dejar de besarme —repitió lo mismo que Oliver dijo, pero acortándole lo último, que por cierto complementaba el verdadero secreto del rechazo hacia los besos.

—No.

—No estoy sordo. Nunca lo volveré a hacer —lo dijo tan normal que por alguna extraña razón, Oliver pensó que esto sería el fin de la humanidad.

—Bésame. Hazlo por favor.

—No, nunca te volveré a besar —se hizo el berrinchudo, mientras que con  las palmas de las manos se sacudía la ropa que se había puesto para modelar en la sesión

—Lo que yo dije, lo que traté de decir fue que…

 

Quiso explicarse, quiso remediar los malos entendidos, pero el maldito chiquillo no lo dejó hablar.

 

—Déjalo —lo interrumpió bruscamente, pero con el mismo tono liviano de voz.

—No.

—Que sí, lo dijiste y entonces cumpliré tus deseos. No es como si me muriera por besarte, puedo besar a cualquier persona.

 

Las palabras ya estaban volando en el tenso aire que ahí rondaba. Joder. Esta vez, Nicolás se pasó de la raya. Nunca se imaginó llegar a ese punto. Bueno… tal vez le divertía echar un poco de mentiras, pero al ver el temible y confundido aspecto de Oliver, se arrepintió un poco. Quiso parar la bromita y hacer las paces, pero esperó un poco más, ansiaba ver una reacción buena del empresario.

 

—Puedes besar a otras personas, pero aun así eres mío y me perteneces.

 

Y sí, como esperaba, Oliver solamente complicó las cosas con sus egocéntricas aclaraciones. Tan egoísta, tan estúpidamente arrogante. Mierda.

 

—Claro que puedo.

—Pero no lo harás.

— ¿Por qué no? —decidió preguntar.

Como adolescente listo, sabía la respuesta, pero le encantaba revivirla en cualquier momento.

 

—Porque no quiero. No puedes besar a otra persona, sólo me puedes besar a mí.

—Ajá, claro que no. Yo puedo besar a quien quiera. Puedo engañarte, puedo fugarme, puedo follar con cuanta mujer se me ponga en el camino, o con hombres tal vez…

 

Jugar con sus palabras maricas, tal vez estaban dándole más picor a su venganza, por eso decidió añadirlas a su nueva pelea matrimonial. Hablar sobre engañar a Oliver con otro hombre, era algo que nunca haría, pero que cada vez que lo mencionaba, aquel se ponía furioso en segundos, y le encantaba verlo con la mirada oscura y totalmente atrofiada por los celos.

 

—No es nada gracioso. No te comprendo ¿Qué  es lo que tratas de decirme?

—Que no te quiero y que jamás lo haré. Que este anillo no sirve para nada y que te odio más que antes. Deberíamos divorciarnos, eso será lo mejor.

—Retractaré lo que te hizo enojar. ¿Qué quieres que retracte?

—La boda, el compromiso. Quítame el anillo y déjame en paz.

— ¿Qué quieres que retracte? — volvió a preguntar después de ignorar por completo la maldita respuesta anterior. Le dolía que Noah se comportara de esa manera.

—La boda, el compro…

Repitió el principio de la respuesta previa, pero esta vez Yael lo interrumpió con la misma pregunta de antes.

— ¿Qué quieres que retracte?

—La boda, el comprom…

 

Causándole más furia que antes, de nuevo el ojigris no lo dejó terminar. Oliver se decidió a pedir disculpas a su manera, lo necesitaba ya que algo en su corazón y cabeza le decía que acabarían mal ese día.

 

—Si te he comparado con alguien, no es porque no tengas su nivel, es porque quiero que comprendas que no hay nivel como el tuyo y que eres algo nuevo para mí, que eres diferente y que me gusta que lo seas. No hay otra persona como tú…

—Es suficiente, deja de molestarte en echar bromitas. No quiero escucharte, tampoco quiero dormir en la misma cama que tú, ni mucho menos comer en la misma mesa. Deberías dejarme tranquilo.

— ¿Qué fue lo que hice mal?

—Son tantas cosas… que no sé por dónde comenzar.

—Tengo todo el tiempo del mundo.

—No quiero hablar de eso, me aburre.

— ¿Qué es lo que quieres que cambie? ¿Qué es lo que tengo que cambiar para poder gustarte?

—Jajá, ¿qué podría cambiar una persona como tú?

 

De nuevo su lado poco amable salió haciéndolo sentir culpable. Lo más increíble de todo era que le dolía lastimar a su esposo, se sentía mal con hacerlo. Molestar a Oliver le parecía entretenido, pero agredirlo y minimizarlo era de lo peor. Con miedo, comenzó a calmar sus nervios.

 

—Estoy dispuesto a cambiar y lo sabes.

—No, no lo sé. No hace falta que cambies nada, al final de cuentas en poco tiempo seremos libres de nuevo.

—Hablaremos hasta tarde y dormiremos en la misma cama, de eso no hay duda. Te recomiendo que te calles y que no te comportes como un bebé.

—Gracias por tus consejos, pero no son nada buenos.

— ¿Estás jugando conmigo?

—No, nunca haría algo así.

—Nicolás, por  la noche hablaremos y quiero que te retractes de todo lo que has dicho aquí —señaló la salilla donde estaban parados para después darse la media vuelta y dirigirse hasta el lugar de la sesión.

 

Y así fue. Durante el alojamiento fotográfico, Nicolás no se comportó como un bebé, es más, el minino pensó mucho las cosas. Su comportamiento y lo más importante: sus palabras no estuvieron en su mero juicio ¿Qué trataba de hacerle a Oliver? ¿Matarlo de un infarto? ¡Maldita sea!

 

Le flipaba sentirse arrepentido de sus actos, ya que desde que conoció a su esposo, era lo único que hacía y diariamente. Ni con sus amigos de la calle, ni con Tomás, joder. Oliver era el único bastardo que lo hacía pensar, y le hartaba, le molestaba y mucho, porque no deseaba eso, porque simplemente no podía ser así.

 

El tiempo se pasó volando como era de costumbre cada vez que permanecía junto a Yael. La sesión fotográfica había terminado por fin, algo quizás malo para Nicolás. Con descaro y sin mostrar arrepentimiento alguno, Nico fue a buscar sus pertenecías  y  después emprendió paso para llegar al hotel,  se fue con las ropas de la última sesión, que por cierto  Oliver había comprado para  que las usara a diario.

 

Después de todo, la ropa lucía bien en él y era lógicamente de Francia, algo que para el chiquillo era muy interesante. Al entrar al hotel y buscar ansioso el ascensor, entró ahí con miedo a que Oliver no lo dejara tranquilo. Si mal no recordaba, esta noche tocaba hablar con su esposo y no quería, porque como siempre terminaría siendo seducido por él.

 

De hecho fue así. El alto pelinegro entró al mismo cuarto de ascensor y cuando Nicolás oprimió la tecla para subir, sintió la mano de Oliver rosarle el codo. El maldito pretendía jalarlo y apresarlo para no dejarle escapatoria, pero por obra de la buena suerte, el celular de Nicolás comenzó a sonar, marcando que estaba entrando una llamada.

 

Una risilla íntima se le salió a Noah. Esta vez la campana lo había salvado. Jah.

 

—Papá, ¿Por qué me llamas? —fue lo primero que respondió cuando observó que en su pantalla táctil, decía “Llamada entrante de: Mi viejo”

—Deberías  saludarme. —Alcanzó a reprenderlo.

 

Al rojo mayor no se le escapaba nada, eso era lo peor para el gatito ya que no podía pasársela sin ser regañado. Lo equivalente a su padre era Oliver, así que jodido ya estaba y por completo.

 

—Lo siento, es que no esperaba tu llamada —contestó con sinceridad-

 

Se le era imposible que Salomón le marcara al teléfono y más si sabía que estaba en buenas manos, o al menos eso creía él.

 

—Que franco eres, Nicolás.

—Así soy yo, ¿Cómo estás? Yo estoy bien, Francia es algo muy hermoso.

 

Sonrió mirando hacia el suelo, viendo sus converse nuevos, que por cierto se miraban chulísimos. Oliver tenía buen gusto para comprarle ropa y más si se trataba de zapatos.

 

—Hay mucho trabajo en la empresa, estoy bien, ¿Dónde está Oliver?

—A unos pasos de mí. —Echó la vista hacía otro lugar que no fuera el rostro del tipo de mirada grisácea. Lo odiaba de a ratitos y deseaba hacerlo sufrir un poco más.

—Me lo saludas y cuídate. Te dejo, después llamaré.

—Adiós, viejo. Hablamos después.

 

Posteriormente a eso, Nicolás cruzó los brazos y se recargó en el muro derecho del pequeño cuartito que conducía hacia arriba para llevarlos hasta su piso. Odiaba estar en ese tipo de situaciones, en las cuales Oliver podía atacarlo de la manera más guarra y profunda del universo.

 

Si tan sólo pudiera escapar e ir a su país natal, al menos ahí, el pequeño estaría más voluminoso y menos frustrado.

 

No bastó con cerrar los ojos mientras dirigía la mirada hacia el muro del ascensor. Oliver le agarró del codo, jaló de él, y lo obligó a verlo directamente a la cara. No era la primera vez que Nicolás tenía el privilegio de estudiarlo tan de cerca, es más, le encantaba poderlo disfrutar en esa posición tan hermosa.

 

El tono gris de las profundas pupilas de Yael, colapsaron como rayo queriendo entrar en los  azules orbes de Nicolás. El encuentro fue  tan poderoso, tan ágil… que Nico no pudo más. Detuvo su vista y la paralizó justo en los botones del elevador, se atrevió a soltarse del amarre que, momentos  antes Oliver le hizo, pero la agitación de su pecho lo delató.

 

Sagrado fue el sonido que el ascensor hizo al detenerse en el piso deseado. De inmediato y sin fuerzas, Nico salió disparado de ahí. Recurrió a su fuerza interna para alejarse  de los recuerdos y del cariño que Oliver tanto le daba a conocer. Dejó la boca escurriendo en aliento cansado y caliente a la vez, reposó su antebrazo en una de las paredes de la habitación y se resistió a verlo, a tocarlo y a masacrarlo como tanto disfrutaba hacerlo.

 

Estaban ahí, en el maldito cuarto de hotel, y mientras Nicolás trataba de pensar en la rapidez de la llegada desde el elevador hasta la habitación, el grandulón habló por fin, dejándolo con un agridulce sabor de boca y esa apestosa necesidad de follar duro. Las hormonas, eso eran… las malditas hormonas de un adolescente cualquiera….

 

 

—Antes de que hables, tengo que decir que no estoy de acuerdo con tus palabras. No seas estúpido, Nicolás. No me conoces y no puedes suponer lo que me pasa por la cabeza. —Tragó saliva sin que su pequeño escuincle se diera cuenta, parpadeó como un demente, y esperó una respuesta, una que lo llenara, que lo hiciera avanzar en sus planes maléficos y codiciosos.

 

—Tengo sueño, quiero dormir —ante su nerviosismo, eso fue lo único que Nicolás pudo decir. Le costaba trabajo confesar que se moría por abrazarlo, besarlo, tenerlo cerca, y más en la noche; cuando los gatos se convierten en leopardos y requieren de una buena carne para mordisquear.

—No he terminado de hablar. No te volveré a permitir que vuelvas a hablar como antes lo hiciste —arguyó al mismo tiempo que regresó para juntar sus resistentes cuerpos e inmovilizar a su preciada presa gatuna.

—Es la verdad. —Trató de ir al mismo ras,  mientras localizó con un leve rodaje de ojos un hueco para escapar de los barrotes que Oliver se encargó de poner para impedirle la cobarde huida. Yael conocía a su pelirrojo y temía que el pequeño escapara de la realidad como siempre lo hacía, por eso, siempre lo ataba a él de la manera más conveniente posible.

—No es la verdad. No sabes lo que pienso, tampoco sabes lo que me provocas —insistió sin una pisca de romanticismo. Se encontraba tan cabreado que esta vez no pretendía hablarle cariñosamente a la temible gatita traicionera que le jodió todo el maldito día.

—Creo que debes de tomarte las cosas con calma, a tu edad te puede hacer daño enojarte —musitó con una sonrisa maligna.

 

No cabía duda, Nico quería guerra, y esta vez Oliver no deseaba perder la lucha. Así que sacó su arma de doble filo.

 

— ¿Qué te crees que soy? ¿Un imbécil? Escúchame niñito, no soy tan viejo como para morirme a los cinco segundos de haber corrido una maratón. Soy mayor que tú, pero tampoco tengo canas, en cambio, tú eres un mocoso de cuarta que dice cosas sin pensarlas. Deja de ser un imbécil y no me hables con rodeos.

 

Un Oliver insaciable. Joder, eso era lo que para Noah era: una criatura insaciable y perra.

 

— ¿Dónde ha quedado el Oliver que antes pidió retractarse en la sesión de fotos? Ahora soy un mocoso de cuarta  y que aparte follas casi todos los días. Pues sabes qué, vete a la mierda. No quiero hablar.

 

Noah quizás hubiera hablado diferente, quizás Oliver estaba demasiado enrabietado como para soportarlo un instante más, quizás la única solución que parecía ser válida era patearle el culo a los dos ahí mismo y con mucha fuerza para poder calmarles los zumos. Pero ¿Eso ayudaría un poquito?

 

—Eres un mocoso desesperante, me he contenido, pero ahora no lo haré. Me has estado evitando en la sesión de fotos, me dijiste que deseabas el divorcio y aparte cometiste la imprudencia de asegurar que mis sentimientos eran bromitas del día. No, no Nicolás. No te volveré a permitir algo así. Te rogué por una explicación y hasta me puse en bandeja de plata para poder cambiar solamente para ti y no me diste la oportunidad de pedir disculpas. ¿Qué es lo que quieres de mí?, ¿Qué quieres de mí, chiquillo malcriado? —irritado, articuló poderosamente.

 

—No soy como los demás —balbuceó inocentemente mientras cerraba los ojos con demasiada molestia. Estaba harto de toda la maldita situación—. No lo soy —repitió desalentado y con los hombros encogidos—. Sería demasiado estúpido preguntarte lo mismo, ya que sé cuáles son tus intensiones conmigo.

 

 

—No eres como los otros, eso queda claro —bajó el nivel de su potente voz. Posó las manos en sus caderas y muy dulcemente, sonrió satisfecho. Nicolás parecía estar cooperando muy bien después de todo y eso daba indicaciones de que ya no era necesario apresarlo—. ¿No quieres el anillo? Puedo quitártelo si no lo quieres, pero si te lo quito será sólo porque te estorba, eso no quiere decir que te deje libre. —Sacó la otra mitad de su verdadera unión material —.Este es el mío, quiero que me lo pongas esta noche, lo deseo de verdad.

 

—Lo más probable es que me amenaces para poder hacerlo —espetó cabizbajo.

 

Oliver volvió a sonreír, pero esta vez lo hizo con diversión, ¿por qué Nicolás siempre suponía cosas reales?

 

—Tengo el vestido rabón en la recepción ¿Debería hacerlo? —Trató de amenazarlo, dejando en claro que esas eran solamente un cinco por ciento de sus intenciones.

 

—Debería tomar mis cosas, correr hasta llegar a mi casa, y encerrarme en mi recamara —una sonrisa poco graciosa se le dibujó en los labios.

—Eso queda lejos de aquí, está en Alemania.

 

Al escuchar la declaración de su esposo, Nicolás engarruñó la nariz. Era cierto, aún en estos casos, Oliver era más inteligente que él. ¿Cómo era posible que se le olvidara que en esos instantes pisaban Francia? hasta la localización de los países estaba en su contra. Maldito mapa mundial.

 

—Joder, es verdad.

—El anillo. —Le ofreció la argolla para que la tomara y se la pusiera como era debido —.No seas un adolescente difícil, no me quiero cansar de ti.

—Que palabras tan hermosas has dicho en un momento como este, eres muy prudente- —Apretó los dientes al empujar el anillo en el dedo indicado. Agachó la cabeza y cerró los ojos. Sí, perdió. Como era de esperarse, el pelirrojo había perdido la mitad de la jugada.

 

Bueno, al menos consiguió hacerlo enojar y preocupar, eso era lo único que lo hacía sentir seguro en aquella noche. Sintiéndose un poco aliviado, alzó la cabeza y al mirar el fantasioso rostro de Oliver, se excitó. ¿Qué demonios? El maldito pelinegro sólo estaba viéndose el anillo y… y ¿eso le calentaba? No podía ser posible. Debía ser castigado de inmediato por tremenda desfachatez de su parte.

 

—Nunca te daré el divorcio —dijo el ojigris, justamente cuando Nico pretendía escapar de ese momento tan tortuoso. Oliver lo había cachado cuando tramaba caminar un paso hacia afuera del espacio que los hacía sentirse cada vez más cerca, y esta vez el pecoso  no se le escaparía —. Eres mío, Nicolás —se lo dejó más que claro cuando le apretó la cintura—, te haré el amor.

— ¿Q-qué? —farfulló con los ojos bien abiertos por culpa del asombro. Se esperaba esa declaración, pero no quería volver a caer como las veces anteriores. Le aterraba hacerse adicto, extrañarlo, sentirlo como no debería hacerlo… Joder.

—Te haré el amor, Nicolás.

—Espera, no lo digas, no…no lo harás. —Dio un brinquito para separarse de su esposo, levantó el cuello con arrogancia y prosiguió—. Lo acabamos de hacer hace apenas unas horas y… ¿piensas masacrarme de ese modo? No y no. No quiero, es horrible cada vez que pasa y…

— ¿Quieres que esperemos media hora más?

—No me estás entendiendo. No estoy listo, no quiero, no tengo ganas. —Echó una mentirita piadosa, después se maldeciría por tan tremenda idiotez.

—En momentos como estos,  cuando la mascota le pone el anillo a su dueño, quiere decir que el animal debe ser recompensado. Me lo has pedido. Cuando las mascotas se hacen sumisas es porque quieren una recompensa sexual. Me la pediste y te la daré.

—Y si no es indiscreción ¿Quién es la mascota aquí? —preguntó indignado y hasta con sarcasmo.

 

Le molestaba escuchar esa maldita palabrita, ese apodo de puta.

 

—No es indiscreción. Eres tú.

— ¿Yo?

—Sí, tú.

—No, no quiero ser la mascota. —Se negó, tratando de no verse aliviado por sentirse perteneciente de una manera tan íntima y profunda como esa. Las mascotas son las criaturas más confiables y amadas por los dueños, en este caso… para Nicolás no había otra relación que no fuera esta y le encantaba.

—Entonces ¿Por qué cuando te acaricio aquí, se te enchila la piel? —Paseó las yemas de sus dedos por toda la caja torácica del muchacho, hasta quedarse en las puntas de las costillas. Como respuesta, el pelirrojo se estremeció, luchó contra la insinuación de Oliver y mantuvo la respiración un poco para no derretirse ahí mismo —. Ves, eres mi mascota y te encanta que te acaricie. Tu dueño sabe dónde amansarte.

Correcto, sí sabía el momento y hasta el lugar. Pero ¿Acaso quería un premio Nobel por ello?

 

—Me hiciste cosquillas. —Semi-corrigió su estado crítico de histeria.

—Te daré cinco segundos para que respires, pasándose ese tiempo, te atacaré.

— ¿Estás sordo? No quiero, no tengo ganas, me da asco.

—Cuatro…

—Hijo de puta.

—Tres…

—No te atrevas a tocarme. —Empujó toscamente al más alto, después de sentirse atacado por sus instintos.

— ¿Por qué no quieres? —Lo arremetió con esa pregunta tan escalofriante. Oliver quería salir sano y salvo esa noche, pero al parecer no sería de esa manera, eso le dolía en toda el alma.

— ¿Has dejado de contar?

—Sólo por ti, dime ¿por qué no quieres que te toque? Puedes contarme lo que te pase, ¿has tenido problemas para ir al baño? —Se burló con su indiscutible y cruel pensamiento carismático, y al notar la enorme furia acumulada de su pecocito, se mordió los labios para poder seguir cuestionándolo —. ¿Qué es?

—No se me antoja.

—De eso no hay ningún problema, estoy bendecido para hacer que se te antoje.

—No.

—¿Quieres algo nuevo? Eso sí, nunca seré el pasivo. ¿Pensabas pedirme eso?

—No te pensaba pedir nada. No quiero sexo.

—Ah… ¡Hum! Pero yo sí, así que…

— ¿Qué? —Lo retó confundido y con muchas ganas de  golpearle en la cabeza.

—Eres mío, soy tu dueño, así que tomaré lo que me pertenece. Descuida, ya no te acordarás de tus berrinches cuando llegues al orgasmo.

— ¿Por qué yo? ¿Por qué no una mujer? —Esta vez, Nicolás se sintió muy confuso.

 

Era verdad, ¿Por qué un adolescente de dieciséis y no una mujer culona y tetona de unos veinte o quizás veintitrés? ¿Por qué lo quería a él aún sin saber el sufrimiento que cargaba y la horrible vida que acostumbraba a llevar?

 

—Lo he dicho.

 

Desvió la mirada hacia el sillón de cuero que ahí había, mezcló una sonrisa amarga con una avergonzada, y se lamió los labios para humedecérselos un poco. Estaban tan resecos que podían sangrarle en cualquier momento. ¿Por qué el maldito de Noah le pedía ese tipo de explicaciones? Y lo más frustrante era que si no se las respondía, el pelirrojo le dejaría de hablar, sin sexo, y con la  entre pierna empalmada.

 

— ¿Cuándo que no he escuchado? —Insistió a su manera.

 

De nuevo, Oliver esbozó una curvatura de labios. Esta diversión lo masacraba y sin piedad.

 

—Es porque eres sordo cuando te conviene.

— ¿No me vas a decir? —Crujió la nariz, haciendo un mohín cuando divisó que su esposo lo rodeaba con mucha fuerza. Y, mientras Yael lo abrazaba, Nico solamente idiotizaba con su olor a macho enojón. El aroma de Oliver olía tan bien, que el pequeño minino podía quedarse horas pegado a su pecho y colgado de su cuello hasta perder la noción del tiempo.

 

— ¿Por qué no me pones atención cuando te confieso las cosas? —Un silencio se propagó después de esa inquietante pregunta. Oliver trababa de volverle a confesar sus sentimientos, pero lo que no sabía, o tal vez no quería aceptar, era que su Nicolás no deseaba escucharlo decir cosas ridículas y meramente románticas.

—No se la pongo a estúpidos empresarios.

—Estás siendo demasiado estúpido, ¿qué no sabes que le haces daño a tu dueño? Una buena mascota nunca haría eso. Una buena mascota es fiel y deja que la acaricien cuando su amo lo desea.

—No soy una mascota.

—No, no eres una mascota cualquiera. Eres mi mascota. ¿Por qué tú y no una mujer? La respuesta es sencilla, es porque ninguna mujer me pone así.

— ¡Es sólo sexo!

—Ninguna mujer me hace enojar y termina torturándome todas las noches, ¿por qué eres tan difícil? Desde que te vi supe que eras para mí. Sé que eres hombre y no importa, me gustas tal y como eres, sin importar que tengas pecas, que seas un delgaducho, mal estudiante, grosero, y pedante muchacho.

—Bien, hasta mis defectos te gustan ¡Demente! —Gritó al mismo tiempo que se zafaba del abrazo de su marido. Se apartó de Oliver y suspiró en alto para hacerle saber de su poca paciencia.

—Me agradan tus deficiencias. —Sonrió, insatisfecho de sus acciones.

¡Demonios! Lo abrazó, le dijo palabras cursis y,… y el tonto de Nico no accedió a sus caprichos. ¿Qué más tenía que hacer para hacerlo cooperar? Tal vez tomarlo a la fuerza sería su única conclusión.

 

—Dormirás en el piso. —Nicolás se atrevió a ordenarle como si fuera el amo y señor de la habitación de hotel.

—Bien, entonces me comportaré como deseas. Te quejas de mi comportamiento actual, pues bien, ¡Ahora quéjate del comportamiento que te mereces!

— ¿Qué? —Tartamudeó al inquirir lo que su pésimo marido le advirtió.

— ¿Por qué debo dormir en el piso? Eres mi puto gato y los gatos que se portan mal, duermen en el suelo, sin almohada y sin cobija.

 

La primera palabra que el pelirrojo procesó fue “gato”, ¿por qué gato y no perro? Huum…  ¿Se miraba tan indefenso como un gato? Lo que obviamente Oliver no tomaba en cuenta era que los gatos sacan las garras y arañan lo que les molesta…

 

—Bien, entonces tu puto gato dormirá en el suelo, ahora deja de joder.

—Quítate la camiseta, los tenis, los pantalones, y acuéstate en la cama —ordenó, impaciente.

 

Tal y como Nicolás lo supuso… en cualquier momento, su esposo se arrepentiría de su maltrato y trataría de hacerlo calmarse.

 

 ¡Bien, lo haría! ¿Por qué no? Al fin y al cabo no tenía por qué dormir en el piso como un animalillo traicionero y cruel. Con lentitud y mucha pesadez, se llevó las manos al botón de los pantalones, se los desabrochó y se apartó la camiseta de un tirón, dando a conocer su arete de ombligo. Miró hacia el suelo, se agachó con mucha furia, y  comenzó a desabrocharse las cintas de los converse. Al quitárselos de una patada, se apartó el pantalón y al quedarse en bóxer, fue hasta la gran cama y plácidamente se acostó, tapándose con la cobija que la cubría.

 

Fingió cerrar los ojos, pero no pudo concentrarse con pensamientos tan impuros removiéndosele descaradamente en la cabeza.  Estaba casi desnudo en la cama, con Oliver enojado y muy cerca como para destrozarle el culo en cualquier momento. Mierda. ¡Que cruel era la vida en esos instantes!

 

— ¿Qué quieres, Nicolás? ¿Matarme de un maldito infarto?

 

El pequeño adolescente no contestó. Se quedó callado y con los ojos cerrados para seguir ignorando y simular que se encontraba dormido.

 

— ¿Debó hacerlo a la fuerza? ¿Necesito hacer eso, Nicolás? —Una burla poco agradable y macabra, se escuchó por parte de Nicolás. Había escuchado, pero no pensaba cooperar.

 

Los segundos pasaron de inmediato, tanto que cuando Nico menos se lo esperó, se encontró con el cuerpo de su esposo sobre el suyo. Lo apresó de las muñecas y sin tomarse el tiempo para pensar, lo besó a la fuerza. Y como un idiota, Noah comenzó a mosquearse y a moverse como un loco para poderse apartar  del amenazante acoso de Oliver.

 

Los labios del ojigris se separaron para poder tomar aire. Mantuvo la vista sobre la de su malcriado esposo y sonrió coquetamente al detectarlo nervioso y con las mejillas ligeramente sonrosadas. Nicolás era tan obvio que hasta daba risa.

 

—Mírate —habló primero—. Mira cómo estás, Nicolás. Apenas te toco y abres las piernas —aseguró al mirar la posición. Era cierto, Nico abrió las piernas sin pensar, y hasta las abrazó un poco a la cadera de su agresor —. Eres como una verdadera gata, las gatas son unas putas —arguyó con esa mirada grisácea que lo hacía ver guapísimo.

—Cállate… —le pidió el pequeño.

—Te enojas, pero eres tan fácil que a los pocos minutos me abres las piernas. —Se atrevió a burlarse en su cara. El muy maldito seguía sosteniéndole las muñecas y no pensaba soltárselas —.Al menos deberías esforzarte por no ser tan puta, gatita.

— ¡Basta!

— ¿Por qué? ¿Acaso no te gusta que te cuenten sobre tu naturaleza?

—Y ¿qué eres tú? Maldito imbécil de mierda. ¿Eres tan fácil como para enojarte y después besarme?  ¿Cómo puedes rebajarme y luego pedir disculpas por ello? Eres peor que yo, eres un maldito bastardo.

—La puta gata está sacando las garras…

—Eres tan fácil que no te cansas de follarme, tan fácil que me ruegas por cooperar, tan fácil  y gilipollas que…

— ¿Qué…?

—Me amas y sabiendo eso… me tratas así. Eres un estúpido.

— ¿Te amo? ¿Estás seguro? Eres una puta gata, ¿Cómo puedo amar a una persona como tú? —contraatacó.

— ¿No? Bien… entonces si no lo haces, deja de respirar así, y pídele a tu corazón que deje de palpitar tan alto…  —No pudo seguir atacando a Oliver, ya que éste lo besó para callarlo.  

Notas finales:

¿Qué pasará después? Nicolás le pegará en los huevos a Oliver por decirle putita? ¿Oliver se pondrá a llorar? ¿Harán el amor? ¿Tomás llamará en ese instante y ocasionará más problemas? xD....

Dejen sus comentarios, quiero leerlos :P espero ver como 50 viewsxD na, sólo los que se merece este capítulo..

Saludos <3, mis princesas/os. Los amo mil chocomil.


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